Buscando respuestas.

Alpha estuvo toda la mañana esperando a su general al mando, jamás llegó. Esperaba algún tipo de misión o algo importante, se había cansando de sólo patrullar, ni siquiera se había podido acercar a Palacio.
¿Es mucho lo que pido? Se repetía una y otra vez, su madre, la única familia que le quedaba había caído enferma, deseaba poder ayudarla pero con el salario de soldado no podía mantener a su madre bajo los, cada vez más caros, cuidados del doctor Amrel, que era de cabecera pero cada año se volvía más codicioso.
Tan imnerso estaba en sus pensamientos que no se dio cuenta de la figura que lo observaba, era una pequeña niña que no dejaba de observar su reluciente escudo.
-Hola- Saludaba la niña mientras tocaba la rodela.
- Buenas Tardes damita ¿Te has perdido?- Preguntaba sin malicia alguna, pero con cierto aire de ausencia.
- ¡No! Te exijo que me lleves a Palacio.- Replicaba mientras le tomaba la mano.
Por qué siempre me pasa algo raro... Se decía cuando comenzó a caminar por mandato de la niña se le había olvidado su puesto...

Era una tarde agradable en el cuartel general del Reino de Espadas, cuando Augusto decidió que estaba tan aburrido que podía ponerse a limpiar su oficina un poco.

Sólo un poquito.

Se paseó al rededor de su escritorio y al verlo lleno de papeles que le dio flojera revisar, pensó que botarlos a la basura sería una interesante opción. Entonces lo vio: un pequeño post-it rosado con forma de corazón, que decía algo similar a lo siguiente:

"Prepara una misión para Alpha Daemon"

Augusto arrugó el ceño. Eso sólo traía implícita una desagradable palabra:

Trabajar.

El castaño chistó y se acomodó su cinturón, preparándose para salir. Un post-it de La Jefa Ingrid era difícil -si es que no imposible- de ignorar. Y así fue como Augusto terminó saliendo de su escondite.

-Agh, el sol... -balbuceó cuando éste se filtró a sus ojos, doliéndole; pero como todo un hombre se aguantó y continuó su camino hasta la zona que le tocaba vigilar a Alpha Daemon. Sólo gracias a un mapa sombreado a color fue que llegó.

-Soldado, -dijo a modo de saludo, apareciéndose frente a él como si se tratara de algo casual. Pero algo no concordaba en el cuadro y lo miró mejor... Bajó la mirada, fijándola en una pequeña niña que sujetaba a Alpha de la mano- ¿Tú qué? -le cuestionó. La niña le hizo un gesto.

-¿Cómo que yo qué? ¡Yo vivo aquí! -y se puso a llorar.

Alpha estaba en shock, su superior estaba viéndolo, mientras que una niña desconocida le montaba un berrinche.
- Si dejas de llorara, te daré una vuelta por todo el cuartel y las caballerizas – Es lo único que pudo alcanzar a decir el soldado frente a la situación.
La niña inmediatamente dejó de llorar, su semblante se tornó alegre y empezó a ´preguntar impacientemente cuando iba a cumplir su promesa.
Mientras tanto el álgido general sólo veía como se desarrollaban las cosas

Al escuchar tanto alboroto Johan Kastir, decide decender de sus aposentos y ver que sucede en la calle.
- Entonces le dije: Tenemos una rata en la zapat...- Alpha que para seguir alegrando a la niña contaba sus peripecias en su formación, enmudeció al ver a un aristócrata, pocas veces los había visto cerca.
-Rina ¿Cuantas veces te he dicho que no vagues por los suburbios? Ya sé que eres mayor, pero no es para que te apartes de aquí. - La reprochó con un tono amenazante.
- Ya te dije padre - Su tono de voz se escuchaba más serio - Quiero desarrollar mis habilidades quiero servir al reino.
- Y a tu edad ¿Quién te entrenará? - Desafiante era el tono de John.
- Disculpe - Interrumpió Alpha - Quisiera ser de utilidad, si me lo permiten yo me haré cargo...
¿Qué estoy haciendo? Ni siquiera la conozco, me está viendo mi oficial y yo haciendo tonterías. Pensaba mientras esperaba como se resolvían las cosas.

