Aunque la jaula sea de oro... [priv/sarah]

Sarah arrugó el ceño al darse cuenta que Credo le hizo caso. Francamente, había esperado que él se negara y así tener alguna excusa para vendarle los ojos o algo. No obstante él había salido de la pieza, dando continuidad a su plan.

Antes de hacer cualquier otra cosa, Su Majestad de Rojo se dedicó a encender unas cuantas velas. Y por unas cuantas nos referimos a unas once o doce... o más. Luego buscó la maleta del General, sólo para percatarse de que estaba vacía porque él no se había molestado en comenzar a empacar.

La mujer se sentó en la cama, mirando el maltrecho sobre con desilusión.

¿Por qué estaba haciendo todo eso? ¿No sería más fácil sólo pedir disculpas?

"No" se respondió a sí misma, acallando esos "ridículos" pensamientos. Creía que pedirle perdón a Credo sería como decir que todo lo que ella había dicho antes era una mentira y si de algo podía enorgullecerse era de que había sido sincera con él. Obviamente eso convertía la disculpa en algo incompatible.

Pero como debía devolver la lógica del mundo a su mente cuadrada, Sarah comenzó a empacar por él. Guardando cosas aleatorias aparentemente pertenecientes al militar, la azabaches llenó la maleta. Y, encima del resto de los objetos, colocó el sobre con aires de triunfo y satisfacción. Aunque al final, ver ahí la carta no se sintió como Sarah creyó que se sentiría, pero ahí estaba. Suspiró.

La bola de pelos con tres patas pasó a un lado de ella y sobándose contra sus pantorrillas llamó su atención. Después saltó a la cama y se acostó ahí, viéndose como un peludo hoyo negro sobre las sábanas.

"Hoy le he dicho a Credo cosas de lo más extrañas..."

El gato negro la miró con sus enormes y redondos ojos y comenzó a ronronear cuando notó que ella también lo miraba. Sarah se acercó a la puerta y lo más silenciosamente que pudo se recargó de frente contra ésta. Cerró los ojos y, con lentitud, deslizó su mano izquierda por la madera.

-Te quiero tanto, Southworth -dijo en un murmullo- Siento tanto amor por ti que no sé qué hacer con él.

[color:957b=yellow-"Dicen que la reina de corazones es la representacion misma de la culpa, la colera, el odio y todos los otros sentimientos negativos de las personas-"

-¿Y es cierto eso, padre?-

-"Quien sabe, o ¿tu que crees Credo?-

Se mantenia recargado a la pared, con los brazos crusados a la altura de su pecho. Tenia los ojos cerrados, gesto que hizo al recordar tal plática que tuvo alguna vez con el antiguo General de Diamantes, su padre adoptivo. Bajó las orejas inconscientemente ante el sentimiento de melancolia que le invadio.

Indagando más allá en sus recuerdos a su mente vino la memoria de ese caluroso dia en donde tuvo la oportunidad de cruzar unas cuantas palabras con la antigua reina: Cecille, tampoco le parecio de la forma en que todo wonderland habla de la reina de corazones...

Entonces ¿Por qué todo mundo juzgaba de semejante manera a quien sube al trono?

-No, Sarah no es de esa manera...- A su parecer, la azabaches no era más que una persona que simplemente necesitaba un poco de afecto y cariño, entonces ¿por qué se negaba a recibir tal cosa que tanto le hace falta?

Lo último que ella merecia era su indiferencia, y su maldito temperamento mal controlado, justo lo que habia mostrado anteriormente en aquella oficina.

Podria considerarse traicion su pensamiento, no obstante Credo ya se ha percatado que sus ideales, asi como lealtad y creencias se han dividido en pedazos. Y aún así, hele ahí intentando pensar como remediar todo y quedar en un estado meramente neutral, porque, para él, eso era amor ¿O no?

Miró a ambos lados antes de moverse de su lugar, asegurandose que no hubiese nadie cerca que pudiese escucharle. Empuño la siniestra y llamó a la puerta, aunque, no se atrevio a entrar siquiera. Bajó la mirada, sabia o sentia que era un tanto cobarde decir las cosas de esa manera y escudandose tras la puerta, pero sentia que Sarah no queria nisiquiera verle, debia sincerarse.

Quizá seria lo último que le mencionaria antes de su partida por la mañana hacia Diamantes. Movio los labios un par de veces aunque sin producir palabra alguna, como si estuviese repasando lo que realmente queria decir, en realidad solamente se estaba haciendo de algo de valor.

-Sarah...- Suspiró y habló con la mayor tranquilidad que pudo tambien moderó su tono de voz, para que no fuesen a escucharle, en dado caso de pasar alguien cerca. Sus palabras, solamente iban para la mujer tras la puerta -Quizá ya no desees verme. Pero quiero que sepas que aunque eso sea verdad, yo continuare pensando en ti, porque te amo en sobremanera al grado de llegar a aceptar la transferencia a este lugar por tan solo verte... Pero creo que solo te hice más daño con ello...Y aunque quizá no me lo merezca te pido me perdones por todo..Me ire por la mañana, así estaras más tranquila...

Sintió cómo su cuerpo se paralizaba cuando Credo tocó la puerta, pensando que en cualquier momento él entraría de vuelta, dejándola a punto de una confesión. Afortunadamente eso no ocurrió y sólo hubo un breve silencio cruzado entre ambas personas junto a la puerta.

Entonces Credo, en voz baja, le habló. Sarah cerró los ojos y sintió la calidez de aquellas palabras en su corazón. Así, escondida tras la puerta de madera, se sentía mejor, casi como si pudiera decir cualquier cosa y él no se diera cuenta gracias la barrera que levantó entre los dos.

Ciertamente, no quería que él dejara de amarla... Sólo pensarlo la entristecía y aterrorizaba.

-Entonces debes odiar mucho este lugar… -dijo con tristeza. Después de todo el castillo de Corazones era su hogar.- ¿Pero qué hay del daño que te he hecho yo a ti? Lo que te dije el día del juicio de tu hermano era cierto: yo te he tratado como te trataría una persona que no te amara…

Hizo una pausa.

-Y ese día pensé que eso podía deberse a que en realidad no te amo... Pero me equivoqué. Me di cuenta el día que supe que Joker había atacado al reino de donde tú eres. Te amo y, por eso, lo que te dije hace un rato fue verdad también: las tres razones que te hicieron protestar y estar enfadado. Yo… -se escuchó cómo su voz se quebró, haciéndose astillas- ¡Yo todavía no entiendo por qué te enojaste tanto conmigo! -susurró- ¿Por qué te hago daño? Tengo dos hipótesis… Una de ellas se basa en la ironía de que me da tanto miedo que salgamos heridos que haría cualquier cosa para que te alejes de mí. Y la otra… es que no sé cómo amarte a ti, General del ejército enemigo. Pero aún así… si quieres enseñarme puedo tratar de aprender cómo, ¿sabes?

Y como si la mujer tras la puerta pudiese mirarle, el General de diamantes negó suavemente con la cabeza ante las primeras palabras de su majestad.

No, en si no odia a corazones, más bien su molestia va para aquellos fatidicos recuerdos que vienen a él estando en semejante lugar. Podria verse un tanto aferrado al pasado, pero es algo normal que una persona no pueda olvidar un suceso tan nefasto como lo fue aquel ¿No es así? y militarmente, no habia mucho que decir, así como a Sarah se le inculcó que corazones era el enemigo a derrotar, como si ambos reinos se tratasen de un enorme y eterno juego de ajedrez, batiendose en duelo por el titulo de la armada más poderosa.


