Estos celos -Privado/Arya-

-"Jum ¿Como será ese reino que tanto fanfarronea?-" Se cuestionó internamente el príncipe de Corazones.

Todo mundo en wonderland sabe la rivalidad que existe entre corazones y diamantes, pero Richter aun no entiende "que es lo que hace a los de amarillo superiores" Pese a no saberlo no va a negar, si es que alguien le pregunta, que los odia.

-No estaría mal espiar- Y literalmente saltó de su asiento para así, dirigirse a los establos.

Ensilló un caballo de pelaje azabache y fue rumbo hacia Diamantes...

Las calles no parecían tener nada de especial, gente yendo y viniendo, los comerciantes mostrando su mercancía. Nada que no sea visto en su pueblo natal. Bueno, quizá la diferencia sería la cantidad de gente (pues juraría que en Diamantes había mas) y esos molestos estandartes dorados con la insignia característica. Al ver una de las banderas ondeantes al poco viento de medio día el príncipe frunció el cejo con un ligero deje de disgusto.

-“Algún día veré como se queman lentamente, mientras la armada de rojo invade todo este maldito lugar”-

Obvio, nadie le reconocía (y agradecía el hecho) pues no llevaba insignia alguna de la realeza en su ropaje. En si tampoco vestía de manera ostentosa, como normalmente lo hacen los nobles, llevaba una gabardina color azul, guantes de cuero hasta los codos, pantalón blanco y botines… Ya aburrido, decidió partir de regreso hasta su hogar, hasta que, algo atrajo su atención: Una joven rubia… Casi de inmediato su sonrisa ladina apareció y entonces, lanzó un sonoro silbido “halagando” a la dama.

-“Al fin, algo que destaca de este chiquero”- Y encaminó con paso tranquilo a su negro corcel hasta donde se encontraba la joven, mejor dicho intercepto su camino y aun sin desmontar a su caballo, le miró.

-¿Crees en el amor a primera vista? Digo, sino para pasar de nuevo- Y le guiñó el ojo a la mismísima princesa de Diamantes…

Y la risa cínica y hasta cierto punto burlona, emanó de labios del moreno. Era la respuesta...

-¡Es la respuesta más extraña que me hayan dicho!- Generalmente, las damas se sonrojaban o apenaban por las palabras del castaño.

O en el peor de los casos, le tocaban bofetadas, sin importar que fuese el príncipe del reino más hostil de wonderland. Se inclino ligeramente recargando los antebrazos en el cuello del animal y así, poder mirar mejor a chica rubia, sin intención de moverse siquiera (igual y seguro alguno que otro transeúnte si se iba a quejar, pero al príncipe sinceramente le importaba eso un comino) Afiló la mirada al tiempo que sonreía de forma sin vergüenza, antes de dar la respuesta a la pregunta ejercida por la rubia.

-Oh~ digo ¿Uno no puede andar por las calles de Diamantes sin explicación alguna?- Uy, de haber sido como uno de los antiguos nobles de Corazones, ya hubiese mandado a decir el tan famoso dicho “córtenle la cabeza” para aquella rubia.

Afortunadamente, ni era el rey, ni tampoco abusaba de su poder. Así que decidió pasar de largo (o no tanto) aquel tono despectivo.

-Miladi, yo solo venia a contemplar las hermosas yeguas de este mugroso reino- Doble sentido el de la oración, pues por yeguas se había referido a las damas de dicho reino, y también obvio a los corceles. Aunque en parte mentia –Soy un gran conocedor y entrenador de caballose hizo retroceder ligeramente al animal. Y para sorpresa de la dama, el equino se inclinó sobre sus patas, como reverenciando a la princesa.

El príncipe del reino carmín, dejo de un salto su montura, aun sin soltar las riendas, y miró a la mujer, nuevamente.

