La diferencia -Privado/Charlotte-

Me causaba una gran ternura ver como se comportaba el llamado “Temido y honorable príncipe de corazones” Richter Iskandar con un simple gatito de tres patas. Parecía un niñito pequeño –Y de seguro no soy la primera que piensa eso- Así que tuve que morder mi labio inferior para reprimir un “Awww” que tanto anhelaba escapar de mi boca. Por su parte el mínimo parecía a gusto con los mimos del joven, tanto que sonoros ronroneos escapaban de su hociquito y se removía para sentir mejor aquella caricia.

-Está bien… Adoptarlo –Mi error, pero no parecía ser algo del que arrepentirme ¿O no? Es un error común. Arquímedes seguía moviéndose de un lugar a otro sin dejar de ver al gato, es difícil dejar de hacerlo cuando este intento comerte hace un rato.

Estiré mi mano derecha para acariciar sus plumas y su cabeza con delicadeza. En ese pequeño lapso de silencio una sirviente de cabello largo azabache recogido en una trenza y grandes lentes que ocultaban sus pequeños ojos apareció casi corriendo frente a ambos, a pesar de su entrada no se veía asustada o consternada, se veía más bien calmada. Al llegar a mi lado se reverencio ante mí a tal grado que ya parecía que su cara fuera a dar al suelo.

-Majestad, -Aún no se erguía- El almuerzo está listo, si desean pueden pasar al comedor real que ya está todo preparado para usted y para nuestro invitado

-Oh –Miré al príncipe por unos instantes devolviéndole una sonrisa amable y luego volviendo a la joven mucama- Esta bien, en seguida iremos.

La joven se alzó nuevamente únicamente reverenciándose con la cabeza y salió casi corriendo de la sala de té; no sabría si decir que estaba ocupada o nerviosa o así era su forma de expresarse de cualquier manera he visto muchas clases de personas por estos lugares así que no debería poner malos ojos por ello. Me levanté llevando mis manos bajo mi pecho mirando una vez más al príncipe.

-Espero que le guste tomar el almuerzo… -El cual se me hacia medio raro, es decir sin darme cuenta ya se había pasado casi toda la mañana- … Y podríamos hablar de alguna otra cosa, lo que guste así como si quiere; le muestro también el castillo.

Al escuchar los pasos acercarse, instantáneamente el castaño dejo su porte de "niño tierno" para mostrar el de siempre, aun con el azabache felino entre sus brazos sin poder evitar darle una caricia de vez en cuando. Observo a la sirvienta, quizá traería nuevas noticias con respecto a lo del previo ataque en el castillo.

Afortunadamente, no se trataba de eso. ¿Almuerzo? Miró por la ventana ¡Si que el tiempo había pasado bastante rápido! Quizá ambos no se percataron anteriormente de ello por la adrenalina causada por el ataque del corredor.

-Me pareceré bien- Mencionó con sonrisa en rostro y estirando juguetonamente -sin lastimar también- un poco una de las orejas del felino.

Su sonrisa se debió a la última propuesta que la mujer de cabellos azules había hecho: Mostrarle el castillo. Nunca estaba de mas conocer el terreno enemigo ¿Cierto? quizá para cuando finalmente la invasión de corazones hacia diamantes se realizara tendría un poco de ventaja. Claro, esta, no iba a mencionarlo.

Podría ser mal visto tal pensamiento, pese la hospitalidad y amabilidad de su anfitriona, sin embargo, no es fácil olvidar ni dejar de lado costumbres que vienen ya desde una larga tradición de enemistad entre ambos reinos, y ser criado precisamente para ello, así como convivir con rechazo y repudio hacia el mismo reino que en ese instante, visitaba.

-Aunque he de admitir, que mis platicas no son un tanto refinadas ni entretenidas no hay mucho de que comentar en mi ámbito de trabajo- y sumado a que, como ya había mencionado casi no convive con la realeza...

... lo que le recordaba sus malos y nada bien vistos modales en la mesa...

OFF: Descuida xD yo también, por eso no había respondido acá, a ver si se me ocurría mas.