-Me moleste pues las palabras que mencionaste fueron como si yo estando en diamantes estuviera con otra persona... sabiendo que yo solamente sirvo en ideales al reino amarillo pero mi alma es completamente tuya así como mi cariño..- Bajó la mirada, sintiendo como sus mejillas se matizaban de carmin.

Realmente debe y tiene que aprender a controlar su pesimo temperamento, y aunque lo ha intentado ahora se percataba que era en vano..

-Es normal que actues de esa maneraMencionó para tranquilizarle -te oculte cosas y es normal que te molestes por ello- La misma mano que llamó anteriormente a la puerta se posó sobre la misma, aunque extendida, como si pretendiese tocarle a través de ella.

No comprendo porque lo hago, quizá tengo miedo que, de mostrarme tal como soy ante los que quiero terminarán alejandose de mi... O peor, temo que de mostrar cariño hacia alguna persona, alguien podria aprovechar para dañarle, y eso es algo con lo que no pudiese lidear... Al menos, no de nuevo No, pues Joker osó lastimar a su hermano. No, quizá no sepa. Ya te he lastimado lo suficiente y echo llorar bastantes veces. Sin embargo, creo yo que ambos podriamos tratar de iniciar de nuevo, si es que, me das la oportunidad y aprender juntos... ¿Me permites estar a tu lado, Sarah?-

Y levantó la mirada en espera de la respuesta y quizá, solo quizá que la puerta se abriera...

¿Cómo si él estuviese con alguien más?... Sarah no había querido decir eso. No necesariamente. O por lo menos se sentía segura de que no necesitaba que él se acostara con algún miembro de la familia real para sentirse mal porque estaba allá con aquellos y no en Corazones con ella.

No había punto de comparación.

Y eso era aunque Southworth le asegurara que su alma le pertenecía. Pero lo que también llegó a ser innegable era que Sarah nunca dejaría la corona de Corazones para irse con él. Y, por eso, que se encontrara muy lejos de ella, era algo que iba a tener que aceptar. Porque de verdad deseaba volver a estar con él aunque fuese ocasionalmente, y porque sabía que no era justo que le hiciera chantaje emocional para alejarlo de la vida y las personas que él amaba.

Apretó fuertemente los labios, sintiendo cómo se formaba un nudo-laberinto en su garganta al darse cuenta que su orgullo había terminado desmoronándose como una galleta de polvorón, dejando migajas aquí y allá.

Al parecer, tratar de racionalizar las cosas no le estaba funcionando. No cuando se trataba de él, como ya se había convertido en una tradición.

"De verdad que amo a este hombre... Lo amo a tal grado que se ha vuelto una necesidad. Nunca había deseado tanto que alguien me hablara, que me rodeara con sus brazos… E incluso ahora siento que aceptaría las condiciones que él quiera." Pensó mientras intentaba callar sus tristes sollozos, esperando que Credo no la escuchara. Pero ya era un hecho que Sarah no iba a abrirle la puerta hasta que se calmara, porque no quería que la viera llorando otra vez. Pues, a pesar de todo, las palabras de aquél soldado la tranquilizaban y le transmitían lo que sentía por ella. De manera que no deseaba que él creyera lo contrario.

-¿Tienes… instrucciones para comenzar de nuevo? -preguntó hablando lentamente, en voz baja y con ingenuidad. Quizá en un plan tan serio y honesto que reírse sería una equivocación, una de las graves.

Antes de que alguien la viera, Su Alteza Serenísima se apresuró a limpiarse la cara con las mangas de su chaqueta militar. Aún así a sus ojos prusia se les notaba la tristeza. Pero sólo entonces Sarah se animó a abrir la puerta, buscando los ojos azul claro del General. Sobra mencionar que intentó verse lo más natural posible, aunque eso sólo la hizo aparecer con una expresión anormal, como la que ponían los niños cuando se sentían culpables y regañados. Pero como no pensaba mostrar ni dolor ni melancolía, añadió a su lista de comentarios ingenuos algo más.

-Tampoco pretendas que todo parta de cero. No he olvidado que aún me debes una comida casera y la limpieza de la biblioteca.

Y fue en un principio que aquella puerta fina de madera no se abrio. Suspiró como si intentase tranquilizarse, seguro si era paciente y esperaba un poco más Sarah abriria la puerta, y finalmente, podria verle.

Por lo tanto se conformaba con el hecho de escuchar su voz.

Definitivamente, preferia aquel tono de voz con el que le hablaba aquel dia en Palladium, uno alegre y un tanto relajado, sin preocupaciones de ninguna indole y con un deje de felicidad en el mismo ¿Podría acaso volver a escucharlo?

Sonrió ladino, su azul mirar se desvió hacia el suelo. Era un tanto injusto que la persona amada estuviese tan lejos y que, para poder estar juntos aunque sea un solo dia tuviesen que verse a "escondidas" de encontrarles seguro los resultados serian catastroficos; aunque, por su seguridad nunca temió, más bien lo hacía por la de Sarah.

Pronto, la voz de la reina irrumpio sus cavilaciones.

-Creo que puedo hacerme una idea de las mismas Fue lo único que atinó a mencionar, lamentablemente como Sarah no tenia una idea de "como comenzar de nuevo"

Pero siempre podian improvisar ¿Verdad? -aunque al can no se le diese muy bien hacerlo-

Al escuchar la puerta abrirse, sus orejas instintivamente se irguieron. No pudo evitar el hecho de sonreir con afecto al observar la expresión de la mayor. Lo único que alcanzó a hacer, fue tomarle entre sus brazos, antes de besarle la frente.

-¡Pero por supuesto que no se me olvida! y partir de cero seria ignorar esa magnifica noche en Palladium- Añadio. No, ¿Cómo olvidar lo que ahí ocurrio? -Lo de la biblioteca, podemos hacer que eso quede como un buen correctivo para este caniche mal portado- Y en parte sería la mejor excusa por si algun curioso osaba preguntar el porque el General de Diamantes se encontraria haciendo la limpieza en semejante lugar.

Repentinamente el militar la rodeó con sus brazos, haciendo que ella se quedara en su lugar, sin moverse, casi totalmente estática. Y ella escuchó todo lo que dijo Credo, pero se tardó mucho en contestar. Se le había pasado el tiempo tan solo deleitándose con su voz, su sonrisa y aquél tierno abrazo.

Sarah sintió sobrecogerse su corazón. Y un sentimiento cálido y extraño la invadió. En ese momento sus ojos no parecieron tener la intención de apartarse de esa dulce mirada celeste. Le miraba con insistencia y eso era como si estuviera diciéndole sin palabras que lo necesitaba.

Nadie más provocaba en ella tantos sentimientos al mismo tiempo, era algo difícil de explicar y comprender; pero era cierto, cosa que tupía su cabeza impidiéndole pensar con claridad. No obstante estaba bien… Estaba bien en esos momentos cuando lo que necesitaba era permitirse ser amada y dejarse llevar.

De pronto levantó los brazos, para estrecharle entre ellos por la cintura. Luego cerró los ojos y recargó la cabeza en su pecho, acurrucándose con él, sabiendo que estar entre los fuertes brazos de Southworth era sentir que nada podía hacerle daño. Movió la cabeza repetidas veces, acariciándose contra él, como un gato mimoso.

