Reto semanal!

Sangre, gritos, cascos de caballos a lo lejos. El batir de las armas y gritos lastimeros de soldados. Una estruendosa risa que llena de ira a todo aquel que la escucha...

El viento de invierno sopló nuevamente, cruel y frio como su semblante se mostraba. Finos mechones se adherían a su rostro por la gruesa capa de sudor que descendía de sus facciones. A sus oídos la voz de uno de los soldados llegaba, o intentaba hacerlo. ¿Qué decía? No podía escucharlo, todo sonaba distante, como un murmullo, como una canción de cuna. Jadeos suaves escapan de sus labios convirtiéndose en esporádicas nubecillas de vapor frio.

Sus falanges presionaban ligeramente uno de sus costados, pretendiendo mantener el vital líquido que escapaba entre estas dentro de su cuerpo. Se sentía pesado, estaba aturdido, el cansancio le atrapaba, no era capaz de reaccionar tan ágilmente como siempre lo hacía ¿Por qué? No podía terminar ahí, sabe que debe mantenerse con vida, no obstante ve ese objetivo cada vez más lejos de él.

La tierra se movió a sus pies al separar el hombre estos con el fin de obtener una mejor postura y agarre para lanzarse al ataque, para su oponente parecía ser un juego pues la desquiciada y divertida sonrisa no se borraba de su rostro. Su espada parecía estar hecha de plomo pues aun con ambas manos le pesaba demasiado ¿Cuándo se volvió tan pesada?

Las chispas rojizas del friccionar de su espada contra del oponente volaron en el aire como si de bellas luciérnagas se trataran. Uno de sus compañeros acudió a su ayuda, pero pudo sentir como a espaldas suyas, algo saltaba contra la persona quien pretendió ayudarle.

Flexionó las rodillas para evitar ir a dar el suelo y presionó más a su oponente comenzando a caminar hacia delante. No sentía frio, no sentía nada que no fuera el cansancio El otro retrocedió pero para seguirle el juego, no se inmutaba ante una basura como lo era el soldado y entonces giró su arma haciendo que el contrarió moviera sus manos en siguiendo la trayectoria de su arma para dejarla en el suelo aún sin soltarle; simple como eso, le pateó ligeramente la cintura, haciéndole tambalearse, pero sin hacerle caer.

Humillar al enemigo, no había nada más satisfactorio que eso. Su demente risa no busco escondite alguno al observarle. ¡Basura! ¡No era más que basura! Tenía las de perder, pero no pensaba retroceder, decidió intentar una vez más, y una vez más sin éxito alguno. A su alrededor podía ver como más y más de los suyos eran mutilados y peor, algunos devorados y despues asesinados, en ese orden. De vez en cuando, también el volar de un líquido espeso y rojo se podía percibir en el lugar, manchando la tierra, el carmín era el color seleccionado y predilecto para esa ocasión.

Seria todo más fácil si dijera “Se acabo, me rindo” más sus ideales, su gente, la familia que le espera, le impide mencionar en esas palabras, en pensar en retirarse.

Verse humillado, no recordaba sentir algo peor que eso. Nuevamente la fría brisa golpeó acompañada de algunos cuantos copos de nieve, el invierno ya estaba demasiado cerca, entonces, le vería, le vería como un blanco fantasma de sonrisa angelical danzando bajo la nieve, mientras él le correspondía esa sonrisa. Una sonrisa tan cálida que era capaz de derretir la nieve, de hacerle entrar en calor debido al amor y ternura que sentía por ella.

Por algo eligió ese camino…

Una estocada fuerte, certera, acompañada de un impulso ayudado por la inercia. Un golpe más y vería entonces a esa otra persona, ambos tomarían una taza de chocolate caliente junto al fuego de la fogata y él le diría sus planes, los nuevos planes de una familia, en donde ese joven sería bienvenido. Otro golpe, más chispas rojizas. Un golpe más y vería entonces a ese gran amigo con el cual suele tener rencillas, ambos se jugarían bromas pesadas y reirían como un par de chiquillos malcriados mientras toman un vaso de vodka o algo más fuerte.

Todas esas memorias inundaban su mente, convirtiéndose en combustible para su valentía; valentía que obviamente le impulsaba a seguir adelante, seguir intentando.

Un golpe más…. Un golpe más…

Un golpe más, y un pedazo de su espada voló por los aires. Un golpe más y de sus labios hilos rojizos emergieron.

Y el arma de aquel demonio se adentro más en su cuerpo. Jadeante, tembloroso, llevó sus manos hasta el arma ajena, pretendiendo sacarla de su físico. Le encaró, esa maldita sonrisa jamás pudo borrársela del rostro.

Escuchó su nombre, en labios de otro soldado, la voz que ya desde hacía un rato venia tratando de escuchar. ¿Qué decía? Ahora lo sabía, le llamaba, le trataba de sacar de ahí, pues se había percatado anteriormente que la herida de su costado le impedía moverse abiertamente; estiraba su mano, con afán de alcanzarle, de llamar su atención pese a los enemigos que trataban de frenarle, pues él los hacía a un lado con el filo de su arma.

Un golpe más y todo terminaría…

El hijo de los avernos alzó su arma con afán de separar la cabeza de su cuerpo, no obstante algo increíble sucedió, y entonces, el cuerpo del enemigo en arena se convirtió*. Pero era tarde… Pretendiendo mantener la vida en él, sus manos presionaban la herida, de nada servía estaba consciente, su respiración se va apagando poco a poco al igual que el poco calor de su cuerpo.

Puede verle, a esa hermosa albina que desde hacía no mucho se había vuelto su musa e inspiración. Le mira sonreírle, lástima que solamente sea deliro suyo, pues ahora ya no será capaz de verle. Todas esas cosas que jamás le diría, y esas sonrisas que jamás le dirigiría…

Su cuerpo cayó hacia delante, una sonrisa triste se dibujó en su rostro. Su diestra se estira pretendiendo alcanzar algo frente suyo. O a alguien…


Ha fallado a su promesa de no dejarle solo. Copos de nieve comienzan a descender del cielo haciéndole recordar con más fuerza a esas personas que seguro esperaban que regresara con bien. Estira sus falanges…. Sus labios se abren tratando de pronunciar unas cuantas palabras, de llamar al joven que está de espaldas frente suyo, de aferrarse a lo poco que ha conseguido en la vida… De aferrarse a continuar viviendo. Cosa que hasta hacia poco creyó que jamás haría, entonces, no había motivo para seguir respirando… Su cuerpo se arrastró ligeramente, sintiendo con el movimiento la calidez de la sangre que había comenzado a juntarse bajo suyo.

-No quiero morir… No ahora… Ahora que le he encontrado… No quiero dejarle solo…- Estiró su mano con afán de hacer que se detuviera, la figura que veía frente suyo comenzaba a alejarse no sin mirarle sobre su hombro. –No ahora… no ahora… perdóname… Nero…-

Quizá solo habría alguna cosa de la cual se arrepentía, de no haber compartido mas momentos a su lado, de la persona que mas amaba y jamás declaro su sentir hacia ella, de no decir cuan orgulloso estaba de su hermano y de no decir, cuanto le agradaba ese amigo con el cual fingía desagrado por mera diversión de ambos

La mano del capitán de Diamantes cayó inerte al piso, la brisa golpeó nuevamente haciendo que su cabello castaño y su blanca y alguna vez pulcra gabardina ondearan por el viento helado de otoño….

… El mismo viento frio que pareció haber extinguido la llama en la vela de la vida de aquel hombre de nombre Credo.