Aunque la jaula sea de oro... [priv/sarah]

"No deja de ser prision...

Pensó el castaño mientras sus azules ojos miraban tras el cristal de la ventana. Suspiró con pesadez ¿Cuanto es que tenia ya en ese lugar, pocos dias? y sin embargo, se sentian como años. Era bueno en parte, al menos corazones y diamantes estaban en una tregua momentanea.

Lo que le tenia en parte molesto, era el hecho de saber que Sarah pidio a cambio que el pasara el tiempo que la tregua durase en el castillo de corazones. ¿Y para qué? no le habia visto... ¡Igual no es como si quisiera verle! Echó las canidas orejas hacia atras, frunciendo ligeramente el cejo. Su cola se movia de lado a lado aunque lentamente, dejando en claro lo nefasto que se encontraba.

-"Y al final, heme aquí, justo como lo queria..." Aunque no estaba vistiendo un saco de la armada de Corazones...

...Aún.

Podia ser peor, como terminar en una sucia celda, como aquella vez, o como vestir el uniforme de la armada de corazones... O terminar peleando con aquel capitan. ¡Agh que desesperante! Tratando de calmarse pegó la frente al frio cristal, por lo menos su estadia habia sido amena y una anciana mucama era quien le habia asistido en cuanto podia y necesitaba.

-¿Qué es lo que estas tramando, Sarah?- Mencionó en voz baja pegando su antebrazo siniestro en el margen de la ventana.

Aquella tarde Sarah había permanecido encerrada en su despacho. Lo que hacía era obvio, se encontraba revisando informes y registros sobre los daños y reconstrucciones del castillo. O por lo menos esa era la versión oficial, pues desde hacía un par de horas, Su Majestad había caído dormida encima de un montón de papeles. Hasta que…

“Toc, toc”

-¡Sí, pase! –exclamó repentinamente, habiéndose despertado de sorpresa. Entonces una anciana mucama apareció en la puerta y entró al cuarto, cerrándola tras de sí. -Señora Roselia, -le saludó Sarah. Roselia era una amable mucama, la de mayor edad entre todas y, curiosamente, quien atendía al General Southworth desde su llegada.

Todo comenzó cuando el grifo Constantino volvió de Diamantes con Credo a su lado y él se encargó de asignar a una joven sirvienta para que preparara la habitación del general. Pero esa señorita casualmente se trataba de la sirvienta más bonita del castillo. Era una mujer joven, femenina y hermosa… Y por eso, cuando Sarah se enteró, casi le arrancó las plumas al pobre ‘Tino.

La reina estrechó la mirada cuando se acordó:


-¡Cómo se te ocurre!- gruñó, desde luego que el grifo acorbatado fue incapaz de entender cuál había sido su error.- Dile a la señora Roselia que se encargue de eso.

-¿¡Pero entonces quién va a prepararle el té a usted, Su Real, Honorable y Graciosa Majestad!?

-Me los prepararé yo misma –masculló y Tino asintió de inmediato.


No había que ser un genio para saber que Sarah llevaba más de un par de días sin beber té… y que había elegido a Roselia porque ella tenía casi 3 veces la edad de Credo.

-¿Cómo está él? –le preguntó Sarah a la mujer mayor.

-Se encuentra bien, -dijo tranquilamente, pero luego añadió algo más:- Aunque estar encerrado no es algo que lo haga feliz.

-Pero usted puede convencerlo de dar un paseo.

Y así, más tarde, la anciana se dirigió a la habitación del militar con la noble misión de sacarlo de ahí.

Bueno ¿Qué más daba? estar renegando de su estadia en tal lugar no iba a hacer las cosas mas amenas ni faciles de llevar. Suspiró hondamente antes de despegarse de la ventana, quizá su molestia se debia tambien a las heridas que tenia, que, aunque ya estaba sanando correctamente aún le dolian de vez en cuando, sobre todo, el brazo.

Como era costumbre en él, retiró la silla del escritorio que se encontraba en su habitación y de esa manera, se dispuso a escribir en aquella pequeña y un tanto maltratada libreta que siempre suele cargar consigo.

Sinceramente, no supo cuanto tiempo pasó cuando comenzo con dicha labor, pero lo que le distrajo fueron unos cuantos golpes provenientes de la puerta. Levantó la mirada y una de sus canidas orejas giró en dicha dirección. Retiró con educación la silla y se levantó para él mismo abrir la puerta, aunque pudo elevar la voz y dar el pase a la persona que se encontraba tras de si, le parecio más educado de esa manera. Al girar la perilla y abrir la puerta se percató que era la mucama que le habia estado atendiendo desde el dia que llegó a palacio. Y le comentaba que quizá lo mejor seria salir a dar un paso, para no aburrirse tanto debido a su "encierro" -que era mas autoimpuesto que nada, pues nadie le impedia salir su habitación-

Desvio la mirada unos instantes. Pensandolo bien, no estaba mal si lo hacia, despues de todo...

-Me parece bien ¿Haria favor de mostrarme el lugar, señora Roselia? Lo último que necesitaba el general en dicho lugar, era perderse innecesariamente.

Y así fue como comenzó su "visita guiada" y aunque, tecnicamente nació en corazones, jámas tuvo oportunidad de conocer el castillo, igual, aún el pueblo habia cambiado bastante tiempo en trece años...

-Por cierto.- Musitó mientras caminaban por uno de los largos pasillos Su majestad Vilhem ¿cómo se encuentra? por lo que vi al llegar la magnitud del ataque no fue nada que pudiese tomarse a la ligera Porque, si no le habia visto, quiz'a seria porque se encontraba herida ¿Cierto?

Fuera como fuera, la dama Roselia de alguna manera convenció a Credo de tomar un paseo. Ironías de la vida, porque Roselia en ocasiones sacaba a pasear a los perros del castillo.

-¿De salud? -respondió la mujer- Cada día se encuentra mejor, si yo no supiera lo que le ocurrió juraría que no le ha pasado nada -pareció que iba a agregar algo más, pero entonces fue interrumpida.

Repentinamente un par de chiquillos de entre 6 y 7 años se acercaron a Roselia y a Credo. Y claro, cuando lo vieron mover la cola y las orejas, los mocosos se emocionaron y no resistieron ponerse a jugar con él.

-¡Doña Roselia! -exclamó uno con diversión, abrazándola. La mayor simplemente los dejó ser, pero si había algo en que los niños eran buenos era que al jugar hacían un increíble escándalo y el lugar donde estaban no era el indicado para atreverse a hacer eso.

Cualquiera pudo concluir eso cuando la puerta a un lado de ellos se abrió.

-¿Se pueden callar, por favor? -habló Sarah haciendo un enorme esfuerzo para aparentar calma y tranquilidad, pues en realidad se encontraba a punto de estallar en su mejor papel de mujer histérica.

Los niños se callaron en automático, esperando a que la azabaches les dijese algo más, pero sorprendentemente ella también guardó silencio, sólo que fue por diferente razón. Ahí, frente a ella, se encontraba el General Credo.

