No llego ni temprano ni tarde, llego cuando me lo propongo.

Off: Garn es mi lobo blanco mascota. Aparece en mi ficha. Podés usarlo y moverlo como te plazca, no es más que un mero objeto.

-Vamos a ver a los reyes. Vamos a ver a los reyes. Vamos a ver a sus majestades. Vamos a tomar té. Vamos a tomar delicioso té. Vamos a tomar magnifico delicioso té.
La emoción me embargaba a medida que nos íbamos acercando al palacio de tréboles y se me hacia irremediablemente duro estarme quieto. Dando palmadas y repitiendo hasta la saciedad lo mismo una y otra vez durante todo el viaje había hecho que para mis sirvientes se les hiciese más duro que a mí el viaje. Todos se mantenían en silencio ignorando lo molesto que resultaba, impotentes ante la idea de mandarme a callar mientras que otros aplaudían conmigo. Aún sabiendo lo agradable y comprensible que era con ellos, el abismo de clases no les permitía negar mis impulsos. Finalmente callé inconscientemente ante el paisaje desde mi carruaje. Estábamos cruzando un vale enorme, frondoso y verde. El horizonte había desaparecido ante la frondosidad de la naturaleza. De la misma manera bloqueaba prácticamente los rayos del astro rey entre sus ramas. Con esos colores mi carruaje quedaba camuflado ya que la ausencia de colores que no fuesen verde no destacaba nada.

Levante la mano con la palma extendida como símbolo de que se detuviesen que lo hizo al instante. Estaba harto de permanecer sentado y quería aprovechar el lugar para estirar mis agarrotadas piernas antes de ver a sus majestades de verde. Decidí adentrarme en las profundidades del bosque y mi mayordomo comenzó a seguirme, pero previendo esto le clave la mirada, el cual respondió con una reverencia y volviendo al carruaje dando órdenes. Me volví y comencé a caminar sin ningún rumbo alguno. Caminaba en silencio, escuchando solamente el cantar de los pájaros guiándome hasta un lugar sorpresa. Iba identificando algunas ramas de las cuales robaba el aroma para confirmarlas. Había varias con las que hacer un té delicioso y verde. Tras caminar un poco más de repente el bosque desapareció como en una frontera. Está estaba totalmente limpia de plantas e iluminada y en medio un gran lago cristalino. El sol reflejaba directamente en el lago y me cegaba pero no podía cerrar más mis ojos que pocas veces se hacían ver. Extendí mi mano para tapar el sol de mi cara, molesto. Intentando apartar la mirada directamente de aquel destello insufrible me pareció ver una figura tumbada al lado de lago. No estaba muy seguro de ello pero me acerque a comprobarlo. A medida que me acercaba más y más podía divisar mejor las fracciones de una mujer mirando algo, unas hojas o un libro tal vez. Cuando me encontré frente a ella esboce una sonrisa que siempre había estado ahí. –“Adoro las bellezas y adoro las princesas, que suerte la mía de encontrar una nacida del lago en mitad del bosque. Es un honor conocerla, princesa de tréboles.”

Observe como la hermosa joven de pelo cenizo, reluciente al sol se fijaba algo alterada en mí y me analizaba de arriba abajo. Parecía una ninfa de los bosques, frágiles y escurridizas damas que danzaban por la naturaleza, y porque qué no haber empezado por el adjetivo de hermosas. La seguí con mis ojos achinados y entre abiertos sin inmutar mi rostro o mi sonrisa, sombreado por mi sombrero verde, a juego con el ambiente.