-Pero si ese es el trato que se me da en estas tierras y de una simple pueblerina, creo que reconsiderare regresar a mi hogar, con una muy mala imagen del “humilde” pueblo de diamantes-

¿Ejemplares magníficos? ¡Claro que no! eso lo iba a decidir él cuando viera a los equinos... ¡Seguro el rey Kiske no tenía a un animal magnifico como lo era Bucephalus de su hermano Iskandar!

-"bueno, también semejante bestia para los pobres animales del establo"- Rió internamente por su estúpida broma.

Aunque esa sonrisa sin vergüenza continuaba en las facciones del moreno. Si que la gente de diamantes era graciosa, al menos a su parecer. Mira que preguntar que hacía en ese lugar de una forma no muy agradable y despues lanzar semejante argumento en su defensa.

-Yo creo que no me he equivocado de camino- Y cruzó los brazos a la altura de su pecho, al tiempo que le observaba de pies a cabeza. Aquella campanada le habia provocado desviar la atención de la joven.

Que bah, si ya se iba podría seguir cotilleando por ahí, y seguro encontraría otra “dama” con la cual entretenerse, sin embargo, la pregunta de Arya le desconcertó en sobre manera. Miró a su caballo (el cual le miró también) y se encogió de hombros-

-Vale, vale. Acepto tu proposición de cita y con gusto me dejaré guiar por tu “simpático” pueblo de Diamantes- Claro, bromeaba con la frase, era obvio que ese lugar no le iba a agradar así de simple, años de hostilidad y rivalidad no se olvidarían con tan solo una caminata.

-Aunque, el animal que menos me interesa, es el humano- Bromeó, antes de tomar las riendas del caballo y comenzar a caminar junto a la rubia.

Esas miradas, no pasaban desapercibidas ante los ojos de Iskandar el chico. Supuestamente los hostiles y sádicos eran los de rojo ¿Pero quien dice que gente así no habita en los demás reinos? Como en todo, siempre hay excepciones, y variedad.

-"Lo único que tienen de mejor que nosotros es en presumir que "son los mejores""- Ignoraba ya a los transeúntes, no había nada de interesante en el lugar.

Justo cuando la aburrición comenzaba a apoderarse de él la mujer a la que acompañaba, hablo. La sonrisa ladina no tardo en decorar sus facciones ante la pregunta. Qué bueno era no llevar insignia de la realeza en ese momento, y facha de noble no tenia, mucho menos el estricto porte de un soldado.

No era secreto que si revelaba su identidad entonces, su tranquilo paseo por el reino terminaría... igual, ni que hubiese sido tan tranquilo.

-Soy quien está a cargo de los caballos de la milicia- Confeso, pues técnicamente era la verdad, pasaba más tiempo en el establo, que el que gastaba con la gente noble.

-Mi nombre es Iskandar. Richter Iskandar- quizá le confundiría con su hermano siempre existen tales confusiones -Aunque es de mala educación preguntarle el nombre a alguien sin presentarse primero -

Claro, ahora hablaba de buenos modales aquel que ni se había esforzado por mostrarlos, irónico.

Me tropecé con una baldosa de la calle al momento de frenar mi andar. Richter Iskandar. Estuve hablando con la realeza del reino rojo y ni cuenta me di. Ni siquiera Lucifer se percató. Debo presentarme.

─ Discúlpeme señor. Mi nombre es Arya Cawley─ lo miré fijamente a los ojos para darle a entender que no era una ciudadana haciéndose pasar por la princesa. Quería que supiera que le estaba diciendo la verdad.

Era extraño estar enfrente del príncipe del reino que aborrecía al mío. Lo odiaban tanto que temía que me odiara por el simple hecho de ser de Diamantes. Ahora entiendo de donde lo me perecía conocido.
Lucifer se mostraba igual de sorprendido que yo ante la revelación. Parecía haberse olvidado de la desconfianza y recelo que sentía ante el extranjero y su caballo.

