Pursuing my true self [Priv/Sarah] +18

¿Detenerse? El castaño arqueó una ceja, seguramente los remordimientos habian llegado a la mayor, ya temia algo de la indole. Aunque, aquel erroneo pensar fue descartado al escuchar las palabras que le siguieron a dicha orden.

Cierto, algun guardia que pasara por ahí podria verles, e irle con el chisme a Iskandar que si bien, aunque finjen ser una pareja, al grandote no le gustaria nada aquello, por los chismes que podrian circular entorno al reino. Porque los mismos vuelan más rápido que el Jabberwocky ¿Qué no? Por unos instantes miró a Sarah solo hasta que recordo al pobre potro de nombre Vigilante que se encontraba tras de él, con la mano hizo una seña pidiendole que se alejará, al fin de cuentas el mismo podia volver por su cuenta al establo, fue una costumbre enseñarles a los equinos del lugar hacer tal cosa.

Y a alargados pasos fue que siguio a la reina, aunque a una distancia considerable para no "levantar sospechas" aunque, no era ya extraño verles juntos, cualquiera bien podria concluir que se dirigian a su despacho para ser reprendido severamente por su majestad.
Una vez dentro del lugar, el principe echó el seguro al cerrojo y caminó hasta el escritorio sentandose en el borde del mismo. Sentia las mejillas calientes y estaba seguro que no era por el calor de llevar su larga gabardina de cuero en pleno dia soleado. Suspiró para tranquilizarse. ¿Qué hacer? ¿Cómo empezar? Era realmente extraño, si, ese "sueño" era extraño, finalmente tenia frente él lo que por tanto tiempo deseo y no sabia ni que decir, o con que comenzar, suspiró.

Con la mano, palpó a un lado de "su asiento" insitandole a la mayor a acompañarle.

-Ven aquí, Sarita Musito en un tono de voz lo más claro que pudo, conteniendo la lascivia que comenzaba a invadirle.

Sarah caminaba con decisión, con aquél aire que les sugería a los demás que, si se atravesaban, tendrían serios problemas con ella. Fue por esa misma razón que algunos de los guardias miraron al príncipe con profunda pena.

-Pobre hombre -murmuró uno.

Pero la reina no pudo darse cuenta de nada de todo eso porque, sumida en sus pensamientos, enlistaba buenas razones para no hacer lo que pensaba con Richter.

No obstante, ninguna fue una razón “de peso” así que siguió su camino.

Al llegar a la oficina se quitó su saco y se deshizo de él arrojándolo en el respaldo de una silla. Después vio a Richter sentado descaradamente sobre su escritorio. Alzó una ceja.

-¿Perdón? –chistó y comenzó a caminar hacia él. Pero aquella expresión de señora amargada llegó a su fin cuando estuvo lo suficientemente cerca suyo. Se colocó de frente, en el espacio entre las piernas del castaño y luego descansó las manos sobre los hombros de éste.- Eres un irreverente –dijo mientras se inclinaba sobre él. Deslizó las manos por sus hombros y con cuidado hizo que la pesada gabardina cayese hacia atrás.- Pero te quiero tal como eres.

Sarah lo miró, notando cuánto lo deseaba. Lo invadió con sus besos, primero en los labios y después en su cuello. Las finas manos recorrieron el pecho del otro con desesperación y finalmente una de ellas se coló por debajo de su camisa. Sarah pudo sentir la piel del castaño contra las yemas de sus dedos, pero su cuerpo pronto le exigió más que eso.

Cinico, como el mismo sabia, sonrio ante el comentario de su majestad. Ah decir verdad, si, era un irriverente, pero al menos le alegraba el hecho de saber que, con su orgullo y demas defectos que pudiese tener, Sarah le aceptaba de cualquier manera.

Y pese a todo, tambien le queria.

Casí con urgencia, el castaño correspondio a los besos que la mayor le proporcionó, y cuando se dio el momento el mismo ladeó el rostro dándole con ello más acceso a su cuello, despues de todo, era completamente de ella. Aunque, no por ello iba a quedarse quieto, le abrazó atrayendole hacía él, de nuevo sus manos bajarón hacia los gluteos de Sarah acariciando sobre la ropa aunque no tardó demasiado en deslizarlas por dentro de. Nuevamente, le beso sin embargo, en esa ocasion se atrevio a profundizar el beso deslizando poco a poco su lengua hasta juguetear con la de ella.

Todo eso, simplemente, iba mas allá de lo que alguna vez imaginó.

-No podre contenerme por más tiempo- Declaró en un susurro antes de darle suaves mordiscos en el cuello.

Una de sus manos buscó colarse un poco más abajo de los gluteos de sarah, pretendiendo con una de sus falanges alcanzar aquella comisura que en varias ocasiones hubiese deseado hacer suya.

De pronto los brazos de Richter la apresaron contra su cuerpo firme y el borde del escritorio. Sarah le abrazó también y entonces sus manos se dedicaron a recorrer su amplia espalda. Cerró los ojos, dejándose llevar por las sensaciones que le brindaban las caricias de su cuñado. Él recorría su cuerpo con avidez, causando en ella un sin fin de reacciones provocadas por el placer.

