Escondidas forzadas [Priv. Shin]

Ya aburrido del encierro y la tranquila monotonía decidió jugarle una broma a su mayordomo -qué extraño, no?- por lo que se las arregló para burlarlo, enviándole a buscar un postre enorme y el cual tardaría un rato en preparar mientras él se escabullía de la mansión, dejando un mensaje sobre su cama:

"Shiin~ estaba aburrido y me entraron deseos de jugar a las escondidas, búscame y no tardes, si lo haces tendré que castigarte <3.

Atentamente... Shiki"

"Ah~ me pregunto ¿Dónde buscará primero?" dijo perezosamente observando los alrededores y buscando un buen lugar para esconderse, recordando que la última vez que se le ocurrió ocultarse en el jardín; Shin no tardó ni cinco minutos en encontrarlo y es que esconderse tras un pino pequeño no era buena idea, por lo que esta vez debía ser un escondite mucho mejor para que al fiel sirviente le costara trabajo hallarlo y nada mejor que el laberinto de rosas. "Aquí es perfecto" sonrió complacido, mas, de manera tranquila, seguro de que el juego de hoy sería divertido. Corrió adentrándose en el lugar y se sentó en una banca a descansar, observando todo lo que le rodeaba y tratando de hallar el lugar perfecto, por suerte ¡Ahí estaba! justo entre dos grandes rosales, un espacio vacío.

No era extraño que Shiki pidiese cosas absurdas, es más , era algo tan intrínsico del pelirrojo que Shin estaría más sorprendido (no es que se le fuese a notar de todos modos, su rostro tan inexpresivo como siempre) si su amo decidiese ponerse razonable de un día para otro. Por lo que apenas escuchó el pedido, simplemente hizo una de sus usuales reverencias y se esmeró en ir hasta al negocio más rebuscado para buscar los ingredientes necesarios y comenzar la preparación del postre.

Una vez que hubo terminado (45 minutos con 10 segundos más tarde, para ser exactos. Y es que su pulcro reloj de plata nunca se equivocaba), Sirvió una abundante porción del dulce para llevárselo a la habitación al vampiro.

"Senri-sama, le he traído el postre que me pidió"
En un momento cuando tocó y no recibió respuesta, sólo esperó afuera, pensando que el más bajo estaría ocupado, pero al pasar los minutos comenzó a preocuparse y, excusándose profundamente, decidió entrar sin recibir respuesta a la habitación del otro. Se quedó estático un momento al no verle ahi, más no fue grande su sorpresa al leer la nota. No era la primera vez que el pelirrojo le jugaba esta clase de bromas; era cierto que el peliplata regañaba muy de vez en cuando al otro por evadir sus responsabilidades para jugar, pero tampoco era que se rehusase a los caprichos del noble si es que este lo pedía, por lo que no entendía para que hacerle perder el tiempo con el postre para esto. Suspiró y se llevó una mano a las sienes, masajeando levemente antes de tomar nuevamente la bandeja con el postre y dirigirse escaleras abajo, dejando las cosas en la cocina antes de salir de la mansión.

El problema ahora era... ¿Dónde empezar? El pelirrojo podía ser predecible en cuanto a sus acciones, pero no en cuanto a como las efectuaba en sí. El mayordomo no tenía la menor idea de donde podía encontrarse su amo. Buscó naturalmente en los lugares que este frecuentaba; la misma mansión, los alrededores de esta y las casas de nobles vecinos; sin resultados. Dudaba que su amo, con su altanería y repudio por la pobreza, se fuese a meter en el pueblo o los mercados en sí, por lo que pasó de ellos. La única opción es que estuviera en los jardines, el cementerio o el castillo. Por lo que decidió ir a los lugares uno a uno. Se preguntaba si habría límite de tiempo para el juego, pues ya había pasado una hora con 32 minutos y 3 segundos desde que había encontrado la nota, y probablemente el pelirrojo estaría muy aburrido. ¿Se decidiría a regresar a la mansión? Se secó la frente, la cual estaba algo húmeda con el sudor del esfuerzo de andar corriendo de un lado para otro en la búsqueda.

Finalmente llegó a los jardines, observando por si lograba divisar una mata de cabello pelirrojo entre las plantas. Por un momento se distrajo con las distintas flores y arbustos que decoraban el lugar, sonriendo levemente ante la belleza de estas. No era un misterio muy grande que al mayordomo le gustaban las plantas, puesto que siempre las cultivaba y cuidaba, mas a los pocos segundos volvió a la búsqueda de su amo, corriendo casi desesperadamente por el jardín antes de dar con el laberinto. ¿Sería capaz....? ciertamente, era un lugar perfecto para que alguien tan ingenioso como el pelirrojo se ocultase, por lo que entró, agudizando la vista para no terminar perdiéndose en vez de encontrar al otro.

“Tsk., Shin está tardando” suspiró un tanto fastidiado por no saber cuánto tiempo había pasado, después de todo; su reloj personal andaba por ahí buscándole, al meditar sobre eso volvió a esbozar una traviesa sonrisa. Levantó la vista un momento para admirar las rosas, aquel natural tono carmín era sin duda hermoso, casi tanto como el rojo de la sangre que hacía tiempo no degustaba –eso de que los vampiros sólo bebían sangre era un mito, aunque si la necesitaba cada cierto tiempo- por lo que entraron deseos de beberla. “Shin tendrá que pagar su tardanza…” susurró lamiendo con delicadeza uno de sus colmillos. Sintió pasos dentro del laberinto –y es que no se había adentrado suficiente- por lo que instintivamente abandonó su escondite perfecto, dejando una que otra rosa deshojada atrás y buscó otro sitio.

No sabía si se adentraba o salía del lugar, simplemente avanzó a paso apresurado, pero no en exceso o eso podría llamar la atención del invitado extra que seguramente era su mayordomo. “Creo que levantarme no fue una decisión muy inteligente” comentó para sí mismo, sin preocupación y llevando la vista de un lugar a otro ¿Dónde podría ocultarse?, en eso pudo ver un camino nuevo ¿Siempre estuvo ahí?, bueno en Wonderland las cosas siempre cambiaban, así que ¿Por qué no intentar por allí?, se adentró como si fuese la curiosa Alicia, aunque desde que comenzó el juego se sintió el conejo Blanco, o en este caso el wine red Bunny. Caminó hasta llegar a una fuente con forma de ángel, rodeándola habían estatuas en podios rectangulares, esconderse tras uno de ellos era una idea brillante, después de todo el sitio parecía tener una sola entrada, por lo que ahí espero a que su Alicia de cabellos plateados llegara por él.