¡Gato!

Se separó un instante para asegurarse si el gato de tres patas seguía ahí. Y sí, ahí estaba, observándoles con sus ojos abiertos como platos. Luego volvió su atención hacia el "mal portado" caniche.

-¡Hm! ¿Caniche? -murmuró divertidamente- ¿Te molesta si me doy la vuelta por la biblioteca para supervisarte? -llevó las manos al rostro del castaño y deslizó los dedos por su atractivo rostro.- Ya no vuelvas a enojarte conmigo, me gustas mucho cuando sonríes.

-¡CA-NI-CHE! -se escuchó estruendosamente, a lo lejos, por el pasillo, seguido de unos pasos firmes y rápidos.

A Sarah le pareció muy familiar esa voz, pero asumió que seguramente se trataba de alguien persiguiendo a alguno de los perros del castillo. Porque perros tenían. Y la mayoría los había llevado Richter, así que no sería raro pensar que quien andaba por ahí fuese Jefferson -con su cara de que no había tenido relaciones sexuales durante varias semanas- por los pasillos llamando a los perros sólo para molestar al príncipe de pelo castaño.

-¡CANICHE! -escuchó más cerca y un escalofrío le recorrió la columna entera al recordar que la única persona en Corazones que había llamado así a Credo era ese pelirrojo militar. Así que, de pronto, de alguna manera, por alguna razón, el coronel Jefferson Gutiérrez se encontraba parado en el marco de la puerta de esa habitación, tan amenazante e impertinente como sólo él podía ser… - ¡DEJASTE PLANTADA EN LA COCINA A MI ROSELIA, PEDAZO DE ANIMAL! -berreaba furioso, mas su semblante cambió cuando vio a Sarah parada ahí, con los ojos enrojecidos y completamente asustada, a un lado del General. El hombre palideció. -¡Ma…MA…. MAJESTAD!

-Solo si es para supervisar, de otra manera terminare distrayendome por prestarte mi entera atención-Añadió divertido pues estaba seguro que de tratarse de Sarah podria dejar de lado por unos instantes ese hábito un tanto obsesivo que tiene por la limpieza.

Credo quisó decir algo "¿Cómo podria enojarme contigo?" pero era claro que aquella cursileria era completamente invalida. Así que solamente se dedicó a asentir mientras continuaba sonriendo. ¡Cuanto le alegraba estar de esa manera con la azabaches!

Sin embargo, al estruendoso grito el canido atinó a girar una oreja en dirección de aquella voz ¿Sería quien creía? Nah, seguramente estaría molestando a alguien más ¿Verdad? no tenia motivos para que Jefferson llegase a molestarle, no aún, al menos.

En toda su larga carrera militar, Credo no podia recordar haberse tensado de esa manera, menos sobre saltarse e incluso -aunque no fuese a admitirlo- el pelaje de su cola se erizó. Instintivamente y por reflejo casí automatico retrocedio un par de pasos alejandose de Sarah, bien pudo tener un paro cardiaco ahí mismo(?)

Aunque cuando el pelirrojo balbuceó de aquella manera y parecio asustarse a morir ante la presencia de la azabaches, el general de Diamantes aprovechó aquel minimo instante para llevarse la mano al pecho y suspirar con alivio -momentaneo- Intentando mostrar seriedad (seguro fallidamente debido al al sobresalto ocasionado por la repentina aparicion del pelirrojo) levantó ligeramente el mentón al tiempo que echaba las orejas hacía atras y colocaba las manos en su espalda -como era costumbre suya-

-Buenas noches Gutierrez, supongo no se te ha enseñado que irrumpir de esa manera es de mala educación Bueno también ¿Quién esperaria que su majestad de corazones se encontrase ahí con él? Genial, ahora Gutierrez sospecharia y su ya tan deteriorada relación militar con él terminaria empeorando

-"¿y quien se supone que es el perro faldero"?- Penso al percatarse de la expresión mostrada por el pelirrojo al ver a Sarah.

Ya me disculpare personalmente con la señora Roselia por mi descortecia ¡Pero no es pretexto para ir gritando a los cuatro vientos a esta hora por el castillo, Gutierrez!- Claro lo más "natural" sería finjir que no se encontraba de forma melosa hacía unos instantes con la reina... Todo estaría bien mientras no preguntará que hacia Sarah en su habitación y con los ojos rojos.

-¡CÁLLATE!- Le amenazó el pelirrojo -¿¿Qué es lo que hace un pulgoso como TÚ con su Alteza Serenisima a estas horas!?-

Y ¡Ah! ahora si que estaba en problemas. Discretamente el castaño miró en dirección de Sarah...

Que Sarah no oyó bien las palabras de Credo y Jefferson fue un hecho; y todo porque su corazón comenzó a latir tan fuerte que sentía que su cabeza explotaría y que no la dejaba escuchar. Su cuerpo se contrajo por el miedo y el no saber qué hacer la paralizó. Mientras tanto, el coronel bufó con fastidio ante la ausencia de respuestas por parte del General.

El pelirrojo entonces añadió triunfal:

-A ver, explícame eso, Southworth, si es que tu cerebro mamífero es capaz de figurar una respuesta coherente -afirmó con prepotencia y brusquedad. Jefferson creía que hablaba con cuidado, pero lo cierto era que aquella intromisión y esas palabras eran ofensivas y peligrosas, a tal grado que, cualquiera que supiera un poco sobre comportamiento canino pudiera haber imaginado que el pelirrojo estaba a punto de echarse encima a morder al otro.

…Porque cuando Sarah y Richter bromearon con que se trataba de un perro desobediente no estaban equivocados.

-O ¿qué es lo que hace su Alteza Serenísima con un pulgoso como él a estas horas? -le dijo con la evidente intención de armar confusión y sin saber que eso que temía que pasara finalmente pasó. Y pasó justo cuando el coronel Gutiérrez arremetió violentamente contra el semihumano, atestándole en la mandíbula un par de puñetazos.

-¡¿Cómo te atreviste a herir a Su Majestad!? -le gritó a Credo, a pesar de que se encontraban a pocos centímetros el uno del otro.

-¡Maldición, Jefferson! -interrumpió Sarah- Sigo aquí, ¿sabes? ¡Puedes ir coriendo por ahí persiguiendo a los perros de Richter, puedes desobedecer mis reglas e irrumpir en las habitaciones de los invitados que tú quieras! ¡PERO NO PUEDES IGNORARME, JEFF, NO PUEDES, NO PUEDES! -chilló cual pequeña a punto de hacer un berrinche mundial… Y bueno, fue entonces que Sarah saltó sobre él, empujándole con tanta fuerza que ambos cayeron al piso. Gutiérrez cayó de sentón, metiéndose un duro golpe contra el suelo y la pared, con Sarah encima de él.

Había que aclarar el punto que el General respondió de semejante manera para frenarse pues Sarah ya fue testigo de que es lo que pasa cuando pierde la calma, aunque, en el fondo, supo que aquella simple explicación -y semi disculpa- no le bastaría al de cabello rojizo, y así fue. Tensó la mandíbula echando las orejas hacia atrás. Quizá si hacía un esfuerzo enorme lograría ignorarle y seguro Gutiérrez se hartaría, dejándoles solos o no importaba si Sarah se retiraba con él, ya le vería en otro momento.

-No tengo que dar explicaciones a quien claramente no las- ... Merece. Jefferson lo calló con un buen par de puñetazos

¡Y que fuerza tenia!

