Camelias Rosas [Priv: Ray~]

Siempre me han gustado las Camelias. Mucho más que las rosas, mucho más que las orquídeas o que cualquier otra flor. Las Camelias son bellas y simbolizan todo lo que soy yo. Las blanca representan como desdeñaron mi amor. Las rojas representan el amor eterno, que siempre le tendré a ese hombre que me desgració la vida. Y las rosas, mis favoritas, la seducción. Por eso suelo llevar conmigo una cuando voy al seducir hombres...

Sin embargo en el palacio no hay Camelias. Solo rosas rojas, como le gustan a la Reina. Y alguna que otra blanca que brotan por ahí, pero no duran mucho. Por eso las Camelias las busco en el bosque. En el bosque hay flores de todos tipos y colores.

— ¡Voy a salir! - anuncié a mi hermana que parecía muy ocupada, así que no sé si me escucho o no. Como sea, salí del palacio. Esta vez iba en todos mis sentidos, planeando como me divertiría. Andaba a Caballo y llevaba una capa negra sobre las ropas. Mi vestimenta consistía en un vestido negro largo y sin mangas, tenía adornos rosas en la parte del escote y un cinturón delgado también color rosa que marcaba la cintura. En el cinturón llevaba escondido mi labial del Beso de la Muerte y la espada iba guardada dentro de la capa negra que me cubría. A todo eso tenía puestos unos zapatos lisos sin tacón. El cabello estaba suelto y sutilmente ondulado, con un broche negro en el lado derecho donde pretendía colocar la Camelia Rosa que iba a buscar.

Cabalgaba lentamente, prestando atención a los arbustos y todas las plantas. Veía muchos rosales, lo que significaba que aun estaba dentro del territorio del Reino de Corazones. Seguí andando a trote lento, pero por más que andaba no encontraba mis queridas Camelias. Y sin una Camelia no era divertido ir a matar.

"Que desesperación" Me detuve algo cansada de estar cabalgado y me bajé del caballo. Tome a "Vera" de las riendas para caminar un poco y estirar las piernas un poco. Seguí examinando los rincones, pero seguía sin ver Camelias, mas curiosamente encontré Tréboles de cuatro hojas. "¿No dicen que dan buena suerte?" Me agaché a verlos bien y sonreí pensando que si a lo mejor tomaba uno, conseguiría algo de buena suerte para encontrar mis Camelias y posiblemente al hombre ideal para jugar esa noche.

Vestimenta el de la izquierda sin guantes:

Dolía, dolía muchísimo, no era nada escuchar algo a vivirlo en carne propia, corría, me había transportado usando las sombras para poder alejarme de ahí lo más rápido posible, había fallado estrepitosamente en infiltrarme en el castillo de Corazones, bueno, mejor dicho ni siquiera tuve una oportunidad de intentarlo, apenas me había infiltrado en el bosque que rodeaba el castillo cuando fui atacado por lobos salvajes, uno me había mordido el brazo izquierdo con una fuerza descomunal, tuve que matarlo para poder quitármelo de encima, fue de una manera tan pero tan estúpida, que no pude evitar sentirme molesto conmigo mismo.

Me había detenido un momento varios kilómetros donde había sido atacado, necesitaba estar seguro de que no había más lobos en los alrededores del lugar. La sangre empapaba mi brazo que ya estaba de un color rojo intenso, apretando los dientes me examine el mismo, al parecer no era un daño irreparable, pero sangraba mucho, dolía como un demonio y era evidente que tendría que esperar cierto tiempo para poder volver a usarlo como antes -Oh genial....lo que me faltaba...- me quité mi capa que llevaba y la desgarre para poder hacer un improvisado vendaje y así al menos poder detener el sangrado mientras lo hacía el ardor que sentía era mas agudo que antes. Me vendé el brazo lo mejor que pude, no tenía ningún medicamento contra el dolor así que me tocaba aguantar y esperar a que no se me infectara.