Continuó avanzando por el laberinto, comenzando a ponerse levemente nervioso al no encontrar aun al pelirrojo, además, tenía la leve sospecha de que estaba perdido. Ya no sabía como encontrar la salida. Respiró hondamente tratando de calmarse, pues ponerse histérico no le facilitaría encontrar al noble. Se sobresaltó levemente al escuchar un ruido en las cercanías, por lo que miró a todos lados, intentando encontrar una pista de donde había provenido para tratar de dar con el paradero del más bajo. Suspiró al pasar de unos segundos, dándose cuenta que había vuelto a perder la pista.

Todo se veía exactamente igual. ¿Cómo se suponía que iba a encontrar al pelirrojo de este modo? Estaba fallando como mayordomo si nisiquiera podía lograr algo tan básico. Tragó pesadamente y se llevó una mano al cabello plata, deslizando los dedos a través de este en un inconsciente acto de nerviosismo y apretando luego el lazo de su trenza por costumbre. No se rendiría. Avanzó unos pasos más, para dar con un sitio diferente a los anteriores; una fuente se erguía majestuosa rodeada por distintas estatuas. Era un lugar bastante bueno para esconderse, por lo que comenzó a buscar a paso veloz, pero silencioso , el paradero del otro. Incluso se inclinó a mirar en la fuente, por si se le hubiese ocurrido la desquiciada idea de esconderse dentro de esta. Por suerte no era el caso. Avanzo entre las estatuas, mirando con cuidado para no dejar ningun lugar sin revisar. Observó su reloj, habían pasado 10 minutos y 13 segundos desde que había ingresado al laberinto, en unas horas empezaría a oscurecer; debía apresurarse. Repentinamente sintió una presencia tras una de las estatuas y se acercó para mirar finalmente, dando con el joven, al que le dedicó una pequeña sonrisa amable.

"Finalmente lo encontre, Senri-sama. Creo que ya es hora de volver a la mansión"

Bostezó casi por inercia producto del aburrimiento, en eso pudo oír una voz más que conocida, se trababa de Shin, su mayordomo. “Ya era hora, Shin…” reclamó mirándole y tratando de parecer molesto, aunque obviamente no lo estaba, ¿Cómo estarlo si le sonreía?, inevitablemente sus ojos se fijaron en la pálida piel ajena, más específicamente; en su cuello, producto del hambre.

“Por cierto tardaste demasiado” volvió a quejarse llevando la mirada a los rosales, lo cual no le distraía mucho producto de su color “Dime, ¿Te costó mucho trabajo llegar hasta mi?” sonrío complacido, muy seguro de que la respuesta sería la que esperaba, lo cual dictaminaría si su escondite había sido bien escogido. Extendió su mano a modo de exigencia para que el otro lo ayudase a levantarse del para su fortuna no tan sucio suelo, se estaba haciendo tarde y no tenía ni idea de en que parte del laberinto se encontraba, pero confiaba en que su leal mayordomo si conocía el camino de vuelta y esperaba volver pronto, ya que el hambre le había invadido hace ya un rato y no era de aquella que podía saciar con cualquier tipo de comida.

"Disculpeme, Senri-sama. Soy muy malo con los laberintos por lo que me costó mucho dar con su paradero." Dijo excusándose de inmediato. "Su escondite fue sencillamente magnífico" elogió, inevitablemente llevandose la mano al bolsillo para sacar su reloj y ver la hora. Notó la extraña mirada del pelirrojo, mas no pudo enterarse de a que se debía.

Se inclinó para coger la mano y alzarlo con algo de dificultad, pero con notable gracia, intentando que el tirón fuese lo más certero posible. Limpió levemente las ropas del pelirrojo, en zonas que habían quedado con hojas, polvo e incluso retiró un petalo de sus cabellos, para luego arreglarlas de forma que se viesen impecables; como recién planchadas y puestas. "Terminé el postre que me pidió, Senri-sama, está esperándole en la mansión, aunque con todo el tiempo que ha transcurrido, me imagino que querrá que le sirva la cena primero que el postre" Dedicó otra pequeña sonrisa cordial al pelirrojo, aquella sonrisa que nunca se podía saber si escondía algo más detrás... o estaba profundamente vacía. Una sonrisa que no tocaba sus ojos carmines.

Notó la expectancia del otro y tragó levemente, tratando de recordar el camino hecho con precisión, pero encontrando leves fallas en su memoria. Realmente era un ineficiente. ¿Cómo podía fallar en algo tan sencillo? "Por aqui, Senri-sama... "Dijo intentando no errar el camino , demorando un poco más de lo esperado , pero logrando salir del laberinto. "Espero que no esté demasiado cansado, si no, puedo llamar para que vengan a recogernos" Dijo observando con preocupación al noble. Sabía que no gustaba demasiado de caminar largos trayectos.

Sonrío complacido - mas, no de forma exagerada- al oír el elogio por parte de su mayordomo y es que ¡Se trataba del prodigioso Shiki Senri! Acaso podía esperarse una decisión más acertada para algo tan simple como las escondidas?.

“Sabes que personalmente preferiría el postre antes que la cena, pero es inapropiado” dijo mientras era alzado por el peliplata, quien comenzó a ordenarlo y sacudirlo en cosa de nada. Observó con sus cristalinos ojos al hombre parado frente a él, siempre tan correcto y educado, era normal que desease hacerle bromas. Asintió ante la indicación de su mayordomo y le siguió a lo que debía ser la salida, no remedió más en las rosas y es que; aquel color carmín ya estaba haciendo estragos en su mente, por lo que simplemente guió su mirada en línea recta, hasta detenerse fuera del extenso laberinto. Nuevamente prestó atención en el más alto, ¿Cansado?, ¿De estar sentado?, no era tan vago -a menos que eso hiciese trabajar más al platinado- aunque tampoco era como que quisiese ver más personas en el trayecto y no poder controlar sus impulsos de vampiro –de todas formas era casi imposible que ocurriese- aún así era mejor prevenir.

”Estoy bastante exhausto, prefiero que vengan por nosotros” respondió sin más, avanzando un par de pasos hasta una banca cercana junto a un farol encendido, las calles ya comenzaban a iluminarse y es que el juego se había extendido demasiado. Se acomodó en aquel banquillo blanco esperando que el siempre hábil mayordomo realizara la llamada, la noche prometía ser cálida, aunque considerando su situación actual; a Shiki se le arruinaría teniendo que rebajarse a beber la sangre de alguna de las sucias mucamas. ”Shin, aún te gusta mucho la noche?” preguntó molestoso, recordando ciertos acontecimientos pasados, cuando el ojicarmin había sido asignado como su mayordomo personal.

"Me aseguraré de que la cena sea tan buena como el postre entonces" respondió sencillamente, conociendo por completo los gustos del pelirrojo. Si la cena no era de su agrado, aunque estuviese muriéndose de hambre, sencillamente no comería.

