Pursuing my true self [Priv/Sarah] +18

Gocénme nenas, que me les voy-

Fue lo que mencionó el dia anterior, antes de salir del juicio, otras de las tantas frases de caza novas que tenia. Algunas personas no podrían negarlo, era un tanto famoso entre las pueblerinas, e incluso con una que otra sirvienta del castillo.

Pero tambien, era bien conocido, que no pretendía nada serio con ninguna de ellas. "Y ya era tiempo que tomase una decision" según otros más. Suspiró nefasto, lo cierto es que abandono la sala del tribunal con semejante tonteria como esa por lo que Sarah dijo "Ni lo piensen porque su pareja la apruebo yo"

¿Cómo podría ella aprobar algo que no sabia?

Ese dia sinceramente se levantó sin ganas de nada, nisiquiera atendio los establos como de costumbre, solo se sentó ahí al margen de una de las fuentes del lugar. Estaba tan pensativo que cualquiera podría decir que estaba imitando a una estatua, pues ironico su postura imitaba a una obra famosa "el pensador" Se estaba debatiendo mucho ¿Seria capaz de decirle de una vez por todas la verdad a su querida "hermana"? O ¿solamente seguiria fingiendo como un estupido frente de ella?

Si, habia ocultado bien sus sentimientos, tanto así que bien parecia estar interesado en la dama de compañia de Sarah. Incluso ¿Cuantas veces no imaginó estar en su lecho siendo que se encontraba con otra mujer?

-"Me voy a volver loco"- Piensa con ironía pues ¿quien no lo esta en ese lugar?.

Después de un día terrible y desalentador, la reina de Corazones despertó en su habitación únicamente para decidir que no quería volver salir de ahí. Sin embargo, Ofelia insistió tanto que al final Sarah optó por escapar de su habitación sólo para que la rubia dejara de molestarla. De manera que pronto la reina apareció en la puerta del palacio, esperando que le llevaran a uno de sus caballos. Afortunadamente, al par de minutos comenzó a escucharse el tronar de los cascos de un palomino sobre los adoquines.

-Vigilante -le llamó con un tono plano y sin alegría, como si hablarle al caballo fuera una tan sólo una formalidad.

Vigilante resopló, dio un par de pasos aparentemente aleatorios y luego se retiró caminando tranquilamente. Sin saber qué hacer, Sarah observó cómo su caballo lentamente "se le escapaba".

-¡Vigilante! -exclamó, pero el equino ignoró a su dueña, ni siquiera movió las orejas. Entonces Sarah decidió que debía ir caminando tras él... y eso hizo.

El palomino se movió con calma hasta llegar a la fuente del jardín del castillo y ahí, al encontrarse cerca de Richter Iskandar, finalmente se detuvo. Después de eso, unos segundos bastaron para que la reina de Corazones apareciese junto al caballo. Una leve curva se formó en sus labios.

-Buen día, buen día, Richter.

Afortunadamente para el castaño, el pisar de los cascos sobre los adoquines le hizo alzar la mirada topandose con el caballo al cual rapidamente reconocio como el de Sarah. Arqueó una ceja ¿Qué estaba haciendo ahí el solo? No pudo simplemente seguirle por gusto -quizá- pero como nisiquiera pensó ese dia ir al establo tal vez las puertas estaban abiertas.

Se levantó de su lugar tan solo movido por el impulso de acariciar al animal, esperaba que eso le distrajese aunque sea un poco. Llevó la diestra hasta la frente del corcel acariciandole sin importarle que, como de costumbre llevase guantes.

-¿Qué haces acá?- Pregunta, como si el corcel mismo fuese a responderle, aunque ya no era raro en él viendosele hablar con los animales -aunque algunos si le han llegado a contestar, pues no olvida que en wonderland hay animales que razonan-

Y como si la razón de sus pensamientos se hubiese materializado, ahí estaba Sarah. Ironico, pues aunque le viese casí a diario durante parte de su infancia y en el castillo ahora se tensó al grado de no saber ni que responderle.

Se limitó a entre cerrar los ojos mientras torcia los labios y enfoco su mirar sobre el caballo.

-Tu...- Bonita broma que se le ocurrió al equino jugarle.

-¡Buenos dias! ¿Problemas con el muchacho?- Sonrió lo mejor que pudo mientras palpaba la crin del caballo. -Puedo trabajar en él si quieres- Ladeó la mirada, ligeramente sonrojado.

Afortunadamente de eso podría culpar al sol por el tiempo que estuvo ahí sentado ¿Qué no?

Dedicó un instante para observar al príncipe de Corazón, notándole inusualmente incómodo. Desde luego para Sarah podía resultar sencillo notar algo como eso en su "hermano menor", pero lo que ella no sabría por más que revisara opciones y generara un sin fin de hipótesis, era la verdadera razón por la que él se encontraba así. Pero ella creía que todo iba a estar bien y confiaba que si algo andaba mal en algún momento Richter se lo iba a decir.

Por quedarse pensando, inconscientemente se colocó una mano en la cadera, asemejándose a una tacita de té.

-No sé si debiéramos llamarle un problema, tal vez sólo tiene negocios contigo -dijo a manera de broma, mientras se acercaba para abrazar por el cuello al Vigilante. Entonces recargó también la cabeza sobre él y suspiró.- Lo dejo entonces en tus manos capaces, pero con la condición de que yo pueda ver -sonrió sólo ligeramente... Pues a pesar de lo mucho que le agradaba la compañía de su hermano, veía imposible olvidarse de lo ocurrido el día anterior. Recordaba todo demasiado bien y el sólo pensar en ello la entristecía y preocupaba.

Bajó la vista al suelo, dejándose llevar un momento por aquellos sentimientos. Después soltó al caballo y volvió la mirada hacia el castaño, encontrando más cosas raras en él. Rápidamente llevó su mano derecha a la frente del menor.

