Mentirillas Piadosas

Ciertamente, la última respuesta de Sarah había sido con toda la intención de evadir la seriedad en aquella pregunta, y no sólo eso, sino que también esperaba con ello conseguir un giro en la conversación.

Vaya que lo logró.

-¡Oh! ¡Está bien, Nero! -respondió en un tono lleno de diversión, llevándose el dedo índice a los labios para evitar carcajearse de su pequeño cuñado. ¿De verdad le ponían así las situaciones como esa? ¡Había que ver cómo reaccionó! Incluso pequeños espasmos podían percibirse en el cuerpo de la mayor, ya que por dentro se moría por reír.

-Exacto, de ti -comentó vagamente, para reafirmar.

Los pensamientos del perro iban por el camino correcto... ¡La reina tenía tantas ganas de preguntarle por eso! Pero también sus experiencias le habían enseñado a moderar sus exagerados niveles de imprudencia. Y, al menos por la mirada que hacía Nero cuando hablaba al respecto, Sarah podía darse una buena idea de lo mucho que podría dolerle si volvían a tocar el tema.

Así, devolviendo ese par de preguntas a la caja de pendientes, decidió que el cambio de tema era algo que debía aprovechar.

-Eso es trampa, cachorro. No se trata de lo que yo quiera preguntarte, sino de lo que tú me quieras compartir -dijo apaciblemente. ¡Pues claro! ¡Como las preguntas ya no eran para ella!- Supongo no confías en mí, así que puedes contarme lo que quieras. Por ejemplo, podrías hablarme sobre tu casa o tu pareja, sobre esa gabardina con parches o sobre manzanas -sonrió arrugando levemente su entrecejo por el dolor de cabeza y preguntándose también si ¿habría alguien en Wonderland a quien no le gustaran las manzanas?. Hasta donde sabía, Nero podía ser esa oveja negra.

Hablarle acerca de mí, como si eso fuera fácil. Con tantas "cosas" que me han pasado -En las cuales las mayoría no eran buenas- No sabría por donde empezar, pero notando la conversación que ahora llevamos la mayor y yo cualquier cosa serviría; así evitaría tocas temas muy pesados e incómodos. ¡Bueno! Entonces empecemos con lo que ella decía; como lo de mi casa.

-Mi casa esta en el pueblo de Corazones, no es muy grande ni muy pequeña y ahora está desordenada...

¿Para que negarlo? Al menos solo dije "Desordenada" No estaba sucia... A veces creo que esa manía de limpiar todo de Credo es contagiosa. Ahora; pareja. Uhmmm bien, ¿Como decirlo exactamente? Podría decírselo simplemente y esperar a ver su reacción... Y es justamente lo que haría.

-¿Pareja? Pues tengo -Rasqué un poco mi oído interno con el dedo meñique- Se llama... -Sonreí con un tanto de malicia- ... Dante, y es del Reino de la Espada, aunque tengo un tiempo ya sin verlo...

¿Ocupado, quizá?; ¡Quería ver la cara que pondría Guillé cuando se diera cuenta de que ese nombre no es de chica! Nadie podría imaginarse que el hermano menor del gran General de la armada de Diamantes tuviera tan extraños gustos. Siguiendo con la conversación.... ¡¿Como que parchado?!

-¡Esto no está parchado! -Refunfuñe ligeramente, y miré un poco mi gabardina para asegurarme- Cuido mucho esta cosa aunque no lo parezca -¿Manzanas?- No me gustan las manzanas, tienen un sabor extraño para mí...

¿Que más cosas podría decir?

-Tampoco me gusta el caramelo y la pasta, no soy tan aficionado de los dulces -Por grandes y obvias razones- Uhmm~~ Trabajó en un bar a pesar de que sea menor de edad... -Lo cual me hace sentir más niño aún en ese lugar- No puedo decir que es un buen trabajo pero lo sería si los soldados de rojo dejarán de ser tan estúpidos y....

¡Ok! Ya me estaba saliendo de lo que necesitaba oir.

-Olvida eso -Me encogí de hombros- Pues... No soy de hablar mucho de mí, es que soy una persona.... Algo.... Complicada -Supongo- En resumen; nací, crecí y heme aquí...

Aunque la conversación estaba desarrollándose muy amigablemente, Sarah no podía dejar atrás la desconfianza e incomodidad. La atmósfera la sentía como si en cualquier momento Nero fuera a aventarle el anillo de matrimonio mientras le gritaba algo como "¡Tú no te llamas Wilhelmina, tú eres Sarah!". Pero claro, confiaba en que eso nunca iba a pasar.

"Debo controlar esta paranoia" se dijo mentalmente, pero bastante inútil en verdad, porque sus episodios psicóticos eso era precisamente lo que detonaban y esos, una vez que aparecían, eran imposibles de manejar.

Le dio otra mordida al pan negro en lo que escuchaba las respuestas de Nero, obligándose también a inhibir un par de comentarios acerca de su falta de espontaneidad. ¡Estaba hablándole sólo lo justo y necesario de los ejemplos que ella misma le puso! ¡Seguramente había algo detrás!

Volvió sus ojos azul hacia Nero cuando escuchó una clara referencia al desorden de su casa. "Puede que vivan separados por eso" se le ocurrió. Con lo poco que conocía al cachorro de perro, se le hacía imposible que ambos canes vivieran en la misma casa.

Y sí, hasta ahí todo iba excepcionalmente bien para la monarca del reino camín. ¡Pero hasta ahí solamente! Luego los problemas volvieron a rodearla cual lobo a una pobre coneja. Arqueó una ceja con escepticismo en el momento en que su cuñado dijo que las manzanas no le gustaban. Sarah lo había confirmado: Nero podía tener el cabello blanco, blanco, pero la mente negra... ¡tan negra como la entrada de la madriguera! ¡¿Cómo no le iban a gustar las manzanas?! ¡Ah, por si eso hubiera sido poco remató con algo sobre unos 'soldados estúpidos de rojo'!

Pudo escucharse cómo la mandíbula de la reina se intrincó.