Asintió de inmediato al escuchar su decisión, comunicándose con el conductor para que viniese a recogerlos a la brevedad, acercándose luego al pelirrojo para mantenerse de pie a su lado, al lado de la banca. Las luces nocturnas iluminaban la calle junto a las luces de los locales y casas; La luna se alzaba delgada en el cielo que aun no terminaba de teñirse de azul medianoche. "Con todo el juego ha perdido la lección de música del día de hoy, Senri-sama. Tendrá que reacomodarla en su agenda" recordó , un pequeño tono de regaño colándose en sus usualmente estoicas palabras.

Escuchó sus siguientes palabras y le dirigió una mirada inexpresiva al pelirrojo; sin embargo un leve sonrojo se coló en sus mejillas ante la vergüenza que le provocaba el tener que responder a aquella pregunta. Se aclaró la garganta y trató de responder por otro lado. "La noche en las calles del reino es muy hermosa " Respondió eludiendo la pregunta en si. No sabía como el noble se había enterado de su miedo a la oscuridad, puesto que dudaba que le hubiese visto dejar una pequeña luz encendida en su habitación al dormir; pero desde que se había enterado, había sido constante forma de molestarle. Para su suerte, sólo era la total oscuridad la que le aterraba, y en el exterior esto era casi imposible.

Un par de minutos más tarde , llegó el cochero con el vehículo, a lo que el peliplata se apresuró en abrir la puerta para que pudiese subir el más bajo. "Adelante, Senri-sama"

“Confío en que así será…” dijo sin más para luego reír suavemente, era una pequeña risilla casi imperceptible; Shiki pocas veces reía en voz alta, le parecía de mal gusto.

”Oh cierto…" dijo sin mucho interés y es que, si bien no era un prodigio; sentía que su maestro tampoco lo era, o mejor dicho, que aquel hombre solo tocaba por dinero, era un fastidio. ”Prometo tomarla la siguiente vez” finalizó con una insignificante promesa, observando fríamente la luna con algo de envidia, era tan blanca e inalcanzable.. algún día él sería más majestuoso que la mismísima Luna.

Centró su atención nuevamente en su mayordomo con una traviesa y pequeña sonrisa, Shin era tan fácil de avergonzar, aunque era algo leve, el destello carmín en su rostro no era fácil de esconder ”Supuse que responderías algo así” suspiró, nuevamente con una suave risilla en los labios, recordando el día en que se enteró de la debilidad que tenía el peliplata por los lugares oscuros y lamentándose internamente por haber huido sin oír la historia completa. En cosa de nada su transporte había llegado, dando fin oficialmente al juego de las escondidas, asintió a la indicación de su mayordomo y se incorporó dentro del vehículo, apoyado en la ventana observó con desinterés el paisaje camino a la mansión, cruzándose en más de una ocasión con personas que transitaban, para el pelirojo aquellos no eran más que basura; ni siquiera eran lo suficientemente buenos para volver a despertar su sed, a diferencia del ojicarmin.

”Al llegar quiero tomar un baño, Shin…” comentó con algo de pereza y mirándole con sus apagados ojos cristalinos ”Lo prepararás para mi?” preguntó como si no supiese la respuesta, aunque lo hacía solo para entablar conversación con el platinado, ya que casi siempre estaba en silencio, a Shiki a veces le gustaba simplemente oír su voz.

Subió al vehículo rápidamente después del pelirrojo, cerrando la puerta tras de sí y manteniéndose casi pegado a la puerta contraria, como queriendo minimizar su presencia y dejarle la mayor cantidad de espacio para su comodidad al más bajo. Se distrajo momentáneamente mirando por la ventana el paisaje. El otoño estaba comenzando y la mayoría de los árboles habían perdido sus flores o frutos para cambiarlos por hojas de tonos que si no hubiera estado tan oscuro, se notarían rojizos. Sonrió levemente admirando el paisaje natural antes de sobresaltarse con las repentinas perezosas palabras del otro, borró la pequeña sonrisa casi ensoñadora que había tenido hace un momento y giró el rostro para mirarle y asentir, su expresión estóica nuevamente.

"Como desee, Senri-sama. Un baño le ayudará a relajarse, ciertamente. Primero el baño y luego la cena?" preguntó para confirmar las palabras del noble, planificando internamente para una mayor eficiencia. Apenas y había preguntado cuando el vehículo se detuvo: Habían llegado a la mansión. De inmediato descendió del vehículo para apresurarse a abrir la puerta por el lado del pelirrojo para que bajase. "Considerando que ya es tarde, quiere que le prepare un cambio de ropa para la salida del baño o desea acostarse y que le sirva la cena en su habitación?" Preguntó.

Aunque prefería la cena primero, debía seguir un orden lógico y racional, por ende; el baño era la prioridad, además, le encantaba comer en su habitación “Si, en ese preciso orden…”afirmó mientras la puerta se abría, para luego acomodarse el cabello sutilmente al bajar del vehículo.

“Ya estoy algo cansado, prefiero recostarme, cenar en mi habitación y por su puesto... me acompañarás hasta que duerma, aunque no olvides que a los vampiros nos cuesta conciliar el sueño al caer la noche” dijo sonriendo con cierta altanería ”Es una broma, aunque; si quiero que me acompañes a cenar” finalizó subiendo la pequeña escalera que daba con la puerta de la casa principal, deteniéndose frente a ella breves segundos, ya que rápidamente fue abierta por uno de los mayordomos de su padre, por lo que ingresó como si nada. Como ya era una costumbre su padre no estaba y sólo se encontraban los sirvientes, mayordomos, criados y las estúpidas sirvientas que miraban a Shin con cara de hambre, eran detestables, cada vez que cruzaba el vestíbulo con el peliplata a sus espaldas podía sentir esas miradas, esas risillas y esos susurros... las odiaba. "Shin, adelantate , esperaré en la sala de estar del segundo piso" informó sujetando el barandal con firmeza, clavando levemente las uñas para luego avanzar a su destino.

"Entendido." Confirmó cerrando la puerta tras el ojiceleste y haciendole un pequeño gesto de despedida con la cabeza al conductor por mera cortesía. Se arregló inconscientemente la corbata y estiró imaginarias arrugas en su camisa antes de seguir los rápidos pasos del pelirrojo hacia el interior de la mansión, nuevamente saludando de pasada con un gesto al portero.

Se tensó levemente al oir sus palabras. No podía saber si el caprichoso vampiro estaba bromeando o no, y la sencilla idea de tener que quedarse al lado del otro en la oscuridad hasta que se durmiese le espantaba; por lo que suspiró aliviado casi inaudiblemente cuando el noble confirmó que se trataba de una broma. "Entonces le acompañaré a cenar, Senri-sama, gracias por su cortesía" Y es que que le pidiese acompañarle de aquel modo era una gran amabilidad de parte del otro, pues era extraño que los nobles aceptasen asi a sus sirvientes, y el pelirrojo no aceptaba a ningún otro sirviente.

