Como la dulce miel~~

Un mes en total reposo era un completo fastidio. Un mes sin tener nada más que hacer que estar recostado viendo como seres salían felices después de haberse recuperado tras haber asistido a esa gran guerra contra tan feroz mujer. Y otros seres; solo lograba ver cuando las enfermeras tapaban su rostro con un pañuelo blanco. Mi padre me venía a visitar a cada momento y a escondidas me traía dulces y alguna noticia acerca de lo que acontecía a modo de cuento, como siempre le ha gustado relatarme. También estaba que tenía que hacer una serie de “prueba” o “ejercicio” para ver si podía volver a ponerme en pie; a los primeros intentos caía de bruces al suelo, a los segundos me lograba equilibrar si le sostenía la mano a algunas de las enfermeras, a los terceros ya podía mantenerme de pie aunque medio tambaleándome, y así mismo seguí con los cuartos, quintos, decimos intentos…

Mi recuperación iba bien y me decían que ya pronto podría volver a caminar pero estaría una buena temporada cojiendo y si forzaba mucho la pierna podría acalambrarla y no podría moverla por unas horas. Ese mes se volvió la temporada más larga de mi joven vida; me aburría muchísimo ahí dentro del sanatorio donde lo único que podía pensar era en esa carrera que dije “Prometer” con él; lo único que tenía para recordarlo a él era aquel pequeño y misterioso cristal que no importa cuánto intentaba poner empeño, cuanto intentaba cambiar la mente pensar en otra cosa como en un chocolate o en una paleta siempre tomaba la misma forma…

La misma forma de aquel día….

…. Un corazón plateado.

Lo extraño…

Un mes sin esa persona especial es eterno aún hasta cuando el día y la noche pasaban de manera consecutiva. Hasta que por fin me dieron de alta, volvería a tener mi vida casi normal si no fuera porque debía recuperarme del todo, ya no estaría atado a una camilla por lo menos. Podría caminar a tientas, pero mi padre debía ayudarme a subir y bajar escalera para ir y venir de mi cuarto, que fastidio. Creía que lo volvería a ver ya habiendo pasado el mes pero nada, ni siquiera lo logré ver en la fiesta llamada “Lazos del Destino” Aquella donde se celebraba el San Valentín.

Y justo cuando quería decirle que…

Sin embargo, los días pasan y el tiempo no es eterno. Aún así tenía la ligera esperanza de esperar…. Y esperar… Y esperar, así pase toda mi vida esperando hasta que él llegará. Por lo menos tenía algo para recordarlo, algo que me hacia sonreír cada vez que lo veía y me hacía ponerle entusiasmo a mi recuperación para tener esa dichosa carrera que tanto repetía en mi mente…

Y era aquel extravagante corazón plateado que todavía no quería cambiar de forma.

Riku sacudió la cabeza sintiendo su cabello ligero. Muy ligero. Tal vez demasiado ligero, y es que luego de un mes (y poco más) estando fuera, ciertas cosas habían cambiado.
Mientras caminaba con dirección al Sanatorio del Reino de Tréboles, cogió un mechón, de su ahora corto cabello, que se había escapado de su flequillo y le molestaba a la vista. No... No se acostumbraba a la sensación.
La razón de su "cambio de look" tampoco se debía a una decisión propia, obviamente. Aunque debía admitir que el cabello corto no le quedaba nada mal. Hasta sentía que se veía un poco más alegre...

Alejó esa última idea de un manotazo.
Lo último que necesitaba era tratar de convencerse a sí mismo de algo tan ridículo.

Volviendo a la razón de su corte: Fue culpa de la misión, claro está, pues una peligrosa misión de escolta que incluya a un enemigo hábil con la espada y un gusto (más bien dicho placer) por irritar a la gente y verla cabreada sinceramente no podía salir bien. El hombre al que se tuvo que enfrentar era un ladrón, eso mientras sus compañeros llevaban el objeto que, se suponía era muy valioso, a un lugar seguro. El ladrón al ver su cabello largo había comentado lo triste que sería que algo le pasara. Algo "desafortunado".
El resto se puede deducir.

Ese hijo de..., al menos lo había vencido y eso lo dejaba un poco más tranquilo.

Suspiró de pronto pensando en Sora; en lo mucho que lo extrañaba. En lo mucho que lo había extrañado durante su viaje. Se preguntó como reaccionaría el chico al verlo. ¿Se asustaría? ¿Se sorprendería? ¿Le diría algún cumplido? o... ¿Se burlaría?
Claro que no, el chico era demasiado puro e inocente como para burlarse por algo así. No con intención o malicia al menos.
No se dio cuenta cuando ya estaba de pie frente a las puertas del sanatorio. Recordaría para otra vez que enfrascarse en los propios pensamientos ayudaba a pasar más rápido el tiempo, y ansioso, abrió la puerta para poder entrar; sintiendo como el aroma a hierbas y limpieza excesiva lo golpeaba de lleno en la cara. Curiosamente lo atendió la misma enfermera de aquella vez, solo que mostró mucho más amable al comentarle que el castaño ya había sido dado de alta y que seguramente estaba en su casa. Riku no pudo contener la sonrisa al escuchar que su amigo estaba bien, sano y aparentemente podía caminar por sí solo. Agradeció a la enfermera la información y salió de allí rápidamente a su nuevo destino.
Se sabía el camino de memoria. Podía llegar con los ojos cerrados si quisiera, pero no se iba a arriesgar a ir por ahí chocando con todo (aunque ir por ahí a ciegas le causaba una curiosa sensación de déjà vu.)

Cuando la casa de su amigo entró a su campo de visión, fue cuando empezó a ponerse curiosamente nervioso. Sus pasos se hicieron más lentos y pesados, como si de pronto se hubiera puesto esas pesas que usaban en los tobillos para entrenar en la armada. Estaba ansioso; nervioso y ansioso al mismo tiempo, una mezcla poco agradable que hacía a su estómago revolverse.

Se obligó a si mismo a respirar para calmarse. Se arregló un poco un mechón de cabello que se le había descolocado y llamó a la puerta.