Cuando la niña comenzó con aquella rabieta, Augusto sintió un escalofrío recorrerle toda la columna vertebral. No le gustaban los niños, y mucho menos los que hacían un escándalo como ese, interrumpiendo su paz. Se puso una mano en un lado de la cabeza esperando que eso lo ayudara en algo, pero no funcionó.

Entonces, de la nada, la niña se calló.

-¿Qué? No la vas a llevar a mi oficina, soldado -interrumpió, pero fue ignorado vilmente gracias a las numerosas preguntas de la menor. No obstante las cosas apenas estaban por complicarse, y lo hicieron justo cuando apareció Lord Kastir.

-Y a tu edad ¿Quién te entrenará? -preguntó el aristócrata, a lo que Augusto Aristides estuvo a punto de enumerar 26 buenas razones por las cuales ella no debería entrar a la armada. Sin embargo aquello ya estaba predestinado y Alpha Daemon abriría la boca sólo para hacer explotar a su general. Aún más.

-¡¿Cómo que tú te harás cargo?! -berreó, cerrando los puños para contener sus altos niveles de agresión.

-¡Sí! ¡Genial! -exclamó la menor.

-No somos guardería, soldado, ¡en cuanto se atrevan a encasquetarnos a sus mocosos...! -pero algo lo interrumpió. Johan Kastir había puesto una de sus manos sobre el hombro del castaño.

-¿Qué está tratando de decir sobre mi hija, General?

Los ojos del militar se abrieron mucho más y con un chistido de desacuerdo, se rindió.

-Que el señor Daemon será el encargado de los nuevos reclutas, honorable Lord -dijo con una sonrisa tan fingida como la seriedad del gato risón...

-¡Sííííí´! -expresó la niña.

Y Augusto pensó:

"Nooo..."

Alpha no sabía que había hecho... pero lo qué si sabía es que tiene que cuidar a una niñita y segundo, que su general estaba molesto.
- Y...¿ te llamas...? - El desconcertado soldado necesitaba romper el hielo.
- Niké Kistir - Respondió inmediatamente sin titubear.
"Extraño nombre" Pensaba Alpha, tenía muchas cosas en que pensar... ¡Mi misión! Y yo estoy ahora fungiendo de niñera... ¿Qué haré"

- Mmm... ¿Desde mañana comenzamos? - Trataba de ver si podía deshacerse de ella para poder cumplir sus obligaciones.
- No! - Repuso.
-Pero... ya es tarde....
- Desde ahora estoy a tu cargo, dormiré donde duermes, comeré lo que comes, no me trates como si me fuera a romper, sé defenderme - Su tono era más serio... casi no podía creer Alpha que era una niña.
- Pero a tu edad, deberías de estar jugando con tu ma...
- ¿Qué edad crees que tengo? ¿10 años? - Interrumpió a su interlocutor - Tengo 18 años, todos creen que tengo menos gracias a estas ropas de bebé - Dijo enojada mientras estiraba la ropa que le desagradaba.

"No sólo es la ropa... estas muy pequeña. ¿Dónde habrá ido el general? De verdad quiero mi misión..."
Escuchó su nombre a sus espaldas, volteó y esperó lo peor...

-Debo pedirle que supervise todo el proceso, General -dijo el mayor de los cuatro, más como una orden que como un comentario- Esperaré un reporte suyo al final del día -el aristócrata sonrió y, en contraste, a Augusto se le borró su cara burlona sólo pensar con pereza que más tarde tendría que ponerse a escribir.

Pero fuera como fuera Lord Johan se retiró de vuelta a su hogar y entonces el General Aristides volvió su atención a los otros dos...

-Alpha y tú, la mocosa, aquí quien da las indicaciones soy yo -berreó- ¡Alpha! Comenzaremos desde mañana -le miró con los ojos entrecerrados, y luego señaló acusadoramente a la menor- Y tú, dormirás donde él duerme, comerás lo que él come y te defenderás como si te fueras a romper -ordenó. Mas aún se encontraba a tiempo de cambiar la indicación- Bueno, no, dormirás en el dormitorio de mujeres, yo no quiero que me metas en problemas con tu padre.

Pero, obvio, a la nena no le gustó e hizo un adorable puchero.

-¡Yo quiero empezar desde hoy!

Y Augusto pensó fastidiado: "¡Esta mujer es tan necia que nadie dudaría que es de la nobleza!"

