Paso, paso, piso, piso [ Libre ]

Una carroza daba botes por toda la carretera tan rustica por la que iba, que estaba llena de baches y agujeros que hacian que las ruedas de madera rebotaran y se desgastaran mas y mas, dañandolas poco a poco, pero permaneciendo resistente para aquel tan importante viaje. El transporte se veia bastante elegante, de un color marron oscuro y con ventanas adornadas con telas caras y bastante detalladas, con diamantes dibujados con la tela en ellas, haciendo mencion de su obvia procedencia. Las cortinas estaban cerradas, pero se sarandeaban, pues el viento las hacia hacer, como cual capa de heroe, que se movia con gracia junto con el viento; como uno. Adelante en el transporte, en el asiento del conductor, iba posado, bien sentadote, un hombre con un sombrero bastante alto, un traje algo antiguo de cola larga, enguantado, y de mas, que sostenia en manos una cuerda, que ataba asi a dos caballos blancos al frente de la carrosa, que corrian a una velocidad considerable, hacia un destino ya cercano.

Rapidamente aquellos animales cruzaron unas grandes puertas, carmines, con corazones y demases, con gran velocidad, atras de ellos, obviamente la carroza que jalaban, saltando un poco por un bache en el que habia caido. El castillo de el famoso Reino de Corazones ( Famoso por la gente tan agresiva que alli vivia ) se observaba a lo lejos.

Las casas de los ciudadanos se agrupaban a la derecha y a la izquierda de la carretera que la carroza recorria, carretera que daba directo, sin cruzar a ningun lado, al castillo tan asombroso que se encontraba alli. Los ciudadanos, tan indiferentes ante aquel pedazo de madera que entraba, seguian con lo suyos. Vendian, paseaban, incluso peleaban entre si, discutiendo con un tono de voz demasiado elevado, gritandose unos a otros, y casi cayendose a golpes, pero sin llegar a esos limites.

En un instante, la carroza estuvo a puertas de la gran estructura central del reino. En ese momento, se paro, los caballos relincharon, y la puerta de la carroza fue abierta por la persona que anteriormente manejaba a los caballos y de alli, galante y sereno bajo un albino, con una vestimenta adecuada para su nivel tan superior a la otra gente que estaba del otro lado de las puertas de el castillo. Con su baston, se apoyo en el piso y dio dos pasos hacia el castillo Desde aqui sigo yo solo le murmuro a aquel hombre que manipulaba la carroza Vuelve a casa, yo vuelvo solo. De inmediato, el hombre se dio la vuelta, y se metio en la carroza, yendose con la misma, como si le asustara aquel lugar.

El albino miro a través de la puerta. Habian dos grandulones, armados y vestidos con cota de malla y metal por todas lados a cada lado de la puerta, guardando asi la entrada. La puerta estaba abierta de par a par; como si esperaran a alguien. Precisamente, no era al albino.

En un parpadeo, aquel rey desaparecio de donde estaba, y como si nada, aparecio al otro lado de la puerta, dentro ya del castillo. Que calurosa bienvenida dan aqui... dijo con sarcasmo, mientras que comenzaba a caminar, hacia dentro de el castillo; yendo directo al salon del trono, paso a paso, tan tranquilo como si fuese su propio hogar.

No era un secreto que las más grandes personalidades de Wonderland poseían un lenguaje tan avanzado como complejo. Y era así como estas personalidades lograban sus objetivos, utilizando la comunicación oral para lograr todos y cada uno de ellos. Fue precisamente por eso que Vainilla Orchid había comenzando su adiestramiento en aquél arte oscuro.

Pero eso no era importante, lo importante era que ese día se encontraba repasando sus lecciones mientras hacía su ronda por el castillo de Corazones. Todo aparentaba estar perfecto, hasta que...

-Qué calurosa bienvenida dan aquí... -escuchó en el pasillo principal.

"¿Bienvenida calurosa?" pensó "¡Pero si hace frío!" Y apenas hubo razonado aquello, salió disparada al pasillo donde encontró la fuente de la incongruencia. Vio ahí a un hombre. ¡Un extraño! Pero no cualquier extraño, se trataba de uno que había logrado pasar a los guardias y a.... ¡la portera!