Quiso olvidarse de todo.

Entre tantos besos metió la lengua en la boca del castaño, tomándole con hambre y desesperación sólo pudo separarse obligada por la falta de aire. Le miraba fijamente con deseo en sus ojos y sus mejillas sonrojadas. Se removió contra él, deteniéndose más de una vez por el escritorio. Y sintió una de las manos del menor deslizarse por entre sus piernas. Entonces ella dejó de acariciar al príncipe sólo para sujetarle con fuerza de los brazos.

-¿No podrás contenerte más tiempo? -masculló provocadoramente en el oído del otro- Pues no me interesa -volvió a separarse un poco y lo liberó del agarre, dejándole claro qué era lo que quería.

"¿Acaso me está tratando como a las jovencitas con las que suele acostarse?" pensó con curiosidad y, después, su mente la traicionó "Es tan apresurado... Me pregunto si Credo es así." Se detuvo un instante, sorprendida de lo que ella misma pensaba. Y arrugó su ceño al sentir el dolor de no estar con la persona que amaba.

Con cierta dosis de violencia le quitó la camisa a Richter y deslizó velozmente su índice por el pecho de éste, sintiendo la piel y los bordes de los músculos de sus pectorales. -Tócame, Richter.

Y subitamente, ella le detuvó. Con curiosidad notable en las morenas facciones, el principe de corazones le miró. Aunque no tardó ni un instante su sonrisa picara en hacerse presente en su rostro.

Debia aprender a llevar las cosas con calma, o al menos con ella... Pero, es algo que siempre deseo, es normal que no pudiese frenar sus instintos aunque sea por unos instantes.
Y su -un tanto- descarada sonrisa se amplió al verse despojado de semejante manera de su camisa. Le tomó por la cintura, apegandole a él nuevamente.

-Como usted diga, majestad Si, ese dia estaba para cumplir todos y cada uno de los caprichos que a la de cabello ebano pudiese ocurrirsele.

Y fue de tal forma que, con cuidado, el menor de los iskandar le recostó sobre el escritorio. Le miró fijamente antes de inclinarse y besarle nuevamente el cuello. Su diestra se coló bajo la ropa de su majestad suviendo lentamente y sin perder la oportunidad de acariciar con la yema de los dedos hasta llegar a su pecho, tomando uno de sus senos entre su mano para masajearlo suavemente.

No estaba mal si ella imaginaba estar con otra persona, despues de todo él lo tenia bien merecido, tantas veces ha hecho lo mismo, imaginando que estaba entre los brazos de la persona que ahora esta a su lado.

Se permitió recostarse lentamente sobre su escritorio. Mas aquella mesa de cedro, donde solía escribir cartas y firmar papeles, se encontraba llena precisamente de eso. Sin querer, Sarah empujó el frasco de tinta y algunas hojas de papel, haciéndolas caer al suelo. La tinta eventualmente iba a secarse sobre la alfombra dejando una enorme plasta negra, pero eso no pareció interrumpir ni al prìncipe ni a la reina.

Sarah sintió cómo su piel se enchinaba ante el firme tacto del castaño. Y ya no pudo mantener el ritmo tranquilo y constante en sus respiración por aquél torbellino de sensaciones le hacían arder.

-Eres tan bueno en esto, hermano -murmuró Sarah, incitándole a continuar. Ella llevó la mano izquierda hasta sus largos cabellos, acariciándolos con sensualidad. Y con la derecha comenzó a recorrer su espalda, movida por el ansia y anhelo de poseerlo completamente.

Volteó la cabeza a un lado, cerrando los ojos y abandonándose a las caricias del otro. Pronto dejó de tocar su cabello y dirigió aquella misma mano hasta su cinturón. El que Richter utilizara una hebilla tan grande en el cinturón siempre había llamado la atención de Sarah, pero ella consideró que no era un buen momento para preguntárselo. De cualquier manera cuando abrió la hebilla le quitó el cinto de un jalón.

-Ah, Richi...

Aquel simple tacto de esos delgados dedos sobre su espalda se sentían tan exquisitos. Es decir, le daba una sensación de cosquilleo sumamente agradable, y las palabras de Sarah, Richter jamás ha sentido tanta alegría en una simple frase. Retiro su mano de donde yacía, pero tan solo unos instantes y eso fue para desabotonar la blusa de la mayor, al tenerle de esa manera se tomó un breve instante para contemplarle.

Simplemente, era más linda de lo que llegó a imaginar. Una vez más masajeó uno de sus senos, mientras que con la libre, le tomaba una mano dirigiéndola hasta su entre pierna como si le insinuara que quería que lo tocase aunque fuese por encima del pantalón -al menos, de momento- Suspiraba en su cuello deslizando una que otra ocasión su lengua sobre el mismo.

-Sarah... Te amo tanto... tanto- Mencionó en tenues suspiros. Quizá no debería mencionar tales palabras, mas sabe que es una ocasión única, y que jamás podrá repetirse.

Aunque, por primera vez en un acto similar, sus palabras habían sido sinceras.