-Bien, bien, lo decidiremos en un juego nena. ¿Qué tal una carrera de obstáculos de aquí al cuartel?

-¿Usted correrá contra mí? -preguntó.

-Pfff, ¿correr? -hizo su mejor cara burlona- Usted no va a hacerme a correr, señorita, -espetó y luego dio un par de palmaditas en el hombro de Alpha- Así que quien competirá en mi nombre va a ser este noble soldado quien luchará por su honor.

Augusto se llevó la mano a la barbilla, pensativo y puso los ojos en blanco. Luego sacó una Colt Anaconda de su cangurera. Cualquiera sabía que las armas de fuego eran un recurso muy extraño en Wonderland porque provenían del otro lado de la madriguera y que era por esa misma razón que pocas personas las tenían. De la misma manera, las municiones para esas armas eran algo sumamente difícil de conseguir. Y bueno, Augusto, que no era el hombre más consciente de esa tierra, alzó su arma para disparar un par de balas al aire, desperdiciándolas.

El estallido de la pistola lo ensordeció unos momentos, de modo que cuando habló, él ni siquiera se oyó:

-¿Y bien? Vamos, corran, o no sé, lo que sea -ordenó, al mismo tiempo que les hacía a ambos una seña de "shú, shú".- ¡Pero cooorran!

"Ahora me encuentro corriendo.... esta mocosa si que corre rápido"
Antes de que pudiera pensar en otra cosa, el soldado tuvo que sortear un par de vendedores, unos extranjeros y a un perro.
"Con razón es de obstaculos..."
- ¿Qué te pasa? ¿Tu edad de pesa tanto? - Lanzó su burla la joven.
- Tengo que decirle señorita que ha dado buena competencia, pero no se compara su agilidad a la de un soldado entrenado - Alpha apresuró su carrera, parecía que su armadura no le pesara, sobrepasando a la joven que se quedaba cada vez más lejos del cuartel a causa de su pomposa ropa.

Llegando al cuartel Alpha esperó a Niké, ella escupía el esqueleto, no podía ni cargar con su alma ya que, en un intento de alcanzar a su guardián quemó toda su energía.

- Admito que no eres cualquier soldaducho que he visto pasar - Decía lentamente la joven una vez que recobró el aliento.
- Ahora a esperar al general, espero que tenga algo emocionante que nos deje hacer ¿Quisieras estar aquí adiestrandote? No, no te lo recomiendo.

Hubo un incómodo silencio... el cuartel completo tenía la mirada en esa joven con todo el vestido rasgado....

Y después de los disparos, tanto Alpha como la mocosa salieron disparados cual balas de arma de fuego. Augusto miró desde su lugar cómo se alejaban con rapidez y no pudo evitar un momento de filosofía para pensar que aquellos dos le gustaban más así... porque pues estaban lejos de él.

Eso era algo muy bueno.

Así que, escurriendo en tranquilidad -por no llamarle pereza- guardó el arma de vuelta en la cangurera, sin siquiera percatarse de las caras de temor del público presente en la escena. Bostezó y emprendió camino hacia el cuartel... No tan rápido como Alpha y Niké, ni tan preciso. El General Aristides se había distraído pasando al mercado a comprar una rama de cilantro y además de visita a la casa de su tía abuela... del lado materno, claro.

Habían transcurrido por lo menos un par de horas cuando Augusto al fin se dignó a llegar al cuartel, bostezando. Al entrar al patio principal notó a Alpha y a la menor, ella con su vestido hecho jirones.

-Te va bien así, -comentó haciendo referencia a su vestido y lo peor fue que lo dijo con una seriedad total.- Y bien ¿quién ganó? -preguntó. Mas el recuerdo del estricto Lord Johan le hizo recapacitar sobre una situación...

-No, tú no puedes andar con el vestido rasgado, vamos a comprarte otro -ordenó y acto seguido sujetó de la mano a Niké para llevársela tras él a puro jalón.

-¡No quiero, no quiero ir contigo! -gritó la otra, forcejeando bruscamente con el mayor.