¡Suficiente! Sabia que estaba poniendo en riesgo la "tregua" (aunque Sarah ya dejó en claro que no le importaba tanto) entre ambos reinos, pero en definitiva no iba a tolerar ni un segundo más el comportamiento del Coronel. Como no estaba bien plantado cuando el otro le arremetió dio un par de pasos. Sus orejas fueron hacia atrás y el pelaje de su cola se erizó, tensandose la misma, instintivamente dejó ver los blancos colmillos también, dispuesto a abalanzársele al pelirrojo y agarrarse ahí mismo a golpes, como un par de briagos en una taberna.

¡¿Herirle!?

-¡Ah no! En definitiva eso si que no. ¡Que tu me levantes falsos es imperdonable!- Sin embargo, Sarah se adelantó dándole su merecido al tan nefasto coronel.

Con firmeza (y sin verse brusco, lo menos que pudo al menos) tomó del brazo a la azabaches, para ayudarle a ponerse de pie. Aunque no por ello iba a quedarse de brazos cruzados, también ayudó al coronel... bueno si es que pudiese llamársele "ayuda" pues le tomó con fuerza de la solapa (que siendo semi humano era un tanto posible, sumado al enojo que le embargaba) obligándole a levantarse, antes de azotarlo contra la pared antes de golpearle un par de veces así como el mismo lo había hecho con él.

¡Y que bien se sintió! No solo se estaba descargando por haberles irrumpido, sino también por alegar que había herido a Sarah y sobre todo por haber irrumpido en su hogar...

...aunque bueno, eso ya era otro asunto aparte... y todavía…

-¡¿Ves lo que ocasionas?! Por tu culpa su Alteza serenísima pudo lastimarse, ¡animal!- Bueno, ha decir verdad no estaba en posición de llamar de semejante manera al otro, el también estaba haciendo gala de su lado salvaje. Y así sin más le aventó al piso.

Y así era como seguramente, se ganaría otro par de puntos en contra de los militares de Corazones…

-¡Animal! ¡Y mira quién me lo está diciendo! -berreó el coronel pelirrojo. Luego cayó al suelo en un golpe seco, pero era obvio que un par de golpes y un empujón no iban a detenerlo y comenzó a levantarse del suelo. No obstante, en ese momento Sarah se le atravesó y le habló lentamente, con firmeza:

-Basta, Coronel -ordenó- No voy a tolerar tu insubordinación.

Jefferson chistó, cayendo de pronto en cuenta de que algo en todo eso estaba muy mal.

-¿Está defendiéndolo de mí, reina Sarah? -preguntó seriamente, forzándose a utilizar un tono más suave pues hablaba con Su Majestad- Indudablemente es eso lo que está haciendo, pero la pregunta es… ¿por qué?

La mujer dio un paso hacia atrás y, sólo por si no eran evidentes sus nervios, trastabilló.

-¿De qué diablos estás hablando, Jefferson?- dijo cruzándose de brazos.

El pelirrojo miró amenazadoramente a Credo y después devolvió la atención hacia la reina, quien le hizo una seña para que respondiera… pero eso sólo fue porque ella no pudo anticipar lo que él le iba a decir... O de otro modo, hubiera preferido mantenerlo callado por siempre.

-Estoy seguro de que usted estuvo antes en la casa de Southworth… quiero decir, antes de aquél día cuando fui por usted al reino amarillo. Lo sé... lo sé porque yo fui el jefe de la investigación y al registrar la casa encontré suficientes pruebas de ello -suspiró enérgico, su pulso todavía se encontraba demasiado acelerado y él estaba tratando de tranquilizarse- Me deshice de todo antes de que alguien más lo supiera, pero ahora veo que estuve en un error y que, al parecer, he estado encubriendo una mentira.

Sarah le miró llena de angustia. Se acercó a él y levantó ambas manos a la altura de su cabeza para acariciar su cabello corto y aborregado.

-Tienes razón...

Y así como el pelirrojo pretendió lanzársele al ataque apenas se hubo levantado, Credo le secundó aunque, frenó sus intentos al ver como, prudentemente Sarah se interponía entre ambos.

Y un leve atisbo de sorpresa se mostró en el semblante moreno del General. Era cierto lo que mencionaba, Sarah solo le estaba defiendo, y lo cierto es que, el hizo lo mismo al levantarle de semejante manera, siendo que pues, lo más sensato hubiese sido simplemente dedicarse a mirar. Un soldado del reino enemigo no podía solo decidir ayudar por las buenas a la reina del ejercito enemigo.

Cuando el carmín mirar del militar se posó sobre el, el can se tensó ligeramente ¿Acaso es lo que él creía? ¿Seria posible que Gutiérrez les hubiese descubierto?

Pasó saliva. Tal vez metió en un gran aprieto a su majestad de corazones...

Conforme las palabras del pelirrojo avanzaban, la tensión invadía cada milímetro del general de Diamantes. Apretó las manos llegándose a ver incluso sus nudillos blanco, y una gruesa gota de sudor descendió desde su sien hasta la barbilla de donde cayó hasta perderse en alguna parte del suelo. Quiso argumentar un par de palabras no obstante las mismas no salían.

¡Debía serenarse! seguro ni encontrarse cara a cara con el Jabberwocky le haría tensarse de esa manera.

Tomó aire, intentando tranquilizarse, después de todo su trabajo consistía en parte saber trabajar con la presión , no podía permitirse perder el porte ¡Y menos delante de Gutiérrez!

Pero era casi imposible con esas aclaraciones

Carraspeó un par de veces, mientras afilaba la mirada y enfocaba la misma sobre el militar de rojo. Quizá sus palabras no valdrían de mucho no obstante no perdía nada con intentarlo ¿Cierto?

-Dices tener pruebas pero al mismo tiempo no tenerlas ¿No crees que eso queda más como un pretexto o mentira, Gutiérrez?- declaró con voz enronquecida. a pesar de la ira, sentía un nudo en la garganta que no lograba superar. -Y, te recuerdo que estamos en tregua- Rodó los ojos, irónico mencionarlo dado que ambos ya se habían proporcionado un par de buenos golpes -Si su majestad de corazones me ha defendido es por ello, si le he ayudado es por el mismo motivo. Mientras me encuentre en el reino de corazones he de servir como en el propio, por el mandato y acuerdo que su majestad Vilhem y el Rey kiske han tenido. ¿Por qué motivo hubiese sido entonces? y además ¿No estas poniendo en duda las palabras de su alteza serenísima, ni llamándole mentirosa indirectamente, cierto?-

La honorable reina de Corazones sintió cómo su corazón le golpeteaba el pecho con insistencia. Era como si de pronto su corazón fuera a salirse corriendo con dos pequeñas patitas, desbocado. O como cuando una mariposa se quedaba encerrada en un espacio reducido ...y papaloteaba hasta morir.

Si bien Sarah todavía no se pensaba muerta, ¿qué pasaba si Jefferson corría a contárselo al Consejo? O peor, contárselo al mago Cornel Orchid, el viejo más rancio de la congregación.

"Cornel…"

Intentar mentirle a él era como tratar de ponerle a Alexander Iskandar una corbata de moño, de manera que eso no era una opción. Sarah tenía que hacer algo. Quiso decir algo más, pero Credo decidió poner en su lugar al otro militar. Y eso hubiera funcionado… con cualquier otra persona, en cualquier otro lugar.

