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Adagio -Priv. Credo-

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Mensaje por Sarah Vilhelm Mar Ago 06, 2013 3:13 am

"En el castillo de Corazones siempre terminamos sabiéndolo todo, en especial sobre aquello que nadie dice. Y, por alguna razón, quienes parecen enterarse de la mayoría de estas cosas son los perros, los niños y cualquier otro que definitivamente no debiera saberlo."
Sarah Vilhelm, en "La historia de la familia real de Rojo"



Desde de la reconciliación entre Credo y Sarah habían transcurrido apenas unas tres semanas. Entre ellas hubo días dedicados a la conversación y al juego, tardes de trabajo, pláticas serias al alba, noches en las que se colaban en la cama. Pero esas tres semanas rápido se fueron como el agua. Fueron tres semanas perfectas que, apenas habiéndose cumplido el plazo, llegaron a su fin.

Al morir el sol, a lo lejos, la tarde cayó en el reino de Corazones para dar paso a la oscuridad. A esa hora Sarah todavía no se enteraba de nada y atendía en su despacho algunos asuntos menores. Pero al mismo tiempo, en el bosque cercano a Rubine y al castillo de Corazones, un par de soldados llevaban a rastras el cuerpo inconsciente del General Credo Southworth. Para una sola persona no era sencillo moverlo, ni aunque dicha persona se tratase de un militar. De manera que le habían atado para poder bajarlo del carruaje y arrastrarlo sobre el camino de tierra y rocas.

Desaparecieron tras las puertas de una cabaña.

A simple vista construcción parecía más grande de lo usual, claro, suponiendo que desde lejos pudiera verse ya que el bosque espeso se encargaba de ocultarla. Estaba construida con piedra y madera, mas a pesar de encontrarse en buenas condiciones llevaba años abandonada.

Pero lo sorprendente era que, aunque todo aquello pudiera parecer improvisado, se encontraba perfectamente planeado. Casi como si lo hubiera hecho Sarah…. pero al revés.

-¿Le metiste suficientes drogas antes de traerlo? -dijo uno de ellos entre dientes, mientras se aseguraba de sujetar firmemente a Southworth a la pared con un par de cadenas. Sin embargo, si el General de Diamantes se encontraba inconsciente era difícil de levantar, así que le dejaron en el suelo, recostado.

-Despierta, animal -dijo un hombre uniformado que recién llegaba, mientras ponía la suela de una de sus sucias botas sobre el hombro del otro.- ¡QUE DESPIERTES HE DICHO! -berreó justo antes de pegarle una patada en uno de los costados- Este es un interrogatorio. Más vale que empieces a escupir, Southworth.
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Mensaje por Credo Mar Ago 06, 2013 11:19 pm

¿Como es que todo eso pasó?

Las tres semanas se fueron tan rápido que parecieron días. Si bien, Credo ha aprendido a tolerar su estancia en el reino que tanto repudia, y dicha acción fue porque, finalmente podía estar cerca de la persona a quien tanto ama.

Aunque claro, como siempre a escondidas, pero era lo que le daba mas emoción a tan prohibida relación. En ocasiones se sentía como un chiquillo malcriado colándose a la habitación de Sarah en donde paso más que un momento al día. Y aunque, sonase egoísta, Credo pensaba que merecía ser feliz aunque fuese un poco… Después de todo se ha visto envuelto en un ambiente hostil desde pequeño en la milicia, ya ha visto el horror de la guerra dos veces, ha visto morir a muchos de sus compañeros, amigos y cadetes a su lado… Ya era justo que pudiese sonreír sinceramente y olvidar por unos momentos dichos parajes.

Pero no todo podía ser perfecto...

Las cosas iban a ponerse críticas, y quizá aquello iría para mucho mas. La tregua entre diamantes y corazones había sido un gran logro pero eso pronto, parecía a punto de finalizar.

Y es que el moreno desconocía los tétricos planes que algunas personas maquilaban en las sombras.

-Seguro es el cansancio.- Se dijo.

Comenzó a sentirse un poco mareado y pesado, apenas si podía coordinar. Pero le atribuía semejante sentir al hecho de no haber descansado correctamente y es que, también debía mantener comunicación mediante carta con el rey de diamantes ( y con su hermano, de paso) por eso no dormía como debía, si acaso había atendido correctamente sus heridas pues no quería complicaciones.

Pero pronto se dio cuenta que no era el cansancio el que le hacía comenzarse a sentir de semejante manera. Y lo comprobó cuando comenzó a ver todo borroso, a dificultársele el respirar.

Estiró la mano pretendiendo apoyarse del escritorio donde yacían varios papeles y un tintero. Sin embargo no logro su objetivo, pues el mismo yacía a una distancia considerable, es solo que el mareo y la mala visión le impidió al general percatarse de semejante manera. Y así, fue como el can cayó rendido ante el fuerte sedante que sus captores habían proporcionado quizá en un descuido de la señora Roselia pues aun continuaba un tanto desconfiado de habitar en el castillo de corazones, y que buenos motivos tenía para comportarse de esa manera…

Escuchaba voces, pero las mismas parecían estar lejos, lentamente abrió los ojos encontrándose de esa forma en el suelo de un lugar el cual no pudo reconocer. La cabeza le daba vueltas y sentía unas tremendas ganas de vomitar, intentó incorporarse mas no pudo.

No obstante dicha idea fue descartada al sentir el golpe en uno de los costados y el grito de dolor no se hizo esperar en el sitio. Los hombres rieron ante semejante reacción.

-¿Qué demonios es lo que quieren?- Echó las orejas hacia atrás evitando gruñir en el proceso. Sera fuerte y tendrá conocimientos militares pero un perro también puede ser sometido, no importa su tamaño

-Tenemos varias preguntas que queremos que respondas. Así que comienza a hablar, perro- y el mismo sujeto que le había pateado previamente colocó la suela de su bota justo en la sien del castaño moviendo el pie ligeramente en círculos para lastimarle de esa manera.
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Mensaje por Sarah Vilhelm Miér Ago 07, 2013 1:03 am

Pudiera ser simple perspectiva, pero el lugar parecía más una mazmorra que el cuarto de una cabaña. El piso era de madera y olía a polvo, en una de las esquinas había barriles y tablas. La habitación se encontraba a media luz, pero la luz de las lámparas de aceite era la suficiente. Las tres largas sombras de los soldados de rojo se alargaban sobre la pared y, al parecer, en aquél lugar no había nadie más.

Entonces el que lideraba a los otros dos se sentó en cuclillas a un lado del semihumano y le jaló del cabello para obligarle a mirarlo. Debía admitir, había echado tanto de menos esa deliciosa sensación de poder.

-Tranquilo, cachorro -le dijo torciendo una sonrisa- ¿Creías que nadie iba a enterarse de lo que hacías? Todo lo que pasa en el castillo se sabe, Southworth -le dijo con tranquilidad y en una voz tan inusualmente baja que resultaba escalofriante. Le soltó.- ¿Kiske te ordenó que buscaras la manera de revolcarte con la reina Sarah? …Qué asco das, perro. ¡ECHASTE A PERDER A SU MAJESTAD! -le gritó a pocos centímetros del rostro.

Luego se alejó un poco y suspiró. Estaba perdiendo el control.

-Responde antes que pierda la paciencia y deba traer a esa perra traidora para que hable por su cuenta.
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Mensaje por Credo Miér Ago 07, 2013 1:47 am

La sorpresa no se hizo de esperar en las morenas facciones del canido ¿Acaso escucho bien? "todo lo que pasa en el castillo se sabe"

Una gota de sudor descendió de su sien hasta perderse en alguna parte del sucio piso en donde se encontraba. Discretamente y como pudo hizo fuerza con las manos intentando librarse del tan nefasto amarre ¡pero era imposible! aparte que el nudo estaba muy bien hecho y firme. Además, aun se sentía mareado e incómodamente débil, no tenía fuerzas para nada y seguramente de poder levantarse terminaría yéndose de bruces, o algo de la índole.

Cuando se vio obligado a mirarle, el general le sostuvo la mirada. No es la primera vez que hace semejante cosa para con un militar de Corazones, muy a su pesar, pues es la segunda ocasión que se encuentra en una situación semejante.

¡No! Aquello fue por decisión propia, y no porque obviamente Ky se lo ordenase. Lo que sentía por Sarah era real, era lo único "real" de su persona... Podía ser sincero con ella y no ocultarse tras esa mascara de general austero que siempre ha mostrado.

Echar a perder a su Majestad... ¿Pero cómo? ¿Por brindarle felicidad? ¿Por que cuando pretende ser feliz aunque sea por unos instantes, todo tiene que derrumbarse?

Con molestia, echó las canidas orejas hacia atrás ante el grito.