Alpha estaba consternado, tenía que hacer una misión y ahora esto: Una niña que acaba de pasar a ser una "subordinada" a él.
Ahora aprovecha el momento, subió a su alcoba doble, lo raro es que su compañero ya no estaba ahí.
Se ha de haber ido a alguna misión o lo ascendieron. pensó.
Sacó lo necesario para enseñarle lo básico a su protegida, comenzó por sacar un par de espadas, si era de la nobleza sabía que la espada se le daría bien, sin embargo, dada su rara complexión en lugar de una espada sacó una daga.
Quedará más cómoda para ella. Dijo para si.
Prosiguió buscando más armas de entrenamiento, Arcos, lanzas y mazas sacaba de su pequeña reserva, le gustaba coleccionar las armas que desechaban por algún desperfecto, él las arreglaba y se las quedaba.
- Creo que debí de haber evitado que se la llevara... en fin, bajaré a buscarla.

Al ver que nadie le daba respuesta de donde estaba ella o Augusto decidió esperar...

Y cuando Alpha bajó a buscar a la menor, seguramente pudo escuchar a lo lejos la discusión de Niké con el "temible" líder de la armada.

-¡Ves! ¡Te lo dije! -berreó el mayor- Debimos comprarte un vestido, ¡pero no! La nena quería una armadura ¿Estás consciente que tu cuerpo es demasiado pequeño como para ponerte una? ¡Sólo el peto pesa más que tú, mujer! ¡Agh! -se llevó las manos a la cabeza en un ademán de arrancarse los mechones castaños.

Así, al otro lado del pasillo el joven cabo pudo divisar a Augusto y a Niké caminando tan rápido como podía con una pesadísima cota de malla encima. El general puso los ojos en blanco, estaba a punto de estallar. Otra vez.

-¿Es que nunca se calla? -se quejó Niké con justa razón, Augusto estaba poniéndose irritable... más de lo usual.

-No soy yo, eres tú. ¿Cómo es que te aguantan en tu casa?

-¡Ya! ¿Qué pasa aquí, General? -le preguntó una aparición: "La jefa" Ingrid en persona, quien le miraba fijamente y con una mano en su cintura sólo para hacer aquél cuadro más amenazador.

-¡Que esta nena quiere formar parte de nuestro honorable ejército! -exclamó con indignación.

Ingrid arrugó el ceño y la observó, decidiendo finalmente que la menor resultaba adorable.

-Me gusta, -le dijo al castaño- Buen trabajo, hombre -dijo mientras le daba unas palmaditas sobre el hombro.

-¿¡Qué?! Pero si yo no la quiero aquí.

Ingrid rodó los ojos y se cruzó de brazos.

-Tú la echas y yo no vuelvo a cocinarte nada, nunca, jamás, para siempre.

-¿Ah? ¿Ahora me chantajeas con comida? -repeló, pero la mujer no parecía tener ganas de bromear- Vale, me convenciste-se encogió de hombros y luego vio a Alpha a lo lejos- ¡Alpha ven, ven acá!

Seguro me va a regañar, luego me expulsará y para terminar me comerá un topo-perro.

Alpha se acercó a ver que necesitaba el General, la incertidumbre lo tenía nervioso, sabía que algo iba a pasar...

-¡¡¡Alpha!!! Este loco no me quiere dar una armadura!!! - Señalando a Augusto - Espero que la linda señorita lo haga entrar en razón - Niké estaba toda impaciente.

Alpha alcanza a distinguir a Ingrid y se quedó petrificado...
Ingrid, si, tenía problemas con ella, no sólo casi le tira una caja de provisiones encima si no que la tiró en el caso donde servía la comida... en fin, una y mil calamidades le sucedía a Ingrid cuando Alpha estaba cerca...
La tensión en el ambiente se podía sentir y el que parecía más incomodo era Augusto, porque Niké comenzó a morderlo...

¿Que hago?
Se preguntaba Alpha, su primera reacción fue interceptar a Arístides, anteponiendo su espada...
En cada movimiento Alpha podía ver por qué era General, Augusto no cedía ante nada.

En un abrir y cerrar los ojos todo el cuartel estaba observando la pelea. Voy a perder se decía Alpha al ver que se estaba quedando sin energía.
- Enseñale a ese presumido que puedes -

Esas palabras el dieron esperanzas, poco a poco fue ganando terreno. Todos los soldados comenzaron a apostar, Aristides era aún el favorito.