La radiante muchacha se levanto a mi mismo nivel y se limpio el vestido, que aun mantenía su blancura. Con una voz dulce y refinada respondió. Antes de que siquiera acabase la primera frase, un canino enorme y blanco como su vestido y la pureza que irradiaba apareció. Un tanto sobresaltado, que borró un poco mi sonrisa por preocupación y me hizo dar un par de pasos hacia tras levantando las manos. Al instante, al verlo tranquilo de relaje y solté una carcajada por mi estúpida actuación. Tras eso, volví a prestar atención a la princesa. Elegancia y respeto en sus palabras, dignas de alguien de su categoría. Al acercarse, extendí la mano como gesto de que se detuviese y me arrodille sobre una pierna, quitándome el sombre y llevándomelo al pecho mientras con la otra mano tomaba la suya y la acercaba a mis labios. – No hable de usted así, usted es una princesa y no tienes porque saber quién soy yo, tiene obligaciones mayores. – Tomé una pausa para besar su mano y volver a incorporarme. Volví a colocarme el sombrero antes de seguir elogiándola. –Además, no reconozca mi merito, todo el mundo sabe quiénes son los reyes de tréboles y conocen a su preciosa hija… - Abrí mis ojos, mostrando su color original, amarillos, brillantes como piedras preciosas y feroces como los de un felino, y continué desbocando sonrisas. - …y a su protectora mascota Garn. – Dedique una breve reverencia a su “perro”. En ese instante el lobo comenzó a ladrarme como una bestia del infierno, mostrando sus dientes y en posición hostil. Esta vez me mantuve en mi posición riendo a carcajada mientras aquel animal pensaba con lanzarse a degollarme. – Vaya princesa, al parecer los animales de palacio no son tan educados como vos jajajaja.

Off: Se sobreentiende que, dicho noble, sos VOS casualmente xD

Podía notarla quizás un poco tensa y nerviosa por mis gestos, cortesía y alabanzas. Resultaba extraño encontrar alguien de la realeza que no se las creyese realmente y actuara con modestia. Pero bueno, aun era joven y el poder no la había corrompido, era solo cuestión de tiempo que alguien lo hiciese, quizás una figura horrenda, horrenda y verde, con una taza de té en la mano.

–Podré callar, pero la belleza persistirá. – Reí insistiendo en resaltar sus virtudes femeninas mientras volvía a ocultar mis ojos en esa forma achinada prácticamente cerrados. –Tranquila, no se disculpe por su mascota, es un simple animal y quizás la culpa haya sido mía por abordarla de esta manera. Todos debemos proteger a quienes nos importa. Quizás a partir de ahora tenga dos protectores. – Si hubiésemos estado a solas le habría arrancado la cabeza a ese chucho. Volví y dibujar una sonrisa en mi cara que alternaba al lobo y a ella mientras reía casi descontroladamente y me arreglaba el sombrero.

Al parecer ya habían recibido la notificación de mi llegada al reino y aunque no me podía recibir directamente la reina lo habían planeado todo perfectamente sustituyendo a la anfitriona. No solo sorprendían con aquella eficacia sino que además se habían permitido invitar a alguien más. Al fijarme que hacia el amago de irse pensé que quizás sería mejor conocerla en la intimidad del momento que bajo la mirada de todo el mundo en palacio y con otros invitados. La agarré de la mano en cuanto me dio la espalda y de un ligero tirón, intentando que no fuese demasiado brusco, la coloqué contra mi cuerpo y la agarré de la cintura extendiendo la mano con la que la había cogido, como si se tratase de una posición de baile de salón. –Perdone mi osadía pero no creo que a ese noble de espadas de importe esperar. – Mi voz era dulce con un tono un tanto seductor para convencerla de que se quedase conmigo. –No creo que le interesase demasiado conocer a los reyes si no puede disfrutar de un rato a solas con la dulce princesa. Quédese un rato más con Don Té y disfrute de un baile a solas.

La princesa noble, seguidora de las leyes y deberes de su reino, cumplidora de sus obligaciones antes que del ocio y el gozo en el que caíamos los bien posicionados parecía haber caído también. En las tretas de un fanático de té bailaban ambos olvidando que ellos mismos se habían concertado en un cita unas horas más tarde.