-¿Cómo te sientes? ¿Estás bien? -le preguntó mientras comparaba la temperatura de su frente con la suya.

Eso si que le tomo por sorpresa ¿Realmente Sarah quería verle trabajar con el caballo? No era problema, es decir, le había visto varias veces conviviendo con los animales, claro jugueteando e incluso se había convertido en su cómplice cuando de pequeño pretendía adoptar a alguna nueva mascota y sus padres se lo impedían.

-Claro ¿Por qué no? igual estaba algo abu- Y algo alarmante pasó.

Tenia demasiado cerca a Sarah, si bien el contacto físico con ella era un tanto normal ante bromas y demás pero en esa ocasión resultaba ser un poco diferente ¿Seria acaso por que ya no podía ocultar por mucho tiempo lo que realmente sentía por ella? Todo se le estaba saliendo de las manos y eso, no era bueno.

No, seguro de decirle Sarah ya no le vería igual, estaba casada con su hermano y eso es lo que importaba, si ella era feliz con eso, el era feliz pretendiendo que todo estaba bien al trabajar en los establos recluyéndose de los demás, especialmente para no verles juntos, como reyes.

-Eh, umnn, estoy bien- Asintió, como si nada le estuviese perturbando. No era la primera vez igual que no le decía las cosas en su momento, por lo general esperaba a no poder mas para ir a hablar con ella... si, todo por orgullo.

Pero también era por su atracción hacia la azabaches que podía contarle abiertamente las cosas, sin importarle que le viese en momentos de "debilidad" y quizá también era la única que toleraba su mal genio, justo como ese día que el groseramente le grito mientras negaba que no quería que su hermana le escribiese un cuento ¿Y en cambio? Sarah lo hizo y exactamente de lo que había dicho "De nada"...

-Tal vez tengo el rostro rojo porque he estado bajo del sol buen rato, hahahaha- Y se rasco la nuca, haciendo cada uno de sus gestos un pretexto para escudarse y no decirle la verdad. -Te noto decaída, si quieres podemos ir a otro lugar para que te distraigas... si quieres... ¿No me digas que te peleaste con Corett?-

Sarah le observó con sospecha unos segundos más, pero luego ya no hizo más comentarios. Se le había ocurrido que tal vez Richter tenía razón y esas ideas únicamente venían de su imaginación; pues le parecía también bastante lógico que si ella se sentía mal, viera sus propios sentimientos reflejados en los demás... en este caso él.

Pero de pronto la mayor se quedó helada.

Definitivamente se notaba su estado de ánimo, pero una cosa era admitirlo frente a Richter y otra completamente distinta era decirle el porqué. ¿Cómo podría decirle que había estado con el General de Diamantes? Un hueco se formó en su estómago de sólo pensar lo que pasaría si se enteraba. Sabía que incluso ella aún conociendo la situación no lo toleraría. Y es que era tan doloroso tener que ocultarle algo así a su propia familia, cuando ellos eran quizá los únicos que podían darle cariño y comprensión. Sarah no podía simplemente llegar con su "hermano" y pedirle que la abrazara.

-¿Ah? ¿Pelear con Corett? -dijo tranquilamente, evadiendo lo anterior- Hace tiempo que no la veo, así yo creo que así no podría pelear con ella ni aunque quisiera... -se tocó el mentón con una mano, pensativa, y miró a Richter a los ojos- Pero qué bueno que me lo recuerdas, porque ya sabes, no hay que dejar que las buenas tradiciones se pierdan -añadió a modo de broma, con una sonrisa de lado. Era cierto que ella adoraba a la reina de Tréboles, pero eso no iba a impedirle hacer un pequeño chiste al respecto; sobre todo cuando era bien sabido -al menos por sus más allegados- que en la mayoría de las ocasiones las opiniones de ambas reinas discrepaban casi siempre.

-Pero respondiendo tu ofrecimiento, realmente me gusta este lugar... Aunque no sé si quiero verte más rojo de lo que ya estás, ¿te parece si vamos por ahí para buscar una sombra? -dijo mientras sujetaba las riendas de su caballo y éste, bastante mimoso, comenzó a sobar su cabeza contra el cuerpo del castaño. Entonces Sarah empezó a caminar y preguntó fingiéndose distraída:- ¿Cómo estuvo nuestro juicio de ayer?

Rió ligeramente ante la pequeña broma de Sarah. En parte era bueno que no estuviese molesta con su majestad de verde... pero por otro lado, no se hacía una idea de que era lo que le pasaba, y, suponia, preguntar asi abiertamente, se veria grosero. No es que fuese el señor modales y amabilidad pero no pretende incomodar en ninguna forma a la mayor.

Siguiendo el juego del corcel, el principe de corazones le dio un ligero empujon al mismo, claro esta que no iba a lograr mover a semejante pared de musculos pero es la forma con la que tiende a jugar con los equinos que se muestran tan afectivos con él.

-Me parece bien, no vaya ser que por asarme de calor me venga una jaqueca- Que era lo ultimo que necesitaba o queria.

Aunque, de reojo miro a la azabache cuando esta mencionó lo del jucio, Richter sonrió con cinismo, recordando como la misma Sarah, y él, callarón más de un par de veces al Coronel Gutierrez.

