Complicaciones

Sarah sabía que ya habían transcurrido algunas horas, ¿cuántas? No podía saberlo. Desde que regresó a Corazones había permanecido encerrada en su estudio con las cortinas cerradas. Y, por lo que sabía, pudieron haber pasado desde unas horas hasta un día... O más. Sólo su dama de compañía, Ofelia, la había visto y de hecho en ese preciso momento ella volvió.

-¿Se siente mejor, Alteza? -preguntó la rubia en voz baja, entrando con sigilo a la oscura habitación.

-¿Crees que Credo ya lo sepa? -cuestionó Sarah desde las sombras.

-Si el coronel Gutiérrez irrumpió en Diamantes tal como dicen que lo hizo, el general Southworth debió ser uno de los primeros hombres en enterarse.

-Tienes razón... -Una mueca dolida atravesó el rostro de la reina, quien hizo una seña a Ofelia para que se fuera. Pronto la puerta se hubo cerrado tras la doncella.

"¿Y si viene a ver a su hermano? ¿Qué le voy a decir?"pensó angustiada. Pero ya era demasiado tarde como para arrepentirse... y aunque no lo fuera, la mujer estaba convencida de que Nero había recibido lo mínimo que se merecía. Estaba consciente de la naturaleza de sus pensamientos, pero era incapaz de retractarse y ahora sólo estaba preocupándose por lo que pudiera pensar Credo. "¿Porqué tengo que ser así?" pensó.

Sarah fue a sentarse en la silla reclinable frente a su escritorio y se recargó haciendo que el asiento se inclinara hacia atrás. Se quedó quieta un momento, admirando el terciopelo color vino que decoraba el techo. En él había finos grabados de rosas rojas y así, mirando esas preciosas flores, un recuerdo de su infancia comenzó a salir hasta que finalmente la envolvió...


-Necesito más pintura roja, maestra -dijo una pequeña de apenas 5 años, cuando se acercó a la dama que estaba en el estudio con ella. La niña llevaba uno de sus cuadros en la mano.

-Toma -respondió mientras extendía las manos enguantadas, ofreciéndole un frasquito de pintura que la menor recibió con alegría- ¿No me enseñarás tu dibujo, Sarah?

La pequeña asintió con la cabeza y le mostró su cuadro, lo raro era que estaba todo manchado con color rojo. Pero a simple vista parecía como si le hubiera ocurrido a Sarah un accidente al pintar, por lo que la mujer le pidió que le enseñara otros dibujos. La princesa no mostró ninguna objeción y eso fue lo que hizo.

-¿Por qué los pintaste todos con rojo? -le preguntó- ¿Es tu color favorito?

-No es rojo -contestó Sarah con tranquilidad- Es color sangre.

-Oh... ya veo-la dama se llevó una mano al pecho- ¿Y porqué pintas todo con color sangre? -intentó sonreír.

-Es la sangre de cuando maten a mis papás -respondió la niña, impasible. Y la mujer palideció.


Había ocurrido hace mucho, pero la imagen de su consternada maestra, viéndose tan blanca como un esqueleto, se había quedado marcada en lo más profundo de la mente de Sarah tal y como esas rosas estaban grabadas en el terciopelo. "¿Por qué tengo... que ser así?" Sin razón aparente, dos lágrimas escurrieron por las mejillas de ella. Pero el sonido de algunos golpes al otro lado de la puerta la obligaron a recomponerse. Tragó con dificultad a causa del nudo que acababa de formarse en su garganta y cerró los últimos botones de su saco, ciñéndolo a su cintura.

-¿Qué ocurre? -habló tratando de escucharse normal.

-¿Majestad? El juicio comienza en 92 minutos y su carruaje ya está listo, es mejor que partamos ahora.

Sarah caminó hasta la puerta y se recargó de frente en ella.

-Muy bien, coronel Gutiérrez, me les uniré en unos instantes -y habiendo dicho eso se limpió las lágrimas con las mangas de su ropa, obviando la presencia de los pañuelos y las servilletas.

Esa fue la primera señal de que se encontraba mal.



Unos minutos después, la reina se encontró en el recibidor del castillo con el coronel, quien la escoltó hasta su carro. Aquél respetable militar se trataba de un hombre de apariencia fuerte, acentuada por el montón de medallas e insignias pegadas en su uniforme. Sin duda despertaba en los demás miedo, respeto y admiración, tanto como Su Alteza Serenísima Sarah, quien estaba esforzándose para aparentar la tranquilidad que ella misma se había arrebatado.

Más tarde, la reina y algunos soldados finalmente hicieron acto de presencia en el Tribunal de Rubine. El lugar ya había comenzado a llenarse y la mujer alcanzó a distinguir muchas caras conocidas. Sin embargo, tras recorrer la sala un par de veces con su mirada, preguntó al coronel en voz baja:

-¿Y el acusado? ¿Dónde está?

Gutiérrez se separó de ella un tanto, inclinándose para besarle la mano.

-Hace una hora di la indicación al capitán de ir por él, no debería tardar en volver.

La mujer suspiró.

-Bien...

¿Qué me daba más igual ahora? ¿El tiempo transcurrido o la herida producida por una espada? Ninguna de las dos; lo que me daba más igual era el enorme juicio que se iba a llevar a cabo por motivo de mis “calumnias”. No tenía ni la más remota idea de cuánto tiempo había pasado, se que desde el pueblo de Diamantes técnicamente me arrastraron hasta el castillo de Corazones, específicamente hacía el calabozo. Bien, mi promesa de no volver a pisar dicho castillo se había roto por eso… Grandioso. Al menos tuvieron la decencia de curarme la herida antes de que se infectara o se volviera más grave; cosa que en verdad no me hacía para nada feliz. Suspiré pesadamente sentado en el suelo con la espalda pegada a la pared, las rodillas flexionadas y sobre ellas descansaban mis brazos. Quizá, todo esto no hubiera ocurrido si no hubiera ido al reino amarillo. ¿Por qué todo se tiene que complicar tanto? Si únicamente quise fue expresar mi punto de vista.

Pero claro, ¿Cómo iba yo a saber que ella es la Reina de Corazón? ¿Cómo iba yo a saber que la pareja de mi propio hermano era la monarca del reino más temido?

Credo, ahora mismo cuestionaba si debía seguir confiando en él o no. En verdad poco me importaba la promesa de que no fuera al reino rojo, sabiendo que igualmente iría cumpliendo su trabajo como general de la armada; ahora no sabía qué cara poner cuando lo tuviera de frente o mejor… ¿Qué cara pondría él cuando se enterará de lo que estaba pasando? Cierto que él tenía muchas cosas que explicarme al igual que yo a él.

Pero de los dos… Supongo que él se sentiría más decepcionado.

-Soy todo un fiasco.

Oculte mi rostro entre mis piernas. ¿Qué tan decepcionado podría estar de mí? ¿Qué tan lejos llegaría este juicio? ¿Qué me iba a deparar después de realizarlo? ¿Sería encarcelado? ¿Sería exiliado? ¿O me darían la pena máxima? La muerte. La entrada hacía el calabozo se abrió, y fue fácil saberlo incluso para un humano común puesto que tan vieja que era esta las bisagras sonaban por su oxido. Con unos pasos firme, la peor persona no se pudo aparecer frente a mi celda. Estaba totalmente serio –A mi parecer, no era así- Y solo se dignó a abrir la reja y colocarse frente a mí.

-Oh… -Levanté la mirada, con el ceño fruncido y echando las orejas hacía atrás- ¿Vienes por algo en especial? –El Capitán de la armada negó- ¿A qué viniste entonces?

-Vine a llevarte ante el juicio en nombre de la reina –Dicho esto, se atrevió a tomarme de un brazo para obligar a levantarme y al hacerlo en ningún momento soltó su fuerte agarre.

-¿Y cómo sabré que no planeas hacer otra cosa antes que…

-¡Porqué… -Exclamó- … Así como tú, cachorro, me tienen bajo la mira por haber cometido varios actos no dispensables para mi cargo!

Así que; el también estaba en problema. Mejor callé justo ahí mientras me era arrastrado hacía el tribunal de Rubine.

Muchas personas. Había muchas personas en ese lugar. ¿Todas esas personas habían ida únicamente para ver mi condena? ¡Fracasados! Pero entre todas las personas no encontré a quien verdaderamente me importaba. Solo escuché el “Vamos” del capitán entre el resto del bullicio mientras me jaloneaba frente al estrado del juez. Me dejo ahí después de reverenciarse y se largo a quien sabe dónde. Intente centrar mi mirada en algo que no sea hacía el frente.

