Alice in Wonderland
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Mensaje por Sarah Vilhelm Vie Abr 06, 2012 5:47 am

Había caído la noche en el reino de Corazones y como si fuese un día normal, la reina se encontraba en su despacho acompañada por una de las doncellas. La rubia dama de compañía veía de vez en cuando a Sarah quien solamente miraba a través del gran ventanal, había llamado su atención porque era como si esperase encontrar, de pronto, en la imagen frente al castillo, algo que no estaba ahí. Y es que en realidad era así.

Ya habían transcurrido al menos un par de semanas desde aquél evento en la costa, "Lazos del destino" era como le llamaban. Sarah ni siquiera creía en el destino, pero todavía pensaba en aquél día y cada vez que lo hacía sentía hundirse en ello... aún más.

Se preguntaba cómo había sido que terminó junto al general de Diamantes bailando vals y diciéndose 'tonterías'... Pero lo peor de todo era que lo recordaba con afecto a él y a cada uno de los detalles: la música, el aroma, sus ojos, la calidez... cómo ella había tocado su rostro y sus afelpadas orejas, la forma en que Credo simplemente dejó que lo hiciera y la manera en que un imprudente naipe soldado llamó al general por una 'emergencia', haciendo que ambos tuvieran que dar todo por terminado, porque claro: Credo estaba en horario de trabajo y Sarah le había interrumpido sin ningún tipo de consideración.

Una semana después de aquél evento, Sarah escribió una nota para el castaño. El texto, redactado en una madrugada en la que no pudo conciliar el sueño, decía más o menos así:

"Credo, te extraño todos los días.
Y cuando te recuerdo, tus palabras me deshacen una a una..."

[ Wilhelmina ]

La nota fue enviada al reino de Diamantes apenas llegada el alba.

Quizá todo eso ya se veía lejano, pero parecía que mientras más tiempo pasara iba a ser más difícil de olvidar. Y no en un aspecto necesariamente bueno...

Para cualquier persona esas memorias debieran parecer agradables o alentadoras, pero ahora, para Sarah las cosas resultaban completamente distintas. Debía decir que, aunque no lo demostrara, el sólo recordar aquello le hacía arder en cólera. Pero eso tenía su razón de ser: hacía unas horas había dado la orden al ejército rojo de que atacaran a uno de los escuadrones de Diamantes en la llanura. Ni siquiera había sido su idea, sino que fue por insistencia del Alto Consejo que consideró tomar esa medida como una advertencia de guerra para el país gobernado por Kiske y Amaranth.

La joven monarca sintió un par de lágrimas humedecerle las pestañas y debido a eso ya no pudo contemplar con claridad la vista que tenía desde la ventana. Apretó con coraje una de las cortinas, arrugándola en su mano derecha.

-Sé que Credo estará ahí... -le dijo a la doncella- y sé que cuando los soldados lo apresen lo destrozarán como a un animal... -continuó en voz baja, el volumen disminuyendo conforme hablaba.

"Aún así acepté dar esa orden..."

-¿Cómo a un animal? Pero, Alteza, ese hombre ya es un completo animal -rió elegantemente, pero hubo un silencio muy extraño entre la respuesta de la dama y el chasquido que provocó Sarah al meterle una fuerte cachetada. La mujer agredida aguantó su reclamo y le miró de soslayo con sus ojos que se notaron vidriosos en la oscuridad.

-Escúchame bien, nunca vuelvas a decir algo así -espetó la reina, la ira presente en su voz y en su mirada; la joven doncella sólo atinó a asentir nerviosamente- Sal de aquí, ve a hacer algo de provecho -le ordenó mientras hacía un movimiento con la mano para indicarle que saliera de la habitación.

La rubia obedeció tan pronto como entendió el concepto y en su ligero temblar se percibía lo mucho que le habían desconcertado las acciones de Su majestad. Se fue corriendo y cerró la puerta con un golpe seco, pero Sarah no le dio mayor relevancia porque decidió que simplemente no la tenía.

"No entiendo" pensó la reina, quien volvió su atención al ventanal "Di la orden de ataque, pero sigo sin arrepentirme de ello..."
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Mensaje por Credo Sáb Abr 07, 2012 5:53 am

¿Cómo olvidar lo sucedido en ese evento? La compañía de la reina de rojo, su voz... La forma en que se ruborizaba. Credo no iba a admitir abiertamente que más de una vez se distrajo durante uno de "los exámenes" impuestos a los nuevos cadetes por estar pensando en aquella ocasión.

Y ¿Qué decir de ese día que recibió la nota? Como se levantaba muy temprano por la mañana, el mensajero llego justamente cuando se encontraba lustrando sus botas con pescadillas. Entonces, fue cuando quedo más que en claro lo que sentía por la Reina de corazones... Y que jamás debía saberse.

Era un estúpido y bien sabía que estaba jugando con algo prohibido, y en cierta manera, ese sentimiento le agradaba, pues sabía que no estaba solo, era correspondido.

Sin embargo todo cambio esa tarde. El y un grupo de soldados se dirigía a Diamantes luego de una breve audiencia en Espadas. Uno de sus hombres ya había divisado a unos cuantos de la armada roja, no obstante el General no pensó que fuera de preocupar, seguramente iban de paso como ellos, y si no había motivo por el cual batirse en batalla, entonces no debía haber problema. Todo cambio cuando el sonido de los cascos de los caballos se hizo más rápido y se avecinaba. Algo no estaba bien, la experiencia rápidamente le indicó al canido que hacer en esos casos, pero todo se fue al diablo cuando súbitamente algo lo tiró de su montura, emanando un quejido de dolor antes. Una flecha se había impactado en su hombro izquierdo, entonces no hubo de otra que combatir. De un movimiento nada ortodoxo y con la molestia presente en su rostro retiró la flecha de su lugar, ocasionando que su uniforme se tiñera de carmín.

Esa maldita armada. Echó las orejas hacia atrás para desenvainar su espada y lanzarse al ataque. Si bien, el escuadrón de Diamantes se veía superado en número, no pretendió huir ni acobardarse, no por nada eran la mejor armada de Wonderland. Dieron gran batalla, digna de la fama que la milicia dorada posee, pero pronto debido a la ventaja numérica, fueron cediendo.

El general yacía sobre su rodilla diestra, con las manos tras su espalda y bien sujeto por dos soldados que sinceramente hacían un sobre esfuerzo por mantenerle de esa manera, pues no trataban con un humano cualquiera. Al alzar la vista, el moreno no pudo evitar el sonreír de lado ante la ironía de poder percatarse de quien era el que comandaba dicho ataque: El capitán de rojo. Así es, el mismo que el golpeó aquel día en el sanatorio… Pronto, aparto la mirada de aquel hombre y no de manera voluntaria, el capitán le golpeó con la cacha de su arma en la quijada, tal vez devolviéndole el golpe que Credo le proporcionó aquel día.