-¡Cristal malo! ¡Cristal malo! -¿Acaso le estaba gritando al cristal que me regalaron? Decir que no sería mentir fatalmente. Mientras el cristal se mantenía sobre la almohada y yo sentado frente a ella sobre mi cama; luchaba contra mis propios impulso o lo que sea a ver si este se dignaba a cambiar de forma; eso de ser siempre un corazón plateado estaba comenzando a ponerme nervioso... No por miedo sino por otra cosa...

-¡Te pagaré! -Le rogaba al cristalito como si esta de verdad me estuviera escuchando- Te daré todas mis galletas si cambias de forma

¡Oh sí! Lo convencería con mis famosas galletas "Rompe-muelas" ¡Claro Sora haz algo que te haga ver más desesperado! Suspiré pesadamente bajando la cabeza; me rindo ese cristal no iba a cambiar de forma ni ahora y quizá no después. Entre mi mano tomé aquel corazón dejándolo reposar sobre mi palma, lo miraba de una manera retadora y lo apunté con mi dedo índice zurdo.

-Mirá corazón, yo soy tu dueño y debes hacer lo que yo te diga -Hice un puchero, cerraba la mano y apretaba fuertemente el cristal- ¡Cambia, cambia, cambia! -Al abrir la mano este había cambiado a la forma de una estrella- ¡JA! -Pero seguía siendo plateado- ¡NOOO!

Al menos había logrado algo. Ya me encontraba victoreando por ese pequeño logró que cuando abrí los ojos y volví a ver mi mano la mueca que puse no pudo ser mejor -O peor- ¡Otra vez tenía forma de Corazón! ¡Agh! ¡Un objeto inanimado me acaba de ganar!

-¡Maaah! ¿Es que acaso me odias? -Chillé, casi rayando a lo dramático. Por estar concentrado en la piedra no escuché ese sonido hueco de alguien al golpear la puerta y al darme cuenta de ello no evite... Asustarme, y lanzar el cristal por los aires -Supongo que cayó en alguna parte de mi cuarto, más lejos no pudo haberse ido-

Salí de mi habitación, viendo la puerta de entrada desde el piso de arriba. Podría abrir la puerta pero había unos pequeños inconvenientes: Uno; por desgracia mi cuarto tienes que estar en el piso de arriba. Dos; mi padre no está, salio a hacer unas compras. Tres; lo único que me detenía mi camino de acá ha la puerta era la escalera, la mortal y terrible escalera.

¡Ah por favor! ¡No dejaré que otro objeto inanimado me venza!

Poniéndole todo el empeño del mundo comencé a bajar las escaleras. Durante el trayecto solo podía escuchar unos "¡Auch!", "¡Ay" y un "¡WHOAAA!" Por haberme tropezado y casi caer por las escaleras, que bueno que me sostuve del barandal. Llegué a la puerta -Y de milagro- Y al abrirla pues...

-¿Uhm? -Frente a mí estaba.... Un chico de cabello corto y plateado- ¿Oh? ¿Quien eres? ¿Se te ofrece algo?

Mientras esperaba pacientemente (bueno, tal vez no tan pacientemente) a que abrieran la puerta, escuchó un poco de ajetreo dentro de la casa. Curioso se asomó por la ventana, y a pesar de que las cortinas estaban corridas, había un espacio entre ellas que le permitió ver como Sora se preparaba para bajar las escaleras. Alcanzó a sonreír unos segundos, aliviado de volver a ver a su mejor amigo de pie por sí mismo, algo que de vuelta en el sanatorio pensó que no volvería a pasar, sin embargo, en cuanto vio al chico bajar con dificultad, fue siguiendo cada tropezón y "caída parcial" con un movimiento de cabeza y una mueca mientras articulaba los mismos "¡Auch!" y "¡Ay" conforme el castaño iba avanzando.

Al menos ésta vez tiene una excusa para ser tan torpe. Pensó, reparando de pronto en la ausencia del padre de su amigo.
Miró el lugar por lo más que la abertura en la cortina le permitió, sin encontrar pistas del anciano.

Al final suspiró negando con la cabeza de forma reprobatoria mientras se separaba de la ventana y se volvía a parar frente a la puerta de forma ansiosa. Sintió los nervios vibrar en su pecho y revolver su estómago nuevamente, aún sin estar seguro del por qué.

Luego todo fue demasiado confuso.

Cuando Sora abrió la puerta, no alcanzó siquiera a saludar cuando el otro le preguntaba que quién era y qué quería.
En primera instancia pensó que se trataba de una broma, una de muy mal gusto, pero la expresión del castaño era demasiado convincente para estar actuando, y además Sora no era del tipo que hacía bromas... y le salían bien.
Se quedó ahí parado mirándolo con una expresión aturdida, sinceramente conmocionado por la situación, pues fuese o no una broma, era shockeante de todas formas.
Al ver que el menor no hacía nada empezó a ofenderse de verdad. Inclinó la cabeza ligeramente hacia un lado frunciendo el ceño para dejarle en claro al otro que no estaba de humor para algo como eso. Los nervios y la ansiedad pasando a segundo plano.

-¿Qué dices? -Preguntó enfadado cruzando los brazos. -¿Acaso te diste un golpe en la cabeza o algo?

Aquel chico de cabello corto y plateado nunca lo había visto en mi vida, ¿O sí? Es que; sentía que una parte de mí ya lo conocía. Como siempre una pequeña sonrisa dibujaba mi rostro mientras que con las manos cruzadas tras mi espalda esperaba a que esté respondiera la pregunta, puesto que se puso en una posición como si me estuviera cuestionando o algo. Ladee la cabeza como perro desentendido, ¿Golpearme la cabeza…? ¿O algo…? ¿A qué se refería? Llevé una mano a mi nuca a mi cabeza, para rascármela sin comprender lo que pasaba mientras hacía una mueca de confusión.

-No te entiendo…. –Ahora rascaba mi mejilla derecha con mi dedo índice sin dejar esa mueca de confusión- ¿Viniste a buscar a mi padre? Pues el no está aquí, y si viniste por alguien más pues creo que te equivocaste de casa…

Si fuera como otras personas –Como cierto chico canido que conozco- Ya le hubiera cerrado la puerta en la cara y hubiera ido nuevamente hacía las torturantes escaleras para así volver al maligno trayecto de regreso. Pero no; en cambio me quedé ahí con una mueca de confusión que rápidamente cambio a una sonrisa encantadora alzando las manos a la altura de mi pecho.

