Lobos con disfraz de borrego -priv Credo-

En las llanuras de Wonderland estaba a punto de llegar el atardecer y era esa misma luz de sol la que hacía resplandecer las espadas de los caballeros en cálidos tonos oro y anaranjado.

Se trataba de una gran batalla campal, en la que un equipo formado por guerreros de Corazones se batía contra el de los soldados de Diamantes. Había durado ya un par de horas... ¡era un combate sangriento y brutal...! o quizá no tanto, pues los militares de ambos bandos se atacaban con espadas sin filo y lanzas de madera. Es más, sobre la llanura había paredes, rocas, agujeros y otros obstáculos, así como un par de banderas: una amarilla y otra roja, una de cada lado.

¡Al final todo parecía indicar que la competencia no era más que un juego de "captura la bandera"! Y es que efectivamente eso era, un juego un tanto violento, pero juego al fin. Incluso en el tablero podía leerse algo como lo siguiente:

Diamantes [ 1 ] || Corazones [ 0 ]

La princesa de corazones también formaba parte de aquél enfrentamiento, pero se encontraba ajena a muchas cosas. A ella ni siquiera le importaba ganar, no, porque su prioridad era meter tantos golpes como fuese posible, así como derribar de sus caballos a los soldaditos de amarillo. De pronto escuchó el silbato y viró la cabeza en dirección al sonido.

- ¡Sí! -exclamó con alegría al ver a un naipe anotarles un punto en el tablero.

Uno de los soldados de corazones había capturado la bandera y ahora ambos equipos iban empatados a 1 - 1. La princesa volvió cabalgando hasta su base.

-¡Eso fue demasiado bueno! -dijo entre risas, felicitando a los soldados, ¡en su vida se había divertido tanto! Pero no había tiempo para charlar: el tercer y último round estaba por comenzar. Apenas sonó el silbato y la princesa emprendió carrera junto a los guerreros de rojo.

"¡¿Es que los reyes de Diamantes no pelean?!" pensó Sarah mientras esquivaba al resto de los participantes, porque por más que buscaba no encontraba a los "peces gordos" de la armada amarilla. Fue justo en ese momento de concentración cuando ella fue atacada con una lanza de madera y la tumbaron del caballo. Cayó aparatosamente, su casco salió volando por los aires y la joven de cabellos azabache rodó levantando polvo hasta atorarse en una trampilla de lodo.

Respiraba entre jadeos. Mechones caoba se le adherian al rostro. Su blanco y pulcro uniforme no lucia tan impecable como de costumbre pues manchas color cafe eran claramente visibles en este, en si, ya no se veia blanco, sino una especie de amarillento por la arena del desierto.

Paso saliba ¿cuanto tiempo llevaban con ello? Y aun asi, una sonrisa adornaba su rostro, una que pocas veces podia versele en el rostro: Se estaba divirtiendo. Aunque lo negara, sus instintos canidos le hacian gozar como nadie de las actividades fisicas, y ganarle a rojo en una competencia de "Captura la bandera"¡No habia nada mejor que eso! Ademas que, sinceramente, era la mejor excusa para golpear soldados de Corazones sin llevarse una reprenda por ello u ocasionar algo mayor, despues de todo asi era el juego ¿verdad? Claro, se media pues su fuerza es mayor a la de un humano, y hay que tener cuidado que el juego no termine en algo violento, igual, servia de practica para el campo de batalla.

Con la siniestra tomaba fuertemente las riendas de su montura y con la diestra la espada sin filo reglamentaria. Una de sus orejas giro en direccion de donde provenia el silbato.

-¡Ah! ¡Demonios!- Tan bien que iban.

Se distraia un minuto y ya habian sido empatados. Trotando su caballo se dirigio hasta la base de amarillo.

-¿Que paso? Ibamos bien- Menciono con tono tanto burlon como agitado, seña que pareceria rara ante un ajeno, pero entre los miembros de la armada dorada era normal llevarse de esa manera y hasta jugarse bromas.

-¡Vamos muchachos! Se que es un juego, pero aun asi hay que dar lo mejor de nosotros y ganarles-

Tercer y ultima ronda, si acababan rapido podia largarse a su casa y tomar un largo baño y relajarse. Cambio su arma por una lanza, la punta de esta estaba recubierta para evitar accidentes. Espoleo a su caballo al momento que el silbato sonaba para encarrerarse hasta la base enemiga tomar la bandera contraria y de regreso. Perdiendose entre su "armada" (Que no eran muchos hombres por obvias razones) avanzo, y fue cuando pudo observar " a un soldado" descuidado tomo firmemente su arma y descargo un golpe lo suficientemente fuerte como para desmontar al jinete y hacerle caer.

El General de Diamantes miro al soldado caido sobre su hombro.

-"Creo que ahora si me pase"-

Pero todo en esta vida se regresa. Ese pequeño momento de distraccion le costo un buen golpe, que lo derribo de su montura y para su desgracia y mala suerte, le hizo caer en una de las trampas de lodo que se encontraba mas adelante de la que Sarah habia caido.

-¡Agh! ¿¡Por que a mi!?- Renego pasandose la diestra por el rostro y limpiarse.

-¡Seth, maricon! ¡Adelantate!-

Le grito a uno de los soldados que paso junto a el mientras señalaba en direccion a la base enemiga. Su compañero asintio mientras se aguantaba la risa pues todo mundo sabia que el General de Diamantes es un maldito obsesionado por la limpieza.

Con la caída la princesa se hundió en la trampa y el barro salpicó hacia todos lados. A ella no le había dolido gran cosa, pero sí tuvo que mirar con dolor la forma en que su corcel se alejaba galopando con toda su velocidad.

-¡No, no! -masculló y pegó un manotazo al lodo. Se había molestado y para demostrarlo arrugó el ceño refunfuñando, mientras intentaba levantarse en una revoltura de movimientos sobre el charco.

Cuando logró ponerse de pie el marcador seguía en 1 - 1, pero la princesa ya no tenía ni mínima idea sobre el estado actual de la competencia. Lo que si sabía era que ella no podría volver a integrarse en su estado actual. Si todavía estuviera en el reino de Trébol, seguro hubiese continuado jugando sin importarle si su vestuario escurría fango, total ¿a quién le hubiera importado? Si a ella no le molestaba a los demás tampoco, ¿no? Mas al regresar a Corazones las cosas habían cambiado y ahora, por mucho que le costase, debía lucir como la mujer de sangre real que era.

"¡Deshonor!" pensó mientras salía con cuidado de la trampa de tierra y agua.

"¡Degradación!" tembló al sentir el agua sucia resbalar por sus pantorrillas y comenzó a agitar las manos para sacarse todo el fango que fuera posible.

También le hubiera gustado limpiarse la cara, pero el resto de su cuerpo tenía tanto o más lodo que su rostro. Ante el pensamiento se miró el traje y apretó los labios en señal de impotencia, incluso se sintió un tanto deprimida, sin embargo eso no fue porque la tirasen del caballo o por haberse manchado la ropa: era por el juego, ¡Sarah lo había estado disfrutando demasiado!

"Volveré" se dijo mentalmente cuando comenzó a caminar orgullosamente hacia el campamento, lejos de la zona de batalla. "¡Volveré a barrerlos a todos, cerdos!" y sonrió yéndose con la cabeza bien alzada. Curioso que les llamase cerdos porque ella era la que estaba cubierta de fango.