Y ese fue el inicio de incontables golpes que el general de diamantes recibió durante un día completo. La noche cayó. Sus muñecas permanecían aprisionadas por gruesos grilletes a la pared, de esa forma aun pese a su fuerza, le sería difícil escapar. Respiraba entre jadeos aun con el dolor punzante en varias partes de su cuerpo, lo que fue alguna vez su pulcro y blanco saco ahora no eran más que girones manchados de sangre, producto de varios azotes que tenía.

-Esto es nada…- Murmuró. Podía tolerar más, debía aguantar y no quejarse, varios de los golpes fueron por sostenerles la mirada a esos orgullosos soldados y no doblegarse.

No debían verle quebrantarse, que, al fin y al cabo, eran lo que buscaban… Sabe en el fondo que no es nada comparado con lo que los antiguos reyes de corazones le hicieron a su hermano… Se relamió los labios secos, al hacerlo se llevo una parte de ese liquido carmín que escapaba por la comisura de sus labios. Nego ligeramente con la cabeza, su cabello cubria parte de su rostro pues el cansancio termino ganandole, ya no podia ni levantar el menton por unos momentos.

-
"¿Relmente fuiste tu quien dio la orden... Sarah"?-
Tal vez todo aquello simplemente fue para hacerle bajar la guardia...
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Mensaje por Sarah Vilhelm Sáb Abr 07, 2012 10:35 pm

Cuatro horas. Cuatro largas horas habían transcurrido ya desde el regreso de la armada roja. La reina se encontraba terriblemente molesta pues nadie había ido a informarle en cuatro malditas horas.

'Toc, toc' se escuchó al otro lado de la puerta, llamando la atención de la mujer que ya estaba deshaciéndose en su propia desesperación.

-Pasa -ordenó y la puerta comenzó a abrirse para dar paso a uno de los capitanes del ejército, más específicamente aquél al que se le había asignado el ataque. Sarah sólo lo observó desde su lugar a un lado de la ventana.-Infórmame -habló sin darle tiempo de nada.

-A la orden, Alteza, -carraspeó el viejo y empezó a 'rendir el informe' de lo ocurrido en las llanuras, sin embargo no hizo más que dar una descripción general del procedimiento. La reina movía la mano de vez en cuando para incitarlo a continuar o a ampliar la información, pero no funcionó: el capitán nunca le dijo lo que quería oír. Ella quería saber sobre Credo, pero no podía "darse el lujo" de preguntar así sin más.

-Me dijeron que llevaste una sección militar completa -dijo fingiendo tranquilidad, mientras se cruzaba de brazos.

-Así fue -respondió sin entender el punto.

-¿Por qué llevaste 40 soldados para apresar a un escuadrón de 13 hombres? -cuestionó en un tono cargado de recriminación.

-...Es más difícil arrestar que matar, Alteza, -bajó la cabeza un poco para evitar la mirada de la menor- y usted los quería vivos a todos.

La mujer chistó y se acercó a él.

-Aún los quiero vivos -advirtió- ¿Por qué ha tardado tanto en reportarse?

-Se sometió al líder a un interrogatorio, supervisé personalmente el proceso -se limitó a decir, pero al percibir la mirada inquisidora de Su Majestad se sintió extrañamente motivado a continuar. Mientras tanto, Sarah contuvo la respiración un momento al pensar en todo lo que un "interrogatorio" podría implicar.

-¿Dijo algo? -preguntó, tratando con ello disimular su incomodidad.

-Nada -eso lo hacía aún peor.

-¿Quién es este hombre?

-El general Southworth, Alteza -contestó el militar y cuando Sarah lo escuchó le dio la espalda para evitar que él notase lo mucho que le preocupaba esa situación.

-Muy bien, capitán, puedes retirarte... -dijo aún sin mirarlo.

-Pero, Alteza... -el hombre se dio cuenta que la reina se había molestado, pero no tenía manera de saber porqué.

-Que te retires -ordenó utilizando tono duro y amenazador- Llama a mi doncella, dile que es urgente que venga.

-Como usted ordene -y salió rápidamente de la habitación.

Entonces Sarah se quedó sola un momento. Sabía que si algo le había pasado a Credo era por que ella así lo ordenó y ese pensamiento sólo la hizo sentirse peor. "No puedo permitir esto... " pensó con angustia y desesperación "No debo sentirme mal por hacer mi trabajo..." abundantes lágrimas comenzaron a recorrer sus mejillas. "Esto es culpa tuya, Credo..."

A los pocos minutos apareció la misma joven rubia que había echado del despacho unas horas antes. Cuando notó su presencia, la reina suspiró con pesadez e intentó calmarse. Limpió su rostro y miró a la menor, haciéndola estremecer porque ella nunca antes había visto así a Su Majestad.

-Vamos a ir al calabozo, Ophelia, prepárame una daga y pañuelos -dijo sin ningún problema, pero la joven doncella pareció no comprenderlo- Fue una orden -agregó visiblemente enfadada.

-Sí, mi dama -contestó en un titubeo y corrió a buscar lo que necesitaban.
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Mensaje por Credo Dom Abr 08, 2012 2:53 am

Nada perdía con intentar liberarse una vez. Pese al cansancio, pese al dolor... Esas condiciones, el lugar y los olores nada gratos que veían a él desgraciadamente por su fino olfato, no era para menos que estuviese de malas.

El sonido del agua goteante no dejaba de hacer eco en aquella maldita celda, mezclándose de vez en cuando con los ligeros quejidos que emanaban de sus labios, así como de uno que otro gruñido que hacia al tratar de liberarse, todo en vano. Sus muñecas presentaban marcas claramente visibles dejando en claro los constantes intentos por liberarse.

Resignado, cierra los ojos para fruncir el cejo y tensar la mirada en un gesto que dejaba más que en claro la frustración y impotencia de poder salir de una situación como esa. No es que lo haya previsto anteriormente pero siempre tenía la idea que podía pasar. La temperatura del lugar comenzaba a descender, sinceramente no tenía noción del tiempo. El cansancio comenzó a atraparle, aunque no paso mucho tiempo cuando algo capto su atención… Algo que provenía de los pasillos.

No tuvo que prestar mucha atención para percatarse de ellos, lo que extrañaba al general de diamantes es que, parecían ser los pasos de una mujer (o varias) lo supo por el tacón del calzado. Obviamente, ese acto le causo intriga ¿Qué estaban haciendo en ese lugar? El chirrido de la pesada y oxidada puerta abriéndose irrumpió toda cavilación del moreno, y cuando alzó la mirada, se encontró con la persona que hacia un tiempo estaba ansioso de ver y ahora irónicamente no tenia deseos siquiera de tenerla enfrente. Ni que hacer, ni modo de retirarse del lugar.

La imagen del general era una que, sin duda jamás espero verse. Su cabello estrictamente peinado hacia atrás comúnmente caía con libertad por su rostro, sus facciones mostraban una gruesa capa de sudor, por la comisura de sus labios un hilo de sangre podía verse, su pantalón yacía sucio tanto de cuando le capturaron así de su estadía en los calabozos de corazones.

Quería una explicación, aunque tal vez no la hubiese, eran armadas enemigas y punto… Pero lo que realmente deseaba saber es si solamente jugó con él para hacerle bajar la guardia. Pudo haberlo preguntado así sin más, sin embargo se percató de la dama de compañía de Sarah.