Ella entrecerró los ojos, regalándole al albino su mejor mirada perspicaz. Hasta el momento había 3 cosas a considerar acerca de su lindo cuñado: la primera era que se trataba de un majadero; la segunda -y lo peor desde el punto de vista de Sarah- era que no le gustaban las manzanas; y la última -pero no menos morbosa que las anteriores-: Nero era gay hasta los tuétanos.

"Esto es increíble" pensaba y resopló para intentar recuperar la calma. Después se acercó al menor y levantó su gabardina desde una punta para observarla mejor.

-Puedes jurar que no está parchada, -aseveró- pero no dejaré que andes por ahí así. Cuando tu hermano tenga un día libre iremos a comprarte otra, ¿está bien? -le dijo al menor añadiendo un tono de pregunta al final, pero vamos, sus palabras habían sonado más como un "Lo haremos aunque tú no quieras".

Tal vez ese era su desquite por lo de "estúpidos soldados".

-Mmh... -con su dedo índice se dio un par de golpecitos en el mentón: era hora de la lógica- ¿Eres complicado como enmarañado? ¿O complicado como difícil de entender? -le cuestionó. ¡Claro! ¡Todo fuera por hacer tiempo y evitar que sus mentiras quedaran al descubierto!

Ok; bastante tenía explicando que mi gabardina no estaba parchada pero, ¿Ir a comprar otra? ¿En serio? Prefería quedarme con esta y no causar tantas molestias –Menos de lo que probablemente le estoy haciendo a la mayor- En fin, siguiendo con ese tema de “hablar sobre mí mismo” Su siguiente dos preguntas me pusieron a pensar, elevando mi vista hacia el techo como si este tuviera la respuesta y llevando mi dedo índice a la comisura de mi labio. ¿Enmarañado o difícil de comprender? Por donde lo viera parecía ser lo mismo, al menos para mí me daba lo mismo; enmarañado o difícil así era yo, no alguien más.

-Un tanto de las dos –Me encogí de hombros regresando mi vista hacia los ojos azules de la de cabello ébano- Podría decirse que un… Cincuenta – Cincuenta.

Una pequeña broma para despistar el ambiente hostil que repentinamente se creó hacía lo último que dije. Me incliné hacia delante colocando mis antebrazos sobre mis piernas a la vez que ligeramente mis orejas se erguían y luego de un momento a otro se echaban hacia atrás.

-La verdad es que, -Sonaba un tanto fastidiado- No tuve lo que se puede llamar una “Infancia buena”

Para nada podría calificarla como “Buena”.

-Pase por muchas cosas que para cualquiera ya se hubiera suicidado –Y no bromeaba- Por eso prefiero reservarme gran parte de mi pasado, incluso a Credo y a Dante le oculto muchas más cosas, solo saben pequeñas situaciones que se las he dicho por confiar en ellos.

Y aun así, “Confianza” no es exactamente lo que yo puedo dar o incluso obtener. Si lo veo de otro modo podría jurar que estoy traumatizado, y no es un trauma que podría quitarse de noche a la mañana; y tantas veces que uno intenta dejar el pasado atrás parecía que este lo seguía a donde sea que fuera. Sobre mis nudillos apoye mi mentón, mi expresión no cambiaba aún al igual que mis canidas orejas.

-No, no eres la excepción –Sonreí arrogante, apuesto a que se lo tomaría mal- Por eso no suelo contar cosas de mí, solo lo habitual y ya.

La mujer esperó atentamente la respuesta del menor, y cuando la obtuvo, sonrió con notable diversión.

-¿Así que eres mitad maraña y mitad difícil de entender? -soltó una risilla- Suena muy bien -lo decía literal, ya que sólo pensarlo, para ella era algo verdaderamente estético.

Sarah dio una última mordida al pan de centeno, acabándoselo. Luego se agachó para ver si en los cajones de abajo podía encontrar alguna otra cosa comestible. Necesitaba algo con qué entretenerse mientras conversaban, aun si eso implicaba hacerse de un par de kilos de más. Removió unas cajitas mientras escuchaba a Nero, manteniéndose atenta a ambas cosas: tanto a la búsqueda como a él. Sin embargo, el rumbo que estaba tomando la plática exigió el repentino abandono de su misión.

Todavía agachada, giró la cabeza hacia Nero y atravesó su dura mirada en los gélidos ojos del otro. Se puso de pie con lentitud, sintiendo cómo se tensaban los músculos de su cuello y de sus manos. Si algo realmente le jodía era que las personas se pusieran en el papel de víctima.

Y, en ese momento, a ella le parecía que eso era justo lo que Nero estaba haciendo.

-Ah, pero qué modesto -dijo sarcásticamente. Y había que verlo, que para que eso lo dijera la monarca el reino carmín ya era mucho decir- Yo te pregunté por tu presente, no por tu pasado -chasqueó la lengua contra la dentadura- Si lo que quieres es que te tenga simpatía y compasión por eso, te equivocaste de mujer. Y mira, que para mí lo más importante es la confianza en las personas. Si tú no puedes contarle todo a tu pareja o a tu hermano, no estás más que haciéndote el fuerte, al mismo tiempo que lloriqueas tus penas. Puedo darme cuenta porque aunque no me conoces ya te estás poniendo en ese papel -hizo una breve pausa- La verdad es que si no confías en mí me tiene sin cuidado, yo tampoco confío en ti. Pero que le ocultes cosas a Credo es ridículo a tal grado que me ofende -dijo lentamente... quizá más de lo usual, conservando la calma y con su mejor tono firme, tan absurdamente parecido al que usaba en los discursos al ejército. Después, con un par de sólidos pasos se acercó al menor y extendió la mano izquierda con la palma bien abierta.

-¿Me devuelves mi anillo, Nero? -espetó.

-¡Auch! Eso me dolió –Fingidamente lleve de una forma casi dramática mi mano a mi pecho mientras le extendía la mano para entregarle su dichoso y caro anillo de oro blanco.

