Si Iskandar el grande, entonces Vainilla la pequeña. -priv-

Todo comenzó esa misma mañana cuando algunos nobles del reino de corazones decidieron hacer un torneo de croquet. Oh sí, Vainilla Orchid lo recordaba muy bien, recordaba como el juego fue amor y felicidad hasta que a un naipe descuidado se le escaparon los flamingos... todos. Y entonces el divertido concurso dio lugar a un desastre. Uno podía ver desde lejos cómo los escandalosos "palos" de croquet revoloteaban por el jardín cual mariposas, pero eso sólo fue hasta que les opacó el pánico general, cortesía de la nobleza por supuesto. Y es que como si eso hubiera sido poco, ellos querían de vuelta los benditos palos o no podrían terminar el torneo.

La verdad era que los nobles a veces lograban sacar a la capitán de sus casillas. ¿Aguantar naipes? sí, aguantar flamingos, también, pero ¿y el montón de viejas ricachonas y pomposas?

"No, gracias." pensó mientras sacaba su mapa del laberinto, completamente dispuesta a adentrarse en él pues se trataba del lugar donde supuestamente habían visto por última vez a la bandada de aves color de rosa.

Al principio todo iba bien, Vainilla recorría el laberinto rápidamente, con intenciones de terminar pronto con el trabajo. Sin embargo, habían pasado ya unas cuantas horas y la joven hechicera todavía no encontraba ni un mínimo rastro que la llevara a los risueños pájaros. En ese momento le hubiese gustado utilizar alguna frase deprimente como "¿Por qué yo?", pero lo más triste fue que esa pregunta tenía una respuesta muy buena: el naipe que comenzó con el alboroto era -o al menos fue- un miembro activo de uno de sus escuadrones.

Agotada, alzó la mirada hacia el cielo. ¡Por más que caminaba no encontraba nada! ¡Ni la salida si quiera! Se sentó en una orilla, sin saber exactamente qué era lo más triste: si el hecho de que la entrada no estuviese donde recordaba, o que -cuando volteó el mapa sin querer- se había dado cuenta de que todo el tiempo lo estuvo viendo al revés.

"¡Voy a morir aquí!" pensó.

Resignada, la capitán Vainilla abandonó la búsqueda. De hecho se encontraba bastante entretenida pensando en su propio epitafio, cuando escuchó algunos sonidos extraños que exigieron su atención. Provenían de entre los arbustos y se oía más bien como unos pasos... ¡Lo sabía! ¡Debía tratarse de....

"¡Palos de croquet! " Sonrió al mismo tiempo que se levantaba de un salto.

Ahora sí iba a capturarlos a todos y sólo conocía una forma de hacerlo. Descolgó su látigo del cinturón y comenzó a girarlo en el aire cual experimentado charro mexicano vaquero. El ruido era cada vez más fuerte, la pelirrosa supo que había llegado el momento de la verdad y luego... ¡un gigantesco flamingo de plumas rojas apareció! ¡Era enorme! La capitán tuvo que cerrar los ojos para darse valor y entonces arrojó la cuerda atrapando así a su propio rey.

-¡Sííí! -exclamó abriendo los ojos para encarar a su presa, pero lo que vio frente a ella no fue exactamente lo que se podría llamar un flamingo.

-¡NOOOO! -gritó horrorizada cuando se dio cuenta que lo que tenía sujeto por el cuello era el mismísimo - ¡SuAltezaRealAlexanderElGrandeIskandar! -dijo sin agregar ningún tipo de pausa al discurso, no había tiempo para pausas -literal-. Recogió su látigo y lo escondió tras de sí, como una niña regañada.

-¡Lo siento, su real majestad! ¡Yo creí que los palos y ¡aaagh! ¡y usted, su palo y su pájaro! -berreó, mas luego se quedó pensando en sus propias palabras- ¡Y los flamingos! -Sí, eso sonaba mejor.

Aún viendo la tempestad, la joven capitana hizo el clásico saludo romano para su rey... y eso que éste estaba riendo como si nada pasara. Vainilla casi se desmayaba por el susto y ¡él se reía! Fue tan absurdo que hasta a ella le dieron ganas de reír también.

Quiso quejarse cuando Alexander la mandó a coger asiento, ¡una capitán no necesitaba descanso! pero cansada o no, eso de "Siéntese y tome aire" era una orden, ¿verdad? Y como Vainilla nunca desobedecía las órdenes de un superior fue a sentarse de inmediato, preguntándose también cómo era eso de beber aire, era la primera vez que escuchaba algo así. Bueno, de cualquier forma no iba a cuestionar a su alteza real: abrió la boca e hizo una pequeña "O" con los labios, para comenzar a "tomar aire". Luego miró de reojo a Alexander.

"¿Lo estaré haciendo bien?" pensó. Bien, ahora directo al punto.

-Está en lo cierto, alteza, pero me ha tomado horas buscarles y no he visto nada. Incluso he comenzado a dudar de que continúen en este laberinto -le dijo tranquilamente, mas la decepción podía leerse en su rostro.

Entonces una pequeña cabecita rosada se asomó por entre unos matorrales. Se encontraba a varios metros del rey y la capitán, así que fue sólo por el ruido que Vainilla de casualidad volteó a ver. Al inicio no reaccionó y examinó al extraño ser durante unos segundos, en silencio. ¡Era un palo de croquet! Éste miró primero al pelirrojo y luego dirigió su vista hacia la joven mujer.

-¡Flamingo! -gritó en un tono amenazador, entonces el ave casi se desbarató de pura risa y se echó a correr en zig zag. Vainilla fue tras él, desde luego, pero ¿pudo atravesar el muro de hierba? No, pues apenas habiendo cruzado la mitad del cuerpo, se topó con unas ramas y su ropa se atoró.