Día cualquiera en Talis -priv-

Había llegado lejos esta vez. Como de costumbre sin ningún destino en mente (excepto el bonito lago) y con el único fin de estar lejos de casa. Cuando quise darme cuenta ya no estaba ni en el reino de corazones. Apenas reconocía el lugar en el que me hallaba. Estaba lleno de gente en cada rincón y tiendas en todas las calles. Algunos niños corrían de un lugar a otro sonriendo y gritando, jugando entre ellos. Una suave brisa sopló meciendo mi cabello tan agradablemente que no pude evitar levantar la vista. Hacía un buen día.
Me acerqué a una de las tiendas que vendían accesorios. Eran bonitos decorados con adornos amarillos. Miré de nuevo a mi alrededor. Si, desde luego estaba en el reino de diamantes. No solía llegar tan lejos por lo cual me sorprendí. Compré dos pulseras y me las puse en la muñeca. Ese día no tenía ninguna prisa por volver así que daría un paseo por el lugar. Decidí acercarme a uno de los rincones y desde allí poder elegir algún lugar por el que empezar. Sin embargo, justo cuando iba a tomar camino, un niño de los tanto que corrían pasó por delante de mí haciéndome desequilibrar y balancearme hacia atrás. Sentí como pisaba un pequeño bulto en el suelo hasta que por fin, al recuperar el equilibrio, pude fijarme de que era un pie. Había pisado a una persona. Instintivamente me incliné hacia ella.

- Lo… lo siento mucho-exclamé perdonándome-. De verdad que no era mi intención… Lo siento.
Me fijé más. Era una muchacha de cabellos largos y azules, piel clara y ojos rojos. Bastante bonita, debía añadir. Sentí la necesidad de disculparme de nuevo pero me reprimí, pensando que tal vez podría agobiarla.

Sonreí suavemente cuando intentó tranquilizarme. Parecía bastante amable. Miré a los niños, corriendo aún sin haberse percatado si quiera de lo de antes. No solía ver niños pequeños por lo que era agradable observar como jugaban y sonreían.

- Lo tendré… -devolví mi mirada de nuevo a la muchacha que seguía mirándome-. Esto… me llamo Hikari, ¿y tú?

La observé más atentamente. No solía ir a los otros reinos, mucho era conocer a fondo el de corazones. Aún así, ella me resultaba vagamente familiar. Puede que no la hubiera visto en persona, tal vez era alguien conocido.

- Tú eres de aquí, ¿verdad? –miré el lugar. Aún no sabía por dónde seguir después de hablar con ella…- ¿Podrías mostrarme el lugar? Verás, yo no soy de aquí…

Observé de nuevo a los niños jugando. Uno de ellos tropezó pero sin llegar caer. Suspiré pensando que debía prestar más atención cada vez que decidiera salir corriendo de casa. Saber a dónde me dirigía en cada momento sería de utilidad. Mirando de nuevo a la muchacha con una sonrisa completé mi frase anterior.

- Si quieres o puedes… por supuesto.

Llevé mi mano a mi muñeca tocando una de las pulseras que había comprado antes. Cogí con cuidado una de ellas y se la ofrecí a aquella chica.

- Toma, al menos para recompensar mi falta de atención…

-Sonreí en cuanto me dijo su nombre.

-Charlotte es un nombre muy bonito. – Un nombre bonito que, de alguna forma, sentía que debía resultarme familiar, al menos de haberlo oído. Pero yo poca atención prestaba a la sociedad, menos a la del reino a la que yo pertenecía. Mi sonrisa se ensanchó levemente en cuanto dio a entender que sí podría mostrarme el lugar.

-Oh, tranquila, estaré a tu lado en todo momento, al fin y al cabo eres una buena compañía. – O eso esperaba porque a mí me agradaba. Fruncí los labios cuando rechazó la pulsera. No iba a agobiarla con ello, y mucho menos
Desde luego sí eres una buena compañía. Muy amable. - Y volví a notar como una pequeña sonrisa se apoderaba de mis labios. Me agradaba mucho conocer personas así, tan diferentes a mi padre y tan parecidas a mi madre... Sen sentía de alguna forma acogedor. Iba a dar un paso para colocarme junto a ella cuando se situó a mi lado y me dio suavemente la vuelta cogiéndome por los hombros, iniciando así nuestro camino. La seguí a su mismo ritmo mientras admiraba cada rincón de Talis, con personas alegres en todo sitio. No acostumbraba a ir a la capital de ningún reino por lo que aquello me agradaba bastante.

-Todo es tan bonito aquí... -miré a Charlotte sin poder dejar de sonreír. - Y bueno, ¿cuál crees tú que podría ser el lugar más bonito de aquí? Supongo que podría empezar por ahí.

Caminaba tranquila al lado de Charlotte quién parecía conocer cada calle y rincón de Talis sin problema alguno, como la palma de su mano podría decirse. De alguna forma sabía que no podría haber encontrado acompañante más adecuada en una de mis escapadas. Muchas personas nos miraban, aunque yo tenía la impresión de que miraban más a ella que a mí, y seguramente era así. Incluso me extrañaba que algunos hicieran leves gestos con la cabeza en algo así como una reverencia. No me fijaba en si Charlotte se percataba de ello o no, más bien me aseguraba de mirar todo a mi paso y no alejarme de su lado. Sobretodo me aseguré de ello cuando, tras comentar sobre Talis con una sonrisa, Charlotte me indicó que la siguiera por un camino bastante concurrido. Asentí ante su comentario.