¿Y qué quería que hiciera cuando ella dijo aquello? ¿Ponerme a lloriquear? ¿Agachar la cabeza y asentir a lo que decía? Como si ella fuera de esas madres que se ponen en plan de regañonas-consejeras. Mi reacción para ese momento fue la más natural para alguien de mi edad; una risa. Una pequeña pero burlesca risa escapaba de mi garganta a la vez que me levantaba y alzaba ambas manos a la altura de mis hombros en una señal de que se calmará., porqué tomándolo más en cuenta, desde que irrumpí “descortésmente” la casa de mi propio hermano algo me decía que esta mujer en algún momento quería golpearme o algo peor.

Y que si no me detenía de seguro lo haría en cualquier momento.

-¡Oye cálmate! –Decía moviendo un poco mis manos hacía delante y luego hacía atrás. En ningún momento mi risa escapaba y entonces tuve que morder mi labio inferior para parar, carraspeé un poco antes de comenzar a hablar- Creo que estas tomando unas conclusiones muy apresuradas.

Otro golpe es seguro. Me crucé de brazos mientras ladeaba un poco la cabeza hacía un lado levantando un poco el mentón de forma altiva, hacer enojar a esta mujer era tan sencillo como hacerlo con Credo, aunque ninguno de los dos los demuestre, pero Guillé era más expresiva que el can mayor.

-Tienes razón –Me encogí de hombros- Quizá decir esa parte me hace “verme como una víctima” pero créeme, lo que menos intento es eso.

Camine pasando sin inmutarme por su lado hasta quedar bajo el umbral de la cocina. Di media vuelta y mis manos pasaron a estar tras mi nuca con mis dedos entrelazados.

-Técnicamente te dije todo mi presente… Lo único que no te dije fue que tengo una amiga a la cual considero como una hermana menor –Esa pequeña rubia rusa- Y… -Quedé callado unos segundos mirando hacia el techo como si este tuviera la respuesta a mi incógnita- No hay más nada que contar, por ahora.

Volví a darle la espalda esta vez colocando mis manos sobre mi cintura, la miraba por sobre mi hombro y mi cola juguetonamente se movía de un lado a otro. Una sonrisa un tanto maliciosa se dibujo en mis facciones, mostrando ligeramente uno de mis colmillos.

-Parece que ninguno de los dos confiaremos del otro, bueno tampoco es un gran caso… Nadie me obliga a confiar de ti así como nadie te obliga a confiar de mí –Nuevamente alcé las manos a la altura de mis hombros y estas se desviaron hacia los lados- Y si yo no le cuento cosas a Credo oféndete todo lo que quieras, es mí decisión

Su Majestad arqueó una ceja ante el sarcasmo, preguntándose si aquello se suponía que debía ser gracioso, porque, aunque Nero se estuviera riendo, para ella no era divertido... ni un poco. Algo irritada, le sonrió desdeñosamente mientras se ponía la sortija en el anular de la mano izquierda. Sin querer había soltado que era "su" anillo y el cachorro ni cuenta se había dado.

-¿Calmarme? -lo miró desinteresadamente, el muy descarado seguía riéndose- El único aquí que parece incapaz de regularse eres tú -dijo haciendo referencia a su risa descontrolada.

De haber estado en el reino de Corazones, la mujer lo hubiera mandado callar sin pensarlo dos veces. Sin embargo, ambos se encontraban en Diamantes y, además, Nero se trataba del hermano menor de su pareja... el único que había quedado vivo, de hecho.

Ni con la corona puesta Sarah hubiera podido con eso.

Cruzó los brazos sobre su abdomen al ver cómo los cursos de acción iban ausentándose rápidamente de su panorama. Se quedó callada. O le contestaba al albino como acostumbraba o simplemente dejaba pasar sus comentarios sin importancia.

Observó de rojo la punta de un cuchillo que se encontraba en la cava.

"No confía en mí, pero me da la espalda" pensó sonriendo con arrogancia. Mientras, ayudada por un poco de perspectiva, superponía sobre la cabeza de Nero el filo del cuchillo de cocina. Lo quitó de su vista.

-Muy bien, a estas alturas preferiría que no hablaras. Y te recuerdo: yo me tomé la molestia de responder a tus preguntas de buena gana. Lo mínimo que esperaba era que hicieras lo mismo. Pero ahora, si ya terminaste con tu interrogatorio, puedes retirarte.

¿Interrogatorio decía? ¡Pero si esto no era nada de eso! Más bien era todo lo contrario, y causaba mucha gracia ver la fácil manera de irritar a la mujer. Me crucé de brazos a la vez que recostaba en la pared del umbral, elevando mi pie derecho hasta posicionarlo sobre este mirando a la de cabellera ébano. A lo que decía simplemente alzaba los hombros; dije perfectamente que yo no confiaba en ella y ella no confiaba en mí... Pero, siendo la pareja de mi hermano mayor debería darle una oportunidad ¿O no? Ni que por hacerlo me fuera a apuñalar en la espalda... ¿Cierto?

-Pero si yo estoy bien, la que comenzó a enojarse por nada fuiste tú... -¡Si! Seguro no me apuñalará por la espalda- Es que yo soy muy directo para decir las cosas... Lo siento~~

Me encogí de hombros pero en ningún momento quitaba mi sonrisa sardónica. Miré un momento hacía atrás, hacía la sala misma y pensé en ir unos momentos.

-Sabes -Comenté- Tú tampoco me has dicho mucho de ti, solamente he preguntado por tu relación con Credo más que nada y por ese anillo que llamó mi atención...

Señalé al susodicho anillo que ya tenía puesto en su dedo anular. Ladee un tanto la cabeza, quedando esta de lado izquierda sin dejar de mirar a la mayor.

-Te propongo algo... -Volví a erguirme colocando mi mano derecha sobre mi cintura y alzando el dedo índice de mi mano izquierda-... Yo te digo algo de mí, tú me dices algo de tí y todos contentos...

Volví a darle la espalda comenzando a caminar en dirección a la sala, solamente dí unos cuantos pasos pasando bajo el umbral antes de ver a la mayor por sobre el hombro.

