Prisionero de mi Silencio

– ¡Fuerza Roxas, FUERZA! – Reclamaba a gritos un viejo caballero
– ¡Eso hago! ¡Eso hago!
– ¡No estás dando ni un mínimo de tu poder! ¡FUERZA!
– ¡Agh!...

El sonido de un arma al caer resonó en todo el campo de batalla

– Roxas, ¿Te encuentras bien?
– Ah… yo… creo que si – Vio como le ofrecían una mano, la acepto sin protesta
– Muchacho, estas demasiado distraído hoy – Dijo preocupado – ¿Qué te sucede, hijo? – Continuo, buscando la mirada del rubio
– N-No lo sé… Debe ser un mal sueño
– ¿Otra vez?
– Si… Otro sueño de él – Respondió con cierto desanimo
– Debes estar alucinando, ¿Cómo explicas que siempre tienes el mismo sueño? Todo el tiempo dices que escuchas pasos como si fueras a una guerra, pero que hay una voz familiar que siempre te llama…. ¡¿Acaso has vuelto a intentar salir del castillo?!
– ¡Por supuesto que no, hace años que deje eso! Ya aprendí la lección, no tienes porque recordármelo – Dijo de mala gana, acercándose a su espada para recogerla del suelo.
– Ya pues… más vale que estés diciendo la verdad, porque a la Reina no le gusta esa actitud de tu parte – El señor se le acerco por detrás y le dio unas palmadas en la espalda – Anda, quítate el uniforme y sal a comprar algunas cosas por mí en el Rubine
– Si… padre

“¡Arresten a ese inmundo animal!”
Fue lo que escucho decir en la lejanía.

Se levanto casi en el acto por el susto, mirando a todos lados mientras que metía una de sus manos al bolsillo, curiosamente; donde estaba su arma. Su corazón se acelero a millones, creyendo que se trataba de él porque algún guardia descubrió que robaba algunas sobras de comida que serian el desayuno de la Reina para la mañana siguiente, y que seguro las ultimas cosas que vería en ese momento seria a su padre decepcionado, y a la Monarca levantando el brazo mientras que exclamaba “¡Que le corten la cabeza!”. Pronto descubrió que solo se trataba de un malentendido, que el escándalo no era producido por su causa, sino por…

«¡¿P-Príncipe Belmort?!» Tartamudeo para sí mismo, impresionado por su presencia. Se habría arrodillado velozmente como si pidiese clemencia, pero como ahora parecía estar más ocupado atendiendo a una anciana pomposa, decidió quedarse estático como el resto del público. A todo esto, ¿Quién era esa escandalosa señora de maquillaje hasta por la mucre de las uñas? No lo tenía muy claro, pero hasta donde recordaba de las pocas veces que la habia visto, debe ser alguien noble o un invitado muy recurrente del palacio.

Poco a poco la gente se fue incorporando de manera silenciosa, rodeando a los invitados de manera que se hiciera un pequeño estadio en donde casi no tenía la posibilidad de ver, por eso fue llamado por la curiosidad a acercarse hasta quedar como otro pequeño conjunto del círculo de cotillas. De pronto, cuando la pajarraca se vio obligada a llamar a uno de los guardias y señalar con la mirada, las personas se abrieron el paso hasta notar entre ellos a un muchacho rubio con un pequeño broche de corazón que distinguía de los demás, porque eso significaba que pertenecía a la misma caballería.

Al principio quedo un tanto atónito al verle, cuando se dio cuenta que debía ser el momento para actuar, agito su cabeza levemente al lado otro hasta ir a paso lento cuando finalmente quedo a espaldas de la damisela, y en frente del príncipe con su corcel. Trago saliva antes de hacer lo que le mandaban, intercambio una mirada fugaz con el animal como si este le dijera que no se metiera en aquel asunto, pero aun así separo sus pies ligeramente, levantando sus puños y manteniéndose firme en una posición de ataque/defensa, calculando todos los posibles movimientos del castaño para escapar. Tenía varias opciones, y; a pesar de que el caballo pudiese ser una desventaja para Roxas, siempre confiaba en su arma para cualquier ataque sorpresivo… Aun así, se preguntaba qué sucedería después.

Frunció el ceño, preparándose para cualquier movimiento. Pudo notar ese aire de egocentrismo sobre el muchacho; quien lo culpa, toda la vida llena de lujos y no tenía la necesidad si quiera de levantar un dedo para que la gente le de lo que quiere. Ese tipo de gente le daba algo de lástima, porque sabía que en un futuro no serian más que vagos sin remedios… no podrían masticar sin que otro lo hiciera por él. Pudo distinguirse sobre el rubio cierto gruñido, mientras que la mujer de atrás simplemente seguía con sus parloqueos molestos y agitaba un abanico sobre su cara, se alarmo mucho más en cuanto vio como le susurraba algo al animal.

