Juegos de caballería -priv Odette-

Ese día tuve que levantarme temprano y todo porque teníamos un evento de juegos de caballería con el reino de Corazones. No me encontraba motivado al respecto porque, claro, lo habían anunciado como juegos de caballería "amistosos".

Oh, sí. "Amistosos" ...como si algún día pudiéramos tener algo de amistad. En el fondo todos sabíamos que ese tipo de eventos eran utilizados para arreglar viejas rencillas y revolcar a otros soldados en el lodo.

Me pasé la mano sobre el cabello para acomodármelo hacia atrás, luego hice lo mismo con las solapas de mi chaleco. Ese día en especial me encontraba vistiendo el mejor uniforme que tenía. Y como no, pues si estábamos en espadas podría decirse que, de cierta manera, yo era el anfitrión.

¡Como si a mí me importara!

Iba cruzando el jardín sobre mi caballo, a paso lento, asegurándome de que todo funcionara como debiera. Sin embargo me olvidé de eso cuando encontré la barra de bocadillos y cogí en un mismo palillo 5 cuadritos de delicioso queso.

-¡General Augusto! -me llamó un novato y yo volteé a verlo. Me sentí descubierto por el descarado robo de queso.

-¿Mh? -emití ese sonido, ya que me encontraba muy ocupado masticando.

-Llegaron los escuadrones que vienen de parte del reino de Corazones.

-¿Y? -le dije levantando una ceja.

-S-s-se-según el protocolo -se puso nervioso- De-de-bemos darles la bienvenida a los Juegos -Ahí entendí porqué, pero se veía lindo tartamudeando, de manera que no tuve oportunidad para enojarme con él.

-Vale, vamos -le dije casual, todavía con la brocheta de queso en una mano. Y nos acercamos a dar la bienvenida a los escuadrones de Corazones que ya habían llegado. ¡Quién hubiera adivinado que algún día tendría que andar revoloteando con esos soldados de porquería! Y eso que no habían enviado naipes-soldado.

Extraño.

La Hiedra, mi yegua pinta, resopló cuando llegamos con ellos, como si me hubiera leído los pensamientos.

-General Augusto Aristides, -me presenté a los soldados de rojo. No supe qué más decir, así que miré al novato de antes esperando que me ayudara, pero no me dijo nada- Espero que disfruten los Juegos -añadí con una sonrisa... al final... poco convencido de lo que les decía.

**Era el momento perfecto para recorrer aquel reino tan famoso, ese al que todo el mundo hablaba de que jamas buscan peleas y todos en el reino eran egocéntricos, Odette tenia que descubrir si aquel rumor resultaba cierto o no. Aquel reino se lo conocía como Reino de las Espadas. Esa misma mañana había llegado a la entrada, después de haber caminado toda la noche para llegar, era el momento justo para robar algo de comida para su estomago.

Así estuvo varios minutos caminando buscando algún puesto de fruta o literalmente algo de comer, pero le sonaba extraño no había ningún puesto abierto y mucho menos gente alrededor de las calles, pero siguió caminando sin encontrar a nadie, sin embargo su caminar se detuvo al momento en que comenzó a enojarse, era un reino al que por primera vez estaba visitando y nadie la estaba saludando o ofreciendo algo de comer. frustrarte y enojada, Odette termino por alzar sus dos brazos a la altura de su pecho, abrió las palmas de sus manos con rapidez y de a poco comenzaron a brotar de un brillo color rojizo brillante, criaturas de color negro parecidas a aquellos animales llamados murciélagos, 4 de cada mano era lo que al final habían salido de aquel brillo, revoloteando alrededor de la joven, solo esperaban instrucciones de su única ama.

La joven se acerco a estos y les susurro su plan "malévolo". que solo entre ellos iban a conocer. Una vez pasado un lapso corto de tiempo, los cuatro pequeñines salieron volando en direcciones opuestas, mientras que Odette no tuvo mas opción que entrecruzar los brazos esperando a que sus criaturas regresen, su rostro cada segundo que pasaba demostraba mas enfado, junto con la ciudad vacía, y el hambre que comenzó a tener, no parecía estar de buen humor.