Era verdad que la reina de Corazones necesitaba verlo. Las ganas de hacerlo la carcomían como el oxígeno al metal. Mas tenía que recordar que ella misma había dado fin a la relación que, secretamente, ambos tuvieron en algún momento. ¿Por qué lo hizo? Era irrelevante, pero sabía bien que estar separados era lo mejor para los dos.

Quiso olvidarlo, de verdad que lo intentó.

Pero lo cierto era que cuando supo que Diamantes había sido atacado por Joker, pensó lo peor. Aquellas noches en que Sarah lloró por tantas cosas, también había derramado lágrimas por él. Incluso cuando se enteró de que solo lo habían herido su sentir no cambió y, desgraciadamente, su enorme preocupación y amor por él la llevaron a convertirlo en parte del Tratado del ojo de la tormenta, como una condición que tenía que cumplirse, tratándolo como un objeto a intercambiarse entre ella y Ky Kiske.

Pero Sarah no se arrepentía de nada... Y por lo tanto no tenía miedo y no iba a huir de él.

-General.

El general escuchaba con suma atencion las palabras de la anciana. Sus orejas se mantenian hacia átras, y como es costumbre en él sus manos se encontraban entrelazadas en su espalda. Pero todo cambio cuando repentinamente aquellos dos les interrumpieron.

He incluso uno se atrevio a tirar de su cola, recibiendo por parte del general una mirada severa y un apretón de quijada ¡Odiaba que le hicieran tal cosa! Y justo cuando pretendio argumentar algo en contra y reprender al niño fue que la puerta de abrio, dejando ver para sorpresa del can, a la Reina de Corazones. La sorpresa no se hizo de esperar en sus facciones y aunque quiso emitir palabra alguna ni una silaba salio de sus labios.

Cuando supo que iba a ser transferido a dicho lugar estuvo mentalizandose en respecto a su encuentro, pues era imposible si no se veian aunque fuese una simple ocasion en tal sitio, pero, de todas las formas que el creyo que actuaria ante la presencia de la mayor, ninguna ocurrio.

Hasta parecia que la reprenda habia ido para él.

Aunque, de reojo pudo observar como el chiquillo se habia quedado estatico ante la presencia de la de ojos prusia. Sin perder ni un segundo, Credo llevó las manos hasta su cola para darle un ligero tiron librandola así del agarre del niño... Y por eso es que no le agradaban mucho los infantes, ni su euforia. Tras dar unos cuantos pases con su mano a la misma para acomodarse el pelaje, enfocó su mirar sobre Sarah.

Justo a tiempo, pues la misma le saludaba, de una manera un tanto seca, no era para menos dadas las circunstancias que los envolvian.

-Su alteza Serenisima. Me alegra ver que se encuentre bien- Saludó casí automaticamente, retomando su porte firme y, sobre todo colocandose esa "mascara" de general serio y austero que tanto le caracteriza.

Aunque obvio, ella ya le conocia realmente como era.

-Oh majestad.- irrumpio la mujer, al parecer no se percató de la tension que se habia creado en el ambiente -Justo estabamos hablando de usted--

Agh, genial, ¡lo que le faltaba! Y como si presintiesen algo malo, los chiquillos se escondieron tras la mucama.

"¿Así que te alegra? Pues no parece que te alegre mucho" pensó la mujer, fijando su mirada en la de él... por lo menos hasta que Doña Roselia habló.

-Ah... -masculló poniendo un gran empeño para lucir indiferente ante la incómoda situación, aunque con poco éxito. Sarah recordaba que cuando estaba con Southworth rara vez tenía claro qué era lo próximo que iba a hacer. Desde luego ese momento no fue la excepción.

Casi sonrió... Casi, pues sus labios rápidamente formaron una línea inclinada. Aún así, se vio incapaz de resistirse a preguntar.

-¿Y se puede saber acerca de qué, General?

Mientras tanto los niños, al no comprender aquella situación tan compleja, comenzaron a moverse tal cual era su naturaleza. Fue entonces que la señora Roselia supuso que si exasperaban a la sensible monarca, ella misma saldría del castillo para llevárselos de jalones hasta el orfanato. Eso de ninguna manera podía ser bueno.

-Creo que lo mejor es llevar a estos niños a jugar al jardín, -dijo de pronto, tomándolos de las manos- ¿nos acompañará, buen hombre? -le preguntó con amabilidad. No obstante terminó acordándose de cómo los chiquillos trataron al militar y prefirió tomar eso en consideración.- ¡Oh, no! ¡Los llevaré yo, los llevaré yo! -y comenzó a alejarse con los dos nenes pegados a ella, pensando que no habría ningún problema ya que de seguro Credo se encontraría honrado de estar con Sarah.

¡Ah, Doña Roselia! Al parecer esa mucama no se enteraba de nada.

¿Por qué tuvo que decir tal cosa la señora Roselia? Quizá inconscientemente empeoró las cosas para el "pobre" castaño. Desvió por unos instantes pretendiendo responderle, entonces fue que observo como, inteligentemente los niños se retiraban. Y después, lo "peor" sucedió. Y antes de poder protestar o decirle que le acompañaría, le corrigió.

Era más fácil, mucho más fácil, lidiar con un par de niños traviesos, que con su majestad de corazones. Especialmente, si esta se encontraba molesta, y en ese instante Credo, pensaba que lo estaba, y mucho.

Carraspeó un par de veces, intentando ignorar que ahora yacían ambos ahí en pleno pasillo ¿Cómo debería de hablar con la azabaches? es decir, con la confianza que se tuvieron, o ¿cómo el general de la armada de diamantes? ¡Ah, que idiota era Credo, para no saber como comportarse en situaciones similares! de ser algo referente al campo de batalla seguro estaría moviéndose y hablando fluidamente y sin problema alguno.

Como costumbre o incluso hasta "tic" el can llevó sus manos tras su espalda, mirando ahora fijamente a su alteza serenísima. Al menos, debería responder su pregunta ¿No es así? ¡Ah, que difícil era todo eso!

-Le preguntaba a la señora Roselia como se encontraba usted, majestad. Pues al llegar me entere que había sido herida en pleno combate contra Joker. Veo que como en Diamantes, el ataque fue bastante grande-

Y helo ahí, hablando de cosas enfocadas más al entorno militar que, admitiendo abiertamente que se preocupó por Sarah al saber que le habían herido.

Ah, sin duda, que torpe era ese perro...

La reina miró cómo Roselia se iba en acto inoportuno e inconveniente. En su desesperación, quiso gritarle que dejaría a los mocosos jugar el su oficina si con eso ella se quedaba, pero fue en aquél preciso instante que la voz del can llamó su atención.

Sarah cerró los ojos. Tanto le había echado de menos, que también había echado de menos esa voz: el timbre, la altura, la textura, la claridad con la que hablaba y lo increíblemente acertado de la elección en cada una de las palabras que pronunciaba. Tenía habilidad y exactitud. Para la joven monarca, la voz del General Southworth era algo que se podía disfrutar.

...Aunque él le hablara "de usted", distante y con frialdad. Pero estaba bien, porque en cierto modo ella así lo hubiera deseado. O, por lo menos, eso era lo que le gustaba pensar.