Bajé la mirada hacia el suelo. Me sentía avergonzada
por la falta de educación que había tenido. No porque fuese de Corazones se merecía mal trato. Tal vez si lo invito a una de las tabernas del la ciudad pueda recompensarlo. Espero que los de aquí se comporten como deben.

Levanté la mirada y caí en sus ojos. Profundos, serios... daban la sensación de esconder una faceta de él que no la demostraba comúnmente. ─ ¿Le gustaría acompañarme a tomar algo? por favor acepte la invitación como recompensa de mis malos modales, y como pago de sus malos actos─ tiene que reconocer que no se ha comportado como un caballero─. No es necesario ir al herrero hoy, se puede ir mañana. El caballo en los establos de la milicia se encontrará a gusto creo, si ese es su inconveniente.
El atardecer ya era inevitable. Las luces de la ciudad ya comenzaban a parpadear, haciendo que un nuevo ambiente reinara en las calles.

Como si un disco rayado hubiese sonado en el lugar la cara de desconcierto del mayor no se hizo de esperar.

-"L-la princesa de amarillo"- Joder y el pasándose de coqueto.

Y diciendo de pestes sobre diamantes enfrente de ella, aunque bueno no era secreto que algunos de rojo suelen repudiar tal reino, algunos, no todo, pero ya se tiene la mala imagen de corazones y es algo difícil de deshacer de la noche a la mañana. Bufo ligeramente mientras fruncía el cejo, aunque este último gesto era más que nada para "aparentar" molestia, su orgullo desmedido le impide en ocasiones admitir cuando se ha equivocado o metido la pata, como en esta ocasión.

-¿Señor? de señor no tengo nada, aun no paso los treinta- Y cruzó los brazos a la altura de su pecho nuevamente.

Aunque casi al instante apareció una vez más esa sonrisa burlona en sus morenas facciones. ¡Ahora si sonaba como una cita! Aunque si alguien le decía de "sus malos actos" o malos modales mostrados, Richter simplemente no iba a negarlos, como la nobleza le decía "no era más que un animal, como los de los establos en donde pasa tanto tiempo".

-Voy a donde tú quieras- Tiró las riendas de su caballo. -No sería un buen domador de caballos si estos no supieran comportarse debidamente, el estará cómodo en cualquier lugar-

¿Juntar a su corcel con los de Kiske? No gracias... seguro hasta garrapatas tendrian...

Asentí como respuesta. No esperaba que aceptara el ofrecimiento del establo, pero tenía que intentarlo. Le indiqué con un gesto en qué dirección estaba el bar y reanudamos nuestro andar. De vez en cuando le echaba, disimuladamente, una mirada. Para no incomodarlo con ella, decidí mirar a las casas que ocupaban la calle por la cual caminábamos. Pequeños faroles colgaban en las puertas de entrada. Los postigos de la ventanas ya estaban cerrados, y los niños rezagados, a causa de los juegos, eran llamados por sus padres.

Lucifer decidió ir por algunos ratones, por lo que se subió a uno de los tejados. Lo hizo con una agilidad asombrosa, a pesar de que solo tenía tres patas. Desapareció al instante. El corcel negro apenas sí se veía en la oscuridad. Solo el sonido de sus cascos y el brillo, intermitente, de sus ojos indicaban que seguía los pasos de su dueño.

Miré al frente y divisé el bar. dirigí mi cabeza hacia él con la intención de decirle algo, pero me arrepentí. No es necesario interrumpir el silencio, cuando lleguemos al bar podremos hablar.

Justo cuando estamos llegando, observé que había un cartel en la puerta. Tomé el papel con las manos y lo leí. Me quedé con la boca abierta de la indignación. El dueño del bar había sido llevado, junto con su familia, a Corazones por deudas y sería juzgado por su retraso de pago. Miré enojada al príncipe y le entregué el papel. Que haga y diga lo que quiera, pero conmigo no juega. El nombre de la firma es el de él. Vino solamente para controlar si se había realizado con éxito su dictado. Si tan solo me hubiese enterado antes, tal vez podría haber pagado las deudas del tabernero... ya está hecho. ¿Cómo lo soluciono? me siento extrañamente herida.