“Corre”, seguro es lo que le habría dicho, pero no supo distinguir casi nada. ¡Y puff! La sorpresa llego. El animal tuvo la peor educación posible y se echo encima toda la saliva hacia el muchacho, distrayéndolo lo suficiente por lo repugnante que era la baba de caballo y, obviamente, dio provecho al príncipe y a su compañero en escapar. Cuando se pudo dar cuenta, ambos se habían decidido por tomar caminos diferentes, pero mas estaba concentrado en lo que se le habia echado los perros y en limpiarse todo aquello. No es que fuera alguien tan delicado como los nobles, pero oigan… hablamos de saliva… de caballo… No.

Escucho una despedida burlona de parte del caballero, mientras que el corcel se tiraba a por otro lado, la mujer de atrás gritaba como hiena estresada, haciendo que los humores del muchacho empeoraran. En cuanto pudo quitar toda esa repugnancia de sí mismo y de su cara, volteo a mirar a la chica con su típica expresión vacía, con la única diferencia que se le notaba su enojo por las estupideces de ella, regalándole como respuesta un pequeño escupitajo a sus pies – Procure no perder la lengua, “señorita” – Dijo volteando los ojos, sacando de su bolsillo a la espada blanquecina para ver que esta tomaba su tamaño original de un parpadeo, comenzando a correr velozmente en dirección en que fue el castaño.

Ir en su mismo camino le ayudo un poco, porque fue por la fuente ayudándole con eso de la saliva, pero ahora; es lo menos por lo que se preocupaba. En el camino pudo distinguir algunas cosas fuera de lugar, como los arbustos que tenían hojas fuera de su sitio, uno que otro objeto que se movía levemente como si alguien les hubiese empujado, además de ello; las huellas de agua que habían sido origen del muchacho cuando se cruzo con la fuente de la escena del crimen. Le siguió poco a poco, procurando que no se notara tanto que le estaba siguiendo, es mas; quiso hacerle una jugarreta y fingió ver al caballo no muy lejos y, si el animal estaba cerca, el jinete también.

Se separo del camino inicial para crear el suyo propio, pasando por algunas copas de los árboles o techos de casas, siempre manteniendo la vista hacia donde posiblemente estaba el castaño. «Hum… mala idea el haberte decidido jugar al escapista» Dijo, riéndose por lo bajo mientras que sonreía complacido de tener en la mira a su presa. Teniendo en frente otro árbol, tomo provecho de este y guardo su espada a espaldas, aferrándose de una rama lo suficientemente fuerte para que sostuviera su peso en un acto de locura: Usar ese impulso adicional para echarse hacia delante, ir “volando” por los aires hasta quedar a la cabeza del príncipe.

Por mucho que le dolería aquella caída, debía intentarlo. Además… parecía divertido.

Hizo lo posible para cuadrar tener una echada agradable, intentando impulsarse hacia delante en cuanto tenía a su pequeño escurridizo cerca, lo cual sonrió al ver donde sería su aterrizaje. Calculo, y rezándole a que tendría suerte a que su pierna no sufriría, cayó sobre el muchacho. – ¿Vas a alguna parte? No tenias que correr si no querías comerte tus verduras

Y creyendo que le tenía en la palma de sus manos, el muchacho también le habia tomado por sorpresa, y realmente; que le habia tomado por los pelos. No es que se creía un tipo con músculos sobre músculos o músculos en los ojos, porque estaba poniéndole fuerza a su pie malo y ya habia sido mucho el correr toda esa distancia junto a la cantidad de piruetas y giros que dio antes de aterrizar. Cualquier podría haber caído desplomado, incluso él, pero sus entrenamientos le habían ayudado bastante, pero no significaba que su papa tomase mucho en cuenta eso y le exigiera más de lo que debía. Mas sabiendo que una vez casi termina discapacitado…

Rio, sin embargo; dibujando una leve curva en sus labios que le hacía ver hasta el niño mas radiante del mundo. Le gustaba sonreír, si, le hacía sentir bien, si, pero no le gustaba que otros le viesen así. – Pues atacar a un soldado tampoco es que te va a ayudar mucho, “mi señor” – Dijo, arqueando una ceja – ¿Qué pensaría la Reina si uno de los Generales al mando, acusa a un miembro de la Realeza a atacar a alguien que le protege, y tiene pruebas en su contra? Solo por ser el niño bonito, no significa que te vas a salvar de todas… – Eso ultimo lo dijo con algo de desprecio, como si hubiese tenido rencor de hace muchos años con él, aunque apenas sabía de su existencia y que era superior en casi todos los rangos existentes.