-Es cierto que el ataque nos tomó por sorpresa. De haber sido en cualquier otro tipo de situación, el resultado hubiese sido totalmente distinto, se lo garantizo. No obstante la recuperación de las pérdidas ha sido relativamente satisfactoria. Aunque, debo admitir, existen casos en que las cosas son imposibles de recuperar.... Como las familias de ese par de niños escandalosos y jala-colas...

Bien, había añadido algo de distracción para evitarse más aclaraciones. Sin embargo, que fuese una "distracción" en la conversación no implicaba que fuese mentira.

Ahora Sarah tenía que devolver la pregunta, pero debía hacerlo de una manera que no sonara especialmente interesada en él... y algún "¿Cómo te sientes?" o "¿Roselia te ha tratado bien?" definitivamente no se ajustaban a esa descripción.

La mujer se llevó la derecha hasta la barbilla, en plan de que realmente estaba pensándoselo. ¡Pero preguntarle por él sin preguntarle por él había resultado ser algo tan complicado!

El comentario final de su majestad carmin logró sacarle una sonrisa a medias al canido. Sarah tenia un punto, las perdidas materiales siempre pueden remplazarse, pero las vidas de soldados y civiles que se perdieron durante aquellos atentados eran algo que no podian ser sustituidos.

-Ciertamente y la impotencia de no poder haber hecho nada le invadió nuevamente, aunque, tan solo por unos instantes.

Resultaba curioso y nefasto la manera en la que se encontraba hablando con ella, es decir, no parecia ser que alguna vez ambos pasearon tranquilamente en las calles de Palladium, ni que torpemente él confundio el cuento de ricitos de oro con algun relato politico-militar. Pero, el pasado es el pasado y aunque no quisiera habian cosas más importantes de las cuales charlar en su momemento, o al menos, eso queria creer el de la armada amarilla.

-Supongo que fue de semejante manera en todos los reinos, es decir de haber sabido con anterioridad que seriamos atacados los resultados hubiesen sido distintos- Y recordó de pronto, aunque quizá no sería correcto mencionarlo pues podia ocasionar malos entendidos y era lo último que necesitaba.

sin embargo, sabia que tras la invasión de Joker habia mucho trabajo por hacer y que, tal vez, el mismo se encontraba distrayendo inconcientemente a su majestad tan solo por su deseo de verle.

-Lo lamento Alteza Serenisima, quizá le estoy interrumpiendo en sus deberes- Ladeó el azul mirar al tiempo que sin querer echaba las orejas hacía abajo No obstante, me consternaba el hecho de desconocer su estado actual de salud tras enterarme que fue herida- Sí, eso era un "me preocupe" muy a su manera y dicho formalmente, aunque tambien disimulado con "su actuar de General"

Pues era más que obvio a quienes buscaban los de Joker ¿Qué no?

Pero ahora estoy más tranquilo sabiendo que se encuentra bien, si me permite el atrevimiento de tal comentario Aja, pues ya no tenia libertad alguna para decir cosas similares tan abiertamente ¿Cierto?

Habia algo que el moreno queria preguntar, más no sabia como hacerlo y ser directo no era una opcion, le intrigaba el hecho de saber ¿por qué es que pidio su transferencia a ese lugar? No solo podia ser el hecho de saber los movimientos militares de Diamantes ¿Verdad?...

...No, le gustaba la idea de pensar que no solamente era por eso.

Entonces Credo Southworth había hablado sobre enterarse de que Sarah fue herida. Eso la hizo dar un paso hacia atrás, pues le resultaba sumamente embarazoso. Pero ya ¿qué le faltaba a Guillermina? ¿Que el General supiera que también hizo un 'paso de la muerte' charro para tirar a la capitana de Joker? Esperaba que por lo menos nadie hubiera estado el tiempo suficiente con él como para contarle esa versión.

Pero dejando a un lado esas trivialidades, lo que en verdad había hecho que Sarah se incomodara era el sentir que Credo todavía se preocupaba por ella. Se trataba de algo que la hacía sentir bien y mal. Sentimientos totalmente contrapuestos. Eso fue la causa de que las frases del otro se convirtiesen en algo muy difícil de contestar.

No obstante, por más complicado que resultara responderle, Sarah nunca apartó la vista de él y se debía a una simple razón: le había echado de menos lo suficiente como para decidir que entre mirarle a él y desperdiciar el tiempo viendo el papel tapiz de las paredes no había punto de comparación.

-Aquí no está interrumpiendo nada, soldado -dijo rápidamente, temiendo que si no lo hacía él simplemente daría la vuelta para irse.

"Y yo le permitiría cualquier atrevimiento..." Pensó, preparándose para tal vez decirlo, pero entonces un par de sirvientas pasaron caminando por el otro extremo del pasillo. Sarah las siguió atentamente con la mirada hasta que dieron la vuelta al llegar a la esquina.

Llevó la palma de su mano hasta la cabeza y se acomodó nerviosamente el cabello. Qué bueno que al final, aunque fuese por culpa de las sirvientas, ella no lo había dicho.

-Sígame.

Se ladeó un tanto para terminar de empujar la puerta de la oficina. Después, mientras hablaba con Credo, lentamente entró.

-Escuché que fue herido en batalla también ¿Es cierto eso? -Ah, por supuesto que era cierto y claro que Sarah sabía que era así, pero lo que deseaba escuchar en realidad era cómo estaba él... cómo había salido de aquello.

"Aquí no está interrumpiendo nada, soldado"

La sorpresa no hizo de esperarse en las morenas facciones del General, el cual afortunadamente se percató al instante como para lograr disimular, o eso esperaba. Inconscientemente una de sus orejas giró en dirección de las mucamas que habian pasado y esque, aun no se acostumbraba a hablar con su majestad de carmin "tan abiertamente" y sin causar problema alguno, debido a la relacion que alguna vez mantuvieron-

Suspiró, tal vez ahora seria mucho más fácil, es decir, no seria nada de extrañar que su majestad de corazones charlara amenamente con el general de la armada enemiga, despues de todo, por algo le hizo permanecer en tal lugar, aunque solamente se dedicaran a hablar de asuntos politicos y militares, o eso queria creer el de cabello castaño.

Y casí automaticamente, el canido asintio. Tras entrar en la oficina, el mismo por educación cerró la puerta. Llevó una vez más las manos hacia su espalda, mirandole fijamente... Fue cuando se percató de cuan realmente deseó verle pese haber argumentado "estar molesto" con ella, pero ahora comprendia que eso no era más que mentira.

-Estamos en confianza Majestad, puede hablarme de usted si es de su comodidad- ¿Comodidad? La palabra no podria aplicarse de ninguna forma en ese momento.

Dio unos cuantos pasos por el lugar, observandole detenidamente ¿Con qué ahí es donde -suponia- Sarah pasaba la mayoria del tiempo- Cerró los ojos por unos instantes y al hacerlo pudo percatarse que la fragancia del perfume que ella suele llevar inundaba el lugar... Claro, era fácil para él percatarse, su fino olfato lo hacia posible.

Giró sobre sus talones para observarle y responder tambien a su pregunta.

