Un nuevo comienzo.

Llegamos. Caímos. Pude notar que la espalda de Vergil tocó el suelo. Yo caí sobre él y Garn se nos mofaba, mientras la gente que rondaba el lugar nos miraba extrañados. Me paré de nuevo con una pierda a cada lado de su cuerpo y le tiré de los brazos para que él también se levantara.
─Apresúrate. Larguémonos antes de llamar la atención aún más. ¡No hay nada que ver! ─grité a la gente con un enfado bastante fingido─ ¿Acaso nunca vieron a una mujer con vestido blanco?
Por la posición del sol, aparentaban ser las seis de la tarde.
Miré hacia todos lados, en busca de algún puesto de comida. Me acerqué al más vació que ví. Dí unos cuantos saltitos-pasos apresurados con Garn detrás. No tenía ningún dinero encima, así que me quité uno de mis anillos de oro y se lo dí a la anciana que atendía el puesto de verduras y frutas.
─Tenga. Ésto es para usted ─le dije con seriedad─ ¿Qué puede darme por él?
La mujer me miró muy desconcertada en un principio. Tomó el anillo apresuradamente, como si yo fuera a arrepentirme de habérselo dado, lo estudió minuciosamente entre sus dedos y luego llamó a alguien.
─¡Ricado!¡Ricardo, ven aquí!
Un anciano flaquito apareció desde detrás de unas cortinas lilas y gastadas. Parecía ya rozar los noventa años, pero sus ojitos brillaban en vitalidad.
─¿Qué quieres mujer? ─dijo el hombre, en tono hastiado. Me observó y sonrió─ Buenos días jovencita ¿Qué necesita?
La mujer intercalaba la mirada entre el hombre, el anillo y yo, mientras pronunciaba unas palabras al oído de su marido. No alcancé a oir qué dijo, pero el hombre me miró con la misma expreción perspicaz que había utilizado su mujer antes y sacó una especie de tubito metálico de su bolsillo. Ancho y cortito, con vidrio en ambas puntas. El señor era, aparentemente, joyero. Abrió sus ojos de tal manera que parecía que fueran a saltarse de sus cuencas.
─Madame... usted...
Su rostro denotaba una gratitud casi pasmosa.
─¡GRACIAS! ─estalló la anciana─ ¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias! Toma lo que quieras, tú y tu lobo. Llévenselo todo. Ya no lo necesitaremos.
Empezó a cargar mis brazos con cosas... yo no pretendía tanto, pero acepté algunas de buena gana. No me alcanzaban los labios para agradecerle y parecía que a ella le sobraban palabras.
─Lo que quieras, lo que quiera madame. Pídalo. Lo tendrá.
No quería aprovecharme, ni tampoco despreciar su gesto. Tampoco me agradaba que la gente me tratara como a alguien a quien obedecer... de nuevo. Parecía como si nunca fuera a librarme de ello. Durante un momento... una luz se encendió en mi cabeza y dije al viejecito.
─Espero no sea molestia pedirles...
─Lo que sea, lo que sea ─repetía alegremente.
─Verá... venimos desde lejos... muy... lejos ─intentaba hablar entre medio de toda la pila de cosas que llevaba en brazos, sumado a la gente que paraba a ver qué sucedía, por qué tanto alboroto, Garn ladraba, otros puesteros cuchicheaban entre ellos muy ruidosamente─ y no tenemos dónde pasar la noche... ─la mujer seguía llenándome de cosas─ estamos cansados y... ARGH! ─abrí los brazos, dejando caer todo─ Lo siento.
Ambos ancianos se detuvieron y hubo un poco más de silencio, excepto por Garn.
─¡Garn, calla! ─el can calló─ Necesitaríamos... por favor... pasar la noche en su casa. Hasta que encontremos dónde hospedarnos o dónde irnos. Por favor ─estaba agitada.
─¡Por supuesto! ─dijo la mujer con los ojos muy abiertos y expresión de haber pedido algo que se tenía en cuenta por descartado. Una obviedad─ Ya mismo nos marchamos. Toma lo que quieras y partamos. No queda muy lejos... haré una cena de las más ricas, invitaré vecinos, ¡Les caerás tan bien, querida! Puedes quedarte lo que quieras...
La mujer, super entusismada, juntaba cosas del piso y sonreía sin parar pero... faltaba aclarar un pequeño detalle.
─N-no sólo soy yo, señora.
─¡Oh, por supuesto! ¡El hermoso perrito también vendrá! ¿Verdad chucho?
Dijo, acariciando el cuello de Garn, que se regodeaba entre los dedos rechonchos de la mujer.
─Me refiero a... él.
Y señalé al hombre de cabello albino y gabardina azul.
─¡Oh! ¿Es, acaso, tu hermano?
─Pues no... él es...
─¡Ya veo! ─me guiñó el ojo─ es tu esposo...
─¡No, no! Señora... ja. No mal interprete, por favor ─me sonrojé levemente y alcé las manos a la altura de mi pecho.
─Claro... ─sarcasmo─ no hay problema, por supuesto. ¡Dile que venga y vámonos!