-¿Perra traidora? ¿Es así como te diriges a la reina a cual sirves?- Y en esa ocasion no pudo evitar el hecho de levantar la voz y gruñir ligeramente

No, aunque pusiera resistencia ante el interrogatorio seguramente aquellos soldados de rojo (si es que en verdad lo eran y no eran miembros de joker en cubierto) podían ir tras Sarah, o peor, dar aviso al consejo mismo y ahí sí que empeorarían las cosas. De modo que, muy a su pesar, tendría que responder… todo por la seguridad de la azabaches.  Cerró los ojos con fuerza y tensó la quijada, antes de responder.

-No… Nadie me ordenó tal cosa…- ¡Que coraje! Ni siquiera con Jefferson admitió las cosas a la primera... momento ¿es que acaso había sido cosa suya? Pero Sarah pareció  tener bajo control al Coronel en ese momento… que confiados habían sido ambos.

-En efecto se convirtio en una traidora al revolcarse con un asqueroso miembro de diamantes, para colmo tenia que ser el perro faldero de Kiske.- Y aunque intentase tranquilizarse, su voz no dejaba de mostrar un deje de molestia y hasta hostilidad. Y como si tuviese que sacar toda la ira contenida, una vez mas pateó al General, aunque ahora en el rostro y con la fuerza suficiente para obligarle a dar la vuelta por mera inercia. -Entonces si "segun tu" nadie te ordenó semejante cosa ¿Es una conspiracion para debilitar a su "majestad"- casi escupio semejante palabra pues no toleraba el hecho que ambos estuviesen juntos. -¿O simplemente jugabas con ella? Vamos que todos los hombres buscamos lo mismo ¿No? -  Y sus compañeros se echarón a reir.

-Guardate tus pateticas sospechas que ninguna es la correcta. Si realmente sabes las cosas como dices, entonces haz de saber que lo que siento por ella es real y no para conspirar contra corazones Jadeó, tragandose todo el coraje debido a la impotencia de no poder hacer nada...
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Mensaje por Sarah Vilhelm Miér Ago 07, 2013 3:22 am

Apenas terminó de hablar, el General de Amarillo recibió una fuerte patada en la espalda. El sonido fue seco, el golpe había sido certero.

-Muestra más respeto, irreverente animal -habló entre dientes, y el mismo hombre que antes le había jalado del cabello lo hizo otra vez. Tiró de él tan fuerte que lo obligó a girarse de un jalón. Luego le sonrió. ¿Así que los soldados de la Armada de Diamantes eran los mejores? ¡Tenían que ver cómo estaba su líder para darse cuenta del lugar que les correspondía!

Sin embargo, Credo no se veía rendido ni derrotado. Del puro odio que sentía hacia él, el militar de rojo le estiró con violencia del cabello castaño.

-Así que era cierto… Dicen que no bajaste la mirada ni un segundo cuando te enfrentabas al capitán… -se burló, pero pronto dejó eso, cuando la conversación entre sus compañeros llamó su atención.

-¡Deja que el Consejo se encargue de ella! ¡Si eso es verdad es alta traición! -dijo el tercer soldado, empuñando las manos.- Debemos decírselo al Señor Orchid primero.

-Cállate, -le gritó el otro- el imbécil de Orchid todavía cree que la reina tiene la vida de Ky en sus manos con ese estúpido Tratado… -dijo terriblemente molesto, y algo hubo en aquella conversación que le hizo volver su atención a Credo.- Tú lo sabías todo, ¿no? ¿Desde cuándo te tiras a esa mujer? ¿Desde el juicio contra la antigua mascota real? ¿O desde el ataque a tu tropa el día de la luna roja?

El otro militar chistó, irritado.

-Estamos perdiendo el tiempo con esto, -dijo desesperándose- deberíamos deshacernos del perro y traer a la reina de una vez.

-Cobarde, tú puedes ir haciendo eso, -mencionó rodando los ojos con fastidio- pero yo creo que este caniche todavía tiene cosas que aportar…. Di la verdad, Southworth, sólo las damas de la corte te creerían esa estupidez. ¿Así engañaste a la reina Sarah, diciéndole que estabas enamorado de ella? ¡VAMOS, ESCUPE EL MALDITO PLAN! ¡Tiene que haber algo relacionado con el Tratado! -berreó.

-¡Estamos perdiendo el jodido tiempo! -volvió a interrumpir, ahora totalmente descompuesto.- ¡Si el capitán no pudo sacarle información aquella vez qué te hace pensar que tú podrás! -se dirigió al otro militar- Da la orden para que traigan a Su Majestad.

Entonces éste asintió con la cabeza y salió de la habitación.
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Mensaje por Credo Miér Ago 07, 2013 4:00 am

-¡Agh!- Ese golpe sí que le había hecho doblarse.

¿Respeto? ¿Cómo poder respetar a alguien que ni siquiera respetaba a la persona a la cual servía? de estar de pie, de estar en sus cinco sentidos, seguramente los resultados serian distintos y más si se dejaba guiar por sus instintos animales que le volvían casi imparable...

Pero la realidad era otra. Nuevamente le dedicó una mirada llena de odio a aquel soldado, incluso esta vez mostrando los blancos y filosos canidos que poseía. Fue entonces que una de sus mullidas orejas giro en dirección de los otros soldados.

-"¿Orchid?" ¿No era acaso ese el nombre del miembro del consejo al que Sarah temía? Bueno, pudo percatarse o mejor dicho darse una idea de ello el mismo día que Jefferson mencionó al anciano ese día en la habitación que le designaron.

Credo sintió como el enojo se apoderaba de su persona una vez más, ahora no solo estaban entrometiendo a Sarah en la problemática, sino también a Nero, o al menos hicieron mención de él.

-Pensé que lo sabías todo ¿No? ¿Entonces por qué tanta pregunta? - Si, tenía la osadía de responder sarcásticamente las preguntas que le hacían (o una que otra) -Yo no engañe a Sarah ¡no hay ningún plan siquiera!-

Aquello pareció no agradarle al hombre, el cual aprovechó que sostenía al can del cabello para golpearle la cabeza contra el suelo con tanta fuerza como le fue posible, logrando así aturdir al de ojos azules.  Fue entonces que la puerta se abrió y el otro soldado abandonó la habitación. Viendo lo poco que pudo de reojo y a lo que pudo escuchar, aquello no le agradó nada al de Diamantes.

¡-Veamos si solo así hablas. Pensé que Kiske te había amaestrado bien como para seguir ordenes como el maldito perro faldero que eres, ahora veo que me equivoque- ¡Que impotencia era el no poder liberarse! El soldado solamente miró por donde el otro desapareció, aunque aun sin soltar al canido ¡al menos dime ¿valió la pena? O es que, ¿solo te revolcabas con ella para sacarle información?-

De momento, la única respuesta que obtuvo el soldado fue un quejido debido al golpe que le había propinado. Y después con voz tenue el general, respondió.

-A ella no la metas en esto, Puedes golpearme todo lo que quieras, pero a ella no le pondrás ni un dedo encima siquiera…
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Mensaje por Sarah Vilhelm Miér Ago 07, 2013 7:34 pm

-¿Me estás dando permiso de golpearte todo lo que quiera? Eres un hombre muy considerado, General -dijo sarcásticamente.- ¿Sabes? Siempre he aborrecido esos ridículos aires de heroicidad que se dan los de tu clase. Pero podemos ver por cuánto tiempo sigues sosteniendo esas palabras… -dijo mientras se ponía de pie.

El hombre atravesó la habitación y descolgó una espada de la pared.- Imagínate la cara de Kiske cuando sepa que frustramos sus sucios planes y el tratado.  -Sostuvo la espada encima del cánido y delineó lentamente un corte a lo largo de su antebrazo, cortándole la ropa y la piel. La sangre comenzó a brotar, coloreando con rojo el uniforme blanco...

~ ~ ~

Mientras tanto, en el castillo de Corazones, la reina apenas estaba concluyendo su trabajo. Al terminar, Sarah guardó los papeles en un legajo, puso el resto de las cosas en uno de los cajones de su escritorio y salió al pasillo principal para dirigirse a su habitación. Eran tan sólo algunos metros de escaleras y pasillos poco iluminados hasta su cuarto, pero ella nunca llegó.

-Majestad -le saludó un militar al verla pasar. Sarah lo miró y devolvió el saludo, recordando que él efectivamente pertenecía al ejército, aunque su rostro no le decía algo en particular.

-Tú no eres de la guardia, soldado, -dijo con voz apacible- ¿qué haces aquí?, ¿quién es tu superior inmediato? -la reina le observó detenidamente, con curiosidad. La verdad es que el hombre le transmitía un sentimiento bastante raro.

-Eso es algo que no puedo contestar.

Sarah estrechó la mirada, sin entender las intenciones del otro. Sin embargo, cuando ella intentó retroceder, el soldado la sujetó firmemente de un brazo.

-Suéltame -ordenó fijando en él su intensa mirada. Pero Sarah estaba desarmada y el otro era por lo menos 30 centímetros más alto. Trató zafarse de un jalón, mas un violento empujón la hizo chocar contra la pared y después de un manotazo cayó al suelo. Rápido intentó levantarse, pero un golpe en la cabeza la mantuvo donde había caído. Cuando se dio cuenta, no había un soldado, sino dos.