-Es cierto No era algo que le agradase recordar, sobre todo porque su brazo aun no sanaba del todo, gracias al error de uno de los cadetes. Sin duda las extrañas armas que manejaba el grupo de Joker son bastante problematicas, y no se hable de las explosiones.- Suspiró con pesadez quizá aquello fue lo que le afectó más Algunos de sus disparos lograron alcanzarme, y con respecto a las explosiones, creo que corrí con mucha suerte al poder salir de ellas con tan solo quemaduras en un brazo ¿Y ella? ¿Si habia sido herida, cómo era posible que se encontrase de pie?

Según lo que escuche, majestad, sus heridas fueron fatales, pero viendole me pareceria lo contrario ¿Debo asumir la exageración en las palabras de la gente?- si, pues la misma tiende a exagerar los hechos ¿Qué no?

La mujer caminó con confianza al escuchar los pasos de Southworth tras de sí, aún cuando los esos pasos de él sonaban amortiguados por la suavidad de la alfombra. Al entrar, como cualquiera pudo suponerlo, podía notarse que en los colores de aquella oficina predominaban el marfil y el granate. Mas la alfombra ya lucía ligeramente oscurecida por el uso y por una mancha de tinta seca a un lado de la mesa.

Sarah se acercó a su escritorio y volteó un par de papeles poniéndolos "de cara" contra la madera, escondiendo de las miradas ajenas lo que sea que se hallase escrito en ellos. Luego tomó su silla por el respaldo y la acomodó cerca de una enorme ventana. Se sentó, dejando su codo derecho recargado perfectamente en el marco y acomodó su rostro sobre los dedos de esa misma mano.

Desde su lugar observó a Credo y le escuchó sin decir nada hasta asegurarse de que él ya había terminado de hablar. Entonces extendió la otra mano hacia una de las sillas que rondaban el escritorio.

-En verdad que tiene suerte -habló más lento de lo usual.- Tome asiento.

Si bien Sarah se había preocupado mucho por él, se sentía más tranquila ahora que lo notaba, por lo menos aparentemente, bien de salud.

-Y luego le dirán que me tiré encima de la capitana enemiga a jalarle el cabello cual mujer furiosa y desesperada -mencionó con cierta ironía, insinuándole que efectivamente, debía asumir lo de la "exageración".- Es cierto que en combate recibí un par de disparos y eso fue todo -añadió, minimizando los hechos una vez más. No obstante decidió sacar la vuelta a ese tema, preparándose para lo difícil que iba a ser lo que vendría... Con un enorme esfuerzo para mantener el autocontrol, Sarah se sacó las palabras de la garganta,- Pero en este momento hay algo más relevante que eso, Credo, ¿está enfadado conmigo?

Sin poder notarlo el de cabello castaño se quedo observando casi embobado cada uno de los gestos físicos dandose una idea clara de cuánto era lo que le habia extrañado.

Tal como ella indicó, Credo tomó asiento. Y al escuchar semejante cosa, no pudo evitar el hecho de esbozar una sonrisa de lado ¿Sarah haciendo eso? No podia ni imaginarselo, seguro como ella sugirió no eran más que exageraciones de la gente. Es decir, la temible reina de corazones ¿Peleando de semejante forma?

"¿Un par de disparos?"- Aja, pero con esas armas el daño aunque pareciere insignificante era más grave del aparentado.

Sin embargo, toda cabilación desaparecio para él al escuchar semejante pregunta. Iconscientemente tomó su codo izquierdo con la diestra y recargó el mentón en sus nudillos, así mismo ladeó el azul mirar fijando el mismo en un punto muerto, como si tratase de descubrir la respuesta para la mujer en sus pensamientos.

¿Molesto? ¿Cómo debia responder a eso, cómo general o personalmente? es decir, para ambos tenia buenos motivos, podia estar molesto por lo que paso en el juicio, y también por obligarle a permanecer en corazones mediante el tratado con el rey de amarillo. Sin embargo, por más que intentó buscar un motivo valido -que varios tenia, ironicamente- no "encontró" ninguno, o quizá prefirio ignorarlos.

Finalmente, se decidio a mirarle, para negar con suavidad.

-¿Debería estarlo, Alteza Serenisima?- Cuestionó como si aquello no fuese obvio. Aunque... --No veo inconveniente a encontrarme un tiempo en este lugar- bueno si, pero a lo que realmente queria llegar Si es que es eso a lo que en verdad se refiere, majestad-

Ya no habia marcha átras habia externado tal cosa, esperaba estar en lo cierto, realmente no guardaba rencor alguno por lo pasado en tal juicio ,si la de cabello ebano lo considero lo mejor, entonces estaba bien. Igual ¿Qué podria hacerle por tal atrevimiento, apuñalarle?

Despues de todo, ya lo habia hecho en una ocasión ¿Qué no?

Tenia que aprender a ser más sincero, pero desgraciadamente escogio mal momento y persona como para comenzar a serlo, aunque queria dejar muy en claro las cosas y sin que alguien llegase a interrumpir, afortunadamente si eso sucedia en el lugar donde ambos se encontraban al menos antes llamarian a la puerta ¿Cierto?

Durante un instante Sarah pensó que debía ser masoquista o algo similar para hacerse sufrir de esa manera, atreviéndose a preguntar cosas que seguramente terminarían hiriéndola.

¿O no?

No. Lo supo cuando vio a Credo negar con la cabeza.

Ella le observó sólo un instante, cruzando la mirada con la suya, pensando que él de cualquier manera lucía tenaz, sereno y extremadamente soberbio… Pero soberbio no bajo el concepto de la arrogancia, sino haciendo referencia a lo admirable y lo magistral...

No obstante y en total oposición a eso, la reina se sentía demacrada. No eran sólo chismes aquellas conversaciones donde decían que se había puesto grave o que únicamente era por el tipo de ropa que la pérdida de peso casi no se le notaba. La misma Sarah estaba consciente de eso. Al mirarse al espejo, ella todavía creía ver las delgadas líneas dejadas por los rasguños de la capitana y encontraba unas sombras oscuras bajo sus ojos, que habían aparecido gracias a las noches donde lograba dormir poco más de un rato. La mujer había acumulado horas y horas de insomnio, sueños cortos, pesadillas y alucinaciones… Y, recurrentemente, algún pensamiento sobre el hombre que en ese momento tenía frente a ella.

Tras permanecer callada un momento, sus razonamientos se volvieron directo al tema. ¡Así que Credo no hallaba ningún inconveniente! ¿Por qué diablos le decía eso?

Sarah se veía incapaz de pensar con claridad. ¿Qué era lo que pretendía el militar haciendo esa atrevida afirmación? Claro, en el fondo deseaba que él le dijera que "no", pero en el fondo de ese fondo, necesitaba que fuera un "sí". Necesitaba que Southworth estuviera molesto con ella, para así convencerse de que ni debía ni podía tener algo con él y que de esa manera todo encajara en su lógica.

-Oh, definitivamente debería estarlo, -comenzó con su tono más normal, sosteniendo desafiantemente su mirada. Desgraciadamente para ella, su tranquilidad era pura fachada.- Si no lo estuviera, que no lo está, sería algo ridículo e irracional. Así que cuénteme a detalle… ¿Usted sabe por qué se encuentra en este lugar? -preguntó con genuina curiosidad.

Y el General esbozó una ladina sonrisa al tiempo que cerraba los ojos y fruncia con ligereza el cejo.