Será un largo día. Un muy largo día.

Sarah observó con incomodidad la gran entrada que su cuñado había hecho en el tribunal. Rápidamente lo situaron frente al juez, el cual -al juzgar por su rostro- seguramente se trataba del más duro y serio de todos. Éste les indicó que se situasen en sus lugares correspondientes, a lo que Su Alteza fue a sentarse a su banquillo. Entonces, para desgracia de la reina, uno de los viejos más rancios del Alto Consejo se situó junto a ella.

-Hoy seré tu abogado, Sarita -canturreó el viejo, pero ella ni siquiera se inmutó. Le llamaba así porque, según él, la reina roja no era más que una chiquilla malcriada.

-¿Sarita? ¿Estás minimizándome, Orchid? -habló con calma, mirándole de soslayo.

-Estos meses has estado minimizándote tú sola -el hechicero sonrió. A lo que la mujer le chistó por lo bajo, de muy mala gana- La gente dice que te estás ablandando.

-No es cierto -respondió sin mirarlo y alzó el mentón, manteniendo en su voz un tono serio y neutral.

-Que hayas accedido a un juicio es una muestra de eso, -le dijo Orchid en voz más baja- Y hay un par de rumores acerca de ti entre las damas de la corte.- Ella se mantuvo en silencio, pero le miró fríamente.-Mientras el pueblo no se entere, tus irreverencias e infidelidades no le interesan al Consejo -continuó- Lo que importa ahora es que hagas lo que debes. Hoy no puedes verte débil.

-Yo no me veo débil.

-Majestad, -suspiró- si fueras la de antes me hubieras convencido de lo contrario con sólo 3 palabras -el hombre se puso de pie, pero antes de retirarse volvió a acercarse a la menor para susurrarle:- Esto es serio, no vayas a arruinarlo, Sarah.

La reina ignoró esas palabras, mas sabía en el fondo que el viejo Orchid tenía razón, ella se había ablandado y sus planes sobre cómo se llevaría a cabo la guerra contra Diamantes estaban volviéndose tan frágiles como las alas de una mariposa.

Sarah estrechó la mirada viendo a Nero. "No lo voy a arruinar..." pensó. Y pronto se escuchó el pequeño mazo de madera del juez tronar contra la mesa.

-Que comience el juicio de la real familia de Corazones contra Nero. Señor fiscal, lea la acusación -y señaló a un zorro ártico que con su traje y anteojos daba una apariencia sumamente profesional. Sin embargo antes de hablar el mamífero carraspeó.

-De acuerdo a las antiguas leyes de Wonderland y a la ley actual que rige el honorable Reino de Corazones, el Supremo Tribunal de Rubine acusa al semi-humano de perro, Nero, de cometer atroces crímenes contra la corona y calumnias e injurias hacia la real familia de Corazones. La impertinencia de este joven tuvo lugar el día de ayer en la casa del general de Diamantes en ese mismo reino. Fue arrestado por su Real Majestad Sarah Vilhelm y el coronel Jefferson Gutiérrez, quien se encuentra a cargo de las investigaciones.

Cualquiera hubiera esperado al silencio tras la voz del zorro, sin embargo pronto la gente se encontró cuchicheando como si se encontraran en un vulgar mercado. En las palabras del fiscal había significados extraños... ¿por qué el cachorro había sido arrestado en Diamantes? ¿Y qué hacía Sarah ahí en primer lugar?

La reina desvió la mirada a un lado, fastidiada. Lo que menos necesitaba eran más rumores raros -pero no tan alejados de la realidad-.

-¡Silencio! -exigió, a lo que todos inmediatamente atendieron- Esa es la versión de la fiscalía, ahora debemos escuchar al acusado.

-¡Pero Su Señoría! -interrumpió Gutiérrez con una sonrisa- ¿Qué tenemos que escuchar de este cachorro? Ya sabemos todos que es culpable. Ahórrenos tiempo a todos y sólo dicte la sentencia.

Algunos de los presentes volvieron a cuchichear, mas al juez no pareció agradarle la sugerencia.

-¿Me parece que está restándole importancia a la seriedad de este tribunal y a su proceso legal? -amenazó. El rostro de Jefferson se quedó sin sonrisa instantáneamente.

-No, Su Señoría -y volvió a su asiento.

El juez volteó a ver duramente a Nero. Eso fue suficiente para que los guardias comprendieran la orden y lo llevaran al banco de los testigos.

-Acusado, ¿juras decir la verdad y nada más que la verdad? -le preguntó al albino. Y Sarah cerró los ojos, deseando que Nero no hablara de más.

Tenía claro que el menor podía decir la verdad para quedar libre y dañar la reputación de Sarah... pero también era cierto que si lo hacía, Credo caería junto con ella. Y el problema estaba precisamente en eso. ¿Qué era lo que Nero y la reina iban a argumentar?

Tic... Tac...

Era lo único que en su concentración el canido castaño podía escuchar. Se miraba así mismo a través del pequeño cristal de su reloj de bolsillo. Si no mal estaba, el artefacto marcaba quince minutos mas tarde de la hora en la que el, se suponía debía estar llegando a su destino. Cerrando su puño fue como el reloj se cerró por igual. Suspiró con pesadez, si algo detesta el general de Diamantes es la impuntualidad, pero en si, no fue culpa suya. La diligencia se había retrasado, y con ello, el estrés así como impaciencia, se apoderaban del canido de Diamantes. Intentando fingir seriedad, alzo el mentón como normalmente lo hacia, mientras, sus enguantadas manos se entrelazaban entre si tras su espalda. La situación no estaba como para perder ni un mísero segundo, lo supo cuando la noche anterior llegó a su morada, encontrando un no muy grato mensaje en su puerta, escrito por puño y letra de uno de los Coroneles que, si bien no odiaba, toleraba muy poco: Jefferson Gutiérrez* Abandonó rápidamente el lugar, un tanto alarmado al percibir -gracias a los canidos instintos- el olor familiar dela sangre, Sarah... y Nero... dirigiese luego hasta donde yacía el Rey de Diamantes, explicando toda la situación esperando que el mismo pudiese ayudarle, mas, ya sabia de antemano la respuesta: No podía.

-Aunque el arresto, se haya suscitado en nuestro reino, me temo que no podemos hacer nada, Credo. Los asuntos de Corazones no corresponden a los de Diamantes, menos en el aspecto legal, a menos que se interpongan con el gobierno de nosotros- Exclamó el rubio con voz tranquila, lamentando en su interior no poder hacer nada por el canido, pero era cierto. No podía intervenir en aspectos legales de Corazones así como si nada.

-Pero la princesa Arya…- Quiso sacar a relucir el tema de aquella "Taberna cerrada en la plaza por culpa de los de corazones, por adeudo". Sin embargo, fue callado por un ademan de la mano de su majestad, así como el fruncir del cejo del mismo.

-Lo que hizo mi hermana, fue caer en una clara trampa que el enemigo tendió. Fue imprudente al no verlo, no puedo permitir que tu, uno de mis mejores soldados haga lo mismo. Menos sabiendo como están las cosas- El General simplemente desvió la mirada hacia un lado, no le preocupaba el hecho que el Coronel interrumpiese en su hogar, sino el motivo que le llevo a tal cosa.

Seguramente el menor se había metido en problemas. Lo peor del caso es que, seguramente, se hubiese topado con Sarah, en seguramente una no muy grata situación. Solo podía resignarse a ver como las cosas se derrumbaban lentamente, debido a sus constantes mentiras para quienes son más allegados a su persona, el precio por “llevar una mascara”.

-Con todo respecto majestad, solicito permiso para investigar el porque el allanamiento de morada, sin previa orden. No temo por mi seguridad sino por la de algún allegado que en su momento se encontraba quizá de visita en mi hogar…-

-Nope, nada- Afortunadamente, Seth, el mejor amigo del castaño irrumpió sus pensamientos en ese momento tirando a la mano de su general, las riendas de un corcel. –No tiene caso esperar, vayamos a caballo, después mandare un mensajero a informarle al soldado que fue a ver que paso con la diligencia-

Y así fue como tres militares de Diamantes, cabalgaron hasta el tribunal de Corazones. Para cuando llegaron el juicio ya había comenzado. Southworth se abrió paso ante las enormes puertas del tribunal. Su saco color ocre, ondeo ante su firme andar, mientras se acomodaba la visera de su gorra*era uno de esos pocos días en donde imponía mas respeto de lo normal, debido a su vestimenta Al adentrarse, no pudo evitar mirar hacia un lado, percatándose de la presencia del príncipe de rojo que sonreía ladinamente, seguro esperaba que Sarah sentenciara al albino como culpable. Simplemente espero en el fondo del lugar, en posición de firmes y clavando el azul mirar sobre su hermano.