No pasó mucho tiempo cuando llegamos al comedor real; esa larga y tan elegante mesa la cual ya estaba servida y dispuesta para el almuerzo. Di un vistazo rápido por todo el lugar en busca de la presencia de alguno de los otros miembros de la realeza de amarillo, como Arthur y Bleith; al no verlo de seguro estaban molestando a los soldados y ahora eso se había vuelto muy peligroso, ya hablaré con ellos entonces. Y sobre Ky… Simplemente levanté una ceja, primero sabía que no iba a estar por el problema de la carta enviada de la mismísima reina de Corazones y porqué había invitado al príncipe de rojo a charlar y eso no lo había aceptado, para nada. Así que simplemente levanté los hombros sin importancia y me dirigí hacía la mesa donde uno de los sirvientes la había retirado para poder sentarme cosa que también hicieron para el joven príncipe.

Sirvieron el plato principal –Como típico- Una sopa de calabaza, quizá por la época en la que estábamos. Una vez más mi mano se dirigió hacía Arquímedes pero no para acariciarlo, sino que esta vez estiré el dedo índice para que se posará sobre él y luego dejarlo sobre la mesa y este rápidamente fue hacía donde su legítimo “Dueño”. También sirvieron una bebida fría, por el aroma suponía que debía ser jugo de fresas silvestres.

-Pues, a pesar de que en la mesa me gusta ver los modales de las personas, creo que esta vez lo dejaré pasar –Broma, pero si en verdad se preocupaba por ello era lo mejor que podía hacer ahora.

Después de unos momentos un nuevo sirviente se acercó a mí y dijo algo a mi oído, a lo cual respondí simplemente agachando la cabeza a forma de afirmación y el sirviente se largó hacía un grupo que nos observaban desde la puerta; un par de discusiones se generaron y luego este mismo regresó con una caja de madera tallada color marrón con un cerrojo dorado en el centro.

-Vaya, llegó más rápido de lo que creía –Tomé la caja entre mis manos para luego mirar al príncipe con una sonrisa- Quizá no sea el mejor momento para esto…

Suponiendo que estábamos en horas del almuerzo.

-Tenía la certeza de que esto me lo entregarían al momento en que deba regresar al reino rojo, pero dada las circunstancias… -El sirviente extendió una pequeña llave dorada, la tomé y comencé a abrir el cerrojo de esta caja. Un “click” resonó en la habitación y con cuidado abrí la parte superior de esta- Solo espero que le guste, estuve pensando en cómo sería el diseño por mucho tiempo…

Metí la mano dentro de aquella caja y al momento saqué algo de lo que el mismo sirviente parecía maravillado. Se trataba de una daga de no más de 20 cm, la cuchilla brillaba con bastante intensidad demostrando que era nueva, el mango de esta estaba tallado en oro característico del reino amarillo pero tenía incrustado varios rubíes en distintas maneras y ligeramente en medio de la cuchilla estaba serigrafiado las siguientes palabras:

“Príncipe Richter Iskandar”

¿A qué se debía esto? ¿Por qué la reina de Diamantes se tomó la molestia de hacer eso?

-Quizá sea en vano decirlo ahora, pero desde niña siempre he soñado con que Corazones y Diamantes se lleven, políticamente hablando… Bien –Me encogí de hombros- Y tomando en cuenta las relaciones de ahora, parece más bien un sueño efímero… Pero… –Miré hacía la daga- … El fin de haber hecho esta daga tan fina no significa que deseo algún mal hacía su reino, sino que yo no trataré ni le desearé mal a nadie no importa cuál sea el color de su vestimenta… Además, podría ser un símbolo de amistad, al menos entre usted y yo.

Por lo fino de la daga, su precio podría valer entre más de dos mil piezas de oro. Y después de decir eso, le pasé la daga con delicadeza.

Y una vez más ambos soberanos caminaron por los largos y lujosos pasillos del castillo dorado. Los luceros azulinas del príncipe no perdían detalle en cada rincón del lugar, quizá lo hacia por entretenerse con algo durante el camino, o tal vez para comparar el hogar propio con el de "sus enemigos".

Al entrar, el castaño observó con detalle el lugar, esperando encontrar al mismísimo rey en persona, que, tal vez, le rechazaría por ser del reino enemigo... y quizá, solo quizá, también por ver por ultima vez a su hermana viva, era probable que pudiese inculparle por ello o relacionarle con el ataque que la rubia sufrió esa misma noche. Para su desconcierto, su real majestad de cabello rubio no les acompañaría, ni tampoco alguno de los príncipes. En otras circunstancias, Richter habría tomado sus ausencias como descortesía, sin embargo, supuso seria mas cómodo para ambas partes.