Al fin sus criaturas habían vuelto a su ama, revolotearon alrededor de ella y los cuatro comenzaron a chillar al mismo tiempo, como si fuera que estos pequeños podían hablar y entablar una conversación con Odette, luego de que los cuatro se callaron, en el rostro de la joven se visualizo una sonrisa algo picaron, y echo a correr todo por un camino que la condujo hacia una especie de jardín, llena de arboles y flores de muchos colores, pero lo que mas le llamo la atención, fue aquella multitud de gente que se podía observar a lo lejos, predominaba el color rojo y el azul, -"mmm...Si hay multitud de personas, Comida debería de haber por montón"- Fue lo que Odette pensó al ver aquello que para ella era inusual, camino con paso rápido mientras sus criaturas seguían revoloteando cerca de ella. Al momento de llegar, sus ojos se llenaron de un brillo intenso y su sonrisa se volvió algo "inocente", había observado una deliciosa mesa llena de bocadillos por montones, y lo mejor de todo era parecía que era gratis,la gente que estaba allí no le importaba, no tenia idea tampoco del porque estaban todos reunidos, pero aun así, aquella mesa la estaba llamando, así que sin mas preámbulos se acerco lo suficiente para comenzar a comer todo lo que había a su alrededor, inclusive sus pequeñas criaturas hicieron exactamente lo mismo, aunque no sean reales de carne y hueso, cuando no recibían ordenes y estaban en el mundo exterior, imitaban lo que su ama hacia sin decir ni una palabra**

Tan pronto el castaño logró zafarse del protocolo y las formalidades, intentó hacer una elegante huida. No obstante fue oportunamente requerido por uno de los jovenzuelos de la armada.

-General Aristides, -le llamó un chico de uniforme azul- le necesitamos en... -comenzó, pero su superior había alcanzado a interrumpirlo como si nada: había alzado una mano extendida, como diciéndole "Alto", demostrándole que iba en serio. Y bueno, es que en realidad iba en serio.

-Espera, -se detuvo el general un segundo para observar a lo lejos- canapés -y dicho eso se fue caminando directo a la mesa de bocadillos, dejando al otro ligeramente desconcertado.

El general de Espadas rodeó la mesa de los canapés como un depredador acecha a su presa y, cuando vio que nadie le miraba, atacó. Sujetó firmemente uno de los canapés entre sus garras y le destazó brutalmente con sus colmillos hasta que un simpático murciélago papaloteó, atrevido, justo a un lado de su persona. Entonces Augusto le miró fijamente, ofendido.

Vamos, se trataba de un murciélago... comiéndose "su" comida... a plena luz del día.

-¿Qué demonios? -murmuró con dejos despectivos y buscó a un lado de la mesa el matamoscas. Sí, el militar había encontrado una víctima en ese pequeño y negro ser. Arqueó una ceja y torció los labios.- Aaasco -canturreó notablemente molesto, al mismo tiempo que alzaba el matamoscas en su mano derecha y así, cuando el murciélago pasó a un lado suyo, con un único y certero golpe Augusto lo aplastó....

**Aquellos bocados estaba deliciosos, no podía dejar de probar y degustar cada platillo que se encontraba en aquella mesa. Lo que mas le gustaba era la mesa en donde había cosas dulces, Galletas, Cupcake, Pasteles, fresas bañadas en chocolate. muchas cosas ricas por todos lados.

Pero su modo "alegre" se apago y se encendió su molesta y fría mirada, al ver como un sujeto se acerca también a la mesa de bocados, y irrumpe su paz, aplastando a uno de sus criaturas. Una de las cosas que mas le molesta y le provoca enojo, es que se metan con sus "pequeñines", como les llama ella, por mas que estén hechos y creados por la energía propiamente dicha de Odette, no le resulta gracioso ni mucho menos lindo, que alguien las este aplastando, o lastimando.

Como acababa de pasar recién, Aquel murciélago aplastado, no sufrió ninguna herida. Simplemente se trasformo rápidamente en una de neblina negra, saliendo de aquel "matamoscas" por los pequeños y minuciosos agujeros que tenia el objeto, para que al final todo aquella neblina se uniera y se volviera a formar de nuevo la criatura en el que escapo rápidamente hacia su ama, escondiéndose detrás de los cabellos de Odette.

Ella misma entrecruzo sus brazos, dio unos cuantos pasos hasta acercarse hasta el sujeto y lo observo de arriba hacia abajo, para luego volver hacia la mirada del joven**

Siempre le haces daño a toda criatura inocente?! Acaso te estaba molestando, lastimando o haciendo alguna clase de daño?!

