[Trama] Escuadrón 1 - Corazones.

-Oí escuchar que en el reino de corazones hacen un excelente pie de rosas –Lamio sus labios llevando ambas manos a sus sonrosadas mejillas- Ojalá pudiera probarlo antes.

Suspiró desdichada pero sonrió antes de abrir los ojos y presencia frente a ella aquello que han estado estimando desde hace mucho; la entrada al castillo de Corazón. Aquella mujer de mirada carmín y decidida ataviada por una ligera armadura negra donde ambas hombreras tenían un extraño símbolo; como el sombrero e un bufón u algo así. Alzó su enguantada mano a la altura de su hombro y chasqueo un par de veces llamando a otros hombres vestidos al igual que ella; a sus lados se posaron mientras que otros se movían velozmente hasta estar frente a la entrada del castillo. Durante ese tiempo varias preguntas se generan como ¿Por qué nadie se ha dado cuenta de la presencia de esos hombres? Lo que no sabían es que tras ellos estaban algunos de los guardias reales de la armada de rojo, muertos respectivamente. Habían tratado de ser lo más discretos posibles para no hacer mucho escándalo al momento de asesinarlos y avisar al resto de la armada o en su caso más extremo a la familia real.

Pero la discreción se había terminado cuando al poner su siniestra sobre su cintura y alzar otra vez su mano derecha; exclamó:

-¡Abran esa puerta! –Y entre esos soldados lograron forzar la puerta abriéndolo de par en par permitiendo que la luz de la luna iluminará esa parte del pasillo principal del castillo. Los soldados de armaduras negras entraron blandiendo sus espadas mientras que la mujer de ojos carmín y cabello ébano tranquilamente pasara caminando como si fuera su propia casa.

Algunos soldados de rojo se alertaron y fueron directamente hacía ellos blandiendo también sus espadas y colocándose en posiciones de ataque. La mujer rió llevando el dorso de su mano a sus labios.

-Hasta que al fin algo interesante sucede en este lugar –Un grupo de soldados de negro se colocaron en fila frente a ella como defendiéndola, estaban firmes y sus espadas también habían quedado de forma vertical. Ambos escuadrones parecían esperar el ataque del otro, más sin embargo la azabache simplemente ladeo la cabeza y por tercera vez consecutiva alzó su mano a la altura necesaria para que el escuadrón enemigo viera.

-Prepárense… -Dijo. Los de negros bajaron sus espadas a que estas quedaran extendidas hacía adelantes- … Apunten… -Los de rojo apretaban con fuerza el mango de sus espadas- ¡FUEGO!

¡PAM!

Los cuerpos de los soldados de corazones caían inertemente al suelo dejando una estela de humo saliendo de ellos al igual que un rastro de sangre tras de sí. En cambio, los soldados de aquella mujer habían aprovechado el momento antes de que gritará su orden para confundir a sus enemigos, agachándose al final para que los hombres tras de sí actuarán. ¿Qué era eso que tenían en sus manos y dejo un enorme eco en todo el lugar? Parecían hechos de madera, con algunas partes metálicas y de la punta de este también salía humo. Tenían forma alargada y no parecía pesar tanto por la forma tan fácil en como los llevaban.
Aquellos son mosquetes; las primeras armas de fuego de la historia.

-Registren todo el castillo, que no quede ni uno vivo –Así como lo demando los soldados comenzaron a moverse por todo el lugar. Esa misma noche los gritos de miedo por parte de los sirvientes no pudieron faltar así como el rugido de aquella arma nuevamente en el eco del lugar. Más y más soldados de rojo aparecían para pelear contra los intrusos. La azabache movió su mano hasta la gema del collar que tenía sobre su cuello, la gema de color blanco al tocarla pasó a ser rojo brillando con intensidad- Escuadrón uno, listo. Comencemos con la fiesta.

¿A quién le decía eso? No lo sé, quizá solamente estaba demente. Y más que nada, ¿Por qué se atrevió a atacar directamente el castillo? Quizá tampoco tenía un plan elaborado y solamente decidió hacer un plan suicida.

… ¿O no? ¿Podrías averiguarlo?

-¡Nos atacan!-

Y la misma voz que dio la alerta, se desvaneció en el aire al caer su cuerpo inerte en el piso.

Aquel grito fue suficiente para alertar a varios guardias mas, quienes obviamente no tardaron ni un segundo en saltar hacia el encuentro de los agresores. ¡Finalmente la guerra contra Diamantes se estaba llevando a cabo! O eso pensaron en un inicio aquellos soldados revestidos en armadura carmín ¡Que equivocados estaban!

¡Que aterradoras resultaban ser las armas del enemigo! que con un pequeño estruendo podían causar daño inimaginable, como el hecho de matar a una persona a distancia, y sin flecha alguna. De alguna forma tenían que contrarrestar tal cosa, debían pensar rápido o pronto el castillo se vería sitiado, y no podían permitir eso. No, eran el orgulloso reino rojo, aquel que conquistaría a wonderland tras arrebatarle la gloria a la más fuerte armada de todas: Diamantes.

-Arqueros... ¡Listos!- Y la lluvia de flechas no cesaba intentando frenar al enemigo.

Pronto, el suelo comenzó a retumbar. Los soldados de corazones ya sabían de que se trataba aquello, así que simplemente en una formación, se hicieron hacia los lados para evitar ser aventados. Justo a tiempo. El mugido de los toros no se hizo de esperar junto con el grito de guerra del señor de esas tierras: Alexander Iskandar. Tirando fuertemente de las riendas es como dirigía con precisión enorme el pesado carro de guerra por los pasillos del castillo. Los bueyes que tiraban del mismo no se inmutaban ante nada, llevándose entre las patas a todo enemigo que se les atravesara en el camino, incluso uno que otro desdichado tenia la desgracia de ser aventado por los blancos cuernos de los mismos.