-Estuvo bien, apuesto que jamás habian callado de semejante forma a gutierritoz- Canturreó -Aunque, fuera de eso. Algunas de tus damas de compañia así como Orchid dicen que te estas ablandando pero...- Chismes, chismes por doquier y claro que una que otra dama de compañia le contaba mas de una cosa que escuchaba por ahí, con un pequeño precio, claro. -Pienso que es algo bueno, Sarah. Uno no siempre puede ni debe mostrarse hóstil. Aunque incisto que ese cachorro se merecia un poco más por haberte ofendido...- Se hizo el flequillo hacia atras, realmente no sabia como darse a entender - ah, disculpame, en esto de politica y demas soy un idiota, como ya sabras

Como si hubiera estado esperando su turno para hablar, el caballo que caminaba a un lado de ellos resopló enérgicamente. Los tres habían avanzado tan sólo unos cuantos metros, llegando así a un camino de piedra rodeado de rosales con flores blancas, rojas y negras. Sarah miraba a Richter mientras hablaba. Le encantaba ver que se expresara tan sincero y despreocupado.

Un auténtico 'potro de sangre caliente' -como decían algunos- le parecía a veces.

"¿Estuvo bien?" Se preguntó e intentó no reírse cuando el castaño mencionó aquella referencia al Coronel Jefferson Gutiérrez. Quizá hasta cierto punto daba miedo cómo ellos dos hacían chistes sobre un hombre que llevaba cientos de asesinatos a su nombre, pero eran contadas las personas en el reino que se atreverían a cuestionarlos.

Sarah abrió la boca para decir algo, mas entonces el príncipe se atrevió a añadir un verdadero comentario. Al escucharle, la pequeña sonrisa en el rostro de la azabaches escapó de sus labios.

Chistó bajo, con ironía.

-Le dije a Orchid que eso era una vil mentira, pero creo que tanto tú como yo sabemos que lo que dijo es cierto. ¡Ah! ¡Detesto que él tenga la razón más seguido que yo! -exclamó mirando al cielo y luego, aún con la cabeza en alto, miró de reojo a Richter y le sonrió.- Gracias por decirme que las cosas no se han convertido en un completo desastre... -suspiró- Aunque te aseguro que yo misma te mandaré al calabozo si vuelves a llamarte idiota. Si tú no sabes de política es porque no quieres -lo sermoneó- Yo sé que si te interesara harías pedazos a todos... eew, metafóricamente. El que sí literal los parte a la mitad es "tu amigo" Gutiérrez, pero él tiene complejo de perro desobediente, ¿no te parece? -dijo entre risas- Y sí, será lo que quieras, pero se ve que te adora. Bueno, ¿quién no lo haría?

-"¿Completo desastre"?- Y le miró de reojo.

¿Por que habría dicho eso? ¿Seria por lo que le tenia tan pensativa momentos antes, o hasta cabizbaja? Al menos logró su cometido, el de sacarle una pequeña sonrisa, para el, ya era un verdadero logro Y rio ante la leve reprenda, no es que no se le haya intentado enseñar política y economía al príncipe de corazones, sino que, mas bien, le aburría en sobre manera.

Y es por eso que el mismo no se consideraba el príncipe de rojo

... Claro, a menos que le conviniera. Pero su risa burlona no busco escondite alguno cuando la azabache menciono lo del perro desobediente.

-Creo que le hace falta un buen correctivo. O que alguien le estire la correa, pobrecito esta tan amargado.- rodo la vista hacia arriba -Yo no le agrado a los nobles que porque me la vivo con sucios animales, pero los animales parecen ellos discriminando a la gente de esa manera, tragando como cerdos en las fiestas de gala y siendo hipócritas. ¡Ah y Ophelia!- Se llevó las manos al pecho como si le hubiesen enterrado una daga ahí mismo.

-¡Ella me detesta! se resiste a mis irresistibles encantos*... Aunque mas bien fue desde esa ocasión que le dije "¿Estas lista para caer a mis pies" mientras estúpidamente intentaba bailar un vals con ella y que literal cuando la incline fue a dar al piso- Claro que la primera parte de su "relato" era broma... llevaba buena amistad con ella -al grado de fingir interés romántico con afán de cubrir lo que sentía por Sarah-

-Y hiere mis sentimientos con su cruel indiferencia - ¿Cual? -Pero bueno, la perdono... Volviendo al tema. Pienso que no esta mal que te ablandes un poco, últimamente te veo mas de buen humor ¿A que se debe?- No iba a mencionarle que noto tal cambio, desde que regreso de ese evento de los Lazos del Destino.

"Creo que le falta un buen correctivo." Dijo el menor de los dos. Sarah alzó las cejas, sorprendida.

En el mundo ideal de la mente de la reina, sus comentarios no llevaron ningún cuestionamiento. Pero ella siempre tuvo el mal gusto de hacer preguntas retóricas. O más específicamente, preguntas retóricas que sonaban como preguntas de aquellas que debían contestarse. Y bueno, Richter no sólo las contestó, sino que lo hizo de una manera mordaz.

A Sarah le gustaba la forma en que Richter hablaba exageradamente de cualquier cosa... y cómo hacía bromas aún cuando se trataba de algo que lo llenaba de indignación. Ella le miró y apretó los labios para no carcajearse. Eso era condenadamente gracioso. O por lo menos lo fue hasta que...

-¡Oh, pobre niña! -exclamó al escuchar los comentarios que hacía su cuñado acerca de Ophelia y lo hizo con tintes de diversión. Mas no podía evitar sentir pena al saber que su dama de compañía en verdad pensaba en Richter con pasión y afecto, y que aún así ella hacía caso omiso a cualquiera de sus flirteos... Todo con justa razón. La jovencita le había dicho más de una vez que le daba miedo sentir amor por el príncipe porque seguramente él no buscaba nada serio.

Sarah nunca la culpó por eso.