**se quedo con su mirada fría y molesta observando al joven en espera de una respuesta razonable, por suerte su hambre ya se había rellenado, si seguía comiendo iba a ser solamente por gula, y por no tener todavía ni un rumbo o destino al que recorrer, pero la molestia por lo sucedido no se iba a desaparecer tan fácil como desaparecio su hambre**

Cuando vio al pequeño murciélago deshacerse bajo el matamoscas, el castaño extendió una amplia sonrisa triunfal. Sin embargo, tan pronto como la criatura se desintegró, volvió a cobrar una forma igual a la de antes. Augusto, escéptico, arqueó una ceja y siguió con la mirada a la criatura, quien le llevó hasta la jovencita de cabellos plateados que recién acababa de posicionarse frente a él.

-Por supuesto que no, -le respondió a la joven y luego bufó con tonos de comicidad- Ni es siempre ni es a todas las criaturas inocentes, sólo es a las criaturas molestas y de vez en cuando. Lo juro -se rió con sencillez al tiempo que hacía gala de su enorme impertinencia, pues el general, que no había captado la molestia de la menor, se encontraba completamente divertido con la situación.

Despreocupado, con la otra mano cogió un palito para brocheta y comenzó a clavarlo en trozos de jamón y salchicha que se encontraban en la mesa. Pero Augusto volteó a mirar a Odette, de manera que clavaba el palo en bocadillos que no estaba mirando directamente y entonces...

-Oh, lo siento -dijo cuando notó que un pequeño murciélago se encontraba atravesado en su brocheta, entre un cuadrito de jamón y tres de queso- No fue mi intención, amiguito -sonrió y abrió la boca dispuesto a comérselo. Mas fue lo suficientemente educado como para inhibirse de dar el bocado. Se giró hacia Odette y le ofreció la brocheta - ¿Gustas?

**Odette no esperaba realmente aquella respuesta por parte del joven, sus pequeñas criaturas no eran molestas en ninguna circunstancia, aun así siguió escuchando y observando todo lo que el joven hacia, con su mirada igual de molesta que minutos atrás, y un rostro serio.

Aunque observar como el joven pinchaba bocados de comida con el palito de brocheta, le estaba dando un poco de hambre de nuevo, aun así se resistió. Estaba a punto de relajarse de nuevo, dejar todo en el pasado, ya que sus queridas criaturas seguían comiendo y a gusto, sin ningún problema, hasta que vio como otro de los pequeños volvió a ser victima de un palito de brocheta, estuvo unos segundos aleteando con sus alas, hasta que vio como el sujeto abría la boca de tal manera que del susto, el pequeño se transformo nuevamente en una neblina negra y se volvió hacia la mesa mas cerca de su ama.

En cuanto Odette observo aquella situación, respiro hondo, y volvió a quedarse con aquella mirada molesta, observando aquel palito de brocheta con bocadillos que a su parecer no le agradaban, el jamón era parte de un animal, de solo pensar eso no le agradaba en lo mas mínimo. Aun así volteo su mirada hacia la mesa de bocadillos que se encontraba al frente de ella, la comida dulces en parte podía calmar aquella agresividad, luego de comer un par de galletitas de chocolate,miro al joven de reojo**

Yo tengo una pregunta.... ¿ Porque toda las personas de la ciudad están todos juntos y amontonados en un lugar así?

Así Odette soltó aquella pregunta mientras Augusto comía como un auténtico carnívoro. Él quiso responder de inmediato, pero el bocado que andaba masticado se lo impidió. Incluso era demasiada comida como para darse el lujo de hablar con la boca llena. Asintió con la cabeza para que la jovencita notara que él la había escuchado y luego siguió masticando.

-Porque tenemos un evento, -le dijo, haciendo lo que le quedaba en la boca hacia un ladito, mirándose de ese lado más cachetón.- son juegos de caballería, hoy invitamos a los idiotas del reino rojo y te juro por estos canapés que los venceremos por mucho.

Finalmente, Augusto se dignó a terminar de tragarse el bocado.

-¡Ah! -exclamó de pronto- ¡Jamás te había visto, ¿eres del reino Rojo?! -la miró de arriba a abajo tratando de encontrar algún indicio- Ojalá que no o tendré que barrerte en las justas de lanza igual que hice con tu pobre mascota -mencionó prepotente, refiriéndose al pequeño murciélago.- A menos que.... -comenzó medio agachándose para quedar a su altura y estrechó los ojos sospechosamente- ¿Quién eres?