Con cada palabra de Southworth, Jefferson se ponía más tenso. A cada palabra de Southworth… Sarah se sentía derrumbar más y más... Sintió que en cualquier momento sus piernas le iban a fallar... cosa que en la primera oportunidad seguro harían. Y cuando se dio cuenta de que sus manos también temblaban, soltó el cabello de Jefferson, dejándolo libre otra vez. Los mechones rojos que ella sujetaba se arremolinaron, haciéndolo ver como un french poodle carmesí.

Sarah se hizo a un lado y entonces el french poodle habló:

-¿Te entendí bien, Southworth? -le preguntó retador, pero no se trataba de una de esas preguntas que se contestaban, sino una de aquellas retóricas que el militar empleaba para decir algo más. Y lo dijo: -Debes creer que soy muy estúpido para venir aquí a decirme eso ¡Ella tendría que estar loca para defenderte por una tregua con el rey Ky! -Replicó con indignación. Aunque de hecho Sarah sí estaba loca, pero ese no era el punto de la discusión.

Mientras tanto, la reina dirigió la mirada hacia Credo. Le observaba con su prusia mirada cargada de intranquilidad y aflicción. Y al verlo así, angustiado, furioso y tenso, decidió que él no se merecía eso…

-Credo… -dijo cerrando los ojos y levantando los brazos a la altura de su pecho para abrazarse a sí misma- Credo, dile la verdad… Dile la verdad, por favor.

Credo no se había sentido tan atrapado ni angustiado ni durante aquel interrogatorio que fue sometido la vez que Sarah dio la orden de arrestarle junto con su escuadrón como en esa ocasión lo estaba.

La pregunta de Jefferson, sus constantes argumentos. No podía hacer nada para restarles validez, y estaba consciente de ello... No era más que un gran mentiroso, un doble cara...

...era de lo peor...

¿Por qué todo lo que temía se volvía realidad? Sarah pronto podría estar en problemas, Nero anteriormente fue atrapado por Joker, y así es como por sus malas decisiones y sus mentiras, los seres más cercanos y amados a él poco a poco se desmoronaban, quizá pronto les perdería definitivamente.

"con eso y menos pienso que realmente, eres un estúpido"- Pensó solamente para tratar de hacer menos denso el asunto, pues, si lo externaba era claro que Sarah ya no podría detenerle y entonces ambos terminarían a golpes, sino es que a más...

¿Quien iba a pensar que vería de esa manera a la reina de Corazones? Lo único que Credo percibió en su mirar prusia, fue miedo y desesperación. Y pensar que alguna vez en aquellos tiempos remotos y donde no sabia nada de los reyes de rojo, deseó ver de semejante manera a su majestad, con el castillo de corazones sitiado por el ejercito de diamantes, claro... El corazón se le afligió por eso mismo. Empuñó de nuevo las manos, desviando la mirada, relajó un poco su postura al bajar ligeramente los hombros y como si fuese mero instinto retrocedió un simple paso

Era la primera vez que Credo se arrepentía de decir algo.

Más por las consecuencias que seguro eso traería para Sarah...

-...Yo ¡Agh! ¡Mira que ser descubiertos precisamente por la persona que tanto detesta!

¡No podía! ¡No era correcto decirlo! Con frustración cerró los ojos, y echó las mullidas orejas hacia atrás ¡No quería dañarle, solamente quería protegerle, estar con ella, hacerla feliz, verle sonreír! Tembló...

-yo.. ¡Maldita sea, dilo Southworth! admítelo de una buena vez por todas para que todo eso termine. Pero no puede, trata pero no puede, las palabras se rehúsan a salir de sus labios ¡es un secreto que solo ambos deben saber! ¡Son sentimientos que solamente ellos deben tener conocimiento! Abrió los ojos, enfocando el azul mirar sobre el suelo.

-Estoy enamorado de su Alteza Serenísima- Admitió con pesar, esperando un buen golpe por parte del pelirrojo, o que llamase a los guardias, o peor: Al rey mismo.
Pero, lo que mencionó fue tratando de dejar libre de toda culpa a la azabaches, aunque quizá en vano, nada de lo que pretendió ese día salió como debería..

Cuando vio que el pelirrojo no hizo nada, ella suspiró de alivio. Y podían llamarla ególatra e imprudente, pero escuchar a Southworth confesar su amor por ella le parecía algo tan dulce y sincero que, entre todo ese ambiente tenso, la llenaba de satisfacción.

La poca luz amarilla que aún había comenzó a disminuir. Todo el cuarto olía a cera y unas cuantas velas se apagaron cuando su llama murió entre los restos de cera. No obstante la mala iluminación, estando tan cerca las tres personas de la habitación podían verse perfectamente.

De esa manera, Sarah pudo ver cómo de un momento a otro, la seria expresión del coronel terminó por desfigurarse en una cara de estupefacción.

-¿Amor? -mencionó desconcertado. Cuando Jefferson hablaba de que había "algo" entre la reina Sarah y el general de amarillo, él pensaba en traición, tratados o en una conspiración. Pero…

¿Amor?

Los pensamientos revueltos de Jefferson ya no concordaban. -Aunque era la primera vez que, al respecto, todo parecía haber cobrado sentido-.

-No lo entiendo… -masculló mirando a Southworth con aversión.- ¡Debe haber una traición detrás de todo esto! -Los ojos de ese hombre se volvieron sombríos. Jefferson estaba confundido.- Lo siento, Su Majestad, pero mi señor Orchid tiene que saberlo -dijo. Y con unos cuantos pasos Sarah se interpuso entre él y la puerta para evitar que saliera.

-No te dejaré ir hasta que me escuches -dijo con firmeza. Era cierto que Sarah estaba asustada, pero quizá era por su enorme cariño hacia Credo que ella podía sacar valor de donde fuera.-Escúchame, Coronel, y entonces podrás hacer lo que tú quieras. Primero tienes que saber que yo estoy profundamente enamorada de este hombre -confesó-, pero él es indiferente a los asuntos de nuestro hermoso reino Rojo. Es verdad que su único error fue enamorarse de un miembro de la familia real de Corazones… ¡Pero tú sabes muy bien acerca de eso! ¿Cierto? Cada uno termina enamorándose de quien menos espera. ¡Y pasaría lo mismo si tú vas y le dices a Orchid lo que hoy has visto, que si yo corro a buscar a la persona que tú amas para hablarle al respecto! ¿Qué haría entonces sino aborrecerte y alejarse de ti, Jefferson?

Los ojos rojos del militar se abrieron más. Ya no estaba seguro si estaba procesando bien las cosas, porque de ser así significaba que Su Alteza Serenísima Sarah Vilhelm le estaba chantajeando. Entonces miró a Southworth con odio y, entonces...

Ante la cuestión del alto mando de corazones, el canido esperó una risa burlona, más no fue así. ¿Traición? si la había seguro era la que el general estaba cometiendo con su rey al enamorarse de su majestad del reino enemigo.

-"¿¡Qué!? ¡No!"- ¿Enterarse un miembro del consejo? (bueno o eso intuyó Credo al saber el nombre del viejo y verle junto a Sarah el día del juicio)

Seguro las consecuencias serian desastrosas para Sarah, quien, afortunadamente interfirió en el paso del pelirrojo, el moreno ya había gastado todos sus argumentos para detener al coronel. Jefferson bufó y en su rostro se mostro un tenue tono carmín, que no se sabría decir si era por las palabras que Sarah acababa de mencionar o por el enojo que le embargaba.