-¿Volviendo al tema? -dijo alzando una ceja, mirándole con un aire divertido y retador. Sin embargo, conforme el castaño terminaba la pregunta, poco a poco la sonrisa de ella disminuyó.- Ah, bueno... yo no me había dado cuenta, pero si Richter Belmont me lo dice entonces debe ser cierto. -Se acomodó los cabellos- La verdad es que no sé si eso es bueno. No esperaba que el cachorro del juicio de ayer terminara en las manos de... -calló abruptamente, había estado a punto de nombrar a Credo- de ese militar del otro reino.

Miró al suelo y pensó en eso durante un breve momento. Después se dirigió a Richter de nuevo.

-Pero ya no importa. Aunque ocurran cosas como esa y tenga que gruñirle a todos, te aseguro que siempre estaré de buen humor para Alexander y para ti.

Y nego divertido cuando su majestad comentó con respecto a lo de Ophelia. Lo cierto es que, sí, era un error que -conociendo lo orgulloso que era- le seguiría por algun tiempo, especialmente por el ridiculo que hizo pasar a la rubia y su mismo error también.

Su sonrisa se amplió, sabiendo que tal vez Sarah sonreiría solamente para ellos dos... Que importaba, siempre y cuando lo hiciera tambien para el. Si, era algo egoista y lo sabia, pero era un poco de felicidad a la cual podia aferrarse ¿Y qué importaba no? Sus padres le detestaban al igual que los nobles, con los únicos que podía sentirse comodo era con el grandote, pero especialmente con Sarah...

-Esta bien ¿No? Al menos asi no andara fastidiando por el reino- Aunque, claro, Nero no habia estado fastidiando en Corazones, el problema comenzo en Diamantes...

Y así era como Belmont seguia haciendo conversación... La mayor no sería capaz de sospechar nada si continuase de esa manera, despistaria las cosas y despues vería como comentarle todo lo que ha estado ocultandole a ella. De vez en vez le miraba por el rabillo del ojo y cuando creia que sus miradas se cruzarian desviaba rapido su mirar para que no el atrapase.

¿Cuanto tiempo habia estado fingiendo? Realmente no lo sabia. Pero si realmente iba a mantenerse firme y orgulloso como siempre lo ha hecho, no podia estar ocultandolo por mas tiempo.

-ummm, Sarah- Le llamó para atraer su atención, aunque esta vez no le miradaba, sus grises orbes se enfocaban mas en los adoquines del jardin por donde caminaban. -Hay algo que debo decirte-

Y parecia una mala broma del destino, el caballo bufó mientras hacía su cabeza hacia atras impidiendole al principe observar a su majestad cuando al fin se armó de valor. Chasqueó la lengua y tiró las riendas para obligarle a hacerse a un lado ¡Lo único que le faltaba!

Pero no, no iba a ponerse de malas, ya lo había decidido.

-¿Podemos ir a otro lugar?... Donde casí no haya gente, o donde los fastidiosos guardias no puedan vernos...- Si, porque si se enteraban, la que se armaría...

El principe carmin solamente observó a su real majestad mientras esta intentaba montar al equino. Aunque la idea de ir a otro lugar era atrayente, de igual forma cualquiera que llegase a verles no tendría porque sospechar nada, o de extrañarle, no es secreto que ambos se llevan como hermanos.

-Nah el jardin amurallado esta bien- Metio ambas manos a sus bolsillos mientras camina, suponiendo que la mayor le seguiria a caballo.

Igual no habia tanta prisa en el trayecto pensaria con cautela sus palabras. Lo cual era algo extraño pues. La sola idea bastaba para ponerle nervioso, incluso podia sentir como su corazon latia rapidamente, y aunque no le agradase la idea, tuvo que sacarse sus tan acostumbrados guantes de cuero puesto que las manos comenzaron a sudarle. Sabia bien a que se debia el nerviosismo, siempre ha respetado y en parte temido a Sarah, y a lo que consciencia le gritaba es que, seguramente ella terminaria rechazandole. Dolia pensar tal cosa, pero era lo más realista posible entorno a tal cosa.

Y era por eso que había preferido ocultarlo por mucho tiempo antes de que orgullo se viese afectado por ello.

Y cuando menos se percató ya estaban en dicho lugar. Afortunadamente iba acompañado de no ser así lo más seguro es que se hubiese pasado del sitio, como siempre. Bajo un frondoso árbol ayudó a Sarah a bajar del caballo y despues, se alejó unos cuantos pasos. Tragó saliva.

-Sarah- Agh ¿Por qué era así de estúpido? Los nervios se estaban apoderando de el ¡No era lo correcto para el orgulloso potrillo Belmont!.

El sonrojo se apoderó nuevamente de sus morenas facciones, y por tan solo unos instantes desvió su mirada. No había marcha átras. Tomó una mano de la mayor para acariciarla. De seguir así no tardaría mucho en comenzar a tartamudear por el nerviosismo...

-Me gustas- Finalmente, lo dijo. Y no supo porque pero con tales palabras se sintió un poco mejor.

Ahora solamente habría que ver cual sería la respuesta de Sarah

Afortunadamente para Iskandar "El chico", su cuñada estaba demasiado ocupada tratando de controlar a su corcel como para percibir su incomodidad y nerviosismo. Era curioso ver cómo una persona con tanto poder político y militar se las estaba viendo duras para hacer caminar a un caballo de cuatro años. Pero lo bueno era que Richter no estaba prestando suficiente atención como para percatarse de ello y hacerle mofa al respecto.

Menos mal. -Por la salud mental del castaño y del caballo si Sarah llegaba a explotar-.

Tal vez bajo esos términos, que caminaran juntos, pero cada quien metido en sus propios asuntos, parecía lo ideal. Sin embargo algo como eso no pudo durar mucho tiempo.

Las miradas de ese par de líderes de rojo volvieron a cruzarse. Y Sarah, ayudada por el más alto, bajó de un brinco de su caballo. Recorrió con la vista el jardín a su alrededor y se sintió mucho mejor.

