Yo solo busco...conocer el azul [Priv Augusto]

Contrario a lo que esperaba, la princesa me tupió con cuestionamientos. Sin darme cuenta externé mi sentir haciendo un notable gesto de extrañeza. ¡Un miembro de la familia real al que le parecía “extraño” que fuéramos lamebotas! ¡Había que verlo para creérselo!

-Alteza, primero que nada, -comencé tranquilamente a pesar de su discurso tan inusual- mi nombre es Augusto Aristides, general del ejército del reino de Espadas –volví a reverenciarla. Si bien ya me había dicho que no lo hiciera, eso era algo que hacía en automático, razones me sobraban.

Por otro lado, ante sus cuestionamientos comencé a dudar de que realmente fuera ella, así que la examiné discretamente. Hasta donde sabía, era posible que me hubiera equivocado de jovencita. ¡Pero se parecía tanto a la madre de Alice! ¡Tenía que ser ella!

-Mis soldados me informaron de su llegada. “¡Es idéntica a la madre de Su Majestad”, me dijeron. Ahora veo que es cierto –le dije al tiempo que acercaba a mi espléndida yegua- ¿Me permitiría llevarla al palacio, Su Alteza Nathalya? –ofrecí amablemente aún sabiendo que era probable que se negara. Igual no la dejaría, pues si se iba sola y algo malo le pasaba …el castigo iba a ser para mí.

Cuando la dulce jovencita respondió, Augusto se tuvo que aguantar todas las ganas de contestar con sus clásicas majaderías. ¡¿Cómo que ella no quería ir al castillo?! Según la mentalidad del mayor todos siempre querían ir ahí, así que le iba a costar comprender el pensamiento de la princesa.

Hizo una sonrisa enorme y forzada para disimular su frustración. Y es que tenían que reconocérselo: Augusto en verdad estaba esforzándose para lucir amable y simpático frente a la recién llegada.

-Alteza, -se rió nerviosamente- usted no tiene porqué pedir disculpas -mencionó, después de todo la princesa era un miembro de la familia real- y bueno, en todo caso será un placer para mí acompañarla a dar un paseo por el pueblo -mentira.

Si era necesario, Augusto le rogaría a Nathalya para que le dejase acompañarla, pero eso del "placer" estaba muy lejos de la realidad. El general Aristides la protegería a costa de cualquier cosa sólo por obligación. Y cómo se encontraba decidido, deshacerse de él no iba a ser fácil para la menor.

-Entiéndame, princesa ¡Es por su seguridad! -insistió a la par que ofrecía las riendas de su yegua pinta, Hiedra. No obstante, la equina no les prestaba mayor atención y, aburrida, comenzó a masticar el colorido cabello de la nena de sangre real.

-¡Hiedra! ¡No! -exclamó.


Off. No te apures :3

Sabía que era extremadamente terca y que una vez que se me metia algo en mi cabeza era muy difícil hacerme cambiar de parecer y eso hacía que en muchas ocasiones me colocara algo pesada y exasperaba a la gente, nunca había sido mal educada, solo que trataba de no molestar a la gente aunque muchas veces resultaba en todo lo contrario.

Aunque el muchacho realmente disimulaba bien, mirandolo fijamente podía notar en cierto modo su frustración, suponía que era su deber así que hacer más problema en realidad solo sería peor, me encontraba totalmente indecisa: ¿dicirle que de verdad podía ir sola y que se fuera tranquilo? o ¿dejarle que me acompaña pues era su deber y así no causar más molestia?. Creía sinceramente que la segunda opción era la más adecuada y al escucharle decirle que era por mi propia seguridad fue en cierto sentido la gota que derramó el vaso...sin duda le dejaría que me acompañara pues aunque le dijera que no nuevamente lo más probable que no lograría nada, solo un pequeño suspiro salió de mis labios no es que me molestará precisamente la compañia solo que sentía que eso del deber y demás podía ser tan forzoso como molesto para otros y a alguien que vivió tan libre de todo pensar en ese tipo de cosas era un poco extraño y hasta molesto.