Vainilla sacó su bloc de notas y, refunfuñando, con una pluma roja escribió en él los siguientes puntos pendientes:
*Regañar a la portera.
*Detener al extraño.

Habiéndolo hecho caminó hacia adelante, en marcha como buen soldado y encaró al joven intruso. Pensó que sería una buena oportunidad para utilizar los nuevos conocimientos y habilidades que acababa de adquirir, sabía que sería arriesgado, pero también estaba segura de que era una mujer valiente. Respiró hondo y exhaló con lentitud, mientras clavaba sus ojos azules en el desconocido, en una mirada más fría que el hielo.

-¡Pepe Pecas pica papas con un pico! -frunció el ceño para afilar su dura expresión. Extendió el brazo y le apuntó acusadoramente con el dedo índice.

-¿Quién pica papas con un pico... y por qué? ¡Responde extraño! -exigió e hizo tronar el tacón de una de sus botas contra el piso de mosaicos. No tenía miedo, también se sabía "Camarón, caramelo" y no dudaría en usarlo.

Iba a paso ligero, jugueteando con su baston en el aire, mientras que lo balanceaba de arriba a abajo, jugueton, confiado de que ya nada mas le detendria de ir hasta donde el Rey de corazones y tener una pequeña charla con el. Nada ofensivo, mucho menos agresivo, algo totalmente informal; una nueva alianza, diria Howard.

Escucho los bravos tacones de una muy disponedora persona, que rapidamente tomo lugar frente a el albino, bloqueando asi su paso a donde el planeaba ir. Estaba a unos cuantos metros de ella, y mientras que escuchaba las palabras tan extrañas que le dirigia, se acercaba mas a ella, con el mismo paso que el que llevaba al entrar al castillo; seguro de si mismo, como si aquella autoridad no existiese. Pepe Pecas pica las papas murmuro. Casi choco contra la chica, pues no detenia su paso elegante. Llego el momento en que incluso, estuvo tan cerca del rostro de ella con el suyo que pudo sentir su respiracion en su rostro; en ese justo instante, justamente como un fantasma, parecio dar la sensacion de que atraveso el cuerpo de la chica, para luego seguir de largo, de nuevo, retomando su paso a la habitacion del rey ( Aunque no sabia la ubicacion exacta, claro esta, pero ya la averiguaria )

Y las pica porque tiene hambre dijo en voz alta, lo suficiente como para que le escuchara, pero sin girar siquiera a dirigirle la mirada. La chica habia sido un total cero a la izquierda, ignorada totalmente por el albino, como si nunca hubiese existido, y mucho menos. Su ultimo comentario fue totalmente al azar, pues no sabia el por que de que Pepe Pecas ... Picaba las papas... (?).

Al final, antes de ya declarar una distancia de mas de 10 metros entre ellos, hizo sonar el sueno, como ella lo hizo con sus tacones, con su baston, mas estruendoso aun Chusma murmuro al final, sabiendo perfectamente que le escucharia aun estando asi; por el eco del lugar.

Spoiler:

La mujer de cabello corto miró de soslayo la forma tan descarada en que el otro pasó de largo. ¿Pues quién se creía que era? ¿El rey de Diamantes? ¡Ja! ¡¿Por quién la había tomado!?

Vainilla infló las mejillas como muestra de su desaprobación ante la insolencia de aquél irreverente de sangre real. Emprendió el trote dando largas zancadas hasta llegar más adelante que el intruso. Luego se volvió para quedar frente a él y se puso ambas manos a los lados de la cadera.

-¡Así es! -exclamó casi rugiendo como un león... un león de los que hablaban en español, por supuesto- ¡Chusma! ¡Chusma como la que estoy viendo con estos ojos que se han de comer los gusanos! -habló fuerte y apuntándose a los ojos con la mano para darle más énfasis a sus poderosas palabras.

Pero no había que perder tiempo hablando, por lo que acto seguido descolgó el látigo que siempre llevaba sujeto al cinturón y pegó un par de violentos azotes al suelo.

-Escúchame bien, pequeño ser rebotador- sí, porque según ella, lo que Howard hacía era rebotar sobre los mosaicos cual pelota de goma. - You shall not pass ¡Tú no pasarás! -y dicho eso giró el látigo en el aire como si fuese una cuerda de vaquero, para luego arrojar el lazo hacia el joven rey, atrapándolo flojo por el cuello tal y como solía hacerse en "el viejo oeste" con un caballo o una res.

