[Trama] Escuadrón 2 - Diamantes

Exacto, no solo Corazones debía ser el anfitrión de esta fiesta. Con la diferencia de que estos no forzaron la puerta sino que la tumbaron, literalmente. Muchos de los sirvientes corrían tratando de salvar sus vidas antes de que los balines de los mosquetes les alcanzaran o que aquellos soldados de negro se atrevieran a cortarles las cabezas con sus afiladas espadas. Esta vez, el sonido de las espadas chocando entre sí era lo que reinaba con el silencio de todo el lugar, con la finalidad de defender a sus majestades como han estado haciendo desde tiempos inmemorables. Entre ellos, alto, serio e imponente, la imagen de un hombre de quizá avanzada edad pero en perfectas condiciones físicas se paseaba en medio de aquel desastre, de vez en cuando se movía para atacar a uno que otro soldado que venía en su dirección con la finalidad de pararlo pero ni con eso detenía su porte intimidante y de sumo cuidado. Se detuvo solo para mirar a sus lados, buscando con la mirada aquel sonido como el de un sollozo que debía provenir de algún lado.

Su mirada paró a una de las esquinas del pasillo, una sombra parecía removerse y el sollozo comenzaba a hacerse más fuerte a medida que sus fuertes pasos se acercaban a este. Solo al asomarse pudo ver como unas hebras naranjas se movían de un lado a otro, los ojos marrones oculto tras unos grandes lentes le miraban a él con sumo miedo; al igual que sus pequeñas orejas de roedor se encontraban bajas; el semi-humano de ratón estaba tratando de proteger su vida.

-Yo que tú huiría –Dijo haciendo uso del tono más grave y profundo que tenía en su voz sumándole más puntos a su actitud intimidante. El roedor balbuceó unas cuantas veces antes de pararse apresurado y huir en otra dirección tropezándose a medio camino.

¿Es que acaso aquel hombre estaba salvándole la vida a un mísero sirviente? No, solamente estaba ayudándola a prolongar su muerte. Simplemente, ni los sirvientes ni los soldados de amarillos le interesaban.

El quería el premio más grande; al rey de Diamantes.

-Señor, -Uno de sus hombres se le acercó colocando su mano sobre su frente en una seña militar- Los soldados de amarillo no se rinden tan fácilmente a pesar de que hemos logrado mantenerlos al marguen con los mosquetes, ¿Cree que debamos…

-No –Inquirió sin dejar de terminar la frase al soldado- Sigan así, que lo importante no son los soldados sino los que mandan en este castillo.

El soldado se reverenció y volvió nuevamente junto con sus compañeros disparándola a uno de los de amarillo que se iba acercando a él.

-Escuadrón dos, listo. Sigo esperando a que los reyes se dignen en aparecerse –Mencionó con decepción. La gema del collar, al igual que la de la capitana del escuadrón uno paso de ser blanca a roja intensa y después volvió a su estado natural.

Y simplemente se digno a quedarse con las manos tras la espalda mirando como sus hombres hacían todo el trabajo de forzar a la armada. Volvió a suspirar decepcionado, no se esperaba que el actual rey de Diamantes fuera un cobarde que no se atreve a venir a acompañar a su armada en sus últimos días.

-Como se nota que es parte de tu familia, viejo amigo –Susurró al aire.

-¡No los dejen avanzar!- Se alzó la imponente del General de Diamantes.

En su izquierda, un gran escudo con el símbolo de la armada permanecía, en la diestra, su espada, ya no tan pulcra. Se había encargado de uno que otro invasor. No podía creerlo, su ejército era fuerte, sin duda, pero el ataque fue completamente inesperado, lo peor de todo es que, no podía confiar ni en sus propias tropas ¡Ya había dado baja a dos soldados de su mismo escuadrón que estaban con el enemigo!

El líder... Tenia que buscar al líder. Sin duda todo se desharía si el mismo cayese, no era un ejército, sino un puñado de rebeldes siendo guiados por alguien que, obviamente tenia conocimiento del castillo y eso, es lo que le preocupaba seriamente. Sin embargo sus cavilaciones no duraron mucho pues el filo de una espada se acerco peligrosamente, el castaño solo pudo repelerlo usando su escudo. Pateo a su rival, haciéndole perder el equilibrio y a su vez, permitirle el paso a un temeroso semi humano que huía de la escena, el mismo que aquel hombre imponente ahuyento momentos antes.

Sin duda se habían adentrado más de lo debido, debieron tener ayuda previa. Derribo a otro de los enemigos al golpearle en el rostro con el escudo. Sin embargo, al momento de hacerlo, dejo la guardia expuesta, y uno de aquellos que poseían mosquete, no perdió tiempo alguno y apunto contra el. El moreno no pudo hacer más que quedar con la guardia abierta, mirando con desesperación tal acto ¿Es que acaso quedaría ahí? Siempre imagino que su última batalla seria más honorable... Gruesas gotas de sudor descendieron de su sien.

Joker… Joker… Joker… ¡ASH! A donde sea que miraba ese maldito nombre esta escrito en ella como si de un símbolo tratase. Desde ese día, en donde técnicamente fui atacada y sorpresivamente apareció un hombre dándonos su “apoyo y ayuda”; conocimos en algo a la organización que estaría tras todo esto. Y sin embargo, no hallaba nada de ello. Había revisado cada libro de cada sección de la biblioteca en busca de algún indicio, podría ser que la organización era más ancestral de lo que creía. Cada libro, cada pergamino, cada carta o nota pero nada, lo único que sentía es como me frustraba cada vez más y más en mi misma.

Suspiré, recargando mi espalda al respaldo de la silla. Miraba la luna por la pequeña ventana de la biblioteca buscando quizá respuesta en ella misma; ¿Pero que estoy haciendo? La luna no me iba a dar la respuesta de unos exiliados, solamente iluminaría mi camino perdido. Y así mismo fue, como la luna iluminó “ese” camino, un estruendoso sonido provino de la entrada principal como también el vaivén de alguna cosa rugiendo ante el silencio de la noche; ¿Qué era eso? ¿Qué clase de artefacto hacía tan semejante ruido? Me había levantado y pretendía ir en dirección hacía tal ruido, cuando un chico semi-humano de roedor por inercia chocó conmigo.

-Oh, disculpa, ¿te encuentras bien? –Le había estirado la mano para ayudarle a levantarse. Acariciaba la parte golpeada de su rostro, cuando abrió sus ojos para ver los míos. Se sonrojó e inquieto automáticamente y se levantó lo más rápido que pudo ignorando mi ayuda previa.

-M-Majestad… ¡Nos atacan!

-¿Qué? –Había respondido anonadada. Miré hacía la dirección en donde provenía nuevamente aquel rugido y los gritos de los soldados- ¿Quiénes? ¿Los de Corazones?

-¡No! –Agitó rápidamente su cabeza de un lado a otro negando- ¡Son unos tipos extraños! ¡Tienen armaduras negras y… y… unas extrañas armas… Y… T-Tengo mucho miedo!

Chilló jalándose sus propias orejas y encogiéndose ahí mismo por su nerviosismo. Ambas manos pasaron a estar sobre sus hombros haciéndole que me volviera a mirar a los ojos.