-Y si quieres te puedo decir algunas cosas de Credo cuando era un cachorro, lo que recuerdo claro...

Seguí mi camino hacía el sofá en el cual me echa colocando un pie sobre la pequeña mesa que estaba frente a él. Solo esperaba que Guillé aceptará y me siguiera hasta acá porque en estos momentos creo que la cocina era peligrosa.

A la reina de corazones no parecía hacerle gracia la sonrisa de Nero. De hecho, consideraba que su actitud era irrespetuosa, pero sutil y eso era precisamente lo que le molestaba. La mujer de ojos azul prusiano creía que si una persona era buena, estaba muy bien... Y si era mala, también; porque de esa manera todos lo sabrían y podrían cuidarse de esa persona. Pero, ¿qué había qué hacer cuando alguien no demostraba ser ni bueno ni malo?

Ese tipo de cosas fue algo que nunca le enseñaron.

Puso los ojos en blanco al ver en Nero aquella serie de movimientos despreocupados y en sus labios se formó una larga línea recta. Sus suegros finados y Credo Southworth tendrían que perdonarla por lo que estaba pensando, pero ¡cómo se notaba que le había faltado disciplina al muchacho! Ya estaba convenciéndose de que eso no le hubiera ocurrido al cánido de haber crecido con su padre o su hermano.

Con enorme pesadez, la reina deslizó la mano derecha por encima de su cara.

"Jodiéndome la vida aun estando muerto... abuelo" pensaba, preguntándose también si realmente había sido él quien mandó asesinar a la familia de su pareja. Sarah nunca estuvo segura al respecto y al menos hasta ese momento no se le había ocurrido preguntar. De hecho, a esas alturas ¿quién podría saberlo?

Sarah miró sin interés cómo su cuñado se dirigía a la sala, luego dio unos cuantos pasos para posicionarse bajo el marco de la puerta, en donde podía apreciarse que la mujer era más bajita de lo que parecía. Recargada en el marco, pegó un par de taconazos al suelo. No hubiera dudado en rechazar de forma contundente la propuesta de su cuñado, de no ser por su último ofrecimiento que, a ojos de la mayor, era tan interesante como atractivo.

Observó a Nero desde su lugar, su propuesta fue algo sumamente tentador, pero Sarah se lo pensó. Cuando el menor dijo que ella casi no le había contado sobre ella, tenía razón. Y lo que era peor, lo poco que le había dicho en buena parte eran medias verdades -sólo por no decir que se trataba más bien de "medias mentiras"-. Decirle la verdad no lo había planeado y tampoco creía poder mantener frente al perro un "pasado ficticio".

Sinceramente, con lo que recién había ocurrido le importaba muy poco saber más sobre el albino, sin embargo, conocer acerca de la niñez de Credo fue algo que no pudo resistir, de manera que iba a aceptar el reto.

-Bien, -dijo seriamente- estoy de acuerdo.

-¿Con que debería comenzar entonces?

No se iba a acercar, mejor para mí; tendría el camino libre para recostarme en el sofá llevando mis manos tras la nuca. Obviamente poco le interesaba conocer de mí y ahora mucho menos, con lo que había pasado anteriormente a ambos. El solo recordarlo de vez en cuando me hacía reírme por lo bajo para que ella no me logrará escuchar. En verdad la personalidad tan explosiva de aquella mujer le daba bastante contraste a la personalidad tan seria del canido mayor… Sinceramente no me esperaba que fuera la clase de mujer que le gustará a Credo; ya sabía yo que era masoquista. Mejor sería comenzar contándole lo que realmente quiere escuchar, sobre Credo cuando era un inocente cachorro o hasta donde recordará.

¿Con que debería comenzar? ¿De la vez que se enfermo comiéndose todas las galletas crudas? ¿De la vez que estuvo todo un día buscándonos a los cuatros cuando quisimos “darle un susto” fingiendo que nos perdimos? ¿De la vez que nos sacó de su cuarto porque supuestamente habíamos manchado su cama?

-La verdad es que Credo ha cambiado mucho… -Mencioné. Aunque eso iba más que todo para mí mismo que para Guillé, hasta que me di cuenta de que quedaría como un tonto si algo que dije lo dejará así- Es decir… Cuando niños, me metía mucho en problemas…

Creo que eso no ha cambiado con el paso de los años.

-Y era siempre Credo quien me sacaba de ellos –Creo que tampoco eso ha cambiado mucho- Pero él era más… Alegre, menos serio y estricto… De por sí con ser el mayor tenía todas las responsabilidades de todos nosotros…

… Nosotros.

-Y si que entre los cuatro lográbamos sacar de quicio a Credo… -Un minuto de silencio se formó, dejando que el ambiente nostálgico pudiera desaparecer pero es en vano- … Y ahora es el estricto y honrado general de Diamantes…. Realmente él ha hecha muchas cosas significativas; y siendo un semi-humano el que llegará lejos como ser el jefe de toda una armada me sorprende… Yo no lo envidio como muchos pensarían…

... Realmente; lo admiro.

-¡Oye! –Me di la vuelta en el sofá pegando el mentón al brazo del sofá, apuntándola con el dedo índice- ¿Esto quedará entre nosotros, no? No quiero que después Credo consiga la manera de burlarse de mí con estas tonterías que dije.

Y sin duda habían salido solas aquellas palabras cuando en un principio la cuestión era que debía humillar al mayor con las pequeñas cosas que dije y no con estas absurdidades. Suspiré casi gruñendo como una forma de regañarme a mí mismo.

-Bueno… Dime qué quieres saber de Credo cuando niño y quizá responda… Toma en cuenta que en trece años uno olvida muchas cosas.

Su Majestad volvió a quedarse inmóvil tras moverse un ápice. De pronto poseía los aires de una gárgola por lo inmóvil y la dura expresión de su cara. Aunque esta última fue suavizándose conforme Nero hablaba. Su voz estaba entre un tono grave y agudo y su textura era pegajosa, como la melaza.

Sarah torció una de sus cejas preguntándose si a los cachorros de semi-humano les gustaba la melaza.