Creia que ya habia por fin eliminado cualquier peste de su camino de via a su charla con el rey, pero no fue asi, es mas, ni de poco, ya que de nuevo, al parecer la muy insistente dama que le habia intentado retener hace nada, se habia pasado otra ves para adelante de el, pero esta ves le habia atacado de una. Uno movimiento realmente lento y lleno de defectos, que agarro confiado solo al albino por andar despistado. Su cuello fue apretado un poco por aquel latigo tan extraño que cargaba la pelirosa, el cual vio el de mala manera.

Chasqueo la lengua, en signo de desconformo. Miro por unos instantes a aquella mujer a los ojos, viendo sus orbes marinos, bonitos y elegantes a simple vista, pero detallados de tal forma que parecian serios y amenazantes, hasta el punto en que llegaba a ser el estereotipo comun para uno de los fetiches mas repetidos entre los hombres; Una mujer dominante era la que estaba frente al Rey de diamantes. Rapidamente quito su mirada de sus ojos, y miro al latigo, reparando en que estaba atrapado y a merced de ella. Podia facilmente soltarse de aquel latigo con la misma habilidad con la que "traspaso" el cuerpo ajeno a el con un parpadear de ojos; pero ya era demasiado de burlarse de la gente con sus supuestas simples ilusiones, y empezar a comportarse como un rey... ¡SI, CLARO!

Tomo el latigo fuertemente, acercandose un poco a ella para no tensar tanto el latex y que no quedara asi tan apretado. Dio un par de vueltas a su mano, enrollando el latigo al rededor de su palma, para al final, jalarlo, con aquella misma mano, mientras que con su otra mano, ocupaba su baston, y con un golpe de la punta de este en la mano que sostenia aquel latigo, lo safo de la guarda de aquellas extremidades, tirandolo al suelo No tengo tiempo para sadomasoquistas dijo sonoramente, sonriente de oreja a oreja, con una mirada algo seca, pero una sonrisa bizarra. Rodeo esta ves a la femenina, esquivandole como si fuese una gran roca atravesada en el camino, y seguir de nuevo su camino, esperando esta ves que la pelirosa optara por un mejor camino, que no fuese el mismo del albino. Con su debido permiso, señorita

Por alguna razón rara, de un segundo a otro ambos jóvenes parecían estar jugando a jalar la cuerda.

"¿Sadomasoquistas? "

Vainilla le miró confundida, pues desconocía el significado de aquella palabra. ¡Debía ser un truco, seguro! Le miró amenazadoramiente al mismo tiempo que restallaba el tacón del zapato sobre el mosaico, opacando así cualquier sonido que su alteza el rey Howard pudiese hacer. Pero el joven del ojo rojo siguió caminando sin ningún reparo.

Eso no estaba bien, ¡tenía que hacer algo!

La capitana extendió uno de sus brazos y pegó una mano a la pared, para entonces murmurar un conjuro de encantamiento rápido que serviría para hechizar la pared con un elemento al azar. Se trabó un par de veces, pero lo importante fue que el conjuro funcionó y de la misma pared se desprendió una lámina metálica, la cual selló el final del pasillo.

Oh, sí, el pasillo estaba como un callejón sin salida.

Vainilla sonrió satisfecha pues ahora nadie podría pasar por ahí. ¡Nadie! ...ni ella ni los reyes, por cierto.

"Agh ¡Maldición!" pensó mirando hacia todos lados, parecía como si su vista rebotara de Howard a la pared metálica y de la pared a Howard. ¡No había problema! Luego podría devolver la pared a la normalidad... siempre y cuando el hechizo funcionara, claro. Y ella rogaba porque fuera así o de lo contrario su linda cabeza terminaría rodando por el suelo.

-Ugh... -masculló ante el pensamiento, pasándose las yemas de los dedos por el cuello. Bueno, fuera como fuera, ya lo había hecho.

-Yo no te di ningún tipo de permiso, intruso -reclamó mientras caminaba hacia él. También estuvo a punto de refutar el vocativo "señorita", pero eso era innecesario ¿verdad?