-Cálmate, ve y escóndete con los demás y no permita que nadie salga ¿Ok? –Mi mano derecha tomó con suavidad su mentón a lo que el chico respondió con un sonrojo, un balbuceo y un asentimiento. El roedor fue hasta donde se encontraba los demás refugiados, tenía idea de que fuera dentro de la misma biblioteca o por alguno de los pasadizos secretos.

¿Unos tipos extraños? Solo un nombre se me venía a la mente… Ese maldito nombre que no me ha dejado en paz en ningún momento. Como pude logré escabullirme a mis propios aposentos para prepararme para luchar en la batalla. Ahora, ataviada con una armadura ligera plateada con detalles en dorado como el símbolo real de Diamantes en ambas hombreras. Tomé mi daga atándola a la pierna derecha y una espada atándola a mi cintura por el lado izquierdo, ya estaba preparada y salí enseguida al lugar donde todo se llevaba acabo.

Solo a dar un paso en el lugar la primera impresión fue la de ver centenares de destellos azules por cada rincón del pasillo así como varias explosiones y como soldados caían al suelo, pero no por mucho; ya que algunos lograban esquivar aquellos ataques y al menos lograban hacer que no les diera de lleno.

-¡Es la reina! ¡Es la reina! –Gritaron al par alguno de ellos captando mi atención hacía mí. Desenfundé mi espada cuando vi dos de aquellos hombros acercándoseme con esa extraña arma en sus manos. Lo que sea que fuera eso, me estaban apuntando con ello… E inesperadamente Necro se alzó tomando aquellas cosas y, tragándoselas, literalmente. Aquellos dos se miraron las caras y desenfundaron sus espadas, en orden uno a uno fue a atacarme.

¡Je! No pensarán que la reina de Diamantes fuera tan débil, esquive un ataque y me protegí de otro con el filo de la espada, al soltarle logre darle un fino corte vertical en el pecho a uno y al otro un corte horizontal sobre su costado derecho. Igualmente, aquellos eran dos y todavía quedaban cientos… Quizá más de lo que lograba ver.

Todo sea por la protección del reino.

Paciente, si algo tenía aquel hombre era una gran paciencia; los años de experiencia laborando en las armadas anteriormente lo habían hecho así. Pasaba su diestra por su rípida barba centrándose en los movimientos de los soldados de amarillo, en especial en ese semi-humano que desde el comienzo había estado presente en el ataque. ¿Un semi-humano de can como General? Suponía que era General, sino ¿Quién le haría tal caso a uno de ellos? Los soldados enemigos le miraban con admiración y respeto, cosa que hasta a un simple humano le costaba obtener. Podrá ser que la misión de aquel hombre había venido en pos de destruir el castillo, sin embargo se sentía admirado por la determinación de cada uno de los soldados presentes, hacía mucho tiempo que no veía ese tipo de determinación… No desde…

¡Oh, que añoranzas de aquellos días! Un nuevo canto se había esbozado entre los gruñidos de las armas pero bien que le había reconocido: “¡Es el rey, es el rey!” Bingo. Se abrió paso entre sus propios soldados haciéndolos hacía atrás colocando sus manos sobre las hombreras de este. Nadie se había dado cuenta, pero aún siendo capitán de un escuadrón de una organización como Joker, le mantenía respeto a cada uno de los soldados, tanto los propios como los ajenos y mantenía sus condolencias por cada guerrero caído.

Eso, amigos míos, era el ejemplo de guerrero que todos debían de tener. Entonces, ¿Qué hacía alguien como él ahí? ¿Por qué estaba de ese bando? Muy pronto se descubrirá. Una nueva voz se alzó y con ello cientos de rayos de color azul impactaron en sus soldados; algunos más solamente se echaban hacía un lado pero eso no les aseguraba que alguna parte de su cuerpo fuera alcanzada por esas descargas.

Además, algunos de los mosquetes habían estallado y otros solamente fueron medio quemados, aún así servían y eso era lo que importaba. Uno de los rayos iban directamente hacía él; dos soldados quisieron ir hacía donde él y usar sus propios cuerpos como escudo. Para mayor sorpresa fue ver como su capitán estiraba su mano y atrapaba el rayo como si de una pelota tratase. Los soldados quedaron maravillados al ver como esa descarga de rayos azul quedaban aprisionados en su mano. Aquella descarga parecía pasar por una especie de transformación, las chispas se hacían más violentas al punto de parecer que explotaban al elevarse y su color pasó de ser ese azul celeste brillante a uno rojo escarlata violento.

Estiró otra vez la mano donde tenía esa nueva forma de un rayo hacía la derecha, al liberarla a una velocidad aún más impresionante este había impactado contra la pared levantando una gran estela de polvo, al irse se apreciaba un enorme hoyo con los bordes quemados.

-Los buenos tiempos –Murmuró para sí mismo sonriendo ladinamente. Sus manos se cruzaron tras su espalda mientras seguía su camino.

De nuevo, la voz en coro: “¡Es la reina, es la reina!” Y su mirada pasó a aquella joven de melena azul y mirar rojo, tenía el porte y la elegancia que cualquier reina podía tener. Pero como todo buen soldado, no era de herir a las mujeres, por desgracia al estar en Joker juró hacer lo necesario, así estuviera en contra de las éticas con las que se le inculcaron.

-Así que, -Se detuvo- El rey de Diamantes, con sinceridad me lo imaginaba como un anciano con rostro de pocos amigos.

Pero, las facciones de aquel chico le recordaban bastante al ostro juvenil de su “Viejo amigo”.

-Niño, aún te falta mucho para poder dominar la electricidad –Así como al rey le sucedió, su cuerpo se vio envuelto de la electricidad con la misma forma y color de cuando tomó el rayo ajeno. Y de un simple chasquido esos rayos ascendieron hasta el techo acumulándose en una especie de nube rojiza, de la nube comenzaron a brotar más y más rayos en zigzag e impactaron a algunos de los soldados de amarillo.

Pero a diferencia de un rayo normal, esto no los electrocuto. Más bien, los atravesó como si de una espada fuera, aún a pesar de estar ataviados con sus armaduras doradas los atravesó como si estas estuvieran hechas de papel maché.

-Pero me impresionas –Volvió a pasar la mano por su barba- La familia de Kliff siempre ha sido impresionante.

Y repentinamente, el destello azulino le hizo saber que el Rey se encontraba en el lugar, así como el sonido de la electricidad misma. El rayo pasó a un lado suyo, dirigiéndose hacia aquel que pretendía herirle con aquella extraña arma, para su sorpresa la misma pareció explotar ante el contacto del ataque del rubio.

-¡Majestad!- Fue lo único que pudo musitar cuando el mismo se sitio a un lado suyo.

Sabia que si algo así pasaba, el rey no iba a quedarse de brazos cruzados sin embargo le sorprendió la rapidez con la cual el mismo acudió al ataque. Pronto su atención se vio enfocada hacia aquel que parecía ser el líder, y que, previamente había estado buscando. La sorpresa no hizo de esperarse en sus morenas facciones, lo que observo fue a un hombre estricto y que bien podría ser general de alguna de las cuatro armadas debido a su conocimiento (y que obvio mostraba) en el campo de batalla así como formación y estrategia militar que, aunque no quisiera admitir, superaba por mucho a la propia. No hubo tiempo como para quedarse a pensar que menesteres tenia con el señor Kliff aquel hombre, ni porque aludía de esa forma al rubio. El general tuvo que hacerse hacia un lado para evitar que aquellos extraños y rojizos rayos le hirieran.