"Aaam esta bien entiendo, entiendo es por mi seguridad...bueno en ese caso supongo que no habrá problemas, total si le digo que no creo que no consigueré nad..." y antes de terminar mi frase siento como mi largo cabello es empujado y...¿masticado? si!! masticado!!! no es que fuera amante de mi cabello ni mucho menos solo que aquella sensación no era precisamente agradable...

Como reacción natural no pude evitar que el largo de mi cabello junto con un poco de la mandíbula de la yegua se congelarán, logrando así salir del momento y tratando de controlar lo más posible mi habilidad para no causar daño alguno.

"Ahi!! pobre yegua!! " dije después de lo que ya había sucedido, en realidad nunca había querido hacerle algo así pero bueno...reflejos son reflejos y no pude evitarlo. Puse mi mano primero en el hocico del animal para descongelarlo y volver a su estado natural, por suerte nada malo había pasado lo del cabello era algo anexo, no era amante de mi cabello ni mucho menos-"Hiedra te llama verdad?- dije acercandome a la equina y acariciandola brevemente-espero no haberte lastimado lo siento-hablaba como si realmente esperase respueste pero no era así sabía que ella precisamente no me respondería hablandome o algo así.

Luego puse mi mano en mi cabello y lo descongele no había pasado nada grave asi que no iba hacer un escandalo, sin embargo el suceso de igual forma había llamado la atención, notaba las miradas curiosas de la gente, preferí seguir como si nada hubiera pasado pues en muchas ocasiones lo que menos me preocupaba era de mi misma

"Bueno tiene una yegua muy activa general" dije sonriendo levemente - " en fin conoceré el pueblo si me tiene que acompañar no puedo hacer nada ¿verdad? de todos modos no quiero causar más problemas- y dandole un nuevo vistazo a la yegua note como con la congelación había pasado a llevar un poco sus riendas dañandolas - y bueno hay algo que también que quiero buscar " terminé dando unos pequeños pasos a lo que parecía que era el mercado.

Todo era amor y felicidad hasta que su alteza real, Nathalya Nightray, rodeó el hocico de mi preciosa Hiedra con una capa de hielo. ¡Tal fue mi indignación que se notó en aquél instante porque me quedé tontamente boquiabierto!

-¡No! ¡Nena! -exclamé alarmado e hice un ademán de acercarme al caballo que ya había comenzado a agitar la cabeza de un lado a otro para sacarse el hielo de encima, sin éxito, claro.

Sin embargo, Nathalya se aproximó sin temores. Yo sólo miré la escena con extrañeza. La princesa había descongelado a la yegua y la acariciaba. Pude ver cómo al contacto Hiedra movía sus enormes orejas, luego resopló y sacó su larga lengua con intenciones de coger otra vez el cabello azul. "Ahí va la burra al trigo" diría mi abuela, pero "Ahí va la yegua al pelo" sería más correcto en esta ocasión.

-Hey, deja eso, -mascullé, moviendo la rienda para alejar sus mandíbulas del cabello de la menor.

Entonces me giré para dirigirme a su alteza.

-Me disculpo en nombre de este caballo, princesa Nathalya -dije bajando un poco la cabeza. Pedir disculpas no era lo mío, pero tenía que velar por la seguridad de mi irreverente animal.

-Me alegra que acepte mi protección... Espero no incomodarla de más, alteza, pero si ya tiene que soportar mi presencia, aprovéchela -le sonreí con dejos de complicidad. Ella avanzó y yo le seguí a una distancia prudente.

Al poco tiempo llegamos al mercado, lleno de locales, tiendas y chusma, como siempre; pero no iba a quejarme frente a la hermana de Su Majestad, así que...

-Si no lo considera indiscreción, ¿qué es lo que busca? Le ayudaré a encontrarlo -dije mientras daba un vistazo general a los puestos del mercado. Noté que algunas personas me miraban con temor, mas había otros se fijaban en la pequeña princesa. Daba igual... ella estaba segura a mi lado, mi afilada espada podía asegurarlo.