Retomando el camino ahora más lentamente para intentar calmarme los nervios que aún los tenía algo exaltados no pude evitar sentir decepción, había fallado y sabrá dios si con el alboroto que se había armado podría volver a intentarlo pronto, mientras más tiempo perdiera aquí, más tiempo tardaría en volver y eso era algo que quería evitar a toda costa, miré mi mano derecha donde tenía un anillo con una esmeralda y la apreté en un puño de frustración. El anillo me servía de prueba para saber quién era y de donde venía, por supuesto no era reconocible a simple vista, al menos no para personas fuera de la familia real de Tréboles.

Me detuve de repente al escuchar lo que parecía ser el galope de un caballo, me escondí tras unos arbustos y pude ver como una chica con cabellos de un rojo intenso salía a la vista encima de un semental que era el que producía el ruido, la chica desmontó y procedió caminar al parecer buscando algo.

No podía quedarme aquí, era arriesgado, aún estaba en lo que podría considerarse territorio del castillo, no sabía hasta donde eran los límites pero aún me encontraba demasiado cerca para mi gusto. Salí de mi escondite lentamente para poder irme por donde mismo había venido pero el caballo relinchó fuertemente provocando que la chica se diera vuelta de repente clavando su mirada en mí. Yo me había quedado paralizado devolviendole la mirada sin decir nada, atrapado con las manos en la masa, como dicen por ahí hoy realmente no es mi día de suerte... fue lo único que pasó por mi mente.

Apenas y estaba por tomar unos Tréboles cuando Vera relinchó. No pude evitar voltear para ver que era lo que había inquietado a mi hermoso caballo. Primero miré a Vera, un semental de color marrón oscuro y yo juraría que hasta se veía algo rojizo, quizás por eso me había gustado. Peo entonces mis ojos se toparon con él y en un rápido movimiento me levante y me gire para estar frente a frente. Aparentemente los Tréboles te dan buena suerte aunque no los llegues a cortar. Quizás no eran mis Camelias, pero si un joven muy apuesto.

Lo mire detenidamente, parecía algo nervioso, incluso diría que asustado. Como si acaba de hacer algo malo y temiera ser descubierto. Sin embargo, lo que más llamo mi atención fue su brazo. Olía a sangre, sangre fresca. El joven estaba gravemente lastimado y evidentemente la herida era resiente.

"¿Será del reino de Espadas?" Era común que soldados o habitantes de ese reino vinieran a atacarnos. Con eso de que mi hermana insistía con la guerra. Por supuesto que nadie lograba llegar más allá de la fortaleza que rodeaba el palacio. En ocasiones hasta nuestros habitantes terminaban heridos o muertos a ser atacados por criaturas que habitaban el bosque. "Ahora entiendo porque nadie nos visita" Pensé con ironía. Claro que yo me perdía a menudo por ahí y nunca había visto nada. Era la primera vez que me encontraba en aquella situación. No era lo mismo escuchar rumores que verlo, así como no se sentía igual matar a un hombre, que ver a uno herido. "Nada de compasión, Cissy" Me repetí mentalmente a mi misma, pues bien podía quererme matar a mi.

Por instinto estaba a punto de sacar mi espada cuando Vera volvió a relinchar. A lo lejos pude escuchar el aullar de unos lobos. Genial, eso era lo que me faltaba. Un extraño herido que me miraba con susto y lobos salvajes al acecho. Fruncí el seño y volteé a ver a los tréboles.

-¿No se supone que era buena suerte?- bufé enojada y sacando la espada los corté. Estaba furiosa de que mis planes se hubieran frustrado. "Adiós a mi noche de diversión"

Volteé a ver de nuevo al chico que ahora tenía expresión confusa. Supongo que ya debía estar pensado que estaba loca. Al menos mantenía en alto la "cualidad" del reino de corazones: "la locura antes que todo".

Seguía molesta, por lo que no fui capaz de sonreír. - ¿Quien eres? - demandé saber mientras apuntaba con la filoza hoja de mi espada al guapo castaño.