Era peor de lo que creía...

No obstante, uno de los atacantes logro herirle un hombro con aquellas extrañas armas, tumbándole al suelo debido al impacto. ¡Dolía! no había sentido algo similar, si bien aquel atacante de nombre Boltock portaba un arma similar, el daño no era el mismo ¡Y eso que estaba algo alejado, seguramente de estar mas cerca hubiese perdido el brazo. Paso saliva intentando ponerse de pie, sentía como si tuviese el brazo en una fragua, ni cuando se había roto las costillas sintió tanto dolor. Como pudo -y quizá, pura fuerza de voluntad- fue que se puso de pie, no podía quedarse fuera de combate por algo así, y menos teniendo al mismísimo rey en persona y a lo que podía escuchar entre el bullicio, a la reina también. Y aunque la manga de su saco cambiase de color blanco a rojizo, se dispuso a atacar, una vez mas.

OFF: Me están quedando bien equis los post’s aca ;A; y que no se que hacer con el canido hahaha

Entonces, todo se complicó. Al principio solamente eran esos hombros cargando esas extrañas armas a sus hombros batiendo a cada persona que se le atravesaba, sufría viendo como mis propios soldados caían en combaten de manera casi injusta para mí y un enorme deseo de acabar con la vida de aquel miserable hombre que se había atrevido a atacar el castillo como si nada, y más rabia me daba verlo caminar tan campante frente a todos como si no le importará. Sin embargo, quedé callada a la vez que impresionada al ver la facilidad tan exacta y fina de cómo este agarro uno de los más fuertes rayos de Ky y con esa misma facilidad lo había vuelto de otro ataque más potente con el cual exterminó a casi media docena de soldados de un solo golpe. ¡Que impotencia sentía ahora! Y siendo la reina, no podía permitirme eso. Quería acercarme hasta donde el mayor para poder ayudarlo con ello, puesto que se veía bastante bien que aquel hombre quería algo con Ky desde el momento en que se acercó a él; así mismo, yo había prometido que esta vez sería yo quien protegiera su felicidad y cumpliría eso a cualquier lugar.

Más hombres se me acercaban con esas armas apuntándome, fácilmente Necro se las arrebataba y se las comía o en otro caso las quebraba dejándome ver la estela de pólvora saliendo de eso. Así que, aquellas armas estaban constituidas más que nada que por la pólvora, y yo que creía que aquel polvo no servía para mucho. Igual, no podía quedarme ahí viendo el espectáculo nomas, había logrado liberarme de algunos de esos hombres mediante sablazos y estocadas y con pura suerte había esquivado uno de esos rayos rojos girándome hacía la derecha, “pura suerte” pues había rozado con mi hombro quemándolo un poco, pero no era nada que importará.

Pero no, otra vez el rey de Diamantes se me adelanto ordenándole al general que me pusiera a salvó.

-No puedo irme de aquí –Exclamé pero el general solo negó diciendo que era lo mejor. Ni siquiera tuve tiempo de protestar cuando los soldados de amarillo –Comandados por el semi-humano-Estaban haciendo el esfuerzo de “arrastrarme” y llevarme a un lugar más seguro.

-P-Pero, esperen… ¡BASTA; SE LOS ORDENO! –Y nada. Estiraba mi mano hacía la imagen de Ky que se iba alejando- ¡Ky!

Así fue, como terminé con una escolta de varios soldados frente a mí protegiéndome de todo peligro.

-¡Basta! –Exclamé una segunda vez- ¡No me puedo permitir estar segura mientras que mi esposo y mi ejército pierden su vida en vano!

-¡Majestad! –Habló uno de ellos- Así como usted no se puede permitir eso, nosotros no podemos permitir que su vida sea perdida…

¡Que fastidio! El no poder hacer nada me martirizaba como nada; baje la cabeza mordiendo mi labio inferior en frustración; justamente en ese momento el rugido de las llamas se hizo presente y dos de los soldados que me escoltaban habían caído al suelo, otros fueron mas rápidos y acabaron con los que dispararon.

-¿Murieron? -Revisaron los cuerpos, y asintieron- ¡Vamos, no hay que permitir que alguien más muera!

Miré una ultima vez hacía los cuerpos inertes de esos dos soldados dándoles el ultimo pésame por ellos. Con otro ademán indique a ese grupo de soldados a que me siguieran, había más de esos hombre de armaduras negras por el resto del castillo y en alguna parte... Los nobles sirvientes deben estar temblando y rezando para no ser encontrados.

Sonrió.

Cada momento no dudaba más en que era el nieto de su mejor amigo y su peor enemigo. Muy rápido había deducido todo pero no lo esencial; y le causo gracia de que lo llamará como a uno de sus generales, que al cabo el verdadero general se había esfumado llevándose consigo a la reina quien se quejaba por ello. Su venganza estaba clara pero la necesidad no solo debía abarcarse al rey; tenía un trato demasiado complicado con Joker y debía cumplirlo al pie de la letra. ¿Sus demandas? No eran complejas, para nada. Si en verdad se va a ser “responsable” como lo dijo, entonces no tenía ningún motivo para parar su ataque.

Aún así…

-Kliff –Fue lo único que respondió, sin darse tiempo a explicar u algo. Alzó su mano y chasqueo sus dedos, velozmente uno de sus soldados se puso a su lado izquierdo parándose firmemente. Sus gastados ojos miraron a este, esa persona tenía el casco puesto así que no vio más allá que el mismo metal- Toma a un escuadrón y vayan en dirección a la reina de Diamantes, captúrenla y llévensela de aquí.

Así como lo dijo, el soldado hizo seña militar y movió su mano llamando a un grupo de soldados a que lo siguieran tomando el mismo camino donde su majestad de amarillo había desaparecido previamente. Sus manos pasaron a estar tras su espalda mientras alzaba el mentón de forma altiva sonriendo con calma, desde que llegó no se había inmutado por cualquier cosa, siempre tan calmado y tan sereno.

Pero esa calma, esconde una verdadera tormenta tras de sí.

-Señor –Dijo uno de los hombres, extendiéndole un mosquete a lo que su capitán negó, causándole extrañeza por ello.

-No, no, no necesito esa arma –Dicho este, su mano se posicionó al lado izquierdo de su cintura y de la vaina sacó su propia espada- Esto es lo que realmente necesito.

Extendió su espada apuntando hacía el rubio y luego la descendió de forma diagonal causando que la punta de esta tocará el suelo; al hacerlo una ligera corriente roja se encamino por toda la hoja de esta.

-Te permito el primer golpe, si es que tienes el valor jovencito… Y disculpa mi atrevimiento, ¿Cómo es que debo llamarte?

Mientras, alejado de todo ese momento; el escuadrón en busca de la reina hacía de las suyas eliminando cada soldado que se le cruzará en frente.

-¡Vamos, debemos encontrar a la reina!

-¿Y cuando la encontremos, a donde tenemos que llevarla? –Quiso asegurar uno de ellos encogiéndose de hombros a ver las miradas de sus compañeros.

-A cualquier lugar, pero no tenemos que hacerle daño… No mucho.