Besó sus clavículas bajando lentamente y entonces dio un ligero mordisco en uno de sus pezones. Soltó su mano, para masajear el seno libre. Ella mencionó que quería que la tocase y ahora, el príncipe carmín le “torturaría” con ello, hasta escucharle pedir que la hiciera suya.

El simple pensamiento de que su cuñado miraba su torso desnudo la hizo excitarse aún más. Ante la provocación Sarah juntó bruscamente sus piernas, restregándolas una contra la otra, revolviéndose en el desbordante deseo de entregarse al hombre que estaba con ella. Rápidamente el cosquilleo y el intenso calor en su cuerpo le causaron una necesidad tremenda de sacarse el resto de la ropa en ese momento. Quería sentir la piel morena contra la de ella.

-¡Ssht!... -chistó como réplica a las palabras del castaño. Viéndose incapaz de articular palabras y de, incluso, recordar cómo habían llegado a eso. Pues aunque pareciera no afectarle a Ritcher, ella sabía que estaba mal que se acostara con él sólo por resentimiento cuando el otro lo hacía por amor. Pero sus pensamientos eran confusos y estaban revueltos. Y cualquier intento de razonamiento fue opacado por sentimientos peligrosos y apasionados.

Notó que Richter había tomado una de sus manos y entendió rápidamente lo que quería. Sin embargo ella no iba a brindarle aquella satisfacción por una razón mucho menos interesante de lo que él pudiera imaginarse: la diferencia de alturas hacía que Sarah apenas y alcanzara el área donde antes había estado el cinturón de la hebilla gigante y cuadrada. Desde luego eso nunca iba a comentárselo y, a cambio, la azabaches levantó ligeramente una de sus piernas moviéndola entre las de Richter para ejercer alguna presión contra el cuerpo de él. En afán, también, de comprobar si estaba tan excitado como ella.

A esas alturas seguramente el menor ya habría notado que la reina de rojo no era de las escandalosas mujeres que daban alaridos de placer. Sin embargo logró arrancarle suspiros y jadeos con aquella mordida en uno de sus pechos y las insistentes caricias en algunas de las zonas más sensibles de su cuerpo. Sarah lo abrazó por la cabeza, apegándolo a ella, deteniéndolo así por unos instantes.

-Rich...ter -le soltó- Hazte a un lado... sabes que... me desespera no tener el control... -ordenó casi de corrido, con algo de dificultad por tener agitada la respiración y tal vez por eso mismo aquello sonó erróneamente más como una petición.

Sin duda era completamente diferente a todo lo "acostumbrado" como desearía que esa ocasión se repitiese mas de una vez, pero, recordando, aquello solo era un sueño del cual para bien o para mal tarde o temprano debía despertar.

Pero no importaba, al menos todo eso iba mas allá de lo que algún día llegó a imaginar. Aunque, al escuchar su nombre de tal manera le hizo erguirse por unos momentos, para mirarle a los ojos. Resultó un tanto curioso el hecho de que la azabaches haya querido ordenar con semejante tono de voz. Si que la mayor era bastante orgullosa, como para no mostrar sumisión ni en un momento de la índole…

Le agradó.

Y tal y como su majestad pidió, el de cabello castaño se incorporó, ayudándole también a ponerse de pie ¿Qué es lo que seguiría? Sin duda, seria bastante interesante. Nuevamente le apegó a él, sintiendo ahora la agradable sensación de su torso desnudo con la piel de ella. Besó su frente, después recargó el mentón entre el espacio del cuello y el hombro de Sarah, sus manos recorrían de abajo hacia arriba con lentitud su espalda. Aunque, no tomó mucho tiempo para que el príncipe le abrazara por la cintura moviéndole ligeramente haciéndole saber lo excitado que se encontraba, sus mejillas ardían.

-Pídeme cualquier cosa, Sarah. Sabes que soy tuyo…-Declaró apenas en un susurro, como si temiese que les encontraran.

Se permitió sostener por los fuertes brazos de su hermano, dejándose hacer. El cómo Richter podía ser tan tierno y apasionado al mismo tiempo resultaba increíble. Era delicioso… Seguramente consecuencia del amor que él sentía por ella.

De pronto en aquella oficina hacía tanto calor que sofocaba, en un plan que lejos de ser molesto era excitante, quizá demasiado. Al sentir la entrepierna del castaño, Sarah tembló. Y supuso sus mejillas estarían terriblemente sonrojadas, -cosa tan cerca de la realidad-. Se aferró a Richter, dándose cuenta de que los estremecimientos que la invadían sólo podían significar que aquello le gustaba.

Cuando logró separarse de él, acarició su rostro con ambas manos. Y luego éstas las llevó hasta su cabello, acomodándoselo hacia atrás. Le tomó de la nuca y así volvió a besarlo. Fue un beso tan apasionado, tan lento, en donde Sarah se entregó al príncipe carmín, hasta perder el aliento. Se sintió abrumada y finalmente se olvidó de todo pues no pensó en nada mientras lo besaba. Con el índice jaló del borde del pantalón del castaño, y luego, con un hilo de voz, murmuró:

-Quiero que te entregues a mí, Richter, pero no como lo has hecho con las damas de la corte …Quiero que sea, por mucho, mejor.