─ Gracias─ le dije con tono irónico.─. Esto, definitivamente, te debe dar buena reputación en tu reino ¿no?─ la cortesía ya no existía en mí, y sabía que luego me iba a arrepentir pero ahora no podía pensar en buenos modales.

Sin decir más, giré en redondo y caminé, con pasos apresurados, hacia la plaza central. Árboles altos, grandes y antiguos dominaban el terreno. Las aves estaban dormidas en sus nidos, seguras. Me senté en uno de los marmóreos bancos y crucé mis brazos sobre mi estómago, intentando buscar una solución que no incluyera a mi hermano y que no generara una guerra entre las monarquías.

─¿Por qué?─le grité al jinete─ ¿por qué decirme que venias para ver caballos si la verdad era otra? ¿o ahora me vas a decir que no estabas enterado de esto?

El príncipe del reino carmín mantenía su gris mirar sobre el lugar. Vaya que se le había hecho tarde en nada, igual no tenía nada que hacer, como ya se menciono simplemente fue a "viborear" al lugar. Miró al felino mientras trepaba con agilidad, sorprendiéndose ligeramente ante ello, si bien, en un gato era normal no en uno con un impedimento. La mujer le miro, e Iskandar el chico le imito... Quien sabe lo que estaría pasando por la cabeza de la rubia, pero al ver el lugar al cual, se dirigían, Richter solamente alzó una ceja con curiosidad enorme ¿Un bar? ¿A la princesa le gustaban los bares? Si que era más extraña de lo que creyó.

Acarició el hocico de su corcel, buscando con la mirada en donde atar las riendas en lo que Arya leía la nota clavada en la puerta. Pero fue entonces cuando la voz de la princesa, atrajo su atención.

-¿Ah?- Cuestiono aun sin saber el porqué del agradecimiento.

Sin embargo la curiosidad desapareció de su moreno rostro al escuchar las demás palabras, transformándose su expresión en una de claro enojo. Casi le arrebato la nota en la mano para ponerse a leerla.

Siguió con pasos agiles a la rubia quedando frente a esta. La menor de los Kiske, solo obtuvo por respuesta un golpe en el rostro, del papel hecho bolita.

-En primera, no me gusta que me griten- Aparte por el enojo que se cargaba y porque podría dar pasó a las migrañas que suele padecer de vez en vez.

-En segunda: No me gusta que me levanten falsos menos que se me acuse de cosas que yo no hice.- Puso los brazos en jarra aun sin soltar de las riendas de su corcel -¡Yo trabajo en los establos! ¡La política me importa lo mismo que una mierda!-

Estaba molesto, si un comerciante debe dinero ya sea por local o problemas económicos, era problema del reino en donde reside, no de ajenos además...

-¡Me llamo Richter Iskandar belmont! ¡No Richard Iskander! y mi letra apenas si es entendible si este es el trato que tengo de la hermanastra del Rey no se que esperarme de Kiske, mi palabra es válida si no la quieres creer es tu problema y tercera: ¡Vete al diablo!- Chasqueó la lengua y comenzó a caminar de mala gana para largarse del lugar.

¡Maldita mala fama la que se cargaba corazones! Mira que acusarles de cerrar una estúpida taberna. ¿Que el Rey ni se preocupaba por visitar a los comerciantes del sitio como Alexander lo hacía?

-¡Agh! lo que me faltaba- Masculló llevándose la mano libre hasta la frente, ahora le dolía la cabeza...

Levanté la mirada al oír los reproches y luego lo seguí con la mirada.

¿Cómo es posible que él trabaje en los establos? pensé que era de la armada. Genial. Primero discuto con Ky y ahora ofendí al príncipe del reino rojo. Es obvio que lo mio no es ser de la realeza.