-Si, tranquila, estaré en todo momento cerca.- Dije mirando a mi alrededor. Incluso esto tenía cierta hermosura, eso o a mí me impresionaba por el hecho de ser nuevo para mí. De alguna forma me las apañaba para seguir el lado de mi acompañante y chocarme con menos gente posible. Tanto así que entre admiración y esquivo me sorprendí cuando Charlotte ayudó a un hombre a levantarse. Ni siquiera me había dado cuenta de en que momento se había tropezado, pero eso no era muy difícil aquí. Fruncí el ceño cuando tartamudeó algo que no llegó a terminar de decir; sin embargo pidió disculpas rápidamente, como olvidando lo que iba a decir antes. Le sonreí.

-Vaya con cuidado - alcancé a decir antes de que siguiera rápidamente con su camino. Miré a Charlotte quién había seguido con la vista el camino de ese hombre-. Bueno... parece que de alguno forma hoy varias personas tropezarán contigo-. Tras decir esto noté como me sonrojaba un poco y de alguna forma mi mente vagaba, preguntándose qué era lo que iría a decir aquel hombre en un principio. Entonces, sin razón aparente, relacioné eso con lo que había observado antes de entrar en este camino. Solté una pequeña carcajada ante el comentario de Charlotte y la seguí haciendo caso a su gesto.

-Dime, Charlotte, ¿es normal que la gente te haga reverencias por la calle? - Pregunté con voz calmada aunque algo tímida. Me dije a mí misma que estaba bien, el saber más sobre este reino. Tal vez era alguna muestra de respeto entre ciudadanos... Esquivé a un niñito pequeño que se deslizaba entre las personas y había estado a punto de chocar conmigo. Miré a Charlotte y le mostré una pequeña sonrisa mientras la seguía, siempre cerca de ella.

Bueno, no se podía decir que eso fuera exactamente una maldición... suponía yo. Es decir, a lo mejor acababa agobiando y de todas formas quise pensar que no había razón alguna para que la reverenciaran. Tal vez simplemente lo hacían... Durante mi vida a veces me había encontrado con personas que no eran originalmente de Wonderland y habían dicho que en distintos lugares las personas hacían distintas cosas. Simplemente sonreí ante lo que dijo Charlotte.

Seguí caminando junto a Charlotte y al parecer no tardamos mucho en llegar al lugar que ella aseguraba que me agradaría. Y no se equivocaba. La plaza era preciosa y lo que más destacaba era la bonita fuente que había en el centro. Se sentía agradable estar aquí. A diferencia de las calles en las que antes habíamos estado, la plaza era más espaciosa por lo que daba la impresión de haber menos gente. Además, el ruido que la gente hacía no era molesto ya que tampoco era mucho. Otra brisa sopló, meciendo mi pelo. Miré a Charlotte y le sonreí. Acto seguido, me acerqué a la fuente y, con cuidado de no dañar ninguna flor, mojé mis manos en el agua clara de esta. Me volví hacia mi acompañante aún sonriendo.

- Vaya, tenías mucha razón, Charlotte. Este lugar es precioso.

Me acerqué a una de las bancas acomodadas en la plaza. Con cuidado me senté dejándole sitio a Charlotte para que se sentara junto a mí.

-Bueno, al final no me perdí.-Miré a mi alrededor. Todas las personas que habían allí reían por una u otra razón. Era una buena vista para los ojos. Desde luego me alegraba de haber salido de casa. Miré a mi acompañante-. Honor y gloria de Diamante-leí lo que estaba bajo la insignia de lo que parecía ser una armada-. No sé si tenemos algo tan significativo en Corazón. -Ahora que lo pensaba, eran pocas las veces que había ido a la capital del reino en el que vivía-. Bueno, tampoco importa mucho. Podrías contarme cosas sobre el lugar

Quizá Corazón también tenga algo significativo. Quizá lo tenía, quizá no. Tener en ese reino algo como aquello sería muy bueno. Sobre todo en aquel reino lleno de soberbia y avaricia. Y para las personas que no eran así pero debían convivir entre todo eso sería genial.

- Supongo que si lo tiene valdrá la pena buscarlo... -Desde luego la valdría. Pensé sobre qué me gustaría saber sobre Diamante.- Pues no sé... esto... ¿cómo son sus reyes? Digo... deberán ser buenos si al fin y al cabo toda la capital parece tan alegre. -Suponía yo. Al fin y al cabo si yo había visitado la capital de Corazón no lo recordaba. Fruncí el ceño cuando el semblante de Charlotte cambió a uno preocupantemente serio. Quise preguntarle en ese momento por qué esa reacción pero ya se había levantado me extendía su mano. La cogí y me levanté mirando a todos lados pero lo único que había cambiado era unos guardias en la plaza. Asentí. -¡Claro! ¿A dónde vamos ahora, entonces?

Comencé a caminar en cualquier dirección que no incluyera a los guardias. Dudaba que fuera por eso que la mirada de Charlotte cambió pero mejor prevenir que curar. Si por alguna razón tomaba un camino que no debía tomar supuse que ella me diría.

-Esto... Charlotte, ¿puedo saber por qué cambió de repente tu mirada? Es decir... si puedo... no hace falta que respondas. -Tampoco era como si la obligara a responder. A lo mejor ni siquiera tenía nada que ver y yo no tenía por qué saberlo. Era simple curiosidad.