-¡Ea! Rey de los Diamantes, eres muy valiente sin duda al atacar mis tierras. ¿Se te han acabado ya los discursos políticos?- Exclama la ríspida voz del pelirrojo, buscando con su mirar al nombrado, sin embargo, no le encontraba por ningún lado.

Ni a su característico general.

-Johhh~- Cayó en cuenta -De igual manera, aquel que pretenda conquistar Wonderland automáticamente es mi enemigo- Y con animo chasqueo la rienda de su vehículo incitándolo a subir la velocidad.

Por sugerencia de su médico, esa noche la reina de Corazones se había ido temprano a la cama. Ella rara vez se acostaba temprano... Y también rara vez hacía caso a su médico. Probablemente, el resto de su vida se arrepentiría de haber escuchado.

Ajena a todo lo que ocurría en la entrada del castillo, la joven de cabello negro dormía plácidamente en su habitación. O por lo menos, dormía hasta que su dama de compañía irrumpió bruscamente en la pieza.

-¡Majestad, majestad! -se escuchó su voz urgente y aguda. Se percibía el miedo en su bello rostro, que rápidamente comenzaba a perder su color.

-¡¿Qué pasa?! -gritó Sarah, levantándose de la cama de un salto. Y vio a Ofelia caer frente a ella, como si sus piernas se estuviesen doblando.- ¡OFELIA! -gritó aterrada, corriendo hacia ella y luego sosteniéndola en sus brazos. La joven rubia temblaba como si estuviese haciendo frío y un hilo de sangre escurría de entre su boca.

-Majestad, nos traicionaron... -masculló muy apenas la mujer. Las lágrimas comenzaron a verse en sus ojos.- Majestad...

-¿Ofelia...? ¡No... Ofelia...! -negó Sarah, pero la muerte ya había llegado por el alma de la doncella, quien ahora descansaba en los brazos de su señora. Mas en ese momento ni siquiera había tiempo para llorar...

-¡Ay! ¡¿¿Dónde estará la reina?!! -se escuchó en el pasillo. Era una voz tan alegre que sólo podía ser de alguna persona tremendamente loca.

-¡Hey! ¿Qué tengo que hacer si la encuentro?

-Ay, no sé, mátala o algo -eso y risas era lo que se oía tras la puerta de la habitación de Su Alteza.

No, no había tiempo para llorar.

Sarah fue a coger algo de ropa y se cambió la pijama, se puso las botas. Y lo último que alcanzó a llevarse fueron su hacha y su espada. Pobre de Su Majestad... siempre creyó que estaría lista cuando llegara el momento de pelear. En cambio, se encontraba huyendo a medio vestir por un oscuro pasadizo que conectaba su habitación con la cocina y que seguramente los enemigos no tardarían en encontrar.

Se escucharon tronar los cañones. La batalla había comenzado afuera de los muros del castillo.

-¡Iskandar! -gritó Sarah mientras atravesaba uno de los principales pasillos. No obstante tuvo que detenerse cuando se vio apuntada por un arma extraña.

-¡Preparen, apunten, fuego!

El plan iba a su ciento por ciento bien, si es que a eso se le llamaba “bien” o “perfecto”. La capitana del primer escuadrón, sentada sobre una pila de cadáveres de soldados carmines estaba perfectamente bien comiéndose un trozo de un pie de rosas que ella tanto aclamaba. ¿De donde lo sacó? Sabrá el Creador de donde pero ese no era el punto… Miró la cucharilla notando que su distorsionado reflejo comenzaba a temblar, su vista pasó al suelo viendo como pequeñas piedras saltaban y la sangre se ondulaba levemente. ¿Acaso estaba ocurriendo un terremoto justo ahora, en medio de la invasión?

Y el estrepitoso mugido de los bueyes le sacó de sus pensamientos. ¡Oh! ¿Así que eso era el carruaje real del Iskandar el grande? Pero que… Poco ético era eso. Siempre se imaginó que los reyes se paseaban en carruajes todos incrustados de joyas y bañados en oro jalados por magníficos caballos de sangre pura de color blanco con la crin rubia. Eso era un simple sueño de una niña, y ya no era más una. Se estiró un poco hacia adelante y aún con la lejanía vio a los bueyes quienes casi juraba exhalaban humo por sus grandes fosas nasales. Un grupo considerable de sus soldados había caído preso bajo las ruedas y las pesuñas de los cuadrúpedos así como también de sus largas y blancos cuernos como el marfil.

Y ahora aquellos bueyes iban en su dirección.

Sin inmutarse se quedaba en medio de todo, los soldados la miraban y le gritaban que se movieran mientras que algunos con suerte lograban esquivar el carro. Cada vez estaba más cerca de ella… Cada vez más… Y más… Y más… Estaba segura que ya podía sentir la respiración de los bueyes sobre su rostro; y cuando de repente dio un simple paso hacía atrás haciendo que el carro pasará a toda velocidad frente a ella moviendo su larga cabellera azabache.

Pero, hubo un momento que se consideraría en cámara lenta. Juro haber visto a los ojos al mismísimo rey y cuando eso sucedió ella solamente sonrió de oreja a oreja.
El carro siguió de largo, mientras la mujer chasqueó los dedos. Un nuevo soldado de armadura negra apareció sosteniendo dos mosquetes, uno era exactamente de él… Y el otro; le había entregado el mosquete a la capitana, la cual lo llevo a la altura de su hombro cerrando su ojo izquierdo para tener mejor puntería. Lamió sus labios, buscaba el ángulo seguro para el momento de la verdad.

