Lunar Clock -Priv/Yukari-

Tiempo...

Una palabra que en ocasiones desconcierta al semi demonio de hebras blancas.

Una vez más, Vergil suspiró observando el cielo estrellado de media noche. ¿Cuánto tiempo llevaba en el lugar? Sobre todo ¿cuántas veces no había tratado ya de encontrar una salida, y cuantas fallado? Todos sus intentos fueron en vano, si cerraba los ojos y se concentraba aun podía revivir aquel momento, en el que, según él, se había lanzado a las entradas del inframundo, y fue así como termino en dicho lugar.

Sus manos permanecían sosteniendo su arma por el mango, su katana reposaba frente a él como si un bastón se tratara. El frio vientecillo de media noche mecía su cabello. A sus espaldas el enorme reloj marcaba la hora, era uno de los puntos más altos que había encontrado, perfecto para reflexionar acerca de los errores del pasado. Si, ese hombre de gabardina celeste suele ser bastante orgulloso.

Pudo percibir unos cuantos pasos acercándose, sin embargo, el semi demonio no abandonó su posición o siquiera se inmutó, solamente se dedico a mirar sobre su hombro, para observar a la recién llegada…

¿Humana? No... Esa presencia no era humana, tampoco era una sobrenatural como la propia. A decir verdad, en ese extraño y alocado mundo, ha encontrado variedad de razas que, solo hacían mención en sus amados libros, en donde solía entretenerse por horas, siendo estos sus únicos compañeros desde hacía ya mucho tiempo.

Al parecer sus cavilaciones habían terminado inesperadamente, y por primera vez, no le importo. Tal vez se debía a que, su compañía, era una fémina, o tal vez que no irrumpió de manera tan “grosera” por así decirlo, al menos tuvo la educación de presentarse y pedir disculpas por su intromisión.

Afila ligeramente la mirada, antes de volver su mirar hacia el firmamento. Odiaba la gente, tener que “socializar” no obstante, tenía que hacerlo si es que no quería que su molestia le volviera a atrapar –motivo por lo que subió a ese lugar- tan solo por ser un estúpido y cometer varios errores, uno de ellos, dejarse engañar por una juguetona fantasma en el bosque. Entonces, giró sobre sus talones para observar a la rubia, y así, negar con la cabeza.

-No has interrumpido nada como para que tu presencia me moleste.- Comienza con voz frívola el de cabello blanco.

-Sparda.. Vergil Sparda. Mucho gusto. ¿Qué es lo que hace alguien como tú en este lugar-

Si, extraño, pues la pregunta podría ser aplicada para el mismo.

Nada como el fresco de la noche para relajar la mente. Sin duda había elegido un buen lugar para intentar relajarse, e irónico pese a la compañía de la dama, lo estaba logrando exitosamente, lo que en otras ocasiones no sería el caso.

Ese elegante ademan, sin duda atrajo más la atención del de ojos azules, el cual, solamente se limitó a volver a su posición inicial, como si fuese el guardián de la noche, o de ese sitio. El largo listón color dorado que estaba atado en su arma danzaba en el viento, junto con su gabardina.

Sparda... Que le llamara por su apellido y no por su nombre (pues irónico ese era el nombre de su padre, ser al que tanto admira) le regocijaba, aunque esto no se reflejara en su rostro. Escucho los tacones del calzado ajeno acercarse, entonces, nuevamente le miro. Asintió, siempre con ese porte altivo y hasta cierto punto imponente.

-Sin duda alguna es una noche ideal para despejar la mente. En este mundo, el cielo puede ser observado con claridad, he de admitir que no esperaba tal cosa.- Dos en uno, es decir, respondió ambas cuestiones de Yukari en una oración.

-Pensé en un lugar en donde la compañía fuese altamente difícil de encontrar. No malinterprete mis palabras, es solo que no suelo ser muy social, de forma que previamente ofrezco una disculpa por cualquier inconveniente-

-Sabias palabras- Responde ante las primeras palabras de la dama. A decir verdad, jamás había encontrado a alguien que pensara de semejante manera.

