Conocimiento en lugar de locos? -libre-

Inerte...

Silencio....

Ni un alma aparte de el alrededor.

El demonio se encontraba observando uno de los libros que habia tomado
entre sus digitos. Poniendo toda su atencion entre la tinta impresa con forma de letras; ese mundo por mas monotono y patetico que le resultase, al menos tenia algo de divertido: Conocimiento.Y el conocimiento es poder ¿Verdad? Al menos de esa manera pensaba Vergil.

De cabello platino estrictamente peinado hacia atras, piel blanca, ojos celestes, de complexion atletica, alto, vestido elegantemente con una gabardina del color de sus ojos, pantalon negro y botas color canela. Una hermosa katana reposaba en su funda, a la altura de su cintura, lista para
rebanar lo que fuere en caso de ser necesario.

Lo que mas gozaba era la calma del lugar, y aunque se encontraba de pie, parecia no incomodarle ya que llevaba un rato de esa manera. Pero por mas que buscaba no podia encontrar aquel tomo que tanto buscaba con añoranza.

No era para menos, la leyenda se habia perdido, quiza aquel libro se habia
perdido en el incendio del faro de alejandria, como muchas otras obras
literarias o quiza, en este lugar tan extraño, toda cosa llena de sentido, carecia de importancia, o simplemente seria ignorada.

Un suspiro escapo de sus labios, cerro los ojos unos instantes y deposito el libro en el estante donde lo habia encontrado. -No se que patetica esperanza fue la que me trajo a este lugar creyendo encontrar algo de mi interes- Musito tranquilamente con voz baja, casi en un susurro, aun con el medio e indice tocando aquel libro...

Por fin unos momentos de soledad. Solo por estar dentro del castillo, la escolta me había dejado descansar. Caminaba lentamente por los pasillos, vestida con un pomposo vestido rojo, ceñido con un corset negro y tantas joyas que me pesaba traerlas. Zapatillas alta, que al menos me aumentaban 10 centímetros, sin contar la corona que ahora no podía quitar.

Extrañaba los viejos tiempos cuando podía andar descalza, con apenas un vestido de tirantes o en pijama. Pero ahora no era así, porque la reina no puede hacer ¿Cierto?

Suspire con resignación, pasando aun lado de la biblioteca. Tras dos o tres pasos me detuve y recordé: "¿Hace cuanto no lees los cuentos de Wonderland?"

Nunca había sido de las que se preocupara por el conocimiento en general, aunque ahora como reina suponía aprender más, como la geografía, las profecías, la historia y esas cosas aburridas. Pero para mi gusto, yo tenía el conocimiento suficiente como para amargarme más la existencia entre libros aburridos.

Entré lentamente al lugar que raramente estaba sutilmente iluminado por los candelabros de plata. No reparé en si alguien más estaba en el lugar, de hecho quería escapar de la situación de toparme con algún noble o demás que me entretuviera con elogios y temas del reino.

"Como odio ser Reina" pensé mientras pasaba de largo hasta el ultimo estante del lugar, ese donde estaban los cuentos infantiles y las historias mágicas de Wonderland. Era la única lectura que quería en esos momentos, luciones y fantasías llenas de magia.

Llegué a la repisa donde debían de estar esos libros, pero para mi suerte estaba ahí un hombre. De cabello platino estrictamente peinado hacia atras, piel blanca, ojos celestes, de complexion atletica, alto, vestido elegantemente con una gabardina del color de sus ojos, pantalon negro y botas color canela. Una katana reposaba en su funda, a la altura de su cintura. Maldije por lo bajo el ya no poder portar mi espada. "Para eso tiene la escolta real, su-majestad" me repetían los soldados que habían confiscado mis armas.