Una lechuza voló sobre mi cabeza haciendo que vuelva a la realidad. Un sonido de respiración, proveniente de detrás mío, hizo que girara sobre mí misma. Un hombre de huraño aspecto, me estaba observando.

─¿Qué necesita?─pregunté un poco nerviosa ante la presencia de aquel extraño, mas no aterrada─¿busca a al...?─ no pude terminar porque en ese preciso instante el hombre sacó una daga, corta pero de fácil manejo, y la transportó en dirección a mi cuello. Antes de que llegara hasta su destino, yo ya había realizado un movimiento de bloqueo. Tomé su muñeca con la diestra y, con el puño izquierdo, le propiné un puñetazo en el centro del rostro. El sujeto quedó en el suelo, desmayado.
Respiré tranquila pero la adrenalina que corría por mis venas me mantenía alerta. Oí pasos, varios, cerca de allí, por lo que decidí irme. Corrí en la misma dirección que había ido Richter. No miré atrás por temor a tropezar con alguna piedra del camino, pero sentía que me seguían.

Tengo que planear algo rápido. contra todos no voy a poder, al no ser que utilice... no. No sería lo mejor. Si me quedo sin fuerzas, quedaría expuestas a otros peligros.

Divisé algunas huellas, pero no pude determinar si eran o no del príncipe y su caballo. Me dirigí hacia una arboleda cercana lo mas rápida y sigilosa que pude.

¿Donde estará Richter? no creo que me ayude después del trato que le dí. Error tras error... Enfrentamiento tras enfrentamiento. ¿Será que no es posible una charla entre Corazones y Diamantes, sin que halla una discusión en medio?

Parecía que el dolor de cabeza aumentaba conforme daba un paso hacia adelante.

-"maldita sea la hora que se me ocurrió venir hasta acá"- Los cascos de su corcel resonaban en su mente fuertemente, agradecía el hecho que no hubiese luz...

Cuando se encontraba en ese estado solamente se tiraba en su cama con las persianas cerradas y la almohada sobre su rostro. Sinceramente no fue mucho lo que el príncipe logró alejarse, para fortuna de la rubia. La migraña le obligó a detenerse en una arboleda. Ató lo mejor que pudo las riendas de su corcel en la rama de uno de los árboles y se sentó al pie de este con las rodillas sobre su pecho y tomándose la cabeza con las manos. ¡Era horrible estar así! Ya hasta se estaba mareando, y ya sabía que de continuar de esa manera terminaría vomitando…

Lo peor es que nada podía hacer, solamente esperar a que pasara... Afortunadamente para el castaño no había nadie que le mirase “en ese momento de debilidad” como el orgulloso príncipe suele nombrarle ¿Cuánto tiempo paso en esa posición? No había forma de saberlo. Unos pasos apresurados comenzaron a escucharse en la lejanía, de principio no pensó que se trataría de la mujer del vestido color dorado. Como pudo se puso de pie, y a la lejanía, pudo ver algo o alguien, le perseguía… Se odiaría por lo que estaba a punto de hacer, no obstante no podía permitir algo similar.

Tomó su látigo y con unas cuantas palabras, un ligero destello verde envolvió el arma, entonces, haciendo uso de su habilidad y practica, lanzo un golpe. El chasquido del arma no se hizo de esperar rasgando el aire, y luego el grito de dolor de hombre. Había dado en su objetivo.

Con cautela se acercó unos cuantos pasos y fue cuando reconoció a la mujer.

-Tch* Demonios, no me digas que es alguien de la guardia- Si lo era… ya se había metido en un serio problema. Se llevó la mano contraria una vez más hasta la frente, en espera de lo que viniera…

El grito del hombre que me perseguía, hizo que frenara y volteara a ver. Mi vestido dorado, ahora era mas bien marrón a causa de la tierra acumulada por el trayecto. Lo único que pude ver fue una especie de látigo verde regresando a la arboleda. ¡Qué extraña arma!, si no es mía, entonces ¿de quién?