El principe correspondio en sobre manera aquel apasionado beso que le entregaba la mayor, separandose únicamente por "la nefasta" necesidad de respirar. Aunque, no pudo evitar el hecho de dejar escapar una risilla picara al comentario de su majestad, y no fue meramente por su peticion, sino por lo que mencionaba de las Damas de la corte. ¡Vaya que si tenia su reputación!... Pero ¿quien sabe? quizá despues de ese dia, Richter terminaria cambiando su actitud aunque fuese un poco.

Asintio con lentitud.

-¿Qué te hace pensar que no seria de esa manera?- Le sonrie, con cierta calidez.

Con "despiadada" lentitud, el castaño despojó a Sarah de la poca ropa que aún poseia y despues, él retiro la propia. Le recorrio de pies a cabeza con la mirada. Musa, sin duda ella era su musa, ladrona de más de una noche de sueño e inspiración de más de una de sus palabras.

Le apoyó de nuevo contra el escritorio, aunque ahora haciendo que le diese la espalda, tomó su falo y lo colocó en el sexo de la azabaches. Comenzó a moverse ligeramente, queria hacer mas duradero ese momento, suspiraba directo a su oido.

-Sarah... Voy a entrar-Declaró, deslizando su miembro hasta la comisura de la reina, para penetrarle lentamente.

Se mordio con fuerza el labio inferior cuando sintio abrirse paso. Lo estaba haciendo... realmente lo estaba haciendo, aunque, aún no comenzaria a moverse, primero le daria tiempo de acostumbrarse, pues en ningun momento, pretendia lastimarle.

-Es una advertencia, joven príncipe de Corazones -contestó de broma.

Aunque Su Majestad pensó en quitarse la ropa, el menor ya se le había adelantado. Sintió cómo sus manos se deslizaron por sus caderas y creyó que definitivamente sus piernas acabarían doblándose mientras Richter le quitaba el pantalón. Y el muy maldito lo hacía lo más lento que podía, con toda la mala intención.

Después el castaño comenzó a sacarse el resto de la ropa. Sin perder detalle Sarah le observó con lujuria. Ella descaradamente se lo estaba comiendo con la mirada. ¿Cuándo diablos Richter se había puesto tan atractivo?

De pronto él la llevó de vuelta al escritorio. Sarah chistó divertidamente. Parecía ser que Richter no podía estar ni un momento sin dejarla en una posición en la que ella tuviera pocas cosas para hacer. De hecho así, con las manos apoyadas en el escritorio, sentía que estaría casi sin hacer nada.

Pero ya lo cambiaría después.

Suspiró el nombre del castaño cuando él le habló y no pudo evitar estremecerse al sentir su cuerpo ya tan cerca del suyo. La sensación de calor y humedad entre sus piernas indicaba lo ansiosa que se encontraba. Al sentir que el menor lentamente la penetraba, Sarah abrió la boca aguantándose jadeos y suspiros. Cuando lo hubo recibido por completo, gimió el nombre de su hermano.

-No te detengas -murmuró, apretando la cadera contra la suya.

Escuchar su nombre de esa manera era un sentir indescriptible. Su cuerpo tiritaba ligeramente debido al placer recibido, y pensar que seria aun mejor cuando comenzara a moverse. Y no pudo evitar el hecho de dejar escapar un ligero gemido al sentir el movimiento que Sarah hizo. Se inclinó ligeramente sin llegar a recargar su peso en ella. Sus manos le sostuvieron por la cintura y así comenzó a moverse para brindarle estocadas lentas, pero un tanto profundas. De sus labios suaves suspiros emanaban y mechones castaños comenzaban a adherírsele al rostro debido al sudor que aquel acto le ocasionaba.

-S-Sarah- Gimió directo en su oído, acelerando ligeramente el ritmo de las estocadas.

Fue inevitable, llevó la diestra hasta la entrepierna de la azabaches para masturbarle aun sin dejar de penetrarle. Quería escucharle suspirar, gemir y todo por él, que le llamase en tenues suspiros. Si iban a estar así por tan solo un día, al menos, haría las cosas bien. Y fue que por eso mismo dirigió la mano libre hasta el pecho de la azabaches para masajearle con suavidad uno de los senos y de vez en vez movía la cadera en forma circular. Todo aquello, se sentía tan diferente ¿seria acaso por lo que sentía por ella? Nunca había hecho tal cosa por sentimiento puro, para él, todo era cosa de una simple noche y tan solo para darse placer… Cerró los ojos dejándose consumir por la agradable sensación.

La mujer sintió que su cuerpo terminaría desmoronándose en las manos del castaño. Si apenas había podido ahogar los gemidos mientras él se hundía en su cuerpo, entonces cuando él comenzó a tocarla ya no pudo retenerlos más. Suspiró su nombre, precisamente como él lo deseaba.