-Creo que de niños todos sonreíamos más, Nero; es como una regla no escrita -aseguró- Pero tu hermano todavía sonríe -agregó y sin darse cuenta la mujer también sonrió por sólo recordarlo.- Por otro lado, -lo miró con unos ojos llenos de complicidad- si te metes en problemas y él utiliza contigo todo su repertorio de frases de soldado, seguro que es bien merecido. Por ejemplo, -luchó para aguantarse la risa- a saber por qué hoy te estaban persiguiendo...

Para evitar carcajearse, la mujer sacudió un par de veces la cabeza con la intención de "componerse" un poco. Parcialmente lo logró.

-Pero tranquilo, ese asunto está fuera de mi incumbencia y créeme que carezco de motivos como para ir por ahí con el chisme de lo que has dicho. Vamos al grano, cachorro, cuéntame cómo se vestían, si seguían alguna moda de niños... O qué bromas hacían -sonrió- Ya sabes, si usaban alguna cosa tonta como una gorra con dos viseras o un suéter largo hasta los tobillos tan ridículo que su mamá sólo los dejaba usarlo dentro de la casa... y sólo cuando hacía mucho frío -Quizá eso último había sonado muy específico, pero no hablaba por ella, ¿no?- Cosas de ese tipo.

-Vamos Nero…. Humíllate más que lo estás haciendo excelentemente

Quería que el sofá me comiera vivo y que cuando me escupiera la pelinegra ya se hubiera ido o se hubiera olvidado de cada palabra que dije; inclusive sentía mis mejillas arder por la vergüenza que ahora daba aquello, así que instintivamente sacudí mi cabeza para alejar algún pensamiento “más humillante” y quizá reponerme un poco. Y al escuchar las palabras de la mayor me sorprendí un poco, puesto que su tono de voz ya no sonaba enojado o algo, ahora sonaba pasible –Aunque de fondo seguía usando esa misma altivez de siempre- Y es más, me insistía en seguir hablando de la infancia del mayor.

-Eso es una GRAN pregunta -¿Y como explicaba eso? Además; ¡Fue un accidente! ¡No fue intencional el que le regará café por todo su uniforme!

Eeeeen fin…. Al menos estaría a salvo hasta que el soldado se le ocurra tocar la puerta de la casa de su superior. ¡Jah! No lo creo; no creo que sean tan tontos como para ir a buscarme en la casa de su propio general… ¿No? Estaba a salvo, total y seguramente a salvo…

… ¿No?

-¡Nah! Credo no vestía así….Solo en invierno –Y parte del otoño. Volví a levantarme, pero sin bajar las piernas del sofá quedando cruzadas y de soporte a mi propio peso- ¿Credo haciendo bromas? No caben ni en la misma oración…. Más que hacer bromas era él quien siempre caía

Una pequeña pero animosa risa escapó de mi boca.

-Como la vez que le pegamos la cola a la silla… Tuvieron que córtale el cabello de su cola para despegárselo –Lleve una mano a mi barbilla, pensando- O la vez que se comió toda una bandeja de galletas crudas… No dejo el baño por una semana…

Si Credo apareciera ahora e intentará asesinarme, no me arrepentiría de mis palabras.

-Oh cuando convencimos a nuestro padre de que el cabello de Credo estaba muy largo y que tenía que cortárselo… Estuvo tres días persiguiéndolo para cortarle el cabello…. Y antes usaba cola de caballo…

¿Malo? Más que malo, solo era un niño malcriado que gustaba de hacerle bromas a sus hermanos, y eso casi no ha cambiado salvó en la parte de ser malcriado y de que ahora solo tengo un hermano. Sin importar eso realmente estaba disfrutando de la conversación, al menos lo tenso o raro de antes ya se había ido y preferiblemente siguiera sí por un tiempo. Una ligera pero burlesca risa escapó de mi boca mientras asentía varias veces.

-¡Se cómo convencerlo de que se haga coleta! Así que será un trato entre ambos –Hablé con un tono de conspiración falsa.

Y ahora era ella quien me comentaba acerca de las bromas que hacía de niña, aunque no se enfrascó en decirme algunas como yo lo había hecho pero qué más da. Sin embargo sus palabras hicieron que pusiera una mueca de confusión. ¿Iskandar? Ese nombre me sonaba de algún lado pero no sabía con exactitud de donde… Quizá sea que lo haya escuchado de alguno de los soldados borrachos del bar o hasta de las personas normales, pero ese nombre sonaba como alguien importante. ¿Castillo? ¡Oh! Ahora que lo tomaba en cuenta, sabía que esas joyas que tenía no podían ser una campesina normal.

-¿Trabajas en el castillo de Corazones? –Dije intrigado, bajando una oreja e irguiendo la otra- Sabía que esas joyas no eran normales –Las señalé. Ahora bien, si conoció a Credo… Debe ser como una especie de soldado, ¿No?- ¿Eres algún soldado del castillo?

Era la pregunta más lógica, al menos para mí lo era. Sin embargo aún tenía motivos para dudar, porqué ni siquiera un soldado podía comprarse tan finas joyas.

-Ehmm…. Puede sonar algo raro –Rasqué mi mejilla con mi dedo índice- Pero… ¿Qué tanto ha cambiado el castillo en estos últimos siete años?

¡Así que Nero podía convencer a Credo de usar coleta! El sólo escucharlo hizo que el rostro de la bella mujer se llenara con una expresión de pura satisfacción... Mas tan llana y superficial que desapareció conforme Nero continuó con la plática, dando lugar a una expresión de desconcierto. Lo peor fue que en sí no se trataba de las palabras del menor, sino de lo que antes había dicho la misma Sarah.

Instintivamente alzó la mano derecha para taparse la boca y luego, en un intento por disimular, metió la punta de su dedo índice entre los incisivos, mordisqueando un poco en plan de nerviosismo. ¡Había soltado dos palabras que le costarían otra mentira! Y, para su desgracia, Nero se había percatado al instante.