Al llegar al campamento lo primero que hizo fue acercarse a la pileta, donde se lavó las manos, la cara y el cabello; ya luego se preocuparía por buscar ropa limpia y seca. Se detuvo unos momentos a mirar el color rojizo del cielo, la noche no iba a tardar en caer.

"¿Cómo es que la partida ha durado tanto?" se preguntó al ver cómo a lo lejos encendían las antorchas para continuar con el juego.

Apreto los puños con fuerza, a un lado de sus muslos, mientras suspiraba con pesadez. Camino hasta salir de la fangosa trampa al hacerlo sacudio sus manos y comenzó a caminar de mala gana hasta la base aliada. Se saco los sucios guantes y los arrojo por ahi.

-Me lleva- Mascullo claramente con un deje de ligero fastidio, con lo buena que estaba la partida.

Como sea, se desabrocho el saco, cuando escucho los cascos de un caballo acercarse, era uno de sus soldados, el cual se habia regresado para ver si el canido no estaba herido. Al verle en tan deplorable estado, el jinete solamente echo una carcajada.

-Que no te de andar por ahi desnudo- Y como respuesta recibio un golpe en la cara con la pesada prenda, llena de lodo.

-Callate y ve por mi caballo, maldito ocurrente- Es bien sabido que por las noches el desierto es frio. Mas a Credo eso no le importaba, preferia aguantar el frio a sentirse pesado por el fango, y sucio aparte.

No estaba tan mal al menos la camisa negra de manga larga que llevaba bajo el saco no se habia manchado, ya era ganancia, sacudio lo mejor que pudo su pantalon asi como botas. Seth, quien era el soldado que habia bromeado en ambas ocasiones con el moreno se dirigio nuevamete hasta el campamento, en donde la bandera de rojo yacia (pues, Diamantes habia capturado la bandera enemiga y viceversa) para cuando llego con el canido los demas ya comenzaban a encender las antorchas.

-Si esto sigue asi, continuaremos aqui hasta el amanecer- Menciono, a lo cual Credo asintio tomando las riendas de su caballo.

-Tarde o no, debemos continuar- De un salto trepo a su montura, y observo a los cuantos soldados que hacian guardia en la base.

-O al menos presionarles, no han podido acercarse a la base, ya es algo-

Asi es, a diferencia de la joven princesa, el can de diamantes continuo en el juego, sabia que a la mañana siguiente le doleria todo ¿Pero que importaba? Mientras en ese momento, y en ese lugar continuara divirtiendose.

Un par de horas mas y ninguno de los grupos consiguio la bandera enemiga, lo mejor fue dejar las cosas en empate, ya se arreglarian otro dia pues la noche y el frio del lugar ya hacian de las suyas .

A los pocos minutos de haberse cambiado la ropa, Sarah Vilhelm se encontraba lista para volver a la acción. O al menos eso fue lo que quiso pensar, porque en cuanto su cuerpo "se enfrió" comenzó a sentir, en todo su esplendor, el dolor causado por la arrastrada que le habían dado en el campo de juegos.

"Prudencia" dijo para sí como un método de autorregulación. La princesa podía ser muy necia, pero no era estúpida. De manera que a pesar de que ya iba de vuelta e incluso llevaba su lanza en la mano, decidió volver a su tienda.

Su consideración había resultado relativamente buena, porque al anochecer el frío comenzó a sentirse sobre la tierra quebrada y arribó un helado ventarrón que no sólo congelaba hasta el alma, sino que también iba cargado de arena.

La princesa de rojo se sentó sobre un tendido en lo que esperaba a que terminara la partida de Captura la bandera, sin embargo por muy fuerte que se creyese fue presa del agotamiento físico. Y se había quedado dormida para cuando los soldados regresaron del juego que recién habían suspendido. Sí, estaba dormida, pero su sueño no fue profundo ni reparador. Más bien se encontraba superficialmente, colando sin querer las voces de los militares entre sus sueños. Un guardia se situó frente a su tienda y le llamó un par de veces; no recibió respuesta así que se asomó para confirmar que la mujer se encontrase ahí. La luz de las antorchas de afuera proyectó su sombra larga, sobre el cuerpo de Sarah. El soldado sólo sonrió al mirarla recostada sobre los cobertores y volvió a cerrar.

Tal vez las acciones del hombre pudiesen parecer insignificantes, pero era increíble la forma en que la paranoia y una percepción alterada de la realidad podían convertir un hecho trivial en algo aterrador. Era la psicosis. Ni la misma Sarah sería capaz de explicar cómo fue que el "significado" de una escena tan simple cambió de la nada.

En sus sueños se vio conversando con alguien más, pero no eran los únicos en la habitación. A su lado, a unos pocos metros se encontraba un hombre con camisa negra y, por alguna razón extraña, esa ausencia de color le transmitió a Sarah una sola cosa: terror. La persona de enfrente le hablaba cosas ininteligibles, mas la mirada de la joven saltaba de un lado a otro: del individuo de negro a su interlocutor. Figuró un nudo en su propia garganta y sintió el miedo apoderarse de ella cuando el ser caminó hasta posicionarse unos metros atrás, donde ya no lo podía ver.

"Este hombre me va a hacer daño" Pensó conteniendo la respiración. Sin dar tiempo a nada, Sarah se giró para seguirle vigilando, pero cuando volteó él ya no estaba.

Entonces despertó. Abrió los ojos y encontró frente a ella al hombre que estaba buscando, acompañado por una decena de sombras más. Todas lucían igual: alargadas, profundas y asquerosas. La percepción de la realidad se deformó tanto que lo que veía le pareció totalmente real. Saboreó la sangre en su boca, sus manos temblaron y supo que no podría gritar. Los hombres sonrieron y la joven salió arrastrándose por debajo de la lona de la tienda, raspándose los codos y las rodillas con la fricción de la arena. Sin embargo no encontró protección afuera: todos llevaban ropa negra.

"No, no, no" Las lágrimas humedecieron sus mejillas cuando miró que el mismo cielo era de ese color. Y entonces salió huyendo del campamento de Corazones, evitando que la vieran, porque sabía que si la encontraban entonces esas sombras harían con ella lo que quisieran.

-¡Ya estoy viejo para esto!-

¿Quien lo veria renegando por una dura sesion de ejercicio? Movio la cabeza, para poder llevarse la diestra hasta el cuello y masajearlo un poco. Echo sus felposas orejas hacia atras al tiempo que en sus morenas facciones se dibujaba una expresion de ligero fastidio.

Miro el cielo. No habia nubes en el firmamento, y la luna llena alumbraba el ahora frio desierto. Lo prudente, era no marchar a Diamantes sino hasta el amanecer, cosa que habia ordenado previamente, ademas, ellos no eran los unicos cansados, los caballos tambien necesitaban reposo. Si habra sido un simple juego pero la actividad fisica por varias horas es algo que cansa a cualquiera.

Parecia que seria una noche tranquila, es decir, habia escuchado de las famosas "tormentas del desierto" sumado a que en wonderland, todo es posible ¿Verdad? Eso alegraba a Credo, lo ultimo que le gustaria hacer antes de dormir seria tomar precauciones por el terreno.

