Cuidarte el alma -priv Corett-

Unos cuantos días habían transcurrido desde el ataque de Joker a los cuatro reinos. Y en especial el castillo de Tréboles había quedado destrozado. Qué decepcionante resultaba haberse dado cuenta de que les habían dañado tanto por ser los más pacíficos de todos. Una triste ironía.

El reino de Trébol tenía un ejército aguerrido y nada despreciable, pero el ataque de Joker fue fatal. Y al no recibir noticias de la preciosa reina Corett Amelié, Sarah Vilhelm se empezó a hundirse en la angustia y desesperación. Así fue como la Capitana Vainilla Orchid se ofreció para hacer el largo viaje hasta Tréboles sólo para encontrarse con Su Majestad.

-He venido en representación de Su Alteza Serenísima Sarah Vilhelm -anunció al llegar a la entrada del castillo en reconstrucción. ¡Qué raro era ver ahí a un soldado del reino Rojo! ¿No era cierto que ellos representaban la guerra y que el reino de Trébol era una tierra que promovía la paz?

-Bienvenida, Capitana. Espero que se sienta cómoda en el Gran Salón, pero permítame informarle a Su Majestad -le dijo una de las mucamas.

Tan pronto como Su Majestad dio la orden, los sirvientes dejaron pasar a la capitana hasta los aposentos de Corett Amelié. Entonces una silueta crispada se hizo en el umbral de la puerta, tras el sonido de los pasos de las botas de la joven mujer.

-Su... Su Majestad... -masculló con angustia, sin poder dar crédito a lo que veía.

Ciertamente Vainilla había visto frente a sus ojos la crueldad de la guerra, pero también sabía que había cosas que la guerra no debía de tocar. Una de ellas, la felicidad de una dama tan noble e inocente que podría hacer que fueras a morir por ella.

Con cautela, la capitana dio un par de pasos dentro de la habitación y se hincó en una rodilla, flexionando la otra como un auténtico caballero dedicándole una reverencia a su reina.

-Reina Corett, -habló en voz baja, como no queriendo lastimarla con su filosa voz- ¿se encuentra bien? O... o si le incomodo, yo... simplemente me iré...

La mujer escuchaba sin decir nada... ¡pero era desesperante! ¿Por qué Corett se corregía a cada rato? ¿Por qué hablaba así de ella misma? ¡Era una reina, ¿no?! ¡Podía hacer lo que quisiera!

-Oh... ¿de verdad? -se limitó a responder.

Vainilla le miraba atentamente, cada movimiento, cada gesto... Corett realmente era una mujer de la realeza... Definitivamente alguien inalcanzable para ella, pero que resultaba tan atrayente que podía derretirla por su ternura.

La capitana terminó de oír las palabras de la reina y bajó la mirada. Sintió cómo sus mejillas se tiñeron de rosa por lo que le iba a decir.

-De hecho me ofrecí yo para venir a verla, Su Majestad. Quizá le parezca una exageración, pero la eché de menos. Yo... Yo no sé si esté permitido que una soldado eche de menos a una reina, pero en cuanto Su Alteza Serenísima lo dijo, salté a pedirle que me dejara venir a mí. -Suspiró, estaban comenzando a atacarla los nervios- ¡Déjeme permanecer aquí con usted, Su Majestad, por favor!

Cuando terminó de hablar, la mujer de cabello rosado tenía los ojos cerrados. Algo en su corazón le había dicho que cuando  dijera eso, la reina de Tréboles la mandaría de vuelta a Corazones exiliada del reino. Pero se equivocó. Corett le había dicho que le agradaba su compañía.

Vainilla abrió los ojos lentamente, encontrando a la albina en frente de sí. Le sonrió.

Abrió la boca para decir algo más, pero en ese momento la sirvienta abrió la puerta… y cuando lo hizo, Vainilla pudo ver un par de soldados al otro lado del pasillo. Se alzó de hombros cuando pensó que podía ser que desconfiaran de ella.

La sirvienta se fue y tras ella cerró la puerta. Pero lo que ocurrió después fue algo que la capitana de Corazones creyó jamás iba a volver a ver. De pronto Corett Amelie "saltó" de la cama para servirse un poco de té. Pero el té no era precisamente lo que había llamado la atención de la militar.

Siguió con la mirada el sutil espiral que formaban las vendas en una de las piernas de Su Majestad. La tela blanca se perdía con el pálido color de su cuerpo que, lucía tan frágil le provocaban unas ganas inmensas de abrazarlo y sostenerlo.

-Rico… - mencionó la reina, sacando a Vainilla de su breve ensoñación.  

"¿Cómo?" sacudió la cabeza enérgicamente, hacia todos lados "¿Rico? ¡Rico! ¿A qué se refiere con eso?" Se preguntó confundida al fusionar lo dicho por la reina con sus pensamientos.

Levantó ambas manos, como si le hubieran dicho "manos en alto" y sus mejillas se pusieron completamente rojas.

-¡De lo que sea, mi reina! -Momento, ¿Qué "su reina" no debía ser Sarah?- ¿Qué me recomienda?

¿Bueno para el alma?

Si lo había preparado Corett sin duda era bueno, pero Vainilla no creía que lo fuera tanto.

A menos que...

-Oh, claro -cuando oyó lo de las abejas puso los ojos en blanco. ¡Como si no las tuvieran esclavizadas para producir miel eternamente! ¡Pobres y dedichados seres!

O quien sabe, tal vez las flores cantoras estaban seguras de lo contrario.

Sin dudar ni un segundo Vainilla tomó la taza de té y lo probó. Estaba exquisito. Más de lo que acostumbraban los militares ~vamos, que por lo general lo que bebían era aguas frescas o cualquier cosa con alcohol~.

La mujer se quedó pensando en las últimas palabras de la monarca.

-¡Ah, gracias! -sonrió- He oído a la reina Sarah llamarle "Chocoretto" más de una vez, ¿no es como si fuera chocolate? ¡Usted sabe! ¡Como Vainilla y Chocolate!