Lo que sentía Sarah era increíble, ella no hubiese podido describirlo cuando su mente se hallaba nublada por el placer. Por eso, a pesar de que intentó ingenuamente mantener claro su pensamiento, Richter no tardó en hacerla perder el control. Y conforme él aumentaba el ritmo de las embestidas, también subía la fuerza en los jadeos y gemidos de Sarah.

Supo que en aquél instante Richter tenía el total control sobre ella.

Echó la cabeza hacia atrás hasta sentir el cuerpo de su cuñado contra el suyo. Movía la cadera, apretando en su interior el miembro del otro. Sintió que no podría mantenerse más tiempo de pie. El menor estimulaba tantas zonas a la vez haciéndola pensar que estaba retorciéndose de placer entre sus brazos.

Dejó de apoyarse en el escritorio para sujetar a Richter por las muñecas. Volteó a verlo por sobre el hombro y se separó de él, soltándole los brazos, pero también forzándolo a salir de su interior. Entonces tomó por el respaldo la silla del escritorio y se la ofreció.

-Siéntate -le sugirió, apurándole a continuar con el tono de voz.

Cuando la mayor le obligó a salir de ella, el castaño no pudo evitar el hecho de liberar un ligero suspiro al sentir como su miembro se deslizaba hacia afuera.

Quizá aquello fue bueno, pues en parte podrian prolongar aquel acto, de seguir así no hubiese tardado mucho en terminar. Respiraba en tenues jadeos cuando desvio su grisaseo mirar hacia la reina, y aún con semejante ritmo respiratorio sus labios lograron esbozar una ligera sonrisa picara ¿Sentarse? ¿Qué es lo que tramaba Sarah? No podia hacerse ni una idea minima con tanto placer nublandole la mente, pero lo que sea que tuviese planeado sin duda, seria entretenido.

El principe tomó asiento tal como la azabaches sugirio, elevó la pierna diestra, colocandola sobre la izquierda. Su codo se apoyó sobre el descanza brazos del asiento y su barbilla sobre los nudillos de dicha mano. Si, un porte un tanto "caracteristico de él" no obstante en esa ocasion lo hizo con el afan de no verse "vulgar"

-¿Y bien, su majestad?- Cuestionó con un tono seductor mirandole por el rabillo del ojo y sobre su hombro, aunque, con la libre se palpo el muslo, invitandole a sentarse sobre él.

Aunque, no tardó demasiado en llevar su mano hasta la de la azabaches para encaminarle frente de él y haciendo que se sentará en su muslo y hacia un lado.

-Recuerde majestad que soy todo suyo y haré cualquier cosa para complacerle Simplemente, era irresistible. No pudo contenerse, llevó sus labios hasta el cuello de su majestad camin, nuevamente. - y que tambien puede "usarme" a su conveniencia"- Susurró. ¿Podria acaso haber algo mejor que eso?

No, no lo creia.

Con un brazo rodeó a Richter por el cuello y luego lo besó en la frente, mientras bajaba lentamente la otra mano por el pecho y el vientre del príncipe. Las yemas de sus dedos descendían apenas tocando la piel del menor, hasta llegar a su entrepierna. Al inicio Sarah envolvió con los dedos toda su rigidez y, muy lentamente, los deslizó de abajo hacia arriba recorriendo completamente el miembro del castaño. Puso especial atención en su rostro, deleitándose con cada una de sus reacciones.

-Oh, ¿esto cuenta como usarte a mi conveniencia? -bromeó, murmurando aquellas palabras con lujuria y sensualidad. Se recargó sobre él, suspirando al sentir el roce contra su piel. Y con la punta del índice continuó haciendo delicadas caricias sobre su pene. Lo tocaba de manera intermitente, para después añadir el pulgar y estimular la punta con él.

Le miró a los ojos, sonriendo con gusto, pero tuvo que soltarlo para poder ponerse de pie. Se apoyó en uno de sus hombros, mientras que se ayudaba con el otro brazo para sentarse encima suyo otra vez. Quedaron ambos de frente, demasiado cerca. Rozándose el rostro, la piel y la entrepierna. Entonces Sarah se levantó un poco y movió la cadera, llevando la erección del castaño dentro de ella. Comenzó a gemir apenas sintió la penetración y de golpe volvió a sentarse, sintiendo cómo Richter llenaba por dentro cada parte de ella.

El castaño no pudo evitar el hecho de dejar escapar un ligero suspiro al sentir las finas falanges de su majestad de Corazones envolviendo su hombría, y, lo peor del caso es que lo hacia lentamente. Tensó la quijada levantando inconscientemente un poco la cadera. Y con los ojos entre cerrados le miraba.

Si que todo eso era diferente, es decir, la mayoría de las mujeres con quien se había acostado resultaban mostrarse tímidas en tal acto, seguro ninguna se hubiese atrevido a hacer algo de la índole.

-¡Sarah!- Gimió bajando el mentón mientras que sus manos le abrazaban por la cintura. Su cuerpo se estremecía ante los movimientos que la azabaches ejercía con su mano. -Definitiva-mente- No podía articular bien las palabras, debido a los jadeos que de sus labios emanaban.