Y ese mismo factor, era lo que habia impulsado al castaño a dar un paseo en el lugar, sin retirarse mucho, claro esta. Sin querer, paro a preguntarse si debia ir al "pequeño campamento" (O base improvisada para el juego) para felicitar a los soldados de rojo por su buen desempeño, sin embargo, recordo una no muy grata experiencia con la capitana de su ejercito, lo que le llevo a eliminar dicha idea de su cabeza, no queria problemas...

El sonido de pisadas en la arena le distrajo de sus pensamientos al azar. Presto mas atencion girando una de sus orejas hacia la direccion de donde provenia el ruido. Los pasos no eran pesados, por lo cual no podia ser un soldado con armadura, y tampoco se oian constante, lo que descarto la idea de alguien cabalgando por el sitio. Pronto, diviso a la figura que se movia a toda prisa... Este hecho desconcierto por completo al General de Diamantes, el cual, se encamino hasta la chica de cabellos azabaches, y cuando estuvo a una distancia prudente, hablo.

-¿Te encuentras bien?- Si, Credo no pudo reconocer a la Princesa de Corazones, pues no habia escudo real, ni de la armada en su ropaje.

Y tampoco estaba al tanto, que su majestad habia regresado a su reino de origen, luego de su larga estadia en Treboles. Por ende, daba por hecho que Sarah, era una joven que se habia perdido en tan pesado terreno.

El tono del desierto se volvía entre gris y plateado por las noches gracias a la luz de la luna. Era hermoso, la arena brillaba ofreciendo una vista casi mágica. Sin embargo, para la mujer de cabellos azabache las cosas resultaban muy diferentes. Tenía que hacer un gran esfuerzo para moverse sobre las dunas, la arena se pegaba a sus pies y le jalaba hacia abajo. Además, lo que Sarah veía no era simple arena: en su locura ella juraba estar siendo arrastrada hacia abajo por las mismas sombras de las que trataba de huir. Iba llorando, corriendo sin sentir el frío ni el cansancio.

De pronto escuchó una voz que por sí sola le ayudó a ver media realidad. La princesa disminuyó la velocidad de su marcha y examinó el lugar donde se encontraba, pero ninguno de los recuerdos de su mente encajaba con la escena real. Ni siquiera la figura del hombre austero que se hallaba frente a ella, cuya presencia le reconfortó por el simple hecho de ir vestido de blanco.

Como pudo se dirigió hasta él y en cuanto estuvo lo bastante cerca le agarró bruscamente de la camisa.

-¡Ayúdame! -suplicó, sujetándole más fuerte- ¡Ayúdame, por favor! -le rogó con desesperación. Sarah estaba demasiado agitada, respiraba pesadamente y su voz apenas salió con aquellos gritos, traía la garganta reseca. En el sonido de sus palabras podía percibirse el terror que le embriagaba completa.

Volteó hacia atrás en dirección al campamento de corazones, por donde venía. No vio las sombras alargadas, pero sabía que aún estaban ahí. Miró otra vez al frente, encontrando las orbes azules del militar.

-¡No puedo dejar que me encuentren! ¡Ellos no! -le dijo entre sollozos.

Era cierto que las alucinaciones de la princesa no tenían lógica alguna, pero sus palabras habían sido lo suficientemente buenas como para dejar espacio a malinterpretaciones. Sobre todo tratándose de un hombre como el general de la armada amarilla, quien previamente ya había tenido roces con los soldados de corazones y conocía cierta parte de su terrible historial.

-Por favor... -se mordió fuerte el labio inferior, haciéndose sangrar por no sentir el dolor. Entonces bajó la cabeza y miró el contraste que sus manos hacían con el oscuro color de la camisa de Credo.

"Negro"

Y ante ese único pensamiento, la fuerza con la que Sarah sostenía al general desapareció. Se quedó muda. Trató de correr, pero sus párpados se volvieron pesados, sintió sus piernas doblarse y cayó hacia atrás, quedándose inconsciente.

Silenciosa noche de fria luna llena. Las arenas del desierto tenian un toque magico y mistico, sin duda los soldados que se encontraban en ese sitio eran afortunados de poder presenciar tan magnifico paisaje. Aunque claro, en un principio fue meramente el terreno elegido para no incomodar a nadie ademas para que ninguno de los dos ejercitos tuviese la ventaja.

Aunque claro esta, aquella tranquilidad natural del sitio fue irrumpida ante la presencia de la joven que ahora yacia frente al General de Diamantes. con preocupacion notable en el rostro, el moreno le miro fijamente sin siquiera hacer el intento por zafarse del agarre.

-¿Pero que?- ¿Los de corazones?

Sus canidas orejas se hicieron hacia atras denotando la seriedad asi como la molestia recien generada en su persona ¿¡Es que esos sadicos no podian estarse tranquilos ni durante un juego amistoso!? Claro, Credo habia caido en la malinterpretacion de todo el asunto, pues la joven bien podia haber pasado por ahi y encontrarse sin querer el campamento o la pequeña fortaleza que sirvio durante el juego.

Guardo la calma, estaba acostumbrado a situaciones similares.

-Tranquilizate, todo estara bien- Menciono con voz suave y serena, tratando de tranquilizar a la mujer.

Para su sorpresa, la joven se desmayo. Advirtiendo esto, Credo reacciono rapidamente tomandole entre sus brazos ¿Y ahora? No podia dejarle ahi y menos sabiendo que, quiza, los de rojo la estarian buscando (Su paranoia asi como malas conclusiones aumentaron al recordar lo que los antiguos reyes de corazones le hicieron a su hermano) Hizo una ligera mueca de desagrado, si le atrapaban llegando asi con una mujer desconocida daba hincapie a malos entendidos. ¡Bueno ya! ¡El era el General y no tenia por que dar explicaciones! Ni que fuera un pervertido.

Cargo a la chica entre sus brazos y de esa manera, regreso al pequeño "campamento", procurando que nadie le viera. Afortunadamente, logrando su cometido, pues algunos soldados estaban dormidos a "temprana hora" victimas del cansancio. Otros mas simplemente conversaban jugandose bromas pesadas de vez en cuando. Con cuidado, deposito a la joven sobre la "cama improvisada" y le arropo lo mejor que pudo. Se sento en el suelo, a una distancia considerable de la chica. ¿Que era lo que habia pasado? Ahora no dormiria por cuidar de ella.

Su cola golpeteaba el suelo al moverse de arriba hacia abajo. Nego ligeramente con un tenue rubor en el rostro. Lo unico que queria, era estar tranquilo y sin tener problemas... Como siempre que se cruzaba con la armada roja....

¿Cuánto tiempo había transcurrido? Tal vez unos 15 minutos... media hora a lo sumo. Aunque para el general de Diamantes pudo haber dado la impresión de ser un poco más.

Mientras tanto, la joven mujer yacía inconsciente sobre el tendido, sin moverse. Se encontraba tan pálida que de no ser por su respiración parecería muerta -cosa que no hubiera estado mal considerando todo lo que podría causar si seguía viva-. Mas no tardó en recuperarse, abrió los ojos lentamente y se llevó la palma de una mano a la frente en una reacción natural. En un principio vio todo borroso y un agudo dolor le pinchó en la cabeza. Parpadeó rápido un par de veces y se quedó mirando al 'techo' de la tienda todavía sin despertarse completamente.