-Su majestad de corazones- Menciona, alzando ligeramente el mentón, tanto para verle, como para no mostrar “debilidad” -¿A qué debo el honor de su visita?- Su voz sonaba apagada, producto del cansancio.
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Mensaje por Sarah Vilhelm Dom Abr 08, 2012 4:27 am

Eran altas horas de la noche y ambas mujeres se dirigieron discretamente a las mazmorras. La doncella avanzaba por los pasillos con duda y algo de temor, mientras que Su Majestad caminaba con toda seguridad, como usual. Llevaba puesto el traje de batalla, aquél que incluía un saco con hombreras doradas y su capa, completamente adecuado para la ocasión.

El lugar estaba húmedo y muy oscuro. Fue sólo por un par de lámparas de aceite que llevaba Ophelia que había algo de luz. Se detuvieron frente a una de las celdas de seguridad y, utilizando las llaves que había cogido con anterioridad, Sarah abrió la puerta de una de ellas.

Se formó un nudo en su garganta cuando vio a Credo al frente suyo, derrotado. No lucía como lo recordaba, pero realmente era él y eso era quizá lo más doloroso para ella. Su primer impulso fue acercarse para preguntarle si se encontraba bien, pero no, simplemente no podía parar a preguntar algo tan estúpido.

Quiso decir algo, pero el general alcanzó a hablar primero. Y el tono de voz y su mirada resultaron suficientes para recordarle el verdadero motivo de 'su visita'.

-¿Es necesario que te lo diga? -respondió sonando ligeramente despectiva, al mismo tiempo que extendía su mano a un lado. Entonces su dama de compañía obtuvo de entre sus ropas la daga que antes había conseguido y la colocó suavemente en la mano de su señora.

-Ve a hacer guardia afuera -ordenó a la menor, quien rápidamente dejó una de las lámparas en el suelo para luego salir de la celda. Cuando se cerró la puerta, Sarah comenzó a acercarse al prisionero. Iba con la vista puesta en la pared, pues evitaba mirarle a los ojos; si lo hacía no lo soportaría... lo sabía.

-No puedo dejar que me hagas dudar, Credo -murmuró al encontrarse lo suficientemente cerca de él. Empuñó el arma con firmeza.

"Ódialo y ya..." se repitió mentalmente, justo como en aquella ocasión: la primera vez que se vieron, en el desierto. "Ódialo aunque sea un poco." Alzó la mano con la daga y cerró los ojos dispuesta a darle una puñalada, sin embargo, antes de hacerlo levantó la mirada encontrando así, sin querer, sus ojos. "No puedo hacer esto..."
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Mensaje por Credo Dom Abr 08, 2012 4:50 am

No, no era necesario...

Miró todo a detalle, si bien la única fuente de luz que había era la de la lámpara de aceite, el podía ver claramente, producto de ser un semi humano. Los pasos de la mujer sonaron tan intimidantes y la luz pegando tras suyo de esa forma, ayudaba más a ello.

No obstante, el se mantuvo firme, hasta que habló... Esas palabras. Los golpes no habían logrado herirle como esas simples palabras. Entonces, supo, que solamente fue un completo estúpido, haciéndose falsas ilusiones que claramente ahora se desvanecían como humo en el viento.

Sonrió de lado, siempre serio, no podría ser de otra forma en ese lugar. Siempre imagino que moriría en el campo de batalla, defendiendo sus ideales, luchando por su gente y por aquellos quienes estaban en el trono de Diamantes, no en una sucia celda del reino de Corazones… Que patético fue al bajar de esa forma la guardia en aquel lugar (y en general desde el dia del evento) y el doble al dejarse atrapar, aun pese a todos los intentos. Pero nada pudo hacerse… La desventaja era más que obvia. El filo de la daga brilló ante el golpe de la luz que la pequeña flama en la lámpara producía. Al menos si iba a morir lo iba a hacer con la poca dignidad que le quedaba, por ende no despego la mirada de la silueta frente suyo. Sin embargo, la azabache se detuvo desconcertando en parte al General.

-Hazlo…-
Fue lo único que pudo argumentar en un hilo de voz. Tal vez sería lo mejor para los dos.

Pero por otra parte, deseaba que en realidad no lo hiciera, y no era por miedo a morir… Sino por el dolor de sentirse traicionado de esa manera… Como quiera que fuera, esta vez, bajo la mirada.
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Mensaje por Sarah Vilhelm Dom Abr 08, 2012 10:35 pm

Pudo haber sido una palabra solamente, pero la reina podría jurar que Credo tenía un talento especial para elegir las palabras. Percibió el cansancio en su voz y sintió algo atravesarle desde sus ojos azules, llenos de dolor, antes que él bajara la mirada. Su corazón empezó a latir a toda prisa y el miedo comenzó a inundarla. Ya no quería hacerlo, pero no había marcha atrás, ¿no? Así era como todo debió ser desde el comienzo. Era Diamantes o Corazones. Credo o ella. Y la reina sabía muy bien qué era lo que deseaba por respuesta.

No quería matarle, pero lo que sentía por ese hombre ya era un verdadero obstáculo al momento de tomar de decisiones: la situación que rodeaba las órdenes dadas al capitán de sus tropas era la prueba. Y si eso ya ocurría ¿no era obvio que las cosas se pondrían peor después, cuando llegase el momento de iniciar una guerra?

Sin estar muy consciente de lo que hacía se acercó un poco más al castaño, levantó la mano y, después de apartar unos cuantos cabellos de su rostro, le acarició la mejilla, notándola húmeda. El filo del arma ahora se veía temblar en la otra mano de Sarah, reflejando con ello el miedo y la duda.

-Me hubiera gustado que terminase de otra manera -musitó, su voz se había roto y la respiración levemente entrecortada comenzó a convertirse en sollozos.

"¿Por qué no está gritando de agonía?" Se preguntó aunque la respuesta era obvia: aún no había clavado el arma. Apuntó al pecho del general con la daga, cerró los ojos y contrario a todo lo que realmente quiso decir o hacer... le apuñaló.
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Mensaje por Credo Lun Abr 09, 2012 12:09 am

-"¿Por qué dudas?"- No pudo ejercer la pregunta, simplemente no encontró el valor para hacerlo.

Estaba bien si era ella, si moría por su mano... Seguro de hacerlo aquel maldito capitán despues buscaría a Nero para hacer mofa o algo por el estilo. No se daba importa, sin embargo, la muerte del General de diamantes, de esa manera no sería algo sencillo de ignorar, y entonces, las cosas entre ambas armadas se pondrían realmente hostiles...

La cercanía de la reina de corazones lejos de desagradarle como pensó al verle entrar en la celda, le reconfortó. Inconscientemente ladeó un poco el rostro para sentir mejor su toque, justo como aquel día en el evento. Al cerrar los ojos pudo percibir el olor del perfume de Sarah ayudandole a relajarse aunque fuese un poco, si que la silueta de su majestad contrastaba en sobremanera con el lugar. En parte, se odio por alentarla a apuñalarle y más cuando escuchó los sollozos.