Cuando la de ojos azules se puso de pie el menor le observó de pies a cabeza, sin duda alguna era hermosa, que lástima que no hubiese sido correspondido y todo fuese cosa de un solo día. Y no perdió detalle de ella cuando volvió a sentarse sobre él. Una vez más alzó ligeramente la cintura al sentir como entraba de nuevo en ella. Sus manos fueron a dar hasta sus glúteos separándolos un poco y de paso ayudándole a levantarse un poco para de nuevo sentarle aunque, dejaría que ella se moviese a su gusto y ritmo. Se sentía tan bien, podía sentir su desnudo pecho restregándose al suyo, y sobre todo, podría deleitarse observando la expresión en el rostro de la azabaches ¿Cómo es que no se le ocurrió eso antes?

Unió sus labios en un beso hambriento y un tanto desesperado, introduciendo su lengua para juguetear con la de ella. Tanto placer, se estaba volviendo loco, y sobre todo, no sabía de donde demonios sacaba fuerza para que todo eso no terminase de una vez y prolongar aquel acto un poco más.

Correspondió de la misma manera al apasionado beso del castaño, dejándose ahora dominar por él. Desbordándose por la lujuria, el beso rápidamente se volvió incontrolado como una tormenta de verano. Sarah le besaba con impaciencia y gemía en la boca de su hermano. Después resultó inexplicable la excitación por sólo darse cuenta que él la estaba mirando.

Sin detenerse la azabaches se sujetó firmemente de los hombros del más alto y empezó a mover la cadera, sintiendo cómo lo movía y apretaba a él también. Los movimientos eran cadenciosos y lentos, la mujer jadeaba con cada uno de ellos.

-Ah, Richter… -masculló, refregándose contra él.- Ayúdame… -añadió suplicante.

Moverse encima de una silla era algo sumamente difícil, por lo que obviamente requería más esfuerzo del que tal vez Sarah podría realizar. Pero ella ya se había encaprichado con eso y, si quería hacerlo así, de alguna forma lo lograría aunque al día siguiente le dolieran los brazos y las piernas. Por otro lado, de cualquier modo Richter le iba a ayudar, ¿no era cierto?

Comenzó a moverse encima, levantando la cadera y subiendo y bajando sobre el erguido miembro de él. Sentía cómo la llenaba completa, cómo los músculos de su vientre se contraían con fuerza y los espasmos de placer le arqueaban la espalda. Aquello era tan placentero, era grandioso. De pronto tanto su voz como su respiración esperaron por completo de su control.

Mas entre todo aquello, sin saber cuándo o cómo, Sarah se perdió entre sus pensamientos. Se aferraba a Richter con fuerza, pero no tenía presente que era él pues gemía y murmuraba un nombre que no era el suyo. El nombre de alguien que amaba y que ya no estaba con ella. Pero afortunadamente el nombre aquél sólo se escuchaba en sus pensamientos o si acaso aparecía en su voz era de manera ininteligible.

Una verdadera suerte.

No supo cuánto tiempo pasó. Cada vez los movimientos eran más fuertes y rápidos. Sentía cómo Richter llegaba cada vez más profundo, hundiéndose enérgicamente dentro de ella. El efecto era tan intenso que su cuerpo casi estalló. Y, de pronto, todo terminó con espasmos y gritos de placer, en una intensa y satisfactoria sensación…

Tras separarse de aquel beso el príncipe elevó las manos para sostener el rostro de su majestad, para poder observarle con claridad como si intentase cerciorarse que de verdad es ella y no una de las tantas mujeres con las que ha estado e imaginar que le tiene entre sus brazos.

Era real... ¡Era real!, aunque no pudiese repetirse de nuevo al menos era real, era lo único que contaba en ese momento.

Aquella suplica le causó relamerse los labios lentamente aún sin dejar de mirarle, era bastante grata la sensación de sentir aquel suave busto contra su firme torso. Y tal como ella pidió, sus manos fueron nuevamente hasta sus glúteos apretándolos para ayudarle con el movimiento haciendo las arremetidas un poco más rápidas de lo que ella sola las ocasionaba. Le miraba con los ojos entre abiertos, era como una diosa danzando en su hombría, aquel carmín que tenia sus mejillas resaltaba enormemente su belleza, y el cantico de sus suspiros y gemidos eran para él como una fina melodía. Llevó la diestra hasta su espalda para que el esfuerzo de la azabaches fuese menor y aprovechando también para acariciar la curvatura de la misma. El placer le nublaba el juicio y no pasó mucho tiempo para que sus gemidos y suspiros aumentaran en frecuencia. Le llamaba en sus pensamientos, suplicaba a gritos que no se fuera de su lado, que aquello no fuese más que un simple sueño que tuviese que terminar en breve, que pudiese recibir todo su amor y cariño, porque bien podía morir por ella sin arrepentirse de tal acto.

Más sabia que debía ahogar tales palabras dentro de su ser.

-¡Ungh!-

Supo que pronto se vendría al sentir un delicioso escalofrió descender por su columna, su cuerpo se tensó y pronto dejó escapar un gemido ahogado. Todo había terminado, no obstante al sentir tal cosa, el menor salió de ella evitando correrse dentro y le abrazó con fuerza. Recargó el mentón sobre su hombro cerrando los ojos con fuerza e intentando recuperar la respiración normal.