El ambiente cálido y a media luz le hizo querer volver a dormir, sin embargo en ese momento notó que había un pequeño problema: ¡no estaba en su tienda!. Movió la cabeza para estudiar el lugar, haciendo con la mirada un barrido visual. Desde el inicio estuvo tranquila porque asumió erróneamente que seguía en la base temporal del ejército de Corazones. Pobre ingenua. ¡Si supiera dónde estaba en realidad hubiera preferido quedarse a dormir sobre la arena!

Pero ahí no acabaron las sorpresas. La pobre Sarah se sobresaltó cuando notó que no estaba sola. Había un hombre en "su" tienda, o más bien un semi-humano: las orejas y cola de perro fueron imposibles de ignorar para la princesa quien sonrió y le miró en silencio, con curiosidad. En su vida se había topado con un hombre tan serio en apariencia, firme, impasible. Aunque si era un miembro de la armada roja entonces significaba que ella podía confiar en él, ¿verdad?. Lo que no se le pasó por la mente fue que la equivocación radicaba precisamente en ese detalle: Credo no era ni sería un soldado de Corazones, nunca.

Si bien Sarah no recordaba haberlo visto y su rostro le resultaba nada familiar, era obvio que ya no podía fiarse de su memoria... mínimo no como antes. Y menos aún porque lo último que recordaba correctamente era el juego de capturar la bandera; el resto eran vagas reminiscencias que sólo le sugerían una noche fría y persecución. No sabía con certeza qué tanto había ocurrido, porque hasta eso: las imágenes en su mente eran lejanas y borrosas.

"No, no fue un sueño" pensó al probar el sabor de su sangre sobre sus labios. Se sentó sobre la 'cama', dejándose el cobertor hasta la cintura. Al moverse soltó un quejido, estaba adolorida como si le hubiesen apaleado.

-¿Qué pasó? -rompió el silencio. Quizá su tono de voz no sonaba turbado, pero ¡ah!, ¡sí que lo estaba!. Incluso se sintió avergonzada, se daba una idea de lo que había ocurrido y ¿qué tal si había hecho un alboroto en el campamento? ¿ahora cómo rayos iba a dar la cara?

¿y si llamaba al medico? Credo acariciaba su menton con la diestra, mientras que la contraria permanecia en su codo . Ahora que lo pensaba, el medico no les habia acompañado, pues era un simple juego, y por ende no debian tomarselo tan enserio ni personal, para que nadie resultara con algo mas que golpes debido a las caidas y a los sustitutos de armas.

Suspiro pesadamente mientras se levantaba e iba por un poco de agua procurando no tardarse demasiado, no fuera que la dama despertara subitamente y se encontrara sola en la tienda.

Pobre Credo, de saber quien era la joven, quiza lo mejor no hubiese sido ayudarle. Dicen por ahi, que a los amigos hay que tenerles cerca, y a los enemigos aun mas. ¿Contaria esta ocasion como una de ellas? No supo con exactitud cuanto tiempo habia pasado cuando Sarah recobro la consciencia, aunque en un principio no argumento palabra alguna, simplemente espero paciente en su sitio a que ella notara su presencia, no pretendia asustarle tampoco y era lo ultimo que necesitaba dado el susto que se habia llevado antes de su desmayo.

Ironico lo que podia ocasionar falta de escudo y emblema en los ropajes ajenos, asi como la ignorancia del castaño, de haber sabido que Corazones tenia de vuelta a su princesa, quiza se hubiese hecho una idea. Suspiro pesadamente antes de sonreir de manera seria.

-Me alegra ver que ha despertado, señorita- Comenzo. Tomo el pequeño jarro que estaba a un lado suyo, para asi levantarse y caminar hasta sitiarse a un lado de la princesa.

-La encontre en el desierto, algo desesperada, alegando que no debian de encontrarle "ellos"- no dio mas informacion por que simplemente "era todo lo que sabia"

Tomo con cuidado la jarra y vacio algo de agua en un vaso de barro para tenderselo a la joven, seguro le ayudaria a calmarse.

-Luego de encontrarle, sin mas, se desmayo. Espero no represente ningun inconveniente estar en este lugar. ¿Se encuentra herida?-

Vio la media sonrisa en el rostro de Credo y ella le sonrió de vuelta con algo de diversión. El soldado le acababa de demostrar que era tan estricto como se veía. ¿Así que literalmente le habían asignado un perro guardián? ¡Genial! ¡Lo único que le faltaba para perder los sobrantes de su libertad!

Sarah cogió el vaso de agua en sus manos y bebió el líquido con avidez. Había estado muriendo de sed, pero el agua alivió su irritada garganta. Escuchó atentamente al castaño, sin mirarlo, asintiendo levemente con la cabeza al final cada frase y esforzándose para unir las palabras con lo poco que recordaba y que sabía. Se sintió mucho mejor cuando infirió que, de acuerdo a lo que Credo dijo, sólo le había visto él.

"Ellos" pensó e hizo una sonrisa triste a su vez "¿Quiénes?" Se preguntó retóricamente, porque conocía la respuesta: nadie. Dejó el vaso vacío a un lado.

-Eso fue...-dijo para sí.

Ahora todo encajaba con los recuerdos en su memoria, todo excepto una cosa. Entre lo que escuchó hubo algo que exigió su atención: el castaño le había llamado 'señorita'. La delgada línea formada por los labios de Sarah se torció. ¿Acaso él estaba rehusándose a darle su título?

-Me encuentro bien, soldado, ahora sólo siento dolor -le dijo mirando directo a sus ojos, con una sonrisa, haciéndose la fuerte aunque él ya le había visto en uno de sus peores momentos.

Ciertamente la princesa se encontraba muy lejos de adivinar la verdadera identidad del hombre que estaba su lado, pero se mostró segura al utilizar la palabra 'soldado' porque el castaño tenía todo el perfil de uno. Se removió hasta sentarse con las piernas flexionadas, cruzando una sobre otra y apoyó una mano en cada rodilla.

-No me hable de inconvenientes. Si me ha traído hasta aquí entonces debo agradecérselo -dijo sinceramente y levantó la mano acercándose como para tocar el rostro de Credo, pero desistió a medio camino. Él lucía tan cansado.- Dígame si usted está bien.

La frase a medias de la oji azules atrajo la atencion de castaño, quien penso que continuaria con su relato, pero no obtuvo mas. ¿Dolor? Arqueo una ceja, mirandole en todo momento, Credo jamas sospecho del rango que Sarah le habia dado, pues al confundirla con un civil, era meramente normal que estos no supieran de rangos. Ademas, no traia su uniforme ni insignia que le distinguiera como General de la armada amarilla, y en ese momento, era bueno.

Nego con la cabeza.

-Me encuentro bien- Orgulloso. No va a admitir que, en efecto se encuentra cansado.

La partida habia comenzado temprano y el como buen General estuvo ahi desde el comienzo, hasta el final, la caida no le habia detenido. Ademas, era un semi humano, su resistencia era mayor, y la diversion tambien pudo mas que el. Pero no iban a pasar hablar de su persona, la joven frente suyo era mucho mas importante, ¿El que? Era hombre, podia aguantar mas, y desconocia completamente el por que del llanto y la desesperacion de la azabache.

-¿Me contara del incidente?- Menciona al tiempo que deja la jarra frente suyo por si la mujer aun tenia sed.