-No te preocupes, yo también me he equivocado de casa a veces –No, eso no era broma- Si quieres puedo ayudarte a buscar lo que necesitas…

¡Claro! Estaría desobedeciendo la orden de no salir al menos que fuera absolutamente necesario tan solo para ayudar a alguien que se me hacía extrañamente familiar. Y regresando a ese tema; una vez más ladee la cabeza sin comprender pero hacía la derecha mientras entrecerraba los ojos mirándolo fijamente. Su cabello corto me confundía, pero esa mirada aguamarina que se mostraba seria me daba un aire de… Nostalgia, y a la vez emoción, como si hubiera esperado mucho tiempo para ver ese tipo de mirada.

-¿Te conozco? –Pregunté de forma casi inconsciente, me acerque un poco más a este, tan cerca que podía sentir su respiración –Y aun así debía mirarlo hacia arriba- Sin dejar de ver esos orbes. Tuve que ponerme de la punta de los pies –Aunque algo esforzado refiriéndose a mi pierna izquierda- Ambas manos se movieron de forma casi inertica hasta las mejillas del contrario el cual al principio empecé a estirarle las mejillas de forma infantil, pero luego mis dedos comenzaron a moverse por su rostro, pasando suavemente por su nuca y hasta sentir el leve cosquilleo del cabello del contrario sobre las yemas de mis dedos. Sin dudar ni un momento mis manos se entrelazaron con sus hebras plateadas, las cuales eran suaves y lacias, muy lacias se pudieran decir.

-¿Uhmmm? –Mientras jugueteaba con las hebras del mayor la sensación de conocerlo se hacía más grande, además no había notado que nuestros rostros estaban muy cercas del uno con el otro.

Muy, muy cercas.

Conforme el castaño hablaba, Riku se enfadaba más y más al darse cuenta de que Sora, su supuesto mejor amigo Sora, lo había olvidado. ¡Y en tan solo un mes! Imperdonable. Hubiera dejado pasar dos semanas más y se lo aceptaría.
Por otro lado, bien podría haber sido la culpa de terceros. Como el Sombrerero con sus brebajes de efectos variados, seguro tenía uno especial que hace que te olvides de quién es tu mejor amigo. Al menos ese era mejor que el que te ocasionaba deseos de mordisquear flores. Aunque... bien sabía que el chico, con su pierna en ese estado, no iba a andar por ahí paseando y retando a su suerte. En otras palabras: Lo había olvidado por su cuenta, y eso era bastante desalentador tan solo de pensar.
Luego se le ocurrió otra opción un poco más lógica [Lógica marca Wonderland]. Su cabello corto podría estar interfiriendo con los recuerdos de Sora. ¿Y si simplemente el chico era tan torpe que no lo reconocía debido a su nueva apariencia? También podía ser, y eso seguía siendo imperdonable, aunque un poco más justificable. Ninguna de las dos opciones le gustaba, pero aún así asumiría que era la segunda. A fin de cuentas, no reconocer a alguien por un cambio de look era algo que a cualquiera le podía pasar. Más a Sora; el chico era todo un caso.

Cuando su paciencia estaba a punto de agotarse, y ya estaba planeando su increíble retirada (acababa de llegar y no estaba dispuesto a lidiar con ese tipo de mierda), el castaño le hizo una pregunta que, debido a la reciente compresión de la situación, le dolió; sin mencionar que en el caso de los primeros "¿Quien eres?" y "¿Se te ofrece algo?" lo único que sintió fue desconcierto. Sin embargo no tuvo suficiente tiempo como para sentirse mal por ello, ya que de un segundo a otro se quedó petrificado ante la repentina invasión de su espacio personal. Frunció el ceño (experimentando nuevamente esa sensación de déjà vu) mientras el otro le estiraba las mejillas, y aguantó las ganas de apartarlo de un manotazo solo por la pequeña esperanza de que el otro le estuviera reconociendo. Luego esas manos prácticamente acariciando su nuca y, ¿En que momento Sora se había acercado tanto?...
Lo dejó estar, aún esperando el momento en que le dijera "¡Solo bromeo, por supuesto que se que eres tu!" o "¡Wow, Riku! ¡No te reconocí!". El problema era... que le incomodaba tener a su amigo tan cerca. Es decir, ¡Era cosa de moverse un centímetro y básicamente lo estaría besando! Y el hecho de que el otro jugara con su cabello de esa forma tan despreocupada no ayudaba en absoluto.
Llegado a un punto en que la expresión de su amigo lo hacía lucir tan terriblemente concentrado (más concentrado de lo que jamás le había visto antes), Riku se aclaró la garganta para de cierto modo "alertar" al muchacho, alejándose por su cuenta y, víctima de los nervios, aceptando la ayuda que éste le había ofrecido para buscar la "casa correcta". Maldito cerebro que no procesaba correctamente bajo presión...

Sin embargo luego de un rato le pareció normal salir en búsqueda de la casa correcta. Le seguiría el juego a Sora, y tal vez éste lo reconocería en el proceso.

-Bueno... -Murmuró mirando hacia abajo a las piernas de su amigo. -No parece que puedas moverte con mucha facilidad. -Regresó su vista a los ojos azules del chico. -¿Quieres que te cargue? -Preguntó apuntando su propia espalda. Los nervios del momento lo habían hecho olvidar por completo su fastidio.

Durante ese corto periodo de tiempo donde solamente me mantenía concentrado en tocar el cabello del chico que de alguna u otra manera estaba comenzando a hacerceme familiar, enredaba aquellas hebras platinadas en mis dedos y después las jalaba un poco pero sin el esfuerzo tan siquiera de causarle daño, me impresionaba era la facilidad en como se desenrollaba aquel mechón y luego volvía a ser una hebra lacia. Sin embargo este se separó de mí dejándome confundido. ¿Acaso es idea mía o parecía incomodo, hasta nervioso? Ni que le estuviera haciendo algo malo, solo quería comprobar mis propias dudas. ¿Cargarme? Automáticamente mi vista descendió hasta mi pierna donde también lleve una mano a ella; está herida era un problema no podía caminar bien ni correr ni saltar ni hacer casi nada de lo que me gusta hacer. Ambas manos pasaron después a mi nuca mientras sonreía amablemente.