Miró al sirviente en cuestión, antes de tomar asiento y hacer ligeramente la silla hacia adelante, para obtener una posición más cómoda. En su regazo, yacía el felino de hebras azabaches que su invitada, le dio en adopción. Estiró la enguantada diestra para que el ave pudiese utilizarle como "puente" hasta sitiarse este sobre su hombro, como costumbre. Estaba seguro, que algún otro miembro de la realeza miraría con malos ojos a sus acompañantes, al encontrarles poco higiénicos y "salvajes" como para compartir la mesa con un fino y refinado miembro real, pero Charlotte ya le había sorprendido en la merienda con respecto a ello.

-Creo que será una estupenda idea- Mencionó tras suspirar ligeramente y sonreír de manera ladina.

Cuando el sirviente se acerco a Charlotte, Richter desvió su atención hacia el plato que le sirvieron sin poder evitar arquear una ceja ¿Qué era? (bueno, era obvio que sopa, mas bien se preguntaba su sabor o los ingredientes con los que estaba preparada) Bueno, no pasaría mucho para poder averiguarlo. Se sacó los guantes para tomar la cuchara y dar un ligero sorbo -lo mas discreto que pudo, debido a sus modales- Su sabor no le agrado demasiado... Sabía que tenía que terminarla y no dejarla para no ser descortés. Su atención se vio atrapada por las palabras de la de cabello azul...El moreno llevó sus dedos índice y medio diestros hasta sus labios, el pulgar lo mantuvo bajo su barbilla.
Finalmente, tomó la daga entre sus manos. Una fugaz y hasta cierto punto siniestra idea apareció en su mente, si eliminaba ahí mismo a la reina de diamantes, ganaría puntos con sus padres, y con Sarah...

-"demuéstrales que no eres el mas débil, por ser el príncipe, como lo piensan"- Y se observo a si mismo a través del brillante metal del arma. Sonrió -Me temo que no puedo aceptar dicho obsequio- La idea desapareció de su alocada cabeza.

-No depende de mí que la vieja rivalidad entre nuestros reinos desaparezca. Ni tampoco que la hostilidad disminuya. Este conflicto es como si uno de los reinos fuese fuego, el otro viento, solamente se expande, o en el mejor de los casos terminaría por sofocarse. Aunque, su ultima sugerencia, podría tomarle en serio, sin necesidad de obsequios-

Le comprendía. Siendo las rencillas tan ancestrales entre Diamantes y Corazones es muy difícil hacer que terminará cuando ambos reinos tomarán la misma decisión. No lo iba a negar, ambos reinos son muy orgullosos y ni aunque sus reyes pudieran lograr ponerle fin a la rivalidad siempre habría uno que otros no dispuesto a ellos, eso generaría más caos de lo que ya había. Mi mirada bajó hacía la daga que estaba ahora en las manos del príncipe y luego le miré dedicándole una sonrisa, no importaba si no la quería o no al menos me sentía feliz de saber que había logrado algo por más mínimo que fuera.

-Esta bien –Mencioné bajando la mirada hasta la sopa donde notaba mi distorsionado reflejo en ella.

Realmente, lo que no otros sabrían es que el hecho de haber decidido mandar a crear esa daga era por un significado más grande de lo que dije, cosa que ahora quería poner en práctica. Claro que, ahora tenía mis dudas sobre la reacción del príncipe y por supuesto mi reacción propia.

-Dígame algo –Comencé a decir- Si la situación fuera otra, y no tuviera más opciones… ¿Me mataría con esa daga?

Juraría que pude escuchar como un plato caía al suelo rompiéndose en mil pedazos mientras uno de los sirvientes ponía una cara de angustia y quedaba boquiabierto por aquella pregunta. Lo miré de reojo y decidí ignorarlo centrándome en lo que estaba diciendo, incluso me incline hacía delante colocando mis codos sobre la mesa, juntando mis manos a la altura de mi barbilla.