-Está bien… no tienes por qué llorar, un perro mas en el matadero no tiene importancia.- Era un estúpido, lo sabia…

Apretó la mirada y fue entonces cuando lo sintió. El frio acero comenzó a abrirse paso en su pecho, justo del lado derecho, afortunadamente no fue en una zona vital y seguro fue debido a la inseguridad se Sarah, así como del hecho de haber cerrado previamente los ojos. Un quejido ahogado escapó de sus labios que no tardo en convertirse en un grito de dolor. Como auto reflejo movió hacia adelante los brazos tratando de liberarse, pero todo en vano, no tenía fuerza ya. Su cuerpo tiritaba ligeramente tanto por el frio como el dolor y es que, aun estando ahí simplemente de pie, el simple roce de la espalda con la pared le laceraba las heridas.

Y despues, solamente se dedicó a jadear de forma suave, mientras empuñaba con fuerza las manos y sentía como la sangre brotaba de la nueva herida.
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Mensaje por Sarah Vilhelm Lun Abr 09, 2012 2:52 am

Irónicamente, aquél "No tienes por qué llorar" sólo le hizo sentirse más afligida. ¡Iba a matarle y él todavía se atrevía a decírselo! ¿Por qué le decía eso?

No obstante el golpe de emociones y sentimientos, Sarah logró contenerse y atacarlo con todas sus fuerzas. Después abrió los ojos y vio la sangre brotar alrededor del filo de su arma. Tembló al darse cuenta que de verdad lo había hecho e intentó controlarse, pero al oír a Credo gritar por el dolor ya no pudo soportarlo más y rompió en verdadero llanto.

Una vida sin volverlo a ver...

El sólo imaginarlo le hacía sentir que su corazón se detenía. El general... muerto. No, Credo no podía morir, ella no quería verle morir. Pero, ¿qué podía hacer? porque tenía que hacer algo, ¿no?

-Te equivocas... -masculló amargamente- Es por eso hago esto, porque me importas, -susurraba muy apenas, mientras trataba en vano retener sus lágrimas- me importas... mucho más de lo que deberías.

Sarah bajó la mirada y terminó de acercarse, quedando su rostro a poca distancia del suyo, pudo incluso sentir el aire tibio de la dolorosa respiración del otro. Notó que él temblaba un poco, así que lo envolvió en sus brazos lentamente y con cuidado, tratando de no lastimarlo más de lo que ya lo había hecho. Le miró a los ojos nerviosamente, se estremeció al notar que de reojo podía ver el brillo de la daga clavada en su pecho.

Entonces se le ocurrió algo bastante tonto.

-Voy a quitarte los grilletes -susurró. Estaba consciente de lo arriesgado que podía ser quitarle las cadenas al militar, pero a esas alturas iba a hacerlo de igual manera, fuese o no peligroso.
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Mensaje por Credo Lun Abr 09, 2012 4:19 am

¿Qué le importaba? En ese momento, Credo southworth ya no sabía que pensar...

Irónico, alguna vez llego a imaginarse en brazos de la azabache claro esta no en la misma situación, sin embargo... No podía sentir nada que no fuese dolor. Irónico, aunque ella había dicho que no quería que él le hiciera dudar no lo había matado. Entre abrió los ojos, para mirarle aunque fuese unos mínimos instantes, al hacerlo no pudo evitar dejar escapar un simple “jeh” formado de puro aire.

De reojo y como pudo, observo una de sus manos, mientras movía los dedos como si quisiera asegurarse que aun están ahí, tenia los brazos cansados, ya había pasado más de un rato en ese estado. Y por más que lo intento ni siquiera pudo aflojar un poco los gruesos grilletes. ¿Sería seguro si lo hacía? Es decir, la idea de lastimarle jamás le paso por la mente, sin embargo ¿Qué es lo que diría el capitán de la guardia, o alguno de los Generales? Entonces, cayó en cuenta que de verdad ya no estaba pensando bien, por supuesto que no había problema, Sarah era la Reina, ella mandaba… Siendo así, solamente asintió con la cabeza de forma simple y ligera.

Un “clank” sonó al abrir su majestad los grilletes. Al verse libre, su cuerpo se inclinó hacia adelante, tuvo que flexionar un poco las rodillas para evitar ir a dar de frente (seguro terminaba tumbando a Sarah de paso) sin evitar poner una mano sobre el hombro de la reina en lo que recuperaba el equilibrio. No, no era seguro permanecer así, de forma que el dolor le obligó ponerse en cuclillas. Con la siniestra temblorosa y aunque doliera, retiró la daga de su pecho y la aventó por ahí, el metal arrastrándose por el suelo se escuchó, odiaba ese tipo de “habitaciones” cerradas, mas por el eco, no le ayudaba a su fino oído. La sangre no hizo de esperarse, ante ello presionó con la mano como si pretendiese evitar que el carmín liquido escara de su cuerpo.

-Gracias- Menciona apenas audible, sin mirarle de momento. No es que no pudiera, es que no quería…

No soportaba verle llorando, y tan solo por su “culpa”. Era algo que simplemente, no podía soportar… Era más doloroso que los golpes.
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Mensaje por Sarah Vilhelm Lun Abr 09, 2012 9:09 pm

La reina se estremeció al escuchar el metálico sonido de la daga estrellándose contra el suelo. Había desviado cobardemente la mirada para no ver cómo el castaño se sacaba el filo del pecho y ahora ella limpiaba sus lágrimas con uno de los pañuelos que, en un principio, había llevado para limpiar el arma blanca ...y eso es lo que hubiera hecho, suponiendo que las cosas hubieran salido como planeaba.

Suspiró profundamente para tranquilizarse y después, sin decir nada, se dio media vuelta, apresurándose a caminar hasta la entrada. Abrió la puerta y cruzó unas unas cuantas palabras con la dama Ophelia. La rubia joven se retiró velozmente por el pasillo, mientras que Su Majestad entraba nuevamente a la celda, luego de cerrar la puerta.

Sarah regresó y se sentó frente a Credo, apoyándose en el suelo con las rodillas. Se quitó los guantes y los dejó a un lado. Entonces llevó la mano izquierda hacia el pecho del soldado, justo donde le había dado la puñalada, de modo que había puesto su mano sobre la del otro. Y tembló cuando pudo sentir el calor de la sangre resbalándose entre sus dedos. Quiso llorar otra vez al ver el estado del semihumano, pero también supo que no era momento de lamentarse.

-¿Ves cómo me haces dudar? -susurró inclinándose un poco hacia él, mirándole a los ojos.

Con su mano libre acomodó hacia atrás algunos de los mechones castaños que tapaban la cara del general. Cogió un pañuelo y lo usó para limpiar suavemente aquél hilillo carmín que escapaba por la comisura de sus labios.