-Pues... -¡Nah! No iba a poder caminar de todas formas. Asentí, y me acerque a este, cuando me dio la espalda y se agachó, me recosté a este y lo abrace del cuello, ya solo faltaba que este me tomará ambas piernas y comenzará a caminar en dirección a... En realidad a cualquier lugar que le indicará.

-Oye -Pegué mi barbilla a su hombro izquierdo y trataba de mirarlo a los ojos- Desde este punto te pareces a alguien que conozco...

También cabría el hecho de que quizá ya estaba alucinando, se que tenía mucho tiempo sin ver al peliplata y que lo estaba extrañando mucho pero tampoco era para creer y comparar a todas las personas como él. Riku era "único en su especie" y una persona bastante especial para mí.

-Pero el tiene el cabello largo -Sonreí entre dientes sin dejar de mirarlo- Y una actitud un tanto odiosa -Ahora un puchero adornaba mis labios- Y es malo conmigo cuando quiere

Miles de adjetivos le hubiera dado a Riku, en su mayoría demostraría el mal humor que a veces se carga encima, y en el otro porcentaje diría algo acerca de su buena amistad conmigo. Y a veces, decía cosas acerca de él, cosas que debería no decir y mantenerlas guardadas únicamente para mi mismo.

-¿A donde vamos?

Una vez tuvo al castaño sobre su espalda lo acomodó un poco y comenzó a caminar. ¿Con qué destino? Pues... ya se inventaría algo en el camino. Al menos hasta que su despistado amigo le reconociera. Y si no le llegara a reconocer por su cuenta, ya de lleno le diría quién es y que es un tarado por no reconocer a su supuesto mejor amigo debido a un minúsculo cambio de look.

...

Bien, no era minúsculo. Toda su vida había usado el cabello largo, por supuesto que la gente estaba acostumbrada a ello. Pero no iba a justificar a Sora. So orgullo le podía más.

Aún así no pudo evitar sonreír ligeramente cuando el castaño le mencionó que se parecía a alguien que él conocía.

-No me digas... -Murmuró de forma irónica. Luego continuó avanzando en silencio. ¿Eso significaba que ya le estaba reconociendo?

"Pero el tiene el cabello largo"

Pues parecía que no.

"Y una actitud un tanto odiosa"

Woah, un momento.

"Y es malo conmigo cuando quiere"

Ouch.

Pero si, eso era verdad, y es que molestar al chico era tan divertido que Riku simplemente no lo podía evitar. Aún así que le llamara "odioso" fue un tanto cruel.
Un bajo y desinteresado "Ho, ya veo." fue su comentario al respecto.

Giró en una esquina hacia la derecha.

Caminaron un momento más y Sora ya estaba hablando de nuevo. O más bien preguntando algo.

-¿A donde? Pues vamos a buscar la casa correcta, ¿ya lo olvidaste?

Giró en otra esquina, también hacia la derecha.

-Háblame más de aquella persona a la que me parezco. -Pidió casualmente. -Suena como una persona horrible.
No pudo evitar que sus cejas dieran un pequeño bote al mencionar eso último.

Siguió de largo sin doblar en la siguiente esquina.

¿Estaba cómodo en la espalda del chico? Oh bueno, en parte si lo estaba; desde hace tiempo que no me sentía tan bien caminando sin cojear la mayoría del tiempo, aunque técnicamente no estoy caminando sino que alguien más lo esta haciendo por mí; es lo mismo ¿No? En fin, a lo que quería llegar era que la sensación de estar con él -Hasta en este mismo punto- Solamente me hacía familiarizarlo cada vez más y más... ¡Y estaba comenzando a aterrarme! ¿Quien era este chico? Negué con la cabeza, no era tiempo para ponerse a pensar en ello, mejor buscaba algo más con que entretenerme.

Durante ese lapso momentáneo de silencio entre ambos, todo ese lapso jugueteaba con algunos mechones de ese corto cabello platinado mientras tarareaba cualquier cosa que se me viniera a la mente a pesar de que estaba totalmente seguro que no producía ningún ritmo apropiado. Hasta que la voz del chico -Esa estúpidamente familiar voz- Me sacó de mis pensamientos; ¿Hablar más de Riku? Sip, eso podía hacerlo.

-¡Él no es una horrible persona! -Chillé mordiéndome el labio inferior como puchero. Riku podría ser odioso cuando le conviene pero eso no lo hace una mala persona.- ¡Es mi mejor amigo y una de las mejores persona que pude conocer!

Sonreí con victoria, como si hubiera logrado algo en ese momento y debía sentirme lo suficientemente vanagloriado.

-Se que dije antes que es un odioso pero no siempre es así ¿Eh? -Coloque mi barbilla sobre su hombro. No le prestaba mucha atención al camino que habíamos tomado- Cuando esta conmigo es realmente amable a pesar de que se este burlando de mí casi todo el tiempo.

Otro puchero.

-¡Y tiene esa tendencia de querer protegerme de TOOOODOOOOO! -Extendí los brazos hacia los lados echándome hacía atrás solamente para remarcar el "Todo". Cuando sentí que perdía el equilibrio volví a abrazarme a él rápidamente- ¡Solamente porque no sea un soldado no significa que no sepa defenderme! Él sería capaz de meterse en medio de una pelea entre un oso y un lobo; morder a ambos y sacarme de en medio a como de lugar... Y una vez casi pasaba.

Casi.

-No le gusta mucho que otras personas estén cerca de mí pero se que solamente lo hace porque se preocupa demasiado de mí... Él se preocupa de aquellos quienes les importan...

Solté un suspiro desalentador y a la vez cansado.

-Lo extraño, ¿Sabes? Extraño a ese demente obsesivo-compulsivo -Reí ligeramente, sabía que si Riku estuviera acá no le gustaría que lo remarcará como eso- Yo... Pretendía decirle algo cuando volviera de lo-que-sea-que-esta-haciendo-pero-es-algo-muy-importante-de-verdaderos-soldados-de-la-armada....

Otro suspiro.

-Creo que tendré que esperar otro mes más -Me encogí de hombros, pero automáticamente sonreí como si nada hubiera pasado- No importa, cuando regrese lo bombardearé con las miles y miles de galletas y centenares de pasteles que le tendré preparado.