-Ju- ¿Qué clase de argumento era ese? Es decir, Sarah ya tenia una idea -más o menos- de como era él fuera de sus deberes militares, y suponia Credo que a esas alturas ya deberia haberse dado cuenta que en ocasiones suele pretender molestia cuando en realidad se haya triste.

Y todo era para no mostrar debilidad, pues el General no podia permitirse tal cosa, ni verse derrumbado, si realmente quiere que sus hombres confien en él para liderarlos entonces debe ser -según él- de esa manera.

-¿Irracional? Creo que la palabra va a la perfección con este mundo, majestad. Todo carece de sentido en este lugar, según dicen los de fuera de la madriguera Cruzó los brazos a la altura de su pecho y subio la pierna siniestra sobre la diestra.

Su cola se movia en vaiven, de un lado hacia otro y como costumbre sus canidas orejas permanecian abajo.

-Estoy aquí por ordenes suyas, Alteza y por las del Rey Kiske, quien tuvo un acuerdo con usted para que permaneciera en corazones mientras la tregua esta vigente, con el afan de asegurar que mi armada no atacará a traición a la suya....- Le miró fijamente. -O al menos esa es la versión oficial, lo que me lleva a preguntar: ¿Qué pretendes con tal cosa, Sarah?- Credo no supo de donde diablos sacó el coraje para decir semejante cosa repentinamente, seguro en un rato más estaria arrepintiendose de tales palabras, pue seguramente analizando todo desde un punto politico aquello bien podia considerarse una agresión hacia la persona de su majestad de corazones, y seria un excelente motivo como para considerarse traición y por ende ella podria hacer lo que le diese la gana con el rey de Diamantes, y no habria nadie entonces que impidiera aquello, estaba en el tratado.

No obstante, por su propia persona no temia, despues de todo, tenia inmunidad durante su estadia ¿Cierto? Es solo que no soportó más tiempo, realmente debia saber con que motivo ella propusó semejante cosa

Como quiera que fuera el caso, el general de la armada amarilla apretó disimuladamente las mangas de su uniforme.

"¿Ju?" Ese simple sonido le indicaba a la monarca que lo que seguiría de seguro no le iba a gustar. Quizá sería bueno mencionar que estuvo en lo correcto al suponerlo.

No obstante también empezó cayendo en el juego del militar. Sarah estrechó la mirada, arrugando su entrecejo. Se había remitido a las emociones, como cuando un animal se veía en peligro y su instinto lo jalaba hacia una de dos opciones: Pelear o huir. Si Sarah hubiese sido un pequeño conejo seguramente hubiese optado por escapar del posible depredador. Sin embargo, Vilhelm era nada menos que Su Real Majestad de Corazones y por lo tanto pensaba que podía contra Credo y con cualquiera que osara aparecerse en un plan retador.

…Así fue como decidió que de ninguna manera iba a darle la espalda y lo enfrentó.

-Eres un insolente -masculló. Las palabras apenas escapaban de entre su mandíbula trincada y los apretados dientes.- Aunque asumo que era mucho pedirte que creyeras que sólo se trataba de lo que te dijo Ky Kiske. Entonces no tiene caso que finja no ha ocurrido nada entre tú y yo…

Mientras hablaba, Sarah comenzó a caminar hacia él con lentitud.

-Me parece que entre nosotros aún existe un nivel cuestionable de confianza, así que te diré la verdad si es que eso es lo que quieres oír. Pero, Credo, ¿en realidad deseas que te lo diga? Porque si ahora no estás enfadado conmigo, ya lo estarás -colocó la punta de su índice encima del escritorio- Te lo garantizo -aseguró con arrogancia, alzando ligeramente el mentón. Y así, tan lentamente como se había ido acercando al escritorio fue que se alejó.

-El Tratado del ojo de tormenta fue mera casualidad y, en sí, ese papel es algo que no me interesa. Tú estás aquí básicamente por tres razones, las cuales te haré el favor de enumerar de forma que sea más sencillo para ti -volvió a su silla y cruzó una pierna sobre la otra. Lo pensó un momento y luego levantó el dedo índice.

-La primera. Yo detesto a Ky Kiske y a Charlotte Amaranth. Y si el tenerte aquí me permite dificultarles las cosas a la vez que acepto la mejor opción para MI pueblo, entonces definitivamente lo haré. -Torció la boca e inmediatamente después añadió el dedo medio al primero.

-Segunda. He estado terriblemente resentida y celosa. Odio que Charlotte pueda chasquear los dedos y hacerte aparecer al instante agitando la cola aún sabiendo que la aborrezco. No soporto saber que estás al otro lado de Wonderland poniéndote al servicio de Charlotte, Irisviel o de cualquier otra mujer que lleve el apellido Kiske o Amaranth después de su nombre, sangre aristócrata o unas cuantas monedas en la bolsa… -Empuñó la mano libre y suspiró pesadamente, pues notó que en algún momento su voz había comenzado a "descomponerse". Unos instantes después, cuando creyó que ya había recobrado la calma, continuó.- Siempre pensé en lo injusto que era que ellas te tuvieran todos los días… Y yo, que te amaba tanto, únicamente te viera una vez al mes.

-Tercera -Uniéndolo a los otros dos, desdobló el dedo anular, donde llevaba su sortija de matrimonio.- Algunos momentos después del ataque al castillo de Corazones creí que iba a morir. Pero aunque pensé en mi familia y amigos, en el reino y mi ejército, yo no pude dejar de pensar en ti. Te eché tanto de menos… Y entre tantas horas de agonía deseé verte con todas mis fuerzas, pero tú nunca estuviste ahí. Y eso estuvo bien, porque como no puedo tenerte eso hubiera sido algo lógico. Por eso, cuando Ky apareció, su noble intención se volvió la razón idónea para encerrarte aquí. Credo, con ayuda de tu rey he convertido este castillo en una jaula para ti.

Con seriedad en las morenas facciones el canido de Diamantes observaba a la mayor, no, él no podia ignorar simplemente lo que alguna vez fue y sintio por ella, puesto que tambien seria ignorar los pocos buenos momentos que convivieron juntos y que nada mas importaba. El reino, sus puestos y similares entonces pasaron a ser segundo plano durante sus encuentros ¿Por que no simplemente podia ser de esa manera?

Estaba decidido. Afiló la mirada y apretó un poco más las mangas de su uniforme, preparandose para lo que ella pudiese decir, como si le retase... aunque dentro suyo algo le decia que seria un hecho que lograria molestarse con su majestad carmin, pues buenos argumentos podria tener ella.

Asintio al escuchar el primer punto, no era para nada secreto su repudio ante sus "superiores" ni tampoco que ella buscase lo mejor en su gobierno y su gente. Al segundo, sinceramente se hizo de toda la fuerza que le fue posible -y que casi no lo logro- por contener una risa un tanto cinica. ¿En serio? ¿Celos? Más allá de su puesto de General no tenia porque "menear" la cola con alguno de los mencionados. No obstante, no rio pues sabia que la mayor se sentiria ofendida ante eso ¿Quien no? y por respeto a esperar a que terminase de hablar...