Suspiró.

-¿Pasa algo? -dijo viendo a los ojos del castaño. Sabía que algo andaba mal, pero no sabía qué... Y aunque también pensaba que debía preguntárselo, no sabía cómo. Verle así empezó a desconcertarle poco a poco, su rostro se había puesto serio e incluso dejó que él sujetara de la mano.

No pudo recordar cuándo fue la última vez que Richter le tomó de la mano sin los guantes, pero evitó divagar porque eso no era relevante.

O quizá sí, dependiendo de lo que Richter fuera a decirle. Entonces, así, sin más, el castaño se lo dijo.

"Me gustas." Directo, concreto y lejos de malinterpretaciones... A menos que estuviesen en Wonderland, que de hecho, lo estaban.

Sarah alzó un poco la cara para verlo mejor y levantó las cejas en una clara señal de sorpresa. "¿Me gustas? ¿Me gustas cómo?" repasó en sus pensamientos. "¿Como me gustan las manzanas? ¿O como a Vigilante le gustan las manzanas? ¿O cómo?". Con una expresión ambigua en un rostro, la reina demostró que no sabía de lo que estaban hablando.

Miró a su alrededor y después volvió sus ojos hacia Richter Belmont. Le observó atentamente e intentó recordar sus palabras, las caricias de sus manos y la forma en que él la miraba cuando le hablaba. En el fondo, -muy, muy en el fondo-, algo conocido como intuición le murmuraba de qué se trataba, pero Sarah se lo negó. Porque eso simplemente no podía ser verdad.

Sonrió.

-¡Richter! ¿Por qué me maltratas? ¿¡Qué necesidad hay de hacerme chistes que yo no entiendo!?

Podía sentir la piel suave y tersa de su majestad de rojo, fue buena idea despojarse de los guantes. Esperando por la respuesta es que continua mirandole, sacando de quien sabe donde la fuerza de voluntad para sostenerle la mirada. ¡Agh! ¿Por qué demonios no pudo ser mas especifico?... Oh, cierto, los nervios. Apretó la mano libre un tanto indignado ante la respuesta de la mayor

Aún sin soltarle frunció el cejo y torcio ligeramente los labios ¡Eso no era una broma! Podía bromear de cualquier cosa con Sarah e Iskandar pero cuando era el debido momento, podia ser cinico, podia ser libertino, pero definitivamente en esa ocasion, estaba siendo sincero.

Y quiza por ello es que dolia el hecho que Sarah se lo hubiese tomado como broma.

Sus manos pasaron entonces a los hombros de la azabaches para apegarle al árbol aunque procurando no verse tosco, aún en la situación que se encontraban Richter continua respetandole.

-¡No estoy bromeando, Sarah!- ¿Y de donde sacaba que le estaba maltratando? -Tu.. Tu...- Nego -A lo que me refiero es que... En verdad te amo ¡Y daría lo que fuera por estar a tu lado!- Aunque sabía que tal vez eso, era algo meramente imposible.

Cerró los ojos, y se acercó peligrosamente a sus labios, no obstante se abstuvó. Le tomó con fuerza de los hombros antes de suspirar con resignación y apartarse...

...No, simplemente no podía... Ahora seguramente ella le odiaría...

Sin poner resistencia alguna la reina se recargó en el tronco del árbol. Pero cuando habló Richter, se negó a creer lo que estaba escuchando. Incluso buscó algún indicio de mentira o risas en el rostro del menor, pero no halló nada. Su corazón la golpeó con fuerza, raudo, y sus piernas se volvieron débiles y temblaron.

Decidió que Richter no podía ni debía amarla.

Sin embargo, terriblemente nerviosa cerró los ojos al notar que él aproximaba y sintió sobre las mejillas su respiración cálida. Tras un momento más no pasó nada. Abrió lentamente los ojos, encontrándose con el familiar rostro del castaño, doliéndose, sabiendo que ya nunca lo volvería a ver igual.

Ahora se daba cuenta de que había vivido en una mentira.

-¿En verdad te amo? -dijo frunciendo el ceño, pronunciando las palabras con lentitud, en un tono de desacuerdo.

"No lo entiendo ¿Es que todo ha sido un engaño?" pensaba. Su alma estaba siendo carcomida por oscuros sentimientos de impotencia, frustración y pánico. "¿Desde qué día? ¡¿Desde cuándo sus palabras y abrazos llevan atrás esos sentimientos tan equivocados!?" Pensó afligida y se aborreció. Se hizo presente aquella sensación que decía que su vida estaba destruyéndose y la odió también. Entonces hizo lo único que, entre sus pensamientos ásperos y confusos, atinó a hacer.

Gritó.

-¡¿Cómo te has atrevido, Richter?! -vociferó empujándole violentamente hacia atrás- ¡Tú no puedes amar a alguien como yo! ¡No puedes! ¡Ni tú, ni nadie! ¿¡Me oyes?! -le dijo sintiéndose cruel y culpable. Y casi inmediatamente fue asaltada por la necesidad de llorar. Unas cuantas lágrimas aparecieron deslizándose por su rostro, para luego terminar perdiéndose. Pero Sarah no sabía por qué lloraba, los motivos se desvanecían entre llorar por "todo" y por "nada".

Para Richter Belmont, no era muy extraño que una mujer le rechazase. Claro, se ha ganado ya su reputación de "sólo quiero algo de una sola noche" entre mas de una puebleria de Rubine. Sin embargo, en esta ocasión, no era de esa manera.

Dolia...

Era algo que simplemente no podía controlar, jámas ha permitido que alguien hiera su orgullo -por ende el disgusto que mostraba siempre ante sus padres- y sin embargo, no pretendia argumentar algo en contra de Sarah, estaba en su derecho. Realmente habia sido bastante atrevido, aunque eso ya era algo muy normal en él.