La verdad, es que aunque Sarah habia dicho que estaba bien, el General estaba bastante inquietado por el incidente previo, ya sabe (o mejor dicho se da una idea) de como suelen ser los soldados de Corazones, he ahi el por que de sus cuestiones.

-Es decir, si es que se puede. Realmente me preocupo la manera en la que pedia ayuda, y ni que decir del desmayo- Directo y sin tacto, no ha tenido la "fortuna" de tratar con muchas mujeres.

Se llevo la diestra hasta el cabello para hacerlo ligeramente hacia atras y de vez en cuando, sus orejas giraban en direccion de cualquier minimo ruido que se escuchara.

La joven mujer resopló en un chistido como respuesta al nuevo atrevimiento del general. ¿Ahora pensaba interrogarla? ¡Y aún sabiendo lo mucho que le había perturbado el "incidente"!

"Este sujeto es un completo desconsiderado."

¡Claro!, haberla llevado hasta el campamento y dejarle descansar bajo su vigilia eran una evidente muestra de desconsideración. Sarah se dio cuenta al instante de la incongruencia: de un segundo a otro, el cánido mezclaba seriedad y rigidez con insolencia y rebeldía. Había algo no encajaba en su comportamiento, pero la de cabellos azabache no se encontraba en condiciones de reprenderlo por esas faltas de respeto.

La princesa de rojo le dirigió a Credo una mirada dolida e intentó levantarse para alejarse, mas se quedó solamente en eso: un simple intento. Ella aún sentía débiles las piernas, como si fueran a doblársele contra su voluntad. Apretó el cobertor en sus puños cerrados, conteniendo su molestia y angustia.

-¡¿Qué le ocurre?! ¡¿Qué he hecho para que me trate tan irrespetuosamente?! -replicó con firmeza, contrastando el temor que le provocaba el tema y que podía percibirse fácilmente en sus ojos claros.

Sin embargo, en aquellos momentos necesitaba a alguien que le escuchara; pero lo más lamentable no era eso, sino que por muy insensible que Credo fuese con ella, su trato distante pero atento era lo poco que Sarah había recibido de consideración desde su regreso al reino de Corazones. No era un secreto que la mayoría de las personas que estaban con ella lo hicieran únicamente por obligación o conveniencia, y Sarah pudo notar en el joven militar algo muy diferente a eso. Al pensar en ello tuvo que desviar la mirada, sintió humedecerse sus pestañas.

-Hoy sentí mucho miedo, pero no puedo decirle nada, soldado. Me parece que usted es tan frío como esta noche. ¿O ahora me va a decir que estoy equivocada? -dijo sinceramente, mientras limpiaba sus ojos con el dorso de su mano.

credo miro con incredulidad a la mujer, mientras que en su mente repasaba todas y cada una de sus palabras ¿Que es lo que habia dicho para que se pusiera asi? Suspiro pesadamente, no debio cuestionar de semejante manera. Quiza, solo busca un maldito pretexto para arremeter y culpar a los de Corazones.

No, no podia ser eso. Debio ser un poco mas prudente y tomar en cuenta que, aquello que vio o vivio no habia sido nada grato. De cualquier manera, solamente guardo silencio y le miro fija y atentamente, esperando quiza una bofetada.

Sin embargo, obtuvo una respuesta completamente diferente a lo que esperaba. Sonrio ladinamente al escuchar la pregunta hecha por Sarah. Tal vez lo era... Pero tenia un buen por que, no podia mostrarse debil... En parte, no podia ser quien queria ser, todo habia sido obligado. Ladeo por unos instantes la mirada en busqueda de las palabras correctas para no incomodarle de ninguna manera, mas de lo que ya habia hecho... Segun ella.

-Mil disculpas si le he tratado indebidamente.- Comenzo, una vez que le miro nuevamente. -Pero...- De su bolsillo trasero saco un pañuelo, extendiendoselo a la joven.

-De ser tan frio como usted dice ¿Estaria aqui ahora? Seguramente, le hubiera dejado en el desierto sin dudar y no le habria ayudado- Suspiro hondamente.

-Si esta o no equivocada, no puedo decirlo. Es algo que tendria que comprobar al formar su propio criterio.-

En momentos como ese, es que le gustaria saber como deshacer los malos entendidos, al parecer le era muy facil crearlos y no sabia exactamente como es que terminaba causandolos siempre. Quiza solo era mala suerte.

-Lo unico que si puedo confirmar, es que no todos los soldados son unos sadicos y despiadados.-

No, el no era asi...

"¿Mil disculpas?" Pensó Sarah con arrogancia. Un millar de "lo siento" claramente serían insuficientes para ella. Mil uno tal vez, pero sólo por la naturaleza estética en la pronunciación de aquél número. La princesa tomó el pañuelo que le ofrecía el menor(?) sin hacer alguna especie de reclamo, mas no lo utilizó y se limitó a apretarlo en una de sus manos. Se aclaró suavemente la garganta.

-No deseo generar un malentendido -o más bien "otro malentendido" fue lo que debió decir. Aunque afortunadamente ambos ignoraban todavía la existencia del primero.- Dije frío y usted está confundiendo eso con la crueldad. El frío es una ausencia, soldado, más específicamente la ausencia de calor -citó casi en forma mecánica, en algo le había afectado leer tanto maldito libro.

-Lo que sea que me haya ocurrido allá afuera ya no importa porque con usted a mi lado no le temo a nada. Yo le confiaría mi vida y la seguridad de un pueblo entero -habló con dignidad, como la apasionada líder que era.

De hecho esas palabras hubiesen resultado, sin duda, exquisitas e inspiradoras por parte de una princesa hacia uno de sus soldados... de no ser, claro, porque Credo no era precisamente uno de ellos. De manera que la frase podía percibirse como algo fuera de lugar y totalmente ridículo. Un verdadero desperdicio.

Wilhelm devolvió la mirada a las orbes azules del otro.

- Pero también estoy segura de que nunca le contaría mis temores y que jamás dejaría a su cargo el cuidado de un niño. Espero ahora haya podido explicárselo: ser sádico y despiadado no es necesario para herir a un ser humano -sentenció en un tono tan neutro como el que utilizaba el hombre al frente suyo. Qué irónico.

-Está bien, soldado, mi educación me impide dolerme por algo como esto. Además hoy me siento especialmente agradecida hacia su persona. Gracias por su ayuda y por la sinceridad de su trato.

Sarah alzó el mentón y luego bajó ligeramente la cabeza, entrecerrando los ojos. Tal vez era un movimiento simple, pero estaba lleno de significado: se trataba de una señal de agradecimiento y había que decir que no de un agradecimiento cualquiera: era el saludo característico de los miembros de la realeza.

¿No deseaba generar un malentendido? Si ambos supieran la verdadera identidad del otro, sin duda aquella frase resultaria graciosa. El canido miro fija y seriamente a la princesa del reino rojo. No obstante no paso mucho para que el moreno desviara la mirada... ahora se daba cuenta de cuan equivocado estaba, y eso, sinceramente le hizo sentir como un estupido.

Mas no argumento nada en su contra, tampoco busco pretexto alguno para sus faltas, el no era de hacer tales cosas. Que ironia, uno de rojo diciendole semejante cosas, cuando estos, fueron lo que ocasionaron justamente que credo actue de esa manera, o mejor dicho se escudara tras esa "mascara" de capitan austero y serio, cosa que se le impuso en sus años de entrenamiento. Entrenamiento militar obligatorio que tuvo que tomar debido a la antigua orden dada por los reyes de rojo.