Justamente cuando pateó a uno de aquellos soldados revestidos en negra armadura, el rey de diamantes lanzó uno de sus potentes rayos en contra del ejercito contrario, dándoles una ruta de escape por el momento -ya que no les atacarían mientras se retiraban del lugar- Echó las canidas orejas hacia atrás escuchando al rey ¿Sacar de la línea de fuego a la reina? Seguramente quería hacerse responsable y encarar él solo a los que fuesen posible, técnicamente, una misión suicida. Afiló la mirada, no dijo mas ni espero tampoco a darle la espalda a aquel hombre de cabello platinado y apurarse a cumplir con las órdenes de su rey.

-Vendré con ayuda lo mas rápido que sea posible una vez evacuados los civiles, majestad-

Tal vez era resistente debido a su raza, rápido y fuerte pero aun así el brazo seguía hostigándole, y sentía la lentitud apoderarse de el debido a la sangre que emanaba del mismo, no obstante tenia una orden que cumplir y bastante importante. Finalmente, enfoco a la reina, no fue muy difícil de encontrarle y, afortunadamente se encontraba bien.

-Debemos salir de aquí- Pero obtuvo una negativa a lo cual, mostró su desacuerdo con mover la cabeza. Chasqueó la lengua y con un movimiento de la en sangrada mano fue que ordenó a alguno de sus hombres ayudarle con la peli azul.

-Majestad, sea prudente, nosotros no podremos hacer nada contra ese hombre, el señor Kiske se hará cargo de él, maneja el mismo elemento, sabrá que hacer en esos casos- Secundo al soldado que trataba de confortar a su majestad Amaranth.

Un nuevo estruendo les hizo alzar la guardia para cuando pudieron reaccionar dos de sus hombres habían caído ya. Credo simplemente apretó los puños y tensó la mandíbula ¿Que demonios eran esas armas tan efectivas? y continuaron la marcha. Sonaría un tanto salvaje para él, Credo se dejo guiar por solo sus instintos animales, tenia que encontrar a la servidumbre. Solo había que recorrer el pasillo que se encontraba justo al doblar a la esquina, el problema es que había varios de los soldados enemigos. Hizo una seña con su mano indicándole a los demás -puesto a que el iba a la cabeza para evitar mas bajas- para que se detuvieran, se hincó antes de echar un vistazo discreto, eran cinco. Tomó a su majestad del hombro, el mismo que tenia herido, lo hizo apropósito con la ensangrentada mano, debería ayudarle a sanar.

-Hay algunos soldados de joker rondando por el lugar, no puedo permitir mas bajas por lo cual no es bueno salir al at…- Pero no logro completar la oración.

Un grito de los mismos soldados que el previamente había visto inundo el pasillo, seguido por el de sus compañeros, un terrible olor a quemado se hizo presente en el lugar, los gritos se apagaron y en su lugar dieron lugar a pasos apresurados que se acercaban hacia ellos, el General no esperó ni un segundo antes de alzar la guardia y lanzar un certero golpe, que fue desviado, para fortuna de agresor y victima.

-¡Con un Carajo!- Y estuvo a punto de arrojar lo que parecía ser una botella de vidrio con un potente acido en ella pero se contuvo al ver de quien se trataba, no pudo mas que tensarse y bajar la mano -¡Mi general!-

Se trataba de una chica de mediana estatura piel morena, cabello castaño atado y ojos ambarinos. Portaba el uniforme característico de diamantes, a diferencia que en vez de saco llevaba un chaleco y bordado en este el símbolo de la unidad medica de la armada.

-¡Delta! ¿Donde están los demás?- Cuestionó el castaño bajando la guardia-

-El grupo se separó, el señor Seth nos dio ordenes, pero me quede para atender a los heridos ¡Son un montón!- Guardó el pequeño frasco en una maleta medica que llevaba –¡Ah! ¿Majestad, esta usted herida? -Le miró de pies a cabeza intentando observar herida alguna afortunadamente no había nada. Negó –En todo caso- Y ayudó al castaño a sentarse -Si esto sigue así el castillo será sitiado, ya me quede sin magia para curar a la gente necesitare un rato para que vuelva, y no hay tiempo- Se mordió el labio y comenzó a buscar entre sus cosas para sacar otro frasco pero con agua lo vertió en una gasa y la puso sobre la herida del General, después la ató con una venda. -

-Lo sé- Tensó la mandíbula mientras le atendían -Necesito encontrar a tanto sirviente como pueda y evacuarlo del lugar, el rey esta combatiendo-

-Hay un pequeño grupo los vi corriendo en dirección a la cocina- Y miró a la reina, en espera de ordenes.

Si no podía defender a Ky, al menos tenía que hacerlo por mis pobres súbditos, han de estar muy aterrados donde sea que se estén escondiendo. Entonces, el grupo de soldados de amarillo más el general y, obviamente, mi persona nos dirigíamos a un punto más seguro en el castillo, sin embargo noté que casi toda la ala este, oeste y sur del mismo estaban ya tomados por estos exuberantes soldados de Joker. ¡Que horrible se sentía no poder hacer nada por ayudar! A la vez, me sentía como una inútil que se debe ocultar tras un muro de soldados. Pero entonces, todos se detuvieron por órdenes del canido, yo iba atrás de él. Quería saber que estaba viendo, pero mucho no podía hacer ya que me agarraba del hombro; hasta escuchar gritos los cuales me pusieron en guardia –Tanto a mí como al resto de la escolta- Por sí se atrevían a atacarnos de sorpresa, mayor sorpresa fue ver que se trataba de una de las chicas de la unidad médica de la armada, de nombre Delta.

-Estoy bien –Respondí a su incógnita, mientras de reojo veía mi propio hombro que al parecer ya fue curado gracias al cánido. ¿Un pequeño grupo escondido en la cocina? Y sabía que debía de haber otro escondido en la biblioteca ya que allá envié a uno de los sirvientes. Todos me miraban esperando orden alguna; inhalé profundo serenándome a lo más que podía antes de abrir los ojos y mirarlos a todo con una expresión seria y neutral.

-Undine –No fue necesario una explicación, la nombrada ala blanca se había despertado de su sueño profundo y se había estirado en dirección hacía donde el cánido se encontraba. Sus blancas manos se posaron cuidadosamente a unos centímetros de la venda de este. Lo que parecía ser un ligero brillo verdoso emanar de sus manos se impregno en toda la herida del general, duró así unos minutos hasta que al fin el brillo cesó y Undine volvió hacía mí.

Debajo de la venda, la herida ya debería estar totalmente curada; sin embargo un enorme suspiró salió de mis labios mientras cerraba un poco los ojos, como por cansancio. Undine es perfecta para curar cualquier clase de herida y hasta para encontrar a personas perdidas por medio de sus auras, pero solamente había un ligero falló en ello, entre más la usaba más energía vital gastaba.

Y ya sabía cuales eran las consecuencias de ello.

-Ustedes, -Señalé a un grupo de tres soldados a mi lado izquierdo- Vayan y busquen a los civiles de la cocina. Ustedes –Señale a otros tres soldados a mi lado derecho- Busquen en la biblioteca, tengo por seguro que ahí deben de haber más.

Los soldados solo asintieron y con cautela fueron de inmediato a cumplir con dichas órdenes. Giré a ver al resto de soldados que quedaban ahí.

