Remember priv.Colette/Taiyo

El oír quejas de sus hombres era como el pan de cada día para Colette, estaba acostumbrada a que pese a todo el entrenamiento que hacían siguieran quejándose como si eso no los fortaleciera un poco más, a veces dudaba de si hacían bien los ejercicios u otras cosas que les mandaba, porque ciertamente a medida que pasara el tiempo sus cuerpos deberían estar acostumbrados, como el de ella, a estas alturas le parecía increíble que aquellos que tenía enfrente se hicieran llamar hombres.

-¡Ah Por favor!... ¡Vamos! ¿Cómo esto va a ser tan horrible?- se quejaba mientras observaba el entrenamiento desde lejos, ya les había hecho la demostración y para vigilarles bien dejó de hacer actividad física, ya tenía en el recuerdo lo que hacían todos una vez les daba la espalda y por eso estaba siendo más dura que las otras veces, cada vez que siquiera lo intentaban, se ganaban otro hermoso día lleno de sufrimiento acumulado por su mal comportamiento.

De momento se encontraba sentada sobre un barril que trajo justamente con la finalidad de relajarse unos momentos mientras los oía, pero claro que estando de esa forma no aterrorizaba a nadie y por eso mismo fue que llevó consigo su preciado arco, ya había disparado dos flechas con el fin de asustarlos más que herirlos a quienes estaban holgazaneando dese su opinión; en definitiva debería aplicar más ese castigo, parecían funcionar mucho mejor que de costumbre.

Conforme pasaban los minutos, sus hombres empeoraban ¡Daban vergüenza ajena! ¿Quién los había dejado entrar al ejército? Con gente así difícilmente se puede hacer algo bueno, y las risas no se hicieron esperar al respecto, lo que le sorprendía era que no provenían de ninguno de ellos, sino que de alguien desconocido. Agudizó sus sentidos y pudo oír el lugar de donde provenía esa risa burlona, de esas que detestaba y le ponían los pelos de punta por lo desgraciadas y denigrantes que eran. ¡Nadie se burlaba de sus hombres por más pena que dieran! o... ¡Al menos no lo hacía nadie que no fuera ella! Sí, eso estaba mucho mejor.

No tardó ni diez segundos en tomar su arco y el carcaj de flechas para escoger una y dispararla a un árbol que estaba al menos a 15 mt del lugar. -¿Quién anda ahí?- preguntó a la vez que se acercaba y todos sus hombres miraban aterrorizados, por lo que suponía y si es que se trataba de un intruso, pudo esquivarlo, no la lanzó con la intención de herir a alguien por lo que difícilmente esa flecha pudo alcanzarlo. -¡Sal de ahí cobarde!- gritó, desde lejos pudo oír lo que sus soldados hablaban, de esa forma se enteró de quien fuera que estuviese ahí, era mejor que ellos... -Si no quieres morir, más te vale aceptar mi propuesta....- amenazó esperando bajo el espeso follaje de aquel árbol, esperando a que el "intruso" o lo que fuera se dignara a salir de su lugar.

Era un indisciplinado, ya le quedó claro con esa clase de respuesta en territorio ajeno y de hecho estaba preguntándose de dónde vendría como para saber si por lo menos tendría alguna utilidad dentro del ejército o no.

Se le quedó mirando una vez lo tuvo enfrente, vaya que era alto, pero en definitiva eso era insuficiente como para hacerla retroceder a comparación de los demás soldados novatos, esperaba que al menos esta experiencia los hiciera crecer, algo de ella tendrían que sacar al ser joven, dudaba que dejarían a una mujer sola ¿O sí? Bueno, de todas maneras no es como si los necesitara, jamás necesitó de alguien para situaciones como esta y menos ahora.

-¿Quién dijo que quería pelear contigo?- le miró indignada y algo extrañada, al parecer venía con la idea de luchar desde un principio, le recordaba a cierta persona así que vaya que eligió mal. -Pues te ofrezco entrenar con nosotros- dijo con un claro tono de molestia en sus palabras, tanto se reía, pues que lo hiciera también. -Y por ser un imbécil- le sonrió tiernamente como si fuera a venir algo bueno. -Ten esto como regalo- y dicho eso, le dio un fuerte golpe con su rodilla en una pierna, ahora quería verle como correría o saltaría. -¿Listo soldado?- le dio la espalda sonriendo, estaba alegre, demasiado para ser cierto, era como si se le viniera la recuerdo algo sin que se diera cuenta.

"Viniste a meterte al reino equivocado" pensó manteniendo en todo momento esa sonrisa que asustaba a sus novatos mientras se dirigía a campo abierto para continuar con el entrenamiento.

Se aguantaba la risa por la reacción del otro, se lo tenía bien merecido por faltarle el respeto a la futura armada del Reino de Corazones, no podía esperar menos de la capitana ¿O no? De igual manera fue su culpa por tener las defensas bajas.

-Aquí tu harás lo que yo quiera "muchachito"- respondió cabreada en cuanto le soltó el brazo. -Y se podría saber que quiere a cambio "Su majestad"- se estaba ganando una buena paliza, y si no se la daba en esos momentos, es porque en esos instantes tenía otros planes, además de que no quería dejar con un trauma a sus reclutas.

-Pues...- se le quedó mirando enfadada desde su posición y al verle tan relajado y en SU lugar. Sobre el ejercicio... ya llevaban su buen rato trotando, pero ponerle a hacer aquello en definitiva no se trataría de un reto, por lo que trataba de pensar en un ejercicio que pudiera hacer rápido y que en definitiva sufriera. -Conoces las lagartijas ¿No?- sonrió maliciosa, ya tenía una hermosa idea sólo para él.

Miró a todos sus reclutas y escogió el más fuerte para darle un tierno ejemplo. -Al suelo, Keita- llamó a un chico rubio y alto, de mucha masa muscular, claramente lo que planeaba para él no sería nada, pero para otros dudaba que pudieran lograrlo. -¡S..Sí!- respondió más que tímido, nunca entendería por qué se ponían así. El joven se colocó en la posición explicada por la capitana, la cual le hablaba en susurros para que nadie más se enterara y una vez en el suelo, Colette se sentó en posición de flor de loto sobre la espalda de aquel joven, y una vez eso, le pidió que comenzara con las lagartijas, pero con una mano. -Puedes hacer esto ¿Verdad?- seguía con esa sonrisa sospechosa que le ponía a todos los pelos de punta, todos podían casi que leer la mente de la capitana, eso no sería todo lo que le pediría a ese sin respeto, su expresión lo decía, por encima de que no sería amable con un intruso como ese.