-¡TRAIDORES! -Gritó tan fuerte como pudo, pero pronto se le nubló la vista y poco a poco llegaron las palabras de una voz que ella percibía completamente distorsionada. Sintió cómo uno de los hombres la sostenía de pie y la amordazaba. Forcejeó con el agresor, alcanzando a pegar un par de patadas.

-Ya cállate, Sarah… -escuchó antes de que un fuerte dolor bloqueara sus pensamientos. Entonces, todo se volvió negro.
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Mensaje por Credo Jue Ago 08, 2013 12:03 am

El general chasqueó la lengua al escuchar semejantes palabras. No, no podía permitir que hiriesen a Sarah y todo por su culpa. Irónicamente ha intentado protegerle y obteniendo justamente lo contrario.

Al escuchar los pasos alejarse, el camino aprovechó para intentar liberarse de los amarres, claro está, sin conseguirlo. Si que fueron precavidos. Sus muñecas ya mostraban marcas rojas del forcejeo que desde que había despertado estaba ejerciendo.

¿¡Pero cuales sucios planes!?  ¡No había nada de por medio en su relación con Sarah! Ni Charlotte ni Ky sabían de ello y eso era algo que debía mantenerse en secreto. Una gruesa gota de sudor descendió por su rostro hasta perder en el suelo cuando observó al soldado con espada en mano. De sus labios primero emanó un quejido ahogado que fue subiendo de tono. Tensaba la mandíbula y apretaba los ojos intentando contener el dolor, quizá lo más doloroso era que el soldado hizo lento aquel corte.

-Pero bueno, como te rehúsas a hablar tendremos que preguntarle personalmente a la asquerosa traidora.- El general le miró con sorpresa en las facciones.

-Crees que somos idiotas pero estamos seguros que tu transferencia esconde algo mas en el castillo de corazones porque, no fue simple coincidencia que Ky haya aceptado tu estadía en el lugar.-

Mas en esa ocasión el canido no respondió, estaba más ocupado intentando tolerar el dolor pues, para colmo, aquel soldado eligió herir el brazo que justamente apenas estaba sanando debido a las heridas que se llevó en el ataque de Joker.

¿Cuánto tiempo paso? La puerta se abrió de golpe. Un par de soldados se divisaron en en el umbral, aunque credo no pudo verlos. Escuchó el golpe de algo caer en el piso del lugar, y entonces intuyó de que, o mejor dicho: quien se trataba.

-¡Sarah!- E intentó girar para verle, no obstante una vez mas sintió el frio acero sobre su físico aunque esta vez en uno de los hombros, clavándole fuertemente en el piso.

-Pero que perro tan inquieto- Masculló el soldado dejando ahí la espada, si la necesitaba simplemente la retiraría de su sitio y punto. Caminó hasta sitiarse a un lado de la azabaches a la cual pateó para colocarle boca arriba, aunque no con tanta fuerza como lo había hecho con el general, aunque eso sí, del lado en donde suponía que aun estaba herida. -Despierte~ alteza serenísima- mencionó con burla.
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Mensaje por Sarah Vilhelm Jue Ago 08, 2013 1:44 am

Cuando Sarah comenzó a recuperar la conciencia, lo primero que pudo percibir fueron voces, sin embargo éstas sonaban como murmullos que llegaban desde lejos. Escuchó cascos de caballos y una carreta. Abrió los ojos por un momento, pero volvió a cerrarlos cuando un pinchazo de dolor le aquejó en la cabeza.

Después sintió cómo la hacían caer sobre una superficie plana y le metían una patada en el abdomen, haciéndola gritar y sobrecogerse. De inmediato forcejeó en un intento de liberarse, sin embargo se encontraba fuertemente atada de pies y manos. Abrió los ojos y pudo enfocar un poco mejor. Reconoció a un par de soldados del ejército y a… Credo.

¿Qué diablos hacía Credo ahí?

Sarah sintió formarse en su estómago un enorme hueco. Apretó los labios cuando distinguió el brillo de la sangre en la ropa de cánido y en aquella espada. "¿Qué le han hecho…?" Tensó la quijada y cerró los ojos, creyó que de no hacerlo iban a escapársele las lágrimas.

-¿Ya se siente mejor, Majestad? -dijo uno de esos tipos. Sarah abrió los ojos y le miró llena de odio. Otro se acercó y le quitó el pañuelo que llevaba por mordaza.

-¡Exijo que me suelten en este mismo instante! -gritó la mujer desde donde estaba, pero sólo logró que los militares se carcajearan.

-¿Y si no qué va a hacer, Alteza Serenísima? ¿Nos acusará de alta traición? -se sentó en cuclillas frente a ella- ¡Pero si la traidora es usted! -Y usando la punta del índice le picó en la punta de la nariz, como jugueteando.

Suéltenme ahora mismo! -volvió a ordenar. Su mandíbula se encontraba totalmente tensa y el sudor comenzó a hacer su piel brillar.

-Lo haremos, Majestad, pero primero tendría que decirnos cuál es el plan que está detrás de este perro -mencionó tranquilamente, haciendo referencia al general.

-¡¿Qué le has hecho, bastardo?!

-Es que no quiso cooperar, pero sabemos que de seguro usted será más condescendiente que él. Así que, venga, póngase a cantar.

-Pero ya lo sabes, ¿no? Les escuché mencionarlo camino acá. ¡Ya sabes que me acuesto con él! ¡Me acuesto con él porque lo quiero! ¡Vamos, ve a decírselo a Alexander! ¡Díselo al consejo! ¡Díselo a todos, maldita sea! ¡Lo lamentarás! -gritó la mujer, desesperada. Lo que hacía podría parecer muy osado, pero lo cierto era que por dentro se moría del miedo. Quería gritar, correr y llorar, quería levantarse e ir a abrazar a Credo. Y sabía también que si esos soldados lo deseaban, ambos caerían muertos esa misma noche.

-Ah, no, Majestad... Usted lo lamentará. -le sujetó del cabello, tal como habían hecho antes con Credo, y jalándola de él la alzó del suelo. Sarah se estremeció y ahogó un grito de dolor.

-¿¡Qué es lo que quieres?!!
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Mensaje por Credo Vie Ago 09, 2013 1:27 am

Lo más doloroso no era la herida causada en el antebrazo, tampoco sentir el frio acero de la espada atravesando su hombro y mantenerlo clavado en el suelo.

Era escuchar como interrogaban a Sarah.

¿Qué es lo que había hecho? Quizá todo hubiese sido mejor si hubiese permanecido callado y sin admitir lo que sentía por Sarah. Pudo vivir con ello o acostumbrarse mejor dicho, no hubiese sido la primera ni la última persona a la que permite alejarse tan solo por el miedo que le lastimasen si es que se acercaba a él.

Pero parecía ser mofa del destino, aquellos por los que hace casi hasta lo imposible por proteger siempre terminan lastimados.

-¡Déjala!-  cualquier cosa que el soldado estuviese por hacerle o preguntarle a Sarah fue irrumpida por el grito del general.

Otro de los mismo se acercó hasta donde Credo yacía apoyó un pie sobre el pecho del mismo y con la mano movió la espada para hacer más grande la herida. Pero se detuvó al momento ante un ademan del hombre que sostenía a Sarah por el cabello.

-O si no ¿Qué, Southworth?- Preguntó con burla ¿Qué es lo que podía hacer el general en semejante estado?

-Hablare… es cierto que no había una conspiración por parte de Sarah, no obstante podía ganar tiempo  ¿Para qué? No lo sabía, pero quizá funcionase y dejaran a la azabaches fuera de todo el asunto. Era una movida desesperada y estaba consciente de eso.
-Tiempo atrás se me dio la oportunidad de dejar de lado a Diamantes y unirme al ejército rojo. Pude rehusarme a aceptar la transferencia, sin embargo la acepte puesto que  considere el hecho de darle la espalda a diamantes… Si hay una conspiración en todo esto, es por parte mía, para el reino que sirvo, y nada mas- Es cierto que mentía, pero era probable que eso es lo que quisieran escuchar los militares de rojo. Existía la posibilidad que aquellas palabras llegasen hasta Charlotte o Kiske y sabía bien las consecuencias de aquello:

Pena de muerte

Pero bien valia la pena sacrificarse para salvar a Sarah
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Mensaje por Sarah Vilhelm Vie Ago 09, 2013 3:23 am

Uno de los militares sonrió. Así que finalmente el perro iba a escupir información. ¿Pero qué era lo que iba a decir? ¡Si no había nada más que explicarle a ese grupo de militares! Los ojos de Sarah se abrieron grandes al escuchar las palabras de su amante.

"¿Darle la espalda a Diamantes?" pensaba, sin encontrarle sentido a todo aquello. Sintió que su corazón se aceleraba tanto que podía sentir el latir de su corazón en la orejas. No obstante pronto lo comprendió….

La mujer cerró pesadamente sus ojos azul. "Ojalá fuera verdad…." pensó.