Mi perseguidor yacía en el suelo, inerte. Me acerqué despacio a él, con cautela,y vi que era un guardia. Pero ¿por qué me atacaría un guardia? no lo entendía. Miré en dirección a los arboles, oscuros por las sombras de la noche, pero no vi a nadie.

Comencé a caminar hacia allí con la intención de conocer en persona al portador de tal arma. Me percaté de que hacía frío, pero lo soportaba, tenía que soportarlo. No quiero que me vean temblando y repiqueteando los dientes. Lo único que me falta para completar el día de hoy: que se burlen de mí por ser sensible a la ausencia de calor.

Extrañaba el calor de Lucifer y me odiaba por no haber tomado un abrigo antes de salir de castillo. Terca tenía que ser. No se me podría haber ocurrido mejor idea que traer un vestido de verano ¿no?

Cuando llegué a los primeros árboles, el frío hacía gritar mis huesos y articulaciones, sin mencionar la piel. Anduve unas filas de árboles mas adentro, con la idea de que el frescor no llegaría tan directo. Bueno me equivoqué. Ya estaba temblando. Coloqué mis brazos alrededor de mi torso, tratando de mantener el calor, sin dejar de caminar. Levanté la vista y vi a un caballo negro atado a uno de los troncos. No me lo podía creer.

─¡Rich-Richter!─ las palabras salieron sin permiso alguno de mis labios. No quería que pensara que olvidé de todo lo que me dijo y todo lo que yo le dije, pero realmente estaba feliz de saber que había alguien conocido. El frío había hecho temblar mi voz. Odiaba eso porque siempre parecía que estaba bromeando. Mi visión se me nubló por un momento mientras estornudaba. Genial, mejor imposible. Me causó gracia mi propio pensamiento irónico y se me escapó una especie de risa, pero que se asemejaba mas a un jadeo ruidoso por el movimiento de los dientes.─Perdón po-por mi ignorancia. Gracias por l-lo que hiciste. ¿Sin ren-rencores?─ dije sin haberlo divisado aún.

Tal vez por la falta de luz Arya no le reconoció a la primera, no claro esta hasta que ella se acercó. El príncipe del reino carmín mantenía su látigo en una sola mano y de un movimiento rápido hizo regresar lo que se había extendido para atarlo nuevamente en su cinto. Se presionó la frente con la mano que había llevado previamente hasta su rostro, mientras cerraba el ojo de tal lado. Fue capaz de reconocer la voz de la princesa, lo cual le hizo chasquear nuevamente la lengua. Ella no quería que la viesen tiritar de frio, y él que lo viera retorciéndose de dolor y quejándose por la migraña del momento. Como pudo se irguió fingiendo calma y demás.

-¿Sin rencores? Lo siento nena, yo no olvido tan fácil- Si ni sus propios errores puede olvidar, menos que alguien le haya acusado de tal manera por algo que no hizo.

Caminó unos cuantos pasos, haciendo que el tacón de sus botas resonara en el silencio generado del lugar. Se acercó hasta el tipo que había derribado hacia unos instantes y se puso en cuclillas, para verle mejor.

-Hey- Miró a la princesa sobre su hombro -Este no es de los tuyos, ni de los míos.- Aclaró no fuera que de nuevo le echase la culpa de algo.

Caminó de nuevo paso de largo a la princesa, solamente le hizo una seña con índice y diestro, para que le siguiera. Desató las riendas de su caballo para adentrarse más en aquella arboleda, no necesitaban ser blanco fácil y estar a la vista de todos. Una vez que decidió que ya había sido suficiente caminar y podían hablar tranquilos y sin problemas ató nuevamente a su caballo y se sentó al pie del árbol, aun sin dejar de presionarse la sien con una sola mano.