Mientras garn, con su hocico, ayudaba a la mujer a levantar las cosas y su esposo acomodaba un caballo en una carreta de madera, yo corrí hacia Vergil dando saltitos y le conté lo sucedido.

─Buenas noticias ¿Verdad?

¿Cuáles eran las probabilidades que su nefasto gemelo de gabardina color vinilo se apareciera en el lugar? Muy pocas sin duda. A menos claro, que algún demonio emergiera en el lugar o algo de la índole, lo cual era aun más improbable. En lo que el semi demonio de cabello platinado analizaba los alrededores la mujer que acompañaba (involuntariamente) caminó hasta aquel puesto. El solamente le siguió a una distancia considerable, deteniéndose para apoyarse sobre uno de los muros de la estación, con los brazos cruzados a la altura del pecho. Cerró los ojos ¿Por qué hacia todo ello? ¿Por qué la imagen de su madre le venía a él al observar a una fémina pedir ayuda, justamente desde que cayó en ese mundo?

-"En definitiva, me he vuelto loco"- Enfocó su celeste mirar sobre la joven de cabello rubio cenizo.

Cualquier cosa que la princesa estuviera haciendo sería mejor que la dejara, pues por el eufórico hablar de los ancianos los cuchicheos de los vendedores "vecinos" no se hicieron de esperar.

-"¡Falta que este robando o algo de la índole!"- Bufó frunciendo el cejo para caminar hasta donde estaba Narodni.


Justo fue que la princesa le señalo. Vergil ni siquiera se inmutó, solamente se dedicó a alzar ligeramente el mentón con aires de superioridad (si, algo ya característico en él) ¿Hermano? Por favor, no necesitaba otro eufórico en la familia. ¿Esposo? eso si le hizo sonreír ligeramente de lado.

-Que estupidez- Musitó en un susurro, para sí mismo.

A medida que la mujer le explicaba la situación actual y el trato al cual había llegado con aquellas amables personas, su rostro mostraba desaprobación. Tenía varias opciones:

Involucrarse con más humanos...

Tomar el tren que saliese de inmediato y volver a Corazones...

O ir con la cola entre las patas y encarar a Dante, su hermano menor...

Disimuladamente tensó la mandíbula y apretó las mangas de su gabardina (pues en ningún momento dejó de cruzar los brazos) huir no iba con él, así que no volvería a Corazones y cuando el prometía algo, su palabra era lo más importante. ¡Por supuesto que jamás le rogaría a su hermano! él es el mayor (aunque sean gemelos) y sumamente orgulloso de forma que aquello simplemente era inimaginable. Suspiró con pesadez, antes de mirar a la pareja de ancianos. Dio unos cuantos pasos y miró a Narodni sobre su hombro.

-En tréboles quede irónicamente envuelto en tus problemas convirtiéndome con ello en un cómplice indirecto de tus fechorías. Mi palabra es lo más importante que poseo, no puedo darte mas- Sería lo único que seguro obtendría de él y… -Sparda, Vergil Sparda… Dada las circunstancias que nos envuelven, no puedo decir que es un gusto conocerte- Su nombre.

-Andando…- No mencionó más simplemente se dedico a caminar hasta donde la pareja.


OFF: no te fijes :3 no me incomoda.