Aca entre nos -Libre-

-Ya esta-

Menciona el de cabello castaño limpiándose el sudor de la frente con el dorso de su izquierda. En la derecha, sostenía un cepillo de alambre. Frente a él, se encontraba un enorme corcel de pelaje negro como la noche, se trataba del caballo que pertenece a su hermano mayor.

Bucephalus si que era todo un reto, había cepillado completamente al animal así como retirado el fango que tenía entre sus herraduras. No cabe duda, ese caballo sí que era un animal magnifico. Justo a tiempo todavía era temprano, de manera que podía tomar un descanso y salir a caminar al pueblo. Se miró, el “príncipe no podía ir en esas fachas” dejo el cepillo a un lado para sacudirse las manos. Luego, caminó hasta un balde de agua para lavarse las manos. Echó un último vistazo al sitio, no sabía si realmente tenía tiempo libre últimamente o algo se le estaba olvidando. Como quiera que fuera el caso dió un par de pasos listo para dejar el establo. Sintió algo extraño, flexionó el pie hacia atrás mientras lo sujetaba con su mano y así poder ver qué era lo que tenía en la suela del zapato.

Desafortunadamente esa no fue una muy buena idea pues un pequeño salto para recobrar el equilibrio (fallidamente) fue lo que le hizo ir a dar al abrevadero. El sonido del salpicar del agua no se hizo de esperar, así como la molestia en el rostro del joven Belmont quien ahora yacía sentado dentro del abrevadero completamente empapado. Mira que hacer tal ridículo… Afortunadamente para él, no había nadie que le mirase con excepción de los equinos de la armada, los cuales relincharon como si estuviesen riendo.

-¡A callar! ¡Ya veré si se ríen mañana cuando les torque la marca!- Apuntó con su índice diestro de forma acusatoria a los equinos, como si estos pudiesen entenderle.

Escuchó pasos acercándose, ¡Maldita sea! ¿Por qué ahora? Y rápidamente, se puso en pie, antes que alguien le atrapara en semejante estado.

El joven mago continuaba renegando debido al accidente, su orgullo no le permite mostrar falla alguna y aunque técnicamente, aquello paso mientras estaba solo, para él, no deja de ser vergonzoso, y seguro, recordaría eso durante un buen rato, mínimo una semana, seguro.

El cabello se le adhería al rostro, es más, tuvo que llevarse la izquierda hasta la frente para hacérselo hacia atrás ya que no veía claramente. La ropa se le ceñía al cuerpo. Bufó ¿Quien creería que el príncipe del reino más bélico terminaría empapado por haberse caído donde los caballos tomaban agua? ¡Y pensar que en esas fachas lo podía ver una de las guapísimas sirvientas del castillo! qué horror.

¡Alguien le había visto! Mentalmente contó hasta diez y de regreso para intentar calmarse ¡Que ridículo había hecho! ¿Desde cuándo le había observado aquel sujeto? Apenas se dió cuenta de los pasos al acercarse. Bueno, pudo ser peor, pudo verlo ahí sentándote en el abrevadero luchando por levantarse o mirarle justo en el instante que caía de forma patética.

Afiló la mirada y le observó de arriba hacia abajo, sin disimulo alguno: De espadas y al parecer un niño rico…

-¿se te ofrece algo, extranjero?- Lanzó, así sin más; directo y al grano. Tomó la parte inferior de su camisa para exprimirla algo.

((OFF: tranqui xD yo se que si respondes ; 3;))

¿Genio? seguro, es bien sabido para la gente de por ahi que Richter no gusta de ser interrumpido en sus labores y menos que le vean hacer el ridiculo, justo como lo acaba de hacer. Orgulloso en buena medida.

Podría no ser la gran cosa para él, pero para el Príncipe de Carmín tenia gran importancia, un error por mínimo que fuera el que cometiera le tendría pensando en ello durante una semana. Quizá era exagerado o perfeccionista, pero todos en ese lugar (wonderland) tienen algo de "raro" o sinónimo de la locura.

No obstante, para la buena fortuna del noble de Espadas, la pregunta hizo que la molestia del castaño desapareciera como humo al viento. Suspiro pesadamente mientras se acomodaba el cabello.

-Soy el que se encarga a veces de este lugar- O al menos uno de ellos es obvio que no solo una persona para a asear todo el sitio y a los animales.

Además, aunque no son muchas de vez en cuando tiene sus obligaciones como príncipe (como presentarse en esas aburridas fiestas de burgueses, y similares) No le siguió con la mirada, igual estaba bien si Matthew entraba a echar un vistazo a los corceles del establo, así seguro de gustarle hablaría de ellos en su reino. Tomo las presillas de su pantalón con los pulgares para subirlo levemente, ya que debido al peso ocasionado por el agua se le bajaba un poco.

-Si por entretenido entiendes, ser el malo de la historia, que te traten como un maldito sádico. Y que piensen que el ejército de acá anda más ocupado golpeando ancianitas y aventando mocosos al rio. Entonces, si- A veces se cansaba de escuchar tantos falsos rumores contra de su reino, y todo por la mala reputación ganada por los antiguos reyes.

-Por cierto extranjero ¿de dónde vienes?-

En un principio la risa divertida del noble molesto un poco más al "potrillo" (apodo que se había ganado por su amor a los caballos y por ser el menor de la familia Iskandar) sin embargo, las palabras hicieron que aquella risa, terminase contagiándosele, al menos el buen humor. Frunció el cejo, para fingir que aun estaba de malas, obvio ya sin lograrlo.

-¡Jah!- Y cruzó los brazos a la altura de su pecho
-¿yo, enfermarme? ¡Ni que fuera tan débil- Y ahí estaba el tan afamado orgullo de los habitantes de corazones, en todo su apogeo.

Irónico aquel porte que el príncipe trataba de mantener si duda resultaría intimidante en alguna otra situación, pero debido al estúpido accidente, la risa que había pegado matthew y a su deplorable estado y ropa empapada, sinceramente no lo lograba, ni un poco.

Bufó mirándose la ropa por quien sabe que numero de ocasión. Si lo veía de forma positiva, al menos no había sido visto por alguna de las guapísimas mucamas que pululaban por palacio.

-Por cierto niño “bonito” supongo que “Extranjero” no es tu nombre ¿Eres de espadas no, de que casa?-

Ah, venia de negocios, bueno seguramente no tardaría en irse y buscar al grandote, o a "Guillermina". Richter se sacó los guantes y los aventó dentro de una cubeta vacía ya de rato recogería todo. No le miraba, pero si estaba escuchando atentamente, y, como si el sonido de un disco rayado se hiciera presente, en su rostro se divisó la clara expresión de sorpresa, le habian atrapado.

-¡Touche!- guiñó un ojo, mientras le señalaba con el dedo índice.

-Gracias, los caballos son mi vida, bueno casi. Al igual que tu suelo saltarme las juntas, son nefastas y aburridas y digamos que entre nobles no me llevo. O con gente de la alta "sociedad" son bastante engreídos, la mayoría al menos. Como te has de imaginar, no les parece que el "príncipe de Corazones" trabaje con esas "sucias fieras en el establo".-

Mientras hablaba, elevó la diestra hasta la altura de su hombro, haciendo un ademan de "blablabla" como si imitase el hablar de alguno de esos pretenciosos ricachones.

-Pero tú me caes bien. ¿Eres Mattheus, cierto? Mi nombre es Richter, un placer- Que irónico, ambos hijos de "grandes personajes" y helos ahí, "escondidos" como un par de chiquillos traviesos, alejándose de sus deberes.