-Siéntate.- Le pidió, casi en un susurro, tampoco podía alzar mucho la voz, en ese estado hasta la luz solar le molestaba, cuando era de día, claro. -Los abuelos de la reina de corazones hicieron muchas atrocidades, ganando así la mala fama que corazones posee, entre ellas, fue destruir una pequeña villa que se encontraba a las afueras de tu reino en una declaración fallida de guerra. La villa se llamaba Corazón de Diamantes. El líder de una de las prestigiosas familias fue apresado y previamente ejecutado, su apellido era Boltok. Investigando mas, supimos que solo hubo un sobreviviente de esa familia y se dedicaba a hacer trabajos de espionaje y demás, todo en venganza a tu pueblo y al mío, según a Diamantes porque se quedaron de brazos cruzados-

Le extendió una pequeña insignia de metal, que parecía ser la cabeza de un águila.

-Según supe había varios espías encubriéndose en ese nombre. Él era uno de ellos. Deberías avisar a Kiske, junto con el General de tu armada-

Al aletear de un ave se acercó hasta los arboles, un búho de buen tamaño se posó sobre una de las ramas. Notó como la mujer tiritaba aun, así que se sacó su gabardina y se la extendió

-Ni pienses que te ayudo, si tartamudeas por el frio no podre entenderte- mintió Y lo único que hizo el príncipe, fue apegar sus rodillas sobre su pecho nuevamente, para tomarse la cabeza con ambas manos, esperando que con eso se le pasara aunque fuese un poco el dolor de cabeza.

OFF: perdona lo largo, me emocione e_e

¿Verle algún medico? Simplemente alzó un poco el rostro para poder observarle o al menos lo que pudo debido a la oscuridad del sitio así como su castaño cabello pues por lo mismo descendía unas partes sobre su rostro. Su orgullo desmedido no permitiría al de rojo ir a ver a un doctor, pues ya sabía el resultado, seguramente como todos le tratarían como un simple dolor de cabeza, cuando es algo que va más allá de eso.

-Si tan solo pudiera encerrarme en mi habitación con las persianas cerradas y la almohada sobre mi rostro- Habló casi en un susurro, de esa forma casi parecía un adolescente rebelde o tan solo un chiquillo berrinchudo.

Se acomodó el cabello para mirarle antes de asentir. Extraño... La princesa de amarillo hospedándose en una posada, con un extraño... sin duda, era algo que dejaba mucho a la imaginación, y más para los chismes de los pueblerinos. Se levantó y sacudió su ropaje.

-Ju. Solo iré contigo para vigilar que no te metas en problemas, ya me quedo claro que no sabes defenderte sola- Mintió. –“Típica damisela en peligro”- En realidad si necesitaba descansar (si es que podía) unos instantes, sumado a que estarían en desventaja si les atacaran de nuevo… Y que se notaba que Arya no era muy apegada a climas fríos, justo como esa noche.

-]Digo, si es que no tienes más preguntas, entonces andando- y cruzó los brazos a la altura de su pecho tratando de recobrar la postura que mostró cuando se toparon.

Seguí sus movimientos con la mirada e hice que las comisuras de mi boca se elevaran en un intento de sonrisa cuando mis oídos oyeron la palabra "andando".

Me levanté de la raíz, un poco torpe y dolorida por el frío, y sacudí mi vestido. Cayeron restos de pasto y ramitas al suelo, junto a Lucifer que, molesto por el cambio de posición, se desperezó, bostezó y nos miró. Luego de esto, desapareció en la oscuridad.

Aspiré el aire nocturno. Mis pulmones se expandieron en su totalidad para dejar circular ese aire, libremente, por entre los alvéolos. Dejé escapar el gas retenido, y dirigí mi mirada hacia Richter. Un porte firme e imponente, decidido lo personificaba. Una lechuza emitió el sonido que la caracteriza cerca de allí, haciendo que desvíe la mirada del príncipe.

Asentí con la cabeza con el fin de que entendiera que estaba de acuerdo con la idea de moverse de ahí, pero recordé que no me podía ver con claridad.