Tal vez si Southworth hubiese aceptado desde el principio, cuando ella le hizo esa proposición, nada de eso hubiera ocurrido… Pero en aquél entonces ella sintió que no podía obligar al General a renunciar a su vida, a sus principios y a su corazón. Y por eso ahora iban a morirse los dos.

O quizá no. Aún no.

-Buen intento, Southworth-dijo uno de los soldados, alzando el mentón de forma triunfal. Luego volvió a dirigirse a él y le sonrió.- ¡Pero deberías buscar a alguien que te crea en el otro mundo! -berreó, cogiendo un mangual que se hallaba en la pared- ¡TE GOLPEARÉ HASTA QUE MUERAS! -amenazó mientras alzaba el arma.

-¡NO, NO, NO LO HAGAS! -le rogó Sarah, a punto de romperse en llanto. El hombre sólo miró a la reina de reojo y le dedicó una sonrisa burlona, para después atestar un brutal golpe en contra del General del la armada enemiga. Pero ese fue el primero de muchos.

Sarah comenzó a llorar con desesperación.

-Detente, Holborne -ordenó el otro, quien se había recargado en una pared con los brazos cruzados- Si lo matas no podrás sacarle información.

-¡No lo necesitamos, hombre! -reclamó, pero se detuvo.

-Se te olvida que éste es la mascota del rey Ky. Cuando ataquemos el castillo, cualquier información puedas obtener de él nos será de utilidad.

El otro bajó el arma y se lo pensó un poco más.

-Sea o no verdad lo que dices, Southworth, entenderás que no podemos liberarte porque esto es el comienzo de una guerra. Y también, porque sería una vergüenza para todos que en Diamantes supieran que el perro de Kiske se tiró a nuestra reina -entonces dirigió la mirada hacia Sarah y, al ver el brillo de sus lágrimas en la media luz, se dio cuenta de que ella lloraba.- ¿Deberíamos hacerle algo para que en verdad llore, Su Majestad?

-Deberían tirársela todos, ya ves que se revuelca con cualquiera -dijo uno de los que acababan de entrar a la habitación.- Aunque tendrán que esperar, -señaló-  estos idiotas dejaron que ella gritara en el castillo antes de traerla y ahora la guardia ya la está buscando. Dicen que los capitanes pasarán lista a primera hora de la mañana.

Uno de ellos maldijo por lo bajo.

-Maldita sea, si no nos presentamos al pase de lista esto podría quedar arruinado.

Los soldados se dieron cuenta de que necesitaban discutir lo que harían y, definitivamente, no lo harían frente al par de prisioneros. De manera que tras unos breves momentos salieron de la habitación, dejando a Sarah y a Credo en la oscuridad.
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Mensaje por Credo Vie Ago 09, 2013 4:27 am

Y justo cuando creyó que ya tenía todo bajo control aquel grupo de carmín se encargo de hacerle saber que no iban a ser tan fáciles las cosas. Con la verdad no se podía salvar, con las mentiras tampoco, entonces ¿qué es lo que realmente quería aquel grupo de traidores?

"¿Te golpeare hasta que mueras?" Una parte de él sabía que eran puras mentiras, quisieran o no al final siempre se detenían, prueba de ello su capitán.

No es que se diese importancia pero si le mantenían con vida incluso podría llegar a soltar uno que otro pedazo de información, el problema realmente consistía en saber cómo sacarle la misma

Pero, la otra parte de él estaba seguro que aquel hombre bien podía matarle solo por mera diversión...

Lo peor que ha sentido en su vida es ser humillado de semejante manera frente la persona que más ama.

Pronto en el sitio lo único que se escucharon fueron los quejidos del general ante los golpes y los desesperados sollozos de su majestad.

al detenerse, credo aprovecho para intentar (pues en ningún momento le liberaron de aquella espada) hacerse un ovillo y resistir como fuera los golpes que acababa de recibir. De su rostro gruesas gotas de sudor descendían, el uniforme que alguna vez fue pulcro y blanco ahora yacía con manchas carmines y ocres -de la tierra al ser arrastrado-

-"¿Vergüenza?-" - Y por su mente la alocada cuestión no se hizo de esperar ¿Sarah sentiría vergüenza por lo que habían hecho?

Aun pese las heridas al escuchar las palabras de los soldados el general intentó liberarse ¡Simplemente no podía quedarse así! Debía levantarse, proteger a Sarah, confortarle, hacerle saber que está bien. ¡Pero todo quedaba en un jodido intento! Los pasos desaparecieron tras el umbral y después al cerrarse la puerta, la oscuridad y el silencio reinaron en la habitación… Solo entonces, fue que el moreno se atrevió a irrumpir el desgarrador silencio.

-No llores mas… Sarah, ¿Te encuentras bien?- Preguntó con voz apagada.

Movió ligeramente la cabeza para buscarle con la mirada. Sonrió a medias, sentía una enorme desesperación por extender una mano hacia ella y tocarle… Mas las cuerdas así como aquella espada en su hombro, se lo impedían.
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Mensaje por Sarah Vilhelm Sáb Ago 10, 2013 9:32 pm

Tras el breve silencio, la mujer aún se encontraba con la cabeza nublada y ausente, pero cuando percibió las palabras de su pareja volvió a la realidad inmediatamente. Parpadeó muchas veces para que se cayeran las lágrimas y poder ver con mayor claridad, sin embargo, sus ojos azul no eran como los de Southworth, ella no podía distinguir bien en la oscuridad.

No dijo nada. Se sentía humillada y débil… Sentía que aquellos hombres la habían hecho polvo, que ella ya no tendría fuerzas para gritar. Y sus recuerdos más inmediatos la acosaban  y traían de vuelta los gritos de dolor del General.

Y todo era culpa suya.

Sarah siempre supo que podía ser traicionada en cualquier instante, pero nunca creyó que ese hecho llegaría tan pronto y, mucho menos, que también arrastraría a Credo hacia él.

¿Cómo iba a contestarle si se encontraba tan avergonzada?

Miró al militar cuando sus ojos finalmente se acostumbraron a la oscuridad, se sobrecogió su corazón al verlo así a él. No parecía ser el hombre que ella había conocido en el desierto, sino que había sido vencido cobardemente, había sido derrotado.

Sarah percibió sonidos de pasos tras la puerta del cuarto junto con una tenue luz que se colaba desde allá. Escuchó voces y risas. Risas. Alegres, jodidas y asquerosas risas.

“Está muy fiera Su Majestad.” Recordó. “Pero no se preocupe, la domesticaremos…”

Cerró los ojos, sintiendo como un par de lágrimas recorrieron sus mejillas hasta llegar al suelo. Su cuerpo temblaba por la tensión que le provocaban esas cuerdas con las que estaba atada. Se sintió la persona más horrible y débil del mundo. La reina estaba tan rabiosa consigo misma que el dolor de su cuerpo y su corazón sólo lograron encontrar algo de calma en la mirada transparente de su amante.

-Credo, yo… -masculló con dudas, en voz baja. No obstante, calló al ver la espada todavía clavada. ¡¿Por qué Credo le decía eso?! ¡¿Por qué se preocupaba por ella si evidentemente lo peor se lo había llevado él?! Su mirada se hundió en la pared, perdida por su creciente desesperación. Ella todavía no podía creérselo. Pero se encontraba atada sólo de pies y manos y si eso le permitía acercarse a él era algo que definitivamente iba a hacer.

Ahogó un grito de dolor cuando comenzó a removerse sobre el suelo usando las rodillas y el tronco. Sintió sus heridas abiertas otra vez y pudo comprobarlo cuando se dio cuenta de que estaba dejando un rastro de gotas de sangre. Lo ignoró. Suspiró pesadamente por el esfuerzo que hacía para arrastrarse y su saco se raspó de los hombros y el pantalón de las rodillas.

-Credo… -le llamó nuevamente, intentando acercarse un poco más.- Credo, tengo tanto miedo… -musitó.
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Mensaje por Credo Lun Ago 12, 2013 1:25 am

¡El dolor era insoportable!

El moreno apretaba fuertemente los dientes y la mirada. De vez en cuando respiraba en jadeos, podía sentir bajo de él como la cálida sangre formaba un pequeño charco. Resultaba hasta irónico que pudiese curar con su sangre pero la misma no tuviese efecto en él, al menos no como lo hacía con las demás personas.

¿Cómo es que había llegado a eso?

Bueno, no es como si hubiese podido defenderse, de hacerlo seguramente los resultados serian diferentes.

Aunque no había tiempo para parar a pensar en el dolor, ni en las heridas. Debía moverse, levantarse, ayudar a Sarah, advertir a Kiske, la situación era más crítica de lo que aparentaba.

Al escuchar que Sarah le llamaba una de sus orejas giro en dirección donde se encontraba. Su fino olfato percibió el aroma de la sangre, mas no supo si era el propio o el de ella...

... Porque nada descartaba que no le hubiesen herido antes de llevarla hasta ahí.


Miedo...

Si, es normal estar asustado en una situación similar y el canido ya ha comprobado que tras la fiera majestad se esconde una joven monarca llena de dudas e inseguridades... y una persona bastante cariñosa que solo se merece lo mejor, que no es como todos alegan que es...