Toda la escena se movía de manera rápida y frenética mientras que para ella era como si estuviera detenido y solo se moviera en tomas. En su mente calculaba todo de acuerdo a su entorno: La velocidad del viento, la cantidad de sonidos en el lugar, cuantas personas vivas y cuantas personas muertas…

La velocidad en que iba aquel carro. Desde un principio eso le llamo la atención; su dedo estaba cerca del gatillo, un movimiento y falso… Solo faltaba un movimiento en falso… Y entonces…

-Aprendan, -Habló- Así es como se derriba un gran muro.

Apretó el gatillo. El balín había impactado perfectamente en una de las ruedas, solo esperaba que fuera lo suficiente para que esta se destruyera y rompiera. ¿Esperaba que fuera suficiente? ¡Vamos! ¡Que se trata de un mosquete! ¿Existe cosa más fuerte que un arma de fuego?

-Capitana, capitana -Una de sus soldados apareció a un lado de ella, a diferencia de los demás no cargaba un mosquete sino una lanza- A la Reina se le ha visto por los pasillos, parece estar escondiéndose.

-Cobarde -Dijo- Búsquenla y tráiganla antes mí.

Así, la soldado simplemente se reverenció y fue con un grupo de otros soldados a buscar a su majestad de rojo.

Los imponentes bueyes del rey de corazones se alzaron ferozmente con el único afán de derribar a la capitán del ejército contrario. Los ojos de ambas bestias brillaron intensamente a punto de lograr su cometido. El pelirrojo sabía que no seria tan fácil. Súbitamente la mujer frente suyo eludió su ataque, y el, no pudo hacer mas que mirarle sobre su hombro, dedicándole una sonrisa a medias con sus anchos labios. Y aunque no quisiera, desvió la mirada para enfocarse en el camino frente suyo. Su carro continuaba haciendo de las suyas, como si con dicha acción pretendiese mermar al ejercito por si solo. Apoyado aun por los arqueros en lo alto de las torres es como Iskandar el grande continuo con su ataque.

Sin embargo, estaba consciente del riesgo que aquella mujer representaba, sin escatimar ni un segundo, dio una vuelta, aventando aun mas soldados con dicha acción. Era curioso como aquel alto y fornido hombre controlaba con facilidad el pesado carruaje y también la fortaleza que mostraba al no doblegarse debido a la velocidad que llevaba.

Nuevamente, el estruendo de aquellas extrañas -y nada honorables para las- armas se hizo de sonar. De un lado, sintió como si hubiese pasado sobre algo, ¿Un desnivel? no, no lo era. Aquella mujer había atacado a uno de los puntos débiles de su carro; astuta, pero lo que ayudo a su majestad, fue la distancia, y el grosor de la mista rueda, que obviamente debía ser lo suficientemente gruesa como para soportar el peso del rey así como el andar de los fuertes toros. Aunque, el ataque daño algo la misma y logro desequilibrarle. Tiro de las riendas hacia un lado, para que el peso del mismo no ayudase a que el carro se fuese de lado, o en el peor de los casos: le derribara.

-¡No me llaman Rider por nada, mujer. Necesitaras algo mas "para derrumbar este muro"!- Y su característica ríspida risa, se alzo en el lugar.

Es cierto que a Alexander, jamás le ha gustado ganar matando a sus enemigos, ni humillándolos, pero esa situación era distinta, si no hacia algo y si no pensaba con claridad las cosas, el castillo seria tomado, y eso era algo que no iba a permitir. Desenvaino su espada, y entonces el feroz rayo se proyecto en la misma. dirigiéndose a la mujer en cuestión.

No importaba si fallaba, igual, ayudaría a su armada disminuyendo el numero de agresores en el campo de batalla.


[color:130e=carmín]-¡Majestad! por aquí- Gritó uno de los soldados, atrayendo la atención de Sarah. Era un pequeño grupo, uno que seguro jamás se había visto dentro del castillo de corazones.

Sin embargo, los mismos no eran atacantes, eran aliados ¿Entonces de donde habían salido?

-"Solo espero que eso de resultado para distraerles y que Sarah pueda tener mas ventaja en el campo de batalla"- Pensó el Rey, pues aquellos soldados no eran mas que ilusiones creadas por su misma magia.

OFF: Adjunto la imagen del mugre carro para que vean que no me vi gary sues con lo de la rueda xD esta bien gruesa la chingadera esta y aparte que yo sepa el mosquete tenia corto rango de alcance.

http://blog.draggle.org/wp-content/uploads/2011/10/fate_zero_05_2.png

Las armas raras tronaron al producirse los disparos, pero Sarah tuvo oportunidad de salir corriendo por uno de los pasillos. ¿Cobardía? Tal vez, pero esa palabra significaba que existía una ausencia de osadía y valor. Y Sarah era una simple humana, cuya vida era tan frágil como la de cualquier otra.

Si muere el monarca de una tierra siempre puede reemplazarse por otro, pero ella creía que eso no aplicaba para un hermano, un amigo, un cónyuge o un amante.

Y por eso no podía permitirse morir.

-¡Majestad! ¡Por aquí! -escuchó al otro lado del pasillo, donde divisó un grupo de soldados que definitivamente no pertenecían a la guardia del palacio. Pero acaso en un momento así ¿eso importaba? Claro que no. La mujer de cabello negro se dirigió hacia ellos, sólo para darse cuenta de que no eran lo que aparentaban.

-¡Iskandar! -exclamó recordando una de sus técnicas extrañas. De seguro de eso se trataba.- Vamos, llévenme con el rey -le dijo a ese grupo de ilusiones armadas. Entonces juntos avanzaron hasta el frente del castillo y cuando llegaron Sarah vio la verdadera batalla. Una veintena de cuerpos de soldados de Rojo yacían inertes en el suelo, ensangrentados.