-"Supongo que en eso es lo unico en lo que estamos de acuerdo"- Sonrio ladino.

Pero Credo southworth no iba a parar a dolerse por algo semejante, que patetico se veria el General de Diamantes dejandose afectar por algo que el mismo sabe que es cierto.

En definitiva, las relaciones sociales, no eran lo suyo... Aunque... Hubo algo que fue digno de la atencion del canido, el modo en que la de cabello azabache le agradecio, no tanto sus palabras sino ese simple gesto. No... No era posible... ¿Seria acaso de la realeza? Es decir, como General esta al tanto de quien ocupa los puestos realez en los cuatro reinos ¿A quien habia ayudado? Primeramente, se tranquilizo para que aquella estupida sorpresa no fuera tan descaradamente evidente.

-Dejando esas cosas de lado- Comenzo, tratando de no verse grosero o golpeado al momento de cambiar la conversacion tan bruscamente. -No me he presentado. Credo southworth, un gusto. Con temor a verme mal educado pregunto: Debido a su educacion y manera de actuar e de intuir que usted posee un alto rango social ¿Me equivoco?-

Si Credo supiera a quien tenia frente, no hubiese lanzado tal pregunta, pues como dice el dicho "Ardera Troya" tras sus palabras...

La princesa de corazones se notó mucho más relajada luego de haber dicho todo aquello. Desde luego, ella no tenía ni idea de lo que vendría.

Cuando Credo se presentó supo que su nombre le sonaba familiar, pero no recordaba más. Así, sin hacerse mucho problema, Sarah recargó la barbilla sobre la palma de su mano izquierda, con los dedos doblados en su mejilla; y después extendió la otra mano, alzándola lo suficiente para que Credo pudiese besarla... lo normal. Sin embargo, el otro le dio un peligroso giro a la conversación. Pimero Sarah pensó que él estaba bromeando, pero tanto su tono como su expresión le indicaron que no.

-¿Alto rango social? -soltó con una risilla llena de diversión- ¿Es que acaso usted no tiene idea de quién soy yo? -sonrió de forma comprensiva. Eso explicaba varias cosas, como el porqué no le había dado su título, para empezar.

Desgraciadamente, el momento en que la princesa se mostró alegre y apacible terminó tan brusco como el juego de capturar a la bandera. Entonces la sonrisa que adornaba su rostro se borró para dar paso a un indignado rostro lleno de molestia y desconcierto.

El desastre comenzó cuando enlazó las, aparentemente triviales, palabras de Credo y un pensamiento le llevó velozmente a otro. Todo el tiempo asumió que se encontraba bajo el cuidado de uno de sus soldados porque "Credo Southworth" -si es que ese era su verdadero nombre- tenía tanta pinta de militar como una baraja de sus mejores naipes. El problema surgía al descubrir que si el hombre que estaba con ella no sabía quien era, entonces no podía tratarse de un soldado de Corazón. Lo cual llevaba a hacer la siguiente inferencia: si era un militar, pero no de la armada roja, entonces debía pertenecer a cualquier otra. Y el único ejército aparte del suyo que se encontraba en aquél cochino desierto era el de...

-¡Diamantes! -gritó horrorizada al tiempo que se levantaba de la cama, haciendo caso omiso tanto al dolor como al agotamiento físico.

-¡¿Cómo te atreves a engañarme?! -replicó- ¡Nadie se burla de la princesa del reino rojo! ¡Y mucho menos un....! -apretó los puños- ¡un...! -ya no pudo más, por lo que simplemente le abofeteó.

Manten a tus amigos cerca, y a tus enemigos, aun mas cerca...

La curiosidad fue facilmente visible en sus facciones al observar aquel gesto que la chica hacia con su mano, eso solo podia significar algo: Realeza. ¿En que problema se habia metido? Bueno, la de ojos azules definitivamente no era de Diamantes... Y fue cuando cayo en cuenta ¿Que otro reino estaba ahi cerca? Corazones, obviamente... ¿¡La noble habia estado presente en el juego de captura la bandera!? paso saliva, de manera disimulada. Incluso ni respondio a la pregunta de Sarah pues era mas que obvio, no sabia quien era ni que rango poseia.

Sus sospechas fueron comprobadas al ver como la mujer se levantaba (gesto que el imito inconscientemente) Y su sorpresa fue mucho mas grande al escuchar el titulo de la azabaches: La princesa.

¿¡Que rayos habia hecho!? Por ese minimo y "simple" engaño (o mal entendido) era probable que terminase en la guillotina, o peor, en los calabozos de corazones, que son bien conocidos por sus torturas, o si pasaba a mayores, podia dar hincapie a un mas grande mal entendido y la situacion politica entre Corazones y Diamantes pasaria a ser mucho mas tensa, u hostil.

Su rostro paso de la sorpresa a la molestia. ¿Un que? Por su puesto, un perro... Un semi humano, la mayoria les veia como meras escorias, cosa que le dificulto en un principio su estadia en la milicia. Sus canidas orejas se hicieron hacia atras denotando su enojo, y estuvo a punto de argumentar algo en su defensa y aclarar las cosas cuando todo fue irrupido por un sonoro chasquido que provoco la palma de la mano de la princesa al golpear su mejilla. El ardor asi como un ligero rubor sobre esta, no se hicieron de esperar.

Miro a la mujer, pretendiendo llevarse la mano hasta donde le habian golpeado, cosa que no hizo. Fruncio el cejo y cerro los ojos tragandose su coraje, en parte, lo tenia bien merecido por llevarle asi hasta su tienda.

-Un perro... ¿Verdad?- Apreto los puños, tratando de serenarse. -Mil disculpas su majestad, pero sinceramente desconocia su paradero.-

Igual ¿Como saber que la persona que pedia desesperadamente ayuda, resultaria ser la princesa de Corazones, siendo que esta apuntaba con desesperacion hasta su ejercito diciendo que no dejasen que la atraparan?

Vilhelm tuvo que callarse al momento en que el otro le completó la frase. Notó la forma en que él echaba las orejas hacia atrás, brindándole una imagen en verdad amenazante. Ella respondió alzando el mentón con arrogancia y orgullo.

-¡¿Mil disculpas?! ¡Mil disculpas! -resopló. Obviamente el problema no iba a solucionarse así de fácil.

Sarah se encontraba tan ofendida que por poco golpeaba a Credo otra vez, sin embargo fue la actitud pasiva de éste frente a sus agresiones lo que la obligó a medirse. Eso fue un punto a favor del general de diamantes, pues si hubiera respondido de la misma manera entonces ella hubiera conseguido fuerzas para discutir con él por el resto de la madrugada.

La mujer se alejó unos pasos y caminó haciendo óvalos en el piso, todavía tensa y con los puños cerrados. Bufó un par de veces antes de recobrar la calma... o si no la calma, algo muy parecido a eso. Comenzó a analizar lo que había ocurrido y acabó por decidir -de forma provisional- que el general debía estar diciéndole la verdad.