"Parece que de verdad me estoy enamorando de este hombre" pensó Sarah, pero se equivocaba, se equivocaba porque ya estaba totalmente enamorada de él.
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Mensaje por Credo Mar Abr 10, 2012 3:04 am

Paso saliva, intentando tragarse todo el dolor que sentía. Fue un necio también al no hablar, o quizá orgulloso, pero algo si es seguro, Credo es bastante leal a diamantes y jamás hará algo que pueda perjudicarle... Hasta ese día.... Debió ser más listo, de no tratar de arreglar aquel incidente en el desierto, de alejarse de la chica que, ahora, tenía frente suyo.

Pero no pudo... Hasta cierto punto le alegraba el hecho de "hacerle dudar" de no ser de esa manera, ahora, estaría muerto.

-Sarah- Comenzó, para llamar la atención de la dama (aunque la tenia) haciendo una ligera pausa para poder tomar aire y hablar aunque sea de manera entendible… No, mejor dicho, se estaba haciendo de valor para hacer su pregunta.

Y es que, en el fondo no sabía cómo iba a reaccionar una vez que obtuviera la respuesta. Como quiera que fuera el caso, debía saber la verdad… ¿Para qué? Las cosas no iban a cambiar con eso. Entonces, retiró la mano de donde la tenía para tomar la de Sarah aun sin importarle que con ello le manchara más de sangre.

-¿Fuiste tú quien ordenó el ataque?- Y de ser así ¿Fue solamente porque él iba con el escuadrón? Si todo era “por hacerle dudar” podía lidiar con ello, pero involucrar “gente inocente (y que para colmo no tenia ni idea de lo que le habia pasado a los soldados que le acompañaban) era algo que no toleraría.

Fuera o no, él no tenía derecho a reclamar nada, siempre ha tenido presente la hostilidad que hay entre ambas armadas (y claro, como no odiar a uno que otro soldado de rojo, así como alos antiguos reyes de corazones por matar a su familia), por supuesto que aquella rivalidad de antaño no iba a desaparecer de la noche a la mañana tan solo... Tan solo por haberse enamorado de la reina de corazones.

-Soy un imbécil-
Por hacerse tantas ilusiones, por creer que puede tener algo que tecnicamente es imposible. Ladeó la mirada, aun sin soltarle.

Tras sus palabras, el silencio reinó el lugar… Aunque seguramente no tardaría en ser interrumpido, ya fuera por las palabras de Sarah, o por los pasos de su dama de compañía acercándose al lugar.
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Mensaje por Sarah Vilhelm Mar Abr 10, 2012 4:07 am

Sin saber qué más podía decirle, Sarah solamente le miraba en silencio. Si tenía que admitirlo, al inicio había esperado que Credo rechazara su cercanía, pero no fue así... Y aunque eso le hacía sentirse mejor, también pensaba amargamente que el ser aceptada por él era algo que definitivamente no se merecía.

Escuchó su nombre y miró al castaño con curiosidad, tratando de anticipar lo que éste pudiera decir. Pero nada de lo que imaginó se acercaba a lo que el otro se atrevió a preguntarle.

-Yo... -titubeó y en automático hizo un intento de alejarse, sin embargo se encontró con que el general le había tomado de la mano, sujetándole con firmeza. Sarah cerró los ojos y se mordió el labio inferior. Las lágrimas pugnaban por salir nuevamente de sus ojos, pero se obligó a controlarse pues sabía que de igual modo tenía que decir la verdad.

-Yo di esa orden... -masculló casi como si la intención fuera que no se pudiesen descifrar sus palabras- pero lo hice todo mal. El ataque debía ser una advertencia de guerra para tus reyes y por eso mis soldados debieron acabar con todo tu escuadrón... Sin embargo, al final lo he arruinado. Les dije que no mataran a ninguno de ustedes y te hicieron esto. Las cosas... me han salido mal -dijo entre sollozos, temblando ligeramente- Debes pensar que soy un ser horrible... pero, Credo, lo que te dije aquél día en la playa y lo que escribí en la nota, es cierto.
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Mensaje por Credo Mar Abr 10, 2012 4:59 am

Curioso que pese a las heridas le diera prioridad a otra cosa.

Cerró los ojos al momento que fruncía el cejo y torcía los labios, algo así ya se esperaba. Por mas que la conciencia se lo dictara, el moreno no podía argumentar nada en contra, era el General de la armada enemiga y el de "la milicia más poderosa" no era sorpresa si había muchos que deseaban verle muerto... Y es por lo mismo que a veces, evitaba el acercarse a otros, para que no pudiesen dañarles por culpa suya.

"Lo he arruinado" Es decir ¿es un error que esté vivo? ... Sonrió de lado.

-Te creo- Fue lo único que argumento para mirarle fijamente. –solamente hacías tu trabajo o cumplias tus obligaciones como reina...-

No es que cambiase rápidamente de parecer, o de opinión (recordando que hacía unos instantes estaba bastante confundido con el hecho de pensar que solamente le hizo bajar la guardia) pero haber dicho semejante cosa, ante la armada enemiga, era una prueba clara.

-Con respecto de lo de creerte un ser horrible, estas equivocada- Paso saliva una vez más –te dije un día que yo no tengo la libertad de odiar a los de corazones tan abiertamente.- no completo la frase, tenso la mandíbula soltando la mano de la reina para poder presionarse nuevamente la herida.

-“Y menos podría odiarte a ti…”- cuando pudo tranquilizarse al menos un poco, continuó –No es secreto que uno de tus capitanes y yo no podemos vernos, es normal que haya aprovechado la ocasión siendo que yo le golpee al poco tiempo de convertirme en General. Sumado a que obvio, quería información… Cosa que no le dí, ni pretendo hacerlo.- sumado a que en todo momento puso resistencia y osó sostenerle la mirada al orgulloso hombre que pretendia verlo rendido y humillado.

¿Era idea suya, o estaba haciendo más frio? La verdad era, que la pérdida de sangre (no solo obvio por el golpe resiente) estaba ayudando a que su temperatura descendiera. Pero helo ahí, aclarando el mal entendido y tratando de no doblegarse ante nada, tan solo por mero orgullo…

…Y quizá también por instinto, pues como la dama de compañía de Sarah dijo, no deja de ser un animal.
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Mensaje por Sarah Vilhelm Mar Abr 10, 2012 6:04 am

Aunque le miraba atentamente, en el fondo Sarah hubiera deseado que el general jamás le respondiera. De cierta forma le perturbaba que el otro hablara tan tranquilamente acerca de lo pasado, de pronto había reducido todo a un simple "hacías tu trabajo", pero las cosas no podían ser tan sencillas.

"Soy una tonta..." pensó la reina y sintió una oleada de odio, pero no hacia Credo, sino hacia ella misma. Ahora ¿qué iba a hacer? ¿cómo se suponía que iba a conquistar Diamantes si no quería hacerle daño al general de la armada? ¡Era por eso que las cosas tenían que ser necesariamente complicadas! Su deber ahora estaba muy lejos de lo que deseaba y nunca antes había sido así. "Maldición... Credo..." se repetía con angustia, sintiendo cómo se quebraba lentamente, cómo mostraba su confusión y debilidad. "Estoy perdiendo la guerra antes de empezarla..."