- Vamos General!!! No se deje por este bellaco!!!! -
- Hey! Soldado, cuidado, no te descuides -
- Augusto, si ganas te invito la cena hoy, puse todos mis ahorros en ti -

Claramente podían oír cada uno de sus vítores.

¿Qué es esto? ¿Por qué me siento mejor? Simplemente eran palabras, no debería de ayudarme en nada... a menos que...

- Niké! -

*¡Clank!* Se escuchó el sonido metálico de las espadas.

-¡Alpha! -exclamó el mayor, irritado.

"Este inútil pedazo de soldado" pensaba, mientras le atacaba una y otra vez con su afilada espada. Tal vez el de menor rango no lograba atacarlo con eficacia, pero había alcanzado a bloquear cada uno de sus ataques desde el comienzo. El General no sabía cómo, pero había terminado en un combate con uno de sus soldados.

Pronto, el sonido de las espadas chocando fue opacado por el escándalo del resto de los soldados. Entonces fue que la magia que poseía Niké decidió quién sería el vencedor. Aristides atestó un fuerte golpe contra Daemon y su espada salió volando, habiéndose escapado de sus manos. Él se giró a medias, siguiendo con la vista la trayectoria de su arma.

-¡No, Augusto, no te gires!

Alpha al verlo desarmado cesó los ataques, Augusto caminó a su espada recogiéndola.

- Eso estuvo ¡¡¡impresionante!!! - estallaba de emoción Niké - ¿¿¿¿Podré hacerlo yo???? ¿Me enseñarás?
Alpha no volteó a hacerle caso, le dio su espada a Niké y fue a alcanzar al General.

- Que aguafiestas -

Todos los soldados comenzaron a cobrar sus apuestas, Niké obtuvo muchas ganancias, sabía que Alpha iba a ganar, pero la manera en la que lo hizo...

- Me llamó... al final ... antes de que ganara... me habrá dedicado la victoria? - Pensaba Niké, desconocía que ella había logrado esa victoria.


Alpha alcanzó a Augusto...

- Disculpe, no fue mi intención.... - Comenzó Alpha a balbucear.

El General del ejército de espadas soltó un gruñido al darse cuenta que había sido derrotado por uno de sus soldados.

-¡Vaya, asombroso! -exclamó uno de los cabos que había apostado a favor de Daemon. Obviamente él estaba feliz de recibir el fruto de su apuesta, mas fue entonces que su superior apareció.

-Dame eso, -dijo al mismo tiempo que le arrebataba la bolsita con monedas. La abrió para ver cuántas tenía adentro, luego cogió algunas y descaradamente las guardó en su bolsillo. Si bien no necesitaba esas monedas, aquello era simplemente por el placer de hacerlo.

De mala gana fue a recoger su espada que aún yacía en el suelo.

-¿Mh? -se volteó para ver a Alpha tras de sí- ¿Para qué finges? -preguntó mientras observaba cuidadosamente el filo de su arma- Anda, regodéate. -dijo mientras lo señalaba con la punta de su espada.- Pero no dudes que he notado el poder mágico que guarda tu amiguita -sonrió.

El poder de Niké seguramente era de la más pura magia blanca... y tal vez por eso era que se encontraba susceptible a ser utilizada por ese mago negro. Sí, Aristides había perdido una pelea en medio de los pasillos del cuartel, pero como líder también debía saber que si brindaba fuerza a sus subordinados eso lo hacía más fuerte a él.

-Eso te ayudará a vencer en batallas más serias que la mía -le dijo entre risas y sostuvo la empuñadura de su arma con tan sólo dos dedos, permitiendo que se balanceara- Toma, -se la entregó- dásela a Niké cuando pueda usarla.

Debo de decirle...
- Eso no fue justo - Fue lo que pudo decir - Quisiera alguna vez, no competir contra usted, si no pelear hombro con hombro.

Hubo un gran silencio pero Alpha al ver que Aristides le seguía poniendo atención prosiguió.

-Sé que Niké usó alguna magia rara, lo sentí en el momento de que habló pero no estoy seguro que lo haya hecho adrede... Tal vez no sea lo suficientemente capaz de entrenarla...-

Contuvo el aire, Daemon no le prestaba atención a Aristides se sentía más aliviado pero prosiguió.