Si Credo ya había aceptado que no la conocía, entonces el 'engaño' no pudo haber sido deliberado. De manera que las cosas se reducían a un malentendido... un malentendido que le había hecho dormir en el campamento de la armada amarilla. Pero por si lo anterior fuese poca cosa, la princesa de corazones acababa de darse cuenta de algo más: el muy desgraciado militar también había estado ahí cuando ella sufría de la psicosis, le vigiló mientras dormía y ¡la había visto llorar!

¡Un perro de la armada de Diamantes la había visto llorar!

La mayor sintió revolverse en un conjunto de sentimientos raros. Lo peor: sólo logró identificar uno de ellos y fue porque alcanzó a percibir el sonrojo en sus mejillas. Se tensó aún más. ¡Aquello había sido demasiado embarazoso! ¿Ahora qué iba a hacer?

-Para tu buena fortuna, voy a asumir que lo que hiciste fue porque en el momento pensabas que era lo correcto -empezó a decir en un intento fallido por disimular la pena y el enojo- Llama a tu superior, quiero volver a mi campamento ahora mismo -ordenó cruzando los brazos.

El ofendido debia ser el... usar un adjetivo tan despectivo como lo era perro (en si no la palabra, mejor dicho el tono en que lo dijo) era algo que le molestaba en sobre manera, sumado a que la chica es la princesa de rojo y que no tenia desde un principio un buen concepto de los nobles de aquel reino.

Y no obstante, el can permanecio ahi, de pie, en silencio, esperando cualquier reclamo que se avecinara, como General era su deber hacerse responsable de sus actos y sus faltas y acatar el castigo respectivo. Inclusive, llevo sus manos hacia atras entrelazando sus falanges en una pose firme, como si esperase ordenes.

Debido a la molestia, el tic que poseia se hizo presente, la ceja diestra comenzo a temblarle, y estando consciente de esto, solamente se limito a cerrar una vez mas los ojos, intentando calmarse, de nada servia perder el control en una situacion como esa, solo se empeorarian las cosas y nuevos malos entendidos se harian presentes.

Lo que si tenia muy encuenta, habia visto a una noble del reino mas orgulloso en un momento de debilidad, y probablemente eso Sarah no se lo perdonaria jamas.

Una sonrisa ladina asi como una leve risa no hiceron de esperarse en el moreno al escuchar la "orden" de la mayor, pues el unico superior a cargo y en su momento, era el mismo.

-Era lo correcto, no solamente lo pense.-

Deshizo su postura para tomarse con la izquierda el hombro contrario mientras se inclinaba ligeramente hacia adelante teniendo que tensar la mandivula disimuladamente por tener que reverenciar a alguien del reino de Corazones.


-Soy el superior a Cargo. General de la Armada de Diamantes- Espero a que la oji azules le diese permiso de recobrar la postura -Si gusta personalmente la escoltare hasta su tienda.-

Para desgracia de ambos, la "puerta" de la tienda comenzo a hondear ligeramente al menos en un principio, y entonces sus modales pudieron irse al diablo, pues Credo salio a ver que pasaba, justo a tiempo, pues uno de sus soldados se encaminaba hasta el lugar y de haber irrumpido de manera golpeada habria encontrado a la mujer dentro de la tienda. Dio una orden mientras hacia un ademan con la mano y el soldado se retiro corriendo lo mas rapido que pudo.

-Me temo que para su desgracia, tendra que esperar, su alteza- Menciono una vez que se adentro nuevamente al sitio. -Una tormenta de arena esta cerca, si nos encaminamos nos atraparia a medio camino.-

Aunque estuviese mal visto, bajo la parte faltante de la carpa atandola por dentro. ¿Por que ahora? Nego con la cabeza al tiempo que se sentaba impacientemente a una distancia considerable de la princesa. ¿Cuanto tiempo habrian de esperar?

Sarah hizo un gran esfuerzo para lucir indiferente frente a todo el asunto. Ahora Credo le había reverenciado como siempre debió ser. Aunque la joven debía confesar que jamás esperó ver a un híbrido con alto rango. Y es que no era un simple soldado como pensó en un principio, sino que se trataba del mismísimo general. ¡Excelente! ¡Eso lo volvía todo aún peor!

-¡Esperar! -contestó irritada, sin intentar disimular la molestia- ¿Esperar cuánto tiempo? ¿Una hora? ¿O hasta que amanezca? -le chistó, para después caminar hasta el otro extremo de la tienda. Parecían un par de niños enojados.

La princesa no supo cuanto tiempo pasó, pero aún se encontraba de pie y el cansancio empezó a ganarle haciéndole cabecear más de una vez. Sin embargo Sarah sabía que debía resistir. No podía simplemente abandonarse al sueño, ya que si lo hacía inconscientemente estaría aceptando que confiaba en la seguridad que el militar le pudiese brindar. Cosa que no era así... ¡aunque minutos atrás ella le hubiese dicho exactamente lo contrario!

Se tensó al recordar cómo había sido: " 'Con usted a mi lado no le temo a nada' " repitió en su cabeza. "Agh... ¡Qué ridículo!" cerró los puños para contenerse, pero no pudo resistir mirar a Credo de soslayo. ¿Por qué simplemente no podía ignorarlo? De esa forma las cosas serían más fáciles para ella.

"Si no puedes ignorarlo, ódialo al menos" pensó.

La princesa terminó por ceder al agotamiento y se sentó en el suelo. Alcanzó a ver los raspones en sus rodillas; no se había dado cuenta antes pero podía darse una idea de cómo se había hecho eso. Tal vez en Wonderland la locura era cosa de todos los días, pero el tipo de 'locura' que padecía era algo que realmente no le gustaba. Y el general de diamantes le había visto en esa penosa condición.

"Ódialo y ya"

Afuera se escuchaba el golpeteo de las ráfagas de viento que iban cargadas con arena. De pronto parecía que la tormenta terminaría llevándose el campamento e incluso se colaba el aire y uno que otro grano de arena dentro de la tienda. Pero ajeno a eso se encontraba el turbio silencio entre el castaño y Sarah.

-¡Ya no soporto más! ¡Iré sola! -berreó levantándose y caminó hasta la entrada de la tienda. Abrió de golpe, permitiendo al viento llegar al interior, mas al intentar salir le cayó arena en los ojos. Se llevó ambas manos a la cara y gritó. - ¡Credo!

Genial, en vez de hacerle un poco mas ligero el momento Sarah se esforzara por complicar mas las cosas. Simplemente rodo la mirada mientras que ella se alejaba hasta quedar hasta el otro extremo.

Suspiro desganado, ojala la tormenta pasara rapido asi la Princesa se iria lo mas pronto posible y el no tendria que aguantarla, hubiese sido mejor que no preguntara acerca de su estatus social y continuar ambos en el anonimato. Le miro, conteniendo las ansias de sugerirle descansar, sabia que ahora seria poco probable que lograra tal cosa y por su parte igual. No sabia por que, pero se sentia como perro castigado y la idea no le gustaba en lo absoluto.

El incomodo silencio no hizo de esperarse dentro de la tienda y afuera lo unico que se percibia era el fuerte soplar del viento.

-"Piensa en algo que decir"- Se obligo.

Aunque nada le venia a la mente y seguro, terminaria estropeando mas la situacion y haciendo mas incomodo y tenso el ambiente de lo que ya estaba, ambos no necesitaban tal cosa. De forma rapida se levanto ¿¡Pero que demonios!? No podia permitir tal cosa...