Sarah no supo qué responder. Acababa de comprobar que aunque el cánido podía ser un joven muy molesto, no era nada tonto.... aunque claro, en ese momento le hubiera gustado que lo fuera.

-Tsk -rodó los ojos e intentó pensar en una respuesta lógica, pero casual.- Bueno, sí, algo así... -alzó un poco los hombros, donde ni ella misma estaba convencida de lo que decía. Afortunadamente, el albino añadió una pregunta más y la reina no dudó en aprovecharla para desviar la atención.

-La construcción está casi igual, -contestó, jugando con sus dedos. Había dicho tantas mentiras en tan poco tiempo que ya no sabía qué de lo que decía era verdad y qué no- han cambiado varias veces las cortinas y los muebles -miró al suelo y la línea formada por sus labios se curveó levemente hacia arriba... Estaba hablando de su hogar... -El jardín ya tiene flores de otros colores... Y hace poco volvieron a colocar todas las baldosas de la entrada principal. ¿Por qué la pregunta? ¿Era lo que querías saber o te digo alguna cosa en especial? -intentó sonreír, esperando que el menor siguiera con ese hilo de la conversación y no le hiciese más preguntas. Sarah ya no sabía hasta cuando podría mentir y si todavía era conveniente hacerlo.

Tarde o temprano Nero iba a enterarse de la verdad. Lo único que quizá interesaría saber sería cómo.

-Ehmm…

¡Oh claro! Solo a mí se me ocurría hacer una pregunta que llevará a más tema. ¿Y qué le podría decir? “Es que fui mascota de los antiguos reyes pero me abandonaron como vil animal en el bosque y solamente me entró la curiosidad” ¡Sí, sí, muy alentador! Aunque la última frase si podría servir para ello. Ahora; necesitaba una buena excusa para ello…

-Es que… Yo conocía a alguien que trabajaba ahí cuando estaban los antiguos reyes del régimen –En parte; es verdad- Y pues… Desde hace más de siete años que no la veo… Es normal que me preocupe… Fue, algo así como una madre para mí.

Oh, aquello también era verdad. Sin embargo; ¿Eso que le podía dar de conclusión a la mayor? Como dije, no era para contar cosas de mi pasado, son muy complicadas… O dolorosa… O tristes…. ¡Como sea! Sacudí ligeramente mi cabeza para alejar algunos pensamientos “negativos” e intentar seguir con la “amena conversación”.

-Solía contarme algunas cosas del castillo –Me encogí de hombros- Normalmente me hablaba de cómo la trataban mal y lo muy hostil que eran en ese lugar.

¿Eran? ¿Ese lugar podría haber cambiado para bien? A fin de cuentas, no podía –Ni quería- Confiar tan plenamente en nuestros nuevos reyes y los futuros que se lleguen a presentar.

-Solía contarme de que los reyes antiguos parecían no tener ni una pizca de interés a su propio pueblo… Y les agradaba divertirse… A costa de otros –Lo último lo dije tan seco que tuve que reprimir soltar una maldición mordiendo mi labio inferior y apretando un poco la mano sobre mi rodilla. Volví a negar irguiendo las orejas- Después de un tiempo no supe más de ella… No sé si podía estar aún viva o que descubrieron todo lo que decía y le hubieran mandado a cortarle la cabeza…

No lo estaba diciendo con naturalidad; de hecho me estaba forzando y mucho para no tener que comenzar a gruñir o a maldecir a los reyes y a la armada entera.

-Pero en fin… Realmente ya no puedo esperar mucho del Reino de Corazón… Y más ahora que decidieron aumentar sus rencillas contra el Reino de Diamantes, sin ofender –Mencioné mirándola de reojo- ¡Pero en verdad ya harta estar siempre en una guerra! Si me lo preguntan yo veo a Diamantes y a Corazones como un par de niños chillones e inmaduros…

Bufé.

-Tantos años peleándose……. ¡Por lo mismo! ¡Ese estúpido título que causó todo esto y la idea absurda de querer que Wonderland vuelva a ser como antes! ¿Es que acaso no ven que otros sufren por ello? –La miré a los ojos- ¡Muchas personas mueren por apoyar ciegamente en su pueblo! ¿No crees que ya sea tiempo para que ambos niños maduren y sigan con su vida?

Inhalé hondo y luego exhalé todo el aire de mis pulmones para calmarme o podría tener la necesidad de golpear algo, y no sería bueno hacerlo frente a la mayor.

-Pero… Si algo aprendí en estos trece años de miseria… -Rodé los ojos- Es que jamás… Van a escuchar y creer en lo que dice un simple perro corriente.

Sarah Vilhelm era una mujer de temperamento fuerte, orgullosa de su reino y de ella misma y plenamente convencida de la dignidad de todo aquello que hacía. En el mismo lado estaba, Nero, quien... bueno, era Nero, en un sentido bastante positivo. Quizá el carácter de ambos no ayudaba mucho, pero había que reconocer que hacían lo que podían para mantener una conversación coherente, más o menos civilizada. Y cualquiera que los conociese sabía que se trataba de todo un logro.

Sin embargo, los dos cruzaron un par de palabras más y todo el teatro se desplomó cual edificio en demolición, levantando el polvo y dejando toneladas de escombros tras la caída. El cómo llegaron a esa situación no tenía especial relevancia para los extraños, pero así fue más o menos como ocurrió:



-¿Del palacio? Dime cómo se llama, tal vez pueda llegar a preguntar por el paradero de esa mujer -contestó aprovechando una pausa entre las frases del albino, ocurriéndosele también que aquellos comentarios acerca del gobierno de sus abuelos no eran nada nuevos, además, ella ya estaba acostumbrada a eso.

Se aclaró la garganta antes de continuar debido a la naturaleza emocional de las palabras que quería decir, pero eso sólo fue hasta que Nero comenzó a expresar sus verdaderos sentimientos hacia el amado reino de Sarah, los cuales, no eran lo que se pudiese considerar buenos. Y aquello, de una manera increíblemente precisa y eficaz, hizo explotar a la de cabello negro.