-¿Lo haría ahora? –Otra vez me recline hacía atrás dejando mis brazos descansar sobre las abrazaderas de la silla- Mi intención no es que se ofenda u alguna otra cosa…

Suspiraba dirigiendo mi vista hacía la entrada al comedor, sabía que tras esa puerta deberían estar los sirvientes con la oreja pegada a ella para escuchar cualquier detalle de la conversación. Son bastante chismosos esos tipos.

-Si, lo sé –Lo volví a ver- Como dijo, uno es fuego y el otro es viento, uno lo sofoca mientras que el otro lo quema, al final no quedará nada que quemar y que sofocar… Por eso mismo mi pregunta, si la situación fuera otra… ¿Sería capaz de quitarme la vida ahora mismo?

Le alegraba hasta cierto punto que Charlotte hubiese comprendido el porque no podía aceptar semejante obsequio. Era orgulloso, mas no hipócrita y mentiroso, podía aceptar de mala gana fingiendo amabilidad y demás cuando por dentro seria lo contrario, lo mejor, era ser sincero con el mismo, no es como que fuese a causar una guerra por no querer un regalo ¿Cierto?

La sorpresa no hizo de esperarse en el de cabello castaño al escuchar semejante pregunta, que, sin darse cuenta se puso de pie rápidamente, haciendo hacia atrás la silla de forma brusca. Arquímedes tuvo que aletear para no perder el equilibrio, al tiempo que exclamaba una queja ante la acción del príncipe, pero este, le ignoro. La hermosa daga cayó entonces violentamente al piso, dando un ligero rebote hasta irse rodando a uno de los rincones de la habitación.

¿Es que podía leer el pensamiento? ¡No, no era eso! Había desistido de hacerlo, solo la idea le había pasado en la mente ¡Pero tampoco quería la aprobación de sus padres y de Sarah por hacer algo tan bajo y vil como es el asesinato! Empuñó las manos un tanto molesto ¿Cómo es que pensaba que era como los antiguos reyes de corazones? Si, la idea le había pasado solamente por la cabeza, pero no lo había llevado a cabo ¿Era eso lo que contaba verdad? De ser así ya tendría a varios del ejército amarillo rodeándole y apuntándole con sus espadas mientras le arrestaban.

"mi intensión no es que se ofenda" aunque Charlotte no lo quisiera, Iskandar Belmont, lo hizo. Tomó una bocanada de aire, el gran príncipe de rojo no podía darse el lujo de perder la calma (al menos no frente a su majestad enemiga pues todos saben que es un impaciente y hasta cierto punto volátil)

-No- Sentencio, volviendo a su lugar, mientras cruzaba de nuevo la diestra sobre la izquierda y su codo sobre la mesa, mientras que su barbilla descansaba en sus nudillos.

-Es cierto que podría, también soy un mago, y en el reino de rojo se nos entrena desde temprana edad en el bélico arte de la guerra. Nada ganaría yo al menos con tal cosa. De ser capaz si que lo soy, ¡pero tampoco esta en mi naturaleza ser un abusivo ni aprovecharme de las mujeres!

Para ser sincera, aquello no me sorprendió en absoluto; únicamente iba a dejar que el príncipe se desahogará si quisiera pero no iba a levantar una mano en su contra. Sin embargo, con delicadeza tomé la taza de té recién servida a la cual le di un sorbo sin dejar de observarlo. "En el reino de rojo se nos entrena desde temprana edad en el bélico arte de la guerra." Por desgracia, acá también, ¿O era que creían que el titulo de líderes de las armadas lo teníamos únicamente por lujo? A cada palabra que decía asentía a su vez que tomaba otro sorbo de té. Para cuando -Creo- Que se "calmo" deje la tasa de lado y me levanté. Uno de los sirvientes miró sin entender y sin moverse de donde estaba más la bola de curiosos en la puerta también se miraban entre sí al ver la anterior escena. Caminé hasta situarme a un lado, y agacharme para tomar la daga; cualquiera pensaría que la reina de amarillo estaría a punto de hacer algo vil.

Y sin embargo...

-Tómalo -Doblé para entregárselo a otro sirviente. El chico pestañeo un par de veces hasta despabilarse y tomar la daga con ambas manos; entonces dio media vuelta y se dispuso a irse con ella. Por mi parte volví a mirar al príncipe, levemente mi cuerpo se inclino hacia delante mientras mi mano derecha pasaba a estar sobre mi pecho y mi mano izquierda tras mi espalda, encima de donde "nacen" las alas- Mi disculpa.