No quería separarse, simplemente no tenia deseos de hacerlo ¿Y ahora qué, qué seguiría?

-Te amo...- La última vez que lo diría y para colmo, tuvo que ser con voz quebrada, y la mirada oculta entre sus largos mechones caoba, sin abandonar aquella posición, al menos de momento.

Automáticamente unos brazos la sujetaron, a lo que la reina acabó abandonándose al cariño y la protección que ofrecía su hermano menor. Se sentía tan bien encontrarse de pronto tumbada por aquella inevitable sensación de relajación. Como pudo, se movió para sentarse cómodamente en las piernas del castaño, dejándose envolver por su calor.

Por unos segundos Sarah no pensó en nada.

Después abrió los ojos y logró distinguir entre sus dedos unos cuantos mechones castaños, dándose cuenta de que en algún momento le había sujetado del cabello.

"¿Por qué no es lacio?" fue lo primero que se preguntó al verlo. "¿Por qué…?" Recordaba demasiado bien que Credo Southworth siempre llevaba el pelo liso. Pero ella no tardó más que un breve instante en localizar las fallas en su razonamiento. El cabello de Richter era ondulado… Y evidentemente, Richter no era Credo.

Sarah sintió que algo en su corazón se trincó cuando escuchó quebrarse la vo de su hermano. Esas palabras habían dolido inmensamente, con exageración y no como un dolor "cualquiera" pues aquello en realidad la hirió.

-Richter… -llamó, pero fue más por hacerse la idea de lo que realmente estaba pasando, hasta que…- Te quiero tanto, hermano -le dijo al oído.

"Hermano". Había añadido esa palabra con toda intención, marcándole una línea invisible que, juraba, jamás se atrevería a romper.

No obstante, encontrándose tan cerca, la mayor lograba sentir en su pecho el veloz latir del corazón del príncipe y su violenta respiración; y asumió que entonces él podía sentir los suyos. Todavía ruborizada, estaba tratando de recuperarse de tan intensa emoción. Inhaló profundamente, liberando el aire caliente en un suspiro como un intento de recobrar su propio control.

Se separó de él un tanto y barrió con la vista su precioso rostro. Era como ver a un niño. Entonces ella alzó el dedo índice de su mano derecha y lo llevó justo a la punta de la nariz… de Richter. Quizá una hermana mayor hubiera dicho algo como "Encontré tu nariz"… Pero Sarah atinó a decir algo similar.

-Te ves increíble, Richi -murmuró poniendo una dulce sonrisa en sus labios.- Bueno, tú eres increíble… Pero no me refiero a esto, -creyó pertinente anexar la aclaración- me refiero a ti.

"¿En su naturaleza?" pensó Sarah sonriendo y estrechando la mirada. A su modo de ver, lo único que estaba en su jodida naturaleza era hacerse el gracioso y la impertinencia. Pensó en mencionárselo sólo por molestarlo, pero a tiempo se percató de que Richter había cambiado el foco de su atención.

-¿Ah? -balbuceó al oír su nombre. Y luego le dedicó un gesto de desacuerdo, entrecerrando los ojos y con sus labios torcidos y apretados.

-Muy bien, tú te lo pierdes -reclamó, poniéndose de pie. Mas terminó sonrojándose cuando al levantarse sus piernas fallaron durante un momento, no obstante -y gracias a que se apoyó en el cuerpo del príncipe- rápidamente se estabilizó.- Lo pagarás caro si me duelen las piernas mañana -amenazó a su hermano, siempre con un dejo de diversión.- ¡Y ni una palabra a Alex! -señaló- Ya se lo diré yo… tal vez… algún día… en mil doscientos años… -dijo rodando los ojos.

Luego se acercó al escritorio y tomó una caja de pañuelos de papel. Ella tomó unos cuantos y después le lanzó la caja al castaño, preguntándose cómo se suponía que debía actuar ahora con él. No tardó en decidirse y optó por lo conocido, de manera que le trataría como si nada hubiera pasado.

"Aunque… Nada volverá a ser igual" pensó, observándole. "…Pero puede ser aún mejor."

Botó los pañuelos a la basura cuando terminó de limpiarse y luego se sentó en una de las sillas. Cruzó una pierna sobre la otra y habló.

-Has regado mi ropa por todo el despacho -dijo cruzándose de brazos- Lo mínimo que podrías hacer es devolvérmela -añadió alzando una ceja, intentando hacerse la seria. Aunque claro, la cara de señora amargada no le duró demasiado…

Ante el reclamo el principe de carmin solo atinó a suspirar no supo si fue de alivio o con pesadez. Y al comentario de las piernas, sus mejillas no tardaron en sonrojarse un poco más y solo desvió la mirada.

-Bueno, no fui yo quien sugirio tal pose-- y sonrió con picardia, ha de decir verdad aquel comentario aumentó un poco el orgullo masculino del principe.

Seria entretenido sin duda observar al dia siguiente como pretenderia de ocultar tal cosa y simular que nada habia pasado. Aunque, así como su sonrisa llegó, se fue. ¿¡Mencionarle algo a Alexander Iskandar de eso!?