─Sí, vayamos al pueblo. Necesitamos hospedaje y un médico. Aunque si insistes en no visitar uno, me temo que gozaras el dolor de cabeza.─ dije sin mirarlo. Sentí pena por él. Tenía dolor de cabeza y me había dado su abrigo.─ ¿Quieres tu abrigo? ya me encuentro mejor. Además con la caminata entraré en calor.─ mentí y agradecida por que la oscuridad ocultaba mi rostro.

No esperé la respuesta, supuse que si lo quería me lo pediría. Comencé a caminar hacia el pueblo con la vista fija en el suelo. Durante el trayecto, tropecé en varias ocasiones por culpa del ruedo descosido de mi vestido, haciendo que éste se desgarrara aún más. Levanté la vista para calcular cuánto faltaba me percaté de la pintoresca vista que hacían las luces al destacar por sobre la penumbra. En varias ocasiones intenté mirar de reojo al jinete para ver su estado pero, la oscuridad sumado al hecho de que se retrasaba por su caballo, no conseguí verlo.

Cuando llegue al castillo me pedirán explicaciones… podría decirles que me he quedado en una tienda de ropa, pero ¿Qué persona se queda todo el día en un lugar así? Además sabían que iba al herrero…

Mientras que mis pensamientos circulaban dentro de mi mente, ya habíamos llegado a Talis. Los ciudadanos ya estaban cenando. El silencio transitaba por las calles y el olor a comida hizo que mi estómago rugiera.

─Podríamos ir a una mansión de Ky. Está cerca, habrá comida y un lugar para descansar.─ recordé de la mansión Shesmar─ ¿Qué opina el príncipe de Corazones?─ hablé mientras giraba mi cuerpo para ver su expresión.

Entrecerró los ojos al decir aquello, pues no le gustaba que nadie le mirase en ese estado, en uno de "debilidad" como el solía llamarle. Alzó la mano a la altura de su hombro negando ligeramente con la cabeza.

-No la necesito, si sigues tiritando no te entenderé nada- Argumentó mientras desataba las riendas de su corcel, encaminándose a un lado de la princesa de amarillo.

Aunque no lo pareciera y pese al dolor de cabeza que la migraña le ocasionaba Richter Iskandar permanecía con la guardia en alto, atento a cualquier cosa que se presentara, obviamente atento para que algo parecido al percance de hacia unos instantes no se suscitara de nuevo.

Las calles estaban bastante silenciosas ahora, y agradecía tal hecho, no hubiese aguantado en el pueblo concurrido a media tarde. Aunque los casco de su caballo al sonar le retumbaban enormemente en la cabeza. La voz de Arya le hizo prestar atención nuevamente. ¿Una mansión de Kiske? En definitiva sonaba mejor que entrar a una posada... Si lo hacían ambos darían bastante de que hablar a la mañana siguiente, seguro la reputación de la dama se arruinaría, la de él, bueno, no era muy buena, las sirvientas de Corazones podrían corroborar tal cosa.

-No sé que opine el príncipe. Cuando lo conozca, te digo. Pero si te interesa mi opinión, yo estaría mas cómodo en un establo.- Pues si ha dormido en los de Corazones, pasa más tiempo con los animales, que con la gente misma y eso ya lo había dejado en claro.

Es por eso mismo que ante ojos de los nobles no suele ser bien visto, y eso lo tenía sin importancia. Aunque claro, no por eso mismo iba a juguetear en el bosque como un niño de cinco años, pues cuando se dan sus deberes, suele tomarlos bastante en serio. Quizá lucir despreocupado sería algo de familia, al menos los dos Iskandar mostraban tal cosa, sus padres jamás lo hicieron.

-Vayamos allá, así no te morirás de frio- Sonrió de lado, burlón, ya había encontrado “una debilidad” en alguien de la realeza de Diamantes, aunque esta a su vez haya encontrado la suya. –Supongo a Kiske no le importara si utilizamos una ¿Verdad?- Su sonrisa se ensanchó, en espera del cambio de dirección que la chica haría.