Y abracé nuevamente al chico por el cuello apretándolo tanto que casi parecía que lo ahorcará.

Se arrepintió de haber solicitado más información sobre "aquella persona" en el instante en que el chico le chilló cerca del oído. De no ser porque ya estaba acostumbrado a ello probablemente hubiera reaccionado. Si, al menos reaccionado y punto, pues siguió caminando como si nada, sin demostrar lo atento que estaba realmente a cada palabra del castaño. Y vaya que hablaba... Es decir, desde que le conoció Riku ha sabido que Sora nació con el don de hablar como si no hubiese mañana sin cansarse ni acalambrarse, pero no tenía idea que además fuera capaz de decir cosas tan vergonzosas y cursi. Bien, para un completo desconocido podía no sonar tan cursi, pero en su caso era su mejor amigo (por el que, cabe mencionar, Riku había desarrollado sentimientos un poco más... complicados) hablando de él en su presencia y sin enterase, pues Riku estaba seguro de que el chico no se hubiese atrevido a decirle nada de eso de frente.

...

¿O si?

Ya no estaba tan seguro. Aunque si estaba seguro de la gran cantidad de esfuerzo que le estaba costando no enrojecer hasta las orejas. Sora sabía que lo sobre-protegía. Sabía que Riku realmente se preocupaba por sus seres queridos. Sora lo extrañaba.
Piensa en algo horrible, piensa en algo horrible, piensa en algo horrible, piensa en algo horrible, piensa en algo horrible... Se repetía a modo de mantra mientras trataba de pensar en cosas muertas y limones con sal. Eww... limones. Pero Sora moviéndose y pegándose a su espalda no ayudaba para nada.

Cruzó un pequeño puente y dobló a la derecha en la esquina.

Un momento, ¿lo había llamado demente obsesivo-compulsivo? ...Sora también se había dado cuenta de eso.

Por todo eso y más, Riku concluyó una cosa: Había sido una muy mala idea.

Luego concluyó otra: Sora realmente le gustaba más de lo que pensaba.

Demonios. Me rindo. Pensó mientras pasaban de largo una calle y comenzaban a caminar frente a una familiar hilera de casas.

-No creo que tengas que esperar tanto. -Mencionó una vez sintió que su corazón se calmaba. No fuera a ser que le tiritara la voz al hablar. -Pero seguro estará muy feliz cuando vuelva. Siempre y cuando no quemes el horno. -¿Sólo el horno? -O la cocina... -Hmmmmmmmm. -... O la casa...

Finalmente se detuvo frente a una casa. La miró, y sonrió.

-Ya llegamos.

¿Está de más decir que me estaba comenzando a dar sueño, estando en la espalda del chico?  Es que después de tal “confesión” –A un total extraño- Comenzaba a sentirme algo cansado; probablemente sea porqué aun seguía en recuperación, habrá pasado un mes pero no estaba del todo recuperado. Como sea, eso no se lo iba a decir ya le había dicho otras cosas que no iban tan al caso. ¿Son ideas mías o esa casa ya la había visto antes? Y la que le seguía, que extraño. ¿No buscábamos era la casa de quien sea que esté buscando?

Creo que ya se me había olvidado eso de tanto estar pensando en el mayor peliplata. ¡Es que en verdad lo extraño! Extraño su manera tan sarcástica de tomarse las cosas, su sobreprotección y hasta que me regañará por quemar las galletas. Hablando de galletas, cuando pronunció eso sonreí divertido.

-Te sorprenderá saber que ya tengo miles de galletas hechas, tengo mucho tiempo libre últimamente.

Más de lo usual, debería decirse. Me fije que habíamos vuelto a casa; ¿Por qué? Entonces volví a hacer un puchero; ¡Hey! ¿Cómo es eso de no quemar el horno? ¡Eso solamente paso una vez!.... Bueno fueron tres veces pero fue todo. ¡Lo de la cocina fue un accidente! ¡Y nunca he quemado la casa! (Todavía).

-¡AGH! ¡Eres un odioso algunas veces, Ri-

Ri…

¡Hola! Soy tu conciencia; y como ya me estas prestando atención es hora de que re calculemos ciertas cosas.

Mientras tanto, fuera de mi subconsciente estaba en una especie de trance. Oh por el creador mismo.

Cabello plateado, ¿Hello~? ¿Acaso conoces a alguien más con el cabello plateado?

-Ehm….

¡Además él pensó que estabas haciéndole una broma! ¿Acaso eso te pasa por la cabeza? ¡Espera, contestaré por ti: NO!

-Ehmmmmm….

¿Quieres sabes lo mejor? Le dijiste todas esas cosas vergonzosas acerca de él.

N-No puede ser verdad, ¿O sí? Todo el tiempo que estuve con él, resulto ser que estaba con la persona que más extrañaba. ¡¿Cómo fue que no me di cuenta?! ¡CLARO, EL CABELLO CORTO, DUH! ¡Soy un tremendo idiota! ¡Un idiota… QUE NO DEBIÓ HABER DICHO ESO!

Y ahora que te has dado cuenta tu solito…. Es momento del PÁNICO.

-¡A-AAAAAH! –Volví a chillar esta vez por haber perdido el equilibrio y caer de espaldas al suelo. Rápidamente me di media vuelta comenzándome a arrastrar hacía la entrada como si fuera alguna especie de gusano o un vago diciendo a toda voz: “Comida… Agua… Ambiente”.

Pero eso solo me hacía ver más estúpido. Velozmente me levanté aún si me duele la pierna en ese momento y como pude me giré a encararlo. De Seguro tenía mi cara más roja que un tomate y una sonrisa tan nerviosa que casi pareciera que fuera a llorar ahí mismo.

-HAHAHAHAHARIKU –Vocifere. Más vergüenza no puedo pasar- Por… PORSUPUESTOQUESABÍAQUEERASTÚ,¿PORQUIENMETOMARPORUNTONTO?HAHAHAHAQUEBUENOQUEREGRESASTETEESTABAESPERANDO¿COMOTEFUE?¿NOTIENESHAMBRE?¿NOTETIENESQUEIRAHORAVERDAD?HAHAHAHAHA

Oh sí, si podía avergonzarme más.