¿Qué demonios pasaba? ¿Cómo? ¿Por qué? fueron las dudas que asaltaron su mente. ¿Cómo era posible que se atrevieran a atacar el castillo de Corazones? "Qué osadía." Desenvainó su espada y, cegada por la ira, arremetió contra sus enemigos aún conociendo la superioridad de sus armas.

Un escuadrón de naipes se acercó a ella. "No deberíamos combatir así... pero esta es nuestra casa."

-¡Acaben con ellos! -gritó para dirigir a sus soldados al combate. La reina se encontraba al frente, derribando a todo aquél que pudiera. Pero era cuestión de tiempo para que la derribaran a ella...


-Ésta va a ser mía -habló uno de los de Joker, apuntando a la mujer con su mosquete.

-¡No la mates! ¡La capitana dijo que le lleváramos a la reina! -exclamó otro de los enemigos.

-Pero no nos especificó si la quería viva o muerta -y disparó. El proyectil de aquél arma pegó justo en el torso de Sarah Vilhelm y así, Su Majestad finalmente cayó removiéndose sobre los adoquines.

-Alex...ander -masculló.

Y su ataque, falló.

-¡Con un demonio! –Tiró el arma al suelo, haciendo el mismo gesto que hacía un niño cuando algo no le salía bien.

No había calculado algo, la masa de ese carro; ¡Si con solo la rueda misma medía el triple que ella! Joker no iba a permitir un fallo como ese, así que mejor procuró de seguir con el plan tal cual como se lo habían encomendado; y con mucho esfuerzo esquivo aquel rayo, aunque su rostro demostrará que no fue nada. Luego, escuchó uno de los estruendo de un mosquete –Uno en particular entre los otros y el único que le llamo su atención- Sin más se dirigió hasta este para ver la sorpresa de ver a la mismísima Reina de Corazones tirada en el suelo, un pequeño charco de sangre se situaba bajo esta.

Aquello, no era nada bueno.

-¡Capitana! –Exclamó el dueño del mosquete inquisidor, acercándose orgullosamente hacía ella. Abrió los labios intentando decir algo hasta que la mano de la misma mujer sobre su rostro le calló propinándole una muy buena cachetada en su mejilla.

-¡IMBÉCIL! –Gritó la de cabellera negruzca agarrando el frágil cuello del hombre y obligándole a pegar su frente con la de ella para verlo perfectamente en sus ojos en clara señal de amenaza- ¡¿Qué te pasa?! ¡No tenemos que haberla disparado! ¡Nos meterás en graves problemas con nuestros superiores!

Le propinaba varias cachetadas en todos los ángulos posibles hasta que al fin soltó al pobre muchacho que ya tenía el rostro rojo por ello. Ambos miraron hacía la misma dirección en donde la capitana había dado su aparición… ¡El rey! ¡Oh dios mío, el rey! ¿Qué pasaría si viera a su mujer tirada en el suelo en tal condición? La de ojos carmesíes solamente bufó arrugando un poco su nariz y miró al muchacho, le señalo a la imagen de su majestad.

-Más te vale que esa mujer este viva para cuando todo acabe, llévatela contigo, mantenla apresada, mantenla amordazada, ¡Me importa un bledo como la mantengas solamente no dejes que se escape! O Joker tendrá una charla personal con tu querida novia…

-¡No, por favor, no! -¿Quién lo diría? Aquella persona que se había atrevido a disparar a su majestad no era más que un subordinado bajo amenaza. El muchacho miró a su acompañante y ambos asintieron acercándose hasta donde la de cabellera ébano.

En cuanto a la capitana volvió al punto donde comenzó la batalla, notaba que muchos de sus soldados intentaban dispararle a aquel carro sin el mismo logro que ella; en cambio a los dichosos naipes bien que se “abrían” de par en par con un simple disparo, son cartas a fin de cuentas.

-¡Dejen de dispararle al carro, eso no servirá de nada! –Pero se le ocurrió algo mejor- ¡Dispárenle a los bueyes!

Agradecía realmente a aquel que había construido su carro, era bastante resistente. Sin embargo, como todo en ese mundo -y en el otro- tenia un limite. Iskandar, estaba consciente de ello y ante los constantes disparos lo único que podía hacer era continuar su labor intentando no "inmutarse" ante las fieras armas del enemigo.

Ya estaba decidido no iba a retractarse, juraron Sarah y él conquistar algún día Wonderland, y unificarlo como un solo imperio, por ello es que sostenía con firmeza las riendas de sus fieles bueyes, los cuales estaban bien entrenados por su hermano Richter para que no se acobardasen al igual que el en medio del combate. ¿Richter? ¿En donde estaba? Seguramente estaría defendiendo los establos, o al menos eso le gustaba pensar al pelirrojo, ya más avanzado seguro el combate, se les uniría y entonces, los tres, celebrarían su victoria.

Pero al parecer el destino les tenía planeadas cosas diferentes, desconocía que la Reina había caído victima del fuego constante.

Uno de sus soldados -del noble phantasm- se materializo a su lado dándole las malas nuevas, al hacerlo, como humo al viento, se desvaneció. No, no era posible ¡Sarah no podía caer con esos "débiles ataques". Sus pobladas cejas se arquearon hacia abajo y entonces, el rayo cubrió su carruaje al momento que "mas soldados de corazones ingresaban al lugar" claro, no eran reales, era una de sus técnicas especiales, que debería ser suficiente para confundir al enemigo y seguro, desviar su ataque hacia los "refuerzos" dándole una oportunidad a su armada real de atacar y obtener un poco de ventaja.

Los rayos salían disparados en todas direcciones. Un nuevo chasquido de sus riendas se escucho al momento que elevaba un grito de guerra, nuevamente el carro se dirigió contra la capitana, no estaba seguro si en esa ocasión podía dañarle, pero algo si era seguro, eludirle no seria tan fácil ahora.