Dio un simple paso hacia átras cuando la mayor le empujó, no obstante, su mirar no se despegó de ella, manteniendo una expresión neutra en sus morenas facciones. "No puedes amar a alguien como yo"

-"¿Por que"?- Se cuestionó empuñando nuevamente las manos.

¿Era por lo que creia? ¿Por aborrecer la politica y todas esas cosas? ¿Entonces Sarah si le juzgaba como los demas? Si, quizá en su desesperación su mente le jugaba tal tetra... o mas bien buscaba inconscientemente un motivo para justificar el porque no podian estar juntos.

Pero ¿Cómo iba a saber el castaño que la reina acababa de salir de una relacion, cuando él ya le estaba pidiendo iniciar otra?

Quisó tocarle, pedir disculpas por haberle hecho llorar, por haber dicho lo que sentia por ella, y no obstante, se abstuvó... Orgullo, simplemente orgullo, lo único que quizá ha mantenido fuerte al príncipe de corazones durante tantos años ante las criticas y comentarios mordaces asi como despectivos a su persona.

-¡Dime un solo motivo para no hacerlo! Uno solo, con eso me conformo- Exijió con voz firme, aunque la consciencia le gritaba que lo mejor seria guardar silencio y dejar asi las cosas...

-¡Es por lo que creo! ¿No es así? ¡Eres igual que todos los nobles, una total egoista...- Fruncio el cejo y tensó la quijada, tal vez dentro de unas horas le vendria una jaqueca debido al calor y el enojo que comenzaba a crecer en él, pero no importaba, no ahora al menos...

Utilizando las mangas de su chaqueta, Sarah Vilhelm limpió su húmedo rostro. Lo hizo bruscamente provocando que sus mejillas se enrojecieran. En su confusión, volvió a escuchar aquella voz tan conocida, que si bien antes le reconfortaba, ahora había levantado un aire incómodo y hostil.

Clavó su mirada prusia en los profundos ojos de Richter y pudo encontrar en ellos todo su dolor. La angustia le atravesó como un flechazo, destruyendo brutalmente su pobre alma. Sabía que lo más importante no estaba en las palabras de Richter, sino en su tono de voz, su semblante y su mirada; pero aquél torrente de emociones evitó cualquier intromisión que pudieran hacer esos razonamientos.

-¡Cállate, Richter! -berreó furiosa, dio un paso al frente y lo abofeteó- ¿¡Por qué dices eso?! ¡¿Por qué dices eso sabiendo que yo te aprecio tanto?! -gritó sujetándole por los hombros. Le apretó con fuerza, enterrando sus dedos en la ropa. Y al sentir otra vez las lágrimas colándose entre sus negras pestañas, bajó la cabeza para que el otro no la viera llorar.

Detestaba que la vieran así. Quería y necesitaba huir. Pero no podía sólo escaparse y así continuar hiriendo a Richter. Él, Corett y Alexander eran las únicas personas que le quedaban. Si los perdía, entonces moriría completamente sola. Y Richter le importaba tanto que ahora no lo concebía fuera de su vida.

Repentinamente, la fuerza con la que Sarah le sujetaba se desvaneció. Levantó la cabeza y atravesó con su dolida e intensa mirada los ojos del menor. Entonces intentó hablarle con un tono firme, mas su voz apenas salió ...y salió quebrada.

-Sé que soy egoísta, pero también sé que sólo me has dicho eso porque estás enojado. No necesitamos motivos. Yo estaría contigo y te daría mi cuerpo sólo para complacerte, ¿pero eso realmente te haría feliz? Yo te amo, Richter, pero no de la forma en que tú quieres que lo haga. Te amo como a un amigo, como a un hermano. Y si pudiera cumplir cada uno de mis caprichos, haría que estuvieras conmigo por siempre, a mi lado. Pero tú no te mereces ese trato y, por lo tanto, yo no quiero, ni merezco tu amor.

Aquello le tomó por sorpresa. El sonido del chocar de la fina palma de la mano de Sarah no se hizo de esperar ¡Nunca imagino que ella llegase a golpearle de semejante forma! Es decir, una cosa eran los ligeros golpecillos que solía darle en plan de broma, pero eso... ya era completamente diferente… otro nivel…

Su mejilla no tardó en mostrar la bofetada comenzando a ponerse la misma de un color rojizo y el calor permanecía en dicha zona. Pasó saliva obligado a mirarle cuando la mayor le tomó por los hombros ¿Si le apreciaba tanto entonces por qué le decía que no podían estar juntos? Tal vez la egoísta no era Vilhem, sino él. Pero, por primera vez, ha querido algo tan solo para él y nadie más… algo que no sea de su hermano, algo por lo cual estar verdaderamente orgulloso, algo que le diese un motivo para mantenerse firme y continuar adelante… Alguien que le demostrase que valía algo y no solamente para reclamos inútiles…

Alguien que le hiciera cambiar en sobre manera y que, le llevase a abandonar su patético modo de vida que ha llevado hasta ahora…

-“Sé que sólo me has dicho eso porque estás enojado.”-

Directo al orgullo… ¿¡Por qué tenia que conocerle tan bien!? Cualquier otra persona ya le habría dejado ahí hablando como un estúpido, dejándole tragarse su enojo. Pero definitivamente, su alteza serenísima conocía a la perfección las palabras que debía decirle, sin embargo, en esta ocasión resultaban bastante mordaces.

Nego, en definitivamente debía… no, necesitaba aprender a moderar su carácter, o al menos callar mientras este enojado y hablar mientras se enfríen sus pensamientos.

Sus labios se curvearon hacia abajo.