-¿¡Estas loca!?- Bueno, ¿quien no lo estaba en ese mundo. Pero decirle al rey de corazones algo de lo que pasó en esa oficina, no era lo más sensato del mundo. Porque, si bien, es un grandulon de buen corazón, seguro saber algo de ello si le haria enojar, y sinceramente era algo que Richter no pretendia ver jamas.

Pues nunca le habia visto enojado, pero sabia de un buen amigo que, las personas tranquilas y simplonas como Iskandar, dan demasiado miedo cuando llegan a molestarse.

Podia contarle cualquier cosa al pelirrojo, incluso de sus aventuras, -y mira que el otro tambien lo hacia- más lo de ese dia, debia quedar entre ambos, y nada más. Ya, tomó aire para tranquilizarse, estaba siendo exagerado con respecto al tema, y con la diestra se levantó ligeramente el flequillo, fue entonces cuando ella lanzó la caja de pañuelos. No pudo evitar el mirar de vez en vez a la mayor, de hecho no perdio detalle de ella cuando tomó asiento y cruzó los brazos. Cuando él mismo terminó de asearse, botó los pañuelos a la basura, con todo y caja.

--Me daria el gusto de negarme a tal cosa, excepto porque sé que de hacerlo me llevaria una reprenda.--media broma lo cierto era que no queria perder detalle de la figura que yacia frente suyo, es decir, seria la única ocasion que podria verle de esa manera.

Echó una ligera carcajada antes de ponerse de pie y buscar su pantalón, una vez que se lo puso, comenzó a recoger la ropa de la mayor dejandola sobre el escritorio, con una excepción: las bragas.

-¡Jaja, siempre pense que serian de abuelita!- Mencionó estirando la prenda con los dedos indices por los bordes mientras sonreia de oreja a oreja. Dicho comentario habia sido con afán de fastidiar y sobre todo por la expresión de "señora amargada" que mostraba la mayor, aunque tambien fuese broma.

Quizá podria ir a dar a la guillotina por tal atrevimiento, ¡ah pero definitivamente, el gusto nadie se lo quitaba!.

-Ah, no, no es de que te des el gusto, Richter –se apresuró a decir en su tonito de amonestación… de amonestación que no iba en serio y que era más una broma que cualquier otra cosa. Porque ¿cómo podría reprender a Richter? Más aún si estaban fuera de contexto, en su oficina, sin ropa y demás.

Rodó los ojos por lo que acababa de pensar y después se dedicó a observar al cuñado recoger sus prendas. Era demasiado bueno para ser verdad… Obviamente porque no lo fue.

“¡¿De abuelita?!” pensó sin entender al principio. “¿¡DE ABUELITA?!” Vio a Richter jugueteando descarada y estúpidamente con sus calzones.

-¡DEVUÉLVEMELAS! –le exigió, saltando de su asiento. ¿Cómo se había atrevido? ¿Qué diablos tenía Richter en la cabeza que se le ocurrió que era buena idea hacer eso?

Avergonzada, molesta y con su cara completamente roja, Sarah recogió una de sus botas y se la lanzó al castaño. Ella sabía Richter tenía buenos reflejos, así que aquél proyectil no fue más que mera distracción para él. Pero seguramente, cuando esquivara la primera bota, podría notar cómo una segunda se aproximaba velozmente hacia él.

La reacción de la "malvada reina carmin" hizo que la carcajada del menor saliera a flote. Sarah tenía razón de sentirse de tal forma ¿de donde demonios es que habia sacado la idea el moreno de semejante comentario?

-Ah, por supuesto que no, podrian ser un buen recorda-...- Y miró aquel "proyectil" acercarsele. La reina estuvo en lo correcto, iskandar el chico posee buenos reflejos.

De forma que solamente hizo la cabeza hacía un lado, sintiendo como el calzado pasaba cerca de su rostro. Se dispuso a seguir con sus estúpidas palabras, cuando, subitamente lo único que observó fue la suela de la otra bota acercarse y golpearle de lleno el rostro. Para su desgracia el tacón de la misma le pegó justo en el tabique nasal, lo que obligó al menor a cerrar fuertemente los ojos y llevarse la izquierda hasta el rostro.

-B-bueno esa si me la merecia- Al menos lo admitia(?).

Fruncio el cejo acercandose hasta el escritorio para dejar las bragas de su majestad ahí junto con la ropa, para desviar la mirada dirigiendola hacia arriba y un lado .

-Esta bien, tu ganas- Al menos ya sabia que con Sarah no podia bromearse de semejante manera...


...Bueno, era el único idiota que se atreveria a decirle algo así a la reina. Aún aguantandose la risa entre dientes, continuo recogiendo su ropa para terminar de vestirse.

Aunque, habia algo que jamás iba a mencionar, aquel soes comentario fue con el afán de echar abajo el ambiente tenso o incomodo que pudiese surgir entre ambos, pero sobre todo para no verse cabizbajo y mucho menos, llevarse el triste recuerdo de como termino todo.