Había dos cosas que no le permitían pensar con calma:

Sabia que los deseos de Sarah de que el se integrara a las fuerzas armadas de corazones aumentarían

Perdería la confianza total de Nero.

Como quiera que fuese, no iba a permitir que ninguno de los dos saliese herido. Sarah por “alta traición” y salir con el General de la armada enemiga, y Nero, por ofender a la corona. No importaba si el caía ahí mismo… Daria todo por protegerles.

-“Nero, ¿En que maldito lio te he metido?-“

OFF: no se si vieron full metal alchemist. Pero de repente Roy mustang usaba un saco (o gabardina xd ni se) sobre el uniforme que normalmente usaba y una boina, o gorra* militar –no se cual sea exactamente- algo asi anda aca credo nomas que en ocre ps por ser de diamantes, y also le esta creciendo apenas la barba por lo distraído que andaba(¿)

No se me dar a explicar últimamente(?) –tiene problemas de comunicación por el estrés: http://fc00.deviantart.net/fs48/f/2009/179/2/1/Roy_Mustang_Hat_by_Circe_Baka.jpg asi xDU-

http://images4.fanpop.com/image/photos/14800000/Roy-Mustang-Fullmetal-Alchemist-roy-mustang-14874698-1024-768.jpg -Explota –

BTW meti a Richter de NPC porque alguien le tiene que tirar “carro” a gutierrez diciéndole gutierritoz(¿)

Todo se resumía a esto.

El juicio ya había comenzado; ya todo estaba preparado para sentenciarme en caso de que fuera culpable o no. Si me dieran derecho a opinar, se que iban a terminar tachándome de culpable o por lo menos lo veía así. Miré hacía el zorro ártico vestido elegantemente comenzando a leer un pergamino con la supuesta acusación por parte de la reina misma; al finalizar dos guardias aparecieron casi de la nada para tomarme por los brazos y llevarme hacía el banco de los testigos.

-Acusado, ¿Juras decir la verdad y nada más que la verdad? –Dijo el juez con esa carrasposa voz y actitud dura.

… ¿La verdad?

-Acusado, responda a la pregunta –Sentenció sin dejar de mirarme; no podía faltar los cuchicheos de las personas por ello.

-Si, como sea –Respondí desganado. Eso le fue suficiente para el juez quien simplemente asintió y miró al fiscal apuntándolo con el mismo mazo.

-Muy bien acusado, comience con su declaración –Había dicho el zorro acercándose al banco sacándose los lentes para luego limpiarlos con un pañuelo que segundos atrás había sacado del bolsillo de su chaleco. Bufé cerrando los ojos un minuto, como si estuviera pensando en las palabras que decir; hasta abrirlos y suspirar.

-Pues eso, -Comencé- Solamente le dije a la reina que estaría mejor las cosas si Diamantes y Corazones dejarán de pelearse mutuamente, y heme aquí.

No se me hizo para nada raro que un gran “OHHH” se exclamará por parte del jurado y las otras personas y que hasta el juez abriera la boca como si aquello fuera una gran blasfemia. El juez acomodo su peluca mientras miraba al fiscal quien había terminado de limpiar sus lentes para colocárselos y poner sus manos –O patas- Tras su espalda, carraspeó un poco antes de comenzar con el interrogatorio.

-Dígame joven –Se dio la vuelta dándome la espalda, apenas dio unos tres paso hacía el frente antes de girar dramáticamente y apuntarme- ¿Qué hacía en casa del General de Diamantes? –Llevó su “pata” a su “barbilla”- Corrijo la pregunta; ¿Acaso usted conoce al General de Diamantes?

El juez volvió a mirarme inquiridoramente y el zorro hizo lo mismo. Decir la verdad y nada más que la verdad. Simplemente alcé los hombros mientras bajaba levemente ambas orejas.

-Sí, lo conozco. El General Southworth me salvo una vez de casi ser comido por un bandersnatch* hace un tiempo, y pues desde entonces ha estado cuidando de que no me meta más en problemas –Musité- Es normal que los semi-humanos mayores quieran proteger a los menores, es instinto.

-Suena lógico -¡Y que bueno que le sonaba así!

Mientras nadie se diera cuenta de que aquello era una mentira, todo bien para mí.

-¿Y que hacía en su hogar?

-Me permite que lo vaya a visitar cuando quiera, creía que lo iba a ver ese día pero no fue así -Volví alzar los hombros.

Nuevamente los cuchicheos, el juez alzó el mazo dando varios golpes al estrado hasta que todos se calmaron.

-¿Y que tiene que ver su alteza serenísima en todo esto? –De reojo voltee a ver hacía el banco donde se encontraba la de cabellera ébano sentada junto a un anciano, luego volví a ver al zorro.

-No tengo ni la menor idea –Sonreí forzadamente- Simplemente me tope con ella camino a la casa del general Southworth, le invite, conversamos un poco y sin querer dije aquello.

El zorro fiscal simplemente rasco su barbilla volviendo a darme la espalda y caminar hacía delante como pensando. Aquellas palabras no eran más que mentiras escondidas en la verdad; o lo que parecía ser la verdad.

“Las mentiras pueden ser más dolorosas que la verdad.” ¡Jah! Ya entendí aquello, en un muy mal momento.

Hacía un rato Sarah había cogido un folleto sobre cómo preparar postres de limón porque pensó que si se aburría en el juicio sería interesante leerlo. Pobre folleto, eso nunca ocurrió. Cuando el albino comenzó su declaración, la reina de Corazones empezó a torcerlo entre sus manos hasta dejarlo como un tornillo gigante ...un tornillo gigante de papel couché.

Ella sabía que Nero estaba mintiendo. "Solamente le dije a la reina que estaría mejor las cosas si Diamantes y Corazones dejarán de pelearse mutuamente" repitió en su mente al tiempo que sentía cómo un intenso calor le subía desde el estómago; apretó los dientes. "¡Así que solamente dijiste eso!" pensó. Y entre sus corajes notó que Orchid la miraba.

-Ese cachorro por lo menos debería tener el valor de decir aquí lo que escupió ante mi presencia -dijo con indignación, pero el anciano no le respondió...


-Suena lógico- escuchó decir al juez. ¡Claro! Ahora a Nero le convenía hacerlos parecer a él y a Credo como animales cuidándose por instinto sólo para que su versión entrara en los cuadrados esquemas de Su Señoría... Eso o para que nadie supiera que ambos eran hermanos, pero por más que le daba vueltas, Sarah no podía entender con qué intención lo hacía.

"¿Qué importa si se entera la gente?" pensaba.

El fiscal asintió con la cabeza a las palabras del semi-humano y volteó a mirar a los secretarios.

-Registren eso -y dicho y hecho ellos se pusieron a garabatear en sus cuadernos. Entonces el zorro continuó caminando aleatoriamente por la sala- Explíquenos, joven Nero, ¿cómo fue que se topó con la reina Sarah y la invitó a la casa del general Southworth? O debería cambiar la pregunta y decir ¿cómo fue que la "convenció" de ir con usted a la casa de uno de los principales enemigos de la armada roja, de la cual Su Majestad es el segundo máximo líder?

Y entonces el abogado del acusado pudo haber intervenido para defenderlo, la cuestión era que, deliberadamente, a Nero no le habían asignado alguno.

Mientras tanto el General Southworth había aparecido en el tribunal. Si Credo hubiera buscado a Sarah con la mirada se hubiera percatado de que ella aparentaba no haber notado su presencia... de que le ignoraba a tal grado que se veía antinatural. No obstante, el coronel Jefferson hizo todo lo contrario. Su Majestad le observó de reojo, vio cómo el pelirrojo se ponía de pie y, con horror, la manera en que éste se dirigió hasta donde estaba el líder del ejército de Diamantes.

-General Southworth -dijo el coronel con seriedad. El volumen de su voz era discreto, lo suficiente como para que el juez pudiera pasar por alto sus comentarios.- A menos que su presencia haya sido requerida por el juez, debo pedirle, sólo por no decir que debo ordenarle, que abandone este tribunal inmediatamente -Y Gutiérrez le dedicó una de sus mejores sonrisas llenas de falsa simpatía.

