Casualidad o coincidencia -libre-

por **Richter** Dom Jun 01, 2014 3:35 am

-Ya esta-

Menciona el de cabello castaño limpiándose el sudor de la frente con el dorso de su izquierda. En la derecha, sostenía un cepillo de alambre. Frente a él, se encontraba un enorme corcel de pelaje negro como la noche, se trataba del caballo que pertenece a su hermano mayor.

Bucephalus si que era todo un reto, había cepillado completamente al animal así como retirado el fango que tenía entre sus herraduras. No cabe duda, ese caballo sí que era un animal magnifico. Justo a tiempo todavía era temprano, de manera que podía tomar un descanso y salir a caminar al pueblo. Se miró, el “príncipe no podía ir en esas fachas” dejo el cepillo a un lado para sacudirse las manos. Luego, caminó hasta un balde de agua para lavarse las manos. Echó un último vistazo al sitio, no sabía si realmente tenía tiempo libre últimamente o algo se le estaba olvidando. Como quiera que fuera el caso dió un par de pasos listo para dejar el establo. Sintió algo extraño, flexionó el pie hacia atrás mientras lo sujetaba con su mano y así poder ver qué era lo que tenía en la suela del zapato.

Desafortunadamente esa no fue una muy buena idea pues un pequeño salto para recobrar el equilibrio (fallidamente) fue lo que le hizo ir a dar al abrevadero. El sonido del salpicar del agua no se hizo de esperar, así como la molestia en el rostro del joven Belmont quien ahora yacía sentado dentro del abrevadero completamente empapado. Mira que hacer tal ridículo… Afortunadamente para él, no había nadie que le mirase con excepción de los equinos de la armada, los cuales relincharon como si estuviesen riendo.

-¡A callar! ¡Ya veré si se ríen mañana cuando les torque la marca!- Apuntó con su índice diestro de forma acusatoria a los equinos, como si estos pudiesen entenderle.

Escuchó pasos acercándose, ¡Maldita sea! ¿Por qué ahora? Y rápidamente, se puso en pie, antes que alguien le atrapara en semejante estado.

por **Ivana Braginskaya** Dom Jun 01, 2014 8:51 pm

Ivana miraba el interior de la armería con nostalgia. Ella pasaba horas al día ahí, pesando y midiendo armas, contemplándolas, eligiendo la adecuada, la mejor balanceada, ubicándola de memoria para ser la primera en cogerla cuando era hora de armarse. Pero eso había sido cuando era joven y no estaba retirada ni enferma. Metió la mano al interior de su abrigo, sacando una licorera de plata con una muñeca matrioshka grabada. La abrió y bebió un largo sorbo. Vodka. La bebida de su tierra, el licor de sus antepasados, la pócima que apaciguaba sus nervios y su angustia. Salió de la armería, dando un ligero portazo y tambaleándose a la izquierda. Estaba acostumbrada a esos tumbos que le provocaba la bebida, así que no perdió el equilibrio. Al contrario, con un ligero quiebre, rectificó el rumbo sin apenas dar la impresión de que no estaba en sus cinco sentidos. Pero ella nunca estaba en sus cinco sentidos.
Caminó por las barracas, echando un vistazo aquí y allá al pasar. Identificó con facilidad el edificio donde ella dormía, los terrenos donde entrenaba. Todo le parecía completamente real al recordar las sesiones, los gritos, los movimientos, el dolor de un golpe mal hecho que era contrarrestado, las miradas, las órdenes, la sensación del sudor bajar por su cuerpo como perlas… Dio otro trago a la licorera, vaciándola. No lo podía soportar, estar tan lejos de aquellos años en los que ella era la mejor de su escuadra, la elegida para las misiones más peligrosas. Suspiró, guardándose la licorera. Tendría que llenarla en algún pub de camino a casa.
Siguió su camino por las barracas, pasando por los establos. Los caballos la pusieron nerviosa al verlos. No había querido montar uno nunca más desde su accidente. Había entendido que los caballos eran animales, bestias estúpidas que podían ser espantadas o sacrificadas para matar fácilmente al jinete. Ella no volvería a arriesgarse con los caballos. En ese momento, un ruido le llamó la atención: Sonaba como si alguien hubiera tropezado y caído al abrevadero. Se rió. ¿Quién podía ser así de torpe? Al asomarse, la risa se volvió en carcajada al reconocer al hombre que había caído al abrevadero. Richter Belmont, el príncipe del reino. Había oído que lo llamaban “el potrillo” y ahora veía por qué. A esas horas, cualquiera en la familia real estaría cenando, estudiando o descansando. Por lo menos, fornicando. Pero ahí estaba el príncipe Richter, empapado de agua para los caballos.
–Prints Richter –Saludó, anunciando su presencia al llamarlo en la lengua de su familia–. ¿Qué hace ahí, mojado como sardina? Cogerá resfrío si se empapa de esa forma, da~.
La voz de Ivana era grave y madura, un poco rasposa y corrida por la bebida. Mezclaba palabras porque nunca le cogió el truco al español; el único idioma que dominaba era el de su maternal ruso, e inclusive en él tenía a veces problemas para leer, como si las letras se le voltearan ante los ojos. Lo mismo le ocurría al hablar. Se acercó a Ritcher, tendiéndole una de sus grandes manos.
–Venga, Ivana saca a Richter de agua de caballo, Ivana le conseguirá toalla para secarse, da~.

por **Richter** Miér Jun 04, 2014 5:10 am

Golpe directo al orgullo. El altivo príncipe de corazones renegó al tiempo que batallaba con su flequillo, pues por lo húmedo el mismo se pegaba en sus facciones haciendo difícil poder ver con claridad.

Y peleando por salir del abrevadero estaba, cuando súbitamente, apareció ella: Esa mujer de acento extraño, hermosas facciones -pese la edad- ojos purpuras... Sin duda aquella chica en su "juventud" habria sido aún mucho más hermosa, tipo de las que acosa a menudo en los pueblos cercanos del castillo.

Pero algo tenía esa mujer que crispaba los nervios de hasta el más noble de sus corceles, no estaba cien por ciento seguro si acaso los bueyes que tiraban del carro de su hermano podrían resistir su simple presencia...

Pero bueno, peor no podría ser como su madre ¿no? al menos ella, le hablaba con un tono maternal, no como aquella mujer de rojizas hebras que le había parido...

Torció los labios de mala gana, como un chiquillo malcriado que ha sido descubierto en su fallida travesura. Extendió entonces, la tan común enguantada diestra para tomar aquella mano, pues ya había hecho el ridículo y no quería volverlo a hacer, menos frente a alguien que pudiese contar sus tonteras a los criados del castillo.

Y es que, los chismes se hacen rápidamente...

-¿Agua de caballo?-Y sonrió, mas era una sonrisa sardónica... -Hm, gracias...- Se miró Sin duda era lastimoso el ver al príncipe del reino más orgulloso en semejante estado.

-Los accidentes pasan- Mencionó simplemente para escudarse, aunque –¿qué haces por aquí... Ivanna? - Quiso apostar a que ese era el nombre de la mujer. Lo ha escuchado más de una vez, tiene su reputación entre los soldados... y los de elite, claro.

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