Pero la reina de Corazones se mantuvo callada hasta que su cuñado terminó de hablar y fue sólo entonces cuando sus acciones suplieron a las palabras. En unos cuantos pasos llegó hasta el sofá. Caminó con una tranquilidad aparente y el sonido de sus botas contra el suelo fue lento y casual. Eso era una mala señal, pero el can la conocía demasiado poco como para saberlo. La mente de la reina se había revuelto en pensamientos llenos de repugnancia y hastío, como si las palabras de Nero hubieran sido una violenta batidora. El resto del mundo guardó silencio y desapareció... y, por primera vez en toda la tarde, Sarah sólo tuvo ojos para ese joven albino.

Se acercó a él y en un movimiento rápido lo levantó jalándolo por el cuello del chaleco. Usó la mano izquierda para sostenerlo y con la derecha lo abofeteó tres veces seguidas en las mejillas. Una marca roja se apresuró a pintarle la cara al menor, pero en los ojos de Sarah no aparecía ni el menor arrepentimiento. Llevaba el ceño fruncido, los dientes apretados y un par de lágrimas que escurrieron por las orillas de sus ojos. Pero eso estaba apenas por comenzar.

-¡Tú no entiendes nada! -gritó demasiado cerca de su cara- ¡Las guerras son cosa nuestra! ¿¡¡PERO UN ANIMAL QUÉ VA A SABER POLÍTICA!!? ¡¿DE PRODUCTIVIDAD, DE SEGURIDAD Y ECONOMÍA!? Si tuviera que hacer que nos apoyen ciegamente te sacaría los ojos a ti y a cada uno de ellos. ¡Pero no los necesitamos! ¡Voy a convertir Wonderland en un imperio! Y por eso vale la pena que conserves tus preciosos ojos: para que puedas verlo -habló casi escupiendo las palabras y resopló.

Sin querer, desvió la mirada hacia su argolla de matrimonio y, de forma instantánea, la velocidad y fuerza de su respiración comenzaron a disminuir.- Escúchame muy bien: Alexander y yo -miró fijamente a Nero- ...nunca nos rendiremos.




Cuando la reina hablaba solía ser muy puntual y esa ocasión no fue la excepción.

Y tampoco había que ser un genio para deducir un par de cosas relacionadas con el Reino de Corazones, con "Wilhelmina" ...e inevitablemente, con el hermano mayor de Nero.

Oh… Por… Dios…

Sabía que había cosas que debía callar pero no importará que, siempre terminaba diciéndolo; y pagaba una grave consecuencia por ello. Pero esta vez, más que una consecuencia fue como un descubrimiento. Primero se formó una conversación muy turbulenta al yo querer expresar lo que sentía con alguien que era del mismo reino rojo, hasta que después simplemente todo paso a ser una escena demasiado melodramática en donde la mayor me tomaba por la solapa del cuello y me abofeteaba unas tres veces. Mi mejilla quedó completamente roja pero mucho no pude hacer entre los griteríos de la azabache.

Realmente ya no tenía porque seguir con estas mentiras. Se dé una buena vez estaba tratando de acomodar todo desde la primera vez que la veo. Con todos esos minúsculos asuntos, como las joyas y demasés llegué a una conclusión, una no muy agradable conclusión.

… Ella era la Reina de Corazón; y yo el ser más estúpido del mundo.

Pero algo tenía claro, no me arrepiento de mis palabras. Lejos de todo eso, lo que verdaderamente me hizo enojar fue aquella palabra que son repudiadas por casi todos los de mi especie, con la cual nos discriminaban la mayoría del tiempo.

¿Qué va a saber un animal de ello?

-¡PUES CREDO SI SABE DE ESO! –Grité. Forcejee de manera violenta para soltarme hasta lograrlo. Miraba ahora a la mayor con rabia y odio acumulado en todo mí ser- ¡Credo también es de mi especie, él sabe más de política de lo que yo sé y es el general de Diamantes! ¡LLEGÓ A SER GENERAL Y ES SOLO UN SIMPLE Y REPUDIADO ANIMAL!

Ahora nada me importaba, no me importaba estar frente a la mismísima reina. Una única duda estaba en mi cabeza; ¿Qué hacía Credo saliendo con la soberana del reino rojo? Pero de momento aquello no me iba a preocupar mucho, después hablaría con él –Aunque me provocará ahorcarlo-

-¡Y por esa razón es que Wonderland está como está! ¿Acaso crees que haciendo un imperio las personas se van a conformar con que un día llegara alguien diciendo “Esto ahora es mi imperio”? ¿Qué le van aplaudir? ¿Qué la adularán más? ¡No lo harán! –Me señale a mi mismo con el dedo pulgar derecho- ¡Al menos yo no lo haré! ¡Ni hoy, ni ahora, ni nunca apoyaré la idea de un imperio!

Ambas orejas se echaron hacía tras, gruñendo ya por inercia debido a esto.

-¿Y sabes que es lo peor? –Bramé- ¡Sigo creyendo que el reino rojo…. No… Todos los reinos van a mejorar!

Me atreví a ponerle un dedo encima, deliberadamente hablando. Mi dedo índice le daba un pequeño golpe a su hombro izquierdo y luego le di un ligero empujón.

-Así que atrévase, su majestad –Dije secamente, esperando que se diera cuenta- Atrévase a sacarme los ojos, a coserme la boca, a cortarme la cabeza, e incluso llamarme como el máximo traidor del reino pero escuche bien…. No me arrepiento de lo que he decidido y de lo que he dicho.

A pesar de todo, yo tenías mis razones para decir todo aquello. Y también como me atreví a tocarla, también me atrevía apartarla con el brazo para quedar a un lado de ella y mirarle a los ojos, pero sonriéndole lo más sarcástico que podía ser.

-Oh por cierto, Guillé… Mi hermano es tan afortunado de tenerte como pareja, ya veo que son tal cual para cual… Ambos son un par de mentirosos...