-¿Qué estás haciendo, Jefferson? -se escuchó una voz femenina, sobria pero apacible, fácil de reconocer para cualquiera de los dos caballeros presentes.

-Su Majestad, -masculló el pelirrojo, girándose ligeramente hacia ella- Sólo vine a echar del recinto a este indeseable caniche.

-¿Desde cuándo te importan los caniches? -le preguntó con una calma exagerada, como las que llegaban al mar pocos minutos antes de una tormenta. Tal vez era por eso que durante la conversación Sarah nunca volteó a ver a Credo e hizo lo posible por no toparse con su mirada. En el fondo, se sentía mal con él por lo que había pasado con su hermano y porque pensaba que seguramente estaría muy enfadado con ella.

¡Poc, POC, POC! El golpeteo del mazo del juez hizo eco en la habitación.

-¿Podemos continuar escuchando la declaración del acusado? ¿Coronel? ¿Su Majestad? -comentó el juez respetuosamente, haciendo notar su autoridad. Se trataba de un hombre muy severo, pero justo.

-Así es, Señor Juez -habló Sarah, antes de que Jeff lo arruinara.

-Vuelvan a sus asientos.

Ambos asintieron a aquello, mas el pelirrojo volvió su atención a Credo.

-Cuidado, Southworth, porque estaré esperando tu primer error para mandarte de vuelta a los calabozos. -Dicho eso, el militar se retiró de vuelta a su silla, seguro de que la reina iba a tras él. Sin embargo aquello no fue tan así. Cuando Sarah tuvo que caminar a un lado del castaño para regresar, en ese pequeño instante cruzó con él las siguientes palabras:

-He de suponer que no estás aquí para verme, ¿cierto?...


El zorro observaba la escena con disimulo por la orilla de sus lentes y cuando notó que la reina finalmente volvía a su sitio, continuó. Se acercó a Nero poniendo pasos firmes sobre sus almohadillas y al llegar frente a él azotó las patas delanteras sobre el barandal de madera.

-Responda la pregunta, acusado.

Y el castaño, mantenía sus ojos azules sobre la figura albina, que yacía frente de todos...

Sabia bien que no era el único que estaría seguro que, Nero no iba a decir la verdad, no al menos delante de la acusadora muchedumbre que se presentaba al juicio. De hacerlo, era más que obvio que los tres irían a la guillotina. ¿Así que aquello fue lo que había dicho? Sin duda, algo no de mucha gracia para su majestad de carmín. Simplemente irguió las orejas, atento en todo momento, no era de sorprenderle que Nero haya dicho aquello con arrogancia, o hasta con sarcasmos mismos, que, conociendo bien a su pareja terminaron por colmarle la paciencia ¿Habría sido esa la causa de la mancha de sangre que encontró en el suelo de su vivienda?

-"Protegerle por instinto"- Y hele ahí siendo juzgado, por su culpa...

Sin embargo, su atención se vio distraída de aquel albino, gracias a la presencia de cierta figura militar que el internamente repudiaba.

-Gutiérrez- Respondió casi automáticamente, a manera de saludo, aunque sin dedicarle algún gesto en particular, solo seriedad. –solo vine a ver que rayos hacían tus hombres en mi residencia, sin orden previa de cateo – Sin embargo, una voz conocida le hizo tensarse, como no tenia idea que podía hacerlo: La de Sarah.

-"Caniche"- y rió para sus adentros, a decir verdad tantos apelativos "despectivos" ante su raza, ya le resultaban hasta cierto punto graciosos. No por nada le conocían como el perro guardián de diamantes tampoco.

¿Desde cuando es que se había vuelto mas tenso el ambiente? Afortunadamente el Juez intervino en aquella pequeña charla (o disputa...) imponiendo orden y autoridad, Credo agradeció tal cosa, lo ultimo que necesitaba para empeorar el problema de Nero, era perder la calma ahí mismo. Tomó una bocanada de aire para exhalarla lentamente, para intentar calmarse.

-En parte.- Le respondió a la de hebras de ébano, ignorando por completo a su Coronel, no había necesidad de ponerse a discutir ahí mismo. –Me alegra verte- Y le siguió con la mirada.
El juicio retomaba su curso, el General no abandono ni su porte ni su posición. Habría ver con que saldría ahora Nero, para librarse de tal situación.

Algo si era seguro, si el menor caía, no lo haría solo… Después de todo, era por sus actos que se encontraba en tal problema.

Hasta ahora todo iba bien, y con bien me refería a que el tanto el juez como el fiscal se estaban tragando todo y cada uno de las palabras que decía. No, mi pellejo no se iba a salvar solo por eso, si es que la reina no pasaba a declarar a decir “la verdadera versión”. Iba a responder la pregunta pero toda la atención se abarco a lo que estaba pasando allá atrás; de reojo y por encima de los demás pude ver a Credo y a un hombre de cabellera roja acércasela a él, a pesar de que pude escuchar un poco de lo que decían no fue algo que pudiera “apagar” con la incomodidad del asunto, hasta ver como su majestad de rojo también se acercaba a él y pues… Eso simplemente me hizo bufar y volver a mirar hacía la nada otra vez.

Hasta escuchar el mazo de madera y saltar cuando el zorro coloco sus patas sobre el barandal de madera. ¿Cuál era la pregunta? Decir que me la repitieran de seguro solo le sumaría puntos a mi juicio así que a lo mejor si lo pensaba un poco podía llegar a ella. Uhm… ¡Ah sí! ¿Cómo la convencí de ir a casa de Credo? Justamente al pensar en ello baje mis orejas y un ligero rubor se dibujo en mis facciones.

-Yo… No sabía que era la reina –Tanto el fiscal como el juez me miraron con cara de “¿Es que no sales mucho o que?” Cosa que no pude evitar mirar en ambos y encogerme más de hombros ahí- ¡Es cierto! ¡No tenía idea de que fuera la reina!

Y lo peor es que eso era verdad, era la única verdad entre todo lo que había dicho. Tanto el juez como el fiscal se miraron las caras y el zorro rascaba su cabeza mientras alzabas sus hombros, maquinaba su próxima pregunta hasta que de nuevo el hombre de hebras rojas interrumpió todo.

-¡Por favor! –Inquirió haciendo que su misma voz resonará en todo el lugar- ¿Cómo es que un cachorro no sabía que era la reina? ¡No es que es un ciudadano de corazones, también!

El mazo se hizo presente nuevamente y el hombre se volvió a sentar con la mirada inquisidora de este. El juez me miró una vez más para que prosiguiera con la pregunta a lo que simplemente carraspeé e intente seguir aún con lo anterior.

-Pues… En sí, la encontré camino a casa del general Southworth –Llevé una mano a mi barbilla- Le ofrecí té y no se negó.

Eso también es verdad. El juez asintió y el fiscal deliberó un poco.

-Muy bien, registren eso –Y los mismos empezaron a escribir en su cuaderno- Pero ahora que lo tomo en cuenta… ¿Cómo es que usted no conoce a su majestad?

Titubeé. Ahora; ¿Qué podía decir ahí? Había cosas que verdaderamente no podía ni debía y mucho menos quería decir.

-¿Y bien acusado?

-Es que… -Tardé unos segundos en pensar- … Realmente no sabría que decir –Y este me miró sin entender- Jamás tuve la oportunidad de conocerla y pues… Casi la mayoría del tiempo me la paso en otras cosas.

-¡Ah, así que le ofreció té! -dijo el fiscal con ironía, creyéndose muy poco -o casi nada- de las palabras del albino- ¿Es cierto eso, Majestad? -le preguntó a Sarah, quien les miraba de reojo con los brazos cruzados y cara de pocos amigos.

-Me gusta el té, señor fiscal -contestó seriamente, a lo que el zorro detuvo las preguntas hacia ella.

-Oh, bueno... -pobre, él esperaba que desmintiera al menor. Y pues no.

Lo malo fue que aquella intervención acrecentó la curiosidad del juez sobre algunos puntos que, durante la investigación, nadie se había atrevido a tocar.

-Reina Sarah, -comenzó a hablar Su Señoría, dirigiéndose exclusivamente a ella- Aunque revisé a detalle cada uno de los reportes y las pruebas aportados por la fiscalía, no encontré nada referente a lo que usted estaba haciendo en el reino de Diamantes -dijo con tranquilidad, pero Sarah ya se imaginaba lo que vendría- ¿Qué estaba haciendo en Talis el día del incidente?