- Disculpe si lo he ofendido, pero tenía que defenderla, sé que no sabe nada de armas, la mirada que puso cuando inició su ataque me lo decía... - Todos los soldados seguían intercambiando dinero sin ponerle atención a ambos.

- De verdad lo siento....

El general de Espadas arrugó la frente y la nariz al darse cuenta que Alpha no cogería la espada. Y así volvió a guardarla en la funda con pereza.

-Creo que te ha faltado por entender una buena parte de esto -dijo cuando, finalmente, el soldado calló.- Los soldados desobedientes son algo imposible de tolerar, Daemon -le explicó seriamente, sin gritar. Posiblemente eso era lo más preocupante de todo, porque ver a Augusto gritando era algo muy común, pero que él hablase tranquilamente y haciendo pausas casi robóticas era algo extraño y perturbador.

Le miró a los ojos.

-Esa niña Niké tenía que recibir una lección, pero tú lo has arruinado con tu impertinencia. Si ella no sabe defenderse ¡eso fue lo que debió pensar antes de retar a la autoridad! -alzó la voz, de manera que dio un largo suspiro para calmarse. Sonrió.- Bueno, eso no cambiará porque ella recibirá una fuerte lección de tu parte. Mientras que tú... -le señaló- reincide y pagarás con creces tu desobediencia. Escucha bien, Daemon, lo último que necesito es un soldado que olvida quién es su líder por un par de ojos bonitos...

- Señor, yo no me sublevo, sin embargo no se me hacía justo, estaba desarmada.... - Alpha hace un gesto de arrepentimiento sin dejar que se vea humillado - deje que le de un arma y entablen un combate justo...

Alpha sabía que eso era desafiar al General, le había ganado injustamente y no quería que su reputación creciera por una trampa, él también deseaba su revancha sin embargo sabía que no podía con el general... no aún.

- Me abstendré a cualquier intromisión de mi parte en esa pelea, pero por favor, no tome a mal esto. - Tendió su espada.

-Désela y me retiro a mis aposentos.

Tal como anteriormente Alpha había dejado a Augusto con el arma tendida, ahora el castaño le dejó así a él.

-La justicia, soldado, -comenzó a hablar el mayor, con una sonrisa risueña entre sus facciones- es algo que inventamos para que las cosas sean lo más equitativas posibles, pero es en realidad algo imposible de conseguir.

El general subió la manga de su saco y le mostró a Alpha su brazo derecho, donde aún permanecían las marcas rojas de las mordidas de Niké.

-La herida es algo insignificante, Daemon, lo ofensivo es el significado. ¿Crees que a esa niña, quien no es más que la hija de un gran señor, le interesa tu idea de justicia? -le preguntó seriamente- Por supuesto que no, pero las personas siempre pueden aprender y es mi responsabilidad enseñarle ahora un poco de lo que es la justicia -sonrió burlonamente- Si me dejara guiar por tus palabras, dejarla sin recibir una lección equivalente a su ofensa sería entonces algo injusto.

Y Augusto calló, pues el silencio de ambos les permitió escuchar que se acercaban unos pasos.

-Ingrid, -habló el castaño, habiendo reconocido el sonido de aquellos pasos- lleva a Niké con Lord Johan y dile a él, con tus palabras apacibles y llenas de tacto, que en el ejército no voy a aceptar sus porquerías.

La fuerte mujer le miró unos breves momentos sólo para cerciorarse de que su líder hablaba en serio... y es que así fue.

-Como digas, General -dijo poco convencida, mas luego se giró y fue a buscar a la jovencita.

Entonces Aristides volvió su mirada al otro militar.

-Parece que he hecho algo de justicia hoy, pero ¿no te ibas ya a tus aposentos, Daemon?

- Si - Le respondió secamente y se dirigió a su cuarto.

Alpha no podía creer todo lo que había pasado, se sentía como despojado de algo, por primera vez se sentía solo a lo mejor era que la compañía de esa niñita lo hizo sentirse feliz por lo menos en un momento...

-Debo de hacer algo - Se dijo.
Inmediatamente salió de su habitación y corrió hasta la caballerizas, tomó su caballo de prácticas y se fue.
Espero no llegar tarde...

Atravesó toda la ciudad, no veía rastros de Niké, se dirigió inmediatamente al castillo.