-No hables como si quisiera una cosa de tan solo una noche contigo- Podría ser con cualquier otra, pero por lo mismo: imaginar que esta en brazos de la azabache –Pero te equivocas en algo, y es en decir que es un capricho tuyo que este a tu lado. Lo estoy porque quiero y me nace de todo corazón hacerlo. Puedes pedírmelo si quieres y yo estaré contento de estar ahí. Por eso, Sarah, no hables como si estar contigo fuera algo malo… Eso realmente me hiere - Tomó una de las finas manos de ella y se la llevó a los labios.

¿Por qué tenia que ser así? ¿Por qué el maldito pueblo tenia que pensar así? Realmente, ella no era la sanguinaria reina de corazones que todos mencionaban… Para él, es una persona que, pide amor desesperadamente a gritos…

Había esperado que Richter se enfadara, que se encontrase ofendido por el bofetón, por el rechazo, por sus palabras hirientes, mas aquél arrojado potro se resistió a retroceder. Sarah le miró sintiéndose orgullosa de él, pensando que por eso era el valiente y honorable príncipe de Corazones que no se doblegaba ante nada.

Ni siquiera ante las duras palabras de su hermana.

De manera que tras escucharle Sarah se quedó callada. No porque quisiera, sino porque se había visto incapaz de encontrar las palabras correctas. ¡Pero cómo iba a saber qué decir si no sabía qué era lo que quería! Estaba cayendo en un absurdo abismo donde cada frase de Richter la hería más que la anterior.

-¿Estoy hablando como si quisieras una cosa de tan sólo una noche conmigo? -Repitió tranquilamente, haciendo que la frase pareciera interminable y pesada.- No, Richter.

Alzó ambas manos para acariciar las mejillas de su joven cuñado. Deslizó suavemente las yemas de los dedos y recogió los mechones de pelo haciéndoselos hacia atrás, dejando su rostro descubierto.

-Pero tal vez estar conmigo sí es algo malo, -sonrió con tristeza- ¿tengo que destrozar todo lo que toco? –le soltó.- ¿Estarás conmigo aunque no te ame como tú me amas? Porque, quizá, sea probable que quien quiera una cosa de una sola noche sea yo.

El príncipe carmín arqueó una ceja con intriga enorme al escuchar tal cuestión, Y una vez mas, el sonrojo invadió sus mejillas al sentir el toque de Sarah. ¡No debía ni podía admitir que tenerle tan cerca se sentía bien! Ni en la peor tortura a la que pudiesen someterle admitiría tal cosa... Después de todo, la azabaches ya menciono que ella es algo que esta lejos de su alcance, y sobre todo, que debía ser alguien que el, ni siquiera debería aspirar a estar cerca, al menos de la manera en la que el deseaba.

-Deshazte de esa ridícula idea, Sarah. ¡Tu no destrozas todo lo que tocas!- Extendió la diestra en dirección -donde él suponía, puesto que su sentido de la orientación jamás ha sido bueno que digamos- estaba el castillo de Corazones –Tienes todo un reino bajo tu cargo y yo no he visto que el mismo se desmorone, ni suma en la pobreza ni nada por el estilo- Y además... No había destruido su relación con él, ni con su hermano. Seguían juntos, pese el pasar de los años y quería creer, que pasando todo ese amargo momento por el cual pasaban ahora, lo estarían igual.

-¿Acaso no lo he hecho? He estado contigo todo este tiempo, Sarah.- Y en un impulso puro, el castaño le envolvió en sus brazos atrayéndole hacia él. Pasó saliva mientras que su corazón se aceleraba. No supo que responder ante el ultimo comentario de su majestad... Sabia que estaba mal si lo hacia, o al menos pensaba tal cosa.

–No estas sola Sarah, jamás lo vas a estar. Sabes que puedes pedirme cualquier cosa y la hare, aun si quieres que me abra el pecho y te entregue mi corazón en bandeja de plata, haría lo posible por cumplir tu petición.

Sin entender los movimientos de Richter y, obviamente, sin captar completamente su idea, la reina se quedó mirando hacia la mano extendida del castaño. Acto seguido volvió a mirarle de frente, confundida. De por sí resultaba extraño cuando alguien la "regañaba"... Si era Richter quien lo hacía, eso era algo aún más inusual.

Pero debía admitir que sus argumentos no eran debatibles. No porque fuesen sólidos o estuviesen correctos, sino porque sabía que cada una de esas palabras había salido de las emociones y los sentimientos de su hermano menor. Y, para Sarah, eso era algo que no se podía discutir.

Entonces Richter rodeó con los brazos, interrumpiendo así cualquiera de sus intentos de razonamiento. El cuerpo de Sarah se acomodaba perfectamente en el espacio entre sus brazos y su pecho. El príncipe era el menor por edad, pero sólo al sentirle tan cerca Sarah se hizo consciente de que en algún momento él se volvió físicamente más grande que ella. Richter hacía mucho dejó de ser un niño, pero parecía que la reina apenas estaba dándose cuenta de ello.

-Gracias por estar a mi lado.

Tras unos instantes correspondió bruscamente al abrazo de su hermano. Y pudo escuchar los latidos de su corazón. Le sujetó con fuerza, oprimiéndolo desesperadamente entre sus brazos y ocultado su rostro en su pecho. Pero estuvieron así apenas un momento. Sarah se separó, arreglándoselas para escapar del abrazo.

-Bien pudieras abrirte el pecho, mas ya sabes que no deberías hacerlo. Te aprecio, pero no quiero tu corazón y no volveré a mirarte igual -dijo suspirando, al ver que él no decía nada sobre su proposición inmoral- Me duele saber que no puedes estar con la persona que amas, eso es una maldición. Por eso quisiera hacer algo por ti, pero lo que deseas es algo que no te puedo dar. Así que, Richter, ¿ahora qué?