La mujer miraba al juez, inmutable, y como si fuese una experta, improvisó:

-Fui para conseguir un objeto secreto -respondió intentando sonar natural.

-¿Secreto? -el juez estrechó la mirada.

-Sí, era para una sorpresa para mi hermanito -dijo dignamente.

-Pero, Alteza Serenísima, usted es hija única.

-¡Me ofende la insensibilidad de este tribunal! -se quejó- Obviamente me refiero al príncipe Richter aquí presente -y le señaló desde su lugar. Y claro, ahí estaba él, fresco como lechuga, atrayendo las miradas de algunas de las señoritas. -Ah, ni lo piensen -amenazó Sarah cuando se percató de ello- Ni lo piensen porque su pareja la apruebo yo.

-¡Oh! ¡Por favor! -exclamó Gutiérrez con indignación; pues la experiencia le decía que cada vez que en una reunión se ponían a discutir sobre una posible pareja para Iskandar El menor, era porque las cosas estaban por salirse de control.

-Su Señoría, -comentó el viejo Orchid poniéndose de pie en su cuerpo encorvado y tembloroso- me permito señalar que la reina Sarah es una de las víctimas y no la acusada. De manera que solicito que no se le interrogue más, ni a ella ni a cualquier otro miembro de la familia real.

El comentario no le hizo gracia al juez, pero éste de cualquier forma asintió.

-En cambio, -señaló a Nero con su índice rígido y nudoso- este irresponsable joven tiene antecedentes criminales tanto en nuestro reino como en el otro -y usó el mismo dedo para llamar al pelirrojo- Coronel Gutiérrez, háganos el favor de mostrar a la acusación las pruebas encontradas.

-¡Suficiente! -exclamó el juez, notablemente molesto- ¡Añadir pruebas así, Orchid! -golpeó la mesa con su mazo- En lo que se analizan las nuevas pruebas la corte entra en receso.

Claro... Era más que obvio que Nero no supiese que Sarah era la reina de Corazones ¿¡Quien hubiese creído que la misma se encontraría en la casa del General de la armada enemiga!? Peor: ¿Quien esperaría que fuesen pareja? Echó las orejas hacia atrás e hizo una ligera mueca de fastidio. Miró a Seth sobre el rabillo del ojo el cual le miraba desconcertado, Credo solo le respondió encogiéndose de hombros, fingiendo no saber nada al respecto con la visita de su majestad en su casa. Lo cierto es que, tal vez se hacia una idea de que era lo que llevó a Sarah a su hogar... De tan solo recordarlo se ruborizó ligeramente. Aunque, para su fortuna, el oportuno Gutiérrez había argumentado algo contra de Nero.

-[i]"Es mas que claro, Sarah no se viste como normalmente cuando salimos. Seguro vestía como la vez que salimos a Paladium"- Y sonrió de lado, regocijándose internamente que el juez pusiera en su lugar a tan nefasto Coronel -al menos para él-

Aunque ahora veía que Nero y el tenían algo más en común: Ambos no reconocieron a Sarah a la primera vez de verle. Debía de admitir que le sorprendía la tranquilidad con la que la reina se estaba tomando todo el juicio... Arqueo una ceja con curiosidad notable, mirando la escena que se llevaba a cabo ahora en torno al príncipe de corazones.

El cual sonrió ampliamente cuando Sarah lo señalo. Moviendo los dedos de la diestra es como saludo a las señoritas que le miraban, sin dudar de guiñarles el ojo en un instante, hasta que, claro, la azabaches les reprendió.

-¡Tu cállate Gutierritoz! ¡Son puros celos los que te hacen hablar, hombre! Todos saben que la facha aguafiestas de los militares no atrae ni a las moscas. No ya, ya estuvo ¡Córtenle la cabeza!- Le señaló con el índice, para hacer a un lado su flequillo con un deje de arrogancia usando la libre....

Seguro alguna persona no perteneciente de wonderland vería aquel juicio como una completa locura o sin sentido.

-¡¡Wiii receso!!- Y uno de los miembros del jurado salió corriendo de manera eufórica como un pequeño niño de preescolar a jugar en uno de los jardines cercanos.


OFF: Yo le iba a poner lo de algunos post pero ps como ya salieron al receso me abstuve y puse esa tonteria x'DDDDD orale, todos a sacar su lonchera(?) –le encantan los juegos de palabras(?)-

Also podria poner a Credog de abogado el problema es que no sabe mentir e irian los tres a la guillotina(?)

Lo juraba, justo en ese momento donde le habían preguntado a su majestad el que hacía en Diamantes mi corazón se había detenido y no respiraba. ¿Qué le iba a decir? Me preguntaba internamente una y otra vez, al escuchar la respuesta de la reina en un plan entre “mentira-verdad” fue que volví a respirar con normalidad y sacudí un poco mi cabeza para quitarme ese pequeño susto de encima. Y ahora el juicio pasaba de ser pues, juicio a una discusión familiar; o al menos me parecía así. Alzando la vista vi como el nombrado príncipe parecía coquetear con todas las chicas del tribunal y como las chicas le respondían con saludos o con risitas.

Como si de un golpe se tratase, mi atención paso del príncipe hacía el viejo que me estaba apuntando señalando que he cumplido más crímenes de los que pasó en Diamantes. Gruñí ligeramente echando las orejas hacía atrás; cosa que notó el juez y me miró con su peor mirada inquisidora, solamente bufé y volteé los ojos. En eso, el coronel de rojo se había levantado y acercado al estrado; tomó un pergamino que previamente ya tenía con él, lo extendió y carraspeó un poco para comenzar a hablar.

-Este cachorro no solo cometió injurias hacía el Reino de Corazón, sino que también se le acusa de haber perturbado la paz y el trabajo a los miembros de la armada roja…

-¡¿QUÉ?! –Exclamé golpeando con ambos puños al barandal debido a la impresión. Tanto el juez como el fiscal me miraron serios y yo solo me digné a cruzarme de brazos y chasquear con la lengua.

-¡Suficiente! -exclamó el juez, notablemente molesto- ¡Añadir pruebas así, Orchid! -golpeó la mesa con su mazo- En lo que se analizan las nuevas pruebas la corte entra en receso.

¿Receso? Antes de que todos se levantaran el príncipe de rojo se había levantado y pues… Le había gritado algo al coronel el cual respondió únicamente moviendo su mano con molestia. Y después de que uno de los miembros del jurado saliera corriendo como niño de kínder hacía quien-sabe-donde todos comenzaron a irse. Miré al juez sin entender mucho, y este solamente hizo un ademán con su mano para que dos soldados vinieran por mí.

Ah claro, tendría receso con escoltas; como no suponerlo. Lo que sí no sabía es que al poco tiempo el juez se me había acercado, me miraba seriamente –Como había estado haciendo desde que comenzó el juicio- Y dijo:

-Se te ha asignado un abogado -¿Un abogado? Señaló con su diestra tras él, me incliné para ver a un lado de él y pues, si pudiera me estuviera golpeando la cara contra la pared justo ahora. Mi abogado era un cuervo; no, no como se lo imaginaba. Era el ave, de pequeño tamaño, usando traje y trayendo unos diminutos lentes, y voló hacía mi posándose sobre mi hombro izquierdo.

-No te preocupes niño, yo te ayudaré y apoyaré en todo –Graznó como tal al final de su oración… Peor es nada.

Apenas el descanso de la corte fue anunciado, el tribunal comenzó a vaciarse. La gente se fue rápidamente por todos lados.

-¡Agh! ¡De todos los jueces de Rubine tenía que tocarnos este! -se quejó Jefferson, mientras cargaba en sus brazos una caja de archivos. Tenía buenos motivos para molestarse, ya que con cualquier otro juez Nero ya se encontraría disfrutando su sentencia.

-Cierra la boca y camina, Gutiérrez -le ordenó el viejo Orchid, quien ya se estaba dirigiendo a la oficina de Su Señoría. Obviamente el pelirrojo no obedeció instantáneamente, sino que fue hasta donde se encontraba su reina.

-Alteza, -habló Jefferson con sensibilidad y discreción- entiendo que la presencia de aquellos soldados de Diamantes le perturbe, pero... -no pudo continuar, pues fue interrumpido por un gesto de Su Majestad.

-No se preocupe, Coronel. He notado que sus hombres están alerta -le sonrió- Y yo también sé defenderme -dijo mientras se ponía de pie.