Se detuvo de golpe cuando el otro se detuvo, manteniéndose expectante tras de él, habiendo cruzado el vestíbulo. Escuchó sus palabras y asintió, haciendo una pequeña reverencia. "Como desee, Senri-sama, no tardaré" Se adelantó a paso apresurado hacia la habitación del pelirrojo, pasando por las múltiples habitaciones de la mansión y saludando con un gesto apresurado, pero educado, a algunos de los diversos sirvientes que aun deambulaban en el lugar. Finalmente llegó a la habitación del joven noble, bastante apartada del resto del ajetro de la mansión, y abrió la puerta con cuidado, dándole un rápido vistazo a la habitación para asegurarse que todo estuviese en orden antes de adentrarse en el baño privado de la habitación; un baño espacioso y lujoso, digno del estatus de la familia. Todos los adornos estaban en una escala sobria de colores perfectamente combinados. Se dirigió hasta la amplia bañera y abrió el agua, quitándose uno de los guantes con los dientes con precisión para tocar la temperatura del agua tras unos momentos. Demasiado caliente. Ajustó la llave con cuidado y volvió a tocarla hasta dar con la temperatura adecuada, y la dejó llenando mientras se acercaba a uno de los muebles para sacar las toallas.

Se dejó caer sobre un amplió sofá de la sala de estar, estaba molesto ¿Por qué? acaso era aquella sensación de sed de nuevo?, recordó por leves momentos la forma casi obsesiva con la que sus ojos se posaron en el cuello del peliplata poco antes de salir del laberinto, se veía tan suave, tan pálido que; la sangre sin duda combinaría a la perfección con ese tono casi fantasmal de piel al igual que lo hacían sus ojos. Shiki deseaba posar sus labios sobre él, degustar la calidez de esa tersa piel y hundir sus colmillos lentamente- de seguro encajaban a la perfección- porque todo de Shin le pertenecía; su lealtad, sus atenciones, su vida… y por sobre todo su sangre. Esas ideas casi enfermizas le invadían constantemente, ¿Cuál sería el sabor del ojicarmin?, ¿Su sangre sería tan embriagante como sus ojos?, la idea estaba torturándolo al punto de hacer arder su pecho. Producto de la incertidumbre y la rabia mordió su labio inferior, provocando que sangrara al instante –gracias a sus afilados colmillos-, relamió su sangre; la cual brotaba formando un hilillo carmín -que se encaminaba hacia su mentón- sin sentir sabor alguno, era frustrante el no percibir ni siquiera un gusto metálico, se sentía seco.

“Tsk…” se quejó, cubriéndose los ojos con el antebrazo de forma pesada e incluso algo angustiada “Quizá debería beber la sangre de la estúpida rubia que vive pendiente de Shin…” hizo una pausa, imaginando fastidiado el rostro de aquella sirvienta “Aunque esperaba que Shin la matase por mí, sólo para verla llorar… pero no merece siquiera ser desagarrada por uno de sus cuchillos…” meditó sin levantarse, estaba inmóvil, no sentía deseos de moverse, pero debía tomar un baño y cenar, aunque tristemente no consumiría la comida que su negado ser le pedía. Así estuvo buen rato, expectante, hastiado y ocultando en sus rasgos humanos el demonio sediento de sangre que exigía dejar de ser reducido.

Acomodó pulcramente las toallas, asegurándose de que los dobleces encajasen infaliblemente para evitar la formación de cualquier arruga. Una vez que dejó el blanco perfecto de las toallas descansando inmaculado sobre la cerámica de uno de los muebles del baño, procedió a sacar de otro de los muebles un par de shampoos, jabones y esencias de baño especialmente elegidas para el noble; sus favoritas, y ordenándolas en el borde de la majuestuosa y amplia bañera.

Revisó su reloj comprobando el tiempo que había demorado y acercándose finalmente para cerrar la llave del agua, el nivel de la bañera ya el adecuado para su apropiado uso. Volvió a comprobar la temperatura con uno de sus dedos y asintió levemente al encontrarla perfecta. Guardó su reloj en el bolsillo de su chaqueta y salió en busca del pelirrojo para informarle que ya se encontraba listo el baño y ponerse de inmediato a cocinar su cena; no era adecuado gritar de un lado a otro de la mansión, aunque estuviesen lo suficientemente cerca como para oirse, no era de buen gusto. Esto no era un mercado.

Sus rápidos y ágiles pasos le llevaron a la sala de estar en segundos , donde pudo divisar de inmediato al joven noble; pudo notar de inmediato que algo no estaba del todo bien al ver la postura incómoda del cuerpo ajeno; Todo su lenguaje corporal expresaba incomodidad y casi desesperación. Acercándose sigilosamente (como todo lo que hacía) hacia el otro , pudo notar la herida en su labio y alzó una ceja algo preocupado del estado de frustración del normalmente compuesto y siempre altanero vampiro; ahora se veía casi débil. Se aclaró la garganta y se inclinó en una pequeña reverencia, sus ojos mirando las baldosas del piso. "Su baño está listo, Senri-sama" alzó la mirada la cual se desvió inevitablemente a la herida y no pudo guardarse el comentario. "Se encuentra bien? Está herido..."

Sintió punzadas en sus colmillos al notar la presencia de alguien por el corredor, a pesar del sigilo sentía como cada avance era eco en su mente, ¿Sigilo? no podía tratarse de otra persona sino Shin –su fiel y puntual mayordomo- “No te acerques…” pensó mordiendo con más fuerza su labio inferior, casi destrozándolo y lamiendo en el acto la sangre que se deslizaba por su pálida piel, mas, no por completo. Cerró los ojos con fuerza al oírle, no quería verle, no quería que su mirada se dirigiera hasta el cuello del peliplata, no quería caer ante sus frustrados y sanguinarios deseos.

”Estoy… bien…” respondió sin quitarse el ante brazo del rostro ”Solo estaba cansado de esperar.. Shin…”concluyó entre jadeos su barata excusa, no es que su mayordomo fuera idiota como para tragarse algo así, ¿Acaso entre tanta desesperación podía idear una mejor respuesta? los latidos de su corazón aumentaban, podía oír como la sangre fluía en el cuerpo del contrario, incluso sentir su calidez, su aroma… todo estaba invadiéndole, pero Senri Shiki era alguien con auto control -siempre ha presumido de aquello-, no se dejaba llevar como los otros vampiros, no degustaba la sangre de cada sirviente –por más que desease la del platinado hace ya tiempo- simplemente resistía hasta que la comida que habitase el pueblo fuese realmente necesario, eso o las asquerosas mucamas, pero las odiaba al punto de no querer tocarlas. Sus latidos se mesclaban con los del más alto, podía sentir como el corazón contrario bombeaba sangre en cada pulso, no sabía qué hacer, sólo atinaba a seguir mordiéndose el labio –después de todo la regeneración era algo común en los vampiros, qué era la sangre si no el elixir de la vida?-.