-Tranquila Jadeo, lo cierto es que si quería calmar a la azabaches lo mejor era fingir que el mismo estaba calmado

Sin embargo la decepción y la impotencia hacían presa de su persona ¿cómo se supone que va a defender y proteger al reino de diamantes si ni quisiera puede hacerlo con las personas a quienes más ama?

-Tengo una idea Algo arriesgada, mas no pueden esperar tranquilamente a que un escuadrón llegase a rescatar a Sarah

Claro, porque él sigue siendo del reino enemigo... aun a pesar de la tregua (que, seguramente aquel grupo se encargaría de deshacer y meter mal entendidos con Charlotte y Ky)

-Eres fuerte Sarah, se que puedes lograrlo- Cerro los ojos unos instantes y una sonrisa se dibujo en sus facciones -Los idiotas estos nos dejaron un medio para poder escapar, lamentablemente yo no puedo. Usa el filo de la espada para liberarte-

¿Lo demás? bueno, nunca está de mas improvisar ¿Verdad?
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Mensaje por Sarah Vilhelm Lun Ago 12, 2013 5:27 am

Spoiler:

Su rostro se hallaba enrojecido por el llanto y el polvo se había adherido a él gracias a la humedad que en sus mejillas habían dejado las mismas lágrimas. Ella sabía que era fuerte, pero no siempre podía ser así. Estaba aterrada. Sarah sentía cómo su uniforme color vino estaba mojándose con una mezcla de la sangre de ella y la de su amante.

-Lo haré, -masculló- sólo aguántame un poco…

¿Cuál era la diferencia entre una ilusión y una alucinación? Sarah todavía no lo sabía. Pero su mente ya había comenzado a revolverse entre la falta de su medicamento, el olor nauseabundo de la sangre y la oscuridad. Frente a ella podía ver a Credo, pero aunque lo miraba no estaba segura si sus ojos continuaban abiertos. Y así, retorciéndose como animal agónico para avanzar un poco más, ella comenzó a recordar…


Una noche en el castillo de Corazones, la hija de 8 años de la princesa Victoria intentaba volver a conciliar el sueño. Hacía un par de horas que la chiquilla había intentado llamar la atención de su madre sin mucho éxito. De hecho, había insistido tanto que la mayor terminó callándola con un bofetón. Ni la niñera ni la institutriz dijeron algo y Sarah se fue corriendo hasta su cuarto, donde se puso a llorar… 

Lloró hasta que se quedó dormida y, entre sueños, escuchó la voz de su mamá.

-Sarita, tal vez a veces piensas que no te quiero. Si yo fuera tú lo pensaría, pero puedo asegurarte que en verdad te amo -la mujer sonrió con tristeza cuando vio a la niña esforzándose por mantener los ojos cerrados. Al parecer la menor intentaba fingirse dormida, pero aún así su madre deslizó la mano entre sus negros cabellos- Quiero decirte algo y espero que no se te olvide. Cuando tú sientas que todo está en tu contra y que no puedes más, siempre debes mirar hacia otro lado y seguir tirando piedras contra el muro. Debes juntar tus sueños rotos y recoger lo que quede de tu vida para poder recordar tiempos mejores… -En los ojos de la mujer se notaron un par de lágrimas- Te quiero, mi preciosa hija -dijo antes de dar un beso en la frente a la niña.

Después de esa noche Sarah nunca más volvió a ver a su mamá, pues al día siguiente algunos miembros de la guardia real encontraron el cuerpo sin vida de Su Alteza Real.



Sarah vio el cuarto vidrioso por las lágrimas en sus ojos, pero finalmente pudo guardar la calma. De alguna manera habían vuelto a sus pensamientos las últimas palabras que le había dirigido su madre el día antes de que la asesinaran.

La reina bufó por el agotamiento y miró a Credo. Antes, cuando ella se había encontrado entre sus brazos la sensación que le trasmitió fue que nada podría hacerle daño. Y sin embargo ahí estaban, él todavía le sonreía y a su lado Sarah se sentía protegida.

Apretando los labios para no gritar fue como la mujer logró sentarse en el suelo y, después, haciendo un gran esfuerzo fue como logró ponerse de rodillas. Bajó la mirada.

-Perdóname por lo que te voy a hacer… -dijo como no queriendo pronunciar ninguna de esas palabras. Y suspiró hondo para tranquilizarse, le había dado la espalda y volteó la cabeza todo lo que pudo para alcanzar a ver sobre su hombro la espada. Estiró los brazos y con cuidado comenzó a frotar la cuerda contra el filo del arma. Lo hacía tan lento como podía para lastimar lo menos posible a Credo, pero no era nada sencillo. Sintió los brazos entumecidos. Y, de pronto, la cuerda se botó. Con duda movió las manos como si no pudiera creérselo. Tan rápido como pudo se sacó las cuerdas del resto del cuerpo.

-Credo… -dijo arrodillándose nuevamente frente a él. La punta de su índice se deslizó suavemente por los cabellos castaños hasta llegar a su rostro, el cual recorrió delineándolo, sintiéndose cautivada por él. Se agachó para besar sus labios y, cuando lo hizo, retiró la espada de su hombro con tanta delicadeza como pudo.- Debo admitir que me dieron muchas ganas de llorar… -murmuró mientras usaba el arma para deshacerse de las cuerdas con que habían atado a su pareja. Luego retiró las cadenas.- Pero ya se me han pasado… -dijo mientras se quitaba el saco y empezaba a cortarlo en tiras para poder vendar al General. Le miró a los ojos. La mirada de Sarah estaba llena de odio- Y ahora tengo muchas ganas de que lloren ellos.
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Mensaje por Credo Miér Ago 14, 2013 12:17 am

OFF: lols, si, se ven más chicos en el Word que en el foro xD

Aguantar un poco... Tampoco es como si pudiese irse así sin más.

Estúpidamente intento moverse, sabía que era en vano, pero existía una mínima posibilidad que la hoja se encontrase un tanto floja y pudiese librarse por sus propios medios de ella.

Que equivocado estaba.

Jadeaba, intentaba contener todo el dolor producido por las heridas, era en vano, no ha descansado bien desde el ataque de joker se ha obligado a ir mas allá de su límite tan solo para brindar esperanza al reino de diamantes, levantarlo de los escombros, poner en alto su nombre...

Su nombre seguramente no aparecería en los futuros libros de historia después de todo ¿qué tan importante es un soldado mas del montón entre la armada?

Si, aunque no es por eso que se mantiene aún con vida. Es por las personas que le quieren y le esperan, desde aquel día que encontró a Nero y desde que se enamoró de Sarah, Credo finalmente encontró un motivo por el cual aferrarse a la vida y no entregarse a una vida monótona y escudar sus acciones tras la milicia.

No obstante ha intentado ocultar así mismo lo realmente débil que es, para prueba de ello los valientes esfuerzos que hacia su majestad de corazones por acercarse a su patética persona.

Y en un momento, ella estuvo a su lado. Ladeó la cabeza intentando observarle ¿Le pedía disculpas?

Cuando Sarah le besó, el general pudo percatarse de la fragancia de su perfume, junto con el de la sangre, una mezcla un tanto desagradable, a decir verdad. Y después, el filo de la espada hiriéndole nuevamente. Ahogó un quejido entre aquel beso, aunque hasta cierto punto la voz de Sarah le tranquilizaba. Al estar libre, como pudo se sentó. Pasó el dorso de la siniestra por su mejilla limpiando algo la gruesa capa de sudor que le recorría las morenas facciones.

-Siempre he odiado a los soldados de rojo, pero esto ya es el colmo. Va más allá de lo que llegue a imaginar- Le miró, no era para menos que su alteza serenísima desease venganza. Credo podía sentir –metafóricamente- su sangre hirviendo en un claro deseo de venganza… y justicia.

Credo jamás se ha dado aires de héroe, sobre todo porque siente que el puesto que tiene es algo que no merecía y obtuvo solo tras la muerte de aquel hombre que le crio como un hijo. Tambaleante se puso de pie

-Hagamos entonces que lloren, te pidan perdón y se arrepientan- Aunque, perdón no sería lo que meramente les darían.

No, seguramente por su parte recibirían fieras estocadas de aquella arma.

Sus orejas se irguieron y después se escucharon los pasos de algunos caballos, aunque lejos de acercarse se alejaron, seguramente como mencionaron aquellos algunos de los soldados se dirigían rápidamente al castillo para el pase de lista y no levantar sospechas. Si quedaban unos pocos seguramente podrían…

-Es nuestra oportunidad de escapar- no sabía donde era que se encontraban, ni tampoco que tan lejos estarían del castillo, pero era moverse o morir ahí en manos de aquellos malditos traidores.

Como quiera que fuese el caso el canido se dirigió con rapidez (tal vez no pensó las cosas, movido por la adrenalina y la molestia) para abrir bruscamente la puerta.