-Delta, -La chica puso atención- Quiero que tú y el resto de estos soldados busquen a todos los heridos y los traten cuanto antes, en caso de que consigas a Seth y al resto del escuadrón médico dile que se preparen para una evacuación de inmediata del castillo, y estén al tanto no solo de los civiles de acá sino del pueblo; den una alerta roja, nadie del Reino de Diamantes debe salir ni entrar, que los sanatorios estén preparados, ¿Entendido?

-Como ordene, majestad.

-Credo –Miré al canido- Guía a los civiles hasta afuera del castillo y luego busca a los mejores arqueros y lanceros, creen una línea de ataque fuera del castillo, evita que más soldados entre en el; usa las torres altas para los arqueros si es necesario.

-Majestad –Interrumpió la castaña- ¿Y que hay de usted?

-Yo me quedaré aquí.

-¡P-Pero majestad! ¡No puede quedarse aquí, es muy peligroso! –Reclamó, a lo que solo recibió una mirada severa de mi parte.

-Es una orden y espero que la cumpla como le demandé, soldado –La castaña solo agacho la cabeza, y esbocé una ligera sonrisa ladina- Estaré bien… Lo prometo.

Por aquí y por allá; el rugido de esa feroz arma dejaba una nueva víctima al instante, el lugar fácilmente podría ser un nuevo panteón entre tanta sangre y cadáveres, no se haría nada raros que los cuervos aparecieran en medio de la fría noche para desgustar la suculenta carne muerta que el día le ofrecía. Aquel escuadrón de unos seis u siete soldados buscaba incansablemente a la reina pasando de pasillo a pasillo creando más y más charcos de líquido carmín con sus feroces armas llamadas Mosquetes. No paso mucho tiempo cuando pudieron ver a la lejanía la imagen de las dos grandes alas frente a ellos.

-No debemos herirla –Murmuró uno de ellos mirando a sus compañeros, una sonrisa maliciosa se dibujó en sus facciones- Pero podemos asustarla hasta lograr inmovilizarla.

Los otros soldados simplemente asintieron y cargaron sus armas, sobre sus hombros apuntando a esa lejana imagen de una mujer de cabellera azul. El líder de ese pequeño escuadrón alzo la mano para dar señal de cuando debían disparar; espero un poco hasta que cada soldado que parecía rodear a la dama desapareciera de la vista de ellos, solamente unos cuantos segundos más.

En cuanto desapareciera el general de la armada el plan podría llevarse a cabo. Simplemente, tiempo tenía… Solo que paciencia no. Vio que se alejaban los dos soldados que faltaban dejando a su majestad indefensa y sola; o eso lo pensaba él mismo.

-¡Fuego!

Una nueva lluvia de balines y pólvora se presentó con esa vaga esperanza de que no atinará a su majestad pero si la hiciera retroceder lo más posible hasta acorralarla, como estimaba que saliera su plan.


Se mantenía calmado; tan paciente y firme como si no tuviera miedo alguno, todos esos años en servicio realmente dieron sus frutos. ¿Un pecado, eh? Sonrió de manera amena, ya sabía bien que el sagrado Creador no le iba a perdonar de nada, aquellas cosas efímeras en infames que ha hecho al unirse en este grupo no le iban a permitir que su misma alma descansara buscando la paz eterna. Ahora, solamente pensaba en una cosa; que su misión en este mundo debe terminar de a toda cosa. Su único y sano ojo se mantuvo cerrado durante el tiempo en que su majestad de amarillo se proponía a dar un ataque, podía escuchar bien los pasos acelerados del rey en su dirección.

Hasta que; con un simple movimiento evito que la punta de esa espada le diera de lleno a su rostro usando su propia espada. Retrocedió solo un poco, no en afán de darle a entender de que lo estaba intimidando; más bien con cada paso su espada comenzaba a resplander en un ligero brillo rojizo que se electrificaba.

-Vaya, aumentar tu adrenalina, eso es algo muy osado -Y peligroso. ¿Como el se había dado cuenta? Años y años manejando la magia de la electricidad obviamente. Ahora, le tocaba dar a él el ataque.

Una serie de estocadas y sablazos se unieron en un fuerte pero monótono sonido metálico, pero lo que intrigaba era que por cada golpe que se le daba a la espada del capitán algunas chispas rojizas saltaban y esta parecía cargarse; más bien la espada parecía la llama de una vela quien aumenta y disminuye depende de la densidad del viento. ¿Aquello es un ataque? ¿O un hechizo?

Lo que fuera, pareciera que aun no lo iba a usar.

Entonces, el capitán detuvo esa seria de movimiento para retroceder unos pasos más, en su mano derecha se empezaba a cargar una pequeña bola de energía eléctrica igual a la anterior, las chispas volaban y parecían explotar al instante. La pequeña bola de energía termino siendo aventada al mismo suelo, el cual se expandió hasta que este quedó electrificado totalmente. Algunos soldados que iban en dirección hacía el rey con el afán de ayudarlo, al momento de pisar el suelo sus cuerpos se electrocutaron cayendo inconscientes al suelo.

-Así ya nadie podrá detenernos.

Inconscientemente el general se llevo la contraria hasta donde estaba la venda que la castaña había aplicado anteriormente. Recargando aun la espalda en la pared, fue como se levantó. La voz imponente de su majestad no hizo de esperarse, sus canidas orejas permanecieron hacia atrás y sus azules ojos no se despegaron ni un segundo de la silueta de la chica alada.

No quería admitir que no sabia que hacer en esa situación, técnicamente, estaba desesperado. ¡Ni siquiera había tenido tiempo de comandar a las tropas como el hubiese querido para disminuir severamente las bajas! Apretó las enguantadas manos mientras los soldados se dispersaban a cumplir las ordenes de Charlotte. Afiló la mirada escuchando las ordenes para el, aunque desvió por unos instantes. Prácticamente, era casi lo mismo que el rey le encomendó, aunque claro incluía el evacuar a la reina junto con los civiles.

No estaba en posición de cuestionar alguna orden, y si lo veía de cierto modo, al poder tener una preocupación menos como lo eran los civiles envueltos en el fuego cruzado podría comandar con mas facilidad a las tropas y abrir una ruta de escape, tanto para ellos, como para la reina y en el mejor de los casos poder ayudar al rey quien se encontraba combatiendo contra el capitán enemigo.

-Ya escuchaste a su majestad, andando- Y aun no estando convencido de ello, tomo a Delta por uno de los hombros obligándole a dar media vuelta. -Le pido sea cuidadosa, majestad.-

Justo al terminar de mencionar dicha frase algo atrajo su atención, su canida oreja giró en dirección de aquella voz que pudo percibir: No era ninguna de su ejercito -no es que conociese a todos, claro, pero las ordenes dadas no eran de acuerdo al modo de operación de la guardia de Diamantes- EL General jamás supuso que aquel fuego solamente era para "ahuyentar" a su majestad, lo único que hizo debido a sus impulsos fue dar un ligero empujón a su majestad al tiempo que el, se interponía entre los disparos. Si bien, no recibió todos pues tuvo la alocada idea de lanzarse al ataque en contra de quienes habían disparado. El filo de su espada no hizo de esperarse segando la vida de quienes osaron tratar de eliminar a su majestad.

-¡Delta, apura!- Y fue lo ultimo que menciono el moreno, antes de continuar su recorrido a través de los pasillos del castillo.

