Complicaciones

Aunque la mayoría de los presentes hubieran esperado que objetara, Sarah solamente asintió ante la resolución del juez. Pero en su rostro se notaba su disgusto y en sus ojos su dolor. El anciano Cornel Orchid se acercó a ella y, sin mirarle, murmuró:

-No se preocupe, -dijo mientras tocaba con sus nudosos dedos la mano de Sarah.- Si él vuelve a este reino, que le aseguro que lo hará, yo lo acabaré con mis propias manos.

La mujer le miró de soslayo. El viejo no tenía ni mínima idea de lo que estaba pasando.

-Me retiro, Orchid -dijo poniéndose de pie y luego se alejó caminando por el pasillo.

Resultaba increíble lo rápido que el tribunal quedó semi-vacío. La gente se retiraba tranquilamente, casual, como si todo hubiese sido un espectáculo sin mayores consecuencias ni complicaciones. Mientras tanto la reina se dirigió sola hasta la enorme puerta de la sala. Y antes de irse decidió dedicar unos breves momentos para interrumpir la conversación entre el soldado y Southworth.

-¿Una escolta? -mencionó acercándose con curiosidad. El soldado asintió.- ¿Quién dio esa orden?

-El coronel Gutiérrez, Su Majestad.

-Ah, ya veo -dijo observando a Nero, mas continuó hablando con el militar- vaya y dígale a Gutiérrez que no permitiré eso porque las escoltas son exclusivamente para honrar a alguien o para darle protección.

En un principio pareció que el soldado no había comprendido el mensaje, mas luego sintió la dura mirada de Sarah sobre sí y salió de inmediato a buscar a su superior. Pero aquello era solamente una distracción, pues en cuanto se hubo ido, Sarah dirigió la mirada a los gélidos ojos de Southworth. Pudiera sonar irónico, pero justo cuando Sarah había creído que comenzaba a conocerlo un poco, notó que se había vuelto incapaz de identificar aquella desgarradora expresión en sus ojos azul. Y se sintió como en aquella noche en el desierto, como cuando despertó herida y desconcertada en la tienda del General de un ejército que no era el suyo.

Hubo un momento en que ya no pudo sostener la mirada durante más tiempo y vio hacia otro lado.

-Me he dado cuenta de que una persona que realmente te amara no te trataría así, -afirmó- yo he estado comportándome contigo como si no te amara. Y tal vez eso verdad y en realidad no te amo -dijo con tranquilidad y decisión. Mas en su interior sentía revolviéndose sus sentimientos y sus mentiras. Era algo doloroso y nauseabundo, pero ella sentía que si demostraba algo de arrepentimiento o de cariño se vería doblegada. Y creía firmemente que nadie en Corazones querría ver a su reina doblegarse.

Con un paso se dio la media vuelta y quedó dándoles la espalda.

-Nueve horas, -le dijo, mirándoles por sobre el hombro- Nueve horas para que tú y tu hermano salgan de este reino, al cual espero que no vuelvan jamás.

Ahora solo era un criminal y/o exiliado más del reino rojo.

Una ventaja -Efímera a mi parecer- Es que la tortura de un juicio había llegado a su fin, a su verdadero fin. Y después de que unos soldados parecían querer poner el "esfuerzo y la buena mano de obra" en escoltarnos a la estación de trenes; apareció la reina diciéndole X cosas y todos ellos se fueron, no sin antes de que el mayor canido me tomará y me colocará tras de él. Me daba igual lo que se estuvieran diciendo, poco le estaba escuchando e importancia no le iba a dar así como también simplemente centraba mi vista en cualquier punto del lugar en un intento de distraerme.

¿Nueve horas? Supongo que es el tiempo para sacar "mi basura" del reino; aún así nueve horas se me hacía poco.

Supongo que ya nada podía hacer, más que resignarme por ello. Y el mayor, ya se estaba tardando; al girar a verlo solamente tenía la imagen de su espalda. Le dí un ligero empujón con ambas manos (Que las tenía esposadas) y con un movimiento de cabeza le indique de que nos largáramos ya de aquí.

Adiós... Reino de Corazón.

Mirándole con orgullo y altivez, Sarah permaneció sin moverse un ápice.

-¿Y qué vas a saber tú sobre lo que quiero? -contestó con frialdad. Entonces dirigió la vista nuevamente hacia el frente, dándole la espalda otra vez. Y quizá esa sería la última imagen que tendría Credo de Sarah, pudiendo tan sólo verla por detrás... pudiendo sólo ver su cabello negro descansar suavemente sobre una larga capa dorada y marrón, que le recordaba quién era ella.

Un pelirrojo militar se acercó a ellos.

-Mi reina -dijo el Coronel para saludar.- Estamos listos para retirarnos.

Sarah asintió mecánicamente con la cabeza. Luego ambos comenzaron a caminar a la salida del tribunal con la intención de unirse al resto de los guardias.

Durante el camino de regreso al castillo, Sarah no habló con nadie. Se alejó mentalmente de todo y de todos, y guardó cada uno de sus gritos desesperados y sus lágrimas.

"¿Qué es lo que realmente quiero....?" pensaba. "Aunque lo que pienso atente contra la razón, a mi corazón no puedo mentirle. Sé que voy a perderte y que voy a sufrir. Pero no puedo evitar ser así..."

"Te quiero a ti, Credo. Quiero quererte como tú me quieres. Quiero que vivas conmigo. Quiero hacerte sentir cosas que nunca hayas sentido. Y que me hagas sentir tu afecto. Llévame junto a ti. Quiero que despiertes a mi lado cada alborada. Que me busques, que me llames, que me toques, que me beses. General..., quiero que seas mío."

Y el General enmudecio...

La sorpresa no tardo en divisarse en sus morenas facciones ante las palabras de su real majestad de Corazones. Tal y como penso, era alguien que estaba fuera de su alcance. Sonrió con seriedad al momento que desviaba la mirada de la figura de Sarah.

-"Era de suponerse"- Suspiró con desgane.

No pudo decir las cosas que hubiese deseado expresar, el Coronel apareció para interrumpirles una vez mas, y quizá, esa era la última vez que el General de Diamantes veria a Sarah wilhem y, solamente, se dignó a observarle mientras se marchaba, sin despegar el azul mirar de ella. Afortunadamente, el empujón de Nero le distrajo de su patetico pensar. Solo asintio con la cabeza, antes de tomarle por el brazo -aunque nada brusco, claro- y comenzar a caminar...

Sería un largo trayecto hasta Diamantes, y el ambiente demasiado tenso una vez que llegasen a su hogar. Tendria que explicarle mas de una cosa a Nero, que, suponia, no tendria ganas de entablar palabra alguna con él.

-Andando, no tenemos ya nada que hacer aquí- Mencionó al salir del lugar ahora sin tocar al menor por el hecho de no incomodarle. Se acomodó la gorra.

-Seth, nos largamos- Y sin mirar hacía atras continuarón hasta la estación del tren.

No teniendo contratiempos de ninguna indole, Credo libero a Nero de sus "cadenas" y no mencionó palabra alguna durante el trayecto aunque el médico le insistio.

En serio ¿Cómo es que podía ser tan estúpido en cuanto relaciones personales se trataba? Sin duda, se descepcionaba así mismo, y con ello, a quienes le rodeban...