Pudiera parecer ridícula la drástica forma en que su conversación pasaba de lo divertido a lo hostil. Mas todo se había encontrado dentro de lo que se pudiese considerar un límite "normal". Sin embargo, provocar de esa manera a una mujer tan dura y enferma, era algo que estaba fuera de aquellos límites. Nero se había atrevido a traspasar la zona que más dolía en el corazón de Sarah... y ella sólo conocía una forma de responder a eso...

-¡Credo sólo es el general porque es un perro! -gritó lastimándose la garganta- El rey de diamantes necesitaba que él estuviera ahí porque sabía que le sería fiel -y abundantes lágrimas resbalaron por sus mejillas- ¡Que le sería incluso más fiel que a mí! -miró fijamente a Nero, sosteniendo su mirada, aunque los cristales en sus ojos amenazaban con impedírselo- ¡Si tu hermano supiera un poco de política estaría de mi lado, pero es...! ¡Tan necio como tú!

El eco de las palabras vibró en su mente.

Y lo que tenía que pasar, pasó.

En medio de la ira y la desesperación, Su Majestad alcanzó el mango de su espada. Era un arma común y corriente, especialmente preparada para pasar desapercibida en el reino amarillo pues su gran sencillez impedía darse cuenta de su lugar de fabricación. Pero no había que hacerle confianza a esa simple espada porque tenía tanta capacidad de matar como cualquier otra.

-¿Las mentiras te duelen, cuñado? -dijo Sarah, quien en ese momento se juraba odiarlo- ¿Quieres que diga la verdad? ¡Si fuera posible yo mandaría matar a tu familia otra vez, sólo para hacer que te arrepientas de lo que me has dicho!

Al terminar de escupir eso, Su Alteza Serenísima se lanzó contra él, atacándolo una y otra vez con crueldad y bravura. Su mente estaba desquebrajándose, reduciéndola a lo poco de cordura que pudiera quedar. Pero a pesar de todo eso, Sarah aún conservaba la elegancia y altivez al atacar con aquella espada. O por lo menos así fue hasta que la punta metálica terminó hundiéndose en el abdomen del menor... Sarah se detuvo en seco y la sangre comenzó a resbalarse por el filo de su arma. No hubo espacio para dudas.

Fue así como el destino de ambos se cruzó.

El sudor de ella escurrió por su frente, mezclándose con las reminiscencias de sus tristes lágrimas y, entre jadeos, alcanzó a pronunciar:

-Por las Antiguas leyes de Wonderland y la Suprema Ley del Reino Rojo, es mi deber detenerte por crímenes contra la corona y calumnias e injurias hacia la real familia de Corazones. Nero, -dijo al tiempo que retiraba la espada de su cuerpo- estás arrestado...





Existen múltiples versiones de lo que ocurrió después y al parecer a nadie le importó ponerse de acuerdo. Las personas que pasaban por el lugar en aquél momento aseguraron que una pequeña ave de fuego salió volando al cielo y que fue esa señal de urgencia la que llevó a los soldados de Corazones a irrumpir en el reino amarillo. Naturalmente su presencia en un principio causó terror. No obstante, el Coronel rojo Jefferson Gutiérrez, se encargó de aclarar la situación de una manera puntual:

"Mi presencia y la de mis hombres en Diamantes es necesaria e ineluctable. Hemos venido a arrestar a un ciudadano de Corazones que se encuentra refugiado en el pueblo de Talis, situación que compete única y exclusivamente a mi regimiento y no a ningún otro grupo militar o civil de cualquier reino o facción.

Le informo, general Southworth, pues llevaremos este proceso con o sin su autorización, porque todo sea en nombre del honor, de la justicia y de nuestro rey ...y nuestra reina.

Y por abrir mí hocico; malas cosas iban a pasar, como siempre. Sin embargo está era un poco más diferentes a las situaciones habituales que tenía, esta vez todo comenzó por expresar mi punto de vista, aunque de manera tosca y muy directa cada uno de las palabras que dije no me hacían “Un hoyo en la consciencia”. Era obvio que la situación se iba a tornar mucho más riesgosa que simplemente ponerse incómoda o muy emotiva. Si, era cierto; las mentiras duelen, aún más cuando creíste confiar plenamente en las personas. Así era la vida, ¿No? Cuando menos te la esperas, esta te apuñalaba por la espalda.

Y hablando de apuñaladas…

-Pues Credo es la única familia que me queda, ¿Serías capaz de matarlo a él? –Puede que aquello si se le hubiera pasado por la mente a la monarca la primera vez que vio al mayor, pero si su simple punto de vista había cambiado cuando lo conoció mejor.

¿Por qué esto era diferente? Únicamente al ver el filo de la espada abalanzándose sobre mí sabía que debía correr e intentar no salir lastimado por ella. Con sus elegantes movimientos, la monarca disponía de varias estocadas en tantas direcciones que a veces hacían medio imposible que me moviera con facilidad por la habitación, de vez en cuando sentía el filo de la misma espada pasar por encima de mis ropajes causando uno que otro corte en este.
Hasta que un mal movimiento lo sentenció todo.

Quede con una pierna flexionada hacía delante, sintiendo el frió metal atravesar mi abdomen. Solamente era la punta, pero fue lo suficientemente profunda como para que comenzará a desangrar y que algunos hilillos de estos resbalarán por la espada mientras que otra gran mancha carmín ensuciará mi camisa. Un quejido, y luego un intento de sacarme la punta de la espada de ahí…

… Pero ella fue más rápida, al momento de sacarla caí de rodillas al suelo llevando ambas manos sobre esta herida haciéndole presión para parar el sangrado. ¿Leyes del reino de rojo? Débil, una risilla escapo de mis labios. En el reino rojo no existían leyes, solamente la supervivencia del más apto.

Y así fue; no pasó mucho más –O menos- de una hora cuando unos soldados de rojo irrumpieron la casa. Midiendo unas palabras con la reina y redactando algo que parecía una nota, casi a rastra con las manos atadas bajo unos negros grilletes fue como me sacaron de Talis en dirección a Corazón.

No existen más versiones de esta historia. La gente de Diamantes nunca supieron ni sabrán lo que aquí se llevo.

… Lo que me llevo a estar un paso del encarcelamiento...