Credo apostaría más por la segunda.

Frustración, coraje ¿Cómo contradecir las palabras de su majestad de corazones?

--¡Bien! tratare de pasar todo por alto, solo porque "usted me lo pide, majestad"- Aunque, pedir no era lo que meramente hacia la azabaches --Aunque, ten cuidado Southworth que aunque minimo alguno de tus errores me dare cuenta, tenlo por seguro- y entonces lo más probable es que todo se "vendria abajo". El Coronel Gutierrez hizo una reverencia ligera con la cabeza hacia su majestad de corazones, antes de abandonar la habitación.

El moreno se llevó la siniestra para acomodarse uno que otro mechón de cabello hacía átras. Suspiró con alivio, aunque pudiese ser momentaneo, aunque Sarah logró hacer que Jefferson no dijiese lo que hay entre ambos, nada aseguraba que solamente estaba retrazando lo inevitable. Dio un par de pasos y pesadamente se sentó en el borde de la cama

-Por un momento pensé que no estaría de acuerdo y temí haberte metido en un gran problema...- Bueno, aún podia sentir su cuerpo temblar ligeramente debido al miedo que ¿le embargaba, sin embargo trataba de mostrarse sereno -o al menos lo más que podia- pues seguramente al verle de esa forma la azabaches se sentiria más calmada, o eso pretendia. Le invitó a tomar asiento a su lado y fue cuando notó a esa pequeña bola de pelos que dormitaba muy campantemente en la cama, como si fuese el dueño de la misma.

Tras una puntual y potencialmente amenazadora respuesta, el pelirrojo abandonó la pieza con tintes de dignidad. Cerró la puerta tras de sí y con el aire se apagaron un par de velas más.

Sarah chistó por lo bajo, sonriendo ante la ironía. ¿Así que Jeff iba a tratar de pasar todo por alto? ¡Por favor! ¡Un par de palabras de la reina de Corazones y él estaría muerto! Literalmente muerto, no en ese sentido retórico que estaba bien aplicar la mayoría del tiempo. Pero tal vez al día siguiente, cuando el Coronel viera a Southworth limpiando la biblioteca, se sentiría muy feliz y eso acabaría con cualquier intento de abrir su enorme e inoportuna boca.

-¡Eso ha sido terrible! ¡Por un momento creí que ibas a matarlo! -soltó Sarah en un cansado suspiro, llevándose una mano a la cara- ¡Ah y si no lo hacías tú, iba a hacerlo yo: un par de minutos más y hubiéramos estado enterrando su cuerpo en el patio! -mencionó con angustia, toda la escena se la había imaginado. Eso bien sonaba como una broma, mas cualquiera que la conociera sabría que no lo era. -Pero pobre hombre, hay que agradecer que quien entró a la habitación fue él -le dijo.- Ahora de seguro está tan confundido que es inofensivo. Y se quizá hasta se castigue solo... porque no dudo que ande por ahí pensando en las posibles consecuencias negativas de lo que hizo -dijo para tratar de tranquilizar a su pareja. Aunque por alguna razón, él lucía más calmado que ella.

Sarah se colocó al borde de la cama, frente a él, y le atrajo rodeándolo con los brazos. Con una de sus manos peinó hacia atrás el cabello castaño, haciendo ver más amplia la frente del militar, para luego dejar ahí un beso.

-¿Estás bien? -le abrazó- …Algunos de mis soldados dicen que Ky Kiske es incapaz de ver más allá de lo obvio, que no puede ver el sin fin de variables del porqué ocurren las cosas. ¿Es cierto eso? Porque si Gutiérrez dijo algo verdadero fue cuando habló de la traición. Temo por ti y por tu reputación ¿Crees que tu rey entienda esto?

¿Matarlo? No, no llegaba a tanto su enojo ¿Cierto?

-No es secreto que no simpatizo con ninguno de tus militares- Recordo.

Ademas, no queria ya más problemas con los altos mandos de rojo, a hora que hacia memoria solo le faltaba agarrarse a golpes o molestarse con la General Alice, pero como nadie le habia visto... bueno no es como si lo tuviese planeado, todo habia sido por malos entendidos y claramente su mal control sobre su temperamento.

Nego ligeramente con una sonrisa ladina en labios, tomó a literal el comentario de su majestad de corazones que si bien no conocia "ese lado oscuro de ella" sabia que bien era capaz de llevarlo a cabo.

-Es bueno que tenga en cuenta sus errores para no volver a cometerlos a futuro- bueno el no era el más indicado para decir tales palabras pues por más que intenta frenar sus instintos animales ha sido en vano. -Creo que eso es lo único que tenemos en común-

Cerro los ojos y sonrió al momento que echaba las orejas hacia átras dejandose hacer por la mayor. Pero una cosa era cierta: fue bueno que gutierrez les viese, en vez de un miembro del consejo, el principe o el rey mismo, o una sirvienta que pudiese irle con el chisme a Alexander Iskandar.

Ah, con respecto a eso.

Asintio con un ligero ademan de cabeza, lo cierto es que no le habia pasado por la mente si Kiske era capaz de percatarse de tal cosa.

-Es verdad lo que te han dicho.- Hizo una ligera pausa. El rey estaba tratando de ver los matices grises de por medio en vez de solo el blanco y negro de cualquier situacion, ¿cierto? -No tengo idea de como reaccionaria, le cuesta lidiar con la libertad, es muy normal y probable que de enterarse se tome a mal tal cosa Suspiró Sin embargo, no soy culpable pues tecnicamente no estoy conspirando contra la corona, ni pienso hacerlo. Así que, de traicion no puede acusarseme- Pues eso esperaba...

Pasó la siniestra en los largos mechones azabaches de la reina.

-¿En qué estabamos antes que tu "perro desobediente" irrumpiera?- Rió un poco ante su mala broma, pues la frase bien pudo aplicar para su persona -Ah cierto, que iba a cocinarte algo ¿Cual es tu plato favorito? podria intentarlo- Si bien el tema estaba completamente fuera de lugar pero no le apetecia que el ambiente denso estuviese presente en todo momento mientras ambos podian aprovechar ese pequeño instante de "tranquilidad" para estar juntos.-Tampoco me mencionaste que tenias un gato~ El cual, por cierto, habia decidido que no le agradaba... Naturaleza, suponia.

Más rápido que otra cosa, Sarah se arrepintió de haber metido al rey de Diamantes en la conversación. Tan simple como que le daban muchísimas ganas de llegar con Kiske de pronto y meterle una patada en la cara. Literalmente hablando.

Credo terminó de explicarle la situación y ella suspiró.

“Aunque no seas culpable eso no significa que no pierdas tu trabajo o dañes tu reputación…” pensó. Y le hubiera gustado decírselo, pero no tenía intención de pasar el tiempo con Credo hablando de una persona que no le agradaba mucho. Y eso sólo por no decir que lo detestaba… y lo detestaba a morir.

-Cuídate –fue lo único que le dijo al militar, mientras recorría con la punta del índice sus duras facciones. Le gustaba cómo a pesar de que él le sonreía, los rasgos toscos seguían estando ahí. Resultaba atractivo sin duda.

-¿Perro desobediente? –se rió con él. Sarah no tenía mascotas… Y ahora le encasquetaban a Jefferson Gutiérrez como si lo fuera. Levantó la cabeza y cerró los ojos, con una sonrisa asaltando su rostro ¿Southworth tratando de cambiar el tema podría ser más obvio?