Sé que le puedo enseñar algo a esta niña, sé que puedo hacer que sea una buen soldado... tiene un potencial oculto quiero serle útil.

- Niké, nos regresamos al cuartel - Le dijo mientras Ingrid lo volteaba a ver...

Como era usual en el ejército, la pequeña rencilla quedó olvidada a los pocos minutos y los caballeros volvieron a centrarse en sus actividades. Mientras tanto el general Aristides se paseaba aleatoriamente por su despacho, preguntándose si La jefa Ingrid ya había regresado a Niké a su hogar.

Y bueno, lo que él no sabía era que justo en ese momento Alpha Daemon se encontraba cabalgando hacia allá.

-Niké, nos regresamos al cuartel -se escuchó la voz del joven militar. Ingrid instantáneamente se giró hacia él.

-¡Sí! ¡Vamos! -exclamó la menor con alegría y, en el preciso instante en que iba a saltar sobre el caballo de Alpha, Ingrid la sujetó del brazo.- ¡Oye, suéltame! -se quejó e intentó un par de forcejeos, más la fuerte soldado le ignoró; había puesto su mirada en los ojos de Daemon.

-¿Qué estás haciendo, cabo? -le cuestionó, mostrando una expresión dura en su bello rostro- Augusto es flojo para escribir, pero te aseguro que escribirá una carta de cesantía para ti si continúas con esta tontería.

- Hago lo que creo correcto, ella tiene potencial y espero que sirva al reino con honor y justicia, no que se encierre en una biblioteca.
- Quiero ser un soldado - gritaba y pataleaba
- Si su error es meterse con el general, yo aceptaré su castigo, claro que ella tendrá que pagar el castigo de su insolencia y tendrá que hacer todo lo que yo le diga. -Dirigía una mirada severa hacia Niké.

Niké se mantuvo serena, pocas veces se veía con esa actitud.

- Entiendo - Niké dejó de forcejear
- Ingrid, lo dejo en tus manos - Alpha bajó del caballo y dejó su espada en la montura buscando respuestas...

Ingrid miró con desagrado todo el berrinche de Niké, quizá era por eso que Augusto no la toleraba, seguramente él era igual de niño. Mas al oír las últimas palabras de Alpha, la mujer soltó un largo y hondo suspiro.

-Te equivocas, -se cruzó de brazos- no está en mis manos. Yo sólo estoy siguiendo las órdenes de mi general, cosa que también tú deberías hacer -sonrió.- Sin embargo, si el líder cambia las órdenes entonces tendré que obedecer. Escucha esto, soldado, -y se acercó peligrosamente al otro militar, para susurrar justo en su oído- Augusto es incapaz de resistirse a la comida y las apuestas tontas.

Ingrid se separó de él.

-Así es como funcionan las cosas con los caballeros de su clase, -se rió. Vamos que si alguien sabía cómo manejarlo era ella. Dado que el General no sabía ni barrer ni cocinar, Ingrid hacía el aseo de la casa y le preparaba la comida... dos situaciones con las que fácilmente podía chantajear al fiero militar. Sólo esperaba que Alpha pudiera aprovechar aquella información que le acababa de dar.

Más tarde, en el cuartel militar...

-¿Qué estás haciendo, Teniente? -preguntó el General al aparecerse por el comedor.

-¿Que no ves? Estoy comiendo alcachofas.

-¿Eso son alcachofas? -arrugó su ceño- ¡Ah, idiota! ¡Te las estás comiendo al revés!

Alpha tomó en cuenta lo que Ingrid le había dicho... el soldado rápidamente tomó su caballo
- No tardaré - Alcanzó a decir... mientras se alejaba

Fue al mercado a comprar ingredientes para cocinar y regresó al cuartel.

- General - Alpha en tono sumiso - No le quitaré mucho de su tiempo. Quiero que hagamos una apuesta no tengo mucho y si pierdo haré todo lo que usted pida sin refutar en nada, sin embargo si gano quiero que acepte a Niké de nuevo. ¿De que tratará? - Sacó todo lo de su mochila - Aquí hay ingredientes para cocinar ¿Le gusta cocinar? Bueno, todo buen militar sabe cocinar bien si Niké es digna de estar aqui podrá cocinar igual a su nivel, aunque como es noble es dificil que sepa cocinar pero tengo fe en ella.....