Tomo con fuerza a su espada, como si fuese a usarla para cortarle la cabeza, solo dio un corte al aire para obligarle a retroceder y que tuviese oportunidad de levantarse. Cuando puso los pies sobre la tierra –a duras penas porque el derecho le hacía perder un poco el equilibrio y fruncir el ceño–, hizo una pequeña reverencia de respeto y siguió con la curva en su labio – Roxas… un placer. Ya le conocía –como seguro ya debe saber–, pero no tuvimos la oportunidad de presentarnos formalmente

Pero ahora si me conoce – Afirmo, con la misma sonrisa a medio lado un tanto forzada y burlona. Ahora que tenía la oportunidad, lo mejor era pensar realmente en que le iba a acusar. ¿Atacar a un soldado? Bueno, esa no era la mejor idea de todas, porque a fin de cuentas él habia sido el primero en abalanzársele descabelladamente desde un árbol hasta la tierra, y tampoco es que haya ganado mucho con eso. ¿Ensuciar el vestido de una mujer de mucha lengua? Eso no tenía sentido, cualquiera se podría ensuciar las manos hasta rascándose la cabeza. Que podría usar, que podría usar…

Ja, vale… no tengo nada – Admite con unas pequeñas carcajadas, poniendo ambas manos a la altura de sus hombros mientras que dejaba colgar una de sus espadas – Aunque tampoco es de muy buena educación que vaya corriendo a donde se le dé la gana, ya de por si iba poniendo verde a la vieja de hace unos minutos con tantos gritos. Solo procure no manchar demasiados vestidos… y si lo hace, dele en la cara – Dijo como si nada, como si pudiese coger rápidamente confianza del príncipe – Esto se habia tornado divertido, a fin de cuentas; hacía tiempo que no corría así, ¿me entiende? – con una de sus manos, se acerco lentamente para darle 2 toques a su pierna derecha – A fin de cuentas eso es lo que quería, ¿No? Alejarse de la gente del Reino unos minutos, aun sabiendo que ahorita casi nos están observando – Respondió, haciendo una señal con la cabeza hacia atrás donde posiblemente fuesen a estar alguna gentuza que les habia seguido.

Bueno, asumo que su corcel no tendrá problemas para llegar a casa, ¿quiere que le carguen o prefiere irse de pie a donde se le venga la gana? – Pregunto con cierto descaro, acomodando su espada de manera que la punta tocara el suelo y pudiese apoyarse un poco de ella.

Spoiler:

Que tenga brazos delgados no significa que no tenga musculo, aunque no lo digo por la grasa que cuelga de vuestro brazo… – Se cruzo de brazos con una sonrisa retadora, mirándole fijamente mientras que arqueaba una ceja – No es por decirle robusto, es solo que me ha caído pesado, ¿Entiende? – Con el descaro, se atrevió a dedicarle unas carcajadas. Se limpio los ropajes como si imitara el chico pelirrojo, incluso llevo su espada hasta el hombro para pasar sus dedos entre las hebras de su cabello, intentando quitarse el leve sudor que había recorrido su rostro ante todo ese largo trote. Se dio media vuelta mirando por el rabillo de su ojo, notando como había un grupito de personas con la curiosidad de saber que estaba pasando, haciéndole extender su gesto como si esperara a que siguieran observando. Más allá de ratas de colores oscuros, eran unos completos y pesados cotillas.

¿“Secuestro de menores”? Vale, le creo; pero lo que espero es que mi padre no crea que soy un seguidor de ancianos – Correspondió a su comentario sarcástico con mas sarcasmo, andando a las espaldas del muchacho sin quitarle un ojo de encima a los que les venía por detrás. Estaban lo suficientemente lejos de ellos como para no escucharles, sin embargo sus labios moviéndose al susurrar eran más que suficientes para hacerle saber que habían visto la barrida olímpica que habia hecho con los cabellos del Belmort, ciertamente; sus superiores no aceptarían ese comportamiento, pero si el príncipe tenia las libertades de mancharle el vestido a una anciana que le sobraban arrugas, ¿Por qué no podría él hacerse con una travesura de pequeño? Le hacía falta hacerse el niño un poco, había durado como un adulto por demasiado tiempo y creía que un poco de diversión no le caería mal – Y… ¿A dónde nos dirigimos exactamente? – Pregunto rompiendo el silencio, manteniendo su arma fija en el hombro.