Al escuchar la palabra “gato”, el animal aludido abrió sus grandes ojos y miró a Credo fijamente con ellos. Dada la falta de luz, esas pupilas se encontraban tan dilatadas que parecían un par de pozos vacíos. Casi parecía una novela de terror.

Sarah fue a sentarse a la cama, a un lado del minino, y lo acarició.

-Yo no tengo un gato. Este debe ser de Richter… -dijo casual, rodando los ojos- O por lo menos eso espero; pues si no, significaría que este animal está invadiendo mi casa como si fuera cualquier cosa.

El gato se puso de pie y se sobó contra ella, deslizándose por su mano por lo menos un par de veces. Luego volvió a ver a Credo y “lo agredió” sin piedad: descaradamente lo atacó saltando sobre sus muslos para ponerse a “amasarlos” con sus patas pequeñas y redonditas. Pero a diferencia de Southworth, para la reina aquél era un comportamiento natural, así que lo dejó pasar y continuó:

-Me gustan los platillos exóticos como los ravioles con tomate y los macarrones –dijo con sinceridad, sin rastros de algún tipo de sarcasmo. Lo cual hacía de su diálogo algo paradójico. Eso se debía a que ella rara vez había probado esos platos y, por tanto, resultaban algo exótico para su paladar malacostumbrado a los alimentos finos y extraños. Qué ironías.

Se arrodilló sobre el colchón y comenzó a moverse así, con todo y botas, por encima de la cama. Se detuvo cuando estuvo cerca del castaño, sentándose tras él. Entonces llevó las manos hasta sus hombros y empezó a darle un suave masaje sobre trapecio. Suponía que los sucesos de las últimas semanas le debían tener lleno de estrés y tensión.

-No sé si estás lastimado del cuello, pero dime si te hago daño.

No había olvidado que él había sido herido, y bueno, por su parte ella ya estaba que no se aguantaba el dolor. Pero hablando de eso...

-¿Te hirió el Coronel, por cierto?

-De no serlo, podria echarlo, si quieres- Escuchó alguna vez que el principe es amante de los animales, así que, tal vez ese felino azabaches si podria ser suyo.

Miró al gato el cual muy comodinamente se habia acomodado en su regazo. Credo solamente echó las orejas hacia átras, era normal que no simpatizara con los felinos ¿Cierto? instintos puros. Y aunque mirase a la pequeña bola de pelos prestó atención a Sarah. ¿Exóticos? bueno, no lo eran del todo, era algo sencillo de preparar, y sin duda podia hacer algo más y "sorprenderle". Al sentir de esa manera las manos de su majestad, el canido simplemente giró una de sus orejas hacía átras ¿Qué pretendia? y cuando comenzo con aquel movimiento, primero se tensó enormemente, y conforme continuaba, se estremecia, incluso tuvo que apretar un par de veces la quijada más no por dolor, sino porque aquello, le ocasionaba cosquillas.

Si, un reflejo un tanto normal cuando se esta bastante tenso, o estresado.


-N-no... Se encongio de hombros. Llevó la siniestra hasta su hombro contrario para tomar así la fina mano de Sarah. Y sobre su hombro, le miró.

-Lamento el actuar de esa manera- aunque bien, la disculpa deberia ser hacia el pelirrojo, aunque seguro no la aceptaria. - pero soy un perro entrenado para corresponder a la agresion y no retroceder. Sin embargo, por ti, he de cambiar tal cosa... no quiero que un incidente de ese tipo se vuelva a repetir- Claro, se referia al de la oficina - y tambien a ser más sincero, no quisiera volverte a hacer llorar... ¿Aceptas una disculpa de mi parte por ello?- Giró ligeramente para poder observarle mejor y poder acariciar su mejilla. - ¿Qué me dices de ti? ¿Sigues herida? Esas armas extrañas causaban daños impresionantes

No queria sacar a relucir el tema de joker no obstante le preocupó recordar que Sarah habia sido herida en combate, y no sabia si sus heridas ya habian sanado, temia si la misma pudiese abrirse por haberse lanzado de semejante manera sobre el Coronel de rojo.

Quizá Credo no pudo verla, pero Sarah sonrió con maldad pura cuando le vio estremecerse con "tan poca cosa"... Luego se puso a pensar cómo se pondría con un poco más.

Era curioso el hecho de que nadie le había enseñado a hacer masajes, sino que ella lo había aprendido cuando se los hacían. Y así, deslizaba ambas manos sobre la ropa del castaño, con la intención de hacerlo sentir mejor. Pero de pronto, una mano se posó sobre una de las suyas, deteniéndola.

-¿De verdad? -dijo mientras le alzaba el cabello con la otra mano, para luego darle un dulce beso en la nuca.- Credo, yo te quiero tal como eres. ¿Todavía recuerdas el día en que ordené que te apresaran a ti y a tu escuadrón? Los soldados que estuvieron ahí dicen que continuaste luchando incluso cuando ustedes ya habían perdido y, que por más que lo intentaron, jamás pudieron hacerte doblegar. Eso, para mí, es algo admirable -dijo antes de dejar un tierno beso sobre la mano de él.- Me encantas cuando eres sincero conmigo... Pero, de lo que pasó, pienso que ambos hemos tenido la culpa, ¿no es cierto? Así que te perdono si tú me perdonas a mí -le sonrió apretando los labios. Al hacer esos gestos, la reina en verdad parecía menor de lo que era. Mas cuando Credo le preguntó por sus lesiones, la sonrisa de Su Majestad se borró.

-Estoy bien -dijo haciendo gala de la imprecisión, mientras que inconscientemente, se llevaba una de las manos hasta el costado. Sarah no se había recuperado y lo cierto era que si podía mantenerse de pie era gracias a la magia de Orchid y a las drogas de la Dra. Giselle.

A esas alturas, la mujer de cabello azabache ya no estaba segura si sentía dolor o no. Creía que era como si se hubiese transformado en una marioneta. Lo que ella no sabía era que se había convertido en eso desde hacía mucho tiempo atrás. Ella tembló al pensar eso.

-Debería ir a ver a mi médico… -masculló, intentando levantarse otra vez.- Y tú… Tú ve a cenar con la señora Roselia antes de que el Coronel Jeff venga a buscarte otra vez.

"Te quiero cual eres"

La sorpresa no tardo en divisarse en el moreno rostro del general ¿Es que acaso eso era posible? Si ella lo decía es porque era verdad, pero aun así resultaba difícil creer semejante cosa.

Conforme su majestad de rojo hablaba credo tomaba su mano con firmeza. Es cierto que no se rindió, pero en ese momento sus hombres le necesitaban y no podía defraudarles... ¿Es que estar tan comprometido a la vida militar si era bueno al final?

Era probable.

Quizá los soldados no lograron doblegarlo, pero en definitiva, había algo que podía hacerlo con una facilidad enorme, las palabras de Sarah.

-Pero claro que te perdono Sino, no hubiese accedido a arreglar las cosas y se hubiese marchado así sin más a Diamantes.

Aunque... Ese estoy bien no sonó tan convincente, no sabía si era debido a su raza o porque "más o menos" conoce ya a su alteza serenísima, pero sabía que en parte, no lo estaba, y menciono tal cosa quizá para no preocuparle. Tal vez si debía asumir que aquellos "comentarios exagerados" eran verdad. Giró para observarle, subiendo así una pierna en la cama. Ladeó ligeramente la cabeza, cual vil can que no comprende algo. Llevó las manos hasta los hombros de Sarah impidiendo así que la misma se levantase.