El paisaje no era para nada alentador, de vez en cuando podía ver jóvenes que apenas habían ingresado a la armada en el suelo y sin vida estaba más que decidido a hacer lo posible por detener a Joker. Durante su trayecto y a los que pudo divisar, dio aviso a los capitanes de las ordenes de su majestad, de esa forma seria mucho mas fácil poder evacuar a los civiles, y emplear alguna táctica. De pronto, entre todo el bullicio, una voz atrajo su atención. Era mas bien un sollozo, un pequeño semi humano de gato lloraba perdido entre el campo de batalla, seguro se trataba de algún hijo de uno de los trabajadores del lugar. Uno de los de la armada enemiga se preparaba para dispararle al cachorro. Sin perder tiempo, el General arrojo su pesado escudo en contra de aquel soldado, dando en el blanco, y rápidamente, tomó al cachorro entre sus brazos, para sacarle de ahí.

Estaré bien. Podría repetir eso una y otra vez dentro de mi mente pero era obvio que no iba a estar bien, no voy a estar tranquila viendo soldados caer uno a uno a manos de esas mortíferas armas. Al menos, no quería que más y más de mis súbditos fueran dañados por ellos; así que tendría que hacer cosas por mi misma y no estar tras un batallón de soldados como a cualquier miembro real. La joven Delta y Credo habían aceptado y después de un cambio de palabras por parte del canido se estaban comenzando a retirar, hasta que de manera improvista fui empujada por él hasta caer de sentón en el suelo. Soldados de Joker se habían aparecido, tomé mi espada y comencé a enfrentarlos a los que más podía ya que el canido era mucho más rápido que yo.

-¡Vayan! –Exclamé, hasta ver a ambos desaparecer al voltear en el siguiente pasillo. Ya no había nadie que me protegiera ni nadie que me detenga a hacer lo que fuera.

Por supuesto, ya no había nadie que me detuviera hasta ir a donde Ky. Estaba segura de lo que hacía, apretando el mango de mi espada me dirigí en camino hacía donde el rey y el capitán de Joker se estaban enfrentando previamente. No podía negar que el camino me había topado con algunos que otros soldados más de armaduras negras, y daba gracias al creador que esos soldados no eran los que llevaban esas armas llamadas “Mosquetes” por ellos. Con la ayuda de Necro y Undine evadimos a todos esos hombres y seguimos hacía donde debemos estar. Ya faltaba poco, podía ver los destellos azulinos y rojizos al final de este y sin embargo…

-¡Espera! –El ala blanca me había detenido. Con su mano emplumada señalo hasta el mismo suelo- ¡Mira!

Yo no tenía la misma capacidad mágica que Ky, que Arthur en incluso que de Bleith pero si podía ver perfectamente ese brillo rojizo con algunas chispas en el suelo que indicaban que un fuerte hechizo, ¿Uno de campo magnético, quizá? Tal vez con la finalidad de que nadie se acerque hacía ellos.

-Vamos, tiene que haber otro camino –Dije tanto para mí misma como para mis inseparables acompañantes. Pero antes… ¡PUM! Algo me había golpeado fuertemente en el rostro y había caído al suelo, mi espada estaba a unos centímetros de mí.

Mi vista, llena de sorpresa y rabia mezclada pasó del suelo hasta de dónde provino dicho golpe, un soldado de Joker se había parecido casi de la misma nada y ahora me miraba de soslayo. Lo que llamaba mi atención es que no parecía de los típicos soldados burlones por la desgracia de otros sino que este parecía serio; o al menos su mirada me lo decía. ¿Y el golpe? Fue lo suficientemente fuerte como para querer noquearme con él, y no lo logró. El soldado no se movía de donde estaba y su mano reposaba en el mango de su propia espada. Tomé la mía y me levante, limpiando con el dorso de mi mano izquierda el hilillo de sangre que resbalaba de mis labios.

Ky tenía una pelea a su estilo; y al parecer, yo también tendría una propia.

Aquel escuadrón encomendado a buscar a la reina había fallado de forma muy humillante, de unos simples espadazos conjuntos de su majestad y su “perro real”, rebanaron a cada uno de los hombres. Quien comandaba a ese pequeño escuadrón, también había caído en las manos de los de amarillo. Ninguno se dio cuenta de que un único soldado había sobrevivido de esa masacre, y si misión era la más clave de todas: Informar. ¿A quiénes? Eso se verá muy pronto. Sin embargo, si nos trasladamos a las afueras del mismo castillo; de forma calculada y bien organizada muchos más soldados se escondían entre los matorrales y no tenían problema alguno en ser descubiertos, habían eliminando a casi toda la cuadrilla que vigilaban las afueras de este.

Solo estaban ahí, observando como de los nada más soldados al igual que civiles comenzaban a salir desesperado por la entrada principal del castillo; quienes les importaban no daban señales de salir en algún momento, y eso no importaba. Justamente cuando quien parecía ser el último de los civiles y/u soldado en salir, un miembro de Joker salió casi de la nada y movió su mano de forma hermética.


Una espesa capa de cenizas, humo y llamas ahora adornaban cada sección baja del castillo, la entrada principal había sido volada en añicos junto con las personas que estaban saliendo del lugar. Hubieron sobrevivientes a eso, pero nada impedía que Joker siguieran atacando con una oleada de soldados con espadas al igual que los soldados de amarillos tampoco dudaron al respecto.

Afuera estaña ocurriendo toda una masacre, y adentro… ¿Qué sucedía allá dentro?


-Gracias –Respondió sonriendo de manera amena, algo extraño al parecer y sin tener que bajar la guardia- He aprendido mucho tanto como general… Y ex-general de la armada de Diamantes.

Algo nuevo se había revelado sobre este misterioso hombre; a la vez que parecía no tener que intercambiar más palabras. Siguió con su danza de espada dando sablazos con más elegancia y dinámica que del joven e inexperto rey; esquivando algunos que otros golpes por parte de este sin embargo nada es perfecto como parece, algunos cortes marcaban su impecable ropa, nada grave y poco de lo usual. Pese a su edad aquel imponente hombre de canosa barba se veía en su mejor condición física y todas gracias a los largos y complicados entrenamientos en el arte bélico de la guerra y en el manejo de la electricidad.

Y cuando escucho la voz del rey, haciendo que su cuerpo se viera envuelto en la misma corriente eléctrica de anterior su sonrisa paso a ensancharse un poco más. ¡Je! Simples juegos de niños para él, así como el rey lo hizo de repente su propio cuerpo se vio rodeado de una cantidad algo considerable de electricidad y se lanzó como el rubio hacía él haciendo que algunos de sus rayos rojos chocaran con los azules de su enemigo.

-… Ride the lighting –Y así fue, como este había copiado su propio movimiento potenciándolo en gran manera.

¿En serio le estaba copiando? ¿Qué les decía que esa técnica no fue más bien copiada por el rey? Entonces, ambas espadas se tocaron y la reacción a eso fue que las descargas eléctricas de ambos hombres terminaran por explotar. De otro lado de la capa de humo negra salió el hombre dando un salto hacia atrás, su cuerpo se veía marcado con algunas que otras quemaduras y su mismo cuerpo se veía ahora envuelto en algunos destellos azulinos de la descarga del rey.

Pero el hombre no cedía, para nada; seguía en pie con espada en su mano y una mirada de determinación en su rostro.