Credo le soltó y Sarah se miró la mano manchada de sangre. No veía bien en la oscuridad, pero la tenue luz de la lámpara de aceite hacía brillar el líquido carmesí. ¿Ya qué importaba? Antes había notado en su saco manchas oscuras, probablemente de cuando se acercó a abrazarlo.

-No le diste el gusto al capitán, por lo que veo... -hizo un leve intento de sonreír, sin embargo la seriedad volvió a ella cuando pensó en lo próximo que iba a decirle- Perdóname. Ya no sé qué más te puedo decir... -bajó la mirada, avergonzada. Realmente había ido al calabozo con intenciones de deshacerse de él, Credo lo había notado y además ...ya sabía el porqué se encontraba ahí apresado- En verdad quería verte, pero no así. Quería... -Sarah calló de repente cuando creyó escuchar los pasos de la doncella. Se abrió la puerta y la dama Ophelia entró algo agitada al oscuro cuarto.

-He traído lo que ordenó, alteza -dijo mientras dejaba en el suelo una cubeta con agua, vendas, pañuelos y una caja pequeña. No obstante a la joven se le notó la sorpresa de ver así a su señora ...y el desagrado de que estuviese con un semi-humano en tal estado. Sarah se dio cuenta al instante y apretó la quijada por el coraje que la reacción de Ophelia le causaba.

-Espera afuera -ordenó, a lo que la rubia salió rápidamente de la 'habitación'.
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Mensaje por Credo Miér Abr 11, 2012 1:43 am

Bajo la mirada, justo como Sarah el ya no sabía que decir, empezando porque ni debería estar hablando debido su condicion. Pero al menos, ya había obtenido su respuesta, con eso podía estar aunque sea un poco tranquilo.

Solamente asintió tras las palabras de su majestad. Y a punto estuvo de añadir algo al comentario de Sarah, cuando súbitamente los pasos apresurados se escucharon por el corredor y pronto el sonido de la puerta chirriante abrirse de nuevo. Sus orbes azules se posaron de inmediato en la figura que acababa de adentrarse en la celda, temiendo que pudiera ser alguno de los guardias o incluso el capitán en persona, el canido se echó un poco para atrás en auto reflejo defensivo. Al parecer esa joven había sido la que acompañaba en un principio a Sarah, pues fue capaz de percibir que alguien más bajo hasta el lugar anteriormente.

No le sorprendió la reacción de aquella dama de compañía, estaba en terreno enemigo, era el general de la armada odiada por ese reino y sumado a su raza… Era algo normal las miradas despectivas que ahí, recibía y recibiría seguro por mucho.

La molestia de Sarah fue fácilmente distinguible. Ante ello, credo solamente intento ponerse de pie, en vano. Con cuidado, se sentó en el suelo, manteniendo la pierna diestra flexionada, mientras que la pesada puerta se cerraba, una vez más.

-Deberías irte- Una vez más, presionó con la siniestra en donde aquella apuñada se había efectuado. –No quiero causarte problemas- Mas, de los que ya ocasiono, claro.

El hecho de estar ayudándole así, podría considerarse como alta traición… Y la mujer rubia bien podría haber salido ya en búsqueda de los guardias, para dar aviso.

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Mensaje por Sarah Vilhelm Miér Abr 11, 2012 10:21 pm

Aunque Su Majestad se encontraba molesta, la ira se vio sustituida por la preocupación cuando se sobresaltó al ver que el militar imprudentemente trataba levantarse.

-¡Ten cuidado...! -exclamó angustiada. Afortunadamente el general no logró su cometido y volvió a su lugar. Sarah suspiró de alivio, pero después de las palabras del castaño sólo atinó a quedarse en silencio, pensando por unos momentos en ello.

-¿En serio quieres que me vaya? -preguntó en un murmullo, sin saber si le dolía más que él la quisiera lejos o que no mostrase preocupación por su mal estado. ¿Acaso ella se preocupaba más por Credo de lo que se preocupaba él por sí mismo? Tenía que ser un chiste muy malo.

Pero fuera de todo aquello, el hombre estaba en lo cierto. Podría haber problemas para Sarah si se quedaba y seguramente que los habría. Irse era lo mejor para ella, sin duda; no obstante la reina no iba a dejarle morir, así, sin compasión... sin tantita pena.

-Lo siento, general, pero ningún soldado de Diamantes me dice qué es lo que debo hacer -le dijo llena de decisión, dándole a entender que no tenía ni la menor intención de retirarse- Además ya he cometido suficientes errores. Ahora sólo me queda pensar que han valido la pena... -habló en un tono suave, casi rayando con la ternura. En la media luz de la lámpara de aceite apenas podía notarse el rubor en sus mejillas. Y así, casi irracionalmente, buscó los ojos azules del menor, entrecerró los suyos y se aproximó con el evidente propósito de unir sus labios. Levantó la mano derecha para sujetarle de la nuca, pero entonces... la idea pudo irse muy al carajo.

-Credo, -se alejó de golpe y le tocó mejor, llevando la mano desde su cuello hasta su rostro- estás... ¿frío? -dijo al tiempo que se quitaba el saco, para después dejárselo puesto al otro sobre la espalda. La prenda se sostenía en los hombros del militar muy apenas, obviamente no iba a quedarle la ropa de la reina.- Voy a ayudarte aunque tú no quieras -le susurró muy en serio, ella era capaz de volverle a encadenar sólo para que se quedara quieto.
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Mensaje por Credo Jue Abr 12, 2012 2:20 am

-"No..."- Y desvió sus azules ojos de ella.

No quería que se fuera... Pero podría ser peligroso. ¿Por qué tenía que ser tan complicada la relacion entre Corazones y Diamantes? Lo peor es que ambos ni tenían la culpa era una rivalidad que venia desde antaño y que se había transmitido de generación en generación, con sus niveles de hostilidad cada una.

Punto para la reina. Ante tal argumento, Credo no podía poner ni siquiera un "pero" ya que si lo veía desde un punto de vista lógica, ella tenía mas poderío y además, él en esa simple celda, no era el "tan respetado general de diamantes" sino un prisionero mas... Un simple perro. Pero tal vez, por ese mísero día, por ese simple momento, no estaba mal dejar los estatus y rangos sociales de lado.

-Está bien, tu...- No pudo terminar la oración al percatarse que tan cerca estaba la de cabello azabache -"Ganas"-

Agradecía la oscuridad del sitio, pues sus mejillas mostraron un ligero color carmín al percibir que Sarah se acercaba con intención de besarle. Entre cerró los ojos y... En último momento la reina pareció arrepentirse. En ese instante, el moreno solo carraspeó para hacerse el desentendido. Antes de poner la mano que no tenia manchada de sangre sobre su hombro, sintiendo la prenda en parte de su espalda y hombros.

-No tengo noción del tiempo, ni siquiera sé la ahora aproximadamente- Declaró antes de afilar un poco la mirada. -Insisto que no quiero causarte más problema, lo que haces podría verse como alta traición ¿Que pensaría el rey, o el consejo? además que seguro si el capitán me ve con las heridas tratadas aumentara el interrogatorio.-

No temía por ello, sino por lo que pudiese pasarle a la azabaches tan solo por ayudarle. Entonces, su vista se enfoco a lo que hacía poco había llevado la otra mujer.