-Q-QUIERESPASAR,¿SI?¿NO?HAHAHAHABUENOPASAHAHAHAHAYASABESQUESIEMPREPUEDESESTARAQUIYESPEROQUEOLVIDEMOSdetodosesosasuntostontosdelaotravezno…hahahahahahahahahahahahahahahaha

Entre las risas nerviosas abrí la puerta y deje que este pasará. Luego estábamos solos nosotros dos y no sabía qué hacer o decir. De seguro aun tenía la cara súper roja y me estaba hiperventilando o alguna tontería como esa.

-Eh… Ah…. Uh… -Ingeniosas palabras, Sora- V-Voy a la cocina… E-Ehmmm…. Q-Quemar el horno otra vez hehehehhehehehe… Y-Ya regreso.

Di media vuelta y aunque en ese momento quisiera correr lo único que podía era caminar muy rápido –Y a coste, porque la pierna no dejaba de dolerme-

¡AGH! ¡Eres un odioso algunas veces, Ri-

Las cejas de Riku volvieron a alzarse tan alto que desaparecieron tras su flequillo. ¿Había sido ese un posible desliz de lengua por parte del castaño? Pues parecía que su inconsciente era más consciente que él mismo. Torpe, torpe Sora.

Suspiró. Entonces... ¿Lo había reconocido o no? No podía ver bien al chico al llevarlo sobre su espalda, pero el silencio de éste le hizo sentir que algo no estaba bien. Es decir... era Sora. Sora y silencio no iban juntos, a menos que hubiese una muy, muuuy buena razón para ello.

-¿Sora? -Trató de llamarle. Olvidando por completo que supuestamente no 'tendría' que conocer su nombre, ya que no se habían 'presentado' y eran 'completos desconocidos' según el otro. Aún así parecía que el chico no se daba por aludido. ¿Que demonios? -Sora, ¿Estás bie---

¡BAM!

Sintió como el castaño resbaló de sus manos, gritando como un desquiciad--- oh. Bueno, gritando repentinamente y sobresaltando a Riku que se quedó de piedra. Siguió con la mirada el trayecto de Sora, arrastrándose torpemente hasta la entrada. Y entonces... Palabras que aunque atropelladas, Riku de alguna forma podía entender (suponía que era parte del entrenamiento de tener a Sora de mejor amigo), vociferadas en decibeles dañinos para el oído normal (de nuevo, parte del entrenamiento de ser amigos con el castaño).
La cara del peli-plata fue perdiendo toda expresión a medida que Sora hablaba (¿Casi gritaba?), omitiendo preguntas y dándole a entender que no estaba comprando nada de lo que estaba diciendo; que a diferencia de él, Riku no era un tarado.

Dejó que el otro siguiera divagando sin interrumpirlo ni soltar una sola palabra. Simplemente rodando los ojos levemente cuando el otro le invitó a pasar.

Silencio.

¿Debía decir algo ahora? Seguro estaba intimidando a su amigo con su típica expresión neutra. No que antes no la llevara encima, pero en esos momentos el ambiente estaba... algo incómodo. Pero entonces Sora huyó a la cocina y Riku se quedó ahí parado aún pensando en que hacer.

Suspirando, decidió seguirlo a la cocina.

-Sora, espera. -Llamó acercándose a él. -Está bien, no estoy molesto ni nada. Si pienso que eres un torpe de primera, -dijo haciendo una pausa antes de sonreír, -pero siempre lo he pensado de todas formas, así que no sé de que sirve avergonzarse por ello luego de todo éste tiempo. -Su sonrisa rápidamente adoptó un toque más malicioso. -Así que, ¿por qué mejor no me dices lo muuuucho que me extrañabas? -Evidentemente no podía resistir la tentación de molestar al chico.

Off:

¡Tontotontontotontotontotontotontotonto!

¡¿Cómo pudo ocurrir esto?! ¡Ah espera, si se cómo pudo ocurrir! ¡Por ser un estúpido ignorante, cosa que soy la mayoría del tiempo! ¿Es que no pude notar las similitudes? No, por supuesto que no; es complicado ver a alguien que conoces de TODA tu vida con el cabello corto –El cual creo que se ve más… Lindo… ¡¿Por qué pienso en eso en una situación como esta?!- Lo peor no era eso, lo peor era que recién caigo de todas esas cosas vergonzosas, tontas y sobre todo melosas que dije acerca de Riku sin saber que era Riku. Ojala la tierra se abriera en dos y salieran manos de esta arrastrándome hasta lo más profundo del infierno justo como sucedió con la demonio rojo.

O que se apareciera el Jabberwocky de la nada, abriera el techo y me tomará preso en una de sus garras llevándome a volar muy lejos. O que al menos me tomará uno de esos tés del sombrerero y me convirtiera en un ratón rosa con sombrero de copa por quizá… ¡Los próximos noventa años! Pero para mí suerte heme ahí; con ambas manos sobre mi muy sonrojado rostro casi hiperventilándome y a punto de que me diera un colapso nervioso. ¡Ojalá y me diera con colapso nervioso! Caería desmayado en el suelo y me despertaría tres días después sin siquiera recordar como agarrar una cuchara –Bueno, eso es más exagerado-

Y como dije, la suerte no estaba de mi lado.

En eso entro Riku a la cocina, y claro siendo el típico chico malo odioso, señor “Puedo fastidiarte porqué está en mi derecho de hacerlo”; el tipo el que nunca supe si tenía un apellido o no; no lo estaba viendo a los ojos –Por tener las manos aun tapándome el rostro, además andaba de espalda- Y haciendo obviamente referencia y caso omiso a lo que había dicho.

¡AGH! Se nota que el peliplata no entendía mi frustración y vergüenza en este momento, más que todo prefería seguir siendo un arrogante megalómano y hacer mofa de eso. No, no volteé a verlo, simplemente me acerque a la mesa de la cocina y tomé el paño que reposaba en este, bajo el paño se encontraba una bandeja de galletas que parecían recién horneadas –Lo eran-

¿Por qué no mejor me dices lo muuuuucho que me extrañaste?