Como era normal en el presuntuoso príncipe, este, cruzó los brazos, observandole detenidamente. Le alegraba el hecho de saber que quizá las cosas no cambiarian entre ambos y de hacerlo, lo harian para bien. Podía estar tranquilo con eso, aunque ahora seguro le daría un poco de pena -que no admitiria- cuando se tratase de hablar de cosas personales con ella.

Pero tendria mas confianza en sus palabras, y consejos.

Negó ligeramente ¿Maldición? Al menos podia estar al lado de ella, para Richter, ya era más que suficiente, o mucho más que eso, pues sabe que le acepta tal cual es, aún con su mal genio, aún con su amor desmedido para esas "bestias inmundas" que de vez en cuando le acompañan.

-¿Ahora qué? ¿Cómo qué, ahora qué?- Y arqueó una de sus castañas cejas - Me iré llorando como quinceañera despechada para llorar en mi cama porque me rechazarón- Nah, mentira. Quizá lo orgulloso era lo que le impedia verse afligido, aunque seguramente estaria un poco decaido en los siguientes dias.

Curioso que siempre le rechazaran, y la única ocasión que si le ha afectado, era esa.

Dio un paso hacía delante, extendiendo las manos hasta las mejillas de la mayor, e inclinó ligeramente el rostro.

-Solo te pediré algo- y se acercó, como si fuese a intentar besarle de nuevo.

Sin embargo, tomó las mejillas de su majestad para estirarlas suavemente, a manera de juego, haciendole con ello que sonriera.

-Que sonrias, y trates de ser lo más posiblemente feliz que puedas, condenada chamaca azabaches~ Y pese a todo, sonrió.

Tal vez era el único en todo wonderland que se atreveria a hacer tal cosa y llamar de semejante manera a la "temida" reina de rojo, aunque lo hiciera a manera de juego.

Cuando Richter le contestó, Sarah alzó el mentón invadida por la sorpresa. ¿Es que aún en los momentos más tensos, Richter tenía que ser sarcástico y orgulloso con ella?

Pues sí, estaba en su naturaleza.

A la mujer se le doblaron ambas cejas. Y se preparó para decir algo innecesariamente serio cuando al príncipe del reino Rojo se le ocurrió ponerse a jugar con sus cachetes. Al principio Sarah no comprendió porqué lo hizo, mas pronto llegaron el resto de las palabras de su amigo, haciéndola sonrojar como una ensalada de betabel. Intentó poner una de sus mejores caras de enojada, pero no habían transcurrido ni diez segundos cuando, inevitablemente, se rió.

-¡Vuelves a llamarme así y te pondré bajo arresto domiciliario! –dijo para quejarse. No obstante, un curioso pensamiento apareció para decirle que el “domicilio” de Richter era el mismísimo Castillo de Corazones, donde –por algún motivo- también vivía ella. Pero eso no era lo importante, lo importante se encontraba en lo que dijo el castaño antes del vergonzoso vocativo. Ante tal cosa, la fingida molestia en el rostro de Sarah se esfumó y una mirada dulce se reflejó en sus ojos.

Lo cierto era que Richter tenía razón en algunas de sus afirmaciones. Una de ellas, por ejemplo, era que Sarah solamente necesitaba algunas migajas de amor. Lo malo era que al encontrarse tan lejos de la persona que amaba, había dejado de importarle quien se lo diera.

Por un accidente las miradas de ambos se cruzaron y Sarah pudo encontrar en los preciosos ojos grises todo el amor que él sentía por ella. Y de verdad creyó que su alma debió haberse derretido en sus manos tan sólo por su ternura. Fue tal vez por todas esas cosas que se atrevió a dar un paso al frente, abrazó por el cuello a Richter y le besó.

La reina de Corazones había unido sus labios en una mezcla de amor, culpa y desesperación.

¿Arresto domiciliario? ¿Qué haría Sarah, encerrarle en los establos? Sonrió.

Si algo le atraia de la azabaches, sin duda, era la manera de pretender que se encuentra molesta cuando claramente no lo esta y su sonrojo más por que por la ira, era por la pena que sentia ante tales comentarios.

Pero claro, seria algo que, ya se guardaria para si y que haria el esfuerzo por olvidar, para no causar más incomodidad en la reina jamas. EL príncipe carmin intentó decir otra tonteria mas con respecto al entorno como si con eso la mayor fuese a olvidar lo que él dijo anteriormente. Sin embargo, fue entonces que sus labios se entreabrieron un poco para mencionar tales palabras, aunque de ellos no emanó ni una silaba, puesto a que la azabaches, le habia abrazado por el cuello. Iconscientemente, el castaño dio un ligero paso hacía atras y, fue entonces que Sarah le besó. Sus facciones no tardaron en mostrar la sorpresa ante tal acto, por un misero segundo Richter Belmont no supo que hacer. Sus mejillas se encontraban rojas, casí del tono de su gabardina y quizá fue puro reflejo, pero posó sus manos sobre los hombros de la reina y cerró los ojos disfrutando del momento


Tal vez estuvó mal que haya correspondido al gesto, pero no permitiria que nadie le quitase aunque sea esa pequeña pizca de felicidad en su momento. La culpa le invadiria, pero sería capaz de ignorarle es decir ¿Cuando ha obtenido algo que realmente desee aunque sea por poco? Solo cuando sintio que necesitaba respirar, fue que el menor se separó, no sin poder evitar dejar escapar un ligero suspiro.

-Sa-Sarah- Jadeó, mirandole a los ojos aún sin quitar sus manos de ella -No tenias porque hacer eso-

Y aún así, pese lo que mencionó, no se separaba de ella. Incluso osó juntar su frente con la ajena, conteniendose de besarle... una vez más