Estatuas de marfil -Priv/Nathalya Nightray.-

El joven de larga cabellera castaña se encontraba sentado en una de las costosas sillas de ébano. Su codo diestro permanecía sobre la mesa, y su barbilla, recargada en sus nudillos. Su rostro mostraba una clara expresión de aburrimiento, o molestia incluso. Frente a él se encontraban dos ancianos; los consejeros del reino, y los que, a su parecer, intentaban manipularle, a su hermano y a su querida hermanita Sarah. Todo comenzó hacia media hora que le habían irrumpido de sus tan amadas labores tan solo para tenerle ahí, como niño pequeño, regañado. Porque eso es lo que estaban haciendo.

El orgulloso príncipe de corazones debía medir su comportamiento, sus acciones cuidar más "su apariencia" y su porte ante la sociedad y sobre todo: La nobleza.

--¡Suficiente!- Exclamó el joven Belmont, mientras que, la mano que anteriormente sostenía su mentón para no ir a dar de mero aburrimiento sobre la mesa, azoto violentamente la mesa.

--No sé qué demonios se traigan ustedes entre manos ¡Pero es mi vida! y no voy a permitir sea controlada- Estaba mal, lo sabía, no debía alzar de semejante manera la voz para aquellos que solamente tratan de guiar a los miembros reales en su desempeño y labores.

Pero todo tenía un límite, claro. Con la misma mano que había golpeado la mesa, apuntó con el índice a ambos hombres.

--¿Que creen que estamos en Diamantes para que se me este manipulando o qué? ¡Soy el hermano menor del rey mi rango va mas allá del suyo! ¡Sus argumentos son invalidos!- No esperó respuesta ni nada, simplemente giró sobre sus talones dispuesto a dejar la habitación.

-¡Deténganlo!- Exclamó uno de ellos, haciendo referencia a uno de los guardias que cuidaban la entrada. Apenas se movió el hombre y el príncipe de Corazones tomó con ambas manos su látigo, mirándole con desapruebo.

--Ponme un solo dedo encima, y veras que no solo me dedico a entrenar caballos- El chasquido del látigo hizo eco en la habitación, al extenderlo el castaño. El guardia entendió la amenaza así que optó por hacerse a un lado, y dejar pasar a su alteza.

Estaba mal molestarse a tal grado, mas por las jaquecas que suelen darle, sin embargo que le digan cómo comportarse, como llevar a cabo su titulo y demás, no es algo que le agrade, ya no tiene cinco años como para que le estén mandando. A largos pasos y con prisa, el príncipe se encaminó hasta los jardines de palacio, al doblar en una esquina, su molestia no le permitió observar con claridad por donde iba, a lo cual, terminó tropezando con una joven de largo cabello aqua marina. Al principio, pensó seria una de las mucamas del lugar y estuvo a punto de reprenderle, sin embargo, fue capaz de percatarse de su error.

--Ah, ¡Lo lamento! ¿Te encuentras bien?-

Lo bueno es que, la molestia del orgulloso príncipe se había desvanecido como humo al viento. Lo último que necesitaba era crearle una nueva mala imagen al reino de corazones. Claro, con eso que todo mundo piensa que cualquier persona del reino es sádica y desgraciada.

Con curiosidad notable en las morenas facciones, el castaño arqueó una ceja, mirándole en todo momento. No es que conociera a toda la gente del pueblo tampoco, pero por el ropaje de la chica, ya dejaba en claro que no era del lugar. Pero en definitiva, ninguna de las opciones que la joven pensaba, sucedió. Asintió, una sonrisa picarona se dibujó en su rostro.

-¿Yo? Me encuentro perfectamente- Y ahí iba. Richter ya tenía una muy merecida mala fama, entre las mucamas de palacio y una que otra pueblerina: Mujeriego.

Estiró entonces la enguantada diestra para tomar la mano de la joven y depositar un ligero beso en el dorso de la mano de la misma, sin dejar de mirarle en todo momento.

-Pero ¿Qué es lo que hace tan linda damita en este lugar?- Interrogó como la chica había pensado, claro está que de distinta manera a la que seguro imaginó. –Y si no es mucho atrevimiento madame ¿Cuál es vuestro nombre?-

Ambos fingiendo ser otra persona, o al menos no daban el titulo. No estaba mal ¿Verdad? despues de todo a nadie engañaban Nathalya era, literalmente, nueva en su puesto, y Richter, bueno, se dedicaba mas a cuidar los corceles del establo que estando entre nobles y burgueses de corazones, u otros reinos.

-Sea entonces, usted más que bienvenida en este lugar- Soltó la mano de la mujer para abrir los brazos haciendo énfasis al jardín. La sonrisa que decoraba su rostro jamás se borró

-Pasaba casualmente por aquí.- Mintió, no tenia por que decirle que huyo de aquel sermón que el consejo de ancianos le estaba dando hacia unos minutos. Se llevó la mano diestra hasta el hombro siniestro, para asi, inclinarse ligeramente hacia adelante, reverenciando a la de hebras aqua marinas –Richter Belmont a sus servicio miladi-

Por supuesto que el menor de los ISkandar no suele presentarse con ese apellido, pues no gusta que le confundan con su hermano, aunque eso suene raro debido a las diferencias que ambos poseen, pero mejor evitarlo.

-Y por supuesto que no es atrevimiento, de hecho, siéntase en la cómoda libertad de hacer cualquier cuestión que venga a su mente. Y si gusta usted puedo guiarle también por el lugar.- Le ofreció el brazo a la dama, sin poder evitar echar un ligero vistazo hacia atrás, no fuese que a alguno de los viejos se le ocurriera la maravillosa idea de mandar a alguien de la guardia a seguirle.

Esos pasos ¡Sin duda alguna eran de soldados! de los cuales seguramente el consejo había decidido mandar para buscar a su "simpática" alteza que había escapado de una manera no muy grata que digamos. Se tensó rápidamente, como aquel ladrón que es atrapado en medio crimen, incluso dio un ligero respingo, solamente esperaba no ser bastante obvio, pues, su defensiva claramente daba para muy malos entendidos.

Miró sobre su hombro, al tiempo que disimuladamente pasaba saliva. Observó nuevamente a la chica del reino azul y sonriéndole fue como respondió.

-Nah, de ninguna manera- Otra mentira -¿Por qué tendría que buscarme la guardia a mi?- ¡Claro, Ni que fuese un criminal!¿Verdad?.

Dio unos cuantos pasos, invitándole a seguirle, debía moverse de ahí si no quería quedar en ridículo (y claro que no lo haría, al contrario, lo suyo es lucirse con las féminas) frente a ella.

-¿Por dónde gusta comenzar? Hay algunas rosas carmín que son muy platicadoras, quizás encuentre bastante entretenida la plática, incluso hay algunas que conocen chismes de la familia real y demás- Bueno, algo había oído de eso aunque no estaba seguro y tampoco estaría mal averiguar, ya que estaban en esas.

-Oh cierto y si gusta aceptarme la invitación me gustaría invitarle a comer algo- Mujeriego, aun mientras intentaba salvar su trasero no cesaba de intentar conquistarle.

Era increíble la seguridad que fingía, aunque por dentro estuviese tan apurado porque ella, le siguiera la corriente…

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OFF: una disculpa enorme ;//A//; el mes pasado fue estresante y pasaron muchas cosas personales/familiares que mataron mis ganas de roleo, pero ya estoy de vuelta.