Afiló la mirada y lo único que alcanzó a hacer el general de diamantes fue levantarse bruscamente al tiempo que golpeaba el escritorio con la palma de la mano. Instintos, puros instintos animales, que por mas que ha tratado con el paso del tiempo controlarlos siempre ha sido en vano. Sus orejas fueron hacia átras e inconscientemente dejo entre ver su blanca dentadura (más especifico los colmillos) en efecto, la perfecta imagen de un perro que esta a punto de echarse al ataque... Quizá la difunta dama de compañia de Sarah tenia razon, ese hombre no era más que un animal, aunque lo niegue.

-¡No me hagas reir!- Claro esta, que divertido no se veia... -¿¡De quien es la culpa que sea un perro faldero en diamantes!? ¡Ah claro! de los antiguos reyes de corazones, a quienes se les ocurrio masacrar a mi familia que por poco iba yo incluido y que por pura y maldita suerte antes que los soldados de la armada me atraparan aparecio mi padre adoptivo, seward southworth- No, no culpaba a Sarah por ello, su odio siempre ha ido para aquellos gobernantes que dieron dicha orden

¿Dices que es injusto? ¿Y qué es mas injusto para los dos? tener que verte "feliz" al lado de otro hombre, es decir: tu esposo porque, Sarah, hablas como si yo me hubiese metido con la Reina Amaranth o su prima* ¿Crees que me fue grato darme cuenta que quiza no podria tener una familia contigo como lo pretendia por el hecho de ya estar comprometida? ¡sumado jamas he pretendido alejarte de todo lo que te hace feliz! aquel dia al hablar del principe y el rey note como tu rostro se iluminaba notablemente por lo que sientes por ellos y yo le respete- Empuñó con fuerza la mano que no tenia sobre el escritorio haciendo con ello que el cuero del guante crujiera.

¡Y quizá no acudí porque a alguien se le ocurrio darme la espalda y pedir que todo deberia terminar en ese justo momento! Se referia a lo del dia del juicio No tienes idea de lo frustrante que es querer ver a alguien con todas tus fuerzas y que tal vez esa persona no desee verte por todas las estupideces que haz cometido. porque, pese a tenerle enfrente, era como no verle... Es decir, no era la misma "Sarah que el conocia..." ¿Que tanto habria cambiado en aquel tiempo de no verse?.

Pude oponerme a la idea de permanecer en este lugar. Se me dio la oportunidad, y no lo hice ¿Sabes por qué? porque tenía deseos de verte, porque sé que aunque la tregua bien puede durar bastante, no me importaria si debo soportar a tus nefastos lideres de armada todo con tal de verte, aunque fuese de lejos. Puede que este lugar se haya convertido en una prisión para mi, pero de una u otra forma aprendere a enfrentarlo. Aprendiendo tambien a verte feliz al lado de otra persona, a verte sonreir y no por mi causa. Eso, Sarah, es la verdadera tortura de permanecer en este lugar. No estar encerrado en el reino que con el tiempo aprendí a aborrecer por causas personales y despues militares, porque te recuerdo yo no conozco otra manera de vida más que esa. Y fue él quien bajó la mirada. Estuvo mal molestarse de semejante manera, pero lo cierto es que, las palabras de la de ojos prusia lograron ofenderle.

Un golpe se escuchó contra la mesa. Pero Sarah no miró al escritorio, sino que atendió objetivamente a la reacción del joven militar, detectando en él signos de una posible, o casi segura, agresión. Sin embargo, encontrándose en esa situación donde cualquier otra mujer hubiera escapado, Sarah no se movió ni un ápice. La indignación le subió rápidamente por el cuerpo.

"¿Vas a golpearme, Credo? Quiero ver que te atrevas" pensó ofendida, sosteniéndole la mirada. No obstante se encontraba demasiado asustada como para hablar… Y muy desconcertada como para huir, por lo que no le quedó opción más que escucharle. Así que, terriblemente molesta y herida, aguantó cualquier cosa que el General del Ejército de Diamantes se atrevió a escupir..

Pero ni su corazón ni su orgullo fueron capaces de soportar lo que él le decía...

Sarah intentó interrumpirlo muchas veces. Ella abrió su boca para hablar, pero las palabras nunca salieron. Y aunque pensó en callarlo con bofetadas, también era consciente que si ella no llevaba armas, con un sólo golpe Credo la dejaría en el suelo.

Cuando llegó su turno para hablar, cualquier rastro de sensatez ya había abandonado los pensamientos de Su Majestad. A ella le hubiera gustado responderle a Credo punto por punto. Pero cual ser humano, sólo pudo contestar a aquello que fue capaz de recordar. Desde luego, las palabras que se quedaron en su mente fueron las que removieron algo en su corazón.

-¡Eres un insensato! -berreó, haciendo un enorme esfuerzo para no saltar de su asiento y meterle un puñetazo- ¡Te recuerdo que estás hablando de MI familia, en MI casa! -gritó ofendida, con su rostro algo enrojecido por la indignación. Se encontraban demasiado cerca el uno del otro, pero el alto volumen de la voz de Sarah era como si estuviesen muy lejos- ¡Maldición! ¡Hubieran acabado contigo también y con tu aborrecible hermano! ¡Yo nunca hubiera tenido una familia contigo! -se levantó de pronto, recogió el par de papeles que antes había volteado sobre el escritorio, los tomó entre sus manos y los arrugó. Mientras tanto miraba duramente al castaño, con resentimiento y dolor.- ¡¿Sabes qué?! ¡Olvídalo, tienes toda la razón! ¡Yo te dije las razones por las que te quise aquí, pero tus argumentos son tan jodidamente buenos, Southworth, que has hecho que mis motivos se vuelvan inválidos! ¿Entiendes la consecuencia lógica de esto? Significa que ya no hay ninguna razón para que estés aquí.

Levantó el azul mirar enfocando nuevamente a la mujer, aunque, la mano que yacia sobre el escritorio la elevó para masajearse la sien, pues aquel tic (de temblarle la ceja diestra cuando se encuentra molesto) ya se habia hecho presente.

Sonrió de forma ladina, ¿Hablar de su familia en su casa era algo malo para ella? Claro, pero se le olvidaba que ella hirió a su hermano, en su propia casay sin embargo, toda molestia fue reemplazada por perplejidad

"¡Yo nunca hubiera tenido una familia contigo""

¿cómo es que semejantes palabras podian doler tanto? Apretó las manos y desvio la mirada hacia abajo

-Comprendo- o mejor dicho eso queria creer. Cerró unos instantes los ojos intentando tranquilizarse. No podia darse el lujo de perder el control como lo hizo apenas unos instantes.

Pero Sarah tenia un punto -al menos desde su punto de vista- ¿Quien podria querer a un perro con pesimo temperamento? Tomó aire y exhaló lentamente. Intentaba mantenerse serio, aparentando tranquilidad, obviamente lo cual era una gran mentira pues por dentro su alma se desmoronaba ¿es que acaso lo que sarah dijo sentir por el era solo mentira? Y para él, aquellas palabras carecian de logica alguna, ironico pues wonderland no es reconocido por ser un sitio en donde la coherencia y logica se vean a menudo.

Levantó ligeramente el mentón, con esos aires de general austero que utilizaba en ocasiones para escudarse.