-¡Si al menos Sarah no puede verlo yo me encargare de salir victorioso de esta batalla para conquistar wonderland! ¡Por ella!-

No estaba seguro cuanto le duraría aquella descarga de poder, tal vez no seria mucho, pero debía aprovechar, momentáneamente estaba a salvo de las balas debido a la electricidad que cubría el carro de guerra. Pero así como poderosa era aquella técnica, igual de desgastante seria.

Ignorando el mal desenlace que ocurrió con la reina, nada parecía querer detener este ataque. La capitana quien no parecía hacer nada más que observar, de un momento a otro sacó un pequeño paquete marrón de un lado de su cinto… Y dentro de este yacía unas cuantas, cartas de naipes. Así es, naipes; no leyeron mal. La capitana barajeo las cartas con total calma y fue lanzando uno a uno a cada soldado que se le atravesará; luego de unos simples chasquidos de dedos las cartas explotaron y los soldados cayeron de golpe al suelo totalmente quemados. ¿Qué ocurría ahora? Unos nuevos compás de pisadas y patas de equinos se avecinaban, lo que daba a entender que otra cuadrilla de soldados se acercaba, bien podrían con todos ellos. Pero el nuevo rayo saliendo del carruaje de su majestad era lo que le preocupaba a dicha mujer quien intentando esquivar ese rayo dio un salto hacia atrás.

Pero, lo intrigante no era aquello. El carro del mismísimo rey de Corazones se avecinaba hacía ella y no había forma de poder evitarlo, miró a ambos lados con desesperó pero no por poder salir de ahí sino por otra cosa… Con su mirada buscaba a alguien, un miembro de su propio escuadrón. ¡Bingo! Al verlo colocó sus dedos índice y pulgar a los lados de su boca, la punta de ellos dentro de esta misma y silbó.

-¡AHORA! –Grito, lo que le dio a entender que ya era momento de usar el “Plan B”.
El soldado entendió y corrió entre el resto de la muchedumbre hasta aparentemente salir del castillo. La mujer lanzaba esos naipes de pequeñas pero mortales explosiones hacía ese carro tratando de hacer que al menos se ralentizará y darle tiempo. Ya estaba más cerca, juraba que ya podía sentir la respiración de los toros en su rostro…

¡BOOM!

¿Qué fue eso? Sin saberlo el castillo comenzó a temblar y escombros comenzaban a caer, así como algunas paredes explotaron haciendo que por los aires soldados de rojo volaran. Otra de las ventajas de la pólvora misma; al menos esperaba que con el ruido causado por las explosiones asustaran a los toros y así salir de ahí. Sin embargo, uno de los toros le logró cornearla y aventarla a otro lado de la habitación, la capitana cayó al suelo.

Y pasado unos segundos se levantó, ¿Pero cómo? Se notaba por el sangrado en su armadura y el hilillo de sangre que había logrado herirla. Pero, ¿Qué te golpeará un toro no debería ser mortal? Ahora entiendan esto: ¿Cuándo se dijo que aquella mujer era humana?

-¡Capitana!

-¡Estoy bien, sigan con los bombardeos!

El estruendo del enorme carro y los pesados bueyes envueltos en electricidad era en lo único que el rey de corazones podía concentrarse ahora. Sus ojos carmines se fijan en su objetivo, aquella chica de joker quien inteligentemente emprendió la huida ¡Pero eso no iba a detener a Alexander! ya estaba decidido en acabar con ella, y su valor se encendió como la misma pólvora al escuchar tras de si una nueva cuadrilla de soldados acompañarle.

Si, seguramente ellos también querían vengar a su reina, que desconocía el pelirrojo si seguía con vida. LA cantidad de soldados tras de él parecía ser exagerada, pero el ya había sido precavido invocando a aquellos soldados fantasmales para determinar solo una cosa: probar los trucos sucios que sus rivales usarían. Claro la explosión fue más fuerte de lo que el de barba roja hubiese anticipado, algunos de los soldados reales se vieron afectados en el fuego, otros mas al observar que las ilusiones del rey eran afectadas de semejante manera frenaron. Desgraciadamente el soberano de rojo no fue uno de ellos quien, al contrario alentó a los bueyes a seguir con su camino.

¿Por que aquellas bestias no se inmutaban ante aquellas explosiones? secreto de Richter ¿Que clase de adiestramiento les daba? solo el lo sabia. De algo estaba seguro el grandulón, el príncipe de corazones era bastante bueno en su trabajo. ¡Bingo! había atrapado a la mujer, juro verla volar varios metros debido a uno de los blancos cuernos de sus toros. No obstante la explosión misma le atrapo y aunque se sostuvo fuertemente de las riendas fue en vano, quizá esto fue malo...

El carruaje siguió su trayecto si... "¡necesitaras algo mas para derrumbar este muro!" mencionó con anterioridad y ahora, helo ahí en el piso. Su cuerpo rodo varios metros después de caer a alta velocidad de su carro de guerra siendo sepultado desgraciadamente por los escombros que caían en el lugar, el polvo del mismo inundo el sitio. A lo lejos lo único que se percibía era el mujer de los toros los cuales al no estar atados ahora al carruaje continuaron su camino enfurecidos lanzando a todo aquel soldado de joker que se interpusiera en su camino.

-¡A la carga!- ordenó uno de los capitanes de la armada incitando a las tropas a ir por el camino donde se había visto la última explosión y el mismo camino que el carro de Iskandar tomó.

No era su final, no iba a caer así de sencillo, iba a unificar wonderland y ya estaba decidido. A duras penas el mago se levanta, con la rojiza capa cubriendo le del lado izquierdo, aunque, la misma se hallaba bastante empapada oscureciendo el color de la misma. Un pequeño charco de sangre se diviso a sus pies.

