En la noche aparecen los vampiros[Priv. Adrien]

Harto de estar confinado en la mansión de los Senri amenazó al cochero de la familia y emprendió viaje al reino más lejano, el Reino de Espadas, aprovechando el oscuro velo de la noche para realizar su fuga, después de todo… la oscuridad era el mejor aliado de los demonios con forma humana, los vampiros. La tenue luz de luna se colaba por los delgados cortinajes del elegante carruaje e iluminaba la pálida piel del joven de cabellos rojizos, estaba molesto, dispuesto a renunciar al maldito linaje de los Senri y comenzar su propia revolución por sí mismo, pero ganarse de enemigo a su padre sería algo irracional y estúpido, después de todo aquel hombre era capaz de todo, no le importaría asesinar a su propio hijo, como lo hizo con su hermano. Simplemente sería un viaje para despejarse.

El cochero detuvo a los caballos en un lugar señalado para carruajes cerca de la plaza principal de Paladium, se levantó ágilmente y abrió la puerta de elegante tallado permitiéndole al conde descender a las tierras vecinas. “Iré a dar un paseo, no es necesario que me escoltes” dijo y el sirviente hizo una reverencia acatando la orden de su amo. Shiki se encaminó hacia la plaza consciente de que estaría solo, mas, no le preocupaba que algo le ocurriese, al contrario, ahora que su acompañante –su leal mayordomo- no estaba con el.. nadie le detendría si de pronto sentía sed.

“Paladium es simplemente aburrida…” se quejó en un suspiro y a la distancia pudo vislumbrar la silueta de una aldeana, si hubiese estado con su acompañante Shin Reizei seguramente la hubiese ignorado, pero como no era el caso una maliciosa idea cruzó por su cabeza. “Sangre…” murmuró deteniendo su caminar para luego reír de forma silenciosa, enseñándole a la brillante luna los colmillos, la noche era perfecta para aquellos que dependían de ella, se movían con sigilo y esperaban el momento en la oscuridad, era una noche donde la luna se volvería roja, era una noche para los vampiros. Sonrió, seguro de que saciaría su sed y levantó la mirada hacia quien había dictaminado sería su víctima, se trataba de una chica con cabellos negros y ondulados, ojos azules como el emblema del reino y piel blanca como un rayo de luna, estaba -mala decisión por parte de ella- y llevaba en sus manos una cubeta de agua.

Shiki se acercó como si nada, ofreció gentilmente su ayuda y ella se ruborizó; sellando con aquel tímido acto su destino, los vampiros son seres hábiles, demonios en cuerpo humano que se aprovechan de la debilidad por medio de su ‘encanto’, he ahí algo que le molestaba de los humanos, eran tan superficiales que caían fácilmente,daban asco. “Perdone mi atrevimiento al hablarle, pero estar sola a medianoche es peligroso” dijo fingiendo preocupación, el joven vampiro era delgado y elegante, de apariencia inofensiva y ojos que parecían honestos. Nunca debes ver a un vampiro a los ojos a menos que desees la muerte, o eso dicen…

Sin darse cuenta la chica ya estaba en su poder, el pelirrojo la rodeo con sus brazos, deslizó sus labios por el pálido y delgado cuello con elegancia, delineando suavemente las curvas de este de manera grácil, para así; en un solo movimiento –totalmente delicado- incrustar sus traicioneros colmillos en aquella tierna piel, rasgándola, sonriendo al sentir como la sangre se deslizaba producto de la herida y finalmente saciándose con ella. Al verla seca la dejó caer terminando el acto con una mirada de repulsión. ”Te advertí que estar sola a media noche era peligroso le dijo fríamente aparentando inocencia, como si el cadáver fuese a oír “Por cierto, ni siquiera tenías buen sabor…" finalizó con una sonrisa limpiando cuidadosamente aquel resto de sangre de sus labios.

"Creí que el reino de espadas podría ofrecerme "algo" mejor, creo que he perdido el interés" comentó como si fuese un crítico juzgando mercancía de exportación. Shiki era un noble por lo que se consideraba intocable frente a a justicia y aunque no fuese así, tampoco era como si fuese a dejar testigos de sus actos.

Caminó tranquilamente por el sendero de piedra esperando que aquella noche que tanto pregonaba ser joven le trajese diversión o por lo menos... una nueva comida.