Dejaba que me rodease con el brazo y se apoyase sobre mi pecho a la vez que comenzaba a dar ligeros pasos de vals. – ¿Le ha disgustado la sorpresa? Porque yo no podría haber elegido una acompañante mejor, y menos una con la que verme dos veces en el mismo día. – Desde mi posición más alta podía oler su aroma a naturaleza y flores, como el de un jardín virgen y cuidado con todo tipo de lujos. En una de las vueltas mi gorro salió despedido de mi cabeza y girando sobre sí mismo quedo flotando sobre el agua a unos metros de la orilla. Mi única respuesta ante eso fue una ligera carcajada mientras continuaba bailando sin un final a la vista. Pero claro, siempre existe el aprovechado que te pide a la chica para continuar el con el trabajo. El molesto Gran volvió a mostrarme sus monstruosos dientes y a gruñir bajo su pestilente pelaje. Mis ojos volvieron a asomar, radiando aura de maldad como los de una serpiente que se clavaron directamente en los de mi contrincante. Acerque mi cabeza más a la de mi dama para evitar que pudiese ver la manera en la que amenazaba a su mascota real. En un instante el chucho soltó un par de gemidos y agacho las orejas y la cabeza y continuaba con mi conversación triunfal. – La música procede de los instrumentos, que proceden de los corazones de las personas. A menos que carezcas de corazón, podremos improvisar sin música toda la eternidad. – Aquellas palabras sonaron en mi interior hipócritas incluso para mí. No bailaba gracias a mi corazón, ya que el vacio en su lugar correspondiente nunca ayudaba, pero podría arrancar un poco de la inocente y aprovecharlo.

Comenzaba a parecer que la cortesía y el respeto propios de nuestro carácter, de alguna manera, lo convertía en seducción, no sé si era por su parte pero este carácter la dotaba de una belleza que pocas mujeres mostraban. De la misma manera que rechazaba algunas cosas, notaba que de alguna manera le gustaba. - Entonces algo estaré haciendo mal. Tranquila, procuraré que todo lo que haga sea de su gusto. – Como ya creía, su palabras no eran tan de fiar, ya que alguien que no se lo pasa bien no tararea ni ríe con tanta alegría.

Al poco tiempo término el baile, al parecer ella había perdido las ganas de continuar. La miré preocupado y con un poco de tristeza. No era posible que hubiese sido por haber visto mi amenaza a su perro, me había preocupado bastante en ocultarlo. – De alguna manera me ganaré tu corazón. – Permanecí unos momentos en silencio y tras aquello de dediqué otra sonrisa para demostrar que no estaba disgustado. Mientras tanto ella comenzó a ponerme en marcha recogiendo sus pertenencias i en un momento me golpeo al final de la nariz con sus cabellos platinos. Hice un gesto como si agarrara el aire y lo atraía hacia mí, oliendo su aroma de nuevo.

Una vez que todo preparado para irnos cada uno por su lado confesó que no tenía carruaje. Me resultó curioso cómo había conseguido llegar hasta aquí sin ningún guardia y tan lejos del palacio. – Será un placer, así podremos permanecer un rato más juntos y disfrutar de una conversación. – En ese instante apareció de la nada un hombre joven, de cabellos negros y bien vestido, recto y formal. – Señor, ya es hora de continuar nuestro camino, los reyes de tréboles se impacientarán si no está usted a la hora concertada.- El hombre se quedó plantado en su sitio sin decir nada más. Ni si quiera se dirigió a la princesa. – De acuerdo Gabriel, muchas gracias por estar atento. – Me acerqué a la princesa colocando mi mano sobre su espalda dirigiéndola hacia Gabriel. – Querida, hágame el favor de ir con mi mayordomo. Él la llevara hasta mi carruaje. Yo tengo que recuperar mi sombrero. – La lleve con Gabriel cogiéndola de la mano. –Darme un momento, ya os alcanzaré. – Gabriel comenzó a andar hacia nuestro vehículo esperando que la princesa le estuviese siguiendo.

Mientras tanto, procurando que no me viera, me agache en la orilla del lago. Aun acercando mi mano al sombrero no conseguía alcanzarlo. En ese momento de mi manga apareció una serpiente negra sin ojos que se arrastró por el agua hasta recoger mi atuendo y desaparecer de nuevo bajo mi manga. Lo agité un poco hasta que se secase y lo volví a colocar sobre mi cabeza, volviendo a caminar para alcanzar a mi compañía.