Un dia malo para una cita [Priv: Yoru]

Una carta, sólo eso era necesario para poder comunicarse con la joven cuyos labios sólo había cruzado un par de veces. Pero el escribirla jamás se había mencionado como una tarea sencilla y para variar nunca fue su fuerte la formalidad. Escoger las palabras para ocultarlo de la persona que protegía a esa dulce doncella era como hablar con los nobles, cansado y sobre todo molesto. Pero la peor parte no era escribirla, el decidir si mandarla o no sería algo difícil y una tortura esperar su respuesta, es por eso que aun dudaba de mandarla o no pero si realmente quería verla era momento de hacerse valor.

Lamentablemente él había dejado la carta en el escritorio lista para enviar la misma noche que la escribió esperando a decidirse la mañana siguiente. Fue entonces cuando alguien más hiso la decisión por él, la mucama que cada mañana le levantaba para limpiar el cuarto logro ver la carta y la llevo a junto con todas las cartas para enviar. Al levantarse él y no encontrar la carta haciendo trabajar a todos con el fin de encontrarla. Fue entonces cuando la mucama le dijo que estaba de camino a la casa Silverwolf. Suspiro y después de agradecer a la mucama salió para terminar de preparar todo.

Fuera que la carta se mandara sin su consentimiento,  resultaron bien ya que la pequeña cita que con mucho esmero esperaba había llegado, la respuesta era clara y solo esperaría ese día. Lo más extraño es que no espero su respuesta, ya que él tenía todo preparado desde antes de llegar la respuesta.  

El día esperado llego, no importaba nada el llegaría al lugar que se citaron aún si el día no tuviera buen clima. Tomo todas sus cosas necesarias para la cita, el regalo que le tenía listo y sobre todo los últimos toques que necesitaba para la cita.

Antes de salir,  uno de los sirvientes le aviso que el clima cambiaria pronto por lo que debía llevar algo más que un simple saco. Con enojo acepto lo que le decía  y tomo el abrigo que era más pesado que todo lo que llevaba. Una vez terminado todo salió en dirección a Rubine, la gran capital de los corazones.

Rápidamente llego al lugar citado, pero como siempre tenía que pasar lo que menos quería en ese momento, empezó a llover. Un suspiro largo salió pero solo esperaba que el mal clima no afectara todo lo que había planeado. El viento helado le pegaba logrando que le diera un poco de frio, fue por eso que recordó el abrigo que le habían obligado a traer y solo se lo puso por encima para cubrirse solo del aire.

La lluvia, el un poco mojado y parecía que no cambiaria el clima, sí que sería mal momento para citar a alguien, aunque si existía una pequeña ventaja, las personas que estaba en la capital se dispersaron rápido debido a la lluvia por lo que sería más tranquilo de lo que pensó - Solo espero si llegue y no se preocupe por el clima -

Una carta… ¡Una carta del mismísimo Kaede Higa me tenía mareada durante toda esa mañana! ¿Acompañarlo en Rubine? “Una cita” Repetía y repetía todo el tiempo una de las mucamas mientras se movía de aquí para allá acomodando todo para el momento justo. La carta, exactamente no llegó a mis manos primero; pasó por la mano firme y sobre protectora de mi hermana la cual hojeó rápidamente antes de enviármela personalmente hacía mí. Al momento de que estuvo en mis manos no quitó su mirada de reproche sobre mí en ningún momento, balbuceando cosas usuales como que no confiaba en ese tal Higa, los hombres del reino rojo son todos unos mentirosos, y muchos otros adjetivos acerca de ellos; sin embargo yo estaba sumida en las palabras de la carta que a duras penas escuche cada cosa que decía, hasta abracé esta sobre mi pecho como una niña enamorada antes de dar media vuelta y dejar a Hiru balbuceando sola. Así fue como al día siguiente me caminaba de lugar en lugar para tener todo listo para cuando me vaya.

Hiru se podía hacer cargo de la casa Silverwolf en mi presencia –Aunque no le guste tener que hacer eso, se que sigue así por haberla ignorado en su “discurso”- Mientras me movía de lado a lado diciendo cosas como: “¿Qué debería ponerme? ¿Debería usar maquillaje? Nunca uso tanto maquillaje; ¿Y si me veo mal sin él? ¿Qué pasa si a él no le gusta esta clases de cosas?” Y entre tantas cosas triviales en que pensar no había escuchado como mi hermana ingeniosamente logró convencerme de que un guardaespaldas fuera conmigo; y más que ingenioso fue mera trampa me agarró en momento de debilidad.  Ya lo último que supe entre mis preocupaciones es que ya estaba a medio camino de llegar al reino rojo; un hombre serio de cabello cano y complexión corpulenta estaba a mi lado. Una mucama había elegido mí vestido –Uno bastante cómodo, el cual “misteriosamente” tenía ambos colores: Rojo y Azul- Arribamos a la capital del Reino de Corazones cuando una lluvia comenzó a precipitarse sobre este.

-¡Oh no! –Fue lo que pensé cuando el carruaje se detuvo. Hasta que el hombre a mi lado sacó un paraguas de quien-sabe-donde; creo que la misma casa Silverwolf estaba planeando todo por mí desde un principio.

Al guardaespaldas no le importo en absoluto el clima frió y la lluvia –Creo que ni siquiera sentía frió- Así que bajo después de mí sosteniendo firmemente el paraguas.

-¡Joven Kaede! –Literalmente corrí hasta a él al verlo; sí, literalmente el guardaespaldas corrió tras de mí aun sosteniendo el paraguas. Cuando llegué a él lo envolví en mis brazos para darle un energético abrazo cosa que hizo a aquel señor de cabello cano solo bufar. No le agradaba la idea de que fuera así de amable con un ser del reino rojo y que también le estuviera poniendo el paraguas a él.

Si, se nota que fue elegido especialmente por Hiru.