Gutiérrez sólo le devolvió la sonrisa y se fue. Pobre hombre. Nunca se le ocurrió cuestionar a Sarah... Nunca se le ocurrió preguntarle qué hacía en la casa de Southworth, con el cabello húmedo y vestida con ropa de campesina. Menos mal que el jefe de la investigación creía ciegamente en todas y cada una de las palabras de la reina.

Con pasos amplios y decididos, Sarah Vilhelm atravesó la sala y encaró al joven albino.

-Desaparezcan a este criminal de mi vista -ordenó al par de soldados que sostenían a Nero, quienes inmediatamente asintieron con la cabeza.

Entonces Sarah se dio la vuelta y se dirigió hasta la puerta del recinto. No obstante se topó en su camino con los soldados de amarillo.

-General Southworth -chistó, mirando con desagrado que éste no estaba solo. ¿Hacía cuánto tiempo no lo veía? Y no se le ocurría peor lugar y momento para encontrárselo...

-Gócenme nenas, que me les voy- Exclamó el príncipe de corazones, ya había tenido suficiente del juicio, de todos modos solo estaba ahí para burlarse del pobre Coronel, igual no hacia falta, tenia con las severas miradas de la reina.

Credo suspiro pesadamente, sin duda todo el asunto no iba para ningún lado. Aunque por otro le agradaba el mismo hecho, no les habían descubierto, y por habían, no se refería solamente a Sarah y el, sino también a Nero... Aunque el no tenia nada grave que ocultar, solo el hecho de ser su hermano y eso, solo lo hacían por seguridad.

Miró como la gente salía por unos instantes del lugar, incluso pensó en decirle a Seth que podía irse a Talis junto con el otro soldado, ya les alcanzaría después. Aunque no pudo evitar el hecho de fruncir el cejo al observar como Sarah ordenaba que se llevaran a Nero y menos, que le acusara de criminal.

Para su sorpresa, su majestad de carmín se dirigió hasta el.

-Alteza serenísima- Respondió automáticamente, a manera de saludo. Se percató el desagrado que mostraba al verse acompañado, a lo cual simplemente hizo un ademan con la cabeza para que los otros dos, salieran.

Una vez que se vieron solos, fue así que hablo con toda confianza.

-Sarah ¿Que significa todo esto?-

“Peor es nada” me decía constantemente al ver a mi supuesto abogado –Se llamaba Ricardo, lo cual me sonaba algo irónico- pasearse de un hombro a otro. El cuervo me hablaba/graznaba todo lo que tenía que hacer y lo que tenía que decir y otras cosas más que creo que no iban al caso y mucho menos le andaba prestando de todo mi atención. Instintivamente llevé mi mirada hacía donde parecía salir un grupo de chicas gritando y aclamando a quien se supone que es el príncipe de Corazones que salía bien campante acompañadas de todas ellas; anarqueé una ceja sin entender y otro graznido hizo que le volviera prestar atención a la ave. Mientras me seguía hablando me dispuse a caminar no sin antes ver unas miradas de reproche por parte de los soldados que según me “escoltaban”, con un ademán les di a entender de que no me iría a ningún lado fuera del tribunal; de ser así ¿Qué opciones tendría? Pasaría solo de ser un criminal a un prófugo en un simple chasquido de dedos. No pude evitar notar, como algunas personas cuchicheaban cosas a la par que me miraban de forma despectiva, primero me miraban así por ser un semi-humano únicamente y ahora lo hacen por ser un “criminal” ¿Qué será después? ¿Me mirarán así solo por respirar? ¡Que fastidiosos e indulgentes son los humanos algunas veces!

De por mientras, creo haberme desviado del camino porqué al levantar la vista a la lejanía podía ver al mayor… Y a la reina apareciendo a su lado. ¡Jum! Eché las orejas hacía atrás dándome media vuelta en otra dirección, ahora mismo no quería estar cerca de nadie quien no fuera el cuervo. Hablando de dicho animal, este voló un poco hasta acomodarse sobre mi cabeza como si fuera su nido.

-Pareces que conoces muy bien al general de Diamantes –Decía moviéndose un poco- ¿Hay algo que debas decirme sobre él?

-No –Respondí secamente, el cuervo graznó.

-¡Vamos! –Intentó animarme- Cualquier cosa sirve, así podría ayudarte con…

-No quiero decir; ni saber algo sobre el general Southworth –Me detuve en seco alzando un poco la mirada para intentar “ver” al pajaró- ¿Entiendes? ¡Nada de nada!

-Ok, ok… -Y se calló.

¿Cuánto tiempo iba a durar el receso? Preferiría que terminara lo más pronto posible y al parecer anticiparon ese pensamiento; de nuevo los soldados se aparecieron por mis lados y me tomaron de los brazos para arrastrarme –Técnicamente- Hasta el estrado nuevamente, y ver como las personas volvían a sus lugares.

¡Que esta pesadilla pase! ¡Que esta pesadilla se acabe!

La mujer observó de reojo cómo se retiraban aquél par de soldados. Cuando lo hicieron ella volvió a mirar al castaño. Dio un respingo cuando éste le llamó Sarah, pues que le hablara así en un lugar público era algo poco conveniente, que definitivamente no se esperaba. Instantáneamente barrió el tribunal con la mirada, sólo para asegurarse de que nadie estaba cerca para escucharla.

-No, -respondió finalmente, mirándole a los ojos- tú dime qué significa esto, Credo ¿De verdad ese niño es tu hermano? -cuestionó. Su tono no era fuerte ni agresivo, pero la situación no le hacía nada de gracia y lo demostraba. Suspiró hondo- No voy a permitir que me insulten así, no importa quien sea -aseveró- Y si a él le han concedido un juicio ha sido sólo por mi consideración... -miró al suelo- hacia ti.

Sintió que sus manos temblaron, así que cruzó los brazos por detrás de su espalda tal y como había visto al General hacer ocasionalmente. Debía dejar de verse débil o entonces todos empezarían a hacer lo que quisieran. Volvió a levantar la cabeza, esta vez alzando ligeramente el mentón.

-Una disculpa -le pidió- Ve y dile que se disculpe públicamente, ésa será su sentencia. Si accede le diré a la fiscalía que tiene mi perdón y así todo terminará aquí, o de lo contrario que se haga responsable de las consecuencias. Sean cuales sean.

"Y tal vez acabaría con lo que queda de tu familia, mi Credo. Mi abuelo estaría orgulloso" pensó con tristeza.


-Su Majestad, ha terminado el receso -se escuchó la voz de Cornel Orchid, quien salía de una sala lateral, acompañado por el juez y Jefferson. Sarah se tensó al instante, quedándose en su posición firme, estática.

-¿Todo en orden? -contestó Sarah con cierta inseguridad. Que la vieran así con Credo la hacía sentir acorralada, era como si con aquellos ojos viejos y cansados Orchid pudiese leer sus pensamientos.

-Usted permita que las cosas sigan su curso -respondió sonriente el viejo, uno de los más rancios del Consejo.

-Terminó el receso -le dijo el juez a uno de los guardias- Llamen a todos de vuelta.

Odiaba, realmente odiaba como en un simple momento y con unas cuantas simples palabras en ese lugar el entorno de ambos podía volverse tan tenso.

Discretamente apretó los puños, sí, ese niño era su hermano, pensó alguna vez en mencionarle sin embargo, se abstuvo por miedo a que alguno de los soldados de Sarah se enterase y fuesen a fastidiarle simplemente por mera diversión y morbo, el albino no necesitaba esas cosas, lo tuvo en claro aquella noche que ambos charlaron y se jugaron muy malas bromas en su residencia. ¿Si el hubiese dicho lo mismo de la relación entre diamantes y corazones estaría en el estrado de esa forma? Desvió la mirada y al hacerlo no pudo percatarse que Sarah también lo hizo. Al menos era un punto a favor del albino, seguramente de ser tan estricto el régimen de carmín como antes hubiese terminado en la horca o en la guillotina. Suspiró y cerró los ojos tratando de serenarse. Si una disculpa era todo lo que pedía entonces estaba bien. Al menos todo terminaría ahí...

-"¿Y después que"?- Sabia que perdería la confianza de ambos.

Pensándolo bien, no estaba mal, se lo merecía por ser un doble cara y en parte un mentiroso, por querer guardar cosas hacia ambos aunque implicara el bienestar de terceros con ello.

Si, una disculpa, aunque sea fingida sonaba sencillo, el problema era que, seguro, su altisonante y rebelde hermanito no accedería así de sencillo.

-En caso de no acceder, seré yo quien asuma las consecuencias, Sarah- Fue lo único que menciono con tono serio y mirándole fijamente.