-¿¡pero que cara!- Y después lo único que se escuchó fue un buen golpe, seguido por el quejido de el primer soldado que Credo había golpeado

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Mensaje por Sarah Vilhelm Miér Ago 14, 2013 3:35 am

Ella continuaba cortando en tiras su saco cuando miró a Credo levantarse y, al verlo así, no pudo sentir otra cosa sino admiración. Podía ser un momento inadecuado para pensarlo, pero le gustaba todo de ese hombre. Le encantaba la manera en que él podía ser el amante más tierno y cuidadoso de Wonderland y, al mismo tiempo, un fuerte militar, agresivo, inteligente y calculador.

Era a ese mismo hombre de la milicia a quien tenía justo en frente.

"Hagamos entonces que lloren, te pidan perdón y se arrepientan."

Casi fue conmovedor.

La azabaches recogió el mangual que sus captores habían tirado al suelo y se deleitó al tacto de sus manos con el frío metal. No se trataba de un hacha ni de una espada, pero la idea no estaba mal. Cerró los ojos, agotada.

"Que lloren, pidan perdón y se arrepientan". Oh… sí que lo harían…. Sarah se encargaría de eso. Incluso con los que acababan de irse a caballo, pues se aseguraría de retener en la memoria sus asquerosas caras y entonces podría hacerles sufrir hasta que gritaran de dolor como animales y le rogaran sólo para darse cuenta de que no merecían su perdón.

No obstante, el militar se le adelantó.

-¡Tsk! ¡Credo! -le llamó en voz baja, con esperanzas de que no la escucharan a través de la puerta. Pero había sido totalmente en vano, pues, cuando ella se dio cuenta, Credo ya se había lanzado a combatir solo.- ¡CREDO! -Gritó preocupándose por él... hasta que el crujir de los guantes de cuero contra el rostro de un hombre hizo que un escalofrío le recorriese la espalda.

"¡Maldición!" pensó alarmada al ver que el General había saltado de la habitación como si nada más importara, arremetiendo violentamente contra los demás. En 'su mundo perfecto' ella hubiera preferido detener el flujo de sangre de su brazo antes de que otra cosa pasara. Pero ahora sabía que aquél hombre no iba a pararse por algo así…

Una verdadera desgracia para los soldados que se habían quedado en la cabaña.

La reina, tal como en sus alucinaciones, vio desde su lugar las sombras moverse ágilmente en la otra habitación; mas no podía quedarse solo a observarlas, sabía que tenía que hacer algo, sabía que ella y Credo tenían que salir de ahí. Sarah estaba muy asustada, sí, pero siempre se volvía más fuerte la necesidad de sobrevivir. Ese instinto siempre terminaba por matar al razonamiento por necio que éste pudiera llegar a ser.

No había tiempo para dudas.

Recogió del suelo el mangual y la espada antes de ponerse de pie. Y no supo de dónde sacó las fuerzas, pero a pasos largos salió corriendo del cuarto e impulsivamente atravesó a un hombre con la espada. El filo se hundió en su carne blanda y Sarah se preguntó si eso había sido suficiente como para que él muriera rápidamente. Esperaba que no fuera así. Quería ver a ese hombre sufrir , quería que el muriese solo, desangrado y en agonía.

En un error de percepción, la mujer pensó que hacía mucho calor. Su pulso y respiración se agitaron terriblemente y el dolor fue disimulado por los potentes efectos de la adrenalina. Sacó la enorme hoja del cuerpo de aquél hombre, dejándolo caer... Y cuando vio a Credo su mirada se cruzó con la suya. Ella le ofreció el arma. Recordaba que decían que el General de Diamantes era insuperable combatiendo con la espada.

Fue sólo un instante, pero uno de los enemigos aprovechó el breve momento en que Sarah se distrajo para atacarla. La reina se giró al escucharlo, pero ya era muy tarde, pues sólo alcanzó a ver frente a ella el filo de una espada.

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Mensaje por Credo Sáb Ago 17, 2013 1:13 am

El puñetazo fue casi brutal. Cuando está molesto no mide su fuerza y tampoco pretendía hacerlo de estar consciente. Esos soldados no son más que escorias que merecían algo más que la muerte.

El cuerpo del soldado cayó pesadamente en el piso después del golpe que recibió de lleno en la cara, el cual, fue suficiente como para noquearle. Escuchó unos pasos acelerados tras de él, pensando que se trataban de enemigos el general miró en aquella dirección sobre su hombro, para su fortuna se encontró con la mirada de Sarah.

Sonrió...

Aunque de una manera diferente a la usual. Estiró entonces la enguantada mano para tomar el mango de la espada, sin embargo, cuando casi pudo sentir la misma entonces...

Una línea de líquido carmín tiño la tierra

¿Cómo es que decía aquella frase tan famosa? ¿"córtenle la cabeza"?

El cuerpo de aquel soldado de rojo cayó pesadamente al suelo. Por fortuna el general había sido mucho mas rápido que el mismo y logrado ejecutar un golpe certero en la yugular de este, un paso más cerca y seguramente hubiese degollado a aquel que ahora yacía inerte en el suelo. Su uniforme se ensució aun mas y parte de su rostro, pareció no importarle ¿Acaso tenia relevancia eso en aquel momento? Chasqueó la lengua y tenso la mandíbula, en tales condiciones no era capaz de racionar correctamente, no, solo se dejaba llevar por los instintos, como el animal que es… como el perro entrenado que es, entrenado para proteger y atacar a cualquiera que actué con hostilidad hacia aquella persona quien sirve.

Aunque en ese momento el sentimiento era mucho mayor, pues aunque no sirve al reino de corazones, ni a su reina considera importante a la azabaches que se encuentra a su lado… Literalmente, podría morir por ella, pues le ama y le estima… simplemente, le necesita.

-¡Sígueme!-  Miró por unos instantes  a Sarah, antes de tomar con más fuerza la espada y emprender la marcha.

¿Hacia dónde? Ni siquiera sabía dónde estaban. Pero, era mejor perderse por unos instantes en el bosque y esconderse a terminar muertos por los soldados que… ¡Quien sabe cuántos serian!

Sus sentidos se agudizaron mas debido a la adrenalina que recorría su cuerpo, su fino oído se mantenía alerta de cualquier sonido que produjera el bosque o los pasos del enemigo acercándose. Su fino olfato se mantenía al tanto de todos los olores el cual el que predominaba desgraciadamente, era el de la sangre.

Claro está que no perdía atención a la de ojos prusia, inclusive tendió la mano libre  para que esta la tomara (desgraciadamente era el brazo herido) y así pudiese seguirle más fácilmente el paso.

Pero antes que sus dedos se entrelazaran con los de Sarah, el General cayó de bruces al suelo por la irregularidad del terreno.

-¡Me lleva!-

Una de sus orejas giró hacia atrás al escuchar pasos que se acercaban rápidamente.
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Mensaje por Sarah Vilhelm Dom Ago 18, 2013 5:11 pm

En verdad creyó que iba a morir.

No obstante Credo alcanzó a atacar a ese hombre, quitándole la vida, pero protegiendo así la de ella. El cuerpo del militar cayó al suelo en un golpe seco y Sarah supo que de no ser por el General seguramente ése cuerpo sería el suyo.

Se quedó quieta, como una presa inmóvil esperando que el depredador no la viera. A sus pies, la sangre del cuello del hombre brotaba como un pequeño ojo de agua y en pocos segundos el líquido carmesí rodeó las botas de Sarah. Estaba paralizada y quizá eran sólo el dolor que aún sentía y las palabras de su pareja lo que la hacían mantenerse ahí, en la realidad.

"¡Sígueme!" Escuchó a Credo. Ella no lo dudó ni un momento.

Despegando las suelas del piso ensangrentado se echó a correr. Iba unos pasos detrás del General, cargando el mangual entre sus manos. Pero no pasó mucho tiempo cuando comenzó a sentir su cuerpo más pesado y, de pronto, le pareció que Credo iba demasiado rápido. Él le dio la mano y la azabaches extendió la suya esperando entrelazar sus dedos. Sin embargo el General tropezó cayendo bruscamente boca abajo.

-¡Credo! -exclamó Sarah, arrodillándose a su lado. Usó la manga de su blusa para limpiarle el rostro por encima, quitándole el lodo y la sangre, y lo sujetó del antebrazo con la intención de ayudarlo a levantarse. Fue entonces cuando escuchó a los militares acercándose.- ¡Tenemos que irnos de aquí rápido!- Pero era muy tarde para decir algo como eso.

Cuando vio la luz de las lámparas de aceite y las sombras proyectándose muy cerca, se dio cuenta que esos hombres estaban por encontrarlos… A menos que se ocultaran donde no pudieran verlos o ellos fuesen quienes les atacasen primero.

Definitivamente Sarah no iba a esperar tranquilamente a que los encontraran.

Por las voces y las pisadas supuso debían ser unos tres o cuatro. Se acercó procurando que no la escucharan. Y así fue como la reina apareció de pronto por detrás, girando las cadenas del mangual para atestarles a dos de ellos fuertes golpes con las pesadas bolas metálicas. Les había golpeado justo en la cabeza, eso debía aturdirlos por lo menos un momento.