“Yo puedo ir al baño solo, Shin… ve y prepara la cena…" hizo una pausa para lamer el fluido carmín que se deslizaba desde su boca en dirección a su mentón, en un grácil y veloz movimiento “Estoy hambriento… sabes que me pone de mal humor…”dijo finalmente con la respiración agitada, necesitaba que Shin saliese primero, de lo contrario ya no podría contener aquel ferviente deseo de clavar sus colmillos en el pálido y terso del leal mayordomo.

Guardó silencio ante sus palabras, su inexpresivo semblante dejando ver algo de preocupación; Había algo que incomodaba a su amo y eso era totalmente notorio, pero si el decía que estaba bien, era incorrecto de parte de Shin insistir. "Como diga. Lamento la tardanza" Fue todo lo que dijo antes de oir el leve jadeo y notar lo que parecía casi agonía en el rostro ajeno. ¿Estaría el pelirrojo haciéndose el valiente? Si era el caso, Shin no podía dejarlo pasar asi como asi; si algo grave le ocurría al vampiro jamás podría perdonárselo. Prefería ser castigado por su insolencia que realizar mal su trabajo.

"Lamento mi descortesía e intromisión, pero no se ve nada bien,Senri-sama." Dijo retirando el guante de una de sus manos y acercando la mano para tocar la mejilla ajena y luego su frente, chequeando su temperatura sin cambiar la expresión concentrada de su rostro en lo más mínimo. La piel no parecía tener una temperatura distinta a la normal; al menos eso era una buena señal, pero no explicaba el comportamiento del otro.

Observó el hilillo de sangre que se deslizaba un momento con algo de preocupación, retirando luego la mano para asentir. "Está bien, Senri-sama, cualquier cosa que necesite puede llamarme de todos modos. No tiene por que ocultar cualquier incomodidad" dijo escuchando luego su ultima excusa. ¿Podía ser que el noble estuviese tan hambriento que eso le tuviese asi de afectado? Era algo muy probable; y de ser el caso, estaba fallando aun más al mantenerle ocupado y no cocinarle de inmediato como le era requerido. Suspiró, realmente era ineficiente. "Entonces iré a cocinarle de inmediato, con permiso" dijo con una reverencia bastante pronunciada antes de darle la espalda al ojiceleste y salir a paso rápido de la habitación con rumbo a la cocina.

“Es obvio que no me siento bien…” pensó frustrado, por lo general le hubiese respondido de forma altanera y presuntuosa, mas, no se sentía en condiciones de hacer algo así, era patético. Aquel contacto propiciado por el otro solo empeoraba la situación, su mano era tan cálida y tan suave, estaba tan… vivo, Shin poseía tantas cosas que el pelirrojo deseaba que jamás terminaría de enumerarlas, era insólito. Sintió como aquel último roce de los dedos contrarios al retirarse provocaba que las molestas punzadas volvieran, sus colmillos dolían –como si creciesen- y su pecho ardía, de a poco su propia sangre se enfriaba, dejándolo seco y con un pequeño escalofrío que le recorrió el cuerpo. Necesitaba sentir calidez de nuevo, necesitaba atrapar aquellos destellos de vida que parecían escapar de su cuerpo, necesitaba… sangre.

Dio un leve suspiro tras sonreír tenuemente producto de las palabras del más alto “Siempre eres así…” pensó para sus adentros, sabía que Shin era alguien confiable, pero que podía decirle?, algo como: “lo que pasa es que quiero beber tu sangre”, era obvio que no. “Sólo tengo—hambre...” insistió, no estaba mintiendo al decirlo, simplemente no especificó el tipo de hambre que estaba sintiendo. Finalmente el ojicarmin anunció su salida con una muy habitual reverencia, cosa que de cierta forma le hacía sentir más tranquilo.

“S-shin…” murmuró de manera casi imperceptible, estirando con dificultad su mano en dirección a la espalda del peliplata, era lo mejor… si seguían en la misma habitación terminaría por hacer aquello que no deseaba. Tenía las esperanzas puestas en que podría calmarse, confiaba plenamente en que la soledad podría ayudarlo de adecuada, clavó su mirada en la puerta –la cual estaba desierta- sin poder dejar de pensar en la figura que acababa de salir de la habitación y nuevamente las molestias lo invadieron, esta vez de manera más intensa, el dolor era insoportable al punto de provocar alaridos por parte del joven vampiro. “A-agh…” se quejó mordiéndose el labio para no llamar la atención, el tiempo parecía avanzar más lento, al igual que los latidos de su corazón, se llevó una mano temblorosa hasta su ojo izquierdo con la sensación de que le estuviesen perforando el rostro, era una situación insufrible, pero Shiki la resistiría porque no era la primera vez que ocurría. Había pasado tiempo desde la última vez que de forma involuntaria aquel rasgo característico de su sanguinario padre se plasmaba en su rostro y desde que la sucia herencia de muerte que su progenitor aparecía; uno de sus ojos ya no era puro como el alma de su madre, si no que era carmín, como la sangre de vampiro que recorría todo su cuerpo. Movió su mirada inconscientemente hasta el espejo que estaba a un par de metros de su posición, observando aquel detestable cambio y estirando el brazo hasta alcanzar un costoso jarrón de cristal que yacía sobre la mesilla junto a él, lo sujetó con las pocas fuerzas que le quedaban y lo lanzó con ira en dirección al espejo, quebrando no sólo el cristal, si no también su avergonzada imagen reflejada. “Ah.. odio que esto pase…” murmuró llevándose delicadamente la muñeca hasta los labios y clavando sus colmillos en ella, para luego degustar la sangre que brotaba de sus rotas venas, era un sabor vacío, tan vacío como su ignorado ojo color de cielo.

”Cómo si mi insípida sangre fuese a ayudarme…” suspiró finalmente, para luego chasquear los dientes con molestia levantándose en dirección al baño, después de todo; podría servirle para relajarse un poco. Al ingresar al cuarto de baño notó como todo estaba predispuesto con precisión -clásico de Shin- despojó de su camisa -la cual tenía sangre en el cuello y en una manga-, el resto de su ropa y se acomodó dentro de la amplia bañera, el agua estaba a una temperatura agradable, casi tan deliciosa como para sentir que el calor de ésta se impregnaba a su cuerpo. Pudo sentir un leve ardor en su muñeca al sumergirla, mas, no le importo, simplemente se dejó llevar por la tranquilidad del lugar, esperando que el vapor se llevase sus preocupaciones, luego de un rato retiró el tapón para que el agua se fuese, se puso de pie y dejó caer un poco más de agua, mojando sus cabellos por completo, después de eso enjuagó su rostro con gracia y delicadeza, para luego quedarse inmóvil bajo la ligera cascada de agua, hasta que fuese el momento de salir.

