Hora del té con un invitado no deseado [Priv.Blake]

Se encontraba en el jardín de la mansión Senri, el reino de corazones últimamente había estado tranquilo, aunque se rumoreaba un conflicto con el reino de los Diamantes, para desgracia de Shiki esa información no llegaba directamente a sus oídos desde que su padre le sancionó por torturar a las mucamas cada vez que se atrevían a mirar a su mayordomo, menuda estupidez. Lo peor era que el castigo no terminaba allí, si no que además el bastardo cabecilla del linaje le había arrebatado por tiempo indefinido a su juguete de cabellos platinados, ¿Acaso era un niño?, el pelirrojo no comprendía el fin de una prohibición tan infantil, confinarle en la mansión, dejarle sin sirviente y negarle la participación en las asambleas era algo que carecía de sentido, pero el colmo de todo era que la excusa de su padre fue la “inmadurez”, ¿A qué venía todo eso? Sólo era un pretexto para fastidiarlo, después de todo… hasta hace un mes Shiki había manejado los asuntos de la nobleza de forma impecable, por lo que aquel argumento barato no era más que una nueva forma de fastidiarle.

Recostó su barbilla en sus dedos entrelazados y miró las rosas rojas del jardín con resignación “Odio la tranquilidad, pero en parte me alivia no tener que tratar con los nuevos nobles y la forma desvergonzada en que tratan de venderme a sus hijas en matrimonio” comentó cerrando sus ojos un momento y sonriendo de forma vil “Como si fuese a aceptar a esas basuras…” concluyó sintiendo la tranquila brisa de otoño que fue interrumpida por una asquerosa presencia.

- “D-disculpe amo Senri… s-su té…” interrumpió temblando una mucama joven que poseía un vendaje en su ojo derecho, Shiki no se molestó en mirarla, mucho menos en responderle mientras la chica acomodaba la fina porcelana sobre la mesa y servía el té de rosas con las manos temblorosas.

“ No te atrevas a derramar una sola gota…” le dijo fríamente sin dedicarle si quiera una mirada, lo que puso más nerviosa a la joven sirvienta. La crueldad del pelirrojo era tal que ninguna de las mucamas de la mansión quería atenderle, esa siempre había sido la tarea del mayordomo Shin Reizei, quien como era sabido era el único a quien Shiki no aplicaba torturas, pero desde que este le fue arrebatado pro su padre cada persona que trataba con el joven heredero terminaba usando vendajes, algunas habían perdido un ojo, les habían quebrado las manos y otras simplemente habían muerto. La servidumbre se sorteaba entre sí para tratar con el noble y quien perdía en el juego de azar arriesgaba no sólo un turno laboral, si no también su vida.

Shiki frunció el seño molesto al sentirse fastidiado por el terror de la chica así que golpeó la mesa y le miró de forma desafiante, lo que hizo que la joven comenzase a llorar de miedo “Desaparece… eres una incompetente.” pronunció con una frialdad que calaba hasta los huesos y la aterrorizada sirvienta no hizo más que huir.

“Estoy harto de esto…” pronunció de forma calmada delineando con su dedo, índice el borde de la porcelana y observando el pétalo que flotaba en el aromático té, esperando que algo interesante ocurriese, cosa que a esas alturas dudaba.

Estaba caminando por la calle principal del reino de corazones, en donde se ubicaba un mercado, camino entre los comerciantes que ofrecían a gritos sus productos. Quizo observar los productos a la venta y no vio más que fruta muy madura, golpeada o putrefacta, clásica situación de un país en guerra, o después de una guerra. En cada esquina se encontraba un par de soldados, que lo observaban curiosos, no hacía más que desviar su vista con desprecio ante la observación de él como un delincuente más. Ya era el final del mercado, faltaban solo unas tiendas, cuando se escuchó un grito despavorido- “¡¡¡LADRÓN!!!” -Se giró a observar, era una joven vendedora que apuntaba en su dirección. -"¿…Yo?"- Mal entendió todo, iba a responderle a la chica pero los guardias lo rodearon. El verdadero ladrón, un sujeto detrás del joven que sonreía malicioso y desaparecía en la oscuridad de un callejón con un bulto en sus manos era a quien buscaban, lo divisó solo cuando era rodeado por los guardias-. “¡Maldición! ¡Yo no he sido! ¡Esa idiota no me apuntaba a mí!”- La joven se encontraba choqueada, al parecer su victimario fue un despiadado. La compadeció, mas él debía salvarse. No hizo más que observar en todas direcciones y divisar un espacio entre los guardias, no era muy alto debido a su edad y era además de contextura delgada. No lo dudó y escapó por dicho espacio. Corrió, a toda velocidad, lo perseguían los soldados, ya casi lo alcanzaban, su cuerpo estaba por ceder, todo empeoró cuando se vio rodeado por muros altos, verdes, simplemente no notó cuando quedó encajonado por ese entorno, escuchaba los gritos de los guardias, estaban cerca. Él no podía caer preso, el debía escapar de este mundo, volver a su vida normal, salir de esta pesadilla y volver a su realidad. No encontró más salida que aventarse contra el muro de enredaderas. Cayó al suelo del otro lado, en su rostro quedo la marca de esta hazaña, un rasguño que dejo que un poco de sangre aflorara de esta, paso su mano dejando aquel liquido esparcido en una fracción pequeña de su mejilla. Se levantó. se quedó quieto y en silencio, trataba que su ritmo cardiaco volviera a ser normal. Escuchó como los gritos y pasos de los soldados se alejaban-. "Al Fin..."- Respiró profundo y con su vista trato de ubicarse, era un jardín de rosas, rojas, color emblema de esta nación y característico de aquel asqueroso elixir de tono carmesí que corría en sus venas.
Comenzó a avanzar, una brisa removió sus cabellos, se detuvo, entre los altos muros se divisaba una casona. Corrió hacia está llegando al patio trasero notando la presencia de un joven de cabello rojizo quien era atendido por una temblorosa mucama, desde su distancia observo todo, el miedo, la ausencia de vida en los ojos del acaudalado joven, solo bastaron unas palabras de este ultimo para que la sirvienta entre llanto saliera corriendo. La escena lo hizo enfadar, ese joven dio a notar el hecho de su propia desgracia, un ser patético que se auto alentaba con el sufrimiento de los demás, era un aprovechado, sabiendo su autoridad sobre los demás los hacía temblar con frases sin corazón. Camino en calma y se detuvo al frente del muchacho que delineaba con sus pálidos dedos el borde de una delicada taza, lo observo con cierto desdén y soltó- “Eres un asco”- No quito su vista del joven de ojos cristalinos dedicandole una clara actitud de desprecio y rencor.