Para ojos ajenos, esto podría ser extraño. Es decir; la reina de amarillo siendo tan cordial con el príncipe de rojo, el país enemigo. ¿Se consideraría esto alta traición? ¿Se consideraría injurias contra el reino? ¿Cual reino? ¿Diamantes o Corazones? Eso son solo dudas que cualquiera podría tener. Yo, estaba ciento por ciento seguro de lo que hacía y eso fácilmente se podían ver en mis ojos.

-Yo creo, -Comenté- Ignorando todo aquello que dicen las personas acerca de su comportamiento, que usted sería un buen rey.

No existen tal cosa como la perfección. Extendí mi mano hacía él, como esperando a que la estrechará o algo, en "son de paz".

-Pero por ahora, espero tener una oportunidad de llamarlo como un amigo y no un enemigo, a pesar de todo.

Aquello fue tan repentino. Como esa vez que un caballo casi le patea, no tuvo ni oportunidad de reaccionar ¿Ella se estaba disculpando? Con curiosidad notable, Richter le miró ¿Él ser el rey? Vaya broma. Sonrió de manera ladina, mientras viraba la vista, siendo precisos desviándola de su alada majestad.

Para él, su hermano se había ganado el puesto, no solamente por haber contraído nupcias con Sarah Vilhem.

-Oh, por favor- Musitó con desgane, mirándole –¿Superar yo al grandote? ¡No estoy siquiera a su altura!- Lo mejor que podía hacer en situaciones similares, era bromear.

Es cierto que siempre ha sido desplazado por el pelirrojo, pero él nunca le había menospreciado o hecho menos. No... Alexander siempre tenía un lugar para su hermanol, igual que la reina. Sin embargo, era extraño, es como si desde un principio la peli azul supiese que con él, podía hablarse, antes de tratar con los reyes de rojo, y algo le decía a Richter, que no era precisamente por "ser el mas débil" De todas formas, jamás pensó siquiera en ocupar el trono, era feliz atendiendo los establos, y nada mas.

Colocó las manos sobre la mesa, para poder ponerse de pie sin tener que arrastrar la silla -que, le habían dicho también eso era de mala educación- entonces, extendió la mano para estrecharla con la de su majestad de amarillo.

-Es un hecho- Según sus conclusiones Charlotte no era "tan" mala, como algunos le comentaban.

Aunque la palabra clave aquí fuese "tan". Sonrió a medias, aun con el azul mirar sobre ella.

-Pero eso no significa que el rubiecito vaya a caerme bien- No, estaba seguro de eso, y hasta podía apostar uno de sus hermosos potros, que él tampoco le agradaría al refinado rey de diamantes.

Y que también los caballos que el mismo criaba en el establo eran infinitamente mejores a los de Diamantes.

-No te preocupes, a muchos no le cae bien Ky -Dije entre pequeñas risillas mientras estrechaba la mano con la de él.

Como dije, al menos había ganado un amigo entre todo esto; y no importaba que dirían los sabios del consejo respecto a esto una relación aunque sea mínima entre dos miembros reales de ambos reinos era lo que quería lograr a todas estas. Nuevamente invité al príncipe a que se sentará puesto que el almuerzo ni había terminado, todo lo anterior simplemente lo interrumpió y ya habían cambiado la sopa de calabaza por una ensalada y un pedazo de bistec bien preparado. Tomé asiento nuevamente y así, también tome con ambas manos los respectivos cuchillo y tenedor.

-Sabe, desde que llegó le he estado haciendo muchas preguntas, -Me encogí un poco de hombros sintiéndome algo culpable- Pero, si tiene alguna pregunta respecto a algo puede hacerla, con confianza.

Confianza, la palabra clave a todo el asunto; ¿De verdad le estaba dando plena confianza al príncipe para preguntar sobre cualquier cosa? Pues sí, ya lo había hecho. De cualquier forma, si algo llegará a pasar debido a la tan ligera proposición de amistad que había hecho, no iba a permitir que esta amistad se volviera en otra clase de enemistad mucho más fuerte que la tan ancestral entre Diamantes y Corazones.
Pero tampoco iba a permitir de que el reino se viera afectado por una “traición”, por así llamarlo. Que complicada eran algunas situaciones sociales a veces.