Quiso llevar su diestra para tomar la mano de su majestad y acariciarle, era incorrecto lo sabia y que bueno que se abstuvo de hacerlo pues la voz tras de si le hizo tensarse inconscientemente. Para disimular el canido, simplemente carraspeo.

-Me parece bien, su majestad- Fingió, como si hubiesen estado discutiendo del porque el "allanamiento de morada" y llegado a un acuerdo de ello. Claro esta, lo hizo para evitar sospechas ante el viejo Orchid.

-Con su permiso- Mencionó haciendo una ligera reverencia con la cabeza, sin embargo al dar un par de pasos, Jefferson discretamente le metió el pie. Afortunadamente Credo logró el equilibrio pero aquello no le impidió apretar el puño y la mandíbula conteniéndose de darle un buen golpe ahí mismo como a su capitán, aquel día en el sanatorio.

Apresuradamente se dirigió hacia donde estaba el canido, debía hablar con el antes que todo iniciara, o todo se complicaría aun mas.

-Nero- Le llamó con voz seria, casi como si no le conociera. -Debo hablar contigo, a solas, solo serán cinco minutos-

-Se que yo fui quien te metió en esto, y que hasta seria estúpido pedirte una disculpa, tampoco digo que pueda remediar lo que hecho. Sin embargo, Sarah dice que para detener de una buena vez por todas este tonto juicio pidieras una disculpa y ella le diría a la fiscalía que te perdona. No tiene que ser una disculpa sincera solo fíngela de manera que se escuche conveniente- Habló luego de mirar a ambos guardias que, afortunadamente eran humanos. Claro esta que el General le hablo al oji azules en la lengua antigua de los semi humanos para que nadie pudiese entender que era lo que había mencionado.

Una vez que termino lo que tenia que decir, simplemente dio la media vuelta para sitiarse en su lugar antes que el juicio retomara su curso nuevamente

Unos minutos antes de que me arrastraran de nuevo hacía el estrado, quien no quería ver se había aparecido frente a ellos diciendo que quería charlar conmigo a solas y por unos cinco minutos. Los soldados se miraron las caras y me soltaron, uno pronunció: “5 minutos” mientras que el otro miraba de forma despectiva al mayor. Los soldados se retiraron de ahí, dejándome a mí y al Credo solos.

-¿Qué quieres? –Había preguntado de forma seca y sin mucho ánimo.

¡Oh, pero que inteligente de su parte! Hablar con el idioma de los semi-humanos para que los demás no entendieran para nada lo que decía. ¿Él me metió en todo este? En parte, y por la otra fue por mi gran boca que jamás se cierra para algún comentario mordaz, aunque en este caso fue ínfimamente la verdad lo que había dicho.

La verdad vale mierda ahora, pensé. Por cada nueva palabra que decía debía aguantarme las ganas de querer gritarle o golpearle, de recriminarle lo que decía. Pero lo que más me había llegado a dar coraje fue esa simple frase: “Pedir una disculpa” ¿Tenía que pedir perdón por algo que resulta ser tonto y absurdo? ¡Y decirla como si fuera una mentira! ¡¿Tan fácil como lo decía?! Con fuerza apretaba los puños mientras hablaba, tanto así que un ligero hilo de sangre brotó de este, había logrado enterrarme las garras en mi palma, y eso no me preocupaba; una herida más ¿Qué diferencia hacía?

Había tantas cosas que decir, tantas cosas que preguntar y tantas cosas que necesitaba respuesta de inmediata.


-… Bien.

Y solo eso fue toda mi respuesta para él. Los soldados reaparecieron mencionando que ya habían pasado los cinco minutos y nuevamente me escoltaron hacía el estrado; otra vez estaba en el lugar del acusado acompañado esta vez por el absurdo pájaro con esmoquin.

-Se retoma la sesión –Mencionó el juez severamente golpeando el mesón con el martillo.

Bostecé. ¿Que había pasado hasta entonces? En resumen, el juicio comenzó nuevamente; se hablaron de los cargos y otras cosas sin importancia alguna, se presentó la declaración de la reina -La cual, aparte de ser fingida también había cambiado algunas cosas a su favor a mi parecer- Y ahora, sobre mí cientos y cientos de miradas de odio y desprecio por parte de los miembros del jurado conjunto a la de los soldados presentes yacían sobre mí- Pero; ¿Que importaba? De alguna u otra forma si salía bien o mal de este juicio ahora había ganado un título como enemigo público número uno de Corazones, ya con uno me bastaba y sobraba. "¿Y porqué no le pides disculpas?" Se repetía una y otra vez esa parte sub-consciente de mi cabeza que quería salvarse de esto; "Será solo por esta vez... "

Y rebajar mi orgullo a cero.

Ya para cuando finalizó su majestad (Y el dicho coronel se había regocijado en su gloria) El juez golpeó una vez más con el mazo a la mesa para que los cuchicheos e insultos terminaran por cesar.

-Bien -Carraspeó- ¿Algo que tenga que decir la defensa?

El cuervo descendió de mi hombro hasta la mesa y se removió un poco haciendo que sus plumas se alzarán y se vieran como más imponente -Y más esponjado de lo usual- Dio varios saltos hasta llegar al borde de la mesa, su ala diestra se posiciono cerca de su pico; carraspeó un poco para disponerse a hablar y......... ¡Pum!

-¡¿...?! -Justo antes de hacerlo, estiré la mano para agarrarlo y mantenerlo apresado en esta, con la contraría le tomaba del pico evitando que hablará y lanzará cuantos graznidos se le dieran la gana. Tanto el fiscal, el juez y los miembros del jurado no entendían el porque de ese tan repentino movimiento.

-... Lo lamento.

Un inesperado "¡Oooh!" general no pudo ser más que obvio en los rostros y en las miradas de cada persona. Hasta al zorro se le habían caído los lentes; su astucia le permitió tomarlo en el aire antes de que dará de golpe contra el suelo rompiendose en miles de pedazos. Sin embargo mi expresión era propiamente... Casi nula, y mi vista se posó sobre su majestad de rojo.

-Lamento haber dicho todo eso...

Aquello; tan impresionante de mi parte causó grandes confusiones para otros. El juez simplemente se dignó a rascar su peluca y el fiscal limpiaba los lentes con un pañuelo previamente sacado de su saco. Nadie tenía nada que decir que simplemente lo dejarón a su suerte.

Y con suerte, me refería a la decisión unánime de la reina.

Pero Nero se llevaría una terrible decepción. Sarah se quedó en silencio un momento, esperando a que llegara la tan anhelada sensación de satisfacción. Sin embargo ésta nunca llegó...

-¿Ha terminado la declaración de la testigo? -preguntó el zorro ártico.

-Es correcto, señor fiscal -dijo con indiferencia.

Después se puso de pie y volvió a su banquillo. En el camino nunca volteó a ver a Credo ni a su hermano. ¿Pero por qué había decidido no cumplir con su palabra? Resultaba sencillo. Las disculpas de Nero no eran sinceras y por tanto no tenían ningún valor para ella. Aquello había sido un trato que ninguno de los dos llevó tal cual. Por eso lo que estaba haciendo era justo.

El juez volvió a hablar.

-Es momento de escuchar la deliberación del jurado -mencionó tranquilamente. Un grifo en la banca del jurado se puso de pie y se dirigió en voz alta al juez.

-Ya hemos tomado una decisión, Su señoría.

El de la peluca le miró con curiosidad. Por lo general el jurado se encerraba en la sala a discutir durante días y días, pero ahora, parecía ser que habían decidido el destino del cachorro incluso antes de oír la última declaración. La criatura desenrolló un pergamino y comenzó:

-Después de analizar los testimonios y las pruebas brindadas en la corte, el jurado encuentra a Nero, por cometer crímenes contra la corona: culpable. Por calumnias e injurias hacia la real familia de Corazones: culpable. Por poner en riesgo la soberanía de la reina de Corazones: inocente. Por perjurio en la suprema corte de Rubine: culpable.

Seriamente, el grifo volteó a mirar al juez.

-Eso ha sido todo de nuestra parte -volvió a sentarse.

Entonces Su Señoría golpeó la madera con su mazo tres veces, dirigió la mirada al acusado y se preparó para dictar su sentencia.

El general permaneció en todo momento en su lugar con las manos tras su espalda. Observaba con atención a la de cabello ébano ¿Que es lo que vendría ahora? Sus canidas orejas permanecían hacia atrás y su cola inmóvil, demostrando así, lo tenso que se encontraba. Aunque eso si, no pudo evitar esbozar una pequeña sonrisa satisfactoria cuando mandaron a callar al coronel. Al fin alguien lo había hecho, y con buenos motivos.