-¿Qué? –Exclamé en alto, como si no lo hubiera escuchado. Tomé unas muchas galletas con ambas manos, respiré hondo y voltee a verlo. Con paso rápido pero cojo, me acerqué hasta donde él y sonreí lo más nervioso y falso que pude hacer- ¿Dijiste algo? ¿Dijiste que querías una galleta? ¡Pues toma!

Alcé ambas manos llenas de galletas se las tire al rostro, más bien lleve las manos a su rostro obligándose a que se le metiera alguna galleta a la boca, mientras que las demás caían al suelo.

-¡Oh mira la hora! ¡ya es muy tarde, creo que mejor me voy a dormir! -¿Tarde? ¿TARDE? Apenas serían como las dos de la tarde. Pasé por un lado de él y fui directamente hacía las escaleras, subiéndola de la misma manera torpe que antes cuando bajaba de ellas.

Solamente que lo hacía MÁS rápido y MUCHO más torpe.

El milagro fue que llegué a mi habitación sin problema alguno, y lo primero que hice fue ir directamente hacía mi cama, echarme boca abajo en este, tomar mi sabana y ocultarme debajo de ellas. Creo que en ese momento me podría echar a llorar, probablemente ya lo estaba haciendo… Si era así, podría culpar al gran dolor de la pierna además del hombro que sentía ahora.

Uhmm… Tal vez molestar así al chico no era la mejor forma de abordar la situación. Podía notar claramente lo mortificado que estaba su amigo, y pensó que bromeando como solía hacerlo (como si nada hubiese pasado) podía ayudarlos a salir de la ridícula situación de una forma fácil y rápida. El problema recaía en que a Sora evidentemente le estaba costando superar lo bochornoso de la situación. Y mucho.
Tanto, que éste seguía hablando a un volumen exagerado. Riku hizo una mueca ante eso, el nerviosismo en la voz del castaño era evidente, volviéndose casi tangible. Era doloroso de escuchar.

Trató de pensar en algo inteligente que decir, cualquier cosa que calmara un poco la inquietud de su amigo, pero Sora no le dio tiempo suficiente, sus últimas palabras apenas alcanzaron a procesarse en el cerebro del mayor y antes de siquiera reaccionar se estaba atorando con un puñado de galletas, embutidas a la fuerza dentro de su boca. Comenzó a toser, golpeándose en el pecho, prácticamente cambiando de color por la falta de aire. ¡¿En serio, de toda clase de cosas que el otro podía empujar por su garganta, tenían que ser sus infames rompe-muelas?! En lo que tragaba (dolorosamente, cabe mencionar que Sora se las pagaría por eso) y el aire volvía a transitar en su organismo, se dio un momento para dar golpecitos a su paladar con su lengua. Ahí estaba ese característico sabor a vainilla con una dosis inmoderada de azúcar y un toque de “demasiado tiempo dentro del horno” que dejaba ese ligero sabor a quemado al final. El sabor a quemado no era en todos los casos ligero, por cierto.
Sonrió exhalando por su nariz. Sora realmente se había esforzado para hacer esas galletas, ¿no?

Hablando del castaño, éste había aprovechado su eficaz (y casi mortal) distracción para escapar, Riku supuso que a su habitación, pues entremedio de su esfuerzo por no morir ahogado (hay formas mucho más elegantes de morir, muchas gracias) juró que Sora le seguía hablando y había mencionado que se tenía que ir a dormir.

Miró hacia afuera por la ventana. Seguía tan claro como hace unos momentos.

Negó con la cabeza, su sonrisa aún plasmada en su cara. Luego cogió un par de galletas de la bandeja e hizo lo obvio: seguir a Sora nuevamente.

Subió las escaleras mordisqueando una de las galletas (con un estilo que recordaba a un hámster) y llamó a la puerta de la habitación de Sora, entrando sin siquiera esperar una respuesta, más por costumbre que por intentar imponerse.

Observó al bulto de sábanas que era su mejor amigo, sentándose delicadamente junto a él, y conste que delicadeza no era realmente su fuerte.

Mordisqueando otra galleta, picó con un dedo al chico. –Hey.

No hubo respuesta.

Picó a Sora nuevamente (esta vez con más insistencia), cuando algo llamó su atención de reojo. Enfocó su vista rápidamente en aquello que hacía notar su presencia desde un rincón de la habitación. Riku reconoció el cristal que le había regalado a Sora antes de partir hacía poco más de un mes. Su belleza hacía que se viese fuera de lugar, olvidado allí donde estaba.
Dejando las galletas en la mesita de noche, se levantó y fue a recoger el cristal sin notar la forma que éste tenía. Tal como supuso, éste adoptó la forma de una corona de cristal, tal como aquel día en que lo había conseguido con ayuda de Elizabeth.

–Mira lo que encontré en el rincón más sombrío y abandonado de tu habitación. –Bromeó, volviendo a sentarse junto a Sora, jugueteando con el cristal entre sus manos.

¡OH CREADOR SANTO, EN SERIO ME DUELE ESTA PIERNA!

De seguro estaba sangrando; ¡Oh cielos! ¿Estaba sangrando? ¡No, no! No lo estaba, la herida se cicatrizo hace mucho tiempo, el dolor se debía a que los nervios comenzaban a reconstruirse nuevamente… ¿O eran los músculos? Ya no lo recuerdo, lo que si estoy al pendiente es del dolor que me causaba y lo mucho que fastidiaba, y si hacía un mal movimiento podría perder la pierna –Aunque creo que aquello era exageración de los médicos para que no corra por un tiempo-

Peeeero, el punto a todo esto era que estaba literalmente escondido bajo un escudo altamente patentado, también conocido como las sabanas de mi cama y sí, al parecer si estaba llorando –Puede que más por dolor que por la vergüenzas, o por ambos. Si, definitivamente por ambos- ¡Estúpido, estúpido, estúpido! Todavía no puedo creer que haya caído en algo tan obvio, que vamos no soy un tonto –Solamente un sesenta por ciento del día, ¡Pero eso no viene al caso!- Owh Riku, ¡Eres un idiota! ¡NO; eres el idiota más idiota de toda la definición de la idiotez! ¡El rey de los idiotas!

Pero… ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGHHHHHHHHHHHHHHHHH!

Escuché los pasos del peliblanca acercándose a donde estaba, como juguetonamente picaba la sabana y pues como respuesta solo tenía que me removía ligeramente. Escuché su voz comentando algo, sus pasos nuevamente en dos direcciones y el peso de su cuerpo sentándose en la cama. ¿Encontró? ¿Qué encontró? Suspiré, y usando la almohada limpie mis lágrimas al igual que inhalé profundamente antes de atreverme a erguirme nuevamente y quedar sentado en la cama, con la sabana cubriendo de mi cintura hacía abajo. Oh… Eso, la piedra. En sus manos había tomado la forma de una corona de cristal bastante bonita, ¿Por qué esa forma? Es difícil saber qué pasará por la mente del mayor para ello. Sin decir nada tomé aquel cristal con delicadeza de su mano y le miré fijamente.
Un corazón plateado, como siempre.

Solo hice una mueca con mis labios y deje salir todo el aire que tenía en mis pulmones desde hace un buen rato en un gran suspiro.

-Ehmm, Riku… -Hablé, notando la calidez en mi rostro. De seguro tenía las mejillas rojas otra vez, por lo que bajé la mirada hacía otro punto de la desordenada habitación y deje el cristal reposar en la cama- Sabes, hay algo que debía decirte… En el sanatorio… Pero no tuve el valor y pues…

¡Esto es difícil, no tengo manera para ello, debería dejarlo hacerlo él! Pero y sí… Y sí existe la posibilidad de… De que no…

-P-Pues, -Tragué, y con la derecha comencé a rascar mi nuca por los nervios- Te fuiste y bueno… Tuve mucho tiempo para pensar en cómo decírtelo y…

Rodeos, muchos, muchos rodeos era lo que estaba diciendo.

-¡B-Bueno, n-no es n-nada del otro mundo, hehe! –Para nada- P-Pero…

… ¿Y qué pasaría si lo que digo a la final es malo? ¿Qué pasaría si cuando se lo digo, Riku pone una cara de asco y repugnancia? ¿Y si no quiere ser mi amigo nunca más? ¿Y si ni siquiera me miraría a los ojos?

¿Y si yo no le gusto, de la misma forma en que él me gusta?

-. . .

Pues, solo habría una manera de saberlo.

Aún incluso con mi pierna lastimada logré moverme o el intento –Sin poner una mueca de dolor en mi rostro para que no se preocupará. El objetivo, acercarme lo suficientemente a él, pero no cerca como para querer asustarlo, cerca como en aquel momento en donde no lo reconocí –UGH- Lo suficiente como para volver a sentir su aliento en mi rostro. No necesite palabras, y ni siquiera escuche alguna del mayor, ya que me concentré en tomar ambos lados de su rostro con mis manos…

Solo así sabré, ¿No?

¿Fue rápido? Sí.

¿Fue corto? Sí.

¿Fue torpe, verdaderamente torpe? Bastante.

Pero fue lo que tuvo que ser, un beso.

Un beso y nada más.

Lo miré a sus ojos por unos momentos sin quitar las manos de su rostro, ya después solo sonreí con nerviosismo y solté este, alejándome de él y con ambas manos a la altura de mis hombres.

-¿Ves? N-Nada del otro mundo…

Para nada.

Riku, aliviado de que Sora finalmente le diera la cara, le ofreció el cristal a su dueño. Éste apenas estuvo en la palma del castaño, adquirió una  forma que dejó a Riku mirando la joya fijamente; sus cejas fruncidas con curiosidad. Para empezar, no sabía que el cristal podía adquirir colores, pensaba que siempre luciría ese nuboso transparente que tienen todos los cristales sin pulir. Pero éste había tomado un tono ligeramente plateado. Ahora, el hecho de que tomara la forma de un corazón sólo se le hizo extrañamente familiar. Era Sora de quién hablábamos a fin de cuentas.

Su atención volvió al castaño que llamaba a su nombre. Un momento, ¿acaso Sora estaba sonrojado? Bueno, luego de semejante fiasco él también estaría bastante avergonzado, concluyó. Pero de verdad, Sora necesitaba dejar ir el asunto de una vez.
Aunque... lo que le dijo a continuación hizo pensar a Riku que tal vez Sora no hablaba necesariamente de lo ocurrido hace un par de horas.

El sanatorio.
De eso poco más de un mes atrás. Era irónico, aparentemente Riku no era el único que se había quedado con cosas por decir ese día, y… no era el único que todo éste tiempo se había estado atorando con las palabras que no pudo decir en aquel entonces. Aún lo hacía. Pero escuchaba atento cada palabra y cada frase que se quedaba a medias, tratando de deducir qué era aquello que Sora intentaba decirle sin éxito.

Honestamente, en su interior, muy, muuuuy dentro; sabía exactamente lo que estaba sucediendo. ¿Pero y si sólo era su reprimido deseo dándole falsas esperanzas y haciéndole leer mal el ambiente? Ese era un asunto delicado en el que no podía permitirse equivocarse bajo ninguna circunstancia.

Contrólate.



Debía repetirse a sí mismo en cada maldita ocasión.

Por lo mismo evitó tomar cualquier curso de acción hasta que Sora terminase de decir o hacer lo que quisiera de una vez.
No dijo nada. No se movió.

Ni siquiera reaccionó cuando los labios del castaño se posaron sobre los propios con esa torpeza característica que hacía tan encantador al chico, aún si Riku podía sentir como todo se volvía un caos en su interior. Era como fuegos artificiales explotando en su pecho. Era abrumador, pero en el buen sentido, si es que eso siquiera era posible.

Cuando Sora se separó y tartamudeó su pobre excusa, Riku simplemente sonrío, mirándole con esa expresión de ‘¿terminaste de hablar para poder besarte de nuevo?’

Y antes de recibir cualquier tipo de respuesta, se inclinó hacia el castaño volviendo a juntar sus labios, ésta vez de manera más prolongada y definitivamente menos torpe.

¿Un mes fuera y éste era el tipo de bienvenida que recibía? Primero no lo reconocen y luego se le confiesa nada menos que la persona de la que lleva enamorado una vida, y de una forma bastante satisfactoria por cierto. No era ideal, pero por ningún motivo una bienvenida que aborreciese.
Todo lo contrario, estaba feliz de estar de vuelta.