En cuanto a la reina Charlotte…

-Mil disculpas -¿En serio se estaba disculpando? ¿Aquella persona que se había atrevido a golpear el rostro de su majestad?- Mi maestro me ha enseñado a ser amable con las mujeres, pero por desgracia me vi en la obligación de esto.

El hombre desenfundó su espada y la coloco en posición vertical frente a él, al ver a la peliazul levantada se abalanzó sobre ella con una serie de estocadas finas y de manera elegante. La ventaja para su majestad ahora es que aquel hombre no poseía magia alguna, solo conocimiento. El conocimiento suficiente de la armada de amarillo y de los reyes, no había nada que se le pasará.

Ni alguien que lo detuviera ahora.

Ya casi, ya casi. Frente a él podía observar el largo pasillo que conducía a la salida. Una vez ahí podría reagruparse y poder dirigir con más eficacia a las tropas, no había que ser bastante inteligente como para saber que el canido estaba bastante frustrado. Según él, se había ganado de mala obra su puesto militar con la caída del antiguo General en aquella guerra contra la reina roja, ahora estaba comprobando que, en efecto, no merecía ese puesto.

Negó, debía enfocarse en otra cosa ahora, con fuerza sujetaba al pequeño ¿Quien iba pensar que tal vez la reina en su desconocimiento le envió una muerte segura?

-¿Ah?- ¿Qué era ese extraño olor? Claro esta que si el General estuviese familiarizado con el olor a pólvora lo hubiese sabido.

El problema es que, desconocía por completo el uso de la misma. Para cando estaba a punto de salir el fuego envolvió por completo el lugar, no debía darse por vencido ahí mismo. El pequeño felino se aferró fuertemente al saco del castaño. Quizá eso fue lo que le dio fuerza para salir adelante en ese momento y continuar su carrera. Para cuando pudo observar el final del pasillo entre las llamas la explosión le atrapo haciendo que saliese eyectado. Claro que Credo no iba a permitir que el niño al cual había salvado de los disparos de joker saliese herido, le abrazó fuertemente y, para cuando su cuerpo tocó el suelo, lo hizo de lado. Estaba aturdido, la cabeza le daba vueltas, su brazo contrario sangraba casi en su totalidad producto de las quemaduras que se llevó, a decir verdad, tuvo demasiada suerte... demasiada.

Abrió los ojos, lo poco que pudo observar en su lugar fueron las llamas que se extendían rápidamente en la entrada principal así como el humo que emergía del mismo, los gritos de los civiles así como de sus soldados seguían elevándose en el sitio lamentablemente a el, llegaban solo como palabras incomprensibles debido a lo aturdido que se encontraba. Frente a el, arrodillado estaba el pequeño de sus aterrados ojos descendían gruesas lagrimas y sus orejas estaban hacia abajo. No podía quedarse "descansando ahí" aun tenia que liderar a su ejercito, sacar a los civiles y apoyar a la reina... y al Rey... Pesadamente y como pudo se levantó, aunque demasiado mareado.

-¿Puedes correr?- Preguntó, aunque por respuesta solo obtuvo un lento movimiento de cabeza afirmativo –Corre hasta llegar al pueblo, avisa a la gente y aléjense lo mas que puedan del castillo. Eres valiente, no gritaste en la explosión, podrás lograrlo.- Desenvainó su espada dispuesto a dirigirse hacia la batalla mientras el pequeño desaparecía entre los matorrales, decidido a llevar a cabo la tarea que el canido le encomendó.

A espada contra espada, de un momento a otro aquel soldado que previamente se disculpo debido a su osadía de golpearme ahora mostraba unos majestuosos movimientos con su espada, en distintas secciones, formas y ángulos la cuchilla de esta misma brillaba con la poca luz que iluminaba aquel pasillo. No me iba a quedar atrás y me dispuse a realizar unos cuantos golpes a la par de él; nuestras espadas chocaban creando pequeñas chispas por la fricción de ambos metales. Tenía que ser más rápida y esquivar cuanto pudiera a ese hombre quien a pesar de mostrar un temple fuerte en sus movimientos no parecía querer asesinarme. Sin embargo, su espada rozó varias veces con alguna parte en descubierta de mi cuerpo creando cortes que dejaban escapar un poco de mi sangre; y en un falso movimiento la punta de esa espada se clavó en mi hombro izquierdo. Gemí con dolor, y con mi mano libre tomé la espada, con un jalón saque la punta de ahí mientras que algunos hilillos de sangre recorrían la hoja de la espada.

No me iba a dar por vencida; una nueva series de movimientos en contra de ese hombre realicé, algunos esquivados y otros dados, ambos teníamos casi la misma cantidad de cortes en el cuerpo a pesar de estar cubiertos de armaduras. Entonces, otro golpe se me fue propinado pero esta vez en el estomago y con el mango de la espada contraria; al hincarme este hombre aprovecho también para golpear mi nuca. Otra vez sentía el frió suelo en mi rostro, pero todavía tenía la fuerza para levantarme; sin embargo el soldado fue más rápido y paso su brazo bajo mi cuello presionando este y con las misma levantándome del suelo a contra de mi voluntad. No podía respirar, claro pero aún tenía la ventaja de poder moverme; ahora sí aquel hombre parecía disfrutar de lo que hacía en inclusive una que otra risilla expulsaba.

Un poco más… Mi mano desesperadamente buscaba algo en la parte baja de mi armadura… Solo un poco más… ¡Al fin!

Con movimientos rápidos había sacado una pequeña pero filosa daga, clavándosela en la pierna fue como logré liberarme de esa prisión. Ahora este se hincaba colocando una mano en su propia pierna, aprovechando la situación clavé la daga nuevamente en su nuca. No importaba llenar mis manos de sangre enemiga, tenía que cumplir algo.

Tomé mi espada una vez más y me encamine hacia donde se hallaba Ky y el otro. El suelo retumbo y escombros comenzaban a caer del techo, ¿Qué fue eso? ¿Qué fue ese sonido? Apresuré mi paso, y la siguiente escena que encontré…

… No fue alentadora.

A contra luz de la luna llena, el paisaje de veía mágico con los diversos colores de los vitrales. Pero, mis ojos vacilaban del “decorado” actual del lugar, hasta dar con la imagen del capitán. Moví casi de forma inertica la cabeza hasta parar… ¡No puede ser! ¡E-Eso…! ¡ESO NO ES VERDAD!

-¡KY!

Corrí hacía él sin notar que el dichoso campo magnético… Ya no estaba. Caí de rodillas junto con él, dejando la espada a un lado.

-¡Ky, Ky! –Mis manos temblaban al intentar querer hacer algo, con mucha lentitud y cuidado las yemas de mis dedos contorneaban la cara del soberano, limpiando cuidadosamente el sudor en su frente, los pequeños hilillos que se escapaban de sus labios. Al igual, que con el pulgar acariciaba suavemente sus labios y retiraba algunos mechones de su cabello.

¿Por qué? ¿Por qué permití que pasara esto? Mordí mi labio inferior tan fuerte que este comenzó a sangrar. Levanté la vista hacía el hombre que hacía unos segundos parecía haber estado cerca del rey.

-¡Tú! –Entrecorte la mirada, mi cuerpo comenzaba a temblar de odio, ira y rabia acumulada- ¡Tú! ¡Pagaras por esto! ¡PAGARAS POR TODO!