El problema era que sólo habían sido dos sujetos... ¡Ella había escuchado a más! ¡¿Qué diablos había pasado con el resto?! Sarah los buscó con la mirada y al hacerlo se dio cuenta que uno de aquellos soldados parecía haber atravesado con la espada a Credo.

Gritó aterrada, lastimándose la garganta.

-¡¡CREDO!! -
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Mensaje por Credo Dom Ago 18, 2013 10:13 pm

Sin duda aquel grupo no les iba a permitir escapar tan fácilmente. Todo era cuestión de vida o muerte, no había cabida para cualquier mínimo error que pudiesen cometer.

Cuando Sarah le ayudó a ponerse de pie el general miró hacia el suelo, uno no debía ser un genio como para saber el porqué daban con ellos tan fácilmente: había estado dejando un rastro de sangre.

Tenso la mandíbula, la frustración comenzaba a hacer presa de él, ha pretendido hacer bien las cosas y no estaba consiguiendo el más benéfico de los resultados.

Pero no, no por ello podía quedarse así como si nada. Ya habría tiempo para lamentarse por las heridas después, lo importante ahora era adentrarse en el bosque y correr.

Pudo percibirlo, el acero de una espada se acercaba hacia él, y con rapidez reaccionó al ataque, el sonar del metal no se hizo de esperar. Sin embargo por más fuerte y diestro que sea en combate, la debilidad por no descansar correctamente además de las heridas, todos esos factores ya estaban comenzando a mermar sus movimientos. Y fue justamente cuando su espada se vio desviada por la del enemigo que su guardia quedó expuesta.

El golpe fue certero y preciso.

De sus labios una rojiza línea emanó. Afortunadamente (o dentro de lo que cabe) el filo del arma logró herirle por uno de los costados, quizá Sarah malinterpretaría las cosas debido a la perspectiva. Sujetó con la mano el filo de la misma lo bueno de aun conservar sus guantes es que no se ganaría una nueva herida, aunque, como si eso importase debido a las condiciones que mostraba su cuerpo ante los previos golpes y ahora aquel corte.

-Que poca precisión- Mencionó con voz baja antes de traspasar al soldado con su arma, justo como el pretendió hacerlo.

Retrocedió un par de pasos mientras el cuerpo caía al suelo. Aun empuñando su espada dirigió la mano hasta donde se encontraba la herida. Fue inevitable, cayó de rodillas.

Sera fuerte, tendrá destreza en combate, podrá conocer tácticas de batalla y reconocimiento…

… Pero aun así tiene sus límites.

Su respiración se volvió pesada y ¿era idea suya o hacia más frio? Mechones caobas se le adherían al rostro debido a la gruesa capa de sudor que bañaba sus facciones. Clavó la espada en el piso e intento apoyarse en la misma, aunque pesada y lentamente fue como pudo mantenerse en pie, aunque tambaleante.

-Vete… no deben encontrarte, yo me hare cargo de ellos- No le miró. Aun así no importaba dar su vida si con ello podía salvar a Sarah.

Salvar a la reina del ejército enemigo ¡vaya ironía!

Pero también significaba salvar a la persona que más le importa en la vida

-El reino entero no puede perder a su líder… en cambio, es fácil sustituir a un soldado cualquiera en un ejército- Bajó el azul mirar, ¿Cuánta sangre había perdido ya? –Iras más rápido sin mí, solo te estaría atrasando-- ¿Acaso hablaba así por el delirio de la pérdida de sangre?

Quizá

Pero también, estaba siendo un tanto realista…
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Mensaje por Sarah Vilhelm Lun Ago 19, 2013 3:03 am

La mujer se llevó la mano al pecho con angustia y se arrugó la blusa con ella aún después de haber visto al traidor caer. Al parecer ese soldado había sido el último. Y ella sintió que se helaba por completo cuando vio que Credo seguía de pie. No obstante verle así, cansado y herido, era algo que sin duda le desgarraba el corazón.

Preocupada y con pasos bruscos y desatinados fue como la reina se acercó a él. Se situó al frente suyo, mirándole durante unos instantes… Pero al final ella también clavó en el suelo la mirada.

Lo cierto era que tras las palabras del General, los ojos de Sarah sólo pudieron encontrarse llenos de dudas. Lo que Credo le dijo había dolido tanto como sólo una verdad lo hacía cuando se asentaba en lo más profundo del corazón. Había dolido intensamente, destrozándola, de una manera que ella no podría explicar ni aunque lo hubiera intentado. Lo rodeó por la cintura con sus brazos, también con la intención de ayudarle a sostenerse.

No quería volver a estar lejos...

-En parte tienes razón, Credo -murmuró cerca suyo, con la mirada perdida en el uniforme que alguna vez había sido blanco.- Tienes razón y más de una persona hubiera estado de acuerdo contigo, te lo aseguro. Pues, ¿no es cierto que lo más prudente sería hacer lo que me has dicho?… -habló en voz baja, mas su voz temblaba, quebrándose un poco más a cada palabra.- Pero quiero que sepas que, si se trata de ti, la prudencia es algo que me importa poco. -Suspiró, deteniéndose unos instantes- Escúchame, si no logramos salir de esto, Alexander simplemente tendrá que casarse otra vez. Pero si sólo tú murieras, yo… -cerró los ojos y recargó la frente en el pecho de él- Yo podría buscar aquí, en Diamantes o al otro lado de la madriguera, pero nunca encontraría otra vez a alguien como tú. No podría volver a sentir esto por otra persona. Y tampoco podría seguir adelante sabiendo que te dejé aquí.

Realmente Sarah tenía muchas ganas de llorar, pero aunque su tono de voz estaba quebrándose continuaba siendo duro y no dejaba lugar a reclamaciones.

-Te amo. Y esto podrá parecerte irracional, pero considero que ese mismo toque de irracionalidad es inherente a los asuntos relacionados con el amor. Todo aquél que lo haya experimentado alguna vez debe saber a lo que me refiero y, por eso, exijo que respetes mi decisión.

Se separó un poco y alzó la cara buscando encontrarse con su mirada. Necesitaba sentirle cerca, deseaba ver esos ojos azul que adoraba y que la tranquilizaban... Porque fuera que se encontrasen ahí o en la situación más desfavorable del mundo, para ella él seguiría siendo un hombre insuperable y extraordinario, y seguiría siendo el hombre que amaba desesperadamente, con cada pedazo de su alma.

Intentó sonreír aunque un nudo se había formado en su garganta.

-Así que tienes dos opciones, General Soutworth. O avanzamos los dos juntos o los dos nos quedamos a morir aquí.
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Mensaje por Credo Miér Ago 21, 2013 12:24 am

Aquel abrazo sorprendió en sobre manera al general ¿por qué pensó que Sarah simplemente haría caso a sus palabras y se marcharía? Claro, porque está acostumbrado a que los demás sigan órdenes suyas y el mismo a su vez, siga órdenes de aquellos que ejercen mando por el poder concebido por la corona.

La sorpresa no tardo en dibujarse en sus morenas facciones sobre pasando así la demacrada expresión de cansancio. Su cuerpo temblaba ligeramente, le daba crédito de ello al frio nocturno, pero podría decirse que, era más por la adrenalina que por otra cosa

¿Cierto?

Si, quería creer eso.

Pero entre el cansancio y el frio pudo sentir el calor que Sarah le brindaba con semejante gesto.

Apretó la quijada, frunció el cejo. ¿Por qué tenía que resignarse a morir de esa forma? Ahora tiene un motivo más por el cual seguir adelante, ahora debe mantenerse de pie y firme...

Ahora tiene un verdadero motivo por el cual vivir.

--Necia- Su voz sonó mas como una reprenda, era cierto todo lo que dijo, sin querer y aunque sonase triste ambos eran fácilmente reemplazables.

Pero no entre ellos, sino a ojos de los demás ¿verdad?

Era probable

-Muy bien, parece que si quiero mantenerte con vida entonces he de acompañarte- Sonrió con un deje de cansancio.
Con firmeza tomó la mano de su majestad para emprender la marcha, es cierto que quizá dejaría un rastro de sangre que les delatara, pero era mucho mejor continuar moviéndose que quedarse ahí y simplemente entregarse a la muerte. Credo ya ha decidido que si ha de morir será peleando, pero no en ese momento, en ese lugar, no frente a Sarah.

Claro está, sus pasos ya eran más lentos y torpes, su respiración era pesada y la mano con la que sostenía su arma se mantenía en todo momento en la herida recién ocasionada. Llegaron a una desviación, de esas típicas de wonderland donde se encontraba un cartel con varias direcciones con menciones como “aquí, acuyá para allá, usted no está aquí esta allá” Lo bueno del bosque es que puede jugar malas tetras, y de eso es que han de sacar ventaja. El general caminó hasta sitiarse frente del cartel y con la punta de la espada, para no mancharlos de sangre, los cambio.