¿Qué es lo que debia hacer? si regresaba a diamantes ¿qué pretexto pondria ante la reina Charlotte Amaranth y el Rey Ky Kiske? Sobre todo, como mencionó no pretendia irse, tanto por ordenes y porque, en realidad sus deseos de verle y estar con ella, eran sinceros.

Se acercó hasta estar frente a frente* y le miró directo a los ojos.

-Lamento decepcionarte, pero yo solo sigo ordenes de los reyes de Diamantes- Aunque, a decir verdad, en esa ocasion estaba actuando ya mas por interes propio.

Quizá la mayor le odiaria despues, sin embargo Credo no pudo contenerse más. Colocó las manos sobre los hombros de Sarah y le atrajó hacia él y le besó.

-Ahora, mirame sin titubear, y dime de nuevo esas palabras, pero con sinceridad ¿De verdad deseas que me vaya?-

Su Alteza Serenísima bufó al escuchar la inoportuna referencia a los reyes de Diamantes. ¿Qué diablos significaba eso? ¿Una advertencia de que Credo haría lo que quisiese? Le miró evidentemente molesta, intentando contener las ganas de meterle una cachetada. No obstante, cuando vio al militar aproximarse a ella, el instinto la obligó a encogerse de hombros y cerrar bruscamente los ojos, esperando el golpe.

Pero tal agresión nunca llegó.

Y, en su lugar, Sarah sintió un cuerpo tibio y unos labios conocidos acercarse. Tal vez de haberse encontrado en una situación diferente, el calor, la textura y el aroma hubieran resultado algo tan reconfortante y familiar como para negarse.

Incapaz de relajarse, su cuerpo todavía temblaba debido al enojo y el miedo. Abrió los ojos, hallándose descubierta por la gélida mirada del castaño.

-¿Ahora te burlas de mí? ¿Quién te crees que eres para irrumpir así y agredirme? ¿Y ahora piensas que puedes besarme cada vez que se te de la gana? -replicó, empujando suavemente a Southworth con una de sus manos, invitándolo hacerse hacia atrás.- ¡Qué absurdo! ¡¿No es obvio que si he armado toda esa tontería frente a Kiske fue sólo porque quería que estuvieras en este castillo?! ¡Te lo mencioné, fui sincera contigo! ¡Pero has sido tú mismo quien le quitó el valor a las razones por las que te traje aquí y el que ha comenzado con preguntas y con reclamos!

Se alejó de él y bajó la cabeza, sintiéndose derrotada. Apoyó ambas manos sobre la mesa para luego suspirar con pesadez.

-Te suplico que te retires, Credo, ¿o no te parece que ya me has humillado lo suficiente? ¿Que ya me has hecho sentir bastante culpable? ¿Que lo he pasado mal? ¿O qué es lo que pretendes?

Incapaz de responder, el general simplemente le observó mientras daba un par de pasos hacia átras debido al empujón que ella habia proporcionado que, ironicamente, habia sido justo donde le apuñaló aquella noche en el calabozo.

Tecnicamente a lo que el comprendio en las palabras de la azabache es que, ¿estaba mal si no veia su estadia como un fastido? en parte lo era, pero no por el hecho de verle o por estar recluido sino más bien por las rencillas que suele mantener con ciertos miembros de la armada roja.

Apretó los dientes desviando nuevamente la mirada y empuñando las manos, ya no sabia que hacer o que decir, mucho menos como actuar, pues contrario a lo que pensó la mayor, la idea de levantar la mano contra de ella jamas cruzó por su mente.

-Pretendí arreglar las cosas, sin embargo veo que solo empeore todo. Incluso disculparme no tendria sentido , mucho menos validez- Más, no queria retirarse, no así, solamente sería verse como un cobarde, dejando así las cosas.

-No soy de retirarme con la cola entre las patas aunque sonase ridicula cierta frase viniendo de él, no encontró otras palabras -Pero, si lo que quieres es que me retire, he de respetar tal cosa.- Y caminó hasta la puerta, deteniendose antes de tomar la perilla para mirarle una última vez sobre su hombro

-Si tienes algo que más añadir "Cosa que no creo" sabes donde estoy... de momento- Pues no tardaria en arreglar todo para volver a Diamantes. -Permiso- Fue lo último que mencionó antes de salir de la habitación, cerrando la puerta tras de si.

Al estar fuera, suspiró con pesadez, aquello habia sido terrible, ni con el más valido de los argumentos tenia derecho de molestarse de semejante forma. En definitiva, tenia que aprender a controlar su temperamento. Taciturno se dirigio hasta la habitación que le designarón y en donde no residio tanto -a lo mucho un par de dias- y sin ánimos de nada, se tiró sobre la cama, boca arriba, observando el techo como si allí fuese a encontrar la respuesta de todos sus problemas. Suspiró con pesadez.

-"¿Por qué tengo que ser un imbécil en cuanto relaciones personales se refiere

Finalmente la puerta se cerró tras los pasos de Credo Southworth. Y así, quien solía tener siempre la última palabra, lo dejó pasar en silencio. Por primera vez desde que se convirtió en reina de Corazones, Su Alteza Serenísima Sarah se había quedado sin decir nada.

Pronto el despacho se encontró como antes, en silencio, sumido en una atmósfera poco alegre, y entonces Sarah pudo volver a su tediosa labor de revisar informes y firmar papeles. Pero no avanzó mucho en el trabajo, pues su mente se hallaba en otro lado.

“¿Por qué hago esto?” pensaba. “Todo este tiempo he actuado como si no lo amara…”

Se recostó encima de la mesa, dejando descansar la cabeza sobre sus brazos cruzados. Y la noche comenzó a caer. El ambiente pardo y sombrío de la oficina era una sugerencia de que al otro lado de la ventana el cielo empezaba a oscurecerse. Estaba bien, porque si alguien entraba entonces no podría ver que ella lloraba.

Sarah decidió escribirle a Southworth una carta. Siempre creyó que era más fácil comunicarse así, porque una barrera de papel y tinta implicaba que ella no estaría ahí.

Tomó una hoja de papel amarillo, una pluma y empezó a escribir. Nadie se había molestado en encender las velas, de manera que los rasgos escritos eran apenas distinguibles en la oscuridad.


-Roselia, -llamó Sarah a la sirvienta, cuando de pronto ella se apareció en la cocina del palacio con un sobre en la mano- ¿ya casi es hora de la cena?

Era tan obvio que la anciana no supo qué responder.

-Es pregunta –mencionó, no obstante luego se dio cuenta de que en realidad una pregunta no era, pues ella ya conocía la respuesta. Entonces pensó que haría una pregunta de verdad:- ¿Ha visto a Southworth?

La señora Roselia negó.

-Necesito que lo saque de su habitación. Dígale que tome la cena con usted o cualquier otra cosa. Distráigalo por lo menos una hora –le dijo y no parecía estar dispuesta a recibir un “no”.


Más tarde, Su Majestad recorría como si nada aquél piso donde estaban las habitaciones de las visitas y los invitados. Iba jugando por ahí con un llavero en sus manos. Su objetivo era sencillo: entraría al cuarto de Credo, segura de que él no se encontraría en él y después dejaría la carta en su maleta.