Cortó la llave de paso y extendió el brazo para tomar su bata en un sólo movimiento -otro punto a favor para su mayordomo, quien dejaba las cosas de tal forma que: Shiki no tuviese que hacer "grandes" esfuerzos físicos-. Regresó a su habitación personal para secarse y buscar una muda de ropa, mas, al llegar simplemente se dejó caer sobre la cama de forma despreocupada y en silencio, sin siquiera secar sus rijosos cabellos y cubriendo con desdén su ojo izquierdo.

Apenas llegó a la cocina comenzó con los preparativos de la cena de inmediato, revisando en la despensa los ingredientes y dirigiendo al antiguo y experimentado cocinero en la labor. Aun cuando Shin podía cocinar bastante bien, prefería solo ayudar al cocinero en lo necesario en vez de tratar de acapararse el trabajo él. Aprovechó para preparar un jugo natural de frutillas frescas y dulces para el noble, conociendo su gusto por la fruta y posterior a esto, ayudar con el orden de la cocina; ya era tarde y las labores de la mayoría de los empleados de la casa habían concluido, por lo que desorden extra era trabajo extra.

Aun se encontraban en sus labores varias criadas, y una de las varias jóvenes se le acercó de inmediato, invadiendo su espacio personal al presionar contra su costado la suavidad de su cuerpo en una directa y vivaz seducción. Shin apenas se inmutó, dedicándole una mirada inexpresiva con sus ojos carmines.
Esto era algo común. En una mansión tan grande en la que el servicio apenas podía salir y donde la mayoría de las criadas eran mujeres era común que los pocos trabajadores hombres, medianamente atractivos, recibieran aquella clase de... indecorosas invitaciones. Tampoco era desconocido que en su mayoría eran aceptadas, pero Shin no era el caso. Tal vez por eso lo perseguían con tanto ímpetu. Se apartó de la joven con sus suaves modales negando con la cabeza rápidamente antes de concentrarse en elegir el postre a servir para el noble y decidiéndose por una porción de un finamente preparado tiramisú del día.

Ubicó las cosas con precisión en la bandeja, preocupándose de incluir el plato humeante y recién salido del horno, los cubiertos correspondientes, servilletas, el jugo y el postre. Hizó una leve inclinación de despedida al cocinero y las criadas y se dirigió a paso rápido y certero a la habitación del noble, tocando la puerta con algo de dificultad por la bandeja antes de pasar.

"Con permiso,Senri-sama" Se adentró en la habitación, encontrándose con la imagen del pelirrojo recostado de aquella despreocupada forma; su cabello empapado dejando caer perladas gotas de agua sobre el elegante cubrecamas. Suspiró y dejó la bandeja en una mesita cercana a la cama con cuidado. "Su cena, Senri-sama" Fue todo lo que dijo antes de entrar al baño y coger otra blanca toalla; dirigiéndose luego velozmente hacia donde encontraba el noble y depositando con cuidado la toalla sobre su cabeza, procediendo a secar su cabello con suavidad. "No es bueno que se quede con el cabello empapado de este modo, Senri-sama. Las noches aun no están lo suficientemente tibias y no es bueno para su salud" Restregó la toalla con un poco más de fuerza para secar lo más posible el cabello rojo en el menor tiempo, sabiendo que el otro deseaba comer. " Asi está mejor." Retiró la toalla de la cabeza ajena; la mata de cabello rojo aun más desordenada de costumbre por la fricción a lo que solo esbozó una pequeña sonrisa acercando una mano para pasar sus dedos através de las suaves y aun húmedas hebras y acomodándolo un poco. "Listo"

A pesar de que por lo general se hubiese levantado al instante con la palabra ‘cena’, esta vez no fue el caso, el joven vampiro permaneció inmóvil y distante. Su cabello estaba tan desordenado y sin volumen producto del agua que alcanzó a cubrir sus ojos cuando el peliplata se acercó a secárselos, se levantó de medio torso, quedando sentado para que el otro pudiese realizar su labor de manera más optima y no dijo nada, simplemente quedó estático con la mirada clavada en el piso, odiaba que le vieran en ese estado.

“Shin…” murmuró suavemente mientras su mayordomo acomodaba sus despeinadas hebras rojizas, seguramente estaba hecho un humillante desastre; que indigno para alguien de su altura, una vez que el más alto terminó de secarle con un puntual y preciso listo trató de no mirarle, ya se había calmado un poco, pero ¿Qué pasaría si le miraba y perdía nuevamente el control?, quería averiguar si ya se había clamado, mas, no le parecía correcto arriesgar al peliplata a un experimento así. Luego de un momento de total silencio levantó la mirada con cuidado y sin darse cuenta se puse de pie y perdió el equilibrio, estrellándose con la firme figura de su protector, podía oír sus latidos, nuevamente sentía como aquel corazón bombeaba vida, estaba en problemas. Los dolores volvieron a invadirle por lo que se aferró con más fuerza a su contrario, mordiéndose nuevamente el labio para evitar sonidos que expresasen dolor hasta destrozarlo en silencio, esto era malo.

“S-shin… t-trajiste tu ración?.. recuerda que hoy cenarás conmigo… deberías ir por ella”dijo entre jadeos, tratando de que el más alto saliera nuevamente de la habitación, pero sonando poco convincente. Levanto por reflejo las manos hasta los hombros del ojicarmin y se sujetó con fuerza, incrustando las uñas de manera firme en estos –obviamente de forma inconsciente- y quedando en tortuoso silencio.

Se levantó para ir a dejar la toalla mojada al baño cuando el cuerpo del noble impactó contra el suyo, casi haciéndole perder el equilibrio y darse contra el piso; mas logro mantenerse firme y sujetarle, una expresión de preocupación dibujándose en su usualmente inexpresivo semblante al notar la expresión ausente del rostro ajeno. Esto no era sencilla hambre; la mente del otro parecía estar en otro lado mientras su cuerpo apenas y se mantenía en movimiento.

Cerró los ojos un momento inevitablemente ante el aumento en la presión en el agarre que tenia el pelirrojo en sus hombros. La pregunta le tomó por sorpresa y apenas atinó a negar con la cabeza. "Lo traeré enseguida, me era imposible traer ambas bandejas sin solicitar la ayuda de alguien más y pensé que aquello podía incomodarle" Aclaró con rapidez. "C-con permiso" Dijo con incertidumbre, puesto que pese a sus palabras el ojiceleste no parecía tener intenciones de soltarle, incluso sintiendo las uñas del otro enterrarse en sus hombros, provocando dolor pese a la tela de la camisa. Ahogó un quejido de dolor y observó nuevamente el rostro del noble, repentinamente dándose cuenta de que era lo que ocurría con su amo. Sus instintos vampíricos se estaban saliendo de control.