-"Con que de eso se trataba"-
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Mensaje por Sarah Vilhelm Jue Abr 12, 2012 10:39 pm

Y el extraño silencio se hizo otra vez. Después de dejarle su chaqueta, Sarah terminó de quitarle al general el saco del uniforme ...o lo que quedaba de él, que ya no eran más que unos trozos de tela ensangrentados. Pudiera no parecerlo, pero hacía un enorme esfuerzo para controlarse, las lágrimas todavía luchaban por salir de sus ojos. Mirar así al castaño le hacía sentir tanta pena, irónico porque antes siempre había pensado que le daría gusto ver un uniforme de la armada de Diamantes en ese estado.

Sarah tardó unos segundos en responder. Mientras tanto, humedecía los paños en el agua tibia. Tomó uno de ellos y con cuidado comenzó a limpiar las heridas en el torso del ojiazul. No pudo evitar sonrojarse al hacerlo, el hombre realmente le atraía y el sólo pensar que él pudiera darse cuenta de eso le tocaba los nervios. Aunque a esas alturas, la cuestión ya no era precisamente un secreto.

-¿No podrías olvidarte de eso por lo menos hasta que te sientas mejor? -contestó finalmente, mirándole desafiante- Yo tengo todo bajo control, -mintió- nadie va a acusarme de alta traición, es imposible. Trata de confiar en mí aunque sea un poco -dijo a manera de reproche, estaba comenzando a enfadarse. No entendía porqué Credo insistía en que se fuera ¿es que le desagradaba tanto? ...no, no parecía eso, tenía que ser algo más.

-¿O es que lo que en realidad deseas es morir? -le preguntó con tristeza, temiendo por la posible respuesta- Me alentaste a matarte, Credo... -soltó muy apenas. De ninguna manera era por justificarse, pero ella estaba segura de que si él se lo hubiera dicho, ella jamás lo hubiera lastimado.
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Mensaje por Credo Vie Abr 13, 2012 4:11 am

Por unos instantes el general no supo mas, solamente desvió la mirada de la reina mientras le limpiaba las heridas. Más de una ocasión tuvo que tensar la mandíbula, y pensar que sería peor cuando llegase a la espalda.

Alzo ligeramente el mentón, tratando de aparentar ser el general austero y serio de siempre, no obstante en esa situación y en lugar así como su condición, era más que obvio que no funcionara. Sarah simplemente había logrado quebrantar esa mascara que usaba en todo momento. Confiaba en ella, pero no en los rumores que pudiesen generarse y la mirada que la dama de compañía que se encontraba haciendo guardia fuera no había sido una muy buena señal que digamos.

-No. Pero desde que entre al ejercito he tenido presente que en cualquier momento puedo morir- Si hacia unos cuantos meses Sarah hubiese hecho la misma pregunta, seguro la respuesta hubiese sido otra.

Había algo más por lo que pidió tal cosa, o alentado, como ella le llamaba.

-En el fondo sabía que no te atreverías a matarme… De hacerlo, en el último momento de vida que me quedara, sabría que tus palabras fueron solo engaños…-

Tan solo pensar en la idea de haber sido engañado de esa manera para hacerle bajar la guardia hacia que su alma se destrozara completamente. Para su fortuna, ahora veía que tan solo fueron ideas suyas, y agradecía eso. Era un estúpido, por haberse enamorado de la reina del pueblo enemigo y lo sabía, en sí, la palabra no dejaba de rondar por su mente

Al menos hay algo que le permite estar algo tranquilo en esos momentos, y era…

-“Al menos sé que soy correspondido…”
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Mensaje por Sarah Vilhelm Sáb Abr 14, 2012 2:37 am

Sarah le veía por instantes, quedándose completamente atrapada en él, en su voz, en su mirada, su presencia... preguntándose porqué aun viéndolo en semejante condición el hombre le gustaba tanto. Deseaba estar más cerca suyo y rodearlo con sus brazos, pero ya había comprobado que con eso sólo le causaba dolor... como si no le hubiera provocado ya el suficiente. Y siguiendo esa línea de pensamiento, de pronto daba la impresión que lo único que ella podía lograr era lastimarlo, incluso cuando trataba de hacer algo bueno por él...

-¿Mis palabras son sólo engaños? -una suave curva rozó sus labios, pero ciertamente no era una de esas sonrisas llenas de felicidad- ¿Por eso no respondiste mi nota? -preguntó sin verlo pues continuaba atendiendo sus lesiones; pero claro, no era más que una mera excusa para no enfrentarlo con la mirada.

¡Si Credo supiera que Sarah había esperado su respuesta cada día desde que envió aquella carta! Se decepcionó cuando con el pasar del tiempo no recibió nada del general, mas había decidido no prestarle mayor importancia porque después de todo ¿quién en su sano juicio querría meterse con la reina de corazones? Simplemente por ser quien era, no merecía que sus sentimientos fueran correspondidos. Y es que además ¿qué le aseguraba que las palabras del general no eran simple amabilidad por tratar con la realeza? ¿o que aceptara su ayuda sólo para garantizar el bienestar de sus hombres? No había nada... y mientras así fuera sólo podía llegar a una conclusión:

"Él no me quiere como lo quiero yo."
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Mensaje por Credo Sáb Abr 14, 2012 3:40 am

De vez en cuando, ligeros quejidos apenas audibles escapaban de sus labios al sentir el agua tibia recorrer su torso. En ese momento, daría lo que fuera por poder tomar un baño, aunque resultase doloroso; simplemente no podía estar en una situación como esa... Lo único bueno, era tener a Sarah frente y atendiéndole de esa manera.

Casi embobado observaba a detalle el rostro de su majestad de Corazones... Hasta que, ella hizo tal pregunta. Solamente se dedicó a desviar la mirada avergonzado de dar a entender algo que, en realidad, no era... Aunque.

-Sarah- Comenzó, para desviar sus pensamientos erróneos hacia lo que diría. -Respondí a tu nota, pero ahora me doy cuenta que jamás llego.- ¿Por qué simplemente no podía pensar con claridad frente a ella?

…Bueno, era pedir demasiado, en esa condición y de más cualquier ser humano seguro no estaría consciente. Abrió la mano diestra, observándola unos breves instantes antes de llevarla hasta la barbilla de la mayor haciendo que le mirase.

-Discúlpame por pensar tal cosa, tal vez mi palabra no valga mucho. Soy un imbécil por haber pensado eso en alguna ocasión… Temí que fuera de esa manera, no quería verme traicionado-. ¿Se atrevería? ¿Realmente lo diría? –Es decir que mis sentimientos hacia a ti no fuesen correspondidos…-

No pudo más… Su rostro se acercó lentamente, abrió un poco los labios y, entonces, le beso con una suavidad enorme, como si la mujer frente suyo estuviese hecha del más fino cristal y de tratarla de manera brusca o golpeada pudiese quebrantarle. Aquello resulto ser más placentero de lo que hubiese podido alguna vez imaginar. Sus mejillas yacían teñidas con un ligero color carmín, había cerrado los ojos, como si pretendiese imaginar otra situación, una más favorable. Desgraciadamente el dolor de su espalda le hacía volver a la realidad y saber que aun se encuentra en esa maldita celda.