-Y quien sabe, quizá pueda darle un pequeño paseo por los establos reales–Medio broma.

Típico, a lo que había escuchado, el rey de diamantes era un tanto difícil de tratar debido a su moral e ideales. Además, estaba bien de esa manera, no olvidaba que ambos reinos eran enemigos, y pese a que se llevase bien con la reina eso era algo que no iba a cambiar de la noche a la mañana.

Bueno, al menos la velada ya se había hecho mas amena, hasta la comida mejoró, en vez de esa "agria"* sopa de calabaza ahora le dejaban algo mejor a la vista y sabia que al paladar. Con la diestra tomó el tenedor y empezó a picotear el trozo de bistec como si este fuese a saltar de un momento a otro. Al escucharle solamente arqueó una ceja para mirarle. Oh, cierto, desde que arribo al castillo ella le había bombardeado con preguntas en cambio, recordaba no haber hecho mas que un par.

-Mhhhh- Nope, nada serio o con respecto a la situaciones entre ambos reinos. Si que era ineficiente como príncipe de corazones. -Ah ¿Ahora si puedo preguntar tus medidas?-

Y le señaló con el tenedor. Una de las mucamas se llevó las manos a la boca para cubrir su sorpresa mientras el rubor cubría sus mejillas. Claro esta que Richter Iskandar solamente estaba bromeando pesadamente, como solo sabia hacerlo. Ya sabía que no era propio de un príncipe comportarse de esa forma y mucho menos lanzar comentarios de la índole hacia la realeza, o sin ir tan lejos: a una mujer casada.

¿Establos? Podría, solo para comparar, en ese punto si parecía ser como esos adinerados nobles que solo están mirando que criticar a los demás. A diferencia de la oji rojos, el castaño simplemente ensartó el pedazo de bistec en el tenedor y se lo llevó a la boca dando un fuerte mordisco y halando de la carne para poder cortar con los dientes un trozo.

Y esos eran sus "finos modales, de su alteza de rojo" tal vez eso era lo único en común que tenían el y su altísimo hermano.

-90-60-90

¡Bum! Otra broma contestada con otra broma; cierto era que no es muy común verme haciendo ese tipo de comentarios cuando se trataba algo de la realeza pero seguía siendo una humana común y corriente, con sus virtudes y defectos. En cambio, la sorpresa en la sirvienta no pudo de esperarse más cuando inmediatamente se dio la vuelta y salió corriendo perdiéndose tras la entrada/salida del gran comedor y quien sabe a que dirección; de seguro iría a contárselo al rey, que chismosas son las sirvientas, ahora tendría que explicarle las cosas a Ky pero bien sabía él que esas, no son mis medidas exactas. A diferencia del joven príncipe yo tome ambos instrumentos para picar la carne en trozos más pequeños y así poder comerlos bien.

-Uhm... Joven Richter -Lo miré entornando un poco los ojos- Tiene... -Con el dedo señalé una parte de mi propio labio para que entendiera. Tenía salsa de la misma carne ahí y pues, no estaba de mal decírselo ¿No?- Espere... Le ayudo.

Tomé una servilleta y remojé la punta de esta; con delicadeza me acerque hasta donde él y limpie la mancha de salsa en su rostro.

-Listo -Sonreí de forma amena.

Se vería un tanto raro que, siendo tan amante de los animales el príncipe de rojo comiese carne. Pero ha decir verdad, no le veía nada malo, es decir tampoco se pondría a llorar por ver un estofado de carne sabiendo que masacraron a un pobre animal, sabe que mientras sea para comer, no esta mal...

Arranco un pedazo para poder masticarlo tranquilamente ¡No estaba mal! algunos de los sirvientes que aun se encontraban ahí le miraban discriminatoriamente. Ya estaba acostumbrado. Aunque, cuando Charlotte hablo, el castaño simplemente le miro con intriga ¿Ahora que?

Estuvo a punto de llevarse el dorso hasta la zona que Charlotte señalaba previamente, sin embargo la de cabello azul se adelanto limpiándole ella misma. El sonrojo no hizo de esperarse en sus morenas facciones y, para su desgracia era notorio, no como en otras ocasiones ¡Si será mujeriego, pero nadie ha tenido un gesto similar con el! Ni siquiera su nefasta madre...