Nada podía salir mal.

Abrió la puerta y entró a la habitación, pero tal fue su sorpresa al darse cuenta de que, por alguna razón, el general del ejército de Diamantes seguía ahí.

Durante toda la tarde, aquella discusión llevada a cabo en la oficina de su majestad de corazones pasaba por la mente del General de Diamantes, una y otra vez, como si quisiera encontrar solución a las palabras que él ya habia mencionado. Pero, por más que trataba de hacerlo no encontraba una respuesta bastante solida. Suspiró con pesadez.

Y pensar que es lo que haria al llegar a Diamantes, empezando por darle una explicacion a los reyes, es decir, ¿Qué diria? "Tuve una disputa con la reina de corazones, y por eso se finalizó la tregua, su majestad" sabia que tanto para Amaranth así como Kiske, haber logrado una tregua momentanea entre ambos era un gran logro...

...logro que facilmente echó a perder. Aunque haya sido capricho de la azabache aquel tratado no tenia el mismo significado para los de dorado.

Cerró los ojos unos instantes. ¡Ungh! no, se incorporó si seguia de esa forma se quedaria dormido y ahora no es el momento preciso. Un café, necesitaba un maldito café, seguro también le ayudaria a pensar con más claridad. Aunque claro, por orgullo no iba a pedir algo tan insignificante en donde se encontraba, de forma que, solamente se dedicó a dar un corto paseo por el lugar, en su trayectoria se percató de algo "extraño" en el lugar: un gato negro sin una pata, y recordó aquella platica que Sarah y él tuvieron en aquella posada de Palladium. ¿Así que si tenia un gato? Sonrió ladino...

Aunque no pasó mucho tiempo para que terminase aburriendose, despues de todo ya no tenia porque "memorizarse" el sitio, y así volvio a su habitación para cuando el sol se ocultaba. Al entrar observó con atención la pieza, la luz dorada de los rayos del sol se filtraba sin descaro alguno por la ventana e iluminaba de una manera soberbia la habitación. Suspiró ¿Aquel paisaje le resultaria tan atrayente de ser un soldado de Corazones? Quizá lo veria monotono y hasta aburrido, ¿Quien sabe? tal vez su modo de mirar las cosas serian bastante distintas, y entonces, seguramente comprenderia mejor a la de cabello azabache.

Se masajeó la sien, desde hacia unos instantes que se sentia ligeramente mareado, seguramente debido al cansancio, no habia dormido correctamente, por todo lo que hubo por hacer en Diamantes, hasta su transferencia hasta el lugar. No habia problema, despues de todo no tiene nada que hacer. Se quitó el saco y lo dejó sobre el respaldo de la silla tambien se descalzó, solamente dormiria por unos "instantes" y despues procederia a arreglar su transferencia a diamantes.

Y fue por eso mismo que cuando la señora Roselia llamó a la puerta no obtuvo respuesta alguna, pues el general se quedó profundamente dormido.

A saber cuanto tiempo habia transcurrido desde entonces. Se encontraba boca arriba con el antebrazo diestro sobre su abdomen, inconscientemente su cola golpeteaba el mullido colchon bajo de él. Cuando escuchó la puerta abrirse una de sus canidas orejas giró en dicha dirección, pero al escuchar los pasos adentrarse, instintivamente, se incorporó. Se llevó la izquierda al rostro para despabilarse, y entonces entre la oscuridad del cuarto le notó: Ahí estaba Sarah.

Se sentó en el borde de la cama, ligeramente avergonzado de que ella le hubiese visto de semejante manera... Espera un segundo ¿No llamó a la puerta? Arqueó una ceja, mirandole.

-¿Se le ofrece algo, majestad?- Le cuestionó así, pues no supo si iba acompañada.

Despues de todo, no sabia que la dama de compañia de Sarah, habia pasado a mejor lugar.

¿Quizá estaba ahí para despedirse? en el fondo, Credo deseó que fuese de esa forma

Con la tenue luz de la ventana apenas podía distinguir a Credo entre las sombras, pero estaba casi segura de que era él. Cuando escuchó aquella voz escurrir ya no pudo darse el lujo de dudarlo más.

-¿Cómo que si se me ofrece algo? –Cuestionó sinceramente, sin rastros de agresión.- ¿¡Qué estás haciendo aquí?! -cerró la puerta tras de sí y ambos quedaron sumidos en la oscuridad. A diferencia de Credo, Sarah no podía ver en las sombras, pero aún así continuó:- ¡Se suponía que estarías con Roselia! ¡¿O cómo diablos crees que te dejaría esta carta sin que te des cuenta?! –dijo frustrada, alzando el sobre con algunos tintes de desesperación. Su plan había fallado y eso la llenaba de angustia y confusión. Y bueno, tal vez de acuerdo a la lógica de Wonderland confesar algo como eso podría considerarse discreto.

La figura de un gato negro se deslizó cadenciosamente por el suelo. Y encontrarse ahí, con Credo, a Sarah le estaba tocando los nervios.

-Sí, -señaló hacia la puerta- se me ofrece algo y lo que se me ofrece es.... que salgas.

El canido simplemente echó las orejas hacía átras al escuchar la pregunta. ¿Es qué ella pensó que ya habia abandonado Corazones?

Aunque, bueno, no pasó demasiado para obtener su respuesta, aún sin ejercer pregunta alguna, claro. Fruncio el cejo, aunque el comentario de la carta pareció causarle un tanto de gracia al general, quizá fue sensato no externarlo de ninguna manera, o quizá Sarah hubiese encontrado fuerzas de quien sabe donde como para discutir con él la noche completa.

-Bien... Cruzó los brazos, mientras desviaba la mirada con un ligero deje de fastidio, que bueno que la mayor no podia observarle con claridad ¿Cierto?

¡Ah! ¡Ni enfrentar al ave Jubjub le haría retroceder de semejante manera como lo hacía Sarah. Se pusó de pie, dignandose a abandonar la habitación aunque... sin calzado.

Se dirigio a la puerta y al pasar a un lado de Sarah, le miró, aunque no por mucho pues sus azules ojos enfocarón a aquella pequeña bola de pelos que se adentró al sitio.

-"Gatos..." Fruncio el cejo y disimuladamente lo hizo a un lado -y sin verse brusco tampoco- Con el pie.

"Solo esto me faltaba"- Pensó una vez fuera de la habitación, mientras se crusaba de brazos recargado al lado de la puerta y hacía una ligera mueca de desagrado con los labios, arqueando una ceja*

Cualquiera que pasara por ahí sin duda encontraria interesante ver la figura del general de diamantes sin calzado y esperando a que la reina saliese de su habitación tras dejar "discretamente" una carta.

¿Qué faltaba? ¿Qué gutierrez lo viera?

-"figurate"...- Suspiró con pesadez Bueno solo será cuestión de fingir que no le vi entrando pero seria como admitir que no fue secreto, aunque tampoco podria considerarse secreto que ignoro que esta ahí dejando un sobre"-

OFF xd no se porque me lo imagine con la expresion chafa de mi avatar.

Also el ultimo pensamiento trate de hacer algo marca como cuando roleaba a cheshire, no me salio, igual si no se entiende, es wonderland(?)