Al presenciar tal cosa, simplemente tomo el hombro de Sarah, y la aparto para volver a a cerrar la entrada de la tienda, aunque con algo de dificultad debido al viento y la arena que este llevaba. Cuando lo hizo gruño ligeramente al tiempo que hacia por si las dudas otra vuelta y otro nudo con la soga que sostenia la entrada. Suspiro pesadamente, para caminar hasta donde la mujer habia dejado el recipiente con agua y darselo en la mano, para que se enjuagara el rostro.

-Eso fue imprudente- Menciono con seriedad, tratando de no sonar molesto o golpeado, un General no era quien para regañar a una Princesa, y menos a la del Reino enemigo...

-Tenga algo de paciencia, Alteza, con suerte solo durara unas cuantas horas, luego de eso podra irse. Como dije yo mismo le escoltare de regreso-

Se paso una mano por el rostro para limpiarselo, entre mas pronto se largara del maldito desierto, mejor para el...

¿Qué había pasado? ¡Eso había sido horrible! Sarah se dejó mover por el otro y después aceptó la jarra con agua. ¿Por qué había hecho eso? Se había llenado de arena e incluso limpiarse tuvo consecuencias: el agua fría sobre la piel no se llevaba con ese clima. Rechinó los dientes evidentemente molesta. A Credo pudo haberle contestado de mala manera, pero además que no aportaría nada, él tenía razón: se había dejado llevar por las emociones.

"Las emociones son dominables."

Se alejó para sentarse nuevamente sobre el suelo, desganada. Bien podía recostarse a descansar sobre el tendido, pero el sólo pensar que estaba en la tienda del general llevaba a inferir que esa cama debía ser la suya ...No hacía falta ser un genio para deducir las razones por las que Sarah descartaba ir a la cama, ¿verdad?.

Por otro lado, tenía que aceptar que todo el cambio de actitud se debía únicamente a que Credo era el general de la armada diamantes y no de cualquier otro ejército. Si se veía de esa forma entonces el trato parecía injusto... para ambos. ¿Qué hubiese ocurrido si el perro fuese líder de la armada roja?

Giró la cabeza para alcanzar a mirarle por sobre el hombro, adivinando que de seguro él continuaba despierto y alerta: desde lejos podía verse la discreta manera en que movía las orejas. La princesa de corazones desvió la mirada para no verle.

-No fue personal -dijo de pronto en un tono más o menos neutral, no quería mostrar ni enojo ni amabilidad.

Como desconocía al militar no tenía modo de saber el efecto que la situación entera había causado en él, mas sabía que al menos en ella misma todo aquello había resultado hiriente y perturbador. No sería extraño suponer que fue similar para el castaño... era improbable, pero no imposible... y Sarah solía considerar la mayor cantidad de posibilidades.

-Hace un rato, cuando hablábamos acerca de la frialdad, me hubiera gustado decirte que cuando volvieras a casa abrazaras a cada miembro de tu familia por lo menos dos veces: la primera por ti y la segunda en mi nombre -hizo una pequeña pausa para inspirar profundamente. -Pero ya no puedo decirte eso, ¿no es así? -agregó fingiéndose seriedad. Era obvio que la intención había sido decírselo, aunque fuese con esos 'hubiera' disimulados.

"¿Esto qué sentido tiene?" empezó a cuestionarse.

El General tomo una enorme bocanada de aire, para exhalarla lo mas lento que pudo con afan de hacer que su molestia asi como su sentir incomodo, desaparecieran. No era quien para reprender a Sarah, ni traerle problemas a la Reina, solo por ser volatil... Lo bueno es que tenia algo de autocontrol.

Y pensar que todo cambio cuando descubrieron la identidad del otro. Bajo la mirada cuestionandose dicho sentir, pues se habia jurado no malpensar de las acciones del Reino de Corazones, como Soldado aprendio que aquellos quienes mataron a sus padres, solo obedecian ordenes. Incluso, era estupido, guardar rencores para alguien cuyo paradero, era desconocido, tanto para la persona, como para el reino entero, pues a oidos de el, llego el rumor de la desaparicion de los antiguos lideres de Rojo.

Si Sarah era descendiente directa, no tenia nada que ver en el asunto. Se sento lejos de ella, sabiendo que quiza la de ojos azules repudiaria su cercania y cruzo los brazos a la altura de su pecho, mientras cerraba los ojos. Su cola se mecia de arriba hacia abajo, golpeteando el suelo, dejando en claro la intranquilidad que le embargaba. Hasta que la voz de la princesa atrajo su atencion. No pudo evitar el hecho de mirarle asi como de erguir sus canidas orejas con deje de curiosidad.

-¿Perdon?- Cuestiono ante las primeras palabras.

¿Personal? Estaba bien para el, si Sarah odiase a los de Diamantes, sus motivos debia tener, y Credo ha de respetarles. La unica diferencia era que el, en su tiempo, no tuvo la libertad completa de odiar a los de rojo, debido a su profesion... Menos habia espacio para tal cosa ahora.

Relajo su postura, y suspiro lentamente... Antes de sonreir de lado y desviar la mirada de la princesa.

-No. En si, nunca podria decirse tal cosa- Era claro el motivo.

-Mi familia es un escuadron del ejercito- Palabras "Suaves" que remplazaban a la frase "no tengo familia"

Porque Credo es alguien, que jamas pasara a hacerse la victima, sumado a que el y Nero quedaron de no contar el vinculo que hay entre ellos. Ademas el castaño no va contar lo que sucedio aquel dia en la cabaña en el bosque que era su hogar, mucho menos lloraria por ello...

Ya habia aprendido a dejar el pasado atras...

Tras las breves palabras del general el silencio cayó nuevamente sobre los dos. Tal vez en algún momento ese silencio y la incomodidad se volverían palpables, era cuestión de tiempo.

"Ah, ¿así que nunca podría decirse tal cosa?, pues muy bien."

-Menos mal, porque nunca pensaba decírtelo -contestó tranquilamente y volteó hacia otro lado.

De manera que el general Southworth -según sus propias palabras- debía tener una "familia" de... ¿cuántos soldados había en un escuadrón de diamantes? ¿10? ¿15?.

Sarah miró de reojo al castaño. Al final no importaba cuantos militares estuvieran de su lado, igual ella tenía planeado que el ejército rojo se cargara a todos y cada uno de ellos.

Incluyendo a Credo.

"Mi familia es un escuadrón del ejército" Escuchó el eco de esa frase en su cabeza. Se trataba de una afirmación en verdad extraña, pero que de forma implícita le explicaba muchas cosas a la princesa. Sin embargo, el significante por sí sólo parecía decirle algo como "No te metas".

Y eso que hacía casi nada le había dicho a Credo que no era personal.

-No, ¿sabes? Sí es personal -irrumpió repentinamente, volviendo brusco al tema anterior. Se irguió y caminó acortando la distancia entre ambos. Detuvo su paso a medio metro de él, con la ansiedad escrita en toda su cara.

-Es personal porque debería despreciar a todos los de Diamantes por igual -apoyó ambas manos en la cadera y miró hacia el techo ondeante de la tienda- Las circunstancias me impidieron eso contigo desde el principio. ¿Por qué no me ayudas? -le dijo como si nada, a pesar de que una petición de 'razones para odiar a alguien' no era algo que debiera decirse.