Los deberes son importantes ¿Verdad? (Privado||Vainilla)

Era una buena tarde de invierno, de esas en que caía nieve sobre los jardines y "coloreaba" las rosas rojas en blancas, haciendo enfadar a algunos Ortodoxos pertenecientes a la baraja de Corazones. Pero para Vainilla eso no tenía mucha importancia, en aquél momento su ronda era la prioridad. Ella podría jurar, en el nombre de su alteza real la reina de corazones, que traía toda la actitud: pasos rectos, manos cruzadas por detrás de la espalda y el mentón alzado. Siguió caminando cual inspector e iba pasando por la gigantesca puerta del castillo cuando un comentario inusual la desconcentró.

-Carne de perro...

Detuvo en seco sus rígidos pasos, como un coche cuando se le mete un frenón y se dio la media vuelta al más puro estilo de los soldados. Se acercó un poco más y estrechó la mirada para observar a Meiling directamente a los ojos. La vio detenidamente hasta que la sorpresa y el espanto no tardaron en asaltar su serio rostro, deformándolo en una mueca similar a El grito.

-¡KYAAAAAAAAAAAAA! -gritó con su mejor voz de mujer horrorizada- ¡No tiene ojos! ¡Se los llevaron! -exclamó alarmada al ver la pintura embarrada sobre los párpados de la nena de sangre demoníaca. Vainilla había deducido que si sus ojos no se veían normales era porque alguien se los había robado.

Era lógico.

-¡Soldado ¡Soldado! -llamó a la portera al mismo tiempo que la sujetaba de los hombros para sacudirla enérgicamente. Y sin dar tiempo a nada la cargó sobre uno de sus hombros y dio unos pasos en círculos en donde no sabía cómo debía de proceder ante una situación como esa.

-No te preocupes, soldado, ¡te llevaré con la costurera y te pondremos unos ojos de botón! -le dijo exaltada y sin rastros de duda en su voz.

"¡Esta atrocidad debe ser cosa del reino de Diamantes!" Gruñó.

La joven mujer se debatía internamente sobre lo que le había ocurrido a Meiling, no podía decidir si habían sido ladrones de ojos, o personal del Reino de Diamantes... o ambos. Lo peor fue que cuando recordó el estado de la portera, sus pensamientos se fusionaron e imaginó botones amarillos con forma de rombo biselado.

"Algo anda mal" pensó abandonando aquellas abstracciones, para poner atención nuevamente al "mundo real". La nena de pronto estaba pataleando sobre su hombro, de manera que la dejó de nuevo en el suelo.

Vainilla notó que la jovencita la estaba viendo, a lo que correspondió con una mirada inquisidora, la frente se le arrugó. Por alguna razón la otra pelirroja le veía llena de indignación.

-No seas necia, ¿cómo vas a vigilar el portón si no tienes ojos? -le dijo al clavar sus fríos ojos azules sobre los de la menor-Tenemos que coserte unos ojos de botón, te digo. Así podrás ver otra vez... como las camisas y los osos de peluche -le apuntó al entrecejo con el dedo índice. Vainilla Orchid no podía dejar a un vigilante que no pudiese vigilar, era inaceptable.

-Me acompañarás con la costurera, soldado. No es pregunta -habló de forma imperativa. Sabía que ponerle botones a las cuencas de la hija del capitán podía parecer algo extremo, pero si aquél procedimiento funcionaba en el mundo de Coraline, entonces en el de Alicia debía resultar aún mejor.