Se separó, sin dejar de mirarle directamente a los ojos y sin dejar de sonreírle de forma tierna y hasta cierto punto cálida….

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Mensaje por Sarah Vilhelm Dom Abr 15, 2012 6:29 pm

"Respondí a tu nota, pero ahora me doy cuenta que jamás llegó" repitió Sarah en su mente y la sorpresa no se dejó esperar en su rostro. Esa simple frase lo cambiaba todo...

¡Si tan sólo lo hubiera sabido antes!

Sarah quiso decir algo e incluso pensó en reclamarle cuando le escuchó menospreciarse nuevamente. No soportaba que él hablara de esa forma sobre sí mismo. ¿No se daba cuenta de lo importante que era? Estuvo a punto de decírselo y sin embargo se guardó todas y cada una de sus palabras al notar que la distancia entre ambos comenzaba a disminuir.

Que ella hubiera intentado besarlo era una cosa, pero que Credo fuera quien lo hizo fue algo que la tomó completamente desprevenida. Quizá por eso le correspondió después de unos instantes de vacilación, no obstante cuando lo hizo se dejó llevar por completo. Cerró los ojos y le besó lentamente, intentando con ello transmitirle todo lo que sentía por él; dándose cuenta de lo mucho que le quería y le necesitaba. Se sintió deshacer por dulce sensación, era tan cálido, tan tierno, tan perfecto...

"Credo, Credo... Te quiero."

Hundió los dedos en el suave cabello del general con la intención de acercarle más y, sin querer, rozó sus esponjosas orejas de can. Le encantaba. Y pareció demasiado pronto cuando se separaron. La reina le devolvió la sonrisa cuando logró distinguir su rostro entre la media luz. Se veía tan bien sonriendo así. Era radiante y extraordinario.

La boca de Su Majestad se entreabría y se cerraba como si estuviera intentando decir algo, pero las acciones del general le dejaron sin habla y en los ojos de Sarah podía leerse el efecto que todo eso había tenido en ella. Se sentía inmensamente bien el saberse querida y correspondida, pero no tuvo que pasar mucho tiempo para que volviera a la realidad...

"¿Ahora qué?" se preguntó aunque conocía la respuesta: nada, si bien sabían que se querían no podían hacer absolutamente nada al respecto. Sarah era la reina de Corazones, Credo el general de la armada de Diamantes, y eso, afuera de la celda, era lo único que importaba.

Aun consciente de eso, la mujer se dejó envolver por aquellas orbes azules que tanto le atraían, posó la punta de su dedo índice en la mandíbula del militar y así recorrió sus afiladas facciones. Le volvió a besar.

Si alguien se enteraba, la mataban, literalmente. Pero qué buenas razones tenía para morir...
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Mensaje por Credo Sáb Abr 21, 2012 1:35 am

¿Qué es lo que ambos harían al salir del lugar? Eso no era algo que importara, no al menos de momento. El moreno estaba más centrado en observar detalladamente el rostro de la reina de carmín. Simplemente, no podía evitarlo, lo noto el día del evento, que, irónico llevaba el nombre de "lazos del destino" a decir verdad, Credo jamás creyó en aquella tradición, ahora veía cuan equivocado estuvo.

Simplemente, creía ser capaz de perderse en los ojos de Sarah y no aburrirse en lo absoluto. Sorprendentemente ahora fue ella quien le beso, y sinceramente, Credo no iba poner resistencia ¿Para qué? si ya era más que obvio lo que sentían el uno para el otro.

Correspondió cálidamente al beso de Sarah ¡Ah, esos labios que tanto añoraba! Al principio con algo de duda, le abrazo mientras le besaba como si de ello dependiese su vida. Podía morir justo en ese instante tan solo para quedar con la grata sensación de aquella simple acción y entonces, todo abría valido la pena.

Al separarse el General tomo con ambas manos (manchándole un poco el rostro sin querer) las mejillas de Sarah y así, junto su frente con la de ella, cerrando los ojos.

-No sabes cuánto me alegra que estés aquí en este momento- Susurro, era algo que solo ambos debían saber... -Perdona por no haber dicho nada antes, es solo que no sabía que decir... o como actuar...-

Confusión, debilidad... No importaba que ella viese esos aspectos de su persona, si solo era para ella, si tan solo eran por ella... Estaba bien...

Irónico que pese a su condición física, no dejaba de sonreír, pero no seriamente, como siempre lo hacía, sino de una forma calida y hasta cierto punto tierna, lo que su majestad de rojo causaba en ese canido...
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Mensaje por Sarah Vilhelm Mar Abr 24, 2012 12:29 am

Apenas podía distinguirle entre la oscuridad, el sueño y el cansancio… y la vieja lámpara de aceite no iba a tardar en agotar su luz. Pero eso no importaba, e incluso las manchas de sangre que, al abrazarla, Credo le había dejado sobre la blusa eran algo sin relevancia. En ese momento sólo tenía tiempo para él, para sus caricias, sus palabras y sus besos. Aun no podía creerse que correspondiera a sus sentimientos.

Cuidando no lastirmarle la espalda, Sarah lo rodeó por el cuello con ambos brazos, acercándolo más hacia sí. Y cerró los ojos, disfrutando del contacto físico y del aire tibio de su respiración. Esa cercanía tan simple le reconfortaba. Inclinó la cabeza ligeramente, de manera que rozaba con la punta de la nariz una de sus mejillas y, antes de separarse, depositó sobre ella un beso suave y lento, lleno de ternura.

-No es necesario decir nada ya… –respondió en voz baja, recordando que ella tampoco habló con él antes. No tuvo el valor para ir a buscarlo y por eso mismo fue que sólo le envió un pobre y breve escrito en forma de carta que ni siquiera iba firmado con su nombre.

Sarah le liberó del abrazo y volvió a cruzar la mirada con la suya, dándose cuenta que en realidad no necesitaban palabras. Le tomó la mano izquierda y le guió así hasta la profunda lesión que le había causado con la daga.

-Ven, -le dijo sin evocar al verdadero significado de la palabra y sumergió un pañuelo limpio en la cubeta con agua- debo tratarte antes de que el agua se enfríe –su sonrisa fue disipándose poco a poco, mas un suave rubor todavía era visible en sus mejillas. Exprimió el paño y continuó con las heridas en el pecho del castaño- Tengo que ver tu espalda… -habló con nulo convencimiento al tiempo que desviaba la mirada de su cuerpo ...no podía olvidar que había sido por órdenes suyas que Credo había terminado de esa forma.

Y aun así él estaba ahí, comprendiéndole y tratándole con ternura. Quién hubiera pensado que el estricto general de la armada amarilla pudiese ser así. Y que Sarah, con toda la mala fama y el carácter que se cargaba, se encontrase también, tan feliz, a su lado, traicionando a todos los demás, incluyéndose a ella misma.
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