Tragó pesadamente, sintiendo el natural miedo que invadía a los humanos al darse cuenta que eran presas de otra especie. "S-Senri-sama..." Shin no tenía ningún problema en facilitarle su sangre al noble, después de todo, su vida estaba al servicio de este; pero una egoísta parte de su ser no quería morir. Un instinto primario en lo profundo de su mente le impedía abandonar su vida; tenía que seguir viviendo. ¿Sería un instinto ligado a aquel pasado que había olvidado? "... Senri-sama." alzó las manos para sujetar las muñecas ajenas, pidiendo implícitamente que le soltase. " No puedo ir a buscar mi ración si no me suelta..." dijo con suavidad, intentando dar un paso atrás.

“Siempre tan considerado…” dijo con su clásico tono de burla que siempre ocultaba cierta gratitud, no muy notoria, pero Shiki sentía que su mayordomo lo entendía de todas formas. Presionó con más fuerza los hombros del peliplata, no era como si quisiese hacerlo, al contrario, era casi un impulso animal; como el de un depredador que no quería soltar a su presa, sobre todo al sentir aquella clásica y humana sensación por parte del contrario… miedo, no era gran cosa, pero estaba ahí, oculto en los neutrales ojos que siempre negaban sentir alguno, ahí estaba.

Deseaba dejarlo ir, no quería ceder ante su sanguinario impulso y menos ahora que le sentía levemente vulnerable, pero no podía resistir demasiado, se cuestionaba y cuestionaba qué hacer, una y otra vez o así fue hasta que sus pensamientos se vieron interrumpidos por una punzada decisiva en sus colmillos, simultanea a una en su ojo izquierdo, era muy tarde. En fracciones de segundos todo comenzó a sentirse eterno, era como si otra persona estuviese en su cuerpo, no, persona no era un término adecuado, simplemente era “algo”, una sonrisa tímida y siniestra se dibujó en sus labios; enseñando inconscientemente aquellas afiladas y bestiales armas ancestrales, los colmillos, y de pronto sus manos fueron capturadas, casi devolviéndolo a la realidad de manera algo brusca.

”Lo siento…” murmuró suavemente sin siquiera mirarlo y retrocediendo un poco “Tienes razón Shin, ve por tu ración o la mía se enfriará y comerla antes sería de mala educación…” dijo llevándose una mano al rostro y cubriéndose parte de él, específicamente; el ojo izquierdo “Por cierto…” hizo una pausa, hablando ya de forma más fluida que antes, casi calmado en su totalidad “Siento deseos de otra cosa para comer…” añadió deslizando suavemente su mano, llevando uno de sus dedos hasta su boca “Puedes traerme una tarta de fresas? ah! pero no quiero que hagas dos viajes así que… pídele a fastidiosa mucama rubia que te acompañe, si bien, no me gusta que ‘cosas’ como ella se me acerquen… será breve su paso por aquí ….” Finalizó sonriendo divertido mientras miraba fijamente a su mayordomo.

Sintió la sangre helársele por un momento en aquellos segundos en que el otro no le soltaba, el peligro era casi tangible, sentía la respiración del otro tan cercano a sí, ¿Cuantos segundos bastarían para que el otro cortase la distancia y clavase sus afilados colmillos en la piel de su cuello y le drenase de vida? ¿Sería perdonado si utilizaba sus poderes para oponerse? ¿Podría detener el tiempo en el momento indicado? Tragó casi audiblemente casi sintiendo los segundos avanzar en su reloj, estaba seguro que el tic-tac era inaudible, pero ahora podría asegurar que lo oía.

Finalmente el otro se apartó casi bruscamente, pidiendo disculpas y evitando mirarle; nuevamente aquella fragilidad.

"No se preocupe Senri-sama, no es nada" Mintió manteniendo su semblante estoico para tranquilizar al otro, aun cuando su corazón siguiese latiendo fuertemente con la adrenalina inundando su sistema. "Iré enseguida" Dijo casi aliviado, sobresaltándose levemente ante sus siguientes palabras, pero solo luego asintió a todas estas, aun bastante tenso. "Como diga, me aseguraré de traerla, creo que la vi en la cocina, con permiso" Salió a paso apresurado, solo permitiéndose exhalar pesadamente una vez que estuvo fuera de la habitación; aquella sensación de miedo era algo que detestaba, inconscientemente se llevó una mano al costado del cuello frotando con algo de fuerza como queriendo apartar la sensación de la respiración del otro en el antes de dirigirse a la cocina a paso veloz y casi algo atolondrado para su usual agilidad y compostura, al entrar se armó rápidamente su bandeja con comida y puso en otra bandeja un pedazo del pastel de fresa, acercándose a la mucama rubia que en esos momentos se encontraba sentada en una silla en la mesa de servicio de la cocina, conversando con otras mucamas mientras se pasaba los dedos instintivamente por el largo cabello rubio claro, desenredando imaginarios nudos pretensiosamente. Shin la llamó con suavidad, atrayendo la atención de todas las chicas que hicieron ruidos de protesta ante la risita de la rubia y su expresión complacida. Cuan equivocadas estaban, Shin desvió la mirada al piso rehuyendo la mirada interesada de la mujer, aun cuando no le importaba en lo absoluto tampoco quería estar en su lugar.

"Necesito que me ayudes a llevarle esto a Senri-sama." Dijo Shin entregándole la bandeja a la mujer que solo la cogió con una sonrisa murmurando un 'No hay problema, ne Shin-kun, Qué te parece si después...?' A lo que el peliplata solo la cortó con una negación antes de coger su bandeja y adelantarse. La mujer solo sonrió y le siguió con su particular caminar sensual y femenino. "Pasa tu primero" Fue todo lo que dijo el peliplata cuando estuvieron frente a la habitación del pelirrojo, dejando que la chica entrase sola y quedándose parado a un lado de la puerta sujetando la bandeja fuertemente con manos algo temblorosas, sus ojos fijos en el suelo e intentando bloquear cualquier sonido que pudiese venir de la habitación.

“No tardes…” finalizó mientras el peliplata abandonaba la habitación y Shiki se limitó a relamerse los labios, llevando su dedo índice hasta ellos con travesura y para luego rozar con infantil suavidad sus colmillos. “Aun no es el momento…” murmuró dejando salir una risilla maliciosa.

La espera fue breve y el ojicarmin –como siempre- leal a cada petición subía las escaleras con la muchacha, podía sentir desde su recóndita habitación el perfume barato de la chica de cabellos dorados y oía la pequeña risa que dejaba salir entre susurros por el simple hecho de estar en compañía de Shin, era odiosa como ninguna otra en el mundo. Sonrío complacido, pero a la vez asqueado por lo que comenzaría, luego una idea cruzó por su mente cegada por su sádico y ahora despierto instinto ¿Por qué debía solo beber su sangre y ya?, la odiaba y honrarla con una muerte placentera en sus manos era demasiado para ella y es que los vampiros jamás se limitaban a sólo beber la sangre, aquello era poco elegante, aunque en este caso Shiki debía darle una lección antes de morir, además… al conde le encantaba jugar con su comida.