Tras de sus frívolas palabras, un ligero silencio se hizo presente. No le molesto tampoco, pues como dijo no es un gran conversador pese a su elocuencia. Suspiro ligeramente antes de responder a la cuestión nueva argumentada por la hechicera.

-No hace mucho realmente, quizá un par de meses. Si es que, los cálculos no me fallan. En este lugar nada tiene lógica, ni coherencia, me es difícil lidiar con un sitio similar- Y por ende, gente que se aprovecha de su ignorancia con respecto a ese mundo.

Al menos, la joven a un lado suyo parecía no tener esas intenciones como la fantasma que encontró en aquel bosque.

-Usted es residente del sitio ¿O cometo un error al pensar tal cosa? – Ya más calmado y hasta cierto punto relajado le mira nuevamente. –Es decir, su energía, no es algo que se perciba mucho en mi mundo tampoco, uno en donde los demonios suelen abundar-

-"Entonces es cierto que de este lugar no hay salida"- Suspiró pesadamente al llegar a la maldita conclusión. Tendría que acostumbrarse a vivir en ese mundo lleno de incoherencias y locuras sin iguales.

Sin embargo, la plática lejos de desagradarle o parecerle nefasta como con cualquier ser que en ese lugar se haya entablado conversación, le estaba intrigando, llevándole a cuestionar mas, a informarse más de su "situación actual" ya sea directa o indirectamente, cada detalle mínimo que fuera de ese espontaneo mundo, podría serle de ayuda.

A diferencia suya, Yukari pareció disfrutar desde el primer instante su estadía en el sitio. Quizá si era un "amargado" como su gemelo solía reclamarle en tiempos mejores. Afilo la mirada enfocando sus azules ojos sobre la figura fémina que le acompañaba.

"Una simple humana, algo que en el fondo odiaba"

Compartía el mismo sentimiento, pues pese a que la sangre humana corre por sus venas le repudia... El siempre ha pretendido ser un demonio completo, como su padre, razon por la que se encuentra en wonderland, pues creyendo iría a dar al inframundo, el se dejo caer por aquel portal...


-Por supuesto no. Me es difícil lidiar con algo tan espontaneo. A decir verdad me adapto rápidamente a la situación que lo amerite, no obstante en este sitio no logro conseguirlo por más que lo intente. Dicen que la locura embarga a uno en este mundo, sin embargo preguntome yo ¿Que es lo locura? Todos y cada uno de nosotros poseemos aunque sea un poco de ella, claro está, que manifestada de distintas maneras. De tal forma que no encuentro yo la coherencia en tal dicho-

Sonrió de forma ladina, aun con su platino cabello danzando al compas del viento, junto con los bordes de su gabardina y aquel listón largo y dorado de su arma.

-"¿Que pronto he de adaptarme?-" No, en realidad no era lo que él deseaba.

Lo que en verdad quería, era alejarse de ese lugar, regresar a donde pertenecía, o mejor aún, terminar en aquel lúgubre lugar infestado de demonios y donde el ser mortal y comun teme ir: El infierno. El antiguo hogar de su padre.

Aunque prefirió callado, contrario a lo que comúnmente su consciencia le dictaba. No pretendía envolverse en un mal entendido, al menos no durante esa noche. Que fácil le era a ese semi demonio causar tales cosas, debido a lo directo y un tanto despectivo que suele ser.

-Y creo saber el porqué, lejos de obtener una magnifica vista de todo el lugar, puede observarse con más claridad el cielo despegado. Sumado claro está que no hay tanta actividad por este lugar- Hubiese dicho que no la había en lo absoluto, pero ahí estaba, charlando con la chica de la ciudad de diamantes.

-Dime una cosa, Yukari. La persona que mencionas, ¿Fue quien te enseñó magia?- Le miró, una presencia como esa era facil de percibir, y la chica a su lado mencionó que habia dejado de ser una humana al llegar a ese lugar...