-Por mi, tu coronel puede irse al diablo Después de todo no hacía mucho que acababan de correrlo de la habitación ¿Cierto? Aunque él se haya ido con la poca dignidad que pudo salvar luego de tales argumentos. -La señora Roselia comprenderá si no quise ir a acompañarla, no he salido mucho de este lugar. Frunció el cejo en fingida molestia –Ahora lo que me preocupa más eres tu… Dime la verdad ¿Sigues herida? Si es así yo podría ayudarte- Se suponía aquello era solamente un secreto entre hermanos, pero al diablo con todo, ya decidió que no puede ni debe ocultarle ciertas cosas a Sarah.

Mi sangre es curativa, si bien no sanaras al instante al menos cerrara algo la herida y dejara de darte problemas Admitió con determinación. Ademas, no quiero perder ni un segundo ahora que puedo estar contigo… Y besó su frente, mientras que su mano acariciaba su mejilla.

Y por tal cosa, el general no se había percatado que al moverse para observar a su majestad el gato se había caído de su regazo.

"Tu coronel puede irse por mí al diablo"

"¡¿Qué?!" pensó Sarah, alarmada. No porque le preocupase Jefferson -por ella también podía irse a donde el diablo, volver y no pasaba nada-; sino porque Credo la había sujetado de ambos hombros, frustrando así su escape.

De alguna forma, el General la había descubierto y ahora al parecer también había decidido forzarla a decir la verdad. Sarah miró hacia otro lado e hizo un puchero. Su Alteza no estaba acostumbrada a no hacer quería y, por lo tanto, iba a rehusarse cooperar.

"Nadie puede ayudarme…" pensó con resignación.

Pero aunque su rostro apuntaba hacia otra dirección, ella alcanzó a ver de reojo cómo Credo le hacía su clásica cara de milita molesto. La reina alzó una ceja. ¿Pues qué le iba a decir él? ¿Acaso pretendía regañarla?

No.

Pero Sarah ni siquiera sintió el beso en la frente, pues ante las últimas palabras del castaño se quedó mirándole en shock.

De haberse tratado de cualquier otra persona de Wonderland, ella hubiera pensado que se trataba de un chiste. Pero ¡estaba hablando con Credo Southworth y a él no se le daban las bromas! Mientras tanto, el gato negro se resbaló hasta al suelo, casual, sobre sus tres patas y luego, como buen gato, se acostó ahí mismo donde cayó.

-¡No entiendo! -replicó.- Credo, Credo, estás loco. ¡Cómo va a curar la sangre de alguien! -exclamó desconcertada, gritándolo a los cuatro vientos. Estaba confundida, ¿cómo en el calabozo había tenido ella la sangre de Southworth en sus manos y no había ocurrido nada?

El moreno alzó las orejas con curiosidad notable. Una sonrisa ladina se divisó en sus labios, es que era normal que ella se tomase de tal forma sus palabras.

Si, sonaba como un descabellado comentario, pero desgraciadamente, no estaba mintiendo, no había necesidad de ello, tampoco de jugarle una mala broma a la azabaches cuando claramente no necesita de tal cosa.

Suspiró, la mano que yacía en la mejilla de su majestad bajo hasta su hombro, y aun sin dejar de sujetarle suavemente no dejaba de observarle en ningún instante.

-Los semi humanos son una de las razas más antiguas de wonderland, es normal que algunos tengamos una que otra habilidad oculta - Y que algunas veces permanecieran en secreto, por seguridad, como era en su caso, o en el de su hermano. Habló con voz serena intentando o pretendiendo que la mayor se tranquilizase un poco, no sería bueno si por levantar la voz alguien mas irrumpiese en la habitación.

Le soltó, relajando la postura. Bueno pensándolo mejor, de ser que ella creyese sus palabras tampoco permitiría que se dañara para curarle ¿Cierto? Era probable que fuese de esa manera. Pero era en parte ese orgulloso y ese temple tan fuerte que poseía lo que le atrae de la reina de corazones, que irónicamente podía ser mezclada con una fragilidad y ternura inexplicables. Palpo a un lado de su asiento, invitando a la reina a sentarse a su lado, como si quisiera hablar de algo sumamente importante.

-Es como si tratasen la herida con magia blanca, tiene sus limitantes claro y la herida no cierra del todo, pero si más rápido. Irónicamente, en mi persona no tiene resultados, de forma que para mí es completamente inútil, pero si con ello puedo ayudar a quienes quiero, no importa.- Aunque, bueno, si lo pensaba detenidamente hacer tal cosa si podría ya tomarse como alta traición ¿cierto? No, después de todo estaban en tregua.

Y Kiske no sabía de su habilidad tampoco…

Tomó una de sus manos para llevársela a los labios.

Sabiendo esto ¿Me permitirás ayudarte?- Le miró directo a los ojos ¿O es qué tendré que lloriquearte como un cachorrito, para tratar de convencerte- Ok, ahí iba otra de sus malas bromas…

… Después de todo hacía años que no se veía en la penosa necesidad de recurrir a tan bajo truco.

Quiso negarse. De verdad que intentó hacerlo. Pero ¿cómo decirle que no a él? ¿Y cómo decirle que no a la cosa más tierna que jamás le habían dicho en su vida? Hubo algo en sus palabras que le cerraba la garganta.

-Credo… -murmuró, cerrando los ojos con cansancio y resignación. Y respiró hondo a su vez, tratando de tranquilizarse. Sentía que cuando estaba así con Southworth, de alguna manera ella se volvía tan transparente como un pliego de papel celofán. En cambio cuando lo miraba a los ojos, a pesar del tenue color azul sus pensamientos se volvían opacos. Y entre aquél azul tan hermoso, Sarah no podía adivinar lo que él estaba pensando.

Repentinamente la reina comenzó a inclinarse sobre él hasta que lo dejó tendido encima de la cama, con ella agachada arriba suyo. Apenas se tocaban porque Sarah se sostenía firmemente con ambos brazos. Sonrió al verlo recostado debajo, decidiendo apresurada, que le gustaba tenerlo así. Suponía que Credo sería más dominante que ella por naturaleza, pero también tenía planeado aprovecharse mientras pudiera.

-Te creo, pero ¿eso te haría feliz a ti, cachorrito? –le preguntó en voz baja, asegurándose de que ni el gato ni nadie más la oyera. Y sí, eso había sido porque lo de “cachorro” lo decía en aquél plan romántico y gracioso que nadie nunca debería de escuchar.

Se agachó un tanto, rozándole los labios con los suyos… y sintió que ya no recordaba hacía cuánto se habían besado. Extrañaba sentir su cuerpo y sus labios…

-No lo hagas… No quiero verte herido otra vez. Yo parezco viva, Credo, pero estoy muriéndome poco a poco… Dime si ¿tiene caso que me niegue a aceptar tu ayuda o si ignorarás mis reproches y de cualquier manera lo harás? Porque entonces te haría, por lo menos, lloriquear un poquito, General –le sonrió… en una extraña muestra de aceptación. Mas en algún momento, Sarah había terminado recostándose sobre él, aferrándose cariñosamente al envolverlo con sus brazos. Y pensaba en lo mucho que lo había echado de menos...