“Adelante…” pronunció con suavidad , entregándole una sonrisa a la chica en cuanto cruzó la puerta, la luz de la luna hacía brillar los azules ojos del vampiro y su esbelta figura parecía casi una aparición, la mirada de la mucama dio a entender que se estaba perdiendo en los encantos de su amo y el rubor en sus pecosas mejillas fue el sello de su perdición ”Puedes dejar la bandeja sobre la mesa” le dijo suavemente ”pero no toques el plato o me dará asco…” murmuró de forma casi imperceptible, la metálica bandeja hizo eco al tocar con poca delicadeza la mesa, ¡Que chica más inútil !. ”Puedes acercarte?.. creo que tengo algo en un ojo…” se quejó de forma inocente para hacerla llegar a él, era tan ingenua que no dudó en hacerlo y acercarse más y más, al punto de hacerle sentir su molesta respiración al pelirrojo , quien la rodeo de forma instintiva con sus brazos como si fuese un amante protegiendo a su doncella, deslizó una de sus manos por la espalda de la chica haciéndola temblar ligeramente, ella estaba tan perdida en las orbes del más alto que no alcanzó a notar cuando sus manos le rodearon el cuello, ahorcándola , tratando de asfixiarla y soltándola antes de que su garganta crujiese y el aire dejase de pasar por allí, aun no debía matarla, sólo quería aturdirla un poco. La inocente mujer se desplomó en el suelo, resonando en la fina madera de este.

“Shin, es de mala educación oír detrás de las puertas… ¿Serías tan amable de entrar?, no me gusta cenar solo…” dijo subiendo levemente la voz para que el otro le escuchase, mas, no lo suficiente como para ser algo tan vulgar como un grito, era nada más una suave invitación. Se agachó hasta el cuerpo tembloroso de la rubia aturdida, le miraba aterrada, sintiendo como la muerte soplaba fríamente en su cuello, Shiki sonrío, esperando a que la cena comenzase junto a su leal mayordomo como habían acordado en el coche.

Escuchó con tranquilidad y sin mover músculo alguno, ni siquiera sus ojos de la posición que mantenían observando el piso, ubicado afuera de la habitación, su espalda apoyada contra la pared. Escuchaba con claridad cada palabra que el otro le decía a la mucama, y no estaba seguro si debía seguir oyéndolas o apartarse. ¿Qué era lo que el otro quería? Sentía como si estuviese hablando deliberadamente fuerte para que el peliplata pudiese oirle... Mas tal vez solo era su imaginación.

Al oir el sordo golpe de algo caer contra el piso un escalofrío le recorrió por completo e inconscientemente apretó sus manos contra los bordes de la bandeja, arrugando la tela de sus guantes; podía sentir casi en carne propia la sensación de peligro que emanaba desde la habitación; esa fragancia a desesperación que probablemente despendía el cuerpo de la chica. Sostuvo la bandeja fuertemente para evitar que el leve temblor que le había recorrido fuese a hacer que derramase el contenido de alguno de los platos. Respiró hondamente al sentir la voz del pelirrojo, tragando para eliminar aquella molesta sensación del cierre de su garganta. Cogió la bandeja firmemente y entró a la habitación, realizando una pequeña reverencia de inmediato.

"Perdone mi descortesía, Senri-sama. No estaba seguro si tenía permiso para ingresar o no, después de todo no me llamó." Dijo con sencillez, adentrandose a la habitación y tratando de desviar su mirada que se fue casi de inmediato a la fatal imagen que proporcionaba la chica aterrada tendida en el piso. Sin permitir que emoción alguna se colase en su rostro, cortó la distancia que aun le separaba de la mesita de la habitación del pelirrojo y depositó ahi su bandeja con cuidado en el puesto frente al que suponía se había instalado el ojiceleste (debido a que su bandeja, aun sin haber sido tocada reposaba en él) , esperando las instrucciones del noble sobre el inicio de la cena.

“Sabes que siempre eres bienvenido y puedes entrar cuando gustes, después de todo…” hizo una pausa con una pequeña sonrisa en los labios mirando al más alto “En estas cuatro paredes todo me pertenece…” susurró. Notó al instante como la chica llevó su empañada mirada hacia el peligris y la molestia le recorrió, pero el colmo de colmos fue cuando; la rubia sirvienta trató de pedirle ayuda en un mudo susurro ¿Qué pensaba esa ilusa?, que cuadro más divertido, ella parecía no entender que Shin jamás la ayudaría, los humanos son tan divertidos. “Que persona más cruel…” dijo en un fingido tono infantil que denotaba frialdad; al dolido y tembloroso cuerpo tendido en el piso “Tienes toda mi atención, te permito estar en MI habitación y aun así te centras en Shin, eres realmente mala, sabías?” le preguntó con total calma y suavidad, clavando sus fríos ojos en los de ella que; al notar el carmín en el izquierdo nuevamente comenzó a llorar producto del miedo “Continuas llorando?, me sigues decepcionando y debería despedirte. Primero te acuestas durante el trabajo, luego ensucias con lágrimas el piso y para finalizar me ignoras… ¿Qué debería hacer?” se preguntó en voz alta llevándose el dedo índice hasta los labios, simulando duda “Soy un amo benevolente así que no te despediré, pero en cambio… voy a castigarte” pronunció con total diversión, mirando al expectante mayordomo y dedicándole una fría sonrisa, a la luz de la luna sus colmillos parecían más afilados.

“Shin, seguramente esta chica te causó molestias también, verdad? Dedicándote sucias miradas…” le mostró una sonrisa con una compasión bastante falsa, el imaginarse a la joven sonriéndole e incluso mirándole con asqueroso deseo, era algo repugnante “Tal vez debería evitar que lo haga de nuevo” dijo como si estuviese pensando en voz alta y acercando uno de los dedos hasta los azules ojos de la rubia, Shiki se consideraba alguien bastante paciente, pero si había algo que le crispaba los nervios era… que tratasen de robarle lo que le pertenecía, estaba decidido a arrancarle ambos ojos cuando una mejor idea cruzó su mente, lo que le detuvo antes de destrozarlos “No.. no sería divertido, es repetitivo…” susurró riendo y mirando nuevamente a su leal mayordomo. Se puso de pie y se encaminó en dirección al más alto, deteniéndose en la mesa.

“Ya es hora de comer…” dijo deslizando con agilidad y total delicadeza uno de sus dedos por la bandeja de plata sobre la fina y torneada madera, tomando la copa con total gracia y jugando con ella como si contuviese vino “Hoy me apetece beber algo en particular, podrías traerme lo que quiero?” le preguntó al peliplata sin mirarle y sonriéndole a la copa vacía “Shin… acércate…” le ordenó suavemente haciéndole un gesto con las manos, pero antes que el otro se moviese, se acercó él mismo y se puso de puntillas para dar su orden con total confidencia “Quiero la sangre de aquella mujer…” susurró entregándole la copa en sus manos.