"No importa, el creador de wonderland me brindo otro"- Tensa la mandíbula conteniendo el dolor, había cosas mas importantes ahora. Su diestra desenvaina su espada y señalando con la misma el lugar donde creyó ver caer a aquella mujer un rayo fue ejecutado.

Ahora lo único que había que esperar era que sus tropas le diesen alcance a tiempo.

Podría ser fuerte, pero sin duda una hemorragia de esa magnitud ponía en peligro a cualquiera, mas ahora que ya no tenía un brazo para defenderse...

Así que, sus majestades decidieron sacar su mejor caballería de casi la mismísima nada, perfecto así la fiesta sería mil veces mejor. A los pies de la mujer de cabellos azabaches había un ligero charco de sangre, la propia pero fácilmente la capitana de Joker seguía moviéndose como si aquello fuera solo una magulladura más en su cuerpo. Entonces la capitana dio otra demostración de sus poderes cuando su propia armadura comenzaba a quebrarse y en unos segundos cada pedazo minúsculo de metal negro se transformo en una carta de naipe común, manchada de sangre y rota a la mitad. Los mismos naipes se encendieron en llamas volviéndose cenizas que se esparcieron por el aire. Bajo la armadura parecía tener una especie de vestido de color blanco con algunos retazos manchados en sangre; de un bolso que cayó justo después de que su armadura se diseminará saco un nuevo juego de naipes el cual lanzó al aire, los naipes en vez de caer como tales hojas al suelo flotaron en el aire y fueron adhiriéndose a la de ojos carmín hasta formar una nueva armadura que se torno tan negra como la noche al igual que la anterior. ¿Y sus heridas? Ahí seguían, pero la armadura le estaba protegiendo tanto de lo mortales que puedan llegar a ser esas heridas como las siguientes que pueden llegar a darse.

¡Jum! Ver para creer.

Sus labios se curvearon en una sonrisa y galantemente se quitó un mechón de su cabello de su rostro, al final logró su cometido: “Hacer caer al enorme muro” ¿Qué podría ser mejor que eso? Ahora solamente debía comprobar si la reina seguía con vida y al divisarla no muy lejos de donde esta se sintió aliviada y a la vez angustiada, podrá ser ella una de la más fuerte capitanas de la armada de Joker por su magia negra.
Pero sus superiores, ellos sí que daban miedo.

Los bombardeos seguían a su ritmo progresivo, conjunto a los naipes explosivos que de vez en cuando la mujer lanzaba a los lados.

-Entonces, ¿En Diamantes ya terminaron? –Susurro para sí misma. ¿Cómo se enteró? El collar, lo supo minutos atrás.

La capitana silbó, y al igual que la armada de rojo desapareció de la nada salió un caballo de crin y pelaje marrón oscuro que se frenó a un lado de ella. Motón aquel corcel tomando las riendas de este y se dispuso a correr por el castillo hasta llegar a donde estaba la reina, quien parecía estar algo alejada del lugar.

-Oiga, majestad –Le habló, con un tono de voz como si fueran amigas desde hace mucho- ¿Bonita fiesta, no?

Unos cuantos lanceros se acercaron a ella con la gran intención de clavar las puntas de esas lanzas en su pecho por osarse acercarse a su reina, el caballo se echaba hacía atrás relinchando mientras que la de cabellera azabache solo reía.

-Mi lady, debe aprender a ponerle un bozal a vuestros animales, ¿No le parece?

Haciendo uso de una simple lanza, la reina atravesaba fieramente a sus enemigos, perforándoles hasta dejar sólo sus inertes cuerpos. O por lo menos eso fue hasta que la capitana del primer escuadrón de Joker tuvo el atrevimiento de aparecer. Sus palabras, sumadas a ese horrible e hipócrita tono de voz, no hicieron más que enfurecer aún más a la reina de Corazón.

Sarah la observó con atención y pensó que podría fácilmente ir al bosque negro y sacar de ahí algo con más clase que esa mujer. Después se abstrajo del resto del ruido sólo para escuchar la risa de aquella capitana, descubriendo que le provocaba asco y aversión. Y como las patas de su caballo palomino se encontraban ya teñidas con colores entre el rojo y el marrón, decidió que quería también pintarle con la sangre de esa insolente mujer.

-Si con animales te refieres a seres inmundos como tú, me parece una idea adecuada y excepcional -contestó con seriedad, casi como si eso no fuera parte de un insulto o de la broma.

De pronto puso a su corcel a galopar...

Y cuando éste estuvo a punto de pasar por un lado del alazán de la capitana, Sarah comenzó a pararse encima del animal. Al llegar el salto que hizo fue preciso y la reina logró empujar a la otra mujer, haciéndole caer junto con ella al suelo.

-¡¿Eres tú, no es así? -le gritó al colocársele encima- ¡¡Eres tú la líder de todos éstos!! -y le jaló fuertemente de su negra cabellera, en un ataque desesperado y brutal.

La capitana de aquel escuadrón solamente hizo una mueca como de dolor al escuchar las palabras “insultivas” de su majestad de rojo. Jo, y ella esperaba que las personas del Reino de Corazón fueran un poco más amables y cándidas, y se fijó que solamente era puras palabrerías; todos los de corazones eran orgullosos, ambicioso y peor, egoístas como ningún otro. Su risa no desapareció mientras montaba su corcel negro mirando con ímpetu a la reina misma, incluso se digno a irse dejando que el resto de los soldados terminarán el trabajo. Hasta que la mismísima reina le alcanzó y en un acto de valentía se lanzó contra ella, cayendo ambas al suelo.