Inconscientemente, se hizo hacia atrás, recargándose al respaldo de la silla.

-Gracias- Y ladeo la mirada, no es como si se hubiese apenado por el gesto, o algo asi*

Carraspeó un par de veces para sacarse ese molesto sentir, no podía mostrarse de tal forma ante la reina enemiga (que, aunque le agradase ahora, no dejaba ser enemiga de su hermana Sarah)

-Eres rara- Y recargo el codo en la mesa, para sostener su mentón con la mano -Digo ¿Para que tener un gesto similar para alguien como yo? ¡Digo! no es como si las bellas pueblerinas de Rubine no intenten algo similar-

Aja, similar, como abofetearle.

Off: Tsundere attack! (?)

No pude evitar una pequeña carcajada al ver esa actitud cohibida del príncipe cuando de manera "maternal" le había limpiado el rostro de esa grasosa y roja salsa que tenía la carne. Moví la mano de arriba hacía abajo para intentar calmarlas y por sobre mi hombro noté a la lejanía a la misma chica que antes había corrido hacía quien-se-donde (Ah, es obvio que fue a contarle el chisme a Ky) y al ver la nueva escena cerró rápidamente la puerta y podía escuchar los veloces pasos de la chica desapareciendo del pasillo una vez más.

Bien, algo más que explicar.

-¿Rara, dices? -Tomé un poco de té antes de volverlo a mirar- Bueno, no eres el primero que me lo dice; me han llamado desde "ángel con cola" hasta "la chica rara que no dejaba de mirar a través de la ventana"

Rodé los ojos.

-Pero si por raro te refieres a esto, no veo el problema -Levanté los hombros- Es solo un gesto de amabilidad.

Lo que quizá Charlotte desconocia era el hecho que, hacía su persona Richter suele ver la amabilidad como algo extraño, pues es poca la gente que ha parado a tratarle de tal manera. Y, creciendo en la realeza de corazones en ocasiones la amabilidad era vista como debilidad.

Cosa que ese día aprendió que no era así, seguro esa sería la lección que se llevaria de la Reina de Diamantes, y que, no mencionaria una vez que llegase a Corazones.

Discretamente y como un niño pequeño, el del reino carmin tomó un pedazo de carne para llevarlo bajo la mesa y hacer un ademán para el felino que desde hacia unos instantes estaba junto a él frotandose en su pierna, pidiendo de lo que él estaba comiendo.

-Bueno si que son apodos extraños.- Especialmente porque, era cierto, no supo como logró ignorar el hecho de saber que Charlotte poseia una cola...

Un enorme reloj con pendulo sonó en el lugar indicando la hora. Richter volteó en su dirección y no pudo evitar el hecho de suspirar con pesadez ¿Quien iba a pensar que haría tal cosa al saber la hora en el reino de Diamantes? Posó sus manos sobre la mesa para levantarse de esa manera -y de nuevo, tratando de no arrastrar la silla para no dejar aún más en claro sus malos modales-

-Ha sido una estadia grata- Pese a lo que en un principio creyó -Pero creo que es hora de retirarnos, o no alcanzaremos el tren en la estación para regresar a cierta hora y no preocupar a mi hermana mayor- Más que por obvias razones

Es decir ¿Podria pasarle algo estando en el reino enemigo, no es así? como tenderle una trampa y aprenderle por acusarle de la desaparición de la princesa Arya. Arquimides se sacudió en su hombro antes de hacer una caravana en respeto a su majestad de dorado.

-Gracias por la invitación, me gustaria poder devolverla en alguna ocasion y que sea una velada tranquila- Aunque sería sumamente dificil.

Y así fue como el principe de corazones se despidio de su "enemiga" no sin hacer el mismo un gesto de respeto, despues de todo ella poseía un rango mucho mayor al suyo. Cuando se reunio con sus soldados y tuvo de nuevo las riendas de su corcél en manos (y que, revisaria llegando a Corazones, no fuera a ser que alguno de los sucios potros de Ky le haya pegado una garrapata o pulgas) partieron rumbo a la estacion de Talis.

Y claro, junto con él ese felino de hebras azabaches de nombre lucifer, un poco inadecuado, pero eso ya sería cuestión del castaño, elegirle un nuevo nombre...