De nuevo, ese juramento, ¡Por favor! los tres sabían que claramente tanto como Nero, Sarah también mentiría al respecto.

-"jah, claro, desconocimiento"- No, no era verdad que ella había terminado por desconocimiento en casa de él.

Maldita la hora en la que a Nero se le había ocurrido ir a dar ahí, aunque fuese por error. Súbitamente sus canidas orejas se irguieron escuchando con suma atención las palabras de Sarah ¿Así que eso es lo que había dicho Nero? ¿Pero que demonios fue lo que paso en la mente de ese perro al decir semejante majadería? Con índice y pulgar se masajeo la sien, si que en esta ocasión había ido muy lejos... y es por eso y mas que casi siempre le reprendía por su filosa lengua y su léxico altisonante.

Aunque al final, veía que, en parte Nero le hacia caso... Si todo resultaba bien el juicio finalmente terminaría.

Y fue cuando todo se fue al diablo...

-¿¡Qué!?- Musitó con un claro tono de molestia en la voz mientras echaba una vez más, las orejas hacia atrás.

Apretó fuertemente los puños y el cuero de sus guantes crujió con ello, apretó con fuerza los dientes y frunció el cejo. ¿Que era todo eso, Sarah le había mentido? A su parecer solo estaba cambiando las cosas a un modo más conveniente para ella. Si, estaba tratando de verse en un punto neutral ¡Pero las cosas se le estaban saliendo de las manos! ¿Y ahora? Había dicho que el asumiría las consecuencias de ser lo contrario.

-Su majestad, le recuerdo que usted solicito una disculpa del acusado, y creo yo, que la corte estará de acuerdo que el aquí presente, ya lo hizo- Quizá también se estaría metiendo en problemas, pero vamos en ese momento las cosas para el, no podían empeorar.

...¿O si?


OFF: Yo solo se que me dio por meter mi cuchara en esto -o la de credo- bien full yolo el can <3

Culpable.

¿Era todo? ¿Ya no había nada más que hacer? La reina no cumplió con lo que me había dado a encomendar Credo; ¡Lo sabía, ambos son unos perfectos mentirosos! No sabía si tragarme mi rabia o engullirme en lo poco que aun alcanzaba a dar mi orgullo a pesar de que ya todo estaba decidido y ya nada podía hacer, de todas formas era el acusado. Aún con lo anterior, el supuesto cuervo abogado no parecía para nada enojado, me miraba eso sí si pero sus diminutos ojos solo podía reflejarse el brillo de la lastima y la decepción, no habíamos ganado como él lo predestinaba.

Se escuchó el mazo del juez golpear tres veces haciendo eco en toda la sala después de los cuchicheos de los demás. Estaba muy seguro que aquel coronel de rojo se estaba regocijando con todo esto, tomando una victoria que posiblemente ni siquiera era suya.

El juez; acariciando su blanca barba entreabrió la boca dispuesto a comenzar a dar la sentencia sin embargo, fue interrumpido velozmente por el nuevo comentario del general de Diamantes.

El juez arrugó la nariz en una clara señal de desagrado y golpeo nuevamente la mesa con el dichoso mazo.

-¡Silencio! –Sentenció, señalando al canido con el mismo mazo- Un soldado de la armada amarilla no tiene derecho a proclamar algo en nuestro tribunal y mucho menos a nuestra reina.

No dijo más, sino que dirigió el mismo mazo hacía mi, al hacerlo instintivamente mis orejas se fueron hacía abajo mientras tragaba abruptamente.

-La decisión ha sido unánime y por lo tanto, en nombre del Reino de Corazón él es culpable –Bajo el mazo y lo dejo a un lado mientras tomaba algunas cuantas hojas de su mesa dispuesto a leerlas- Y para este caso solamente existen dos clases de sentencias: El exilio… O la muerte.

De nuevo, los cuchicheos pero ahora estos emitieron una especie de canto entre ellos, se podían escuchar perfectamente como algunos decían: “¡Exilio, exilio!” Mientras que otros: “¡Que le corten la cabeza!”

-Pero, -Esta vez, golpeo la mesa con su propio puño deteniendo los murmullos- Para suerte y desgracia del semi-humano, se puede elegir entre las dos sentencias y… Como es menor de edad, no tiene derecho legal para decidir por sí mismo, por lo tanto el abogado defensor o en cuyo caso si tiene alguna especie de tutor es quien puede proceder a decidir.

… Maldición.

-Y el mismo chico dijo que usted, -Señalo al general canido- lo protege así que me da a entender que es su tutor, así que decida –Junta sus manos sobre su pecho- ¿Exilio o muerte?

Quizá era bueno que el General se hubiese mantenido lejos de la parte acusatoria pues cualquiera que estuviese cerca de el podría escuchar un ligero gruñido que emanaba de sus labios debido a la molestia.

Si, será el General, y si, podrá tener tanto control como uno pudiese imaginar, pero aun así, no deja de ser un animal y desgraciadamente, Southworth actúa de esa manera cuando se encuentra realmente molesto. Tomó una profunda bocanada de aire, y exhaló lo mas lento que pudo tratando de tranquilizarse con ello -o al menos un poco- Lo único que podía hacer en tal circunstancias, era tragarse su enojo. Miró firmemente al juez, no podía contradecir sus palabras, en ese lugar no tenia "poder" alguno y utilizarlo aunque sea un poco, podría traer graves consecuencias. Cosa que haría hasta lo imposible por evitar.

Su mirada pasó hacia los presentes, típico del reino de corazones "que le corten la cabeza" no era una frase muy recordada por nada. Sin querer al observar a la muchedumbre, hubo un instante en que su mirada se cruzó con la de su majestad de Corazones fue cuando de repente, su Coronel, se puso de pie.

Ha decir verdad las acciones de Sarah le dejaron perplejo, no podía creer que era la misma persona con la que salió aquel día en Palladium. Una mujer fuerte, sin duda alguna.

El General alzó ligeramente el mentón, manteniendo un porte serio, o al menos intentando lo más que podía, llevó sus manos hacia su espalda entrelazando sus dedos.

-En efecto- Comenzó, ignorando las mordaces palabras emitidas por el pelirrojo antes que su real majestad Vilhelm le callara -El joven Nero esta bajo mi tutela.- Y miró a Sarah

Genial, ahora casi literalmente tenía la vida de su hermano en sus manos... o ¿Garras? El caso era...

-He de elegir la opción del exilio, de tal forma que podre tenerle bajo supervisión continua. Claro esta, si su Alteza Serenísima Sarah Vilhelm esta de acuerdo con ello, señoría.-

OFF: :/ escribi alteSa –Se da un martillazo en la mano(?)-

-Entonces, ya está decidido; bajo las ordenes del Tribunal de Justicia de Rubine, Nero queda sentenciado al exilio, si te atreves a dar un paso dentro del reino rojo tu condena pasará a la muerte.

Golpeo la mesa una vez más con su imponente mazo dando a entender que el juicio había terminado. Lo peor es que había terminado exiliado, el juez bajó de su lugar así como el jurado y el abogado fiscal se fueron junto con el cuervo que supuestamente debía haber cumplido la función de mi abogado; suspiré a su vez que mis canidas orejas descendían en decepción más que nada para mí mismo. ¿Debía haber visto esto venir? Sabía que algo así iba pasar en algún futuro, solamente no lo creía tan cercano a como antes. Y ni siquiera levante la mirada cuando el mayor espero alguna palabra de la reina mientras dos soldados aparecieron tomándome de ambos lados y un tercero me colocaba unos grilletes en las manos, como si fuera un verdadero criminal.

Como cambiaba las cosas con unas simples palabras.

Lo peor de todo; ¿Ahora qué pensaría hacer? ¿Vivir veinticuatro/siete siendo vigilado por el mayor? Perfectamente sabía que Credo nada más usaría la excusa de vigilancia militar en cuanto a su trabajo se refiere, fuera de ello solo me mantendría vigilado como a cualquier hermano menor. Y sin embargo, tenía esa gran sensación de que no volvería a confiar en sus palabras… Tal vez no ahora.

El mismo tercer soldado se acercó al general, me señaló para darle a entender algo.

-Lo escoltaremos hasta la estación del tren, ya después será responsabilidad suya… -“Responsabilidad suya”; si tan solo supieran la verdad tras de todo.