Su alteza real serenísima, Sarah Vilhelm; peleando como toda una gran guerrera: Jalándole el cabello a otra mujer. La de cabellera azabache chilló pataleando tomándose de su cuero cabelludo para tratar de zafarse, al ver que no podía hizo lo mejor que se le ocurrió, jalarle el pelo a su majestad de rojo. Rodeo la cintura de la de ojos prusia con sus piernas y de un simple jalón logró cambiar posiciones siendo ella quien estaba sobre esta, jalándole con más fuerza el cabello, a la vez que con sus uñas rasguño un poco la cara de su real majestad. Sin duda alguna, varios soldados tanto enemigos como aliados se quedaron viendo aquella escena esperando que algo bueno pasará, aparté de los gritos, insultos y demasés cosas que podrían salir de ahí.

-¡Basta! –Exclamó la mujer levantándose apresuradamente separándose de la reina Vilhelm. Llevó sus dedos a su boca y chifló, llamando nuevamente a su caballo que venía en carrera a ella.

Alejado de la escena, los bombardeos que se habían intensificado anteriormente comenzaron a descender poco a poco, así como los soldados de negro dejaron de luchar para empezar la retirada. Los altos líderes le habían dicho que no debía herir de gravedad o matar a los reyes de rojo, ahora se llevarían una reprenda por ello, y no le importaba. De un salto, tomó nuevamente las riendas de su corcel comenzando a correr en dirección a la salida. Así mismo como llegaron, se fueron sin dejar ni un rastro más que la destrucción de la entrada del castillo y los incontables cadáveres en el suelo.

Aquel acto su majestades podrán creer que estaban huyendo de la pelea, sin embargo ellos no podían ver la sonrisa de victoria dibujada en los rostros de cada uno de los soldados, especialmente en su capitana.

La misión de invadir el castillo de corazones; había sido completada satisfactoriamente. Ya van 2/4 con la victoria en Diamantes.

Podía escuchar las explosiones, el problema es que se encontraba tan aturdido y mareado por la perdida de sangre que solamente las percibía a lo lejos y los gritos de los soldados como un mero murmullo.

De hecho, su trueno, el que había lanzado anteriormente a la capitana de Joker fue a estamparse contra otro de los muros, haciendo que escombros cayesen del mismo dañando soldados enemigos, y uno que otro aliado. Algunos naipes se acercaron con el afán de protegerle y evitar el "Jaque mate" aunque en esta ocasión su máxima prioridad, seria cuidar a la reina.

Momento, juró escuchar la voz de la azabaches... Lentamente es como el de barba roja se levanta. La sorpresa -así como curiosidad- no se hizo de esperar en sus toscas facciones al observar la escena. Increíble ¿Quien lo diría? Torció los labios sin despegar su rojizo mirar de la escena. Dio unos cuantos pasos dejando atrás a los naipes que le custodiaban, entonces, uno de los capitanes de su armada se acerco.

-Señor ¿Deberíamos detenerles?-

Iskandar no supo que decir. Por una parte seria bueno irrumpir la pelea, y atrapar a la capitana. Por otro lado siempre le habían dicho que era mejor no entrometerse en medio de una pelea de mujeres. No obstante, espabilo.

-¡Síganle!- Ordenó como pudo, el dolor comenzaba a atraparle, inclusive no podía ya mantener la concentración, y al perderla, los soldados de su falsa armada comenzaron a desaparecerse como humo al viento.

Ahora eran los soldados de rojo quienes seguían a los de negro, todo para impedir que "huyesen" o mejor dicho, se retirasen. Chasqueó la lengua, de no estar gravemente herido, personalmente seguiría a esa fastidiosa capitana con su corcel bucephalus. Aunque, un pequeño grupo de hombres logro traspasar aquellas explosiones y seguir un buen rato a los de Joker... Ningún ser en ese lugar seria capaz de decir si volverían a verles.

Se acercó a su alteza serenísima, con su característica sonrisa.

-Le diste su merecido- Y le tendió la mano, ayudándole a ponerse en pie.

Aunque, lo realmente difícil estaba a punto de venir. Reconstrucciones, recuento de daños, investigar quienes o que era Joker.

-Debes atenderte de inmediato, Sarah- Pero lo mas importante, era ella, el pilar central del reino carmín... -¿Puedes caminar? Sino personalmente te llevare al sanatorio-

Sarah hizo lo posible por levantarse, no obstante quedó arrodillada en el suelo y, al ver que los enemigos emprendían la famosa "retirada", se encontró gritando con ira y desesperación.

-¡Tráiganme la cabeza de esa mujer! ¡Que no salgan vivos de este castillo! -ordenaba con fiereza. Mas el mismo Coronel Gutiérrez había decidido desobedecer las desatinadas órdenes de Su Alteza y dio la indicación a sus hombres de detenerse.

Los soldados de Joker se habían ido tan inesperadamente como aparecieron. Pero aquella batalla tenía el nauseabundo sabor de una derrota. La reina lo supo entonces y comenzó a golpear el suelo en una descarga de su dolor e impotencia. No importaba si se lastimaba, la magia de Orchid le había quitado el dolor físico y ahora ella podía herir su cuerpo sin siquiera sentirlo. Miró al suelo y ahí pudo distinguir su propio reflejo en la sangre derramada. Y pronto la imagen del rey Alexander se unió a la de ella.

Al oírle bufó, notándosele sarcástica, y se sujetó de la mano del mayor para levantarse.

-¿Atenderme? -intentó reír, mostrándose fuerte y orgullosa. Ciertamente ella podía caminar sin problemas, ¿pero a qué costo, si su cuerpo difícilmente daba para más? Sarah sabía que estaba terriblemente herida, aunque si podía hacerlo no lo admitiría públicamente.

Observó detenidamente al pelirrojo.

-¡Alex! ¡¿Estás bien?! -exclamó preocupada al notar la tela de la ropa del rey completamente empapada. En su rostro se notaba el desconcierto, pues si creía que había alguien en el reino Rojo que nunca podría ser herido... esa persona sería él.- ¡Dime que ésta no es tu sangre, Alexander Iskandar! -le exigió.