-Si logramos despistarlos nos será más fácil eludirlos- Levantó ligeramente el mentón y frunció el cejo, cerró por unos instantes los ojos, si, estaba olfateando el aire, justo como lo haría un perro de caza.
Y comenzó a caminar hacia atrás por uno de los caminos…

-Simplemente- Miró sobre su hombro, para no tropezar estúpidamente de nuevo Pensaran que venimos de esta dirección, pero tomaremos la del otro camino, solo habrá que caminar sobre nuestros pasos de nuevo y, borrar los rastros del que tomemos.-
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Mensaje por Sarah Vilhelm Jue Ago 22, 2013 3:11 am

La reina de rojo había guardado silencio, escuchando los sonidos del bosque mientras esperaba la respuesta de su pareja. Tampoco quiso decir más, pero eso fue porque sintió que sus labios temblaban… Le asustaba pensar en lo que él le pudiera contestar. Sin embargo con sólo escuchar la primera palabra, terminó diluyéndose la dura expresión en el rostro de Sarah y en su lugar lo cruzó una suave curva hacia arriba, una encantadora sonrisilla.

-¿Necia?  -se preguntó a sí misma, algo sorprendida- ¡¿Necia?! -volvió sus ojos al más alto- ¡Amor mío, estás hablando con la reina de Corazones! -sonrió, sintiéndose orgullosa y dedicó unos segundos para aplastarle los cachetes con sus finas manos.

Después, con firmeza Credo la tomó de la mano y la llevó junto a él. Sarah suspiró cansada, mas estaba segura que así debería de ser. Las heridas abiertas en su cuerpo la aquejaban, doliéndole cada vez más, volviéndose agudas punzadas que recorrían su cuerpo a cada paso que daba. Pero no podía dejar que el castaño la viera rendirse.

¿Qué clase de mujer sería si lo hacía?

Jadeaba de vez en cuando, su vista estaba volviéndose borrosa y la fuerza con la que tomaba la mano de su pareja disminuía. "Su mano…" pensó la mujer, "Está tan fría… ¿Pero por qué?" Se preguntaba. No tardó mucho en suponer que se trataba de la pérdida de sangre y, en ese caso ¿qué haría? Si estaba en lo correcto y continuaban así, algo similar a la hipotermia terminaría matándolo.

Ambos se detuvieron frente a una intersección donde se abrían -o cerraban, ¡a saber!- varios caminos.

-¡Aaah, así que por algo tú eres el General…! -Qué lástima que fuera el General de Ejército de una armada que no era la suya, pero le admiraba en verdad- Es una buena idea, supongo -le dedicó una media sonrisa y, entonces, Sarah comenzó recorrer el camino "erróneo". Cuando terminó había hecho todo un desastre sobre la tierra, revolviéndola y coloreándola con un poco de sangre. Luego se acercó a Credo y le tomó tiernamente de las manos.

-¿Lo hice bien? -recargó la frente en el pecho del castaño. Deseaba decirle tantas cosas aunque fuese el momento equivocado…- Vámonos -Dijo antes de avanzar por el otro camino, confiando únicamente en la capacidad de su amante, pues, ella se encontraba perdida en la oscuridad. Avanzaba lentamente, con un brazo sobre sus heridas y el mangual a punto de caérsele de la otra mano… No sabía cuánto tiempo podría continuar. Escuchaba el latir de su corazón tan fuerte que no la dejaba pensar. Las piernas le temblaban, débiles, y se derrumbó en el piso cuando se dio cuenta de que ya no podría mucho más. Tragó amargamente antes de hablar.

-Necesito descansar…
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Mensaje por Credo Jue Ago 22, 2013 11:32 pm

Asintió... Si bien puede ser en parte que por eso mismo le hayan elegido para sustituir al general Southworth tras su baja, pero aun así, Credo no deja de pensar que, solo fue por el hecho de "ser su hijo adoptivo" que obtuvo el puesto.

Mientras avanzaban el general respiraba entre jadeos, el caminar se le hacia un tanto pesado y sin mencionar que sus pasos eran más lentos y un tanto erráticos, es solo que, como el buen animal que es, continuaba adelante solo por mero instinto y claro está, que también lo hacía para aparentar seguridad y tranquilizar a la mayor...

Fue cuando sintió que las falanges de la misma se deslizaban hasta perder contacto con ellas, entonces, se detuvo. Es cierto que debían seguir avanzando, pero también estaban heridos.

-Sera lo mejor- ¿Para qué negar que el mismo necesita descanso también?

Miro con atención el lugar... Si su "trampa" había funcionado entonces no tendrían que darles alcance pronto, algunos instantes de descanso no estaban mal... Sumado a que, si fue cierto lo que uno de los soldados menciono, una escuadra seguro estaría buscando a la mayor, había un poco de esperanzas

Pero en ese justo instante, una siniestra hipótesis llego a su mente. ¿Que pasaría si los traidores -los que quedaban- se encontraban con los soldados fieles de corazones y envenenaban sus pensamientos, haciéndoles creer que en realidad el agredió a Sarah y le secuestro y al descubrirle emprendió la huida con ella como rehén?

Se mordió el labio, es cierto que aunque estén en tregua -aunque aplique aun, cosa que no creía) no tenia poder alguno entre la armada carmín, sumado a la rencilla que ambos reinos han mantenido desde antaño, y no ayudaba en nada el hecho de haber tenido ya conflictos llegando a la hostilidad con algunos de los altos mandos...

... simplemente, nadie le creería...

Cavilando tal cosa es como ayudo a la mayor a ponerse de pie y caminar hasta el pie de un enorme árbol. Fue ahí a sus pies donde tomo asiento, pegando la espalda al tronco del mismo. Cerró los ojos intentando tragarse todo dolor que de él se apoderaba, una tarea nada sencilla. Paso saliva antes de hablar.

-Sarah ¿por qué esos malditos traidores pensaban que hay una conspiración de Diamantes para Corazones?- Bueno ¿por qué no pensarla? ciertamente su estancia en dicho lugar no era para pasarse por alto... le miro - Permíteme aclarar que, no existe tal cosa...- Negó, dejaría semejante cosas para cuando la azabaches se sintiese un poco mejor -¿Te encuentras bien? ¿No te hicieron daño?- Si, porque mientras se encontraba en el suelo no pudo observar si es que aquellos desgraciados habían osado tocarle...
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Mensaje por Sarah Vilhelm Vie Ago 23, 2013 1:46 am

La azabaches se sentó pesadamente en el suelo, a un lado de Credo Southworth, apegándose a él. No tardó en rodearlo con sus brazos por la cintura, estrechándolo tiernamente. Recogió las piernas, flexionándolas hacia su torso, y luego recargó la cabeza en el pecho del castaño.

Sus cuerpos sentían tan fríos y ahora era como si en realidad ambos hiciesen juego con el gélido color de sus ojos. Por las madrugadas el bosque era un lugar helado, húmedo y tenebroso.

-¿Tú en verdad crees que ellos son los traidores? -dijo en un susurro.- Credo, la única traidora aquí soy yo, ¿sabes? ¿te suena la alta traición? -habló tranquilamente, cosa que de cierta forma resultaba aterradora, ya que sonaba como si ella hubiese sabido todo el tiempo que los atraparían. Abrazó a su pareja con más fuerza.- Quiero que me prometas que aunque todos me juzguen tú me perdonarás.

Soltó un quejido de dolor cuando intentó moverse y luego suspiró.

-No te ofendas, pero dudo que las conspiraciones sean lo tuyo, es de esas cosas que no te van -hizo una pequeña sonrisa.- Yo estoy bien. Sólo se me han vuelto a abrir las heridas de antes; pero tú, Credo… -se separó de él para arrodillarse al frente suyo. Le miró a los ojos, notándolo tan diferente…

Con cuidado Sarah colocó las manos sobre los hombros del militar y lentamente las deslizó por su cuello, sus mejillas y por debajo de sus ojos. Era como si quisiese memorizar cada una de las facciones de su rostro, como si quisiera retenerlas en su mente por siempre.

Como si no lo fuese a volver a ver otra vez.

-¿Tú cómo te sientes? Sé sincero conmigo, por favor…  -Le sonrió con tristeza, al mismo tiempo que un par de lágrimas se asomaban por sus ojos, quedándosele atrapadas en las pestañas. -Por favor.... -Por mucho que Sarah lo negara, en el fondo pensaba que ambos iban a morir ahí. Pero estaba bien, ¿no? Porque eso significaría que permanecerían juntos por siempre. Sin embargo, también sabía que Credo no merecía morir así, pues el militar y ella eran muy diferentes. Sería algo completamente injusto, pues, él era el tipo de hombre que caía honorablemente en batalla, mientras que Sarah....

Sarah era el tipo de persona que era asesinada merecidamente, de una puñalada en la espalda.

Y eso era lo más triste, que aunque la reina de Corazones pensara que Credo era quien merecía vivir, el hombre no se encontraba nada bien y si alguien terminaba cayendo muerto ahí, seguramente sería él...
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