Bramé, tomé la espada una vez más y fui corriendo hacía donde el hombre de canosa barba. No medía lo que hacía, me estaba dejando guiar por la misma rabia y golpeaba lo que fuera casi sin mirar, pero aquel parecía ser que nada le inmutará. Un muy falso movimiento y…

Ya estaba hecho. El capitán del escuadrón, con un simple golpe –Un golpe cargado con algo de electricidad- Directamente en mi estomago nuevamente, fue lo necesario para hacerme caer de rodillas en inconsciente en el suelo.

-No, por favor no… Ky… No puedo dejar que muera… No quiero que muera… Por el reino… Por su ideales… Por mí.

Justamente, lo que tanto quería; ver sufrir al rey de Diamantes. Pero por desgracia ahora no podía hacer mucho más que simplemente lastimarlo, cuando logré matarlo ese día no estará rodeado de un ejército a su alrededor, cuando deba acabar con la vida del joven rey será bajo su propio mando y su propia espada. El ver ese nuevo estado en el rey solamente le hizo bajar la espada y con pasos firmes acercarse a él, le miro al rostro y este mantenía los ojos cerrados, pero aún a esa altura podía asegurar que el joven rubio seguía respirando; con esfuerzo pero aún lo hacía. ¿Qué paso después? El capitán, bajo la espada clavando la punta en el suelo a unos centímetros delante de la cabeza de su majestad, provocando así que el campo magnético se disipará, esa espada parecía ser que absorbió esa energía eléctrica. Su cuerpo aún chispeaba con electricidad azul.

-Ha demostrado tener buenas habilidades con la electricidad –Dijo, aunque no sabía si el rey lo escuchaba o no- Solo necesita un poco más de práctica, y hacer el sacrificio necesario para que el tu habilidad sea más grande…

Estuvo a punto de decir algo más hasta que la voz de la reina lo detuvo, al verla se fue dejando que esta se dirigiera a su amado esposo y rey. Él, aunque no lo pareciese conocía muy bien esa ira, había pasado por algo casi igual hace mucho tiempo y días aún lo recuerda. Entonces, la reina se abalanzó sobre él en un intento claro de querer vencerlo diciendo que pagaría por todo. Esquivaba y respondía los ataques iracundos de la mujer de cabellera azul, a su vez que su mano libre empezaba a cargarse levemente de electricidad. En el descuido de la reina, aprovecho para golpearla en el estomago y enviándole esos impulsos eléctricos directamente a su cuerpo; su majestad cayó inconsciente en el suelo. Le dio una última vista al rey mientras se agachaba al lado de la hermosa mujer de larga cabellera azul, sus dedos pasaron finamente sobre esto; guardando su espada procedió a cargar a su majestad con suma delicadeza.

-Nos volveremos a ver, joven Kiske –Se dio la vuelta y miró por sobre su hombro- Ha sido una buena batalla, y una buena recompensa.

Así, el canoso hombre comenzó a andar con la mujer en manos. Afuera estaba aún la mismísima batalla, cuando uno de los soldados vio al capitán salir se le acerco; miró detenidamente a la reina inconsciente en sus brazos y le miró después a él.

-No las llevamos, ya es momento de retirarnos –El soldado asintió y fue directamente a anunciarlo.

Esa misma noche, así como de inesperados ellos aparecieron también lo hicieron al desaparecer; sin mencionar palabra algunas los soldados de negras armaduras dejaron de pelear con los de amarillos y comenzaron a emprender su paso a irse, cargando y alistando todos.

Todos, inclusive las armas que habían quedado destruidas o abandonadas por otros soldados al momento de morír, los de Joker las recuperaron enteramente. En un parpadeo, ya nadie quedaba en ese castillo; inclusive la reina Charlotte.

La misión del escuadrón dos, había sido satisfactoria.

Su cuerpo temblaba fuertemente debido a las heridas, debía de atenderse con la mayor brevedad posible y sin embargo no había tiempo de nada. Largos rojizos hilos descendían de su brazo hasta perderse en alguna parte del suelo. En su frente pasaba lo mismo solo que el general podría jurar que se trataba de sudor realmente ya no sabia ni en que condiciones se encontraba, simplemente estaba ahí de pie, defendiendo todos sus ideales y la casa a la cual sirve, no por nada le habían apodado el perro guardián de Diamantes. Aunque quizá en esta ocasión sus esfuerzos literalmente, no sirvieron de mucho. Los arqueros no hacían de esperarse con una lluvia de flechas para tratar de frenar a los enemigos, quizá esto ayudó aunque sea un poco a los que se vieron afectados por aquella explosión. Quizá lo único que le mantenía en pie, eran sus instintos canidos...

Empuña con fuerza su arma, esta vez no conteniéndose como en ocasiones anteriores pues irónicamente sabe que la fuerza de los humanos no se compara con la propia, en su desesperación e ira no se percató que incluso llego a romper armas ajenas de un solo tajo. Si realmente iba a caer, seria peleando y no huyendo como un cobarde. En uno de los fuertes ataques ejecutado su arma se rompe pudiendo observar solamente como el pedazo de acero vuela sobre su hombro ¡Lo único que le faltaba! Al buscar con que armarse sus azules orbes enfocan algo: un arma enemiga. La misma que había causado tantas bajas entre los suyos... Iba a arriesgarse y aunque técnicamente desconocía las propias nada perdía. Apuntó como había observado hacer a uno de los enemigos y en efecto, el disparo atravesó el pecho de su blanco. Aunque lo intentó de nuevo esa ocasión no tuvo resultado alguno, Credo no imaginó que aquellas extrañas armas habían de recargarse.

Pero nadie le dijo, que no podían utilizarse para golpear a alguien... Literalmente con brutal fuerza golpeo a otro con la cacha del mosquete solamente escucho como las costillas de aquel se rompían al contacto de la misma, y tanta fue la fuerza ejercida que incluso dejo inservible el arma.

Sus orejas giraron en cierta dirección un caballo salía apresurado del castillo al observar con más atención lo que observo le hizo entrar en más desesperación: Era aquel capitán con el que estaba combatiendo el Rey Kiske y lo peor: llevaba consigo a la reina.

¡La reina! Rápidamente y a codazos fue como el General se abrió paso entre los enemigos, desafortunadamente su trayecto no fue mucho, lo ultimo que supo el canido fue que recibió un certero golpe en el estomago con la cacha de un mosquete, y otro mas en la nuca, lo que lo dejó fuera de combate...

¿Cuanto tiempo habrá permanecido en el lugar? Lo que le despertó fue sentir un ligero sacudir en su hombro y al enfocar con dificultad la vista, lo primero que vio fue al jefe de la unidad médica: Seth. Su rostro se veía bastante agotado y su respiración era amen, con ayuda de él, se puso en pie, aunque Seth mantuvo el brazo de Credo sobre sus hombros.

-¿Qu-qué paso?- Y como pudo observo a su alrededor... En todo lo que viviera, Credo jamás olvidaría aquel desalentador paraje, sangre, lodo, escombros, humo y cuerpos de su armada por doquier.

Apretó los dientes y la mirada desviando ligeramente la cabeza, habían perdido... ¿Quien diría que la mayor potencia militar de wonderland terminaría arrasada de semejante manera?
Y lo peor acababa de iniciar…