El -naturalmente- inoportuno Coronel se acercó a Sus Majestades.

-¡Jeff! ¡¿Dónde está Richter!? -cuestionó Sarah. El militar se encogió de hombros y tuvo que responder muy a su pesar.

-No se le ha visto desde que comenzó el ataque.

Intentando sonreir tan despreocupadamemnte como frecuenta, es que el pelirojo le mira. Aunque, no por mucho, pues a la cuestión de su majestad ladeó la mirada al tiempo que posaba su mano sobre su nuca.

-Mah, es probable- Claro, no dio una respuesta afirmativa.

Afortunadamente el Coronel Jefferson se acercó a ellos irrumpiendo así, la charla. ¡Es verdad! No habia visto a su hermano en medio del combate, pero supuso que estaria ahí para combatir hombro a hombro los tres. Aunque, la respuesta del pelirojo le sorprendio en sobre manera, y, como si estuviese seguro que Jefferson se equivocaba, el mas alto barrió con la mirada todo el lugar, no obstante, no le encontró.

Intentando tranquilizarse, colocó la mano sobre el hombro de la azabaches.

-Richter es un potro pura sangre, estoy seguro que se encuentra bien, puede cuidarse solo- Aunque, con la magnitud del ataque nadie estaba a salvo. -Lo más probable es que estuviese defendiendo los establos.- O eso quería creer.

-Ahora es momento de atender nuestras heridas, así como las de nuestros hombres, y prepararnos para la siguiente batalla, presiento que esto es el inicio de algo más grande. Así que, mi querida Majestad ¡De la orden y yo me encargare personalmente que se realice!-

La reina no dijo nada, después de todo el grandote estaba en lo cierto. No obstante ella sabía que había algo poco convincente en aquellas palabras. Y aún así decidió creer totalmente en lo que decía, pues sólo escucharle resultaba tranquilizador.

Le miró a los ojos. ¿Cómo podía hablar así después de lo que había ocurrido? A saber, esa actitud siempre había sido algo inherente a él. Y sinceramente a Sarah le encantaba. Tocó la mano que Alexander había puesto sobre su hombro y sonrió por un segundo al notarla enorme a comparación de la suya.

-Te odio –le dijo torciendo la boca- ¡No puedo decirte que no, nunca! –añadió separándose de él. Entonces llamó a Vigilante- Primero ve a que te curen… ¡Dile a Orchid, sirve que hace algo! –exclamó. Y el anciano, que se encontraba bastante cerca, los miró atónito cuando la escuchó.

-Majestades, -les dijo Gutierrez- a falta de la Generala necesitamos órdenes.

Sarah montó su corcel.

-Atiendan a los heridos –dijo inmediatamente, sin pensarlo. Jefferson asintió con la cabeza, pero antes de que se fuera, Sarah agregó:- Y quiero que tú encuentres a Richter.

El Coronel hizo una conocida seña de “Sí, señor” y se retiró de mala gana. Obviamente aquello no le había hecho gracia, sobre todo recordar que Richter era el único ser que osaba llamarle “Gutierritoz”…

-Voy a traer a los médicos –dijo la azabaches a su rey. Sin embargo, los inevitables efectos de la pérdida de sangre sobrepasaron la magia del anciano y Sarah finalmente se desvaneció.

Al menos la menor estaba de animo como para reprenderle, era una buena señal ¿No es así? En un auto reflejo el pelirojo tomó su capa para cubrir un poco mas su herida, aunque ha de ser de idiotas no imaginar la magnitud del daño debido a la cantidad de sangre que aún continuaba emanando de ella.

Y sus toscas facciones que la mayoria del tiempo se mostraban sonriente, cambiaron de expresion al tornarse el rey serio. Sus rojizas y pobladas cejas se arquearon hacía abajo. Lo cierto es que la prioridad en el momento eran los heridos, y claro esta, con ello, Sarah a la cual, por cierto, miró cuando la misma pretendia ir por los medicos para llevar a cabo su cometido.

Sin embargo, lo que sucedio seguramente no fue esperado por nadie.

-¡Sarah!- Y lo más rapidamente que le fue posible, el rey de corazones se movió para atrapar a su alteza serenisima antes que la misma fuese a dar al piso.

Para ello, tuvo que barrerse, aunque valio la pena, pues con firmeza, le sujetó. Lentamente, con la reina entre sus brazos -o mejor dicho entre su brazo- es como se levantó.

-¡Ya escucharon las ordenes de su majestad! Los heridos son la principal prioridad ahora. Esta ha sido una derrota, una que jamas olvidará el reino carmin y por ende, debemos mantenernos firme, por el siguiente encuentro que tal vez pueda avecinarse. ¡Conoceran el temple y el orgullo de la armada carmin!-

Una vez dichas tales palabras, comenzó a caminar pese al dolor y la perdida de sangre, que seguro no tardarian en afectarle, así que, debia ser rápido.

-¡Viejo mago, el pilar principal de nuestro reino es la reina, y no podemos permitir que caiga de semejante manera! así que, de la forma mas atenta te pido que hagas lo que este en tus manos para poder curarle-

Sin duda, ese seria un dia inolvidable para los orgullosos miembros del reino carmin. La orden dada por la azabaches no tardó en extenderse entre la armada como el mismo fuego hambriento, apresurandose aquellos quienes no estaban heridos, o no de gravedad al menos, para ayudar a los mas afectados.

Por su parte, Alexander Iskandar se encaminó rumbo al sanatorio de Corazones llevando consigo a la reina para que le atendiesen...

Ahora solo habria que esperar para ver que era lo que el destino les tenia preparado...